Disclamier:Twilight y sus personajes pertenecen Stephenie Meyer y su Editorial. La historia que leerán a continuación me pertenece.


Capitulo beteado por Shades


EL GUARDIAN

Siempre te he acompañado. Mi querida niña, soy parte de ti, de tu sonrisa de tus penas y también tus logros, tus juegos, y también de tus primeros pasos. He crecido contigo, cuando la pena te ha embargado, ahí estoy para consolarte. Confía en mí, cuéntame tus penas y alegrías soy parte de ti y ahora vivo para ti. Ahora después que el tiempo ha pasado sin remedio, piensas que te he abandonado. No es así, sigo a tu lado en esta vida y también en la que está por venir. Soy tu guardián, tu celador y tu más grande amigo ahora y siempre, mi querida niña, estaré a tu lado...


Capítulo 1: Tu Guardián

— Dios… que día tan agotador —me decía mentalmente, mientras miraba mi reloj de muñeca; el reloj marcaba las nueve pm. Ya era muy tarde, pero no me importaba porque era viernes y comenzaban mis vacaciones.

Iba de regreso a mi departamento, después de pasar un día entero en la universidad— ¡chau exámenes! —exclame con gran alegría, solo eso me ponía contenta, el que ya había terminado mi primer año de universidad.

Iba por la carretera y necesitaba despejarme, lo que menos quería era dormirme y causar un accidente, así que decidí poner algo de música alegre, me incline un poco y encendí el equipo de estéreo, apenas lo prendí empezó a sonar Riverflows in you, de Jasper Forks, era un tema muy movido, muy de discoteca, pero solo lo escuche un momento. Me estaba taladrando los oídos; volví a inclinarme para cambiar de tema y poner algo que realmente me relajara, solo desvié la vista del camino un segundo y cuando la volví a posicionar vi que había un bulto en el piso, me enderece de inmediato y logre esquivar ese bulto que estaba arrojado en el pavimento.

Me detuve unos metros, más alejada de aquello que por la forma parecía un animal, pero no estaba segura, arranque mi vehículo de vuelta para marcharme. Sí era un animal arrollado ya no podría hacer mucho por salvarlo pero gracias a mi infinita bondad y a mi conciencia no pude, así que solo apague el motor, me quede unos segundos con mis manos en el volante y decidí bajarme a ver qué era eso que no me dejaba continuar.

Al bajarme camine muy despacio y con cautela, por si aún el animal estaba vivo, no quería asustarlo. A medida que me fui acercando ese bulto comenzó a tornarse más claro ahora podía verlo mejor y no, no era un animal como yo pensaba— ¡Ahí Dios mío! —grite, pero luego me tape la boca con la mano.

Era una persona, más precisamente un hombre. No podía creer lo que mis ojos veían, estaba semi desnudo, solo traía puesto un pantalón blanco de hilo, no tenía nada que cubriera su parte superior lo que me dejo ver su muy buen formado pecho.

¡Pero que putas estaba diciendo!

No sabía qué hacer. Camine de un lado para otro, hasta que quede frente a él, me puse en cuclillas y me incline un poco para ver si estaba vivo; parecía respirar, puse mi dedo índice debajo de su nariz para poder sentir su respiración, y sí respiraba, pero muy entrecortadamente, me debatía en llevarlo hasta un centro médico o llamar a una ambulancia y esperar aquí, pero la temperatura estaba bajando cada vez más y para mi desgracia, mi bondad estaba saliendo a flote — Mierda, mañana seguro que me arrepiento —me decía en voz medio baja casi en un susurro mientras tomaba al hombre y lo arrastraba hasta mi vehículo, pesaba como los mil demonios, pero ha de ser por su contextura. Desde mi perspectiva parecía una persona alta y su pecho, Dios, su pecho era una perdición.

No sé cómo, pero pude cargarlo hasta el asiento del copiloto de mi auto, le puse el cinturón de seguridad y cerré la puerta, rodee mi vehículo y me subí como alma que lleva el diablo, arranque y salí lo más rápido que pude, no sabía dónde llevarlo, ahora que me ponía a pensar, el hospital más cercano quedaba bastante lejos, tampoco había ningún puesto de policía en el recorrido que siempre hacía, hacia mi departamento… — ¡Mi departamento! —pensé en voz alta. Ya no había duda, mañana me arrepentiría de lo que estaba por hacer.

Casi cuando estaba llegando, telefonee, al portero de mi edificio, Eleazar. Él no era una persona joven pero tampoco era un anciano y tranquilamente podía ayudarme a cargar a… bueno a él.

Mi celular sonó tres veces y Eleazar atendió…

— ¡Gracias a dios Eleazar! —Le dije un poco agitada— ¿podrías hacerme un favor?… ¡es urgente! —dije sin más preámbulo.

— ¡Bells! ¿Cómo estás?, yo estoy bien, no te preocupes, gracias por preguntar de todos modos —me decía medio burlón, pero yo no estaba para juegos.

— Lo siento Eleazar, es que necesito que me ayudes. Voy en mi coche con un… con un amigo y este va inconsciente y necesito que me ayudes a cargarlo hasta mi departamento…—le solté sin más vueltas— ¡por favor! —suplique, no sé por qué, pero sentía como si mi corazón se partiera en dos cada vez que volteaba a mirarlo.

— ¡Oh! Discúlpame tú a mí, mi niña… claro te espero afuera —me dijo, su tono de voz sonaba a disculpas.

— Estoy a cinco cuadras, en un momento estaré ahí, y gracias, te debo una —corte y pise el acelerador para llegar más rápido.

Al llegar a la puerta de mi edificio, frene de golpe, abrí la puerta y salí. Eleazar al verme se me acerco corriendo, no me dijo nada solo se me quedo mirando con una expresión que no pude distinguir, abrí la puerta de copiloto y desabroche el cinturón de seguridad del sujeto.

— Eleazar ayúdame a llevarlo hasta mi departamento —el encargado de mi edificio lo cargo sobre su espalda, se apuró a entrar a dentro. Yo cerré la puertas de mi auto y lo seguí pisándole los talones.

Por suerte vivía en el segundo piso. Al llegar a la puerta de mi departamento, lo abrí enseguida y le hice un gesto a Eleazar para que dejara al hombre en mi sofá, que por suerte era de tres cuerpos, sino, no entraba aunque le doblara las rodillas.

Eleazar lo dejo y se acercó a la puerta con la intención de irse.

— Gracias por ayudarme…—me cortó apenas quise hablar.

— ¿Quién es él y porque esta inconsciente? ¿Bella por favor dime que no te metiste en problemas? —me pregunto preocupado. Eleazar era una persona sumamente encantadora, me hacía recordar tanto a mi padre.

— No él… bueno… él es mi amigo, lo encontré en la calle, parece que le han robado y no lo podía dejar botado en ese lugar…—le dije y me encogí de hombros por haberle mentido, era tan mala mentirosa que de seguro ya se había dado cuenta.

— Mira supongamos que te creo… yo no te puedo dejar sola con él —me dijo pensativo— así que hagamos algo, yo ahora me tengo que ir, pero volveré en tres horas, y si para eso tu "amigo"—dijo batiendo los dedos en el aire simulando comillas— no despierta, llamaremos a urgencias para que lo revisen… ¿te parece? —yo asentí con la cabeza sin decir nada, él imito mi gesto y lo acompañe hasta la puerta, me dijo que tuviera cuidado, se fue y yo cerré la puerta.

Me di la vuelta y muy despacio me acerque a él… ahora que lo podía ver mejor, con más luz, me parecía muy lindo, bueno en realidad era hermoso, hermoso era poco.

Tenía el pelo de un color que jamás había visto medio cobre, castaño dorado o alguna mescla parecida, corto y despeinado, cada punta en una dirección, su tez era de un tono muy pálido, pero no como enfermo, sino más bien delicado… ¡Dios mío! era el ser más hermoso que mis ojos vieron alguna vez, no paraba de admirarlo estaba hipnotizada analizando cada parte de su preciosa cara, cuando de la nada empezó a moverse yo me separe tan bruscamente que caí sobre mi trasero.

El interpelado empezó a moverse cada vez más hasta que abrió los ojos, empezó a moverlos y a mirar para todos lados.

— Ho-hola… —dije y él pareció percatarse de mi presencia, giro su cabeza y por primera vez nuestras miradas se encontraron, su cara con sus ojos abiertos eran el complemento único, su piel pálida hacia que destacara todavía más aquellos ojos intimidantes, verdes grisáceos, casi transparentes y únicos, eran exquisitamente hermosos.

Él se sentó, y medio trastabillo, reposo su ancha espalda sobre el respaldar del sofá y estiro sus piernas, parecía confundido y eso era raro.

— Yo… yo te encontré tirado en la vía pública, parece que te han robado, no tenías i-identificación y… —no me dejo terminar.

— Y me has traído hasta tu hogar —por primera vez pude gozar de su voz. Era aterciopelada, melódica y muy suave; me preguntaba si la voz de los ángeles eran así de hermosas como la de él— eso es un gesto muy bondadoso y noble de tu parte, en estos tiempos ya casi no quedan humanos como tú —no entendía que era lo que quería decir, pero yo seguí hablando.

— mmm supongo que si… necesitas ¿que llame a alguien?, para avisarle que estas aquí — él no me intimidaba ni nada, ni siquiera me daba miedo pero tenía curiosidad y necesitaba saber— ¿Cómo te llamas? —creo que comenzaba mi interrogatorio.

— Edward… —me decía mientras se miraba y tocaba su espalda a la altura de su omoplato— tendrías por casualidad algo para cubrirme —supuse que quería alguna camisa o algo así.

— Cla-claro solo déjame que te busque, debo de tener algo de mi padre que te quede —y sin más me levante del suelo y fui hasta mi habitación. Rebusque en mi guardarropas y halle una camisa que era de mi padre, cuando volví lo encontré parado mirando las fotografías de mis padres. Estaba de costado a mí y de donde estaba podía apreciar el precioso y perfecto perfil de su cuerpo.

— Aquí tienes, no es mucho pero te servirá —le tendí la camisa y la tomo sin mirarme.

— Ellos son tus padres…—me dijo y fue más una confirmación que una pregunta.

— S-sí, murieron hace dos años en un incendio, en sus trabajos, ambos trabajaban juntos —no pude evitar ponerme triste ante la mención de mis padres, aun me costaba mucho trabajo asumir que ya no los vería más, las lágrimas de siempre, mis fieles compañeras volvieron a hacer acto de presencia y se agolparon en mis ojos.

Sin darme cuenta en qué momento se había movido, tenía a Edward frente a mí, mis ojos se unieron con los suyos y literalmente me perdí en esos mares verdes. Como por arte de magia sus ojos me tranquilizaban, me hacían sentir paz y armonía como nunca antes la había sentido — ¿de dónde salió este hombre tan espectacular?— me decía en mi mente, cuando sentí su mano acariciar mi mejilla y por inercia mis ojos se cerraron al percibir su tacto tan suave y tranquilizador.

— Tus padres están bien… durmiendo, a la espera de la finalización de este sistema de cosas, y a tu encuentro para la vida eterna… —no pude más y abrí mis ojos, su mirada era penetrante y hacía que los vellos de todo mi cuerpo se erizaran.

— ¿Quién eres? —quise saber. No entendía como alguien así se cruzara en mi vida sin que yo tuviera que pagar un precio tan alto.

— Aun no es el momento para decírtelo, no estas preparada… pero para tranquilizar tu curiosidad te diré que ya no estás sola… —hablaba para tranquilizarme, pero lejos de eso mi curiosidad y ansiedad iban en aumento.

—No entiendo ¿No es el momento para decirme qué? ¿De qué estás hablando? —necesitaba una explicación de quién demonios era y porque estaba lo más campante hablándome de la forma en que lo hacía.

— Como dicen los humanos… la curiosidad mato al gato, por favor no me preguntes más, ahora tengo que irme —se separó de mí y pude sentir como extrañaba su tacto tan placentero.

— ¿Dónde iras?… —yo lo encontraba tirado en medio de calle sin nada, y él pretendía que yo no me preocupara de ¿cómo, y hacia donde se iría?… ósea me hubiese preocupado así por cualquier persona que hubiese estado en su misma situación.

— Tu no te preocupes por mi… preocúpate por no perder esa alegría que aun llevas dentro —se separó de mí y se dirigió hasta la puerta, yo lo acompañe y la abrí sin querer que se vaya aun. Él pareció entender mi tardanza y lentitud para abrir la puerta y dijo…

— Nos volveremos a ver, te lo prometo —y sin más se acercó muy lastimosamente cerca y deposito un casto beso en mi frente y acaricio mi mejilla en el trayecto— y gracias por tu toque de vida… —y se fue, dejándome a mí con el aire atorado en mis pulmones.

¿Que fue todo eso? ¿Qué había pasado? ¿Quién era Edward? ¿Qué hacía tirado en la calle? ¿Cómo había llegado ahí? ¿Y porque con todo lo que había sucedido yo no estaba para nada asustada? ¿Cómo una persona se levanta de estar inconsciente como si nada hubiera pasado? ¿Y por qué Edward me hablaba como si me conociera de antes?... Muchas eran las preguntas que habían surgido en mi cabeza, y ninguna tenia respuesta.

Al contrario de lo que pensaba, no me arrepentía para nada de haber traído a Edward a mi departamento, no, claro que no, pero no entendía lo que me pasaba, siempre había sido desconfiada con la gente, pero con él era diferente. Él me transmitía la seguridad y la armonía que hacía mucho tiempo estaba necesitando y eso hacía que me relajara, Edward era un ser especial que irradiaba paz, no sé qué, ni quien lo puso en mi camino pero estaba más que agradecida por tan precioso regalo.

Así recostada en mi sofá me quede dormida, pensando en lo que me había sucedido.

Unos golpes en mi puerta, me sacaron de mi descanso, me levante sobresaltada y fui a ver quién era.

— Eleazar vas a dejar un agujero en mi puerta de tanto golpearla —él estaba realmente preocupado se le notaba en la cara.

— Tú me tenías preocupado, lo siento no pude venir antes, pero ya estoy acá… ahora dime —se quedó mirando a mi alrededor en busca de algo— ¿Dónde está tu supuesto amigo? —me pregunto y se quedó a la espera de mi respuesta, yo estaba muy cansada y necesita recargar pilas y pensar un poco en lo que había pasado.

Me acerque a él, a la altura de su mejilla y deposite un tímido beso.

— Edward ya se fue, y es mi amigo, no tienes por qué estar tan preocupado Eleazar, él fue asaltado y le robaron todo… gracias a Dios que lo encontré yo —le comente mientras nos dirigíamos hacia la puerta ya que anteriormente habíamos entrado.

— Bueno… ¿Estas segura que está todo bien? ¿Puedo irme tranquilo? —me pregunto en un tono de voz mandón como solía usar mi padre.

— Sí, puedes irte tranquilo que no pasa nada, aparte seguramente lo volverás a ver —y sin más me saludo de una forma paternal y se fue.

Me dormí muy pasada la madrugada. Sin que me lo esperara soñé con Edward. Con su perfecto rostro, con su cabello y con aquellos ojos eran tan transparentes que me dejaban ver la profundidad de su interior

Un olor a flores inundo mis fosas nasales. No quería abrir mis ojos, quería seguir soñando con la anatomía de ese ser tan asombroso que me había cruzado la noche anterior.

Muy despacio abrí mis ojos y me estire sobre mi eje para salir de mi letargo.

Ese olor volvió a invadir mi nariz y decidí seguir su rastro, me acerque hacia los ventanales que daban a mi balcón y me asombre tanto de ver como todas mis macetas habían florecido con fresias, ese era el olor que había percibido antes… pero algo me pareció raro, mire hacia el balcón de mi lado derecho y nada, las flores de sus canteros estaba marchitas; mire hacia el otro lado y sus canteros estaba iguales, volví a mirar mis flores y en mi boca se formó una amplia sonrisa.

Mi día comenzaba de la mejor manera, esté sería un hermoso día, de eso estaba segura.

Cuando entraba de vuelta por las ventanas francesas, hacia mi habitación sentí como el timbre de la puerta sonaba, fui inmediatamente para ver quién era la persona que me visitaba a esta hora de la mañana, y un día sábado.

— ¡Hola Isabella! —no me esperara que ese encuentro que tanto deseaba yo, fuera tan rápido. Un muy sonriente Edward estaba recargado en el marco de la puerta.

— No esperabas verme tan pronto ¿no? —me pregunto y yo asentí sin decir palabra alguna. Me hice a un lado y permití que pasara, él entro y esta vez pude verlo en todo su esplendor, estaba vestido con unos jeans oscuros y una camisa color celeste, y en sus pies traía unas deportivas negras.

— ¿Qué haces aquí?, yo no… —estaba muy confundida.

—Quería pasar el día contigo —se quedó callado unos minutos y siguió— mira yo sé que anoche pude haberte asustado, pero te juro que esa no fue mi intención, yo necesitaba que tú me encontraras y esa fue la mejor manera… —lo corte, no estaba entendiendo nada.

— No te entiendo nada, ¿cómo… que tu necesitabas que yo te encontrara?, ¿me puedes explicar de qué va todo esto?… dime si es una broma y terminemos con esto de una vez —estaba empezando a enojarme por no recibir respuestas de su parte. — vienes y te presentas en mi departamento como si nada y me dices que quieres pasar el día ¿conmigo? Ni siquiera te conozco que te hace pensar que voy a aceptar pasar el día contigo —estaba realmente enojada a estas alturas.

— Tus ojos pueden ver que no estoy mintiendo y te hacen ver mi sinceridad y eso te hará aceptar —me dijo como si nada, muy tranquilo—, y eso de que no me conoces se puede arreglar ahora mismo, para eso estoy aquí —y se sentó en mi sofá cruzando los brazos sobre su pecho… su pecho. ¡Concéntrate Bella!

— Yo… yo no puedo tengo muchas cosas que hacer, aparte debo estudiar y no tengo tiempo —dije queriendo probar hasta donde era capaz de insistir.

— Con eso no hay problema, estas de vacaciones —

— Lo sé, pero yo ya tenía planes —

— Con eso tampoco hay problema —y en ese momento sonó mi celular, lo tome de mi bolso y mire la pantallita para ver quién era.

— Hola Rose, ¿cómo estás?… yo bien gracias, a ¿qué se debe tu llamada tan temprano?… uhmm enserio… ok gracias por avisarme… adiós y disfruta de estas vacaciones — corte la llamada y encare a Edward que me miraba divertido sentado en mi sofá.

— Era mi amiga, me aviso que ayer en la noche hubo una fuga de gas en su departamento y que ahora está viajando para lo de sus padres… así que el edificio estará cerrado por una semana hasta averiguar de dónde proviene la fuga… eso sí que es raro nunca antes había pasado algo así es un edificio caro… —me quede pensando un minuto y fue Edward quien me saco de mi divagación.

— Sí, eso sí que es raro…así que ya tendrás tiempo de planear algo con tu amiga, hoy no te escaparas de mí… —dijo mirándome a los ojos y sin más volví a perderme en su mirada.

— Ok acepto, solo si hoy nos podemos quedar aquí… no estoy de ánimo para salir… ¿qué dices? —pregunte, y rogué que él aceptara.

— Claro, no hay problema…—una hermosa sonrisa se formó en sus labios dejándome ver la blancura de sus dientes.

— Ya… ¿ya desayunaste? —y ese fue el principio de todo.

Así pasaron cuatro meses, en los que él venía a visitarme todos los días sin falta. No había tormenta que no lo hiciera venir, él siempre se presentaba en mi casa o en la universidad, ya que hacía dos semanas habían comenzado las clases, siempre me esperaba con una sonrisa que hacía que me olvidara de todo lo vivido en el día, me reconfortaba de tal forma que aunque ese día haya sido malo, simplemente me lo hacía olvidar con apenas mirarlo a los ojos.

Muy rara vez salíamos de mi departamento, entre nosotros se había formado una amistad pura y sincera, tuve que presentárselo a Eleazar, a él le parecía muy raro que de un día para otro, un hombre me viniera a visitar todos los días. Para él era y seguía siendo una niña con cuerpo de mujer, pero una niña al fin y al cabo. No quería que pensara mal de mí, ni tampoco de Edward, quería que siguiera pensando que era esa niña decente y que entre Edward y yo solo había una amistad. Eleazar decía que había algo en Edward que le incomodaba pero que no sabía que era, así que solo lo dejo pasar.

Muchas veces Edward y yo nos quedábamos dormidos viendo una película, pero él siempre se iba, no importaba la hora, él siempre tenía que irse.

Cuando yo intentaba indagar un poco sobre su vida él siempre evitaba responderme, solo me decía que aún no era el momento, muchas veces terminaba enojada por no recibir respuesta alguna, pero ese enojo se esfumaba con solo una mirada de su parte. A su lado me sentía segura, protegida del mundo entero y solo él me daba esa seguridad.

Había días en lo que no tenía ánimos de nada, pero él simplemente se quedaba a mi lado abrazándome. Ya me había acostumbrado a sus abrazos, a sus caricias en mi cabello, a las melodías que me susurraba al oído que nunca antes las había escuchado, parecían melodías salidas del mismísimo cielo, a sus palabras de aliento, a todo, simplemente estaba empezando a depender de su presencia, ya no estaba segura de poder seguir adelante sin él.

Y así me encontraba en este momento, fundida en sus encantos, escuchando esa hermosa melodía que provenía de sus labios y que hacía que me sumergiera en un placentero sueño profundo.

Ya no necesitaba más nada, solo a él, solo su presencia, solo descansar a su lado.

— Hermosa me tengo que ir —dijo acariciándome la espalda, yo estaba recostada en el sofá y apoyando mi cabeza en su regazo. Me incorpore y la tristeza se apodero de mí, esta noche más que nunca necesitaba que se quedara, necesitaba estar con alguien y él era ese alguien perfecto.

— Quédate… por favor solo esta noche —él me miraba asombrado por mi petición, nunca antes le había pedido que se quedara.

— Mi niña… sabes que debo irme yo… —me arroje a él y rodee su cuello con mis brazos.

— Por favor… te necesito, esta noche te necesito más que nunca… —lo último lo decía en un sollozo. Mañana se cumplirían tres años de la muerte de mis padres y yo no quería despertarme sola y sentir lo que todos estos años sentía a verme tan solitaria.

La angustia y la pena se apoderaban de mí haciendo que por semanas estuviera en ese estado. Yo estaba profundamente enamorada de Edward y quería que él borrara todo ese dolor.

— Por favor no te vayas… no hoy —me removí para quedar frente a él, pero sin soltar su cuello, él me miraba con asombro por lo que había hecho, pero lejos de eso me sorprendió lo que él estaba a punto de hacer. Se acercó de tal manera que su aliento chocaba en mi rostro, acaricio mi mejilla y soltó un suspiro que pareció ser doloroso para él. Me tomo de la cintura y me acomodo de manera que quede a horcajadas sobre él, ese movimiento me tomo desprevenida.

Yo por mi parte me deleitaba acariciando con las yemas de mis dedos su precioso rostro, amaba tanto poder hacerlo, pero no como siempre lo hacía, esta vez era diferente, esta vez no éramos simplemente amigos, ahora eran caricias de un hombre y una mujer.

Sin aguantarme más, anhelando tanto lo que hacía, deje que mis dedos desabrocharan los botones de su camisa, halagando la piel que se veía a su paso, me detuve más de la cuenta complaciéndome con sus perfectos abdominales y volví a subir mis manos y las pose en sus hombros.

— Isabella… por favor… puedes desvestirme…pero no me tortures —me sonroje de la peor forme ante su mandato, luego baje mis manos de sus hombros, permitiéndome acariciar su pecho y su estómago, dejando que la palma de mi mano se frotara contra su abdomen, no pudo evitar tensar los músculos y sisear mientras mis manos descendían a sus pantalones. Sin dejarme terminar con mi cometido, tomo mis manos y me las llevo hasta su nuca, sin darme cuenta sus manos se metieron por debajo de mi blusa y fue ascendiendo hasta tocar el inicio de mis pechos, sus ojos quedaron como platos cuando se dio cuenta que no llevaba sostén, yo solo pude sonreírle y finalmente dejarme llevar por el placer. Empezó a acariciarme he hizo que alzara mis brazos para que pudiera sacarme la blusa, me miro con total admiración, admiración que se reflejaba en sus ojos, se puso de pie y me cargo de modo que pude enredar mis piernas en sus caderas.

De pronto aparecimos en mi habitación. Él me recostaba en mi cama tan delicadamente que hacía que mi corazón se derritiera. Se quedó arrodillado en el colchón mirándome, yo estaba obnubilada por el deseo que él me provocaba, de repente una vergüenza desmesurada se apodero de mi haciendo que me cubriera los pechos con mis brazos.

— No… mi amor no te avergüences de mí, eres una criatura extremadamente hermosa, por favor deja que te amé, como solo yo podría hacerlo —me incorpore arrodillándome, quedando a su altura y lo bese, lo bese con toda la pasión que tenía guardada para él, solo para él ya que nunca en toda mi vida había estado de esta forma con un hombre y mucho menos me hubiese imaginado con uno como Edward.

El beso se fue tornando cada vez más profundo y pasional, sus manos se movían por toda la extensión de mi espalda, hasta que se situaron en trasero haciendo que con cada movimiento que yo hacía, él me apretara esa zona atrayéndome cada vez más a él.

De un momento a otro él estaba sobre mi apoyado sobre sus codos aguantando su propio peso.

— Mi vida, yo sé que tú eres pura en todos los sentidos, por eso necesito y es mi deber preguntarte… sí ¿estas segura?—me pregunto y sentía tanto amor por él, sabía que él era, es y siempre seria el indicado.

— No tengo dudas… Edward desde el momento en que te vi, mis ojos quedaron enganchados en los tuyos, mi amor por ti se fue acrecentando cada día un poco más si eso era posible… yo… yo no sé nada de tu vida pero sin saberlo conlleva a el peligro de perderte, prefiero no saberlo… te amo, te amo y quiero que me hagas tuya y que nunca te alejes de mi… —sus ojos parecían tristes y una lagrima se derramo por su mejilla, la tome con un casto beso y volví besarlo, pero esta vez fue un beso pausado y lento, demostrando todo el amor que mi corazón profesaba por él.

Mis manos fueron a su espalda y acaricie toda la piel que estaba a mi alcance.

Y sin más comenzó a amarme de la forma más antigua que pudo existir entre los humanos. Él sobre mí, se movía con toda la caballerosidad y dulzura que un hombre podría tener, el silencio de la habitación comenzaba a romperse con nuestros gemidos, mis piernas se enredaron en sus caderas atrayéndolo más hacia mí y haciéndome gozar de tanto placer. En mi bajo vientre se formaba una bomba que necesitaba ser detonada y Edward estaba haciendo un excelente trabajo. Sentía como las paredes de mi sexo se contraían y a juzgar por la cara de Edward, eso pareció excitarlo aún más ya que él al percibir eso comenzó a acelerar sus embestidas.

— Oh Bella… se siente… tan bien —

Nuestras bocas se unieron y en ese mismo instante una oleada de placer arraso todo mi cuerpo haciéndome retorcer bajo el cuerpo de Edward, quien luego de dos embestidas más se dejó liberar con él mismo placer que el mío.

Sin separarnos dejo que su cabeza reposara en mi pecho, y así jadeando por el cansancio nos quedamos un largo momento. Luego se separó de mí y se acomodó a mi lado atrayéndome para que ahora yo posara mi cabeza en su pecho. Un silencio sepulcral inundaba mi habitación hasta que él decidió hablar.

— Isabella… —él pronunciaba mi nombre de manera tan armoniosa que hacía que mi cuerpo se estremeciera.

— Uhmm… —solo pude balbucear.

— ¡Tienes que saber quién soy! —oh había llegado el momento, por fin sabría quién es, para mí era importante saber la vida del hombre que amaba, pero no por eso era necesario, no sí para él era algo doloroso.

— No es necesario si tu no quieres —trate de quitarle importancia para que se sintiera cómodo.

— Esa es la cuestión… que no quiero, pero lo nuestro llego demasiado lejos y… y mi amor por ti es irremediable, ¡por eso necesito que sepas que y quien soy! —mi cuerpo se tensó ante tales palabras.

Podía ser algo tan malo, sería un asesino, no, una persona tan pura y bondadosa no podría nunca lastimar a otra, tendría que ser otra cosa, pero no podía imaginarme que era eso que él no quería contarme pero… perdón acaso había dicho, que y quien soy, no entendía que quería decir.

Aunque me había agarrado sueño, tome fuerza y me separe un poco de él, me senté a su lado tomando mis rodillas con mis brazos y hable.

— Entonces llego el momento… ¿Sabré quién eres? ¿Me contaras toda tu vida? —le pregunte y vi como su cara se entristecía y sus ojos tomaban una tonalidad oscura.

— Sí, ya no te puedo ocultar más que soy… —se sentó junto a mi quedando de frente— es tu derecho de saber todo sobre mi, Isabella, yo no quiero que te asustes, pero quiero que trates de tener la mente abierta, todo lo que tengo para decirte es todo verdad y tienes que creerme —su voz denotaba desesperación y no me gustaba para nada verlo en ese estado, acaricie sus mejillas con mis manos y le di un beso para infundirle valor.

— Mi amor no tienes nada de que temer, nada va a separarme de ti… —le di otro beso— ya no podrás librarte de mí —sonrió y yo lo seguí.

— No pienso hacerlo… pero no sé cómo empezar… —lo corte.

— ¿Qué te parece, si comienzas por el principio? —Él asintió y sus músculos se tensaron.

— Isabella yo… yo… a mí me encomendaron una misión, yo protejo a la gente y fui enviado aquí, para protegerte a ti. La noche que tú me encontraste yo había sido puesto a propósito en ese lugar, parte de la misión era que tú me encontraras en ese estado, es verdad que estaba inconsciente, y era necesario que tú me tocaras para darme la vida, tu tenías que ser la primera persona en tocarme, yo… yo fui tu guardián desde antes que nacieras… desde que tú fuiste concebida… —mis brazos estaban tensos rodeando mis piernas, yo miraba sus ojos, pero él parecía no querer levantar la vista de las sabanas que cubrían nuestra desnudes, hablaba sin rastro de alegría en su vos.

— ¿Quién te envió? ¿De dónde eres?... —no me dejo terminar.

— Quien me envió no puedo decírtelo, pero sí de dónde vengo y que soy —no sé porque pero mi estado de ánimo estaba empezando a cambiar, estaba confundida, todo esto parecía ser una broma… ¿Él era mi guardián?… mi cabeza era una total confusión.

— Bueno por favor, habla de una vez… ¡Dime de dónde vienes y que eres! —me estaba exasperando y había levantado la voz un poco más de lo que hubiera deseado.

— Ok… —se dio vuelta y me mostro su preciosa espalda— mira, ves estas marcas —y por primera vez me percaté de que en su espalda a la altura de sus omoplatos había dos marca, dos líneas verticales, las acaricie con las yemas de mis dedos y él agacho su cabeza— ¿No te imaginas que pudo haber causado esas marcas? —me preguntó, y no, no me imaginaba que pudo haber causado eso, pero tuvo que ser algo doloroso.

—No, no me imagino, pero tuvo que ser algo muy doloroso —dije, y él suspiro.

— Isabella yo… esas son las marcas de mis alas —me detuve en seco al escuchar lo que había dicho, acaso él había dicho… no yo abre escuchado mal, volvió a posicionarse frente a mí y me miro a los ojos me tomo de las mejillas y hablo— yo fui enviado a la tierra para protegerte… mi misión era que tú me encontraras y me dieras la vida cuando me tocaras, para luego alejarme y cuidarte desde las sombras, pero no fue así, yo al verte supe que no podría alejarme de ti, quise que esto no pasara solo tenía que cuidarte, me propuse acercarme a ti para solo acompañarte de la forma que tu quisieras, un amigo, un hermano, lo que sea… pero me fue inevitable enamorarme de ti, tu bondad y el amor puro y sincero que muestras por las simples cosas fue lo que me encantaron de ti… y después de lo que paso hoy ya no pude ocultártelo más, estabas en todo tu derecho… no sabes lo difícil que era irme en las noche y dejarte sola aunque sea por unas horas, tú te metiste en mi ser sin contemplaciones y te adueñaste de este corazón que me regalaron en los cielos, y que ahora yo te lo ofrezco… —lagrimas desbordaban de mis ojos, mis pulmones no funcionaban y mi cuerpo comenzaba a temblar, y el llanto, el dolor, y un sentimiento de pérdida se apoderaron de mí y no se hicieron esperar.

— ¿Tu… tu eres… un…? —no me dejo terminar.

— Sí… lo era, pero ya no, o por lo menos no después de lo que paso entre nosotros—mi corazón dio un vuelco ante sus palabras, él había renunciado o mejor dicho yo lo había orillado a que él cometiera tal grave error, ahora lo comprendía, él habiendo hecho el amor conmigo dejaba de ser un ser puro y eso parecía no ser permitido en los cielos.

Yo era un ser despreciable, como pude haber sido tan egoísta, él era un ser de paz y yo una simple humana dejándose llevar por la sed de la carne y llevando con eso la peor de las consecuencias, ¡que a él ya no le permitieran la gloria en las alturas! Era una persona asquerosa.

— Mi amor, por favor golpéame, insúltame… pero no llores, por favor perdóname…— me tomo de los brazos con la intención de acercarme a él, pero yo se lo impedí y me aleje— por este mismo motivo no quería decírtelo, lo que tanto temía está pasando… Bella por favor, mi amor no me alejes de ti, no sabes el daño que eso causa en mi interior —no tenía el valor de mirarlo a los ojos, pero igual lo hice, tenía que salvarlo de alguna forma… no todo podía estar perdido, aunque me doliera en el alma y mi corazón se desangrara a desmedida, él no podía dejar de ser ese ser perfecto, no por mi causa. ¡No!

— Edward… sé que esto me dolerá —quise sonar lo más fría posible, para que esto fuera menos doloroso para ambos, sabía que solo estaba hablando de mí, pero lo hacía por los dos, por él— pero ya no podemos seguir más, no después de lo que me confesaste, soy una persona despreciable por haberte obligado a perder lo que tenías yo… —no me dejo seguir, me tomo de los brazos y tiro de mi con tanta fuerza que hizo que me sentara en su regazo. Me abrazaba con fuerza y desesperación, que hacía que el aire no llegara a mis pulmones, aflojo un poco su agarre solo para dejarme respirar y comenzó a llorar. Mierda no. No él.

— Por favor mi vida, no me dejes, no puedes dejarme soy tu guardián, tu no me obligaste a nada lo hice porque quise, por todo el amor que mi corazón siente por ti, yo fui creado con amor y ese mismo amor es el que me ha dado la gran dicha de ser un humano… siempre fui consciente de lo que podía pasar y no me arrepiento de haber hecho el amor contigo, fue… fue la experiencia más alucinante que pude haber tenido, la mejor noche de toda mi existencia, y eso fue todo gracias a ti… Bella mi amor… por favor no digas mas eso… —y siguió meciéndome en sus brazos hasta hacerme dormir, pero yo sabía muy bien lo que tenía que hacer, dejaría mi felicidad de lado y haría que él retomara la suya, aunque eso significara alejarlo de mí.

Pude sentir como él se había dormido ya que su respiración era acompasada, me levante y salí de ahí, me fui a mi sala y me senté en mi sofá.

No podía parar de pensar en lo que estaba por hacer, sufriría como una condenada pero él se merecía todo mi esfuerzo, y su felicidad estaba por encima de todo.

Ya estaba amaneciendo y decidí que tenía que salir de ese lugar necesitaba llorar y gritar, un dolor se estaba instalando en mi pecho y eso hacía que no pudiera respirar.

Volví a la habitación limpiándome esas lágrimas silenciosas que salían de mis ojos y tome lo primero que vi, me vestí sin hacer ruido y me fui. Al volver a la sala tome una hoja y escribí una carta a Edward, ahí le explicaría lo que siento y cuanto lo amo pero que por encima de todo estaba su felicidad.

Empecé escribiendo la carta…

Edward:

Yo pensé que el amor era para toda la vida, entre dulces sueños, caricias, y besos, para sentirnos en un paraíso eterno, pero hasta ahora estoy viviendo la desazón de saber que tú ya no pertenecerás a ese paraíso, y mi amor te lo juro, eso me ha llevado a un oscuro mundo de tristeza. Tanto que no lo puedo permitir. Ya no, no después de lo ocurrido, no después de saber que tú sufrirás, y ese sería mi peor castigo por cometer el peor de los pecados, quitarle la eternidad a un ser como eres tu mi vida.

Haces que todo desaparezca en un instante y que nada ni nadie más importe, borraste las heridas que sin querer estaban latentes en mi piel, me provocaste y desataste el deseo de conocer a tan más grande hombre, ese que me hizo sentir princesa y reina a la vez…

Ya que no tengo más palabras que decirte y me pediste que aceptara tu decisión, ahora yo te pido que respetes la mía, para que mi alma y mi corazón no sufran más por esta despedida que estoy provocando, te amo y siempre lo hare, pero por favor ya no podemos. Yo no puedo seguir con esto, te pido que para cuando regrese ya no estés más. Volver a vernos nos destruiría mucho más. Perdóname.

Si algún día te vuelvo a ver, pondré tu mano en mi pecho para dejarte saber que sigue latiendo por ti y solo por ti.

Te Amo Siempre tuya… Isabella

La termine y la lleve hasta donde él descansaba, me permití mirarlo por última vez, ya que si él hacía caso a mi pedido, no lo volvería a ver.

Deje la carta junto a él y por última vez bese sus labios. Me fui dejándole mi corazón en esa carta, un vacío se había instalado en mi pecho dándome paso a la locura y el dolor.

Corrí como nunca antes lo había hecho en mi vida, necesitaba alejarme de él, aunque mi corazón se quedara atrás, con esto ya no había vuelta. Llegue a una arbolada y me desplome cayendo de rodillas. Grite, grite como si de eso dependiera mi vida. Mis ojos parecían cataratas de agua salada, grite su nombre hasta que mi garganta ya no pudo más. Me quede recostada al pie de un árbol y allí estuve por no sé cuántas horas, me incorpore y mire mi reloj, no sabía cuántas horas había pasado en ese lugar, pero ya debía ser medio día por los rayos de sol tan penetrantes y calientes. Mi reloj marcaba las dos de la tarde, y me dije que ya era tiempo de regresar. Tome toda mi fuerza de voluntad y comencé a caminar.

Llegue a la puerta de mi edificio pasada las cuatro de la tarde, en verdad había corrido bastante.

Al entrar al edificio, un Eleazar con el ceño fruncido me miraba por detrás de su mostrador.

— Buen día Eleazar —dije sin rastro de alegría en mi voz.

— Isabella… estas bien, te noto cansada mi… —rodeo el mostrador y se acercó a mí, me tomo de los hombros y me pregunto— ¿En qué momento has salido que no te vi? —claro que no me había visto, yo había salido muy temprano.

— Yo… no sabes si… si Edward ya se fue —pregunte queriendo saber si él aún se encontraba en mi departamento, roge a Dios porque no estuviera, ya no tenía fuerzas para mirarlo a la sus ojos.

— No mi niña, él… él salió temprano, parecía que había pasado una mala noche y me pareció que estaba llorando, solo me dijo adiós y se fue… —Dios mío… lo había destrozado, nunca me lo perdonaría, pero sabía que así era mejor.

— Gracias Eleazar —le di un beso y me fui, ya no soportaba estar en presencia de nadie solo quería derrumbarme en la soledad de mi cama. Necesitaba llorar y desahogarme por la culpa que se había apoderado de todo mí ser por haber hecho tan infeliz a Edward.

Llegue a mi departamento y al entrar pude sentir su aroma, demoliendo toda la fuerza que quedaba en mi cuerpo, me desplome ahí en ese mismo lugar y volví a llorar como la desgraciada que era por haber condenado a Edward a este mundo muerto.

Imágenes pasaban por mi mente y en todas estaba él, estos meses habían sido los mejores de mi vida, los más alegres, sin remordimiento alguno, sin preocupaciones solo disfrutaba de su compañía, de su amistad y finalmente de su amor; todo para que se derrumbara en un segundo.

Sentía un dolor abrazador en todo mi cuerpo, que se instaló para no irse jamás.

Sentí mi cuerpo adormecido de estar tanto tiempo en el piso. Me había quedado dormida y cuando intente enderezarme mis brazos estaban dormidos. Me quede un momento sentada en el piso y cuando me fije la hora, ya eran pasada las siete de la tarde. Me levante y fui hasta mi habitación. Los recuerdos de la noche anterior calaron hondo en mi mente, volviendo a sacar a flote ese dolor abrazador.

Me fui hacia el baño y me desvestí, me metí en la bañera y prendí el agua fría, me mantuve debajo del agua y así estuve como quince minutos. Cuando salí me envolví en una toalla y me mire en un espejo que tenía en la puerta del baño, el espejo era bastante grande ya que podía verme en cuerpo entero. No pude más que volver a ponerme triste y silenciosas lágrimas volvían a salir.

Como me encontraba me recosté en la cama, eh inhalando su aroma que aún estaba en las almohadas me quede dormida. Comenzando a soñar con mi dulce tortura.


Monótonos eran mis días, respiraba porque mi cuerpo trabajaba solo. Se movía por inercia, ya que si fuera por mí, todos estos meses me hubiera quedado en mi cama, lamentando mi desdicha. Me habían dado de probar la miel más pura y dulce haciéndome adicta a tan placentera sensación, para luego quitármela y dejarme en su lugar el más amargo de los añejos.

Cuatro meses habían pasado desde la última vez que vi a Edward, desde la última vez que me había abrazado, que me había besado, de que me había acariciado, de que me había susurrado palabras de amor, pero a pesar de todo parecía como si todo eso lo hubiera vivido ayer.

Hoy me había levantado más cansada de lo normal, hacia tanto tiempo que no descansaba ni dormía bien, que me estaba haciendo tener problemas de salud.

Estaba yendo a la universidad y prendí la radio donde estaban pasando un tema muy particular. De pronto era como si escuchara mi vida en esa canción…

Dime cómo se supone que debo respirar sin aire

Si muriera antes de despertar

Que fuera porque me dejaste sin aliento

Perderte es como vivir en un mundo sin aire…

Así mismo me sentía, vivir sin Edward era como vivir sin aire, estaba desesperada, todo me hacía acordarme de él, ya no sabía cómo apaciguar este dolor en mi pecho…

Estoy aquí en soledad, no quise marcharme

Mi corazón no se moverá, está incompleto

Desearía que hubiera un modo de hacerte entender

Pero como esperas que yo

Viva sola conmigo

Porque mi mundo gira entorno a ti

Me es tan difícil respirar

Dime cómo se supone que debo respirar sin aire

Mis días pasaban iguales, creo que aún no comprendía lo que era una separación, sé que lo había dejado y lastimado y que no había marcha atrás… pero estaba segura que él seguiría su camino, y yo me quedare aquí.

No puedo vivir, ni respirar sin aire

Es como me siento cada vez que no estás ahí

Sin aire, sin aire

Líbrame de esas aguas tan profundas

Dime como estarás sin mí

Si tú no estás, no puedo respirar

Sin aire, sin aire

Sin aire, sin aire…

Edward era más que mis sueños, era más que mis ilusiones, todo para mí lo era él, pero jamás lo vi así, creí que soñar era cosa fácil y ahora me doy cuenta que deje ir lo mejor de mi vida, pero él se lo merecía… si… él se merecía mi sacrificio…

Caminé, corrí, salté, volé

Me levanté del suelo para flotar hacia ti

Sin gravedad que tirara de mí hacia abajo, de veras

Pero de alguna manera por dentro estoy aún viva

Me dejaste sin aliento, pero sobreviví

No sé cómo, pero ni siquiera me importa

Así que como esperas que yo

Viva sola conmigo

Porque mi mundo gira entorno a ti

Me es tan difícil respirar…

Solo le deseaba una buena vida eterna, esa que una vez me había prometido, donde estaría rodeado de sus iguales y donde rogaba que nuca se olvidara del recuerdo de mi amor…

La canción siguió y mis ojos se nublaron por las lágrimas sin derramar, frote mis ojos pero cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, un auto se acercaba a mí a alta velocidad, quise esquivarlo pero al hacerlo desbarranque a un lado de la carretera. Sentí un fuerte dolor en mi cabeza y todo empezó a nublarse, volviéndose cada vez más oscuro.


Bien, espero que les haya gustado la primera parte de mi Two Shot... Quiero agradecer enormemente a Shades, se que el estudio la tiene de los pelos pero aun asi hace el esfuerzo de entregarme cada capitulo a termino... por eso MUCHAS GRACIAS NENA...


Y ESTE FIC ES PARA UNA PERSONA ESPECIAL PARA MI... FERNANDA QUINTO... MUCHAS GRACIAS POR ESTAR CONMIGO Y RECUERDA :

***TANTO COMO DUREN NUESTRAS VIDAS***

Gis Cullen