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—Es justo aquí delante.

La mujer, aunque mayor pero no demasiado, señalo la casa marcada como el 221-B de Baker Street, una pequeña puerta oscura con letras brillantes señalando aquello, al igual que esos tres números. Hacia un día precioso, y la luz del sol se filtraba entre las esponjosas nubes que cubrían el cielo, aunque sin llegar a ser grises y oscuras como las de las tormentas, por lo que sí, era un día magnifico en Londres.

La señora Hudson, aquella mujer mayor que vestía una linda falda violeta oscura a juego con una blusa un poco más clara, saco las llaves de su bolso de Channel, muy viejo y gastado pero sin duda alguna una de sus posesiones mas preciadas (quizás el recuerdo de una amiga del ayer o algún novio joven y mozo).

Abrió las puertas que dieron a unas escaleras y a una puerta lateral, seguramente la casa de la planta baja donde podría ser que viviera ella, por el tipo y el cuidado de la puerta, incluso por el tipo de desgaste que llevaba la alfombra, aunque eso no era notado para ojos comunes y mentes simples.

Las escaleras, un poco mas gastadas de ciertas dimensiones, por lo que se podía decir que eran pies grandes las que solían subir y bajar por ahí, dejando que lo más lógico era que aquellas personas que frecuentaban esa alfombra eran hombres de alta estatura. Por ende, pensó aquella persona que acompañaba a la Señora Hudson, los hombres más famosos del internet vivían ahí arriba.

—Las compras de la bolsa marrón van arriba, cariño, ¿quieres hacerme el favor de ir a ponerlas en la cocina? Te alcanzo en un momento— Sonrió la mujer, con suavidad mientras tomaba las bolsas que le correspondían.

Aquella persona solo le sonrió y subió las escaleras con suavidad, sin hacer ruido, estudiando cada centímetro de la pared con cuidado, pero a una velocidad sobre la promedio. Había tenido tiempo para practicarlo pero no iba a decirlo, a menos que se presentara la oportunidad de alardear del tema.

Coloco las bolsas de las compras sobre la mesa con cuidado, sin importarle aplastar algunos papeles sin importancia aparente, pues estaban bastante ignorados por algún tiempo, según podía ver en su coloración y su capa de polvo.

Con las manos finas se aparto la bufanda de rayas azules y negras, un viejo regalo de uno de sus "amorosos" hermanos poco antes de que… bueno, aquello era ya agua pasada. Sonrió torcido, como todos en su familia, y camino con demasiado silencio por la sala.

Sus ojos miraron el arco y el violín apoyados en el sofá, descuidadamente, casi como si no importara si se dañaba por agua que le pudiera caer al ser derramada o por la simple humedad tan típica de Londres. Pero bueno, siempre había sido así.

Dirigió sus ojos a la pared del fondo, donde una cara sonriente le devolvió la mirada, claro estaba que estaba llena de agujeros, seguro de balas. No le extrañaba en lo más mínimo. Con un movimiento delicado de la mano izquierda, su mano predominante, acaricio la tela suave del sofá.

Su curiosidad se clavo con firmeza en la computadora portátil que descansaba en el escritorio delante de ella, pues era mujer. Se sentó con cuidado frente al mueble, descubriendo el computador. Observo las teclas. Unas cuantas mas gastadas que otras, aunque no ocupo de eso para saber la contraseña.

Tecleo con sumo cuidado, apenas haciendo sonar las teclas, "08071972", y presionó la tecla enter, accediendo a toda la información del ordenador. Una sonrisa se disparo en sus perfectos labios pintados de un suave rosa. Las personas eran todas iguales.

Cuando iba como por la tercera carpeta de información obtusa sobre algunos casos demasiado obvios, en su opinión aunque a diferencia de otros ella no juzgaba a un libro por su cubierta, cuando sintió los pasos apresurados, demasiado pesados para ser de la muy ligera y dulce señora Hudson, por lo que sonrió divertida, mientras leía al fin algo interesante sobre el hombre que subía las escaleras, un diario aparentemente. Antes de ser interrumpida, y con una rapidez demasiado genial para una persona promedio, duplico el documento en su USB.

— ¿Quién rayos eres tú?— Pregunto el hombre rubio, que se paró en seco al verla.

La chica lo miro, de pies a cabeza. Los zapatos gastados pero de porte elegante y muy firmes para todo tipo de actividad; los pantalones viejos y algo gastados pero aun utilizables, señal de que no tenía demasiado dinero; el suéter algo "ñoño" de rombos que hacia juego con la camisa perfectamente planchada; el cabello corto pero no demasiado, aun así con aire marcial, igual que su postura recta y seria. Soldado sin duda.

Maletín negro, en la mano izquierda, por lo que es derecho, facilidad para acceder a un arma inexistente por la elevación de la chamarra, el tic en la mano era más que nada eso, un tic. Y el gafete con su apellido a medio ver por la vieja chamarra marrón, daban señal de que era también medico.

Un doctor Militar. Sonrió con suavidad, no habían pasado más que un minuto o dos, y se levanto quitando con cuidado su USB, sin que el hombre lo viera.

—Doctor Watson, un placer conocerle— Puso su sonrisa, la sonrisa mas encantadora que poseía, pero igualmente de superioridad. —. Soy Enola Holmes, hermana menor de Sherlock.


Espero que les gustara mucho el fic. Quisiera aclarar unas cosas. Enola Holmes es un personaje de las novelas de Nancy S y no son canon. No me he podido hacer de este libro, pero no pude evitar pensar en la pequeña Enola colándose en la vida de Sherlock aunque fuera solo para conocer a su "cuñado", y de paso molestar un poco a Mycroft.

El próximo capítulo espero poder subirlo pronto, pero téngame paciencia, es medio pesada la escuela en estas fechas. Muchas gracias por leer, y hasta luego. ¡Moores fuera!