Parte XXII
Kid estaba apretando las manos con tanta fuerza en el pelo de Law que por momentos parecía que iba a arrancárselo, pero no importaba. Todo lo que a Law le importaba en ese momento era seguir arrancándole aquellos gemidos a Kid, a pesar de los esfuerzos de este por ahogarlos, con los movimientos de su lengua y sus labios.
-Oh, jodeeer… -consiguió articular Kid, más un gemido que una palabra.
-¿Tienes algún problema, Kid? –Prácticamente ronroneó Law, con los labios tan cerca de su polla que un estremecimiento recorrió el cuerpo del pelirrojo.
-Déjate de gilipolleces y acaba lo que has empezado.
Un portazo y ambos se giraron al tiempo en que la alegre voz de Luffy comenzaba a hablar.
-¡Eh, chicos! –Se quedó mirándolos. –Oh. –Y se rio. –Perdón. Solo quería deciros que estamos todos en el salón. Os dejo seguir.
Y se fue, como si no acabase de interrumpirlos.
Law dejó caer la cabeza contra uno de los muslos de Kid.
-Es la tercera vez esta semana –se lamentó.
Desde que Law cumpliera los dieciocho años, se había implantado la tradición de celebrar una fiesta por cualquier cosa, no solo en navidad y cumpleaños. Cuando Law encontró un trabajo mientras estudiaba, celebraron una fiesta, cuando Kid encontró trabajo, celebraron una fiesta, cuando Law terminó la carrera, celebraron una fiesta, cuando Jinbe accedió a unirse a la tripulación de Luffy, celebraron una fiesta. Ese día, además, coincidieron dos eventos dignos de fiesta según el criterio del grupo: Kid había terminado la carrera y Law había terminado su periodo como médico interino y ya tenía trabajo fijo en el hospital.
Todos estaban tan ocupados celebrando que nadie pareció notar la ausencia de los homenajeados, que se habían escabullido del piso y habían subido a la azotea del edificio.
Por suerte era verano, porque de lo contrario el plan de follar al amparo de los almacenes que cubrían el lugar no habría ido muy bien.
-Estoy hasta los cojones de tener que esconderme –se quejó Kid, ya relativamente satisfecho.
Estaba sentado en el suelo, vestido porque apenas habían apartado la ropa necesaria, con Law sentado sobre sus piernas y apoyado en su pecho.
-Yo también, pero míralo por la parte positiva: después de navidad se van.
-… Pídete libre esa semana.
Law se rio.
-Pensaba hacerlo. ¿Y tú qué? ¿Ya has convencido a Killer?
-¿Te parece el momento de hablar de eso? –Preguntó Kid, bajando una mano al trasero de Law y apretando para poner énfasis a lo que quería decir.
-Si prefieres que bajemos…
-Ni de coña. Miedo me da pensar en lo que le hayan hecho a la casa.
-Eso creía. ¿Y bien? ¿Lo has convencido, o no?
-Estoy en ello.
Killer, quien había contratado a Kid a tiempo parcial mientras este estudiaba, trabajaba en un taller del que era el jefe en todos los aspectos excepto en uno: el lugar pertenecía a un hombre rico, y gilipollas en opinión de Kid, al que le gustaba presumir de tener negocios que compraba y arrendaba terceros para ganar dinero. Su nombre era Krieg, aunque le gustaba que lo llamasen Don Krieg. Kid lo llamaba fantoche, y se lo había dicho a la cara unos días atrás cuando su contrato se acabó. Kid tenía como objetivo montar su propia empresa y Killer no solo le caía bien, sino que además era bueno en su trabajo, así que estaba intentando convencerlo para que se fuera a trabajar con él.
El puerto de Sabaody por lo general estaba ocupado solamente por los trabajadores del lugar y, de vez en cuando, por algún crucero turístico que hacía escala en la ciudad. Ese día de principios de enero, en cambio, el lugar estaba abarrotado de gente en torno a un navío que nunca antes había visto el lugar. Se trataba de un bergantín bastante más pequeño que el resto de barcos que ocupaban el puerto, bastante extravagante y pintado en varios puntos con tonos de rojo, blanco, negro y amarillo. En él se veían zonas verdes, llegando a tener incluso un par de árboles de mandarinas. El mascarón de proa recordaba a un sonriente sol, por mucho que el creador del barco insistiese en que era un león, y de ahí le venía su nombre: Thousand Sunny.
Los tripulantes del barco estaban diseminados entre la gente que ocupaba la zona del puerto frente a este, despidiéndose de amigos y familiares.
La madre y la hermana de Nami, acompañadas del medio novio de la madre, que llevaba un curioso molinillo de viento enganchado al pelo, se estaban despidiendo de ella, la mujer más mayor dándole algunos consejos que escandalizaban al hombre y hacían reír a las dos chicas.
La novia de Usopp, una chica llamada Kaya que no había podido acompañarlos por cuestiones de salud, había ido a verlos partir y se estaba despidiendo del chico con un beso que le estaba costando las miradas de envidia de bastantes hombres.
La abuela de Chopper, la doctora Kureha, le estaba dando al chico unos últimos consejos mientras trataba de hacer callar a su marido, un alegre apotecario llamado Hiruluk con más buena voluntad que maña a la hora de curar a la gente. Aunque no tuviese los estudios, Chopper tenía los conocimientos necesarios para poder ocupar el rol del médico en aquella tripulación, y tanto Kureha como Law se habían encargado de prepararlo lo máximo posible.
Incluso el padre de Zoro había ido, y se estaba despidiendo de él de forma bastante tensa, del mismo modo en que lo hacía el abuelo de Sanji a unos metros de ellos.
El padre y el tío de Vivi, un hombre rubio con el pelo largo y rizado al estilo de una peluca antigua, estaban montando una escena impresionante, para bochorno de la chica, al despedirla, con lagrimones y declaraciones a voz en grito de lo mayor que se había hecho en tan poco tiempo.
A Jinbe había ido a despedirlo una impresionante cantidad de gente de su barrio que parecía adorarlo, incluyendo a una preciosa niña de pelo rosa que tenía los pulmones más potentes de los que muchos allí habían sido testigos en sus vidas.
Franky, llorando a moco tendido, se despedía de los que habían sido su familia y subordinados durante años, estos también llorando como él, mientras Robin, tratando de no demostrar lo divertido que le parecía aquello, le daba palmaditas en la espalda.
Un golpe y un pequeño grito atrajeron la atención al hecho de que la última incorporación que había hecho Luffy a sus filas había hecho la pregunta. Se trataba de un hombre alto y delgado que llevaba el pelo en un enorme afro, a quien Luffy había conocido apenas un par de semanas atrás en la calle. Habían hablado, se habían hecho amigos, Luffy lo había invitado a la tripulación y el hombre había aceptado. Se llamaba Brook y era un músico excelente con un curioso sentido del humor y demasiada afición por las bragas.
Ace había ido con Marco y Rouge a despedirlos, y del último del que se despidió fue de Luffy, que le dio un abrazo de oso como había hecho para despedirse de Makino, Kid y Law, incluso aunque el pelirrojo se había defendido con uñas y dientes.
Finalmente, los miembros de la tripulación embarcaron y, justo antes de levar el ancla, Luffy gritó:
-¡SABO! ¡NOSOTROS NOS VAMOS YA!
El Thousand Sunny se alejó de la costa entre gritos de despedida, de ánimo y deseos de buena suerte tanto desde el barco como desde el puerto, con la gente agitando los brazos y gritando incluso cuando era ya imposible escuchar las palabras.
La puerta de entrada se cerró con un pequeño ruido que sonó estruendoso en el silencio del apartamento.
-Qué tranquilo está esto –observó Law, pasando la mirada por el ordenado lugar, que por primera vez en más de dos años no tenía envoltorios de comida, prendas de ropa o papeles tirados en cualquier sitio.
-Sí. Volvemos a estar solos.
Se quedaron en silencio, se miraron, y de haber podido la pared habría protestado cuando la espalda de Trafalgar Law chocó contra ella al tiempo en que ambos hombres trataban de devorarse el uno al otro y arrancarse la ropa tan rápido como fuera posible. Sin preámbulos, sin juegos previos y con la preparación más rápida de que fue capaz, Kid se enterró con fuerza en el calor de Law, abrazándolo y embistiendo en él mientras el moreno seguía como podía sus movimientos, con las piernas envolviendo, abrazando la cintura de Kid con tanta fuerza como podía.
-Por fin… -Jadeó Law antes de besar de nuevo a Kid.
Fin
No me puedo creer que ya se haya terminado.
La idea de este fanfic empezó como un pequeño one-shot, tal vez de unas diez páginas, que fue creciendo y creciendo y ha llegado a ocupar ni más ni menos que 104 páginas, prácticamente como una novela corta.
Me lo he pasado genial escribiendo esta historia y, aunque me da pena que se haya terminado, por otra parte me alegro mucho de haber podido escribirla entera, y de verdad espero que os lo hayáis pasado tan bien leyéndola como yo escribiéndola.
Muchas gracias por haberla seguido hasta el final, en especial a todas las que os habéis tomado el tiempo y la molestia de comentar ^_^
