9
FRÍO
(RUKIA)
Íbamos de camino a mi viejo y ahora, otra vez, nuevo instituto. Dentro del auto negro con vidrios polarizados, Renji conducía atento, pero de vez en cuando viendo por el espejo retrovisor, mientras que yo, por mi parte, fingía estar más interesada en ver hacia afuera, a través de la mica negra que cubría el cristal.
Poco a poco se vislumbraban los vehículos de los demás estudiantes que, al igual que yo, eran dejados por sus choferes o familiares, al mismo tiempo que alguno que otro iba caminando para adentrarse al tan distinguido colegio Seireitei, en donde la mayoría de sus alumnos eran o bien, jóvenes provenientes de familias acaudaladas o descendientes de un largo linaje militar y político. La pura basura, nadie importante.
Desde que Kaien-dono y su esposa Miyako dejaron de dar clases ahí, desde ese día, no había nada que me mantuviera interesada por prevalecer ahí adentro.
—Bien, llegamos—avisó Renji, volteando a verme, esperando a que dijera algo, o mínimo que saliera del vehículo. Suspiró—Vendré por ti en cuanto salgas, no intentes nada estúpido ¿quieres, Rukia?
—Intentaré ser una buena señorita, Abarai-kun—y a Renji se le botaron las venas de las sienes.
Él odiaba ese tono meloso y fingido que usaba para parecer una señorita de alcurnia. Yo también lo odiaba, pues me recordaba a la forma tan hipócrita de hablar de todas las chicas dentro del instituto, tan frívolas y altaneras pero intentando parecer adorables. Pero simplemente me gustaba molestar a Renji con eso. A Ichigo tampoco le gustaba que usara ese tono con él…
Ichigo… De nuevo su recuerdo me azotaba de lleno en la cara. No pude evitar entristecer a recordarlo. Era natural, apenas habían pasado un día o dos, pero sinceramente se sentían como una eternidad. Salí del auto y, una vez me encaminé para cruzar la puerta de la escuela, Renji arrancó, no sin antes asegurarse de que entrara. Miré el imponente edificio enfrente de mí, de estilo occidental y pretencioso, miré a todos a mí alrededor con sus uniformes de falda y saco negro, como reunidos en un funeral, mí funeral. Comparada con la escuela de Karakura, Seireitei era deprimente, su aire pesaba en los pulmones y sus estudiantes, por mucho dinero que tuvieran, no valían la pena. Al menos en Karakura, Inoue y los demás eran mis amigos de forma sincera, aquí no tenía a nadie… Y a quienes tenía antes de partir, quien sabe si aún sigan ahí.
—¡Kuchiki-san! —escuché un grito, provenir de una suave voz que desde lejos venía acercándose.
Giré sobre mis pies para ver de quién se trataba, para confirmar que mis ojos no me estaban engañando. Al sentir un cuerpo golpearse con el mío en un animado abrazo, supe que ella aún seguía ahí. Quería llorar, porque si ella aún estaba en la escuela significaba que aún tenía un pedazo al cual aferrarme entre el turbulento mar que me ahogaba en esos momentos. La abracé con fuerza, pues supe que, después de todo, ella me seguía esperando.
—Hinamori…
—¡Me da tanto gusto que regresaras! ¡Hemos estado preocupados por ti! —lloriqueó mi amiga y tal vez la única chica del instituto con quien me llevaba bien. Momo Hinamori, una chica de cabello castaño, ojos chocolate y piel de melocotón, quien se despegaba de su abrazo para poder regañarme—No contestabas ningún correo, ningún mensaje ¡¿Quién te crees?!
—Lo siento, de verdad, perdóname—me disculpe, viendo que por las mejillas de Hinamori rodaban lagrimillas—Pero era algo que tenía que hacer.
—Eso lo sé—dijo ya secándose los ojos con la manga de su saco—Pero al menos habrías avisado que regresabas.
—Apuesto a que eso ni siquiera ella lo esperaba—otra voz se introdujo a la conversación, pero esta era más fría y seca que la de mi amiga.
Detrás de ella, a paso despreocupado y con las manos en los bolsillos de su pantalón, venía un chico moreno, de enormes ojos azules casi pasando a turquesas, y de un increíble cabello blanquecino. El mejor amigo de Hinamori, por ende, aunque no creía que me consideraba su amiga, me trataba como tal sólo por su cercanía con ella. Toushiro Hitsugaya, ese era su nombre.
—En eso te daré la razón—asentí y él sonrió comprensivamente.
—Es bueno verte de nuevo, Kuchiki—comentó.
La campana sonó y los tres nos adentramos al salón, aquel que había sido anteriormente mi salón también. Después del incidente en el que me mi antiguo grupo se vio involucrado, los tres nos volvimos compañeros de clases, antes de que yo me fuera de la ciudad. Nos habíamos conocido dentro del instituto, pues se vieron en la necesidad de transferirme de un grupo de a otro, y puesto que ninguno de nosotros encajaba del todo con el perfil de un estudiante de Seireitei, nos empezamos a llevar bien. Esto era debido a que, a diferencia de cualquiera que estaría en ese colegio tan importante, tanto Hitsugaya y Hinamori eran becados. El primero por ser un prodigio, casi un superdotado que ya debería estar en la universidad, pero que se abstenía de los absurdos saltos de cursos, según él. Hinamori, por su parte, no era una sabelotodo como Hitsugaya, pero si una gran estudiante, era dedicada, inteligente y disciplinada, por muy despistada que fuera. Aunque, a decir verdad, de los dos, a quien más le costó conseguir la beca fue a Hinamori, de hecho ella entró primero, seguida de Hitsugaya unos meses después. Algo bastante raro a mi parecer, pero pronto me di cuenta que el chico hizo lo posible por seguir a su mejor amiga de la infancia.
Ninguno provenía de una familia noble, sus apellidos no eran conocidos salvo por sus calificaciones, pero hasta ahí, y aquello despertaba las malas lenguas de muchos de los envidiosos niños ricos de Seireitei que detestaban a los de clase media, pese a que pudieran destacar por su intelecto y no por su cartera. Vaya inútiles. Si bien, yo tenía un apellido de noble, más no lo era en sangre, y aunque eso ellos no lo sabían, para mí estar a su lado en ese lugar tan trivial era como recuperar una parte de mi esencia, con ellos podía ser yo misma, sin pretensiones, sin prejuicios. Aunque claro, ellos provenían de familias medianamente normales, tenían quienes se hicieran cargo de sus necesidades. Toushiro, por ejemplo, tenía como a su único familiar a su abuela materna, con quien vivía aún, sin embargo, al ser incapaz de mantenerlo por su avanzada edad, Toushiro había empezado a trabajar desde pequeño y a esforzarse al máximo en sus estudios, aunque pronto fue respaldado por su madrina, Rangiku Matsumoto, quien se hizo cargo de sus gastos tras el fallecimiento de sus padres. En el caso de Hinamori, el era una chica normal que vivía con sus padres y había ganado simplemente la beca por mera suerte pero también por perseverancia, pues deseaba unirse a la milicia terminando la escuela. Además de que había sido apadrinada por un miembro del ejército dentro del programa de becas al que estaba inscrita, aunque nunca ha querido decirnos de quién se trata.
Mientras que yo sólo pretendía tener un padre que se preocupaba por mí, lo cual no era cierto. A veces, ciertamente tenía envidia de la vida de mis amigos. Cosas como esas me hacía recordar el pequeño tiempo que pasé en Karakura, sintiéndome una chica normal, con problemas normales, amigos normales…un romance normal con un chico normal de cabello algo anormal.
Hiciera lo que hiciera durante el día, no lograba dejar de pensar en Ichigo.
Llegó el descanso y los tres salimos juntos a almorzar debajo de un gran árbol que nos daba sombra. Hinamori era de esas chicas que se arreglaban un bento por las mañanas antes de salir al colegio, Hitsugaya, por su parte, echaba a su bolsa lo primero que pudiera prepararse, fuese un sándwich o pan dulce, ya que su madrina no era, por así decirlo, muy buena cocinando. Yo me acostumbré a llevar un desayuno preparado en casa para no desentonar con ellos, eso y porque me evitaba los horribles comentarios sobre mi persona durante la fila de la cafetería.
—Cuéntanos cómo te fue en Karakura ¿hiciste amigos allá? ¿Cómo te trataron? ¿Conociste a alguien interesante? —preguntó curiosa Hinamori con brillo en sus ojos.
—Deja de hostigarla con tu interrogatorio, Hinamori—alegó el ojiazúl dándole una mordida a su pan de calabaza—Sabes perfectamente que fue para recuperarse, no de turista.
—Pues las relaciones humanas, en estos casos, ayudan al mejoramiento del ánimo y de las habilidades sociales—espetó la chica con seguridad, mientras su amigo sólo rodaba los ojos.
Si tan sólo supieran la clase de relaciones humanas que se dieron en Karakura.
—La escuela era… agradable—dije y, al parecer, ambos se sorprendieron de que me dignara a hablar—Sí, hice amigos, todos ellos son increíbles personas. Muy amables, divertidos, sinceros, algo raros… Pero creo que puedo considerarlos mis amigos también.
—Y dinos ¿hubo alguien en particular que te hubiera llamado la atención? —inquirió Hinamori, con las mejillas sonrosadas.
No sabía si mencionar o no a Ichigo. Hinamori era mi amiga, pero... Aún me lastimaba la separación tan brusca entre Ichigo y yo. Ella notó mi incomodidad con mi silencio, por lo que su expresión animada cambió a una cara de culpabilidad. Quiso excusarse, sintió que fue impertinente, pero más bien, yo aún no estaba lista para hablar.
—Está bien si no quieres decirnos, yo solo...
—Hubo… Hubo alguien—susurré, y hasta parecía que Toushiro Hitsugaya estaba interesado.
—¿De verdad? —sonrió emocionada la chica melocotón. Asentí.
—Sí… Es un chico estupendo. Aunque un poco temperamental, pero tranquilo la mayoría del tiempo. Me gustaba hacerlo enojar o desatinar con mis comentarios, a veces era bastante inocente, pero él procuraba mantener una actitud seria e indiferente, según él para cuidar su imagen. Es como un niño grande, puede llegar a ser maduro pero berrinchudo a la vez…
—¿Cómo es él? Físicamente—preguntó Momo.
—Más alto que yo—sentí entonces mis mejillas arder—Delgado, aunque hace ejercicio y tiene buena condición. Sus manos son grandes, sus orejas chistosas, su cabello revoltoso y de extraño color castaño naranja natural, de mirada dura pero de ojos amables, no sé si me explico. Sus ojos… son de un café achocolatado muy… lindo.
—¡Oh, qué guapo! —sonrió Hinamori, con las manos sobre sus mejillas, dando vaivenes con su cabeza, de seguro imaginándose cómo sería el chico que le describí.
—Y me imagino que fue ese chico el responsable de que hayas regresado ¿o me equivoco? —preguntó seriamente Hitsugaya, provocando un silencio incómodo entre los tres.
—Entonces ¿tu plan funcionó, o no? —la castaña me miró, algo apenada, yo sólo atiné a girar la mirada hacia otro lado, puesto que no sabía qué responder.
—Es obvio que no si regresaste antes de la boda —inquirió el chico, cruzado de brazos— Y por cómo describes al fulano, debió de haberte salido el tiro por la culata.
—¡Shiro-chan! —exclamó reprochándole la chica, usando ese apodo íntimo entre ellos que a veces no le gustaba a Hitsugaya. O mejor dicho, que no le dijeran de esa forma en público.
—¡Ya te he dicho que no me llames así!
La ligera discusión entre mis amigos hizo menos molesto e inquietante el ambiente, pero aún así, un dolor en mi pecho, producido por las palabras de Toushiro me hizo sentir mal, aunque tuviera toda la boca llena de razón. Ellos ya estaban al tanto de mi situación, desde el momento en que ocurrió el incidente de Kaien-dono, supieron desde mis constantes desapariciones por las terapias, aunque Byakuya nii-sama les había restringido a los profesores comentar esto con los alumnos, yo le contaba casi todo a mis amigos. Sabían desde la recomendación de mi terapeuta sobre cambiar de aires para mejorar mi salud emocional, hasta las artimañas que tenía planeadas para usar ese punto a mi favor para desligarme del matrimonio que me habían arreglado. Cuando les conté de mi idea, Momo casi lanza el grito al cielo, alegando que era una pésima opción, pues me podría perjudicar aún más a mí misma. Toushiro, por su parte, hizo como que no le importaba, pero aún recuerdo lo que me dijo ese día.
—"Incluso si te aconsejáramos, ya decidiste qué vas a hacer. Cualquier cosa que hagas, simplemente ten cuidado, pero sobre todo hazlo pensando en ti"
Y después de eso, decidí marcharme a Karakura, para encontrar la manera de zafarme de ese estúpido matrimonio, para recuperarme un poco, para encontrar la tumba de Kaien-dono… Y a fin de cuentas, todo se resumía en haber conocido a una sola persona. A Ichigo Kurosaki.
Les conté, sin entrar en muchos detalles, lo que había pasado en Karakura, desde mi encuentro con Ichigo; el día en que vi a su padre y descubrí que eran parientes de Kaien-dono; el día en que Ichigo abrió su corazón conmigo, hablándome de su madre, que en paz de descanse, cuando fui a ver a Kaien-dono; el momento en que iniciamos una relación y, por último, cómo fue que Renji me trajo hasta acá por ordenes de nii-sama. Hitsugaya se sorprendió levemente al saber que parte de mi plan se había realizado. Hinamori fue cambiando de expresión en expresión, iniciando por suspiros llenos de romanticismo hasta jadeos sorprendidos, casi horrorizados, como si se tratase de su serie favorita.
—O sea que… Te enamoraste del sobrino de Shiba-sensei y ahora ya no…—comentó Hinamori, quien se puso colorada tras darse cuenta de lo que iba a decir—¡Rukia-chan! ¿Y cómo fue? ¿Te dolió?
—¡Hinamori! ¡¿Qué clase de pregunta es esa?! —sonrojado y exaltado, exclamó el joven prodigio, al darse cuenta de la curiosidad morbosa de su mejor amiga.
—No, a decir verdad creo que no—reí, provocando que la curiosidad de Momo aumentara y el color de las mejillas del chico también.
—¡Oi, oi oi! ¡Si van a hablar de esas cosas mejor esperen a hacerlo cuando no esté presente! —Exigió el peliblanco, luego carraspeó—Al menos, lograste tu cometido de meterte con alguien antes de tu boda, pero me imagino que eso no cambió los planes de Byakuya Kuchiki ¿o me equivoco?
—No—respondí con pesar y Momo abrió sus ojos sorprendida, Toushiro los apretó y dio un quejido—Anoche, llegó de Karakura, pero hoy por la mañana regresaría allá por más cosas y arreglar sus asuntos. Renji dijo que… Que cuando él volviera, traería a mi prometido, tal vez en un día o dos, y en dos semanas será la ceremonia.
Estupefactos, ambos chicos me miraron, como si presencia se tratara la de un ánima en pena, como si fueran capaces de ver mis últimas horas de vida luego de que les dijeran que tenía una enfermedad terminal o algo. Y de seguro sentían horrible, digo, yo me sentía fatal, no podía imaginar cómo se sentían ellos ahora. Más que una boda, un acontecimiento en donde ambas partes se encuentran felices, para mí era como una condena a muerte, era un puerco llevado al matadero. La única diferencia era que me llevarían con moño blanco, en charola de plata, como una valiosa ofrenda. Así lo sentía.
—¿Por qué tan pronto? Todavía no terminas la escuela, y todavía te falta hacer trámites para la universidad—expresó inconforme Hinamori.
—Lo sé. Pero lo más seguro es que no se me permita ingresar a una universidad—contesté—No estoy muy segura qué mentalidad tenga el tipo, si me deje estudiar algo siquiera, ni se diga de trabajar ¡Pues si ni lo conozco!... Si fuera porque mi…. Padre, podría estudiar lo que yo quiera.
—Aún así, mete papeles a la universidad que habías pensado—comentó Hitsugaya—En caso de que quedaras, no el tipo no tendrá más opción que dejarte ir a la escuela. Así también pasarás el mayor tiempo posible lejos de él.
Ahora éramos Hinamori y yo quienes mirábamos a Hitsugaya totalmente sorprendidas. ¿Quién diría que una persona tan recta y seria como el prodigio Hitsugaya sugiriera tal jugarreta?
—Bueno, Hitsugaya-kun tiene un punto—expresó la castaña a mi lado—¿Ya has pensado en alguna opción?
Pero la verdad era que no tenía idea, había pensado en la academia militar, como una vez me sugirió Nii-sama antes de que esto ocurriera, una parte de mí tenía ilusiones de no sólo complacerlo, sino de demostrarle que podía llegar a hacer alguien, de ser fuerte, llegar a ser como él algún día, incluso de superarlo. Pero era sólo un sueño disparatado, de seguro si lo hacía, a estas alturas, me lo prohibiría, y quien sabe, hasta el tipo que se hacía llamar mi prometido también. Había pensado en ideas más liberales, como comunicación, artes o filosofía, pero eran opción de las que hasta se burlarían. Necesitaba encontrar mi propio sueño. Momo ya tenía sus papeles listos para meterlos a academia militar, y Toushiro obviamente iría tras sus faldas aunque no lo quisiera aceptar. Tal vez si me animaba, incluso no estaría yo sola. La condición siempre la tuve desde niña, tal vez era flacucha pero jamás fui débil, incluso le ganaba a Renji cuando jugábamos. Pero eso era hace mucho, mucho tiempo. Aunque… Con intentarlo no pasaba nada ¿verdad?
—Entraré a la milicia—dije con determinación y Hitsugaya casi se atraganta con el sorbo que le dio a su zumo de naranja.
—¡Qué bien! —y animada, Hinamori me abrazó con fuerza—¡Seguiremos estando juntas al salir de la preparatoria!
—Eso si pasan los filtros—alegó el chico, limpiándose la boca con una toalla de papel—A un par de debiluchas como ustedes las mandarán de vuelta a sus casas con sólo verlas.
—¡Oi, Shiro-chan! Eso fue muy cruel—y mi amiga infló los cachetes, emberrinchada.
—Bueno, si eso pasa, ya tendré lista la solicitud de ingreso a la carrera de administración. —Ignorando el comentario hiriente del peliblanco, ambos me miraron dubitativos— ¿Qué? El tipo me tendrá a mí por esposa, pero no el dinero de mi familia si algo le llega a pasar a mi padre.
—¿Y tu, Shiro-chan? —preguntó Hinamori a su mejor amigo—¿Ya hiciste trámites a alguna universidad?
—¡Déjame en paz! Cómo dan lata con eso, al igual que los profesores—y el chico se sonrojó, aunque yo sabía que era porque ya había metido papeles al ejercito, igual que Momo—¡Y que no me llames así, moja camas!
El horario de escuela pasó desapercibido, tal vez el hecho de reencontrarme con mis amigos hizo más amena tan amarga situación por la que estaba pasando. Al sonar la campana, terminando la jornada, como lo había prometido, Renji estaba ahí, puntual, esperándome afuera del vehículo color negro en el que me había llevado por la mañana. Me abrió la puerta e ingresé, al sentarme bajé el vidrio y me despedí con la mano de Hitsugaya y Hinamori, quienes se iban caminando a la estación más cercana. Muchas veces atrás les había ofrecido un aventón, pero se negaban, así que dejé de insistir, y menos en ese momento que tenía intención de pedirle a Renji que me llevara a un lugar.
—Renji ¿te puedo pedir un favor?
—¿Qué necesitas? —preguntó, levantando una de sus cejas.
—¿La oficina del registro civil aún está abierta a esta hora? —pregunté, aunque yo sabía que sí.
—Pues cierra en una hora y media, y restando el tiempo que tardaríamos con el tráfico, calculo que llegaríamos en unos veinte o treinta minutos ¿por qué?
—Necesito sacar documentos personales—dije como si fuera lo más normal del mundo—Un acta de nacimiento, papeles de mi hermana, cosas para hacer un trámite.
—¿Y qué trámite vas a hacer? —Preguntó frunciéndome la mirada—¿No estarás pensando en casarte conmigo antes de que llegue tu prometido, o sí? —rió burlonamente.
—Son papeles que necesito para entrar a la universidad—expresé molesta tras su comentario sacado de contexto—Y mañana quiero que me lleves para dejarlos, junto con mi solicitud.
—¿Ok? ¿Y en dónde se supone que vas a estudiar? —hizo la pregunta del millón.
—Entraré al ejército.
Dije, con voz segura, tan seria que hizo estremecer a Renji, quien me miró con la boca abierta. Pensé en que me recriminaría, que al contrario de Byakuya, me diría que era pésima idea, que por su experiencia no era algo para mí por ser mujer. Pero no lo hizo. Simplemente sonrió ampliamente y encendió el motor, para luego ponerse sus lentes oscuros y emprender marcha hacia la oficina.
—Como usted ordene, ojou-sama.
De regreso a casa, luego de la larga espera que tuvimos que pasar por ir a sacar documentos a última hora, como la mayoría de la gente, llegamos ambos cansados y hastiados. Renji estacionó el coche y me ayudó a salir de él. Nos adentramos a la casa, para pasar por algo a la cocina, saludamos a la servidumbre y nos servimos agua y algo para picar, pues todavía no servían la cena, ya que me estaban esperando. La cocinera me comentó que Byakuya había llegado también, con el resto de la mudanza, y que al saber que aún no llegaba porque que estaba con Renji en el registro civil, pensó lo peor, al escuchar Renji y registro civil en la misma frase. Pero cuando el mayordomo le explicó que era para tramitar mis documentos, se tranquilizó. ¿Ahora en qué concepto me tenía todo el mundo? Restándole importancia, seguí escuchando el chisme de la cocinera, mientras Renji reía a carcajadas, atragantándose con la manzana que mordió. El maldito había avisado a propósito.
Siguiendo con la plática de aquella mujer, me comentó que mi cuñado esperaría en su despacho hasta mi llegada para cenar juntos, la comida ya estaba hecha, sólo hacía falta calentarla de nuevo. Me levanté de mi asiento para avisarle propiamente que ya estaba de vuelta, me dirigí al despacho, pensando en aprovechar la oportunidad para pedir uno que otro documento que me faltaba, pero me detuve tras escuchar a través de aquellas delgadas puertas corredizas una conversación que Byakuya sostenía por teléfono.
—Entiendo, aunque sale un poco de lo esperado. Creí que arribarían en unos días más…—hizo una pausa, señal que su interlocutor le decía algo—Claro que no es problema, nuestra casa está a su disposición. Sí, sí, me encargaré de darle la noticia… Es bueno que esté entusiasmado, eso servirá para cuando se conozcan. De acuerdo, aquí los esperamos, dígales de nuestra parte que tengan un buen viaje. Hasta luego.
Y al escuchar que colgaba, toqué disimuladamente, me senté sobre mis rodillas, como era la costumbre antes de que él abriera la puerta, entonces así no sospechó que yo hubiese estado ahí espiando.
—Adelante—y al autorizarme, corrí la puerta e hice mi reverencia, él volteó su cabeza, estando sentado, y me miró con ligera inquietud, pero apacible—Rukia, has llegado.
—Sí, nii-sama, quiero decir padre—cuando era niña, le llamaba de esa forma, pero a pesar de los años, aún me costaba trabajo reconocerlo como mi padre—Lamento no haber avisado que llegaría tarde, fui a las oficinas del registro civil a sacar papeles importantes.
—Entiendo, estás en época de trámites—dijo sin cuestionarme, supuse que entonces él se imaginaba mis planes—Espero hayas tenido un buen día ¿cómo te fue de regreso a Seireitei?
—Bien, me reencontré con unos amigos. Todo marchó con normalidad.
—Es bueno oír eso—cerró sus ojos y en un respiro hondo, se giró sobre su cojín para verme de frente— Tengo una noticia que darte—levanté la cara y le sostuve la mirada, esperando lo peor—Mañana llega tu prometido desde España, no sé exactamente a qué hora, pero pedí que su llegada no interfiriera con tu horario de escuela, menos ahora que te has reintregado… Creo haber dejado el recado con Renji ayer, él estará aquí en Japón hasta el día de la boda, mandaré a preparar una habitación para él en caso de que quiera quedarse con nosotros. Espero que seas cortés con él, pero no hace falta pedírtelo, ya lo habíamos hablado…
—Ya veo…—fue lo único que me limité a decirle, conteniendo mis ganas de gritarle, de lanzarme a llorar y preguntarle por qué me hacía esto a mí.
—¿Querías decirme algo, Rukia? —preguntó él, al notarme absorta tras mi respuesta.
—Nada importante, sólo quería llamarle para que fuéramos a cenar—contesté—Shana-san me dijo que esperaba por mí y que no ha comido.
—De acuerdo, vamos entonces.
Así cada uno se levantó de su lugar y nos encaminamos al comedor principal, a paso lento y detrás de Byakuya. Terminada la cena, cada uno pasó a su habitación, aunque a decir verdad, no comí mucho por el nudo que se me hizo en el estómago tras la noticia. Me di un baño antes de acostarme, y tras eso, decidí meterme a la cama, a ver si de pura casualidad lograba conciliar el sueño o morir dormida, lo que ocurriera primero. Aunque desgraciadamente, era mas probable lo primero que lo segundo. Lloré después de mucho tiempo de estar conteniéndome durante la estancia en el comedor, lloré y maldije por enésima vez a los Kuchiki, a mí misma, a la vida por haberme quitado a las personas que más deseaba estuvieran conmigo en estos momentos, mi hermana Hisana, Kaien-dono, Ichigo.
A la mañana siguiente, como autómata, me dirigí a la escuela, llevada por Renji claro estaba. No sin antes entrar al despacho de Byakuya y sacar de entre sus archivos algunos de los papeles que iba a necesitar después de clases, entre ellos, una copia de su cartilla militar, su acta de matrimonio y comprobantes de domicilio e ingresos. Pronto, al ver algunos papeles de su empresa, me di cuenta de algo que cualquiera notaría, incluso si no eras muy experto en finanzas, pues había un gráfica que mostraba decesos en las ganancias y las acciones. Lo cual me preocupó y me hizo pensar ¿sería por esto que arregló todo este teatro del matrimonio? Los números de Tokyo no iban también en comparación a sus ingresos en el extranjero, sobre todo en Europa. ¿Cómo era posible?
Dejé los papeles en dónde estaban, tomé lo que necesitaba y cerré la puerta de su despacho, aún si se daba cuenta que alguien entró, sabría que fui yo, pues no faltaba nada de gran relevancia. Renji me dejó en el instituto y, como si ya llevara días ahí, pasé las horas aburriéndome en clase, dibujando conejos o leyendo libros de mitología entre los de matemáticas, así como almorzar con Hitsugaya y Hinamori, como en los viejos tiempos. Realmente no parecía haber pasado nada, el tiempo parecía seguir igual y mantener su curso. Me pregunté entonces si así hubiera continuado mi vida si nunca me hubiera ido, si nunca me hubiera topado con Ichigo.
Y entonces pensé en lo aburrido que sería.
Terminada la jornada estudiantil, Renji me llevó a las instalaciones del ejército, justo en las oficinas. Él ya sabía hacia dónde debíamos de ir, yo no recordaba mucho, si bien sólo lo acompañé una vez, pero hace bastante tiempo. Al entrar a la oficina de primer ingreso, una mujer de lentes, mirada seria y cabello negro trenzado nos recibió, al parecer Renji la conocía, ya que la saludó, mas la aludida contestó con una voz neutral. Lisa, se llamaba. Le entregué la carpeta con los papeles necesarios, la abrió y le echó un vistazo, para luego cerrarla nuevamente, la colocó en el altero al lado de sus revistas de ¿mujeres en traje de baño? Al parecer eran muchas las solicitudes de ingreso. Antes de partir, me dio la fecha para los exámenes, los cuales serían para dentro de una semana. Afirmó que había llegado a tiempo, pues para el día siguiente se cerraba la recepción. Di un suspiro, esperando que todo resultara como deseaba. Renji posó una de sus manos sobre mi hombro y me sonrió, era su manera de decirme que todo saldría bien. No me quedaba más que confiar en él y en lo que sea que ocurriera de aquí a ese día.
No quería irme aún, pues era todavía más temprano que ayer. Tardamos más en sacar los papeles que en entregarlos, bendita burocracia, y hoy que deseaba tener el tiempo justo no se me hacía bueno. Incluso alcanzamos a llevar la segunda carpeta de papeles para la escuela deonde estaba la carrera de administración. Al parecer el dichoso prometido aún no aparecía, pues de lo contrario Byakuya estaría marcándole desesperadamente a Renji. Yo insistía en ir por un helado o hacer algo en lo que hacíamos tiempo, pero mi amigo pelos colorados alegó que no, pues debía de arreglarme para la ocasión, según las indicaciones de Nii-sama, debía de llevarme a casa lo más pronto posible. Y así lo hizo.
Entré a la tina, preparada con agua caliente y hierbas, terminé oliendo a romero y lavanda, supuse que habría sido otra indicación de Nii-sama para las mucamas que prepararon la tina. Al entrar a mi habitación, vi un hermoso kimono blanco con detalles azules, colocado en su perchero. Suspiré, resignada, sólo para terminar de secarme el cuerpo y comenzar a vestir dicha prenda. No me gustaba disponer mucho de la servidumbre si eran cosas que podía hacer yo sola, pero a veces, en esos casos, cuando como mujer no puedes o no alcanzas algún detalle de un vestido, necesitas ayuda. Así pues, llamé a una de las chicas que esperaban afuera para que ajustara el obi. No quise peinarme, así que sólo sequé mi cabello. Me miré en el espejo de cuerpo completo, una imagen bastante bella, de un kimomo precioso desencajando con la cara afligida de una joven mujer. Vaya cuadro.
Salí de mi habitación, acompañada por las mucamas detrás de mí, a paso firme por los pasillos hasta llegar a la entrada principal, en donde esperaría a los huéspedes o huésped, no sé si quiera si vendría solo o acompañado, daba igual, no me interesaba. Quería salir corriendo, las piernas me temblaban, acababa de bañarme y sentí sudor frío recorrer mi frente, me mordí el labio, intentando contener mi ansiedad. Renji estaba ahí, frente a mí, a un costado de la puerta, esperando abrir para que entraran los invitados, Byakuya, quien se acercó a mi lado izquierdo me miró de arriba abajo, hizo un ademán a una de las mucamas y le susurró algo al oído. Ella rápidamente corrió y en cuestión de segundos trajo consigo un lápiz labial, el cual abrió y dejó ver un deslumbrante color rojo carmín, el cuál embarró sobre mis labios. Quise zafarme, pero Byakuya me miró recriminatoriamente, indicándome que no forcejeara con la chica y que debía dejar que hiciera conmigo lo que quisiera. Con un dedo, ella quitó el exceso de maquillaje y acomodó mi cabello, hizo una reverencia a su amo y se retiró a un costado, con el resto de las mucamas.
—Te dije que te arreglaras—susurró sereno Nii-sama, sacando de la manga de su kimono una peineta de flores blanca, eran cerezos, sus favoritos—Era de Hisana— se colocó detrás de mí y recogió mi cabello con ella.
El mayordomo que hacía guardia afuera le indicó a Renji que abriera la puerta, dejando pasar a tres figuras masculinas. Una de ellas la conocía de vista, era uno de los muchos socios de Byakuya- Nii-sama en la empresa y conocido de las reuniones del ejército, un hombre de cabellos castaños peinados hacia atrás, era guapo, alto y de mirada afilada, vestido con un traje beige en conjunto con un chaleco de botones de un café oscuro. Detrás de él venían dos hombres jóvenes, uno de ellos de piel pálida, casi blanquecina, cabello negro como la oscuridad misma, ojos verdes e inexpresivos, portando un traje gris verdoso. El otro, de aspecto más rudo, tenía mirada felina, de ojos celestes y cabello rubio azulado y revoltoso, con una figura atlética que portaba un conjunto blanco y pulcro, en contraste con su camisa negra. Los tres hombres eran realmente atractivos, demasiado diría yo… Pero aún así, algo en mi pecho me daba un mal presentimiento, sobre todo con el último. Mi instinto me indicaba que debía tener cuidado. Y a primera impresión, eso no era bueno.
—Anuncio a sus invitados, amo Byakuya—habló finalmente el mayordomo—El señor Sosuke Aizen y sus acompañantes…
—Muchas gracias, pero me gustaría que nos permitieras presentarnos nosotros mismos—interrumpió cordialmente el hombre castaño al ver que nuestro mayordomo no supo los nombres de los otros dos.— Byakuya, mi buen amigo, es un honor que nos recibas en tu hogar, lamentamos la tardanza, pero el vuelo de mis muchachos se retrasó un poco y, aparte, tuvieron que pasar por mí.
—No hay ningún inconveniente—expresó tranquilamente el aludido—Sean bienvenidos. Mi nombre es Byakuya Kuchiki.
Aquello indicaba que yo debía seguir con la presentación una vez que lo hiciera Nii-sama.
—Buenas noches—comencé— Mi nombre es Rukia, Rukia Kuchiki. Es un gusto recibirlos en esta su casa. Encantada de conocerlos.
El hombre de chaleco marrón se acercó a mí e hizo una reverencia.
—Jovencita, es un honor conocerla finalmente—dijo después de inclinarse—Aunque ya lo escuchó, mi nombre es Sosuke Aizen, viejo conocido de su padre y socio actual. Había escuchado maravillas de usted y me moría de ganas de tratarla en persona.
—E-El honor es mío, Aizen-san—regresé la reverencia, aunque aún seguía confundida.
Entendía que ése hombre no podría ser la persona con la que me casarían, en vista de que era bastante mayor, por muy atractivo que fuera, se notaban sus años. Además de que, como él lo había mencionado y, por lo que escuché en la conversación de Nii-sama anoche, mi supuesto prometido arribaría indicaba que el dichoso novio sería alguno de los dos que venían atrás de Sosuke Aizen.
—Permítanme presentarles a mis acompañantes—comenzó el hombre de mirada afilada—Ellos son mis sobrinos. Ulquiorra Schiffer…
—Mucho gusto. —dijo sin expresar tal gusto, haciendo una reverencia y extendiendo la mano hacia Byakuya y a mí como el occidental que era. Ambos respondimos el gesto, y por lo visto él no era.
—Y Grimmjow Jaegerjaquez
El sujeto de ojos celestes se acercó a nosotros, y al igual que el pelinegro, hizo una reverencia y posteriormente ofreció su mano a Nii-sama, quien duró unos segundos en responderle. Si bien, aquello confirmaba lo que temía. Mi corazón se aceleró, sentí que había empezado a respirar rápidamente, de verdad su presencia me provocaba… miedo. Cuando lo tuve de frente, sentí un escalofrió recorrerme la espalda, se inclinó para ofrecerme su mano y, al tomar de la mía, la acercó a su boca y depositó un beso en ella, sonriendo ampliamente.
—Es un placer para mí conocerla, my lady—anunció de manera provocadora mientras mi mano temblaba sostenida por la suya. — O debería decir, futura esposa.
Palidecí ante lo que escuchaba, y a lo lejos, pude notar la cara de horror de Renji al ver a quién me entregaría Byakuya en dos semanas. Su aura despedía cierta desconfianza, y apostaba mi vida a que no era la única que lo sospechaba. Él se irguió, sin soltar aún mi mano temerosa, me miraba fijamente mientras que yo suponía que no podía evitar mostrar mi sorpresa.
—Rukia—me llamó mi cuñado, sacándome de mí trance—A partir de esta noche, empezarás a convivir con Grimmjow, tu prometido, antes de la boda. Esto con el fin de que puedan conocerse.
—De igual forma, tendrán toda una vida para seguir haciéndolo—agregó Aizen, con una sonrisa.
Mejor dicho, tendría toda una vida para desear morir.
-Bueno, he aquí la continuación. Jamás en la vida había subido dos capítulos seguidos de una historia larga.
Hikari: Sí, creo que necesitabas canalizar toda tu mierda interna, y tiempo para asimilarla.
-De hecho. Regresar a esto es como darme un respiro… ¡En fin! Espero que les haya gustado el capítulo de hoy. La verdad me resultó un poco difícil, al inicio, cuando pensé en la trama, qué era lo que decidiría Rukia, quienes serían sus amigos pero, sobre todo, quién sería el desafortunado prometido. En un inicio pensé en Renji, pero es demasiado cute, en mi mente él se ve perfecto en la friendzone, aunque sea pro RenRuki de closet. Luego pensé en Ulquiorra, pero… Ello involucraba meter más a Orihime a la trama y no, no tenía intenciones de ello. Además, confieso que muy en el fondo me gusta la pareja crack que hacen Grimmjow y Rukia. En adición, creo que Grimmjow es el rival más fuerte de Ichigo, so, dentro de esta historia, le daría un mejor impacto. Pero juzguen ustedes.
Hikari: Planeamos subir próximamente esta historia a Wattpad, para darle un uso a la cuenta que Nee-san abrió pero que desde entonces no ha vuelto a tocar.
-Seh, y porque ahora todo mundo corrió allá… Extraño mis viejos días de boom en fanfiction. ¡Cómo sea! Estén pendientes, que hemos vuelto. Nos leemos la próxima.
