Bleach propiedad de Kubo Tite.


Capítulo Catorceavo.

No lloró. En ves de ello. Rukia se sentía serena de una forma inquietante. Puede que sintiera como si todo su ser se hubiera congelado, pero no lloró. Ni mientras guardaban el ordenador, ni durante el viaje de regreso a casa. Ni siquiera cuando la dejó en la puerta de la casa de su hermana y se volvió hacía ella.

-¿Y ahora que?

-Ya no tenemos más comprobaciones que hacer y se nos acaba el tiempo. Dejémoslo estar hasta después de Navidad. Si para entonces no hemos encontrado la contraseña, entregaremos el ordenador a Sunhei y dejaremos que él se ocupe mejor de ello. ¿No crees?, después de todo él es el investigador aquí de todo esto.

-¿Y si ellos no encuentran pruebas que ustedes no tienen nada que ver con todo este lío, para que se les exonere?

-Entonces contrataremos un buen abogado.- Contestó Rukia con una sonrisa amarga.- Este lugar es conocido por todos sus contactos.

-Rukia…- Susurró Ichigo haciéndose escuchar bajamente por los oídos de ella.

-No.- Le respondió abruptamente abriendo la puerta.- Creo que ya hemos hablado bastante por un día, Ichigo. Dejémoslo así.

-Pero yo…

-¡No!- Salió de un sólo del interior del Jeep.

Juraría así si misma que podía oír como se le quebraba el corazón mientras se alejaba del coche, pero sus ojos estaban secos, y seguían secos cuando entró y encontró a su hermana en la mesa.

-¿Cómo ha ido?- Preguntó Hisana.

Rukia sintió un nudo en la garganta ¿Cómo responder a eso?

-Un desastre. No hemos encontrado lo que buscábamos.

Ella había esperado hallar el amor y en su lugar se había encontrado con un hombre que construía su vida en torno a evitarlo precisamente. Se había enamorado de los dos hermanos Kurosaki. El primero, el bueno, el cual había terminado de demostrar que era un bicho sin escrúpulos. El segundo, el malo, quien había resultado ser todo lo contrario a Kaien Kurosaki resultando ser el bueno.

-Creo que iré a nadar un poco.- Dijo Rukia rápidamente, pero su voz sonó extraña. Hisana se levantó rápidamente y le acarició la mejilla.

-¿Qué ocurre?

-Todo es un desastre.- Dijo ella, por fin terminando de quebrantarse ante su hermana.


El cuarto oscuro siempre había sido su sitio. Incluso durante su difícil adolescencia había sido para él un santuario del silencio. La luz de seguridad, las pinzas y las bandejas, todo allí hacia que perdiera la noción del tiempo y el espacio. Era su propia forma de meditación. Todas sus preocupaciones desaparecían cuando entraba en el cuarto oscuro. Puede que las cosas estuvieran mal con Rukia y que sintiera los carámbanos que rodeaban su relación con Masaki su madre, pero el cuarto oscuro lo resolvería. Excepto que en esa ocasión no estaba ejerciendo su poder curativo con él.

Ichigo estaba de pie en el cuarto oscuro de alquiler tratando de pensar en el aspecto que quería dar a las fotos que había sacado y lo único que veía era a Rukia, su suave y vulnerable boca, la mirada que le había lanzado al final. Lo inquietaba. Por que él sabía que era el final. Había sentido como si le retorcieran las entrañas.

Cómo había deseado poder borrar esa mirada. Mas que nada en el mundo. Lamentablemente, lo único que la haría desaparecer le era totalmente imposible. No tenia sentido preguntarle por qué no lo comprendía, porque sólo podría hacerlo si estuviera en su pellejo. Era ridículo pensar en tratar de mantener una relación. No seria justo para ella. Ésa era la única razón. No porque estuviera más asustado que en toda su vida. Miró la bandeja que tenia el líquido revelador y lanzó una imprecación cuando vio los manchurrones en las fotos. Una vez más se había distraído. Llevaba una hora y no había conseguido sacar ni una sola foto que se adecuara a sus estándares. No era capaz. Al igual que no era capaz de arreglar su problema con Rukia.

Sonó entonces su móvil y lo abrió, contento de tener una excusa para parar.

-Ichigo.

-¿Qué estas haciendo en un día tan bonito, hijo?- Preguntó Hiroki.

-Revelando. ¿Te acuerdas de mí? Kuro, ¿El fotógrafo?

-Eso si lo recuerdo. Aunque a duras penas. Ha pasado una semana desde que hablé contigo.

-¿De verdad?- Ichigo colocó un papel blanco en la ampliadora.

-¿Se te ha ocurrido llamarme, de casualidad?

-Me dijiste que sin presiones, que me tomara un tiempo para pensar en ello. Estoy pensando.

-¿Durante una semana?

-Me gusta pensar con tranquilidad, tomarme mi tiempo para hacer las cosas bien.

-Ya te digo Ichigo, ¿Qué has decidido?

-¿He dicho yo que haya tomado una decisión?- Metió la foto en el líquido de revelado y comprobó la hora.

-Si no te conociera, diría que tomaste la decisión a los quince minutos de haberte hecho la proposición.- Repuso Hiroki con un resoplido.

Lo cierto era que, por primera vez en su vida. Ichigo no lo había hecho. La costumbre le decía que lo rechazara, pero no podía hacerlo. ¿Cómo podía ser que después de haber hastiado las cosas de una manera tan rotunda con Rukia en nombre de su libertad la idea de pasar un año en Japón le resultara tan apetecible?

-Te propongo una cosa, Hiroki.- Cubrió la foto de líquido de revelado.- Iré a la ciudad la próxima semana y hablaremos de ello, esta vez de manera un poco mas especifica.

-¿Eso es un si?- Le pregunto curiosamente Hiroki, ansioso.

-Aún no.- Dijo Ichigo.- Pero es un comienzo.


Ichigo entró a la casa de Masaki. Faltaban dos días para Navidad, era el momento en que las casas se llenaban de vida y alegría, no de silencio. Se dio cuenta de pronto que Masaki ni siquiera se había molestado en poner un árbol. Había adornos, pero el árbol no estaba donde solía estar siempre, junto a la chimenea. Había algo melancólico en ello.

-¿Ichigo?- Era la voz de Masaki. Se volvió hacía ella y la vio en la puerta del salón.

Apenas habían hablado desde el altercado de la otra vez. Las pocas veces que había tratado de iniciar una conversación, ella la había cortado de raíz. Era más fácil buscar refugio en la pastelería o en el cuarto oscuro. O la casa segura de Kaien. Iba allí a sentarse en los escalones y se quedaba mirando a los árboles.

-¿Necesitas algo, mama?- Tal vez fuera su imaginación, pero le pareció ver un conato de mueca de dolor en Masaki.

-¿Podemos hablar un momento?- Hizo un gesto hacia uno de los sofás. Después de una pausa, Ichigo se sentó. Masaki dejó escapar el aire de la garganta.- Quiero disculparme.

-No más que yo. Perdí los estribos el otro día. No debería haberlo hecho.

-Tenías motivos.

-Se supone que he venido a ayudar, no a pelear contigo. Cuando estas en un momento bajo de moral.

-Soy una mujer adulta. Debería empezar a aprender como ayudarme a mi misma.- Se miró las manos.- No es fácil admitir que tenias razón. He pasado mi vida dejando que Isshin se encargara de todo, y cuando él se fue hice lo mismo con Kaien.

-Fue un momento difícil.- Le trató de consolar él.

-Dejé que pasara demasiado tiempo. En lo más profundo sabía que no tenía que hacerlo, pero era mucho más fácil dejar que tu hermano se hiciera cargo de ello. Y era confortante el tenerlo aquí. La vida no se me hacía tan…vacía.- Miró a su alrededor.- Es una casa grande. Demasiado para una sola persona. No quería venderla porque es la casa de la familia y porque, bueno, siempre esperé que Kaien o tú, la quisieran. Pero tu vida no está aquí. Ahora me doy cuenta. Y desearlo no lo hará posible.

-Mamá.- Dijo impotente.

-No.- Levantó las manos en un gesto que le había visto hacer muchas veces.- Tengo que ocuparme yo sola de mis propios asuntos.

-Puedes.- le aseguró él.- Lo harás, si puedes organizar esa gala, puedes hacer cualquier cosa.

-¿Eso crees, Ichigo?

-Absolutamente.

Él esbozo una sonrisa que iluminó los ojos de Masaki.

-¿Sabes? Creo que voy a poner en práctica esa teoría tuya. He llamado a Komamura.- hizo una pausa.- Voy a ocupar ese puesto en el consejo de administración.

-¡¿Qué vas a hacer qué?!

-Ocupar ese puesto en el consejo de administración.

-Está es mi chica.- Dijo Ichigo, tomando a su madre en brazos y haciéndola girar.- En tres años serás la directora jefa de todo aquello.

-Dos y medio.- Dijo ella con una sonrisa, un tanto temblorosa, pero era un comienzo. Ichigo le dirigió una amplia sonrisa y entonces se le ocurrió una idea.

-¿Tienes que ir a algún lugar ahora mismo?- Le preguntó.

-No. ¿Por qué?- Masaki frunció el ceño.

Ichigo se metió las manos en los bolsillos y se balanceó sobre los talones.

-Me he fijado que a esta habitación le falta algo. ¿Qué te parece si tu y yo vamos a comprar un árbol de Navidad?

La sonrisa retornó a los labios de Masaki con toda su fuerza.


Si iba a hacer de Santa, Nochebuena era un buen momento para hacerlo. Sobre todo cuando todo su cuerpo hervía de ganas de hacer algo. Tocó con los nudillos la puerta principal y aguardó a que abrieran, un tanto inquieto. Se había presentado sin avisar. Ni siquiera sabía si le gustaría verlo allí. Puede que no estuviera en casa. Puede que debiera dejar el paquete en la puerta y marcharse. Pero justo cuando ya se daba la vuelta, la puerta se abrió.

-¡Feliz Navidad!

-¡Feliz Navidad!- contesto alegre Mashiro con una enorme sonrisa.- Pasa, pasa. Que bonita sorpresa.- Expresó.

Ichigo nunca había estado en su casa, era pequeña y acogedora, tan abarrotada como la pastelería. Con una excepción. Varias en realidad.

-¿Cuántos gatos tienes?

-Siete.- Dijo ella con una dulce sonrisa.- Y un marido, Kensei, mira quién ha venido.

El solo se limitó a saludar, en realidad Ichigo nunca le había escuchado pronunciar más de una frase seguida.

-Feliz Navidad.- Murmuró y a continuación se levantó y salió de la habitación.

-No pretendía echarlo.- Dijo Ichigo al ver como se alejaba entre el estrecho pasillo de la sala.

-Oh, no te preocupes, sabes que el siempre ha sido así. Pero ahora lo más importante aquí, ¿Qué me has traído?- Mirando con expresión resplandeciente el paquete no demasiado envuelto.

-Sólo es un detalle que pensé que podría gustarte.- Mashiro lo abrió llena de entusiasmo y se quedó mirando con ojos como platos su regalo.

Era una foto de la pastelería tomada desde la calle de manera que se podía ver el escaparate de dulces con sus pirámides de merengues, cruasanes y pequeños bizcochos individuales. Algunos parroquianos cotilleaban en la mesas y al fondo ella atendía a sus clientes en la barra, metiendo algunos de sus bollos en una bolsa, la boca curvada en una sonrisa tan grande que se podía oír el burbujeo de su risa.

-Oh, Ichigo.- Susurró, parpadeando rápidamente.

-Le he dado un tono sepia al papel. Puede que no te guste el marco, pero pensé que podrías ponerla en la pastelería en algún sitio.

-Me encanta.- Lo abrazó llena de alegría y miro de nuevo la foto.- Y está todo el mundo. Mira, el reverendo Ishida, y…

Y Rukia. Con su brillante cabello ébano, sus misteriosos ojos y su porte de elegancia en los hombros al extender el brazo para recoger su bolsa de dulces. Ichigo la había visto en la foto nada más mirar los negativos. Al principio, había estado tentado a elegir otra fotografía, pero aquélla era la que mejor había capturado el espíritu de Mashiro y su repostería.

-Es bonita, ¿Verdad?- Preguntó Mashiro.- Antes si lo era. Últimamente tiene la mirada perdida como si fuera un zombi.- Levantó la vista hacía él.- Igual que tú. ¿Quieres contarme lo que está pasando?

-No pasa nada, es sólo que no hemos encontrado las pruebas que buscábamos.

-Eso no es bueno. Claro que supongo que cuando las encuentren te irás, de modo que a lo mejor no es tan malo si hace que te quedes un poco más.

-Ya tuvimos esta conversación el domingo pasado.- Dijo él.

-Y recuerdo que te dije que era muy agradable tenerte por aquí. Cuando Rukia y tú iban por ahí con una sonrisa de alguien dispuesto a comerse el mundo.

-Yo no suelo quedarme en un sitio mucho tiempo.- ¿O sí? Lazos. Se habían creado a su alrededor cuando él no prestaba atención. Su madre, Mashiro, Hirako. Rukia. Se suponía que no le importaban, que sería capaz de irse sin mirar atrás. ¿Pero por qué le había enviado a Mashiro una postal desde todos los lugares en los que había estado? "Puedes repetirte hasta la saciedad que eres un hombre sin lazos emocionales, pero te mientes a ti mismo"; oyó de nuevo la voz de Rukia y recordó las sombras que había en sus ojos.

-La libertad también puede ser una trampa.- Dijo Mashiro con ternura.

Ichigo bajó la mirada hacia la imagen de Rukia plasmada en aquella fotografía y se preguntó qué demonios estaba haciendo.

-Puede.- Dijo lentamente y se levantó.- Pero es lo único que conozco.

-¿Por qué no…?.- Sus palabras fueron irrumpidas muriendo en sus labios en un grito ahogado cuando la habitación en la cual se encontraban se quedó a oscuras.- ¡Kensei!- Gritó.- ¿Has vuelto a hacer que salte el diferencial?- Se oyó un alboroto y finalmente apareció Kensei con una linterna en la mano.

-No, no estaba haciendo nada. Creo que ha sido un corte general.- Se acercó a la ventana y miró las farolas de la calle que también estaban apagadas.- Estaba chateando cuando de pronto se fue la luz. Todo quedó a oscuras, menos la pantalla de mi portátil. Parece que no se ha ido en toda la ciudad la electricidad por que la conexión WiFi sigue funcionando.

-Será mejor que me vaya.- Dijo con alivio.- Mi madre esta en casa sola y quiero ver si esta bien.

-Vale, pero ten cuidado. Las calles son un desastre cuando no hay luz. Llegar sano y salvo es lo importante.- Se inclinó a darle un beso en la mejilla.- Gracias por mi regalo.

-De nada. Feliz Navidad.


El olor a pino, el fuego crepitante, los regalos debajo del árbol, los villancicos de Nat King Cole en el equipo de música. Debería haber sido la Nochebuena perfecta, un día perfecto con copos de nieve y todo. Pero para Rukia significaba tan sólo que había sobrevivido a otro día. Estaba sentada en un sillón, intentando leer, pero no dejaba de pensar en la conversación que había tenido con Mashiro. Quedarse en Karakura. Montar su propio negocio. Dos días antes, cuando Mashiro se lo sugiriera, le había parecido absurdo. Un año, incluso un mes atrás, le habría parecido impensable. ¿Pero y en el momento presente? En el presente era lo que deseaba, pensó de repente. No se refería a vivir con su hermana y cuñado y trabajar a jornada completa en la florería, sino tener su propia casa y su propio negocio. Podría labrarse una vida confortable. Y justo cuando abrió la boca para decírselo a su hermana se fue la luz. El silencio cayó sobre la casa, el árbol quedó a oscuras. La única luz en la habitación era la del fuego.

-Iré por una linterna.- Dijo Byakuya, levantándose tras esperar unos minutos para ver si volvía la luz. Hisana se acercó a la repisa de la chimenea y encendió unas velas.

-Son decorativas y funcionales.

-Estas son feas, pero funcionales.- Dijo Byakuya entrando con tres linternas y dándole una a cada quien.

La novedad de la falta de luz desapareció rápidamente. Sin luz, ni música, el ambiente festivo también se esfumó y las sombras emocionales se apoderaron de Rukia. Para mantenerlas a distancia, se levantó y fue a la habitación de invitados a buscar su iPod. Tenía que encontrar algo de Ok Go, pero cuando se puso a mover la rueda en búsqueda del índice de música no los encontró.

-Voy a tomar algo de beber, suponiendo que encuentre el mueble bar a oscuras.-Dijo Byakuya.- ¿Alguien quiere algo?

-Un Bailey´s, por favor.- Dijo Hisana.

-¿Rukia?

-Claro.- Rukia, sacudió la cabeza y pasó de nuevo todo el índice de música, prestando atención al nombre del grupo. Definitivamente los OK Go no estaban.

Al prestar más atención se dio cuenta que no eran los únicos que habían desaparecido. Faltaban bastantes grupos. Era un iPod lo que tenía en la mano, eso era seguro pero no era el suyo. Supuso que tenía que ser de Kaien. Se habría comprado uno sin decírselo. Siempre le había gustado el azul. Y si desde el principio había decidido dejarlo en la casa segura no importaría mucho que los dos fueran iguales. Aun así, algo tendría que haber en aquel reproductor que pudiera escuchar de su agrado. Buscaría por género para poder evitar algo que llevaba el insípido título de los Top 40 de música pop.

Aquélla era una de las muchas diferencias entre Kaien y ella. Ella prefería música más alternativa; él prefería a Ashlee Simpson o Britney Spears, aunque tal vez le gustaban más las cantantes que su música. Era interesante que pensar en su traición ya no le hiciera daño. Anhelaba tanto a Ichigo que no había lugar para nadie más. Lo echaba mucho de menos. Echaba de menos a la persona con quien podía hablar, que la entendía sin que tuviera que explicarle las cosas, el hombre que podía hacerla reír desenfrenadamente y gritar de éxtasis a los pocos minutos. No le importaba que no pudiera quedarse allí por ella, que su vida estuviera en otra parte, lo quería simple y llanamente. Por un momento, el recuerdo de estar entre sus brazos fue tan vivo que la sensación de pérdida la dejó sin aliento. Cerró los ojos y apoyó la frente en la mano tratando de aliviar el dolor. Le darían un encargo en la otra punta del mundo. No estaban hechos el uno para el otro. Por mucho que ella lo sintiera así, no funcionaría. Tenía que aceptarlo y salir adelante.

-¿Estas bien?

Al levantar la vista vio a su Byakuya que le tendía un vaso con un poco de bebida tradicional Navideña de la familia.

-Gracias, hermano.- Dijo ella bebiéndola de golpe.

-De nada.- Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente.

Rukia volvió a si iPod y pestañeó sin comprender al ver el menú diferente. Había vuelto a seleccionar la línea que no era: Extras en vez de géneros. Empezó a moverse hacia arriba de nuevo, pero se detuvo. En la lista desplegable dentro de los Extras había una carpeta llamada Notas. Curiosa, la seleccionó y la carpeta se abrió en diversas subcarpetas: KYN, RKI, MSK,CTÑ Y VCTÑ.

CTÑ.

¿Contraseña? El corazón empezó a latirle más deprisa, cuando pinchó la carpeta y aparecieron dos lineas en su interior:

Usuario: KKurosaki

Contraseña: Todos a bordo.

Se le erizó el vello de la nuca cuando ascendió de nuevo a la carpeta llamada VTCÑ. La contraseña del servicio de voz IP, pensó esperanzada. Se puso en pie de un brinco sin pensarlo siquiera. El corazón le martilleaba en las sienes.

-¿Rukia, a donde vas?- Preguntó Hisana sorprendida.

-Al ordena…- Se detuvo. No había luz. Eso significaba que ninguno de los ordenadores de la casa funcionaria. Necesitaba un portátil. No podía esperar.

-¿Me prestarían el coche de favor?

-¿A dónde vas a estas horas, no hay luz en gran parte de la ciudad.

-Me llevare una linterna, tengo que comprobar algo.- Sin esperar a dar mas explicaciones, salió de la casa.


N/A: Hola. Primero que nada pido disculpas ante tal demora, tuve un accidente en febrero de este año el cual me incapacito por mucho tiempo. Además que muchas cosas se me olvidaron. Afortunadamente ya puedo estar aquí de nuevo. :)

Y subiendo este capítulo el cual ya es el penúltimo. Así que solamente falta uno más para poder finalizar esta historia que en lo personal me ha gustado como ha ido quedando.

Gracias por sus comentarios.