ERYN LASGALEN

CAPÍTULO 1

Nesnia era una mujer vieja y extraordinariamente longeva que vivía tranquila, rodeada de familia, sin preocuparse por nada más que ver pasar los días. Esperaba un día ya no despertar, simplemente quedarse dormida y encontrarse repentinamente lejos todo lo que había conocido.

Los pensamientos que tenía eran tristes, por eso no los compartía con nadie porque sabía que los lastimaría. El saber con seguridad que no deseaba nada más que morir era en parte liberador. Ahora miraba todo de otra manera, cada amanecer parecía el más bello de todos, las estrellas eran más brillantes y la tristeza menos real.

Los días eran cada vez más fríos, a pesar de que la primavera debería estar acercándose, el frío parecía aumentar. Las manos le dolían demasiado, pasaba horas tallándolas para tratar de alejar el dolor pero generalmente jamás se iba. Nesnia se quedaba sentada mirando los campos, los caballos corriendo unos metros más allá, siendo entrenados cuidadosamente por la persona más cercana a ella.

Mirarla le dolía en el alma. Sus largas y fuertes piernas, su cabello negro, su piel por siempre pálida a pesar de los años de vagar por la tierra. Tenía una energía interminable y la dedicaba enteramente a los caballos. De sol a sol, pasaba todas las horas del día en su compañía. Nesnia creía que lo hacía para evitarla, los últimos años prácticamente no habían cruzado palabras. Pero mirarla era parte de su rutina, había días que sólo hacía eso pero en otros, a penas le daba unos minutos y no se preocupaba más por ella.

Un día las lágrimas aparecieron. Comenzó a llorar por todo aquello que había vivido. Pero sobretodo por sus hijos y nietos, porque pronto dejaría de verlos para siempre y aunque comprendía el peso de su mortalidad, en ese momento se sentía incapaz de aceptarla. Cuando se terminaron las lágrimas se terminó el miedo, el abandonar aquello que había conocido era algo natural.

La mañana más fría que había vivido no se pudo levantar de la cama, parecía que su cuerpo ya no respondía, pero aún podía sentir su respiración. Aparecieron en su campo visual varios de sus nietos, podía verlos mover sus bocas pero ya no los podía escuchar.

Su señora estuvo ahí, en toda su bondad se sentó justo a su cabecera y acarició su cabello durante lo que pareció varias horas. La arroparon para que no sintiera frío y trataron aún de que tomara algún líquido, pero ya nada pasaba por su garganta. Aquel era realmente el final.

En los últimos momentos apareció ella, con su rostro inmortalizado en su mejor momento, con sus ojos llenos de amor y calidez y con su sonrisa apenas curvando sus labios. La tomó en sus brazos en el momento en que dejaba de ver, cuando todo se volvió oscuridad.

-Galaphian.- fue su última palabra, como había sido la primera, mucho antes de siquiera poder decir madre, había dicho el nombre de su hermana.

Separarse de sus caballos resultó ser igual de doloroso que perder a su hermana. Cuando comenzó el largo camino hacia su muerte, cuando ya no podía moverse por el dolor de sus articulaciones, Galaphian dejo de visitarla. Ya no se acercaba a ella ni a ninguno de sus familiares, aquellos sobrinos y sobrinas que antes era parte de su vida; ahora se volvieron como extraños.

Solían mirarla con dureza, como si fuera alguien desagradable, poco digno de atención y ni pensar en cariño. Se volvió solitaria y en muchas ocasiones se planteó el irse, pero no podía dejarla, aunque fuera horrible el contemplarla. Así que cuando Nesnia murió, ni siquiera el compromiso que tenía con el rey podría detenerla en ese lugar.

No era su hogar, era el hogar de Nesnia y ella se había quedado por ella. Porque aunque desde la lejanía, ella sentada dentro de su cuarto y Galaphian en los prados con los caballos, era una relación que las mantenía unidas, a pesar de las diferencias que ahora había. Su hermana se volvió frágil, su espalda se curvó y un gran bulto apareció en ella; su cara se llenó de arrugas y manchas, sus dientes se cayeron o aflojaron, sus músculos se perdieron y con el tiempo parecieron quedar sólo los huesos.

Pero ahora ya no quedaba nada, más que un horrible silencio. Se despidió de cada uno de sus caballos, sabía que no volvería a verlos, tal vez a sus descendientes, y eso le rompía el corazón. Aún tenía que lidiar con muchos sentimientos, la tristeza era el mínimo de ellos, en parte sentía abandono. Había tenido que perder a todos los que amaba, quedando sólo su hermana y ahora, ya no contaba con eso.

Primero fue su madre, que vivió un suspiro de vida, impensablemente corta. Luego su padre, que jamás alteró su vida por su presencia, y su familia, que tan cálidamente las habían recibido. Pero lo que fue más duro fue la decisión de Nesnia, el morir por amor.

No podía negar que aquel señor de caballos compartía su amor por los animales y que siempre había parecido complementarse con Nesnia, pero no lo entendía; cómo podía haber escogido desaparecer a compartir la vida con ella.

Galaphian montó en su caballo, aquel que había pasado años a su lado en Rohan y se preparó para el largo viaje que la llevaría más allá de las tierras de su padre, buscando alejarse del recuerdo de su hermana.

Mientras cabalgaba podía olvidarla, pensando solamente en la velocidad pero cada noche que tenía que detenerse y descansar; volvía todo. Lo horrible que le había parecido la corta vida de los hijos de los hombres y la manera dolorosa en que murió su madre, consumiéndose por dentro, al volverse pequeña y vieja. Las eternas lágrimas que derramó por ella, por la mujer que habría dado todo por las dos pequeñas pero que las abandonó tan pronto. No podía entender cómo Nesnia había escogido pasar por lo mismo, pasar por el dolor y la soledad, cuando aquellos a los que amaba, morían antes que ella.

Nesnia había amado con todo su corazón pero su señor de los caballos, el más excelente guerrero que tenía su rey, había muerto después de una década, dejándola sola con sus hijos. Fue cuando Galaphian regresó a su lado, para ayudarla cuando sentía que su vida se diluía, para sostenerla cuando quería renunciar y dejarse morir. No, no iba a dejar que abandonara a los niños.

Cuando sus hijos tuvieron hijos, aún se veía fuerte, era una abuela imposiblemente activa; pero cuando sus nietos tuvieron hijos, comenzó a consumirse y aquello fue más horrible que lo de su madre. Porque presenció lo que sería si ella tomara ese camino. Tal vez los cambios físicos pudieran ser tolerables, pero el dolor, probaría ser demasiado para Nesnia.

Aguantó muchas noches tratando de consolarla, lloraba cuando sus rodillas se hinchaban y lloraba cuando recordaba a su amor. Con el tiempo dejó de visitarla y se concentró en los caballos, sabía que era algo egoísta pero se había vuelto casi una tortura verla morir. Jamás pensó que sería más de una década el tiempo que le tomaría abandonar la vida.

Y en todas las noches que le tomó llegar al hogar de su padre, en las que se sintió verdaderamente sola, fue cuando comenzó a comprender la decisión de Nesnia. Si no había nada ni nadie porqué vivir, la vida perdía su sentido.


Bienvenidos a todos ustedes nuevos lectores, me da mucho gusto que se den la oportunidad de acompañarme en este viaje que ha significado escribir este fanfic. Espero que a pesar de contar con personajes originales, decidan continuar leyendo, esta aún en progreso pero descuiden, lo seguiré hasta las últimas consecuencias.

Infinitas gracias a todos.