Sí, lo sé, lo sé, Mariel "la desaparecida" Kaioh, ha vuelto xD Les he dicho mil veces que no abandonaré mis historias. Y lo reitero, no lo haré, así me lleven mil años. Y MK cumple lo que promete.

Este capitulo decidí dividirlo en dos, así que la otra parte se subirá prontito, dejen sus reviews así se que no me han olvidado y me animo a actualizar más rápido jojojo. Sin más, espero que les guste.


Capitulo trece

- ¿Michiru? - Aturdida y con un dolor punzante en la cabeza intentó tomar la manija de la puerta. Apenas tuvo tiempo de soltar el seguro cuando se abrió de golpe y Haruka la tomó por los hombros evitando que así cayera. -¿Estás bien?

- Debo de haberme quedado dormida. - balbuceó.

-¿Por qué estas estacionada aquí? - la luz de la linterna de Haruka le dio directamente a los ojos haciendo que los cerrara con fuerza. - ¿Que te pasó?- Michiru levantó sus dedos hacia su mejilla e hizo una mueca.

-He visto algo. Giré para evitarlo y... -

-¿Una persona? -

-Tal vez un ciervo. O un perro no lo sé. Estaba cansada y no sé... - Haruka la observó con curiosidad. -

-Pensé que no ibas a venir. - Michiru no sabía que responder. Apartó la mirada tratando de poner en orden sus emociones confusas. Su respiración tan cercana no la ayudaba en absoluto. Se sentía mareada.

-Te equivocaste. - respondió con firmeza. Haruka la ayudó a salir del coche.

-Vamos, te llevo. -

-Soy perfectamente capaz de conducir yo - dijo tambaleándose. Haruka sonrió al notar que hasta en momentos difíciles los Kaioh no se mostrarían débiles ni de casualidad.

-Si, lo estoy viendo. - rió inconscientemente.

-Esto le podría haber pasado a cualquiera. - dijo irritada Michiru.

-Y podría haber sido mucho peor. - Haruka la tomó en sus brazos pese a su leve resistencia y la condujo hacia el asiento del copiloto para sentarla. Y aunque no dijo nada la rubia era capaz de escuchar sus gruñidos internos al dejarse llevar. - Deberías haber esperado hasta mañana. Podrías haberte herido gravemente. ¿Y si yo no te hubiera encontrado? - Michiru se sentía colapsada. Con una angustia creciente en su pecho. Se sentía asustada y apenas podía respirar. Lo último que necesitaba en aquel momento era que la regañaran. Por alguna extraña razón el contacto con sus brazos la hacían sentirse aún más sensible. Haruka abrió la puerta con dificultad, la sentó y le cruzó el cinturón de seguridad.

-Haruka, no quiero pelear contigo. Sólo vete. Yo puedo llegar a casa por mi cuenta. - Apenas podía hablar. Sentía un nudo insoportable en la garganta. Creía que si seguía estando frente a aquella mujer estallaría en llanto.

-¿Qué te hace pensar que te lo permitiré? - Michiru se cubrió el rostro con una de sus manos. - Luego de que eche un vistazo a esa herida decidiremos si necesitas o no ir al hospital.

-Es sólo un moretón. - repasó el área sensible al tacto y se estremeció de nuevo. El bulto a un lado de su cara era enorme. Probablemente tendría un ojo negro por la mañana. Muy sexy. Por instinto miró a los dedos que había sondeado el golpe y los vio manchados en sangre. - Estoy perfectamente bien.

Haruka se instaló al volante y arrancó el coche.

-Me hubiera gustado que llamaras antes de venir sola en el medio de la noche. Podría haberte ahorrado el viaje. -

-No te preocupes, me dieron el mensaje apenas saliendo de la ciudad. - suspiró. -

-¿Y has venido de todos modos? - apenas podía vislumbrar los rasgos de Haruka, veía todo confuso. Cerró los ojos resignándose, dejó descansar su cabeza en el respaldo del asiento y volvió su mirada hacia la ventanilla.

-Quería verte. - susurró lo suficientemente fuerte como para que escuchara. No había ironía ni sarcasmo en sus palabras.

-¿Por qué? ¿Esperabas que la policía encontrara alguna razón para encerrarme? - Michiru miraba a la nada inmóvil, sabiendo que estaba demasiado cansada como para ganar una pelea.

- No vamos a tener esta discusión ahora. ¿Tregua? -

-Claro. - Haruka abrió las enormes puertas de Akihabara con el control remoto que guardaba en el bolsillo de su abrigo.

-Hablando de excursiones nocturnas ¿Qué haces dando vueltas a las tres de la mañana? - Haruka sonrió

-Ralph me despertó. Debe haber sentido el sonido del coche. - Michiru dudó. Akihabara se encontraba demasiado lejos de la carretera. Miró hacia el edificio, a excepción de las lamparas a cada lado de la entrada principal, la casa estaba completamente a oscuras. La visión era sombría, no le hubiera sorprendido oir el aullido de un lobo. Haruka aparcó el coche en un largo garage detrás del ala norte. Dio la vuelta para abrirle la puerta a Michiru, iba a tomarla en brazos pero ella se negó dándole un suave golpe en el brazo cuando atinó a tomarla.

-No exageres. - le dijo saliendo por si misma. A pesar de los mareos sabía que no le haría ningún bien volver a sentirse tomada por ella. Haruka cruzó su brazo con el de ella contra su voluntad guiándola hacia las escaleras que llevaban al interior. Ingresaron primero a una especie de sala de servicio, siguiendo por un pasillo que las condujo a la sala de descanso. Allí la acompañó hasta un sillón individual y la sentó. Michiru observó con detenimiento sus movimientos, o al menos eso intentaba, con muy poco esfuerzo encendió la chimenea.

Le entregó una copa con algo - Espérame aquí. Calientate un rato, en seguida vengo. - Ralph se acostó a su lado frente al fuego y miró a Haruka con interés. - Cuídala. - el perro bajó la cabeza y se acomodó en su sitio sin dejar de verla hasta que desapareció detrás de una puerta. Bebió del brandy, apoyó la copa sobre la mesita de centro y estiró sus manos hacia las llamas. Cuando comenzó a sentir que su cuerpo se templaba la languidez se apoderó de ella, sabía que si se acomodaba un poco más se quedaría dormida. La idea era tentadora pero no podía. Decidida a mantenerse despierta se puso de pie y leyó todo lo que la rodeaba. Lo único que deseaba era un buen baño caliente y caer en la cama. Lo que tuvieran que discutir podía esperar hasta mañana. Tenía que estar en todo su juicio para poder tomar las decisiones correctas.

Se acercó a un caballete cubierto. El cuadro estaba fresco. Tiró de la tela y dejó al descubierto el retrato de los últimos Tenoh, Cada uno físicamente impresionante y conscientes de su sensualidad. Pero el lenguaje corporal de Darien estaba abierto y atractivo, en cambio, era evidente que Haruka era mucho más reservada. El artista había visto lo mismo que veía en ella. Esa vulnerabilidad inquietante.

-¿Qué te parece? - preguntó la voz de Haruka que se acercaba a ella con un gran maletín negro.

-Es muy buena. -

-Es demasiado pronto para colgarlo. - comentó corriendo uno de los sillones más cerca del otro. - Siéntate. - Michiru no sabía si aceptar, por lo que podía ver, había traído un equipo de primeros auxilios que se utiliza normalmente para caballos. La observó por unos momentos antes de acceder. - esto va a doler un poco. - aquella dulzura que había registrado en su voz provocó un enorme cosquilleo en el cuerpo de Michiru.

-Puedo hacerlo yo misma. - dijo atinando a quitarle la gasa que tenía en la mano.

-Vamos. - la detuvo tomando suavemente su mano. - Disfrutate. - Haruka levantó su cabello aguamarina hacia un lado y le limpió la mejilla. - Siempre he querido jugar al doctor contigo.

-Eres incorregible. - Michiru trató de mantener su respiración. No quería que Haruka notara cuan nerviosa se ponía teniendo contacto con ella. Comenzó a fijarse en los retratos que la rodeaban. Hasta que fijó la mirada en un cuadro donde habían dos jóvenes soldados casi idénticos en apariencia. Cada uno llevaba un abrigo de los soldados de infantería de la primera guerra mundial. -¿Quienes son?-

-Seiya y Saori. Eran gemelos. - explicó mientras colocaba una curita. -Es solo un pequeño corte, debes ponerte hielo. - tomó una bolsita del maletín y se la entregó. - Puedes tomar prestado esto. -

-Gracias. - el frio le estaba aliviando el dolor. - Saori es un nombre extraño para un hombre. -

-Murió como hombre para poder ir a la guerra con Seiya. -

-¿Tu familia permitió eso? - Michiru se sorprendió. Los Kaioh jamás habían permitido que sus hijos fueran servidos como carne de cañon para los politicos belicistas. Un par habían hecho una brillante carrera militar retirándose como generales.

-Se enteraron mucho después. Según cuenta la historia, ella estaba estudiando arte en la misma ciudad que su hermano, pero cuando las tropas reclutaron no dudo en alistarse. - "Una decisión típicamente Tenoh" pensó Michiru. - Seiya murió en acción y Saori al poco tiempo también y fue entonces cuando descubrieron que era mujer.

-No creo que fuera la única. Un antepasado mío murió también en Europa durante la primera guerra. Tengo algunas cartas suyas, ella era enfermera y habla de un soldado que estoy segura era mujer. Estaban enamoradas. Estadisticamente es probable que no seamos las únicas gay en nuestros arboles genealógicos.

-¿Qué pasó con el soldado? - preguntó Haruka.

-No lo sé.-

-Quizás fue Saori. -

-Eso sería una gran coincidencia. -

-Puede que no. Tu y yo no somos las unicas Kaioh y Tenoh que han estado calientes mutuamente. - recordó con una sonrisa. - Fanny se casó con Natsu y tu abuelo tuvo un romance con mi abuela. Supongo que algo de amor/odio ha estado presente durante un buen rato. - Michiru no quería que la conversación fuera por aquel camino. Dejó la bolsita de hielo sobre la mesa y se puso de pie. -Debes estar cansada. - Haciendo caso omiso a la tregua temporal Haruka dijo -Deberías haberte quedado en Tokio. -

-Tu no lo hiciste. Al parecer pensaste que no valía la pena esperar. - le dolían las palabras. Aunque no sabía si dolía más su ego o sus pensamientos. - Pensé que no íbamos a tener esta discusión ahora. -

-Tu empezaste. - "Perfecto". Ahora discutían como si fueran niñas de seis años. No estaba dispuesta a eso. -

-Me voy a casa. - dio media vuelta para salir al recibidor.

-Buena idea. - Michiru se alejaba decidida. -¿No crees que estas olvidando algo? - Ella volteó arqueando una ceja indiferente para verla mostrando como el juego de llaves de su auto colgaba de su dedo indice. -

-Voy a caminar. Enviaré a alguien por el auto más tarde. - Los ojos de Haruka brillaron. -

-No te irás sola a casa. -

-¿Ah no? Mírame. - Ahí estaba ella, volviendo a ser quien era, provocandola con el simple hecho de cruzar sus miradas. Aquella actitud. Su boca diciendo una cosa y su cuerpo otra. Michiru giró la manija de la puerta delantera pero la puerta no se movió. Maldiciendo entre dientes, mientras inspeccionaba varios pernos y cadenas que nadie había asegurado. Arrastró la manija de nuevo. -

-No podrás salir. - Michiru se dio la vuelta sintiendo como un fuego la carcomía por dentro. Su némesis estaba de pie en la parte inferior de la escalera, con las manos cayendo libremente a los costados. Que ganas inmensas de besarla y quitarle de una vez aquella expresión tonta de su cara. Recorrió su cuerpo en penumbras con la mirada sintiendo un cosquilleo sutil entre sus piernas. Instintivamente las cerró un poco con temor de que notara lo que estaba pensando.

-¿Qué pasó con los buenos modales? - Haruka comenzó a caminar hacia ella, se encogió de hombros y le sonrió.

-Por alguna extraña razón muchas veces los pierdo junto con mi cordura en tu presencia. - Se acercó a ella acorralándola con su propio cuerpo. - Si insistes en irte caminando sola tendré que detenerte. No me dejas otra opción. - Michiru miró hacia un lado evitándola. Su cuerpo tembló. Necesitaba salir corriendo. Sabía que no estaba ocultando bien sus emociones. Haruka la observó divertida. - No hay ningún sitio a donde huir. La casa está bloqueada.

-Sólo tienes que abrir la puerta. - Los ojos furibundos de Michiru se fijaron en los suyos. ¿Acaso sería consciente de lo que aquella mirada provocaba en su interior? Estaba segura que todos los que la vieran con aquella expresión saldrían corriendo. Pero ella no. Ella se excitaba al saber que su gélida mirada, cuando se dirigía hacia ella distaba mucho del enojo, podía vislumbrar en el brillo de sus pupilas la chispa ardiente del deseo.

-Dime algo. - susurró Haruka acercándose peligrosamente a su boca. -¿Estabas pensando en aceptar mi propuesta? - El cuerpo de Michiru se tensó. Con toda la fuerza de su voluntad evitó dar la primera respuesta que llegó a su mente considerando la pregunta con cuidado.

-¿Y si así fuera? - sus labios estaban apenas rozando los suyos.

-¿Si o no? - Haruka posó su mano en la espalda de ella, bajándola suavemente hasta posarla en su cadera. Podía sentir que el cuerpo de Michiru sufría pequeños espasmos bajo su contacto. -

-Cualquiera que sea la respuesta ya no es relevante. - Michiru cerró los ojos con fuerza. Luchando contra si misma para no caer en la tentación de abalanzarse sobre ella. Sus pezones le molestaban debajo de la fina tela de su sostén, llamando a las manos de Haruka para que calmara aquel ardor.

-No sabes la respuesta. - susurró a su oído. Michiru se sintió impaciente por su cercanía. Sus piernas comenzaban a debilitarse. Su centro latía con tanta fuerza que estaba dejando de ser racional. Volvió la mirada a los ojos verdes que la veían con lascivia. Odiaba que aquella mujer provocara tantas cosas en su interior. Tanto que hasta ella misma se desconocía. Haruka le sonrió. Provocando que la irritación de Michiru llegase al limite. La empujó con ambas manos dándole en el pecho, alejándola unos pasos y acto seguido la golpeó en la cara con todas sus fuerzas. Haruka se quedó viéndola entre sorprendida y divertida, lo que fuera no estaba preparada cuando Michiru se acercó a ella y tomó su rostro sellando su boca con la suya. Sus lenguas se entrelazaron luchando una contra otra luchando por quién sería la primera en tomar el control. Michiru muerde sus labios, tira de ellos con fuerza. Pero Haruka no se inmuta, parece disfrutar del salvajismo recien despierto en ella.

-¿Esto es lo que querías?- dijo en voz grave cortando el contacto para continuar repartiendo pequeños mordiscos desesperados en su cuello y clavícula. Una mano alborota el cabello en la nuca de la rubia mientras la otra comienza a actuar por si sola buscando que el cuerpo de Haruka quede al descubierto.

-No tienes idea cuanto. - ronroneó correspondiendo a sus actos. Toma con fuerza el rostro de Michiru por la mandíbula obligandola a verle directamente a los ojos. Allí frente a ella mirándola desafiante y con sus labios perlados entreabiertos decide irrumpir nuevamente en su boca y apoderarse completamente de ella. Dejando huella dentro suyo, marcando un territorio que desea que nadie más sea capaz de conquistar. Michiru intenta resistirse a los dominios de la rubia, pero se deja llevar por el huracán de sensaciones que provoca aquella violación a su intimidad que, aunque ella misma lo niegue, es consentida. Por un momento piensa que todo es una locura, que sus hormonas están jugandole otra mala pasada. Que tiene que detenerse y huir de aquella mansión aunque sea saltando por la ventana. Pero las manos de Haruka tomando su cintura para atraerla hacia ella le nublan nuevamente el juicio. Odia sentirse tan sumisa ante ella. Detesta no tener la fuerza de voluntad suficiente para destrozarla y no volver a verla nunca. Pero lo que más le enferma es que no le desagrada en absoluto lo que su enemiga nata le hace sentir hasta en el rincón más recóndito de su cuerpo. Michiru toma el rostro de Haruka entre sus manos para detenerla, echa su cabeza hacia atrás pero la rubia se empeña en aferrarse a su cintura. La rodea con ambos brazos y la aprieta más contra sí. Michiru frunce el ceño y esquiva la boca de Haruka que busca un nuevo encuentro. Es ese momento. Si quiere detenerse debe hacerlo ahora o no podrá huir de allí. La rubia puede leer la duda en los ojos de Michiru, sonríe de lado y arquea una ceja esperando el momento en que intentara alejarse. Pero no lo hace, su mirada esta perdida en el bosque salvaje de sus ojos que destella deseo, un deseo que Michiru comprende perfectamente. Baja su mirada hacia la boca de Haruka, aquella sonrisa, esos labios tan deliciosos y a la vez tan nocivos para su estabilidad mental. Su razón y su instinto pelean la batalla decisiva. Y es entonces que se abalanza nuevamente sobre ella aprisionando su boca, mordiendo su mentón, sus labios con desesperación, siente despertar dentro suyo una sed insaciable, que crece proporcionalmente con cada beso, mordisco o contacto que le profiere la rubia. Sabe que ha perdido, que se arrepentirá, que es una locura que no puede consentir, pero no hay forma de acallar al deseo, no hay modo de que su cuerpo responda ante los designios de su mente. Pero por sobre todas las cosas, ella no quiere.

-Entonces tómame. - Es un ruego que disfraza de exigencia. Haruka le sonríe, aquella simple oración activó el instinto animal que sólo es capaz de despertarle ella. No dice nada, porque para lo que desea hacer no necesita de palabras.


Jojojo, ahora se viene la escena que Dita está esperando. Jijiji, dedicado a la sexosa de Dita Tenoh y a las otras viciosas que también leen y me animan a seguir escribiendo.

¿Nos leemos en el siguiente cap?