Disclaimer: Naruto © Kishimoto Masashi

Gracias por leer!


Damn Pink

—capítulo único—

by Noe Sweetway

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Se suponía que odiaba el rosa.

O sea, cualquier hombre detestaría o sentiría cierta repulsión por ese color, simplemente por naturaleza, ¿verdad?

Era ridículamente fastidioso, pero esa maldita mezcla tan barata y femenina entre el blanco y el rojo, no quería salir de su cabeza, y atormentaba cada uno de sus pensamientos.

Estaba empezando a dudar de su supuesto odio hacia ese tono cursi, porque, últimamente, no hacía más que pensar en él.

¿Y si realmente llegase a gustarle?

Sería bastante patético, a decir verdad.

¡Mierda!

¿Pero qué estupideces se suponía se estaba debatiendo? En vez de completar las tareas o aprovechar su valioso tiempo libre. ¿Quién demonios se ponía a preguntarse si odiaba o no el rosa? Debía estar volviéndose loco.

Oh, claro. En efecto, la culpable de aquella repentina idiotez, acababa de pasar frente a sus ojos. Los saludó y sonrió, como siempre, a él y a su amigo, mientras se arreglaba el corto y liso cabello rosa.

—Oye, teme —su amigo rubio lo sacó de sus cavilaciones.

Simplemente lo observó, en respuesta, al tiempo que se llevaba aquella lata de refresco a la boca.

Había estado tan sumido en sus pensamientos, que ni siquiera notó el momento exacto en que habían salido al receso y, menos aún, cuándo exactamente había comprado aquella fría Coca-Cola.

—Sé que te encanta contarme tus inquietudes… —ironizó el Uzumaki cuando se había terminado el platillo de ramen—. Pero te informo que, hace como tres días estás más callado de lo normal… Y eso que ni siquiera eras tan normal que digamos.

—Hn.

El rubio puso los ojos en blanco.

Gran respuesta, como siempre —murmuró—. En serio, digo, sé que prácticamente eres mudo, pero estos días he estado realmente hablando con una estatua —dijo, cruzándose de brazos—. ¿Sucedió algo?

Sasuke suspiró.

¿Debía contarle acaso sobre su gran papelón a Naruto?

—Sabes que puedes confiar en mí… —repuso su amigo/enemigo casi como leyéndole la mente.

Bueno, era Naruto… O sea, un idiota con diploma. Pero era su mejor amigo y confidente, después de todo.

Mientras seguía pensando si decírselo o no, Hinata Hyuga, su compañera de curso —con una rara obsesión por Naruto, ciertamente—, como a veinte metros de ellos, saludaba a su atolondrado compañero, balanceando su bolso rosa al elevar los brazos.

El Uchiha rechistó sonoramente.

¡Ya no lo soportaba!

Dobe —mencionó sin expresión alguna en el tono de voz. El aludido volteó al instante el rostro, casi desnucándose, y lo observó con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Has hablado, de verdad!

—Ya, idiota —observó hacia los lados, y bajó unos decibeles en su voz, asegurándose así de que nadie más fuera capaz de escucharlos—. Te voy a contar lo que me arrebató la… tranquilidad, hace unos días.

Naruto, aún sorprendido de que su amigo fuera capaz de articular completa una frase tan larga, de seguido, atinó a asentir con entusiasmo. Eran raras las veces que él decidía comentarle algo que lo incomodaba.

Sasuke rechinó los dientes, y masculló con visible dificultad:

Rosa.

—¿Eh?

Como era de esperarse, el Uzumaki no comprendió nada en primera instancia.

—¿Rosa? —inquirió, confundido.

Cabello rosa —aclaró el azabache en un susurro, sintiendo instantáneamente una punzada extraña en la boca del estómago.

El otro se acercó un poco más, mientras asentía con la cabeza, en un gesto de profunda concentración.

—¿Y qué significa?

—¡Sakura, idiota!

—Ah…

El joven Uchiha se masajeó las sienes. Sólo a él se le ocurría contarle con acertijos una situación así —que, además, era vergonzosa— a alguien como Naruto. ¡Era Naruto, después de todo!

—¿Qué sucede con Sakura-chan? —indagó el rubio, todavía más confundido que antes.

Involuntariamente, el rostro marmóreo del ojinegro, comenzó a adquirir un tono carmesí. Vaya manera de perder el orgullo. ¿Por qué tenía que humillarse así? Cielos. Carraspeó con incomodidad, antes de comenzar a relatar, con la voz algo entrecortada:

—Bueno…, la otra vez, fui a la biblioteca para… devolver unos libros —todo le salió en un hilo de voz.

—Ajá… —el rubio animó a seguir.

Y. Sakura estaba allí…

—Ajá.

—En eso, los libros que ella sostenía…

—Ajá…

—¡¿Quieres callarte?! —reclamó el azabache, harto, haciendo retroceder a su amigo del susto. El otro asintió enseguida, alarmado—. B-bueno, se le cayeron los libros.

Naruto tuvo que morderse la lengua; la tentación de pronunciar aquel "Ajá", entre cada pausa que hacía su compañero, era grande. Pero prefería oír la historia completa. Que cosas así no sucedían todos los días.

—Y… cuando se agachó para recogerlos —tragó grueso, para después mascullar entre dientes—: mostró más de lo necesario. Bueno, tenía falda y…-

—Espera, ¿le viste las bragas a Sakura-chan?

Genial. Para los asuntos pervertidos, Naruto sí que captaba rápido, pero para algo importante y confidencial había que estar como unas diez horas explicándole todo con lujo de detalles y por poco no dibujitos ilustrativos. Agh. Y, encima, se ponía a gritarlo como si fuera algo completamente normal. ¡Qué imbécil!

Sasuke asintió sin más, todavía ruborizado.

—¡Wow! —el Uzumaki rio abiertamente—. Pero, teme, eso no es para andar de emo toda una semana —comentó, palmeándole la espalda—. Quiero decir, ¡debe de estar buenísima! No me vas a decir que no te gustó…

—Mmm —reprochó el de cabellos negros. Titubeó una milésima de segundos—. Si… si tal vez hubiera usado algo más decente…no me habría afectado… tanto.

Naruto se echó a reír.

—Déjame adivinar —comenzó, burlón—. Encaje, ¿verdad?

El azabache le dio la razón.

—Encaje —confirmó.

—¿Muy pequeño? —investigó el rubio, con una mueca pensativa.

—Diminuto.

—Color rosa —se animó a afirmar el de piel bronceada, siempre sonriente. ¡Por supuesto! Al fin lograba comprenderlo todo.

—¡Obviamente!

Para Sasuke, no hubo necesidad siquiera de preguntar.

El joven Uzumaki pensó por un momento: el rosa era un color sumamente claro y, sumado al encaje, debía de haber sido prácticamente transparente o, al menos, traslúcido. Rio inmediatamente, con sorna.

—Te mató, teme —concluyó.

Sasuke bufó. Ciertamente, el haberse desahogado con su amigo, no había resultado tan fatal, después de todo. Al menos, no todavía.

—Hn.

—Y entonces… ¿Quieres besar sus labios rosas? —habló segundos después el de orbes marinos, cuando su tono de voz fastidiasasukes se vio activado.

—Cállate.

—Oh, vamos —mencionó, poniéndose de pie—. Sé que te mueres por hacerlo… Sasuke-chan.

Al recibir la mirada fulminante por parte de Sasuke, las ganas de hacerlo sufrir aumentaron considerablemente en el rubio. El semblante molesto de su amigo, simplemente lo incitó a gritar:
—¡Sakura-chan! ¿Vienes un momento?

El Uchiha chasqueó la lengua, y ya sólo se mantuvo al tanto. Observó a su compañero con suma cautela, y se quedó callado. Naruto no era capaz de llamar verdaderamente a Sakura para que viniera a que él le diera un beso, ¿verdad? Debía estar bromeando.

Sí. Eso.

Sólo una estúpida broma de mal gusto.

O eso pensó.

No obstante, cuando vio la sonrisa macabra formándose en los labios del rubio, el joven Uchiha sintió otra punzada en el estómago. Realmente no debió haber confiado en él. ¡Era Naruto después de todo!

—¿Qué sucede, Naruto?

La dulce y melodiosa voz de la chica resonó en la cabeza del pobre azabache, proyectándose como un eco, una y otra vez. Tragó grueso.

—El teme tiene algo que decirte —informó el otro chico con voz pícara.

"Dios, mátame" —pensó el joven.

—¿Sasuke-kun?

—No, Sakura —habló él seca y fríamente, lo cual no era muy raro que digamos en él—. El dobe sólo está bromeando.

—¡Vamos Sasuke! —lo animó su compañero de clase—. ¡Sólo tienes que decirle lo que me dijiste que querías de ella!

—¿Eh? —la peli rosa lo observó entre interrogante y divertida, ni siquiera amagando a dejar de sonreír—. ¿De qué se trata?

—No es nada, en verdad —mencionó entre dientes, procurando controlar las ganas asesinar al rubio idiota ahí mismo.

— ¡No te avergüences! —continuó su supuesto amigo cabeza dura.

—¡Sí, anda! —habló también la ojijade, muerta de curiosidad y ansiedad—. Dímelo, Sasuke-kun.

El aludido activó su modo-estatua. No estaba dispuesto a responder nada. ¡Ni siquiera le había dicho que sí a Naruto, cuando éste le preguntó si quería besarla! Aunque en realidad sí se moría por hacerlo.

¡Pero, demonios, no!

—Me dijo que quiere un beso tuyo, Sakura-chan.

Y ahí estaba Naruto Uzumaki, por milésima vez, enviando al tacho todas las situaciones, como siempre. Arruinándole la vida aquí y allá, con tan sólo abrir su asquerosa e imprudente bocota.

—¿Eso es verdad, Sasuke-kun?

Y ahí estaba Sakura Haruno, quitándole lo poco que le quedaba de cordura, con aquella inminente despreocupación, haciendo una pregunta tan absurda como aquella. Además de enamorarlo, lo estaba convirtiendo en alguien como Naruto (entiéndase: cada vez más estúpido).

Suspiró pesadamente.

Era hora de poner fin a las humillaciones, al menos por ese día. Ni siquiera era capaz de reconocerse a sí mismo. ¿En qué momento había llegado a ese punto?

—No —replicó—. No es verdad. Este estúpi-

Antes de que pudiera terminar de hablar, sintió cómo la bella chica había atrapado sus labios con los propios, impidiéndole continuar. Se había inclinado un poco más sobre la mesa, mientras comenzaba a besarlo con insistencia, trasmitiéndole toda la dulzura de aquellos labios que, efectivamente, sabían a cerezos.

Pensó, entonces, que quizá el hecho de estar perdiendo la cabeza, podría estar siendo recompensado con aquella dicha de saborear casi con desesperación aquellos pliegues de dulzura única, mientras comenzaba a juguetear con los mechones cabello rosa que caían junto a su rostro, y sentía cómo ella acariciaba su nuca con pasión.

Por Dios. Esa chica definitivamente no tenía moral. Y él sentía que, después de aquel beso, terminaría igual o peor.

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Aún con la cabeza dándole vueltas, Sasuke Uchiha se encaminaba con prisa a los vestuarios masculinos, pues tenían clases de Natación, y no se había colocado aún el traje de baño correspondiente.

Esa mañana, había conseguido novia de la manera que jamás hubiera imaginado hacerlo. Y, quién lo diría, la mayor parte era gracias al imbécil de Naruto.

Quedó estático apenas abrió la puerta de los vestidores.

Y, con lo que vio, sintió que perdería la vista en cuestión de segundos.

Maito. Guy.

Allí, frente a sus ojos, estaba el raro —muy, muy ridículamente raro— profesor de Natación, con un slip exageradamente —tal vez demasiado— ajustado, y de color, sí, rosa.

El traje de baño, hacía resaltar en el cuerpo de su maestro, la peor parte que pudo haber resaltado. ¡Y encima ese color! Que sólo lo hacía verse aún más absurdo.

¡Por favor!

Sasuke juró que jamás se atrevería a humillarse a sí mismo de esa manera otra vez. Y, mientras salía del lugar, prácticamente corriendo, rezó a mil dioses distintos para que aquella cosa desagradable no se le apareciera, ni siquiera en sus peores pesadillas.

Puto color rosa.

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—Fin—


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