Lloraba en medio de la calle, dolía. No había nadie al rededor, nadie quien lo pudiese ayudar... Estaba sólo, con su amigo sufriendo y sangrando. ¿Cómo puede haber gente tan cruel? El hijo de puta que lo arroyó ni siquiera se dignó a ver detenerse para ver el dolor que le había hecho a otro ser viviente.

Su amigo no podía levantarse, pero quería hacerlo. Siempre se mantenía en silencio y a veces lanzaba quejidos de dolor, quejidos que eran insoportables para escuchar. Lo abrazó, no le importaba si seguía manchándose de su sucia sangre, no lo dejaría. Sus padres no podían ayudarlo, no estaban, habían salido y regresarían más tarde. Hacía frío, no podía decir nada, no quería decir nada. Su garganta le dolía por tanto llorar, pero no le daba mucha importancia.

Sus padres llegaron y lo ayudaron a trasladar al perro a la casa. No lo podían llevar a un veterinario, así que su madre le dijo que llamaría a alguien mañana para que lo atendiesen. Exacto, quien estaba herido era su amado perro. Su padre no podía ver el estado del pobre animal y se retiró, diciendo una frase insensible.

- Debió matarlo de una buena vez, está sufriendo, no sobrevivirá.

¿Quién se creía ese hijo de puta sin corazón? ¡Claro que sobreviviría! ¡Sparky no podía morir!

Su madre se quedó a su lado, Sharon no quería que su hijo estuviese solo en esos momentos de dolor. Colocó sus manos sobre los hombros de su hijo y suspiró.

- ¿Sabes? A tu padre y a mi casi nos atropellan ayer... Y antier, de la nada, salió un auto y casi me atropella. Tu abuelo me dijo una vez que las cosas que no nos pasan, caen sobre los perros.

¿A quién le importa? ¡Joder, que esas palabras no servían de alivio! ¿Acaso Sharon creía que así podía animar a su hijo? Esas palabras no sirven, son pura mierda para Stanley. El pelinegro seguía al lado de su perro mientras su madre se iba. Sparky de vez en cuando trataba de levantarse, sus patas delanteras no podían apoyarse del todo y lloraba. De su hocico salía un montón de sangre, y sus dientes estaban partidos. Su lengua se le salía de lado y jadeaba de dolor. En sus patas habían raspones no muy graves, pero la sangre se extendía. Shelley no ayudaba mucho, se burló al ver a Stan llorar, pero no lo hizo mucho y se fue. La cabeza de Stan era una pesadilla, sus ojos ya estaban hinchados y su estómago revuelto, estaba cansado, tenía sueño, el sueño le ganó.

- Oh, Randy...

-Es lo mejor, Sharon... Stan, despierta.

- ¿Uhmm...? -Stan estaba soñoliento.

- Hijo... Sparky murió mientras dormías...

Stan lo podía creer lo que le habían dicho, y sus ojos se abrieron de golpe, inundándose de lágrimas. El nudo volvió a su garganta y sólo lloró y chilló, durante toda la noche, sin poder creer lo que estaba pasando. ¡Sparky no podía morir! ¡No debía morir! Ningún animal debe morir antes que su dueño. (*) ¿Por qué debía probar esa amarga agonía? No podía soportarlo... Sparky se había ido y no podía hacer nada para traerlo de vuelta.


(*) Frase original: Ningún hombre debe vivir más que su hechicero de ficción (Homero Simpson)

Bueno... Ayer por la noche, murió mi perra Manchas, lloré mucho y esto fue lo que pasó realmente. Tuve que reescribir esto, ya que se fue la luz y no pude guardar, pienso que el original estaba mucho mejor, pero ya qué. Espero que lo disfruten, y es para que sepan como se siente una persona cuando pierde a una mascota.