Los personajes son propiedad de Tite Kubo.

Advertencias: Puede contener OoC.

La historia está inspirada en el libro "Warm Bodies" de Isaac Marion.


ALGUIEN PARA RECORDAR

Capítulo 1.- Él.

Él caminaba por las calles desérticas de la ciudad, iba a paso lento, tambaleante. Era seguido por un pequeño grupo, que al igual que él, buscaba alimento.

Las casas que había alrededor estaban destruidas o en el mejor de los casos abandonadas. Algunos "camaradas" caídos se apreciaban por las calles, pero no se detuvieron a verlos, no les importaba su estado.

El aroma de la comida llegó a su cerebro, provenía de una casa a la izquierda de ellos. Él giró torpemente hacia dónde provenía ese olor, los demás lo imitaron.

La puerta estaba cerrada, intentó empujarla, no pasó nada, otros se acercaron y juntos empujaron, empujaron por horas hasta que la madera crujió y se rompió. Si algo bueno tenía su estado, era que los hacía muy resistentes y perseverantes.

Entraron sin orden, se empujaban unos a otros para pasar por la pequeña puerta, sólo gemidos se escucharon por respuesta a los constantes golpes de hombro que se daban entre ellos.

Cuatro pobres almas estaban arrinconadas en una esquina, no habían tenido tiempo de correr. Pensaron que tal vez manteniéndose quietos y ocultos dentro de su casa, ellos no los detectarían, pero ignoraban que poseían un olfato muy agudo.

Él fue el primero en acercarse a sus presas, el hombre y las tres mujeres miraban aterrorizados, tratando de pegarse más contra la pared como si pudieran mimetizarse con ella y así escapar de su destino. Ellos eran pobres almas del Rukongai sin poder espiritual, así que estaban indefensos ante aquellos espantosos seres.

Él agarró a una mujer por el brazo y la alzó, ella le pegó una patada en la pierna, él no sintió nada. Pronto sus compañeros rodearon a los demás. Él acercó más a la mujer que gritaba desesperada y enseguida la mordió en la garganta.

La sangre brotaba de su boca y escurría por su cuello. Con fuerza apretó la mandíbula y arrancó un trozo de carne. La mujer soltó un doloroso grito y después calló.

Mientras masticaba, los gritos de las demás personas se escuchaban en la casa. Él dejó la garganta y puso sus manos en la cabeza de la mujer, con fuertes movimientos separó su cráneo dejando expuesto el cerebro. Lo devoró en seguida. Los cerebros eran lo que más le gustaba, porque sólo por un momento le proporcionaban recuerdos, sentimientos, que aunque no los entendía por completo, lo llenaban momentáneamente.

Los otros no eran como él, devoraban por donde caía, piernas, brazos, tronco; haciendo más prolongada la agonía y sufrimiento de sus víctimas y haciendo que estas se convirtieran en lo que ellos eran.

Y aunque no lo pareciera, a él no le gustaba escucharlos gritar, no comprendía el dolor que sentían, pero algo en él se removía cada vez que escuchaba los gritos desesperados de sus presas. ¿Su corazón? No, él suyo ya no latía, sus venas sólo estaban llenas de sangre congelada. ¿Sentimientos?, no tenía, a excepción de cuando comía cerebros, todo había desaparecido, frío, dolor, alegría, amor. Quizá era la mínima conciencia que se negaba a desaparecer.

Tampoco entendía porque tenían que comer carne humana, no le gustaba, pero si no lo hacía con el tiempo su cuerpo dejaría de funcionar y su existencia acabaría. No es que tuviera miedo, sólo era el instinto de supervivencia.

Cuando estuvo satisfecho, dejó los restos a los otros. Él se giró y caminó a la puerta, regresaría a su guarida. Se detuvo frente a un espejo para observar su reflejo, frente a él estaba un hombre alto, de cabello caoba un poco maltratado y sin brillo, su piel tenía un leve color gris, y sus ojos eran amarillos. Ladeó la cabeza de un lado a otro en repetidas ocasiones, quiso recordar quien era, pero las ropas negras desgastadas y la piel café que llevaba sobre sus hombros, adornada con máscaras, no le decían nada.

¿Su nombre?, no lo recordaba, quizá nunca tuvo uno. Tampoco sabía cuánto tiempo llevaba así, quizá un día, quizás meses, tal vez años. Tampoco le interesaba mucho averiguarlo.

Salió de esa casa para dirigirse al lugar en el que se congregaban los demás como él, ignorando que antes de aquel fatal accidente, él era un Shinigami que velaba por el bienestar de esas almas que ahora devoraba, un Shinigami que cuidaba de esa ciudad que ahora destrozaba, un Shinigami que tenía un nombre, Ashido, ese nombre que ahora no recordaba.


—Aunque no he terminado de leer el libro, de hecho apenas voy en la página 30, me llamó la atención la forma en que el autor maneja a los zombis, o al menos al protagonista, porque muestra un lado "humano" de ellos.

—Bueno a ver que sale de la extraña mezcla de zombis, un zombi con sentimientos y Shinigamis.

—Retomé el personaje de Ashido como principal por que fue por él que me anime a escribir mi primera historia, aunque finalmente terminé dejándolo de lado.


Saludos y si pueden dejen un review.