Disclaimer: Dragon Ball y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Akira Toriyama. Este fic fue hecho sin fines de lucro.


Mi niñera favorita


Nada como disfrutar un hermoso día de verano; los pájaros cantan, los niños corren, la brisa golpea las hojas… Un día perfecto, perfecto para …

—¡Trabajar!—exclamó Bulma al teléfono —. ¡¿Quieres que vaya a trabajar?! Lo siento, pero tu sabes que estoy en descanso por el cuidado de la niña… Sí, sí, entiendo. Pero… No, no es eso… ¿Y quién se hará cargo de ella?… ¿Estas seguro que solo será por un rato?… Esta bien, esta bien. Voy enseguida —cortó.

Tomó asiento en el sofá y suspiró.

Se suponía que tenía la semana libre. Se suponía. Ser la presidenta de la corporación más grande e influyente del planeta no era para nada sencillo, ni siquiera para la mujer más inteligente de la Tierra.

Bulma comenzó a desear que Trunks cumpliera la mayoría de edad para que él se hiciera cargo de la empresa y, al fin, ella pudiera tener su merecido descanso. Tal como sucedió con sus padres, ahora ellos disfrutan de su vida viajando por el mundo. Que envidia.

Ahora tenía un problema.

Bra.

«Ahora, ¿con quién dejo a la niña?»

Se lamentó de que sus padres estén de crucero por el mundo, en estos momentos los cuidados de la amorosa señora Brief hubieran sido necesarios.

Pensó en Milk, pero no tenía el tiempo suficiente para ir hasta las montañas. Lástima que nunca le pidió a Vegeta que le enseñara a volar, en casos como éstos hubiera sido necesaria esa técnica. De todas formas, él jamás hubiera aceptado enseñarle a volar.

Suspiró otra vez, se le acababan las ideas.

Trunks, él podría hacerlo. Pero no, recordó que ayer le había pedido dinero porque hoy tendría una cita con una de sus noviecitas. Descartado.

Solo le quedaba su última opción.

Sí, Vegeta.

Sabía que le costaría convencerlo, pero a Bulma Brief le gustan los retos. Además, estaba totalmente convencida que detrás de esa apariencia de piedra que mostraba ante todos se encontraba un hombre que se moría por su hija.

Listo, no había más que pensar. Se levantó del sofá y se dirigió hacia su habitación para ponerse un saco, tomar su cartera, y salió al encuentro del príncipe.

¿Dónde encontrarlo? Si no estaba en la cocina, pues estaba en la cámara de gravedad.

La científica avanzó a paso rápido hasta llegar a la puerta de uno de sus más grandes inventos. Por lo que podía oír del exterior se podría decir que Vegeta estaba en uno de sus más fuertes entrenamientos. Seguramente una distracción sería perjudicial para él. Pero a Bulma poco o nada le importaba eso.

Ella tenía a su favor que había instalado un comunicador, para que ella pudiera tener contacto con él sin la necesidad de arriesgar su vida ingresando a la máquina.

La encendió.

—¡Te he dicho mil veces que no me molestes mientras estoy entrenando! —gritó apenas la vio por el intercomunicador. Al parecer se encontraba haciendo lagartijas con una sola mano.

—Sí, sí, ya lo sé —bufó —. Solo quería decirte que saldré un momento por cuestiones de la empresa y que quiero que te hagas cargo de Bra —dijo como si fuera lo mas simple del mundo, sonriendo.

A Vegeta no le hizo gracia —Yo no soy su niñera, ese es tú trabajo —. Machista, como siempre. Pero Bulma ya lo conocía lo suficiente como para no sorprenderse.

—¡Ay, Vegeta! Ni que fuera tan difícil cuidar a una niña de un mes de nacida —dijo —. Además, está dormida. No causará problemas si continúa así, solo cuídala —dichas las indicaciones, miró su reloj: sele había hecho tarde —. Volveré rápido, adiós.

—¡Pero…! —se cerró la comunicación. Vegeta salió de la cámara de gravedad con la intención de decirle a su mujer que no contara con é, pero fue demasiado tarde —. ¡Ah! Escapó.

A lo lejos pudo divisar la nave en que se iba Bulma. Podría alcanzarla si quisiera, pero se dijo que quizás cuidar a su pequeña no podría ser tan malo.

El príncipe pensó en regresar a su entrenamiento, que fue interrumpido por Bulma en el peor momento, pero le dio curiosidad el ver a su hija. Así que primero se dirigió a la cocina para beber agua, pues se encontraba exhausto, y luego se dirigió a la habitación de la pequeña. Lentamente.

Sí, quizás ante los demás se muestre frío y distante, pero a pesar de que no muestre sus sentimientos con la misma facilidad que otros no quiere de ir que carezca de ellos. Es más, solo Bulma sabía que su pequeña hija ya se había robado el corazón del príncipe de los saiyans. Era su hija, su princesa. Pero no, jamás mostraría sus sentimientos por ella ante los demás. La cuidaría, por supuesto. Pero de la manera más sutil posible.

Se acercó despacio a su habitación, que se encontraba al fondo del pasillo. Llegó. Abrió la puerta con sumo cuidado para no hacer ruido, pues sabía que si despertaba sería el fin del mundo. El no se sentía capaz de poder callarla. Admiraba a Bulma en ese aspecto. Ella, humana, pudo con dos hijos saiyans.

Sin hacer mucho ruido, ingresó. Solo de lejos, solo quería mirarla para asegurarse que se encontraba bien.

La vio.

La princesita yacía profundamente dormida, abrazada de su pequeño muñeco de felpa que le regalaron los Son cuando la pequeña nació. Se veía adorable. Tan frágil, no parecía saiyan.

Quiso acercarse más. Así que caminó lentamente, lento, lento…

Y sonó.

Bulma había dejado una muñeca de Bra en el piso, el cual Vegeta pisó por accidente. La muñeca hacía un ruido ensordecedor, y Vegeta… tuvo miedo de que sucediera lo peor.

Nervioso, tomó el juguete, y con sus propias manos se encargo de desaparecerlo para siempre. Giró su cabeza hacia la niña ¿seguía dormida?.

Se movía.

Una gota fría cayó por la sien del príncipe. Le rogó a Dende que su hija continuara dormida.

Pero al parecer, no lo escuchó.

Y despertó. Con un llanto digno de una saiyan.

Los llantos se convirtieron en gritos potentes, tanto así que ni el mismo príncipe podía aguantar.

Vegeta se exasperó, y no hizo nada más que fruncir el ceño y cubrirse los oídos con un par de almohadas que encontró al lado. Adiós a la imagen de dulce princesita, lo que tenía al frente era una niña salvaje.

En cierta forma, eso lo hizo sonreír ligeramente. La niña sí era digna saiyan.

—¡Cállate, Bra!

La niña sacó más poder de su interior, y gritó aun más fuerte.

«¡¿Cómo rayos Bulma se hace cargo de ella?!»

Pero a pesar del mal rato que estaba pasando se sintió orgulloso de tener una hija poderosa. Sabía que si estuvieran en Vegetasei, la calificarían como una clase alta por tener tanto poder.

—Se nota que eres descendiente saiyan —dijo quitándose las almohadas de los oídos —. Esos gritos no los hace cualquier niño.

Un ruido lo sacó de sus pensamientos. Era Trunks, Vegeta no dudó en ir a su encuentro.

Lo encontró a punto de salir por la puerta. Se sintió aliviado de haberlo visto.

—Trunks, no te vayas. Hazte cargo de tu hermana, ahora.

Trunks se sorprendió de que fuera su padre quien le pidiera eso. Hubiera aceptado pero tenía razones, para él, más importantes como para quedarse en casa.

—¿Bra? Lo lamento, papá —le dio la espalda y abrió la puerta —. Tengo una cita, no puedo.

—No te estoy pidiendo un favor, ¡es una orden! —exclamó. Los llantos de Bra se escuchaban por toda la casa y ya le estaban colmando la paciencia.

—Lo siento, papá. Es tu responsabilidad —. Se despidió con la mano y salió volando.

Eso sí que enfureció a Vegeta.

—¡Pues haré las cosas A MI MANERA para callar a esa mocosa!

El heredero Brief oyó a su padre pero le restó importancia. Conocía lo suficiente a su padre como para estar seguro de que sería incapaz de ponerle un dedo encima a su princesita.

Pero… ¿De qué podría ser capaz un antiguo asesino del espacio, ser despiadado y cruel, con una pequeña e inocente bebé?

—¡Te he dicho que te calles!

La niña no entendía. Continuaba con el concierto de sus lloriqueos. Y eso exasperaba más y más al príncipe de los saiyans.

—¡No me importa que sigas llorando, ¿oíste?! ¡Yo tengo que entrenar! —media vuelta y salió se su habitación.

Uno, dos, tres pasos. ¿A dónde iba? ¿En verdad era capaz de dejar a su pequeña llorar desconsoladamente? No.

Aunque quisiera, no podía. Y no podía comprender el porquería qué, pero una fuerza inexplicable no le permitía seguir avanzando. Así que regresó, volvió para "intentar" calmarla.

«No entiendo como hace tu madre para mantenerte callada»

Nuevamente sus pensamientos fueron interrumpidos. Esta vez, el timbre de la casa.

Apenas lo oyó tuvo le esperanza de que fuese Bulma. Si era ella quién se encontraba tras la puerta no tendría que preocuparse más y podría irse a entrenar. Pero no. No era Bulma.

«Ese ki…» —gruñó en la mente.

No podía ser ese ki. Si Vegeta hubiera necesitado a alguien, "él" hubiera sido la ultima opción del universo. La última.

Con furia, salió de la habitación de la princesa a abrir la puerta. Se sorprendió de que aquella persona haya tenido la delicadeza de tocar el timbre. Generalmente, era de esas personas que se meten a la casa como si fuera suya.

Abrió la puerta y se topó con la sonrisa que más odiaba en el universo.

—Kakarotto... —gruñó —. ¡¿Qué quieres?! —preguntó con una mirada de pocos amigos.

—¡Hola, Vegeta! ¿Está Bulma? Milk necesita que repare su…

—No, no está —intentó cerrar la puerta en su cara pero el saiyan del gi naranja lo detuvo.

—Espera, Vegeta. ¿Por qué eres así? —dijo —. Creí que éramos amigos.

—¡Pues te equivocaste!

—Esta bien, esta bien —pensó en irse, pero los lloriqueos de Bra llegaron hasta los oídos de Goku —. ¿Esa es Bra? ¿Puedo verla?

—¡No, no puedes! —gritó. Pero luego lo pensó mejor, tal vez no era tan mala idea recibir ayuda suya ya que tenía dos hijos y una nieta. Podría ser de ayuda —Espera, Kakarotto. Puedes pasar a verla, pero tienes que hacer que se calle.

Y le dio la mirada de amenaza.

Goku solo respondió con alegría, como siempre.

—¡Claro, Vegeta!

Entraron a la casa y se dirigieron a la habitación de la pequeña. El príncipe iba adelante, por supuesto.

Goku se sorprendió al verla. El parecido con Bulma era grandísimo.

—Es idéntica a Bulma —Vegeta alzó una ceja al escuchar eso—. ¡Y a ti también, Vegeta! —corrigió —. Me pregunto si será fuerte cuando crezca. Por la potencia de sus gritos yo diría que va por buen camino, ¿tú la entrenarás?

—Bulma no me lo va a permitir, quiere que sea su viva imagen. Que desperdicio —dijo con una leve tristeza. Pero volvió en medio segundo —. Y tú ya no preguntes tanto. Si te traje fue para que la callaras, no para platicar contigo.

Goku se conmovió con eso.

—Bueno, Vegeta… —puso su mano en la barbilla e intentó recordar como eran esos tiempos cuando Gohan era tan solo un bebé —Cuando Gohan lloraba , recuerdo que Milk le daba leche materna. Dice que los bebés muy pequeños solo pueden tomar eso.

—¡Pero Bulma no está, insecto!

—¿Y si tú intentas darle? —preguntó con la más grande inocencia.

—¡No seas bestia! Eso solo pueden hacerlo las mujeres.

Vegeta ya se estaba arrepintiendo de haberlo traído. Tal vez hubiese sido mejor hacerlo solo, la presencia de Kakarotto lo impacientaba. Y al paso que iban no tardaría en ponerse a luchar con él.

—Bueno, esta bien… entonces —su mirada pensativa volvió—Gohan también dejaba de llorar cuando le cambiaban el pañal. Milk decía que cuando estaba sucio lloraba porque no se sentía cómodo. Tal vez Bra llora por eso.

Entonces Vegeta vio la luz.

—¡Eso es! —exclamó. Al parecer la ayuda de Goku sí servía de algo —. Kakarotto fíjate entonces, yo iré por los pañales.

Goku se sorprendió por eso.

—¡¿Qué?! Yo solo te doy sugerencias— nervioso, pues jamás lo había hecho. Vegeta se encontraba ocupado buscando los pañales por toda la habitación —. Yo jamás lo he hecho, Milk era quien lo hacía.

Y el príncipe encontró lo que buscaba.

—¡Pues entonces lo descubrirás hoy! —añadió. Goku, dudando, tomó la pañales que le entregaba Vegeta.

—Esta bien, pero me ayudarás —advirtió.

Con miedo, se acercó a la niña que aun no se cansaba y continuaba llorando. Con delicadeza, pero nerviosismo, extrajo el pañal de la bebé. Parecía un experto. Vegeta observaba nervioso desde el otro lado. Pero no le quedaba otra que confiar en Kakarotto. Se acercó a ayudar, y al final ambos hicieron un buen trabajo. Vegeta le alcanzaba todo lo que fuese necesario: pañales, talco, toalla.

Terminó.

Goku se secó la frente, exhausto. Pero no sirvió de nada.

La niña seguía llorando.

—¡Kakarotto, sigue llorando! ¡No lo hiciste bien!

—¡Sí lo hice bien! Debe ser otra cosa —pensó otra vez. Necesitaba recordar los momentos con bebé Gohan. Aunque la verdad, Gohan era un niño callado, y hacia alboroto muy pocas veces. Finalmente, recordó algo más —. Bueno, cuando pasaba eso con Gohan, Milk decía que si yo la cargaba se sentiría protegido y dejaría de llorar. ¡Y sí, funcionaba!

—¡Pues entonces hazlo!

Lo único que Vegeta deseaba en ese momento era que todo esto terminara de una buena vez. Ya había perdido mucho valioso tiempo de entrenamiento. Y a pesar de eso, estaba agotado.

—Esta bien, Vegeta

Goku la levantó suavemente, y comenzó a arrullarla. En cambio, la niña no parecía muy cómoda en sus brazos, de seguro había heredado el rechazo hacia ese saiyan por parte de su padre. Esa idea hizo sonreír al príncipe.

Pero a Goku no se le ocurrió mejor idea que ponerse a cantar.

—Duerme pequeña, duermete ya, que viene Freezer y te comerá… —digamos que Goku no era muy buen cantante— Vegeta, no funciona, y yo ya me tengo que ir.

—¡Tú no te puedes ir hasta que la calles!

—Lo siento, Vegeta —le entregó a la niña en sus brazos y luego desapareció con la teletransportacion.

—¡Espera, Kakarotto!

Muy tarde, se había ido. Miró a su pequeña en brazos, la niña lo miró con sus grandes ojos azules. Azules que había heredado de su madre. Dos segundos y se calló.

«Lo logré»

Sonrió al verla, así, indefensa. Era la criatura más hermosa que alguna vez hubiera visto en su vida, y era su hija. Pensó en el futuro, y que se encargaría personalmente de cada pretendiente que tuviera Bra. La cuidaría con la vida.

Se quedó así unos minutos más. Observándola, conociendo su rostro a la perfección. Y ella hacia lo mismo. Miraba al padre con ojos curiosos, y movía su manito hasta llegar a su barbilla para jueguetear con ella. Y él no se inmutó. Se quedó quieto contemplándola. Hermosa como su madre. Bra se convertiría en una gran mujer, no le cabía la menor duda.

Poco a poco, se durmió. Seguro estaría cansada de tanto rato llorando. Él también estaba cansado, había sido un día agotador.

La dejó en la cuna y siguió observándola. No se podía ir. No ahora que tenía al ser más hermoso frente a sus ojos. Tomó una silla que estaba cerca de allí, y se sentó justo en frente de ella. Jurándose a sí mismo que jamás dejaría que algo malo le pasara.

Un rato más, y nuestro príncipe se quedó dormido también.


Mas tarde, Bulma llegó luego de un exhausto día de trabajo. Se acercó a la cámara de gravedad y la encontró… ¿apagada? Se sorprendió de no encontrar a Vegeta allí.

Fue a ver a su bebé, con la esperanza de que Trunks no hubiera salido y se encontrara cuidando a su hermana. Pero grata fue su sorpresa al encontrarse con tal curiosa escena.

Su orgulloso príncipe de los saiyans durmiendo al lado de su pequeña.

Después de todo, Vegeta no era tan mala niñera como esperaba.

FIN