Bien, se que dije que lo intentaría continuar y que no lo cumplí. Merezco la muerte por ello, pero comprenderme que tengo una pequeña vida social a la que atender y me ha sido imposible hasta el día de hoy. He tenido problemas con mi equipo y en realidad no tengo mi portátil, por lo que he tenido que escribir este capitulo dos veces. La primera se me borró por estupidez mía, y la segunda porque mi portátil decidió implosionar y dejar de soportar toda imagen, documento o archivo que tuviera guardado en su interior.
Espero compensaros todo este tiempo con este capitulo. Enjoy it!
- ¡Emmie! ¡Vuelve aquí! - gritaba una señora morena mientras perseguía a su objetivo.
Una adolescente de estatura alta, con cuerpo esbelto, huía de esta. Las ropas azuladas traslúcidas que llevaba mostraban sus extremidades y parte de su torso, en conjunto con su cabello largo y dorado como los rayos del sol, le daban a la joven un aspecto de deidad.
- ¡Antes tendrás que atraparme! - retó la chica a la otra, mientras reía con voz cantarina, girando su cabeza levemente para mirarla.
La de mayor edad bufó frustrada y la dejó marcharse, rindiéndose a conseguir alcanzarla. La joven siguió correteando por los pasillos, seguida de un felino níveo que se iba entrelazando con sus pasos pero sin entorpecer su camino. Algunos sirvientes que la vieron de lejos, se apartaron para darle paso y a su vez admirar a la chica, que en conjunto con la luz que entraba por los ventanales y aquella fina capa de polvo que flotaba en el aire, parecía brillar por sí misma. Ella les saludó con un gesto rápido de la mano y sonriendo, dejando prendados a varios de estos.
Mientras seguía por las galerías de arcos rojizos con franjas blancas, se encontró con un joven que al verla, no pudo esconder su alegría y estirar sus brazos invitándola a estrecharle entre ellos. Esta no dudó y se dirigió a él hasta saltar y abrazarse a su cuello, riéndose suavemente mientras el chico daba vueltas. Cuando notó que aquello le mareaba, soltó a la adolescente correspondiéndole también con una tierna sonrisa. Los zafiros de ella se quedaron mirando fijamente los esmeralda de él y contuvo la respiración por un momento inconscientemente. Pero fueron interrumpidos por el animal que acompañaba a la joven, clamando la atención del recién llegado con maullidos.
- Veo que has cuidado bien de Aysel. - comentó el chico inclinándose para acariciar la cabeza de la gata, que ronroneaba agradeciendo el contacto.
- Mejor dicho, ella ha cuidado de mí - respondió riéndose suavemente y observándole mimar al felino.
- Me alegro que ambas estéis igual de hermosas que siempre - dijo mientras la miraba de arriba abajo y entrecerraba los ojos.
La chica no pudo evitar que sus mejillas se colorearan con un pequeño toque rosado y desvió la mirada algo tímida ante el alago. Una doncella de piel morena se acercó a la pareja, dirigiéndole una ojeada disgustada a la adolescente.
- Emmie, la segunda esposa te manda buscar… - murmuró un poco enfurruñada.
- No sé a qué te refieres. - comentó la chica que sonreía intentando evitar el tema.
- Te has vuelto a escapar de las prácticas, ¿verdad? - suspiró resignada por la actitud de la otra.
- Es que son muy aburridas…
- Pero las necesitas si quieres seguir siendo la favorita, y lo sabes. - concluyó tajante sin darle opción a defenderse.
La joven de cabello pajizo rodó los ojos y cabeceó dándole la razón a ella. Tendría que volver con la mujer que había dejado desatendida hacía un rato y seguro que la regañaría. La morena contempló al chico y frunció el ceño, dando un claro ejemplo de contrariedad.
- El sultán ordenó que te mantuvieras alejado de ella. - gruñó, cruzándose de brazos y poniendo una pose mandona.
- Pero ahora mismo el sultán no está aquí. - le guiñó un ojo a la de actitud hostil que al momento se sonrojó furiosamente y agachó la cabeza intentando ocultar la atracción que había notado en ese momento.
Era normal la reacción de la dama con el chico, este además de tener una mirada penetrante, sus ropas lechosas marcaban líneas de músculos bien definidos bajo estas. El cabello levemente ondulado y la calma que desprendían seducían a la mayoría de jovencitas que se cruzaban con él.
Obedeciendo las instrucciones de la exigente muchacha de piel tostada, la chica acompañada del joven, volvió sobre sus pasos y entró en la habitación donde esperaba pacientemente la mujer que había intentado evitar su marcha. Examinó enojada a la adolescente que en respuesta, agachó levemente la cabeza y le obsequió una mirada lastimera, cosa que le evitó una buena reprimenda por la de mayor edad.
- Bien, antes de que hicieras ese pequeño descanso… - comenzó a decir la señora para quitarle importancia a su escapada. - …estábamos en ese paso que tanto te cuesta.
- ¿No podemos evitarlo? Quiero decir, hasta ahora no lo he realizado para conseguir lo que buscamos.
- No, lo necesitas. Esta noche vendrá mucha gente importante. Debemos sorprenderles y para eso te ha escogido Sadiq. Hazlo.
La chica puso los ojos en blanco y gruñó, pero acató lo que se le pidió y comenzó a levantar una de sus piernas sin doblar su rodilla, hasta tenerla casi a la altura de su cara. Cerró los ojos, frunciendo el ceño, para después observar a la mayor. Esta asintió con la cabeza y con un gesto de la cabeza le indicó el siguiente movimiento. La joven dejó la pierna donde la había subido, bajó su cabeza y torso lentamente hasta que con las palmas de las manos se apoyó en el suelo.
- Bien. Siempre hemos sabido que tenías una maravillosa flexibilidad…
- ¿Pero? - murmuró la joven, girando levemente la cabeza que estaba boca abajo.
- Las niñas acaban perdiendo su capacidad y no llegan a lograrlo, tal vez tú tampoco.
- Dime lo que tengo que hacer y ya está… - contestó algo exasperada.
- Debes apoyar en el suelo las rodillas, con tu cuerpo entre ellas, para después erguirte lentamente, dando la sensación de que te desenrollas como una serpiente. - explicó detenidamente a la chica que la miró incrédula.
- ¡Me partiré por la mitad! - dijo algo alterada y dejándose caer al suelo, perdiendo la postura anterior.
- Debes conseguirlo. - sentenció.
Apretó la mandíbula y procedió a intentarlo. Colocó su pecho contra el suelo y comenzó a levantar sus piernas hacia atrás como un escorpión preparándose para atacar. Después de mucho esfuerzo, consiguió colocar las rodillas a los lados de su cara. Jadeó por la presión que ahora tenían sus pulmones e intentó deslizar su cuerpo hacia atrás para acabar en una postura normal, de rodillas. Realizó el mismo movimiento varias veces hasta que la mujer asintió conforme y decidió marcharse de la habitación, dejando a solas a la agotada joven y al muchacho, que había estado observando todo el proceso sentado entre cojines.
- Es un bonito movimiento. - comentó para alentar a la joven que estaba tumbada en la alfombra, tratando de recuperar su aliento.
En respuesta, esta se rió ahogadamente mientras se cubría sus ojos con un brazo. Una fina capa de sudor adornaba la piel de ella, dejándole el aspecto de un diamante brillando a la luz del sol.
- Son demasiado exigentes… Una vez tuve que practicar con un tobillo roto. - recordó esta con una mueca.
Los ojos del muchacho centellearon levemente, acercándose hasta los pies de ella, agarrando con veneración uno de ellos y sujetándolo cerca de su cara. Comenzó a acariciar la extremidad de la chica con la boca mirándola de reojo. Esta, al notar el contacto, apartó su brazo para observarle.
- ¿Te dolió? - murmuró pasando los labios por el empeine de su pie en una fina caricia.
- Sí… - susurró en respuesta, notando pequeños escalofríos que escalaban su espina dorsal y le regalaban una leve sensación en la nuca.
- ¿Mucho? - volvió a preguntar en un tono muy tenue, siguiendo ahora el camino de su tobillo y subiendo hacia la rodilla de ella.
- Ajá… - musitó entrecerrando los ojos y notando como sus mejillas comenzaban a arder por la concentración de sangre en ellos.
- Emily… - llamó en un tono de idolatría mientras dejaba tersos besos en su gemelo y cerraba los ojos para disfrutar más de la tez de la joven. - Tu piel es tan suave… como la seda…
La muchacha le observó en silencio, mientras se mordía el labio inferior, en un acto reflejo de nerviosismo por la situación. El ambiente fue roto por el sonido de un metal al ser afilado contra una roca. El chico que hacía segundos estaba rozando la pierna de ella, ahora estaba alzado y con una hoja de acero a escasos centímetros de su garganta.
- Te dije que no te acercaras a ella, Heracles. - dijo en un tono de voz amenazante el que sujetaba la espada.
- Yo también me alegro de verte, Sadiq. - contestó este mirando de reojo al moreno que portaba la máscara blanca.
El del turbante ignoró el comentario del joven, dirigiendo la mirada hacia la chica que en cuanto la sintió, se acurrucó, encogiendo las piernas y abrazándoselas algo intimidada.
- ¿Por qué no llevas tu velo? – le cuestionó mientras tensaba la mandíbula bajo la tela que le cubría.
- Tenía calor – murmuró girando la cabeza para evitar dirigir sus ojos zafiros al hombre autoritario y cubriendo su rostro con su cabello dorado.
Este, en respuesta, hizo un pequeño gesto con la cabeza, indicándole que se marchara a cubrirse con él y de camino dejarles a solas. Ella obedeció en silencio, irguiéndose y saliendo de la habitación, sin antes girarse, apoyando una mano en el marco de la entrada, para asegurarse que el muchacho no acababa decapitado. Cuando la doncella hubo abandonado el lugar, el de ropas lechosas sonrió con suavidad, alejando con cuidado de no cortarse, la espada de su gaznate.
- ¿Qué hacíais a solas? – preguntó el moreno guardando la espada en la funda que portaba en su cintura y observando a este mientras se cruzaba de brazos.
- Solo estaba comprobando que su tobillo no estaba herido… A veces le exiges demasiado, Sadiq – dijo en respuesta, ocultando en su mente la verdadera razón de su acercamiento a la joven.
- Tu boca no estaba sobre su tobillo cuando yo he llegado – sentenció, sin despegar la mirada de este y aún con una aura amenazante.
- Eres demasiado sobre protector, algún día tendrá que encontrar a alguien para ella… - contestó estirazándose, logrando que algunos músculos se quejaran por el pequeño tiempo en tensión.
- ¿Y ese alguien quieres ser tú? – murmuró entre dientes, notando como la mano que aún sujetaba el puño de la espada, apretaba con fuerza inconscientemente.
El muchacho no pudo esconder una risa y mirarle arqueando una ceja.- ¿Celoso? – preguntó mientras ponía una leve postura orgullosa, haciendo que el moreno avanzara un paso amenazador hacia él.
- El día que te llamé para que le enseñaras distintas lenguas no fue el día que decidí entregártela. – dijo dando un bufido contra el oscuro tejido que cubría parte de su rostro.
Como respuesta, el joven inspiró con lentitud, para dejar que el aire saliera de sus pulmones con calma. – Sadiq, ella no me ve como tú crees… Ni como yo deseo. – declaró, levantando la mirada. Se quedaron en silencio, sintiendo como en parte comprendían cual era el punto de toda aquella discusión.
- Confío en ti – murmuró el moreno, tomando una postura más relajada ante el más joven, soltando por fin el mango del hierro que con tanta fuerza había deseado desenfundar para herir a este. – Y ella también. No te aproveches de ello. – advirtió, dando un pequeño margen de tranquilidad al lugar.
- Yo no sería capaz de aprovecharme de ella, Sadiq… Bastante pasó cuando estaba perdida y sola entre manos de vendedores ambulantes. – mencionó con cierta furia por el pasado de la muchacha de ojos añil. – Sabes que en mi tierra veneramos a las mujeres y sus cuerpos, algo que aquí es imposible de ver.- expresó, frotándose con suavidad la nuca para evitar mostrar su recelo hacia el tema.
El del turbante no le contradijo, recordando como la pequeña, cuando consiguió aprender a hablar turco, fue a él al primero que le contó todo lo que había vivido. Los asesinatos, las violaciones, los saqueos… Todo lo que había tenido que ver y sufrir desde una pequeña carreta con grilletes en manos y tobillos hasta el lugar dejado y maloliente donde la había encontrado. Dio un leve suspiro, quitándose la tela con forma circular que cubría su cabeza para no sentir tanta presión en su sien. Aún buscaba al mercader que se la otorgó con tanta malicia en sus ojos. No iba a olvidar todo lo que le había hecho a la joven cuando era una simple niña sin poder defenderse.
El muchacho sonrió con suavidad, acercándose al moreno y dándole un par de palmadas en la espalda para intentar ayudarle a que volviera a la calma. - ¿Por qué no peleamos? – preguntó todavía con aquel gesto de complicidad en los labios.
El de ropas rojizas le prestó atención, inspirando con fuerza hasta lograr hinchar su pecho, tomando la pose de un orgulloso pavo real. - ¿Acaso quieres perder otra vez? –
Una leve risa salió entre los dientes del joven, encogiéndose de hombros y golpeando con suavidad su brazo derecho. – He estado entrenando. –
- Bien. – contestó en un tono de complacencia. – Veámoslo.-
La chica, después de dejar a estos, recorrió las galerías hasta llegar a un patio que estaba comunicado con otras casas que formaban parte del palacio. Dentro había grupos de mujeres de varias edades. Jóvenes, adultas e incluso varias ancianas que reñían a las más nerviosas para que se comportaran de forma correcta. La rubia se hizo paso entre ellas, acabando en una habitación de cortinas traslúcidas y varias alfombras tejidas a mano, sentándose con delicadeza en frente de un gran espejo y comenzando a cepillarse su larga cabellera. Era una forma de quitarse el nerviosismo de haber estado en aquella situación tan extraña a sus ojos. Estaba tan ocupada en sus pensamientos, que no se dio cuenta de cómo entraba una joven de cabello azabache y piel tostada, arrimándose a ella y zarandeándola levemente.
- Me han dicho que te quedaste a solas con Heracles. – informó emocionada y dedicándole una mirada suplicante de que le contara lo que habían estado haciendo juntos.
La de piel clara asintió con suavidad, sonrojándose y soltando el cepillo con cuidado.
- ¿Y? – preguntó la morena, cada vez más cerca de la joven.
- ¿Qué? – respondió desviando la mirada, intentando no contestar a sus dudas.
- ¡Cuéntamelo! –
- ¿El qué? No tengo nada que contarte –
- ¡Oh, vamos! ¿Te quedas a solas con Heracles y no pasó nada? No te creo – sentenció, cruzándose de brazos y dedicándole una mirada ceñuda.
- Es que no ha pasado nada… - dijo exasperada y levantándose del lugar para acercarse a la ventana y apoyar con cuidado su cadera contra el marco de esta. – Y sabes que tampoco deseo que ocurra nada – murmuró, agachando la cabeza.
La mulata hizo una leve mueca, aproximándose a esta y frotándole con suavidad los brazos. - ¿Todavía odias que te toquen, verdad? – preguntó, sabiendo la respuesta.
La de pelo ambarino asintió con desgana, girando el rostro hacia la otra chica. – No puedo evitarlo. Tengo demasiados recuerdos… - susurró, cerrando los ojos y dando un leve suspiro.
Por un momento se quedaron ambas en silencio, sin saber qué decir, pero la que tanto le había pedido la información, era insistente. – Así que, no has hecho nada aunque te hayas quedado a solas con el guapísimo y musculado Heracles… - aclaró con determinación mientras se paseaba por la habitación. – El que venera a las mujeres como si representaran joyas y que te trata como si fueras una diosa que ha bajado a la tierra a dejarse contemplar por los simples mortales que le rodean. –
La otra solo respondió lanzándole un cojín mientras le miraba con el ceño fruncido. – Para ya, y no me veo para nada como tú dices.-
- Oh, pero es como todos los hombres te ven… o ¿es que no te has dado cuenta como te mira cada criatura de género masculino que se cruza en tu camino? -
- Sí me he dado cuenta, y no me gustan sus miradas… Me aterran. – comentó, entrelazando los dedos de sus manos para intentar ignorar lo que le producían. – Me miran como si fuera algo comestible. –
La oyente no pudo evitar estallar en carcajadas con fuerza, recibiendo otro golpe de un cojín volador. - ¡Para de reírte de mí! – le gritó enfadada por como se comportaba la otra.
- Emmie, cuando los hombres te obsequian esas miradas, es porque te desean. Y una chica como tú, puede tener el control de aquel que quiera solo con un gesto. – le animó, diciéndole cómo conseguir regalos de aquel que tuviera oro y poder.
- No es verdad. –
- Sí que lo es, incluso Sadiq te entregaría todo lo que tiene por una sonrisa tuya. Vamos, ¿no lo ves? La mayoría de clientela que tenemos es por ti. Eres una rosa de oro entre flores silvestres. Todos desean recogerte para llevarte con ellos y que seas suya. -
Unas risas irrumpieron en la habitación, provocando que ambas jóvenes se giraran hacia la entrada para ver a un grupo de doncellas observándolas con cierta superioridad.
- ¿Una rosa de oro? Más bien es una flor horrenda, como las que encuentras entre los hierbajos – contestó una de ellas, tapando su sonrisa con una mano.
- No, más bien es como un camello. Rubio y con joroba – le corrigió otra, provocando que la insultada apretara los puños y entornara los ojos.
- Simplemente tenéis envidia de ella y de que vengan por su presencia, no por la vuestra. – respondió con energía la compañera de la rubia, intentando defenderla.
- Por supuesto, los camellos son muy útiles para trabajar… aunque este camello solo sirva para complacer a los cerdos – exclamó una de ellas, haciendo que la joven se acercara hacia ellas de forma decidida.
La morena sujetó por las muñecas a la de cabello dorado al momento, deteniéndola y aprovechando que estas estaban siendo reprendidas por una de las ancianas, alejándolas de la habitación. La soltó cuando se fijó que esta ya se había calmado. – No les hagas caso Emmi… Saben que te rebelas con facilidad y si acabas marcada por alguna herida, no podrás hacer tu número y te regañarán…-
Esta asintió, tragándose su orgullo herido y aceptando lo que la otra le aconsejaba, después de todo, su vida siempre había sido así desde que comenzó a practicar para trabajar en el palacio. Recordaba con claridad el momento en que peleó con una de las que tanto la ofendían, haciéndole una marca de un mordisco en el muslo y provocando que ningún cliente la deseara. No fue algo que hizo con especial interés y maldad, simplemente fue la única forma que se le ocurrió de zafarse de su contrincante.
La misma mujer que le había obligado a realizar aquella postura tan difícil entró en la habitación, dejando unas telas de tacto sedoso y semi-traslúcido cerca de ella. La de piel tostada se acercó, para observarlas y admirarlas. – Esto será lo que te pongas hoy.- le comentó, dirigiéndose a la de cabello rubio.
- ¿Acaso viene alguien especial? Este vestido nunca lo había visto – dijo la morena, todavía encandilada con las telas.
- Así es. Vendrán muchos hombres poderosos y queremos que se vayan con un buen recuerdo. Además de que dejaran mucho dinero. – anunció, viendo como la de piel blanca simplemente asentía. – Bien, ve y prepárate. Pronto anochecerá y llegaran todos los invitados – le ordenó a la joven, que respondió con un leve movimiento de cabeza y marchándose hacia los baños para despojarse de todo rastro de olor o suciedad.
Cuando la noche cayó con su manto de estrellas y luna llena, todas las chicas ya estaban preparadas, con sus ropajes suaves y vaporosos. Entre ellas estaba la rubia, intentando no prestar atención a los comentarios venenosos que le dedicaban las presentes. Una anciana dio un aplauso, provocando que todas ellas se pusieran rectas y comenzaran a pasar a una sala bastante extensa, decorada con velas y dejando un gran círculo central vacío, rodeado de un enorme grupo de hombres de diferentes edades y procedencias, sentados en el suelo entre cojines y telas que colgaban de los arcos. La gran mayoría de ellas comenzaron a servir a estos, dedicado suaves sonrisas y pequeños gestos coquetos, entreteniendo a estos para su disfrute. La joven aún no había pasado a la sala… Sentía aquel nudo en su estómago cada vez que tenía que presentarse en el lugar… Odiaba sus miradas, todas y cada una de ellas… Solo cuando abría los ojos y veía los ojos esmeralda del moreno, se olvidaba de todo e intentaba hacerlo lo mejor posible para enorgullecerle. Le debía la vida, era lo mínimo que podía devolverle en agradecimiento.
Reaccionó al ver que algunas de las jóvenes que se habían quedado con ella pasaban a la habitación, acompañándolas. Lo había hecho infinidad de veces, podía hacerlo una vez más. Las chicas que iban delante de ella, comenzaron a danzar, y ella también, cerrando los ojos e intentándose olvidar que todos dirigirían sus miradas a la joven de piel blanca que aparecía y desaparecía entre las jóvenes de piel tostada, como si fuera un pequeño haz de luz de luna entre las copas de los árboles, jugando entre sus ramas y prohibiendo verse en su totalidad con picardía. Con el paso de los segundos, la suave música que sonaba de fondo la ayudó a ignorar todos los presentes, dejándose llevar por esta, y bailando con sensualidad, entrelazándose en la tela que llevaba para agitar a su alrededor como una nube.
Todos guardaron silencio, observando a la joven de flexibilidad espectacular y belleza infinita bailar, haciendo leves pasos y movimientos que cautivaban al espectador. Aquello era lo que le había ayudado a olvidar su pasado, sentirse que flotaba con las notas en la sala, sin prestar atención a nada más. Podía darse cuenta que los acordes estaban comenzando a cambiar, haciendo que su danza diera paso a su fin. Solo le quedaba abrir los ojos y sonreír a los invitados. Era fácil, rápido y podría salir de la habitación con el trabajo hecho. Pero no fue tan fácil cuando dejó que los párpados que cubrían sus zafiros observaran al hombre que tenía de frente.
Su respiración pareció abandonar su cuerpo, al igual que la satisfacción que había sentido de no fallar ningún paso de su baile tan practicado. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, haciendo que la sensación de calor por el ejercicio le abandonara completamente y tiritara con suavidad. Le hubiera gustado huir del lugar, pero aquella mirada… Aquellos ojos amatista la tenían completamente clavada en el lugar, como si fuera un condenado a muerte y solo pudiera observar su destino sin poder hacer nada para impedirlo. Era ajena a todo lo demás, solo a la mirada de este, que tampoco despegaba los ojos de ella. Un pequeño tirón de su brazo le hizo pestañear con rapidez y darse cuenta que tenía que seguir, inclinándose con agilidad y huyendo del lugar como una pequeña cría de ciervo asustada.
El moreno frunció el ceño en cuanto notó como las mejillas sonrojadas de ella desaparecían de su rostro, quedándose pálida. Siguió disimuladamente la dirección de la mirada de ella, dando un leve gruñido al darse cuenta de quién le había provocado aquello a la muchacha. Al menos se alivió al ver como ella se marchaba, y se alejaba de él. O por lo menos es lo que hubiera deseado.
Fue largo el tiempo que duró la fiesta, quedando todos los presentes satisfechos del último regalo y mucho de ellos preguntando por la muchacha de cabello dorado. El moreno simplemente sonreía y decía que era una pequeña estrella que se había dejado caer en el lugar. Parecía que todos se habían marchado, hasta que escuchó una voz suave y oscura a sus espaldas. Al momento se giró en guardia, sujetando con una mano el puño de la espada por si era necesario. Como respuesta, el hombre levantó las manos en señal de paz y sonrió con calma, aunque estaba claro que no era una sonrisa natural.
- Espero que hayas disfrutado – murmuró entre dientes, dejando la postura agresiva e intentando sonar todo lo pacífico posible.
- Sí… Ha sido una celebración maravillosa – comentó en respuesta el hombre, que seguía obsequiándole aquella eterna sonrisa.
El de ojos verdosos cambió el peso de su cuerpo incómodo, dirigiendo una mirada retadora al otro. – Dime lo que quieras pedirme… y lárgate de aquí de una vez. - dijo, con un toque gruñón a su acento de voz.
El otro simplemente aumentó la sonrisa, dando un par de pasos para acercarse a él. - ¿Recuerdas que me dijiste que me darías lo que yo deseara a cambio de la vida de tu hermana? – le anunció, entornando los ojos y provocando que el contrario tragara con dificultad y asintiera. – Espero que seas un hombre de palabra y cumplas lo que prometes… No quisiera volver a comenzar una guerra con tu país.- susurró a este mientras se inclinaba para estar a la misma altura que el moreno.
- Escúpelo de una vez y vete. – respondió nervioso por la cercanía del hombre alto y corpulento.
- Sabes bien lo que quiero… - informó sonriendo y cerrando los ojos, dándole el aspecto de un felino a punto de saltar sobre su presa.
El de ojos esmeralda negó con rapidez, mirándole enojado y desenfundando la espada para poner la punta doblada de esta contra la nuez del alto. – Ni lo pienses. –
Como respuesta, simplemente se puso recto, abriendo los ojos levemente y atravesando al hombre de ropas rojas con su mirada violácea. – O ella o tu gente… - sentenció mordaz.
El hombre cerró los ojos, intentando encontrar otra solución que no fuera la que el de ojos extraños le pedía… Pero era seguir con ella y la guerra, o seguir en tratos pacíficos con el otro. Guardó la espada y dejó caer sus brazos a los lados, abatido. – Está bien… -
El que había conseguido lo que quería se rió con suavidad, juntando las manos como en una plegaría. – Que bien, siempre había deseado capturar una estrella… -
Reviews:
Como me dejasteis tantos en solo el primer capitulo, voy a ser una buena autora y voy a contestaros a todos.
Srta. Honda: No me refería a que fuera mi primer fic, ya que llevo escribiendo desde los 10/11 años, pero ha sido el primero que he publicado llenándome de valor. Me alegro que te guste y, la historia se me ocurrió un día jugando a juegos de vestir muñequitas. Sí, me aburro como el 99% de la sociedad en Internet, y me puse a hacer el tonto, para variar. No he leído ninguno tuyo, pero ninguna historia, por muy "mala" que sea, es caca. Tiene su tiempo invertido y creo que todas merecen una oportunidad para ser escritas y mejoradas.
Wenger-iwa: En verdad, no tengo planeado decir como llegó Emily a Turquía, esa parte prefiero dejar que el lector se lo imagine y le ponga un pasado más dramático o menos, aunque iré comentando lo que pudo llegar a vivir en ese tiempo. Me alegro mucho que te gustara y gracias por el comentario, sé que te costó por el problema de la contraseña olvidada.
Adam Spencer: ¡No esperaba para nada encontrarte por aquí! Sobre el tiempo, varía según como de inspirada esté. Por ejemplo, el primer capitulo no tarde ni un par de horas, pero este capitulo he tardado más porque cuando escribo un capitulo, es como si mi mente fuera imprimiendo y eliminando, dificultándome mucho recordar que he puesto yo misma hace dos párrafos. No creo que escriba mejor que tú, me encantan tus historias, cejón amoroso.
ReedusLM: Bueno, aquí tienes la continuación que tanto me pediste y me encanta que te encante lo que a mi me encanta escribir. Sí, Sadiq suele dejar esa sensación de rompe-corazones/pierde-bragas muy fácilmente.
Torih: Pues me temo informarte que deberías dedicarte a otra cosa que no sea la adivinación, porque querido amigo mío, no tengo pensado incluir en el fan fic pedofilia.
Awesome: Gracias, mi fic también te ama por leerlo y desear que siga vivo.
Rainie de Forest: Vale, me esperaba una Biblia por tu parte, y es que los comentarios largos son los que más vida me dan. Muchas gracias por los consejos y aclaraciones, nunca es tarde para aprender de los errores. Sobre los espacios, el problema fue de FanFiction, que decidió quitármelos por puro morbo a mi vergüenza. Sí, está orientado en la época Otomana, exactamente con ese aspecto esplendoroso. La pérdida de ovarios no es mi culpa, que conste. Respecto a lo de las esclavas, en verdad dudo que ningún sultán o hijo de este fuera a buscar a nadie, para ello ya se encargaría de mandar a algún sirviente propio, especificando a qué tipo de esclava deseaba, pero lo puse de esa forma para demostrar el lado más humano del turco, que decidió ir a comprobar por él mismo qué ocurría en el lugar y ayudando a la rubia a salir de allí. Siento no complacer más tus deseos de sangre por parte del mercader, pero no me gusta pegar por gusto, además que un puñetazo en el estómago te deja sin respiración y da una sensación horrible de que no vas a volver a respirar nunca. Sobre lo de que Sadiq se aprovechará de ella… No lo voy a poner de esa forma, si no más bien como un padre para ella. No me des tantos halagos mujer, que acabaré creyéndomelos.
Ann Aseera: No te quedes de piedra, te necesito viva y respirando para leer mi continuación. No publiqué antes porque no me sentía lo suficientemente buena para hacerlo. Mi pensamiento es que cuanta menos basura haya en la red, será más fácil encontrar obras de arte que hay por Internet. Todo el mundo sabe que los romanos eran mucho de copiar a otras culturas. Aquí tienes la respuesta a tus preguntas insaciables y espero que disfrutes con ellas.
Nemu Black Parade: Gracias por los consejos y ayudas, se agradecen. Las faltas las intento minimizar en lo máximo posible, pero el corrector de Microsoft Word me traiciona mucho. Sobre lo de Sadiq, siento no haber puesto bien el nombre o haber hecho partes que parecían saltos de líneas, pero no me encontraba en plena forma de mis facultades y cuando consulté Internet, en vez de leer "Sadiq", leí "Saqid". Pido disculpas por ese fallo mío. No hace falta que dejes aclaraciones mujer, ya sé que este fic no es una obra de arte, pero intentaré que vaya mejorando con vuestra ayuda.
Yans Tenchou: Me alegro que te encantara y espero haber conseguido el mismo efecto en este capitulo.
LittleMonsterStick: Bueno, ya comenté que no es mi primer fic, pero me alegro que te gustara tanto. La cultura turca da mucho juego, aunque solo va a ser por unos cuantos capítulos. Y me encanta encontrar fans del RusAme, aunque yo prefiera por encima de cualquier pareja posible de esos dos países el Iván x Emily.
Hino-senpai: No te dejes llevar por las emociones, ¡contrólate! Me alegra muchísimo que podáis teletransportaros al lugar donde yo me imagino toda la historia, es como si compartiera mi mente e imaginación con vosotros y eso me gratifica enormemente. Yo tampoco veo a Emily como alguien tonta, si no más bien avispada pero que se hace la que no sabe de qué va el asunto. Lo llamé Turquía porque mucha gente de diferentes procedencias no sabe mucho de ese tema, y prefiero dejarlo de una forma entendible a todos los lectores, aunque ocurra todo esto en el Imperio Otomano.
Holly Applewhite: Como ya comenté en otro review, ni yo misma tenía esta idea en mente hasta que estuve perdiendo mí tiempo en un juego de muñecas. Simplemente debes dejar tu imaginación volar, y con cualquier tontería conseguirás sacar un tema hasta de piedras. No, siento comunicarte que no son ningún país en concreto, porque sería comenzar a crear pairings y en verdad, odio que la gente comience a pelearse por una simple pareja en una historia. Además que prefiero centrarme más en la pareja en concreto que influye a esta historia y no poner información en exceso de por medio. Soy la primera que no soporta leer dos situaciones a la misma vez. Es bastante lioso y fácilmente confundir al lector.
Merlina-Vulturi: Espero haber ayudado a disolver tu intriga con este capitulo.
Flannya: Una hace lo que puede. Gracias por el review y espero que lo disfrutes.
Muchos besitos a todos mis lectores, y nos vemos en el próximo capítulo. No olvidéis de dejar un comentario, me animan mucho a continuar.
