Bueno, no solo tenía el reto para la Row, también tenía otro Taiora que rondaba en mi mente hace mucho tiempo, hasta que finalmente me decidí a escribirlo. Tiene dos partes, la primera es esta que está ante ustedes, y no lo había publicado porque no le encontraba un título xD Hasta que hace un ratito, la Jell me iluminó *-* (Gracias Vale :D) Así que cha chaaan~


Aclaraciones: Digimon no me pertenece D: Es triste y lamentable, pero cierto :( Iré a llorar mañana al estadio D:


No me olvides


Primera parte

No podía ser tan perfecto...


—¿Ya te tienes que ir?

—Sí mi amor… —contestó él con un dejo de tristeza en sus palabras y en su rostro. Sora estiró su labio inferior haciendo un puchero, lo cual había causado en cierta medida una leve risa en él. —¿Irás a verme?

—¿Alguna vez he faltado? —el moreno negó aún manteniendo su encantadora sonrisa. —Estaré donde siempre, viéndote.

Eso lo sabía. Sora nunca había faltado a un partido de él, incluso en aquellos cuando había estado en la banca, ella de igual forma estaba ahí, sentada donde siempre, viéndolo solo a él… Sólo a él. Porque aunque sabía que era el equipo de los amores de ambos, ella de igual forma se había armado de valor, se había tragado su orgullo y se había sentado en la galería de aquellos estadios, rodeada de fanáticos de corazón de los equipos contrarios en los que él había estado antes de ser contratado por su club actual.

Eso era amor.

—Te amo Sora.

—Yo te amo más. —respondió ella.

Tai le sonrió otra vez, y más ampliamente aún. —No creo que eso pueda ser posible.

Vio a su novia como le mostraba una hermosa sonrisa, de aquellas que lo dejaban en las nubes. Se acercó, la abrazó y atrapó los labios de la pelirroja entre los suyos. Sintió los brazos de la chica unirse en su espalda. Ladeó un poco su cabeza para profundizar el beso, ella hizo lo mismo y en poco tiempo ya no era un simple besito, era uno que podía llevar a acciones mucho más allá de ese simple acto.

Sintió las suaves manos de Sora subir desde la parte baja de su espalda hasta su cuello en medio de un montón de caricias. Él aprovechó de bajar sus manos hasta sus caderas y volver a subirlas por debajo de su blusa con la clara intención de retirarla del camino, para sus intensiones, esa prenda simplemente estorbaba.

Sora separó sus labios de los de él por escasos centímetros, lo suficiente para poder articular unas palabras. —¿De verdad tienes que irte?

Su trabajo había quedado ahí, inconcluso.

Todo se había podrido, y no porque la pregunta haya sido muy mata pasiones, porque en realidad tenía razón. Tenía que irse, sí o sí, por muy poco que pudiese demorarse en hacer el amor con su amada novia, sabía que no iba a tardar poco porque simplemente no le gustaba tardar poco en ello, le gustaba contemplarla, acariciarla, expresarle lo mucho que la amaba y lo inmensamente feliz que le hacía sentir al estar cerca de ella, al ser uno solo… Y ese beso claramente los conllevaría a eso.

Oprimió sus ojos con fuerza al mismo tiempo que alzó su cabeza, cuando volvió a verla torció sus labios y asintió resignado.

La verdad no era como otras veces, en las cuales se ausentaba por varias semanas, recordaba una ocasión en la cual no la había visto por más de un mes, jugando la tan ansiada Copa Asiática que su selección logró traerla consigo a casa, y estaba feliz por ello, pero el sentimiento que le provocaba estar tan lejos de la mujer que amaba, y por tanto tiempo además, era indescriptible para él. Podían decirle mamón y dependiente, pero él era así…

Amaba a su Sora, y eso no cambiaría nunca.

La amaba tanto, de hecho, que no podía seguir esperando para darle su sorpresa. Quería hacerlo en un momento especial, en una cena romántica, a la luz de las velas, pero ¿qué más daba?

¿Por qué esperar a tener un momento perfecto de película, si todos los momentos que pasaba con su amada eran perfectos para él?

Sin decirle nada caminó rápido hasta su habitación, Sora sabía que era arrebatado muchas veces, que hacía las cosas sin pensar, cuando y donde las sentía, por lo que no le extrañó mucho esa actitud en él. Volvió nuevamente a pararse frente a ella, mostrando sus dientes en una sonrisa. Sora alzó una ceja, sabía que esa era su sonrisa de 'Yo no fui' o de 'No es mi culpa, yo no tengo nada que ver' y que siempre había sido de él, había sido su culpa y había tenido mucho que ver en eso… Muchas veces pensaba que Tai era un niño dentro del cuerpo de un atractivo y fuerte hombre. Siguió mirándolo con una ceja enarcada hasta que finalmente la contagió con su sonrisa de comercial, la cual se volvió a borrar gradualmente a medida que interpretaba sus acciones.

Tai se agachó frente a ella, soportando su peso con la rodilla derecha sobre el suelo y su pie, sin romper la conexión de sus miradas tomó ambas manos entre las suyas y nuevamente le sonrió.

—Sora… ¿Quieres ser mi esposa?

La vio parpadear un par de veces, estaba como ida, como fuera de este mundo, sabía que sus palabras la habían tomado por sorpresa.

—¿Qué? —no era que no lo hubiese escuchado, lo sabía, la conocía, solamente preguntaba para poder volver a la realidad, quizás creía que todo era un sueño, producto de su imaginación, necesitaba la confirmación del moreno para saber y aceptar que todo era real, que él realmente estaba ahí, arrodillado frente a ella, tomando sus manos, pidiéndole matrimonio.

—Eso… Sora Takenouchi… ¿Me concederías el honor de convertirte en la futura esposa del gran y talentoso Taichi Yagami que está profundamente enamorado de ti, que no puede vivir sin ti y que no se imagina una vida sin ti?

Había visto como la sonrisa había vuelto a adornar su rostro, y el propio también, no aguantó más y se levantó para volver a abrazar a la que ahora era, oficialmente, su prometida para besarla una vez más. Porque después de años ya de relación, al fin se casaría con el amor de su vida y sería feliz para siempre… a su lado, como siempre deseó.

Bajó sus manos por los delgados brazos de la pelirroja hasta encontrar sus manos y entrelazar sus dedos con los de ella. Rompió el contacto de sus labios y finalmente alzó la mano izquierda de ella, la miró, manteniendo una ligera sonrisa en su rostro, y con toda la delicadeza del mundo, calzó el anillo más pequeño en su dedo anular. Luego volvió a dedicarle una mirada lleno de anhelo.

—Este se supone que me lo tienes que dar tú a mi. —dijo alzando un anillo un poco más grande ante sus ojos. —Pero como no nos permiten jugar con cadenas, anillos o cualquier otro accesorio, me lo tendrás que dar cuando vuelva. —dijo depositando su anillo en su mano. —¿De acuerdo?

—De acuerdo. —confirmó Sora antes de volver a acercarse hacia él para poder besarlo una vez más.

Finalmente había llegado el momento en que tenía que irse, sí o sí, tenía que saber llegar a las dos al Centro Deportivo de su club, y tomando en cuenta que se encontraba un poco retirado de la ciudad y que además se encontraría con algo de tráfico, tendría que hacer maravillas para llegar en menos de media hora.

—Te amo mi amor.

—Y yo a ti mi Sora… —sonrió el moreno. —Pero no te pongas así —le dijo luego de notar un poco de tristeza en su semblante. —, volveré en unas cuantas horas… No será como la vez que me fui por un mes. —comentó.

—Lo sé, pero igual…

—No lo olvides, a las seis en el estadio. A esa hora empieza el partido.

Sora sonrió, lo decía como si ella no supiera, como si no fuera lo suficientemente fanática para no saberse los horarios de los partidos ni el equipo al cual se enfrentaban. Y como buena fanática, también se sabía los horarios de los partidos que jugaban los equipos rivales y que podían peligrar en algo la clasificación de su equipo. Finalmente optó por asentir. Tai tomó el rostro de Sora entre sus manos y acercó sus labios a los de ella para besarla una vez más. —No olvides llevar el anillo, recuerda que tienes que dármelo. —Sora rió con suavidad. El anillo en realidad era de él, él lo había comprado… Volvió a asentir. —Y, por sobre todo, no olvides que te amo mucho. —dijo eso último casi como una despedida. Después de eso, y de besarla otra vez, caminó hasta el sofá, donde tenía tirado su bolso desde hace un buen rato ya, tomó las llaves de su Mazda y volvió a mirarla. Él mismo le había dicho a Sora que no se pusiera mal cuando la vio triste poco tiempo atrás, y ahora era él quien no podía alejarse de ella. Le dedicó una última sonrisa antes de irse, que él correspondió a medias.

—Suerte. —susurró ella. Audible para él.

—Te amo.

—Te amo…

Todo en medio de susurros.

En ese momento no supo por qué, pero su corazón se había comprimido al verlo salir por esa puerta. Soltó un prolongado suspiro cuando esta se cerró.

Algo en su interior le decía que iba a pasar algo… bueno o malo, pero algo pasaría…


En el preciso momento en que él y su equipo salieron a la cancha, se hicieron presentes los gritos y aplausos de la hinchada… Y eso que a penas habían salido para el calentamiento previo al partido. Sonrió. Y como era usual entre ellos, saludaron alzando sus brazos a todos aquellos fanáticos que coreaban sus nombres. Giró su cuerpo hacia la tribuna preferencial, donde se sentaba su novia, él mismo había pagado por asientos ahí para ambos, aunque él no usaba mucho su puesto, pero sabía que ella sí.

La vio ahí, sentada, inconfundible para él.

Como siempre, portando con orgullo su camiseta del equipo, al contrario de la mayoría de las novias de sus compañeros, que solo se sentaban ahí, con su ropa de diseñador, sus imponentes tacos, a ver cosas que poco tenían que ver con el juego, en su celular de última generación. No, sabía que Sora era muy diferente a ellas. Ella iba con su camiseta casi todo el tiempo, y su celular no lo veía ni por si a caso, pues todos sabían que si tenían la osadía de interrumpirla mientras veía un partido, probablemente no vivirían para contarlo. Ella simplemente se sentaba y disfrutaba del espectáculo. Sonrió al pensar que quizás sería mejor comprar asientos en galería para la próxima temporada, así Sora estaría saltando, gritando y cantando con la hinchada más fanática.

Sonrió cuando vio su sonrisa de vuelta. Llegó ambas manos a sus labios y le lanzó un beso al aire, solo para ella… Su amada.

Inmediatamente un montón de mujeres se alzaron y comenzaron a agitar sus brazos en el aire y a gritar su nombre para llamar su atención.

Había que ver lo locas que eran las mujeres, ese beso había sido para SU SORA, no para ellas… Vio como Sora sonreía aún más y agitaba su mano derecha, saludándole, y finalmente repitiendo la misma acción que había tenido él recientemente y lanzándole un beso al aire. Con eso él se daba por pagado.

Las fanáticas locas aún no se callaban, pero él también se debía a su hinchada, y ellas, locas y todo, eran parte de la hinchada. Alzó su brazo y las saludó, provocando más gritos y euforia, para luego acudir al llamado del preparador físico y empezar con el entrenamiento.

Lo veía realzar los ejercicios que mandaba el entrenador a todos los jugadores que serían titulares en aquel partido, entrenamiento que realizaban aparte los jugadores que irían a la banca y uno completamente distinto para los arqueros. Pasó demasiado rápido, ya que al poco tiempo ya se encontraban todos de pie, ovacionando al equipo porque, luego de terminado el entrenamiento, ya salía a la cancha nuevamente para indicar que el partido estaba próximo a comenzar. Escuchó el himno cantado por miles de hinchas, ella incluida. Observaba con atención como Tai también lo cantaba, con su mano derecha sobre la insignia de su equipo estampada en la camiseta azul y roja, y también, sobre su corazón. Sonrió para sus adentros y suspiró profundo cuando todos terminaron de entonar para dar paso a una serie de aplausos y arengas al plantel. Nada mano podía salir, pese a que su corazón se apretaba, insistiéndole en lo contrario.

El moreno, capitán por cierto, junto al capitán del rival y los árbitros se saludaron respetuosamente y posterior a ello se realizó el sorteo para ver qué equipo daría inicio al encuentro. Por lo que alcanzó a notar, la suerte no estuvo de lado de Tai.

La primera señal.

Prefirió tomar asiento, y como nunca, ser una espectadora más pasiva de lo usual.

El árbitro tocó el silbato. Empezaba el partido con el equipo contrario siendo amos y señores del balón, pases correctos y cuidadosos, acercándose al arco rival, hasta que una buena intersección del defensa Nakamura permitió el primer toque de la pelota para el equipo local. Avanzó unos cuantos metros, saltándose el medio campo que estaba muy marcado por el rival, sorteó a un par de defensas y dio un pase largo para Lee, quien pese a que se encontraba marcado personalmente, logró en una maniobra liberarse y patear el esférico en dirección a un Taichi Yagami que veía corriendo desde la mitad de la cancha sin marca alguna, detuvo el balón con la pierna derecha y corrió con él hasta acercarse al arco rival, se detuvo, aún resguardando el balón bajo su pie, hizo un ademán de patear hacia la derecha y tan pronto como el defensor, que había lo había alcanzado, se hizo a un lado, aprovechó para salir disparado hacia el lado contrario, darle un pase a Watanabe, se vio marcado casi completamente, por lo que se lo devolvió al moreno por el aire, Tai saltó y con un golpe de cabeza lo estampó en la red, aprovechando que el arquero rival había corrido hacia su derecha, cuidando el arco del peligro de su compañero.

Tai salió corriendo por el borde de la cancha seguido de sus compañeros quienes se le abalanzaron encima para abrazarlo y felicitarlo por aquel gol que abría la cuenta pasados tan solo unos minutos de juego. La euforia del público se hizo presente muy pronto, coreando su nombre. Tai siguió con su recorrido, hasta estar casi frente a la tribuna, alzó su brazo e indicó a su novia mientras que con la izquierda le lanzaba un beso al aire. Ella sonrió, así era como él celebraba sus goles, y eso pasaba muy seguido, y cuando no se encontraba en el estadio, por ser ellos visitantes, indicaba a la cámara pues sabía que ella lo estaría viendo desde la comodidad de su hogar.

Creyó que con eso ya su nerviosismo disminuiría, pues el mismo Tai le había confesado que los rivales eran buenos y creía que sería un partido difícil y muy peleado, pero no, su corazonada seguía ahí. Quizás era el miedo de que el cualquier momento podrían empatar el juego, eso pensó ella.

Cuando ambos equipos se fueron al descanso, el marcador estaba 3-2, a favor de los locales, con Tai como autor de dos de esos goles.

Para el segundo tiempo, fue todo muy parejo, si bien durante la primera fracción del partido, pese a ser un resultado muy parejo, el dominio del balón perteneció más al Tokyo, que el único vacío en la defensa que generaron les sirvió para generar una jugada que terminó en el primer gol, y el segundo fue una falta penal que cobró el árbitro, injustificada a su parecer, que finalmente el jugador había puesto el balón en un rincón del arco, inalcanzable para el portero. Ahora, en el complemento, la tenencia del balón era más pareja, concentrándose la mayor parte de las jugadas en el medio campo, a excepción de unos tiros a larga distancia hacia la portería que terminaban en nada.

Luego de una falta de Masukawa, defensor del Nagoya, contra Tai, quien llevaba la pelota en ese momento y se dirigía raudo hacia el arco, se vio algo resentido. El entrenador comenzó a apurar a un remplazo para hacer el cambio, sin embargo, fue el mismo Yagami quien se negó, reafirmando que no era necesario y que se encontraba bien.

Segunda señal.

Salvo aquella llegada frustrada, durante largos minutos no hubo otro acercamiento hacia el arco rival hasta llegado el minuto 87, cuando fue nuevamente el moreno quien recuperó el balón y corrió hacia la portería, complementándose con Otake en el medio campo, zigzagueando entre algunos defensas y medio campistas contrarios para tener alguna chance de llegar al arco y anotar un cuarto gol. Watanabe de deshizo de su marca y alzó el brazo, indicándole a Tai que estaba libre y en una posición cómoda para anotar. Intentó avanzar unos metros más para librarse de la marca personal de Masukawa, corrió hasta casi llegar al arco. Dio un taco hacia atrás, la pelota retrocedió, pero su pie se vio enganchado en el del jugador contrario, alzándolo y provocando que cayera contra el piso y además golpeando su cabeza contra el vertical izquierdo del arco, y no contento con eso, el mismo jugador con su pierna lo había golpeado nuevamente, esta vez en la cabeza, profundizando el golpe. Al mismo tiempo, Watanabe corrió hasta encontrarse con el balón, le pegó y anotó un gol que posiblemente sentenciaría el encuentro. Tanto los jugadores como los hinchas festejaron aquel gol, ampliando aún más la diferencia. Watanabe era abrazado por sus compañeros, mientras el arquero lanzaba maldiciones al aire, molesto con su propia defensa al dejar a aquel jugador libre de marca alguna. Ya estaban prácticamente listos para seguir la jugada con un tiro de portería que lanzaría el arquero de Nagoya, pero algo se lo impidió.

Tercera y última señal.

Sora se levantó de su asiento, pálida, alarmada, cuando el juez del encuentro tocó su silbato y corrió hacia Tai, que aún no se levantaba, permanecía inmóvil a un costado del arco. Unos tipos sentados detrás de ella insistieron en que se volviese a sentar, pero no les hacía caso. ¿Cómo hacerles caso si por más que árbitro movía a Tai él seguía sin reaccionar?

Rápidamente sus compañeros y también jugadores contrarios se acercaron al capitán del Tokyo. El árbitro rápidamente hizo sonar su silbato, empuñó sus manos y las alzó, en signo de que ingresaran los médicos con una camilla. En ese mismo instante Sora salió de aquel mar de gente que la rodeaba, todos se encontraban igual que ella, desconcertados con la escena. Bajó las escaleras con rapidez y corrió hacia donde sabía que se encontraban los camarines del estadio.

Sus compañeros lo voltearon con cuidado, puesto que se encontraba boca abajo, notaron la herida profunda que hacía que la mitad del rostro del moreno se encontrara prácticamente bañada en sangre. Tan pronto como llegaron los médicos, lo subieron a la camilla y lo sacaron de la cancha lo más rápido posible.

—Yagami… ¡Yagami! —exclamó uno de los médicos del equipo que caminaba a paso rápido a la par con el carro que portaba la camilla —Yagami reacciona.

Nada.

Lo primero fue detener la hemorragia de la frente de Tai, una desinfección rápida, un parche y una malla serían suficientes para poder llevarlo al hospital, pues seguía sin recuperar la conciencia.

—¿Tai? —los médicos voltearon ante una voz femenina proveniente de la entrada.

—Señorita, no puede estar aquí. —le dijo uno de ellos, empeñado en sacarla de la habitación.

—No, usted no entiende, él es mi novio.

El hombre miró hacia los demás, uno de ellos asintió, pues él sabía de la existencia de ella, y cómo no, si cada vez que Tai habría la boca cuando se sentía más en confianza, hablaba de ella, muchas veces hasta la había llevado a los entrenamientos cuando eran cortos. —No reacciona. —le dijo a Sora. —Hay que llevarlo de urgencia al hospital.


'Tai va a estar bien… Él es fuerte, va a estar muy bien…'

—¡Amiga! —alzó la voz la castaña al mismo tiempo que corría para abrazar a Sora. —Vinimos tan pronto como nos enteramos, ¿cómo está Tai?

Sora negó y alzó sus hombros. —No lo sé…

—No ha salido ningún médico a decirnos algo. —dijo Yuuko.

—El doctor del equipo dice que Tai perdió la conciencia, pero cuando veníamos en la ambulancia lo vi abrir los ojos. Me miró por un segundo, estoy segura. —confirmó. —Así que dentro de poco estará bien.

Matt torció sus labios y Mimi nuevamente la envolvió entre sus brazos. —Amiga, no te hace bien la incertidumbre. Ven, vamos a tomarnos un café.

—No. No me voy a mover de aquí hasta saber algo.

La castaña simplemente alzó sus cejas, no podía hacer nada contra la palabra de su amiga, si no podía sacarla de ahí, lo único que podría hacer sería quedarse junto a ella, en aquellos momentos en los que tanto necesitaba apoyo.

Casi una hora se iba a cumplir desde que habían llegado al hospital y lo habían ingresado a la sala urgencias, y aún no tenían noticias de él.

'Tai va a estar bien… TIENE que estar bien.'

La cabeza de la pelirroja descansaba en el hombro de su amiga, quien acariciaba su cabello con ternura, a su lado se encontraban ambos padres del moreno, tomados de las manos a la espera de la salida del doctor. Matt no había tolerado más los nervios y había salido a fumarse un cigarrillo, quizás ya iba por el cuarto, Kari, T.K e Izzy habían llegado hace poco y Davis venía en camino.

'Es Tai, él es fuerte, él puede superar lo que sea.'

—¿Hay algún familiar de Taichi Yagami? —inmediatamente sus padres se levantaron, así también lo hicieron Sora, Mimi y sus amigos, a todos les interesaba saber si había reaccionado ya, o su estado. —El paciente aún se encuentra inconsciente, sin embargo, se encuentra estable dentro de lo posible, sus signos vitales están dentro de los rangos normales y suturamos la herida de su frente.

—¿Podemos verlo? —rogó Sora.

—Por ahora no, todavía le están realizando algunos exámenes para cerciorarnos que no hayan más lesiones o asegurarnos que no presente alguna anomalía, como un posible daño cerebral producto de el fuerte golpe que sufrió. Luego de realizarles esos exámenes, será trasladado a una habitación y podrán verlo cuanto gusten. —explicó el doctor de mediana edad. —Vendré en un momento más con novedades sobre el paciente. —dicho esto, el médico les otorgó una sonrisa, un tanto satisfactoria, pues ya sabían que Tai no tenía nada grave, al menos por ahora, así que podían estar tranquilos. Luego el hombre se retiró de la sala de espera.

Sora se había vuelto a sentar en el sillón, ya un poco más tranquila, pero a la vez no tanto. Mimi, como todo el tiempo, se sentó junto a ella y rodeó el cuerpo de su amiga con sus brazos para darle algo de consuelo. La castaña vio como pasados unos minutos, los señores Yagami se levantaban diciendo que irían a la cafetería, a ellos se les unieron T.K y Kari, Matt debía ir como por su segunda cajetilla, solo quedaban Izzy y ella junto a la pelirroja…

Mimi cerró con fuerza sus ojos al sentir el ruido que hacía su estómago producto del hambre.

—¿No quieres ir Sora?

La pelirroja ni se inmutó, siguió mirando a la nada y negó con lentitud.

—Por favor Sora… Muero de hambre.

—Ve tú si quieres.

—No te quiero dejar sola.

Por fin Sora salió de su trance para verla a los ojos y sonreírle de la manera más creíble que podía en ese momento. —No te preocupes.

—Mimi —habló Izzy. —, si tienes hambre ve a comer algo, yo me quedaré con Sora, no te preocupes.

—Voy a estar bien… Tai va a estar bien…

Mimi hizo caso, tomó la palabra de ambos y se fue confiada de que su amiga estaría bien.

(…)

Ya con su paquetito de m&m entre sus manos y un chocolatito derritiéndose en su boca, se podía dar por pagada. Bien sabía ella que el chocolate le serviría para calmar sus nervios, no le gustaba para nada esperar, y mucho menos esperar sola.

Atravesó la puerta, saliendo del recinto para encontrarse a su novio sentado en una de las bancas cercanas.

—¿Cuántos cigarrillos te haz fumado ya?

—Solo un par.

Mimi miró hacia los pies del rubio, alzó sus cejas y oprimió sus labios para evitar reír en su cara. Así contando ligero, podía divisar más de diez. Media cajetilla concentrada en los pulmones de su novio.

—Matt, ¿por qué no entramos? En cualquier momento puede volver el médico con noticias de Tai.

—¿Ya supieron algo de él?

—Aún no despierta, pero está bien.

Matt solo hizo un leve gesto alzando sus cejas, eso fue suficiente para ella darse cuenta de que estaba un poco más aliviado. Ella sonrió.

—¿Qué?

—Nada… —dijo ella sin poder borrar su sonrisa. —No me puedes negar que te preocupas por Tai… Igual lo quieres, aunque lo niegues.

—Claro que sí… Es mi mejor amigo, pero si sigue así, al muy pelotudo solo le quedarán un par de años más de vida. Con razón es tan tonto, después de tanto golpe en la cabeza… Ahora lo entiendo todo.

—Matt… —reclamó ella. Suspiró y negó levemente con su cabeza. —Me preocupa Sora. No quiero dejarla sola, por favor entremos.

—Entra tú. Yo estoy bien aquí…

—¿Por qué no quieres entrar?

—Porque no… —antes de que Mimi dijera su típico contraataque como 'Porque no, no es una respuesta', él se adelantó. —No me gustan los hospitales. —ella ignoró olímpicamente su respuesta.

—Matt, ¿tú me amas?

Suspiró agotado. Con Mimi, definitivamente, NO se podía discutir… sobre nada.

Asintió.

—Entonces entra conmigo, ¿sí?

El rubio volvió a suspirar. Botó la colilla de su cigarro y lo pisó con la suela de su zapato. Se levantó de mala gana, con ambas manos al interior de sus bolsillos. Mimi sonrió triunfante.


Apenas el doctor les avisó que Tai había sido llevado a una habitación privada, y que, por ende, podían estar con él, ella caminó a paso rápido hacia la habitación indicada, y de ahí no se movió.

En ese preciso momento se encontraba sola, por lo general, estaban los padres de Tai con ella, pero era la primera vez en unas horas que se encontraba a solas con el moreno.

Limpió con su pulgar una lágrima que resbalaba de su ojo, no quería llorar, quería ser fuerte, o al menos parecerlo. Verlo con todos esos cables a su alrededor, con la cabeza vendada, suero inyectado directamente en su vena y todo eso era horrible para ella, pero debía ser fuerte.

'Tai va a desperar… Él es fuerte. En cualquier momento despertará y no creo que le guste mucho verme llorando…'

Acercó la silla un poco más hacia la camilla para alcanzar a tomar la mano izquierda de Tai entre las suyas, tan solo ahí reparó en la presencia del anillo… su anillo. Se incorporó una vez más en la silla, suspiró y quitó el anillo de su pulgar izquierdo, sonrió internamente al recordar por qué había decidido ponérselo, simple, sabía que luego lo olvidaría, prefirió llevarlo al estadio, con ella.

—Tai… —susurró ella, volviendo a tomar entre sus manos la de él —sé que no puedes oírme, pero me gustaría pensar que sí lo estás haciendo. —sonrió aún triste. —Sé que me dijiste que te diera el anillo cuando llegaras a casa, pero… no sé cuando pueda ser, si mañana o… tal vez en un mes… o más… No lo sé… Lo que sí sé, es que te amo infinitamente y que quiero estar el resto de mi vida contigo… sólo contigo.

Dicho esto deslizó el anillo en el dedo anular del moreno. Ahora era oficial… estaban comprometidos.

Sonrió melancólica.

Ese debía ser el momento en que Tai le mostrara aquella hermosa y enorme sonrisa que solo él poseía, la tomara entre sus brazos, ella rodearía y la alzara en el aire con cuidado para luego darle un inmenso, caluroso y apasionado beso, sellando así su promesa de estar juntos para siempre. Cuando la realidad era que eso lo estaba haciendo en la habitación de un hospital, y que Tai no la abrazaría ni la besaría… Tal vez solo en sus sueños pasaría… Claro, si es que lograba dormir algo siquiera.

Habían pasado dos noches… Y Tai aún no despertaba.

Dos noches, en las que ella no se había movido de su lado.

—Amiga, tienes que dormir.

—No tengo sueño Mimi.

—TIENES —reafirmó. —que dormir… —suspiró. —Sora… al menos déjame llevarte a tu casa, te duchas, comes algo, duermes aunque sea una hora y volvemos. —la pelirroja negó, una vez más.

Su postura era firme. No se movería de ahí hasta ver a Tai despierto y bien.

—Sora, Tai va a estar bien. No se quedará solo, están sus padres, está Kari, T.K y Matt también… Además si le pasa cualquier cosa están los médicos, por algo es un hospital. Amiga, te lo pido por favor, necesitas salir de aquí.

Finalmente, la pelirroja le sonrió, por fin había entendido cuanta razón tenía su mejor amiga. Suspiró y asintió.

—Está bien… Tienes razón, Tai estará bien. —volvió su mirada hacia su novio y luego nuevamente a su amiga. —Solo…

—Entiendo… Estaré afuera. —indicó Mimi, saliendo de la habitación para dejar a su amiga a solas con Tai.

Vio como la puerta se cerraba con lentitud, fue entonces cuando se acomodó en la silla y se acercó. Tomó la mano de Tai entre las suyas, entrelazó sus dedos y la acercó a sus labios para besar el torso de su mano.

Sabía de antemano que Sora no era una chica común… de hecho era todo lo opuesto a ello.

Era cierto, la conocía de hacía un par de años, cuando habían empezado la preparatoria y recién ahora, empezando el último año había descubierto que tenían muchas cosas en común, tanto así en poco tiempo, ella había logrado encontrar al que le gustaba considerar como su mejor amigo, así como él la consideraba a ella como "mi versión femenina".

¿Y de Alemania?

El Bayern Munich —respondió ella. Tai asintió y le sonrió. —, ¿Suiza?

El Basilea.

Ya con eso, y luego de nombrar un montón de países, además del respectivo club de fútbol favorito para ellos, y de tener el 100 % de las coincidencias… era como para espantarse. Pero ellos estaban muy lejos de eso, al contrario, les daba más seguridad de que eran los mejores amigos del mundo, casi inseparables pese al poco tiempo que llevaban de conocerse.

Extraño jugar fútbol… —comentó con añoranza la pelirroja, sentada desde la banca, viendo como su amigo pateaba y hacía algunas destrezas con el balón sin que cayera al suelo.

¿Juegas fútbol?

No, bueno, jugaba antes, en primaria. —respondió la alarmada pregunta de Tai. —¿Por qué?

No, nada… Es que, una cosa es que te guste y otra muy distinta es que lo juegues también.

¿Tiene algo de malo?

No, en absoluto —negó rotundamente él. —, solo que… Siempre he pensado que las chicas que juegan fútbol son lesbianas, no sé por qué, pero bueno…

¿Qué me estás queriendo decir, que soy lesbiana acaso?

No… No sé.

Era ridículo… Que justo el chico que le gustaba pensara que ella era lesbiana solo porque sabía jugar al fútbol.

Bien, hagamos algo… Juguemos un partido, uno contra uno, el primero que anote un gol, gana.

Me parece bien. Si yo gano, quiero esa camiseta que tienes autografiada por Ryosuke Himura.

Y si yo gano, no me vas a dirigir la palabra nunca más.

Sí, claro…

Es cierto. Nunca más, ¿escuchaste?

Sora… ¿En serio piensas que podrás vencerme? Que ingenua eres. —dijo molestándola.

Bueno, entonce,s si piensas así, no tienes de qué preocuparte, ¿verdad?

Tai aceptó, confiado de que tendría esa camiseta autografiada por Ryosuke Himura, uno de los íconos del equipo. Soltó el balón que había descansado entre sus manos desde que él y Sora empezaron su discusión, dejó que diera un bote y lo detuvo con su pie derecho justo en medio de la cancha. Como se consideraba todo un caballero, le dio la ventaja deportiva a Sora, otorgándole el primer pase. Sora rápidamente llevó el balón entre sus pies por unos cuantos metros, sin que Tai pudiera hacer algo y le pegó con fuerza al balón. Primeramente, por la trayectoria que tomó, pareciera que la pelota saldría por sobre el arco, sin embargo, la sorpresa se la llevó el moreno cuando el balón pegó en el palo horizontal de la portería y entró dentro de la zona demarcada. Había sido un gol indiscutido, y hermoso ante los ojos de Tai.

Oye, no se vale, no estaba listo… —protestó él. Sora volteó a verlo, no de manera amable ni cariñosa, estaba más que molesta, quizás ante los ojos de todos era muy evidente, pero no ante los de Tai, que nunca se daba cuenta de nada. —Como sea, fue en gol estupendo. ¿Me enseñas a hacerlo?

Sin decirle absolutamente nada, Sora desvió su mirada, caminó hacia la banca, donde estaba su bolso, puso la correa sobre su hombro derecho y salió de la cancha a paso tranquilo.

Ella había hecho el primer gol, había ganado, su condición había sido que el moreno no le dirigiera más la palabra y en vista de que no lo estaba cumpliendo y ella no tenía ni ganas de escucharlo, prefirió irse sin más.

—Te amo. —le susurró.

Sintió una leve presión en su mano, al principio no la tomó en cuenta, pero cuando se hizo más reiterada, notó que el pulgar del moreno se movía, así también sus párpados.

Ella se quedó inmóvil, no lograba reaccionar, tan solo vio impresionada cuando Tai por sin abrió sus ojos, dejándole ver aquella mirada chocolate que había perdido por esos días.

—Tai… —articuló en medio de las lágrimas de felicidad que comenzaban a brotar de sus ojos. —Mi amor, no puedo creerlo.

Tai parpadeó un par de veces, intentando acostumbrarse a la luz de la habitación. Sora por su parte no paraba de sonreír.

Después de aquellos dos largos días, que parecieron haber sido meses para ella, Tai al fin estaba conciente.

—¿Qué…?

—Iré a decirle a tus padres y traeré al doctor para que te examine. —avisó ella.

—Espera…

—¿Sí?

—¿Quién eres tú?


Y eso xD

Ya, si sé que no los puedo dejar así, pero era necesario :(

Antes que todo, debo decir que las cosas se pondrán peores, así que esto no es nada D:

Bueno, solo eso tengo para decirles. Van a ser las dos se la mañana así que mejor me voy a dormir, o si no mañana no llego a clases xD En cuanto al siguiente capítulo, tengo el inicio, un poco del medio, me falta el relleno y el final xD Así que espero no demorarme tanto en actualizar. Eso D:

Cuídense :D Y no me maten :(


*Len~