Los personajes no me pertenecen, son obra de las maravillosas e inigualables CLAMP. La historia es completamente mía.
Así se decía? XD
"Amor en tiempos de guerra"
By: Samantha Hart.
Cap. 1:Destinos cruzados.
— ¿¡Qué?!—Gritó incrédula. — ¡No puede pedirme que abandone el libro!—
—No es eso hija. Mira el caso es este…— Sakura enfadada, se cruzó de brazos preparándose para oír la explicación o más bien excusa con la que vendría su jefe para fastidiarle la vida. — Las ventas de las novelas no van mal pero las historias de moda nos han superado mucho hasta el último año. —Comento con aparente calma el editor mientras le pasaba un pañuelillo a sus lentes.
Ella frunció el ceño.
— ¿A qué se refiere con historias de moda?— Pregunto. ¿Aquel anciano obeso no estaba pidiéndole lo que creía, no?
—Veras, según las encuestas las personas que más consumen en la industria del libro son desde muchachas adolescentes hasta jóvenes de tu edad y pues…les gustan más otros temas como…— Parecía no encontrar las palabra adecuadas. —… ¡Tú sabes niña!— Agitó una mano restándole importancia al asunto mientras con el dedo de la otra presionaba el botón verde del intercomunicador—Rin, tráeme un café. — Pidió y corto, volviendo a centrar su atención en ella. —Chicos guapos, niñas tímidas, maldiciones, lunas llenas, cosas así. No tanto sobre viajes, épocas antiguas y demás—. Finalizó confirmando la sospecha de la ojiverde.
¡Maldito fuera!
—No pienso ponerme a escribir sobre historias de vampiros adolescentes. ¡No es lo mío!— Estalló. No solía ser una persona grosera pero con el paso del tiempo fue perdiéndole paciencia a su jefe. Aunque a él no parecía importarle pues nunca le decía nada.
El hombre suspiro. No había encontrado de qué forma mas indicada decirle a Kinomoto que cambiara su estilo y se adaptara al nuevo "boom" del mercado de libros. Pues sabía de antemano que esa chiquilla terca no se la iba a poner fácil. Y él no quería presionarla porque lo último que necesitaba de ella era una renuncia. Era muy buena escritora.
Aunque eso no quitaba que le sacara más canas verdes.
—Sakura se realista, hay que ponerse a la orden del día, hoy todo se trata de estrategia de ventas hija. —
Por eso lo odiaba. A Takashi Kasuo ni siquiera le gustaba leer, sin embargo era dueño de una editorial y lo único que le importaba era el dinero que pudiera obtener de los libros. No veía el valor de ellos y lo importante que era dejar una enseñanza en cada obra. No, aquel hombre era un ambicioso. Una persona vacía.
Ella no quería ser una estrategia de venta ni un recurso para ninguna editorial. Se sentiría como un chimpancé de circo, esclavo y manipulable que solo sirve para entretener sin importar su orgullo y dignidad.
Ella quería ser una escritora reconocida por enviar mensajes positivos y esperanzadores en sus historias, aunque sean fantasías. Siempre trabajaba para sus lectores y no para la moda y día a día luchaba por tener un estilo propio que la marcara. Ese cruel titiritero no le iba a quitar eso.
—Bien, de acuerdo. — Comenzó ante su silencio, esa mocosa a veces era tan testadura— Creo que no lo harás y si lo harás, lo harás mal. Le daré el trabajo a otra persona que pudiera cumplir una sinpe orden pero tú tendrás que encargarte de un proyecto más complicado. —Sakura miro el piso enfadada, por un momento se sintió como si la estuvieran reprimiendo en la secundaria. El tener tan solo veintitrés años le jugaba en contra en esos casos, la trataban como una adolescente. —Según las estadísticas a la mayoría le gusta el género surreal, pero no a todos nos gusta lo mismo así que he pensado que debemos probar con escribir historias basadas en hechos reales. Si no quieres hacer lo que se te dice entonces te aprovechare para experimentar con esta teoría. —
`Te aprovechare´ había dicho y le sonó tan horrible. ¿Que se creía que era? ¿Su conejillo de India?
—Con historias reales, ¿Se refiere a biografías o algo así?— Pregunto insegura.
—Oh no, eso es aburridísimo. Me refiero a una historia sobre una tragedia, un amor perdido, no lo sé, algo. — Kasuo y su gran imaginación…— Pero que sea verdadero. Busca alguna historia real que sea interesante y ponle un toque novelesco; así podrás transformarla en un buen libro. Te daré todo el semestre. Pasa Rin. — Le indico a la jovencita parada en el marco de la puerta con un café y papeles en mano. — Adiós señorita Kinomoto, espero volver a verla con un jugoso libro en las manos.
Con las manos apretadas en puños, se fue por la puerta sin siquiera molestarse en despedirse.
Argh! Ni siquiera le había dado tiempo de decir nada ¡Maldito cerdo! Prácticamente la había echado de su oficina.
Aunque, de todas las tonterías que dijo, por una minúscula parte, él tenía razón. Entendía perfectamente sobre que trataba su "teoría". Quizá una historia basada en hechos reales era menos interesante que una plasmada de lugares exóticos y criaturas mitológicas pero al ser real tenía otro tipo de atractivo y a la gente solía llegarle más porque se identificaban con ellas.
Ella como lectora aficionada lo sabía perfectamente…pero el problema era ¿De dónde rayos sacaría una historia así?
Cuando llego a su puesto, suspiro cabizbaja dejándose caer en el asiento sintiéndose derrotada y cansada. ¿Ahora que haría? ¿Tendría que tirar por la borda todo el trabajo puesto en el nuevo proyecto que estaba armando?
No, no pensaba borrar así como si nada 168 páginas de Word solo porque a su jefe se le ocurria. Preferia renunciar antes de eso. De todas maneras, parecía que esa historia tendría que mantenerla pausada por un tiempo.
La musiquita característica de su móvil empezó a sonar distrayéndola por unos segundos de su odisea. Revolvió su bolso hasta dar con el aparatejo. El nombre en la pantalla de su móvil consiguió hacerle formar una pequeña sonrisa.
Tomoyo.
Miro la hora en su celular antes de ingresar por la puerta de aquel lugar con el enorme cartel sobre su cabeza que decía "Cafetería Ojos de Gato" junto con el dibujo de un gato negro…
O eso era una neko?
Las 18.15. Bueno, se había retrasado 15 minutos tampoco era para tanto.
Respiro profundamente una última vez intentando normalizar su respiración aun algo agitada y tomo el pomo de la puerta empujando para adentrarse en el lugar.
Ni bien entro el exquisito aroma de café y pasteles inundo sus sentidos haciéndole casi suspirar, pero antes de hacer nada realizo una vista panorámica del lugar con sus grandes ojos verdes esmeralda hasta encontrar a su mejor amiga y prima, sentada casi en el fondo, en un esquinero del lado de las enormes ventanas.
La chica le hacía señas y le sonreía.
Sonrió negando con la cabeza, a pesar de sus despistes y su impuntualidad, Tomoyo jamás se iba a enojar con ella y reclamarle nada. Era una de las pocas personas que conocía que tenía los dotes de la paciencia y serenidad.
—Lo siento mucho Tomoyo, vine para aquí en cuento salí del trabajo— Se iba a sacar el largo abrigo oscuro pero desistió enseguida recordando el sweater a rayas que llevaba debajo. No es como si le importara mucho el hecho de no estar a la moda pero en compañía de su amiga la diferencia era notoria y…vergonzosa. La morena llevaba una chaqueta de cuero marrón que hacia juego con sus leggins oscuros y sus zapatos de tacón. Todo basado en las ultimas tendencias. Y es que sería ilógico que Tomoyo Daidouji, reconocida diseñadora junto a su madre, la también famosa Sonomi Daidouji, no vistieran los últimos modelos de ropa y accesorios.
—No te preocupes Sakura, Eriol estuvo conmigo hasta hace diez minutos. — Comento restándole importancia. Eriol era su novio desde hace varios años.
—Oh, está bien. —Comento sintiéndose menos culpable. — ¿Y cómo te encuentras? Sonabas algo emocionada por el teléfono. —Tomo algunos molestos mechones castaños que le caían en el rostro y los acomodo detrás de su oreja.
Sin embargo, se volvió a despeinar cuando Tomoyo se impulsó de la silla para tomar sus manos con las propias de ella, delatando el contraste pálido entre ambas. Y eso que ella de por sí ya tenía la piel bastante blanca, sin embargo la otra chica lo era mucho más. Como una muñeca de porcelana.
— ¡Hay, Sakura estoy tan feliz!— Chillo emocionada— Me propuso matrimonio ¡Nos vamos a casar!— Soltó de pronto con una enorme sonrisa que no le cabía en el rostro.
Fue cuestión de segundos para que la castaña procese la información recién llegada y ambas se pusieran a gritar como locas y abrazarse como si su vida dependiera de ello, aun con la mesa de por medio.
— ¡Tomoyo, felicitaciones!—
— ¡Gracias Sakura, no sabes lo feliz que soy!—.
Como si de algún hechizo de magnetismo se tratara todas las cabezas cabizbajas en el lugar ya sea por beber café o trabajar en alguna laptop, se levantaron automáticamente para observar a ese par de jóvenes guapas y raras abrazándose y gritando como si no existiera nadie más que ellas.
La mesera que estaba a punto de atenderlas se detuvo al ver la "feliz escena" y dudo si acercarse o no.
—Esto… ¿Señoritas?— Llamo tímidamente luego de unos segundos.
—Hoe?— Se sorprendió Sakura.
Ambas se separaron y volvieron a acomodarse rápidamente en las sillas. Sakura se sonrojo completamente y musito un lo siento en medio de una risita nerviosa mirando hacia el suelo, en cambio su prima solo sonrió como siempre lo hacía.
—Disculpen señoritas, ¿Se les ofrece algo?— Pidió la rubia camarera esta vez con más confianza y aparentemente divertida.
La ojiverde miro a Tomoyo como dándole el primer lugar.
—Para mí un té con edulcorante y una tarta de legumbres, por favor –Pidió con su habitual elegancia y serenidad.
Sakura abrió los ojos como platos.
—Acaso estas a dieta Tomoyo?— Pregunto sorprendida. Recordaba incluso que a su amiga le encantaba cocinar ricos postres muy a menudo.
— Una futura novia debe mantener su figura. — Respondió guiñándole un ojo.
Ho, cierto…
Pero bueno, en cambio ella soltera y de espíritu goloso pidió un delicioso frappuccino junto con un exquisito postre de chocolate y frutillas.
Cuando la mesera se fue retomaron la conversación.
—Eriol y yo planeamos decirlo a nuestros amigos y familiares en una reunión donde primero anunciemos nuestro compromiso y luego fijaremos una fecha exacta para la boda aunque no será dentro de mucho tiempo. Pero no podía esperar a decírtelo a ti primero. Sabes que no puedo guardarte nada. —
Era verdad, desde pequeñas cada una era algo así como sus propios diarios íntimos. Siempre se enteraban primero de lo que pasaba a la otra, era como una especia de promesa entre ellas, tanto que Sakura estaba segura de que si Tomoyo alguna día supiera un secreto de carácter mundial, no se lo contaría a nadie salvo a ella.
—Además tenía que decírtelo para sacar las medidas del vestido que llevaras en la fiesta de compromiso. — Casi se cae de bruces del asiento. — Obviamente luego te confeccionare uno para la boda. Claro que este será más elegante, más llamativo, mas distinguido, de un color que haga resaltar tus hermosos ojos esmeraldas y tus largas y maravillosas piernas. Estaba pensando en que el primero podría ser de color negro porque así….Y bla, bla, bla. —
A veces se preguntaba si Tomoyo le seguiría confeccionando ropa aun cuando fueran ancianas. Su prima tenía esa extraña afición o mejor dicho obsesión, de hacerle trajes desde que eran niñas. Primero fueron para los actos escolares y las excursiones, luego para las fiestas de la secundaria e incluso le confecciono un vestuario para la fiesta de graduación. El último vestido que le había hecho había sido el año pasado para la boda de Chiharu y Yamazaki, quienes habían sido compañeros de Instituto de ambas.
No se quejaba, su prima era genial diseñando ropa pero lo cierto es que la avergonzaba con tantos halagos y ella no era ninguna modelo. Además sería un esfuerzo muy grande para la futura esposa. Bastante lio tendría solo con todo el asunto de la boda. No quería ver ojerosa y estresada a la guapa diseñadora.
—Pero Tomoyo, ¿No crees que sería mucho trabajo junto con la organización de la boda?— Pidió en voz baja entre todo el repinpineo de la chica.
La expresión soñadora de la joven cambio a una sorpresiva para luego dar paso a unos ojos de cachorrillo suplicantes que sabía, convencerían a su prima.
—Pero Sakurita, si para mí no es ningún trabajo, es un placer confeccionarte los atuendos que tan bien te quedan. Además me sentiré despreciada si no aceptas mis diseños. — Se lamentó con fingido dramatismo colocando la palma de la mano en su mejilla.
Sakura rio resignada sabiendo que era imposible hacerle cambiar de opinión. —De acuerdo Tomoyo. — La aludida sonrió satisfecha. — Pero ahora dime, ¿Cómo te lo propuso?— Pregunto haciendo referencia al pedido de mano por parte de Eriol.
La futura esposa, dentro de poco prometida, corrió su moreno cabello de los hombros y volteo hacia la ventana dejando vagar sus lindos ojos amatistas por el cielo que se observaba a través del vidrio y se perdió entre las nubes blancas recordando ese maravilloso día.
—Pues…—
Estiro lentamente sus fuertes brazos hacia arriba y movió el cuello unas repetidas veces consiguiendo que sus huesos sonaran en el proceso. Suspiro sonoramente desparramando el cuerpo sobre el asiento. Luego de haber tenido una aburridísima reunión de tres horas a la mañana, había estado toda la tarde encerrado en su oficina trabajando como poseso sobre la computadora, firmando y leyendo papeles, sacando cuentas, etc.
Estaba cansado, pero sobre todo tenso. Sentía los músculos tensos.
Una sonrisa ladina se formo automáticamente en su rostro.
Una buena sesión de sexo le serviría para sacarse de encima el stress. Esperaba que la secretaria no se haya ido aun…bah, que más daba. Era esa o cualquiera. Las mujeres siempre estaban disponibles para él.
Escucho unos golpes en la puerta y bufó. No hacía falta ser mago para saber de quien se trataba.
— Pasa Eriol— No se molestó en disimular el fastidio en su tono de vos y a juzgar por la cara del recién llegado a este tampoco le molestaba el carácter huraño de su amigo.
Debajo de los lentes característicos de Eriol había una gran, gran sonrisa.
Mmmm…Ese era un indicio de que lo siguiente no le gustaría. ¿Que se estaría tramando ese cuatro ojos?
— ¿Cómo estas querido Shaoran?— Pregunto sin borrar su expresión. Tomo asiento quedando de frente al castaño.
El aludido lo miro desconfiado intentando leerlo como si fuera un libro pero como siempre, le era imposible. Eriol era tan misterioso…como idiota.
— Ya Eriol, escúpelo. —
El pelinegro ensancho más su sonrisa, si es que eso era posible. La paciencia no era algo que precisamente caracterice a su amigo pero no había pensado que caería tan rápido.
— ¿Así nada más?— Pregunto fingiendo inocencia.
— Ya Eriol, ¿Qué demonios sucede?—
— Bueno está bien, si tú lo dices. — El castaño rodo los ojos— Voy a casarme. — Soltó de sopetón.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
— ¿¡Que!?—
Lamentaba tanto no tener una cámara a mano como siempre hacia su novia porque la expresión de su amigo era digna de recordar para la historia. El "gran" Shaoran Li Los ojos ámbares abiertos a más no poder y la mandíbula desencajada como si hubiera visto un fantasma.
Aunque era algo lógico, pensó. Decir la palabra "casamiento" al libertino y mujeriego Shaoran Li, heredero de una de las empresas más grandes de Asia, era como echarle veneno a un insecto.
—Y después las malas lenguas dicen que eres un hombre frio que no se inmuta por nada. —
— ¿Eriol estás loco?— Lo miro como si se fuera E.T, el extraterrestre feo.
— Quizá. — Respondió con simpleza. — Voy a casarme con Tomoyo, Shaoran. — Repitió haciendo que el castaño confirmara que aquellas palabras no se trataban de una mala pasada de su imaginación.
El apuesto joven se pasó una mano por sus cabellos castaños. Hizo memoria intentando recordar a la novia de su amigo, cosa que no fue fácil, conocía tantas mujeres…y tantas piernas…y tantos labios… y….YA!
Recordó fugazmente una elegante morena de piel pálida como Eriol. Si, esa era. Una mejor tan hermosa como insoportable. El solo hecho de escuchar el parloteo de su voz chillona cuando Eriol la llamaba por teléfono o ella a él, le hacía preguntarse porque demonios quería casarse…o echarse la soga al cuello, que era lo mismo.
Con lo escandalosas y caprichosas que eran las mujeres….
—Pero no estás comprometido. — Recordó.
—Nos comprometeremos en un mes y luego nos casaremos aunque no dejaremos pasar mucho tiempo. Estoy seguro de que será para este año. — Explicó acomodando sus gafas.
El castaño aun miraba incrédulo al pelinegro, que estaba de lo más tranquilo. Si fuera su caso ya estaría sufriendo un ataque de algo.
¿Qué podía tener de bueno el matrimonio? Nada. Solo problemas. Más de los que se tiene aun estando solo.
— ¿Estás seguro?—Pregunto seriamente.
Al pelinegro parecía darle gracia su reacción.
— ¿Seguro? Estoy ansioso Xiao Lang. — Dijo haciendo referencia a su nombre en Chino.
A juzgar por la cara de idiota de Eriol, parecía que hablaba en serio. Suspiro derrotado. Otro más había caído, pensó recordando varias bodas de sus antiguos compañeros de secundaria.
—Sé qué te parece una idea absurda, pero la amo y estoy muy feliz con la decisión que he tomado. — Hizo una pequeña pausa, dudoso de comentarle lo que quería. — Aunque a ti también te vendría bien decidir algunas cosas. — Sugirió cauteloso.
— ¿Decidir? ¿De qué hablas? Me la paso en reuniones y juntas, todo el tiempo estoy tomando decisiones. — Contesto huraño, esquivando el tema. Ya sabía a donde quería ir Eriol y no tenía ganas de que lo esté sermoneando, ya parecía uno de esos viejos amargos del Clan que tenía que soportar cada vez que viajaba a China.
—No todo se trata del trabajo mi querido amigo. Me refiero a las decisiones que tienes que tomar en tu vida. Entiendo que hayas sido un donjuán en nuestra época de instituto pero, ¿No has pensado que ya es hora de sentar cabeza? ¿De pensar a futuro?— Y ahí empezaba otra vez…
No, esta vez, le iba a cortar todo ese rollo.
— Por favor Eriol, ¿Sentar cabeza?— Replico mirando seductoramente a una curvilínea empleada que pasaba por la puerta. Había tenido un día atestado de trabajo y lo único que quería era un revolcón que lo pudiera distender. — No sé qué te habrá hecho esa mujer pero de lo que estoy seguro es de que estás loco. Aunque si tú eres feliz cuatro ojos, me alegro por ti. — Dijo con sorna. Apago su laptop, tomo su saco y se dirigió hacia la puerta donde lo esperaba la mujer con una lujuriosa sonrisa. —
Eriol negó con la cabeza, luego de ver marcharse a Shaoran. Era tan terco como un crio y reacio al compromiso como un adolescente rebelde. Eso que el llevaba no se podía llamar vida. Sabía que su amigo decía estar bien así pero solo era porque no conocía el amor que le pudiera brindar una dulce y buena mujer como lo era su Tomoyo.
No, el castaño solo se regodeaba con mujeres falsas y promiscuas que ambos sabían, no valían la pena. Razón por la que nunca se metía en nada serio que llevara la etiqueta de sentimental.
Llámenle intuición o algo por el estilo, pero él tenía esa sensación de que algo pasaría y seria pronto. Y por suerte, cuando el presentía algo, casi nunca fallaba. Por eso estaba segura de que de alguna u otra forma la vida del joven empresario cambiaria.
Con suerte y quizá se trate de la esperada mujer que pudiera hacer entrar en razón a ese amigo suyo cabeza hueca y testarudo.
Estornudo por tercera vez consecutiva. ¿Acaso había algo en esa cosa a lo que era alérgica?
"Cuando estornudas tres veces seguidas es porque alguien está hablando de ti" Recordó lo dicho en uno de esos programas matutinos de las mañanas.
¿Sería por eso?
Miro hacia adelante y salió prácticamente corriendo del ascensor en cuanto se dio cuenta que las puertas ya se habían abierto y comenzaban a cerrarse amenazando con atraparla junto con alguna especie de espectro fantasmagórico que hiciera su aparición en medio de la noche cuando nadie supiera que había sido de ella.
Tonta. Tonta y cobarde, pero no podía evitarlo. A veces que tu personalidad se componga en ser mitad miedosa y mitad despistada no era nada agradable.
Pero lo suyo no era por los despistes sino por ser distraída, ¿Aunque era lo mismo, no?
Ya de por sí, vivía en una nube, pero cuando se ponía a meditar no había quien la bajara. ¡Además de que siempre pensaba miles de cosas a la vez!
Una de ellas era lo que le había dicho Tomoyo. ¿Enserio Eriol la había llevado en avión hasta Paris para proponerle matrimonio en el restaurant mas lujoso de aquel país, reservado para ellos dos solos? ¿Y con la banda favorita de Tomoyo cantando excusivamente para ellos? ¡Vaya!
Ese Eriol si que era todo un romántico.
Se preguntó qué haría ella en una situación así, aunque desecho la idea ni bien vino porque era imposible que le ocurriera algo como eso. Bueno, tampoco es como si lo estuviera deseando. Era una persona muy sencilla y sobria, siempre y cuando se hable de lo material. Respecto a la personalidad, a veces ni ella misma se entendía…
Coloco la llave en la cerradura y abrió la puerta para luego cerrarla con su propio cuerpo una vez dentro, recostando su espalda sobre la madera.
Sakura les veía mucho futuro a los novios. Ambos eran guapos, exitosos, elegantes, distinguidos e increíblemente perspicaces. Eran tan parecidos que incluso cuando conoció a Eriol le pareció que era como la versión masculina de su prima…
…su prima….su Tomoyo. Su querida Tomoyo que se iba a casar…
Negó con la cabeza intentando obstruir el paso de cualquier pensamiento negativo que pudiera ingresar en su cabeza.
Tomoyo y Eriol eran el uno para otro, estaba segura que les iría bien. Sí, eso es. Incluso si fantaseaba un poco podía visualizarlos en una hermosa casa de aspecto victoriano, con uno o dos hijos de cabello y ojos azules. Después de todo, algunas personas estaban hechas para amar y entregarse.
En cambio ella…
Algo se apagó en la verdosa mirada, de repente fija en el suelo de madera, como si no tuviera el valor de ver hacia el frente porque sabía que no tenía nada por delante.
Salvo a ese enorme, obeso y hermoso gato que traía su plato de leche en la boca.
Se incorporó con renovado ánimo. ¿Quién necesitaba un novio? Cuando tenía al hombre más bonachón y sexy esperándola en casa todos los días.
— ¿Cómo estas querido Kero?— El aludido maulló regodeándose entre los pies de su dueña.
Ya despojada de su abrigo y su bolso, apretó el botoncito de su laptop para que se cargara mientras le servía la leche a su gato, que era el preludio de la cena. Algo así como un… ¿Tentempié gatuno?
Coloco una taza de café al lado de la computadora, sobre una mesita ubicada en el centro del living, para luego sentarse en el sillón y disponerse a escribir, aunque sea en vano, la historia que había dejado en veremos, hace como tres o cuatro días.
Corri y corri como pude, porque con el vestido se me estaba haciendo una tarea endemoniadamente difícil. Si quería obtener mas ventajas debía hacer algo así que me dirigi a prisa hacia el cuarto de los trofeos. En el fondo del cuarto, arriba de la chimenea, como reliquia mas valiosa se encontraba una espada que había pertenecido a quien sabe que antepasado. Tome la espada y la desenvaine con algo de esfuerzo, pues estaba algo pesada, y corte buena parte del largo del vestido sintiéndome mas libre. El sonido de un cañon me causo un sobresalto haciéndome correr escaleras abajo.
Llegue a donde estaba el sotano y abri la puerta de una patada. Tenia una escalerilla para bajar pero estaba tan frenética y asustada que cai directo al suelo .Al menos estaba viva pensé hasta que sentí una mano cubrirme la boca. Forceje e intente gritar con mi apresor pero se me hizo inútil, era mucho mas fuerte que yo.
—¿Quieres quedarte quieta?—Lo escuche pedir exasperado. Un momento…esa voz…
¿Acaso era un jovencito como yo?
Al parecer mi tranquilidad lo apaciguo porque me solto despacio dejándome frente a él.
"Dios mío, que guapo" pensé .Me importaba un comino si era un pirata o lo que fuera, era demasiado apuesto como para preocuparse ahora por eso.
—No sabía que la famosa Lady Sarah fuera tan bella. Los comentarios no le hacen justicia mi lady.— Alagó tomando una de mis manos y besándola para posteriormente incorporarse quedando muy cerca de mi rostro.
Coloco un dedo en mi barbilla y levanto mi rostro haciendo que lo mire fijamente. Estábamos tan cerca... su respiración chocaba con la mía. Sus los labios entreabiertos…
Y luego…luego…
Luego sintió una lengua húmeda de leche saborear su mejilla.
— ¡Kero!—Forcejeo entre risas con la bestia gorda y peluda hasta que se lo pudo sacar de encima no sin que este le haya lamido la nariz haciéndole cosquillas—De acuerdo. Ahora te daré tu comida. —
Haciendo a un lado las cosas se levantó del sillón y se dirigió a la sala.
— ¿Por qué será que solo me vienes a ver cuando tienes ham…?— El sonido del timbre la interrumpió haciéndole fruncir el ceño. ¿Quién podía ser a esa hora?
Miro por la mirilla antes de abrir.
Quiso darse la cabeza contra la puerta al encontrarse con la estúpida sonrisa de Kento Sanada, el abogado que vivía en el décimo piso. El y su fastidiosa insistencia con conquistarla…
Solo abrió para pedirle que se vaya. Irónico, ¿No?
—Hola, bella Sakura, ¿Cómo te encuentras? Supongo que bien, porque hoy estas especialmente guapa— La fuerza de voluntad que tuvo que utilizar para contenerse y no rodar los ojos fue mucho menor al esfuerzo que tuvo que hacer para mostrar un intento de sonrisa ciento por ciento forzada.
—Pues algo cansada. — Respondió con desinterés— Hace un rato salgo de trabajar y tú, ¿Cómo estás?— Pregunto como si le interesara pero al instante se arrepintió queriendo golpearse. Ahora le contaría todo lo que hizo en el día…
Aunque para su suerte no lo hizo. En cambio el hombre ante la palabra "cansancio" borro la tonta sonrisa de galán de novela barata, y cambio su expresión a una más seria e incluso escéptica, cosa que la tomó por sorpresa.
—Entonces debo imaginar que otra vez rechazaras una invitación a ir a cenar ¿No es así?— La forma en que la miraba y le hablaba denotaba lo poco que le creía a su excusa del cansancio. Eso la irrito. Ella tenía todo el derecho de rechazarlo o no, pero no el a enfadarse y encima echárselo en cara, aunque no se lo haya dicho de forma explícita.
De acuerdo, se dijo. Si él no le creía más sus excusas y encima se molestaba, entonces le diría de verdad de frente…
—Mira Sanada, estoy saliendo con alguien. — Bueno…no era muy buena siendo sincera.
— ¿Enserio? Porque no te he visto con alguien desde que te mudaste aquí. —Tampoco mintiendo.
Demonios, maldijo internamente. ¿Ahora resultaba que también la espiaba?
Encima de idiota, egocéntrico, fastidioso y acosador era chismoso. ¿Que se creía este tipo?
Carraspeo para que su voz sonara segura y más creíble.
—Eso no significa nada, él no vive cerca de aquí, aunque yo no tengo porque darte explicaciones. Lo único que quiero que sepas es que no estoy disponible y no aceptare ninguna cita que me ofrezcas. —Sentencio seriamente.
No le cerró la puerta en la cara porque no iba con los principios de su educación, distinto al caso del hombre que tenía en frente, que mascullo un "está bien" y se fue sin más.
"¿Y con esos modales es abogado?" Se preguntó a sí misma.
Bufo y cerró la puerta tras ella. Mejor volvía a la tarea de alimentar a su gato antes de enfadarse por algo que no valía la pena.
— ¡Kero, ya está la comida!—Anuncio agitando lo lata de comida, a lo que normalmente su gato hacia su aparición en cuestión de microsegundos, pero este no fue el caso…
— ¿Dónde se pudo haber metido?— Se extrañó— ¡Kero! – Vivió a llamar y nada. Busco por el pasillo, el living, el baño, los cuartos de arriba, etc…hasta que cayó en cuenta que lo más probable era que haya ido con su vecina, la señora Yamato.
Toco tres veces y en cuestión de segundos una anciana bajita y regordeta le abrió.
—Sakura, ¿Cómo estas querida? Ven, pasa, pasa. — La invito la señora, a lo que ella le agradeció con una sonrisa.
— ¿Kero está aquí?—Pregunto buscándolo con la mirada.
—Vino para aquí en cuanto ese idiota de Kento fue hasta tu departamento. — Sakura rio. Aun no se acostumbraba a oír decir groserías sobre los demás inquilinos a esa amable y chismosa anciana que le hornea galletas y la invita a tomar él te cada tanto.
—Con que aquí estas Kero. — Dijo viendo salir del pasillo a su gato quien traía una galleta en la boca. — Lo siento señora Yamato.
—Oh no hay problema cariño, después de todo el me acompaña.— Respondió la anciana desde la cocina mientras sacaba un pastel del horno. Sakura se acercó a ayudarla y Yamato le sonrió cálidamente.
Le tenía mucho cariño a esa jovencita adorable y su gato quien le hacía compañía en las tardes cuando ella se iba a trabajar. Claro que ella se había opuesto cuando le ofreció cuidarlo pero la convenció cuando le dijo que era para no quedarse sola. Aunque ella también venía a menudo, entonces hablaban y reían mucho a pesar de la diferencia de edad. Sakura era muy educada y agradable. Toda una mujercita hecha y derecha.
—Y dime, ¿Cómo vas con tu trabajo?— Pregunto mientras la esmeralda servía él te en la mesa del living.
—Pues no muy bien. — Contesto haciendo una mueca. —Creo que tendré que hacer plagio o de lo contrario mi jefe me despedirá— Medio bromeo, rolando los ojos mientras se llevaba una porción de pastel a la boca.
Sakura Kinomoto era una escritora muy famosa y reconocida por las mujeres y porque no hombres también, amantes de las novelas románticas y apasionadas ubicados en tiempos y tierras lejanas, con protagonistas fuertes y llenos de vigor y mujeres tan imponentes como hermosas. Le gustaba mezclar las aventuras con el romanticismo creando escenas que encantaban a sus lectores.
Cada historia suya era un éxito asegurado. El día que salía algún tomo nuevo los stocks quedaban agotados en cuestión de días. Lastima que muchas de esas libros sean modificados por el editor para que se ajuste a los pedidos del mercado.
— ¿Por qué lo dices?
—Me pidió que deje parado el libro que estoy escribiendo para que me ponga a escribir novelas de vampiros con lo que después se puedan hacer películas para adolescentes y que él se llene de dinero…literalmente— Agrego al ver la confusión de la señora Yamato, quien entendió un poco mejor cuando recordó a su nieta ver una extraña película de un jovencito brujo que llevaba gafas y peleaba con…
¿Ese señor pálido y calvo que no tenía nariz seria alguna especie de Drácula?
Se encogió de hombros y opto por suponer que era lo que estaba de moda.
—Señora Yamato, tiene una carta. —Señalo la mesa del televisor en la que permanecía un sobre color blanco. Sabía que la pobre anciana no tenía la vista en las mejores condiciones debido a su edad porque ella solía leerle la correspondencia algunas veces.
La mujer salió de sus cavilaciones y medito un poco hasta que pareció recordar algo.
—Ho cierto, la había olvidado mi niña. Estaba esperando que vinieras para poder leérmela. —
La castaña camino hasta la antigua mesa de roble y tomo el sobre del cual saco el papel de adentro para leerlo.
Querida Yamato:
Sé qué hace mucho no te escribo, quiero creer que estas bien. No voy a mentirte, no sé cuánto más viviré, pero quería comentarte algo: Tengo un deseo. Aun no puedo creer que pueda seguir deseando a pesar de mi edad, pero así lo es. Creo que es algo que no se pierde a pesar del paso del tiempo. En fin, ya que no lo puedo hacer por mí misma mi petición es encontrar a una persona que pueda escribir la historia de mi querido Shen y yo durante esa horrible guerra que me lo puso en el camino para luego volver a quitármelo. El libro que quiera hacer escribir seria para mi familia, especialmente nieto. Quiero que conozca la importancia y el valor del amor como lo hice yo gracias a su abuelo.
Estimada amiga, si no nos volvemos a ver y a mí me llegara la hora de decir adiós, te pido que reces por mí y no te preocupes, porque yo estaré con mi amado Shen, viendo a todos mis seres amados desde algún lugar en el cielo.
Con cariño, Kotori Li.
La castaña se sintió terrible al ver el semblante serio y cabizbajo de Yamato. Quizá debía haber leído para sus adentro primero para no soltarle semejante noticia de golpe.
Pasaron unos segundos que se le hicieron eternos, no tenía idea de que hacer, ni siquiera conocía a la remitente como para opinar en algo.
Finalmente, la anciana suspiro exhalando el aire retenido. —Oh, es Kotori, entonces no se ha mejorado. — Se lamentó.
—Puedo preguntarle quien es Kotori?— Pregunto intentando cambiar un poco el tema.
—Kotori, es una gran amiga de la vida. — Su voz tenía un cierto color de anhelo. — Hace mucho me conto que estaba enferma, pero como no he sabido nada de ella hace unos meses, pues…—
— ¿Cómo se conocieron?— Se interesó sentándose nuevamente en el mullido sofá presionando sus codos en las piernas a la par que apoyaba la cabeza entre sus manos.
La anciana la miro para luego perder su vista por el techo, como si fuera alguna especie de cielo.
—Probablemente…— Comenzó tomando la taza de té entre sus arrugadas manos. —Probablemente hayas oído hablar de la guerra de China en 1955— La castaña asintió recordando sus clases de Historia, en las que era muy buena. — Tenia 17 años en ese entonces y vivía en China porque mi hermano había sido radicado allí para servir a la guerra.—Sorbió un poco de té y prosiguió— Como mi querido padre había muerto durante nuestra niñez, mi hermano y mi madre eran el único sustento económico de la casa mientras que yo terminaba mis estudios en medicina. El problema fue que durante la guerra, te imaginaras que el dinero no sobraba. — Sakura asintió— Kenta no estaba… –Supuso que Kenta era su hermano. —…así que decidí hacer algo por mi familia, por lo que me ofrecí como enfermera voluntaria en el servicio militar.—
La castaña estaba muy sorprendida, a pesar de que las cuentas le daban, jamás hubiera imaginado que la señora Yamato hubiera vivido una guerra.
—Cuando comencé a trabajar me hice amiga de una muchacha joven recién recibida por lo que tenía muchos más conocimientos que yo y me ayudó mucho. Su nombre era Kotori. Era una mujer hermosa, alta, esbelta, con los ojos verdes brillantes y una sonrisa deslumbrante. —La mujer contemplo a la muchacha que tenía en frente por unos segundos y para finalmente sonreire. — Era muy parecida a ti en realidad. — Tomo otro sorbo. — Salvo por el cabello, que lo llevaba largo. — Comparo haciendo referencia al hecho de que la castaña lo llevaba apenas por los hombros.
Sakura se sonrojo ante el halago. Imagino a Kotori como una especie de diosa griega hasta que la comparo con ella. Si bien era delgada y sus ojos le gustaban por el hecho de que los había heredado de su madre, no se consideraba esbelta ya que no era muy alta, considerando su metro, sesenta y cinco centímetros. Tampoco se sentía hermosa, simplemente normal y quizá hasta algo…bonita, si se empeñaba en ello. Pero no definitivamente como un objeto de deseo para los hombres y de envidia para las mujeres.
—Kotori y yo llevábamos un tiempo trabajando en los centros médicos. Ambas nos entendíamos mucho y nos apoyábamos mutuamente en los duros tiempos en el que vivíamos. Me sorprendió el hecho de que no tenga pareja o no este casada, con lo bonita y encantadora que era pero es que en realidad Kotori era algo reacia al amor. — Recordó con gracia. A Sakura le parecía que los ojos cafés de Yamato lucían brillantes y nostálgicos. — Decía que no era algo para ella porque nunca encontraría a un hombre que le vuelva el mundo de cabeza y la hiciera enloquecer, todos eran un tontos. — Conto ceñuda imitando a una joven Kotori. Ambas rieron ante lo último dicho. — Debes entender mi niña, que en ese tiempo había muchos movimientos feministas. Que equivocada estaba mi querida amiga…—Negó con la cabeza— Como si Dios la hubiera oído a los tres días después un hombre herido en una pierna fue ingresado al hospital. Estaba inconsciente y con las ropas horriblemente rasgadas y sucias. Aun así, se podía ver que era un joven muy apuesto. Cuando recupero la conciencia ya había sido atendido y vendado y lo primero que vio fue a Kotori…— Sakura se acercó más a ella para oír mejor la parte más "interesante". Adoraba en secreto las historias de amor. —Fue como si presenciara una película de amor en frente de mis ojos. Había varias personas en la habitación del hospital pero ellos dos estaban en su propio mundo. Fue algo tan mágico mi niña, yo hasta en ese entonces nunca había tenido la oportunidad de enamorarme pero sin duda ese día conocí algo de lo que era el amor, por a la forma en la que se miraban…
El castaño salió del cuarto abrochándose los botones de la camisa blanca y acomodándose la corbata. Había tenido algo rapidito pero le había servido para descargarse y distenderse.
— ¿No me invitaras a cenar?— Se giro encontrándose con una pelirroja semidesnuda apoyada en el marco de la puerta.
El tono meloso e inocentón que uso para hablar le provoco fastidio. Odiaba que se hagan las señoritas recatadas cuando minutos atrás se entregaban sin pudor. Además como pretendían que se las trate como una dama, si ni ellas se lo creían.
— No, ya te use para lo único que me serviste. — Dijo sin el menor tacto. Siempre lo hacía. ¿Para qué mentirles?
— ¿Sexo?— Pregunto sarcástica sabiendo la respuesta de antemano.
— ¿Tu qué crees?— Respondió en el mismo tono.
La mujer pego un chillido y se volvió cerrando la puerta de un portazo.
— Mujeres…— Suspiró dando medio vuelta.
En el estacionamiento mientras caminaba hacia su automóvil su celular empezó a sonar. Mierda, había olvidado que su hermana lo había estado llamando desde hace quien sabe cuánto.
— Fanren. — Atendió.
— ¡Li Xiao Lang! ¡Hace dos horas estoy intentando comunicarme contigo!— Alejo el aparato de su oído por seguridad de sus tímpanos. Dios, como gritaba esa mujer. Era aún peor que cuando era una chiquilla.
— Lo sé, no pude atenderte. Estaba en una junta— Se excusó, metiéndose al auto.
— Sí, claro. — Rodo los ojos. Cualquier idiota distinguiría que no le creía una palabra. — ¿Ya has encontrado a la escritora que quiere la abuela?— Y ahí estaba de vuelta...
Suspiro pasando una mano por sus cabellos.
Desde hacía dos semanas que ya lo tenía harto todo el tema de la escritora. Comprendía que Kotori quisiera hacer conocer la historia que tuvo con su abuelo Shen y que toda la familia Li la apoyara pero, ¿¡No podía venir alguno de ellos a Japón y buscar a la bendita mujer!?
Oh, claro…sus hermanas estaban todas a cargo de sus respectivas familias y sus padres estaban muy ocupados con el asunto del Clan. Claro, como él era el único que no hacía nada…
— Si Fanren ya la encontré. — Mintió. A ver si así al menos se dejaba de molestar llamándolo cada dos días.
— ¿Enserio? Ya encontraste a Amamiya. — Frunció el ceño. ¿Acaso no le acababa de decir eso?
— Si, si, ya encontré a Maya…digo, Miya…—
— Amamiya, S. A Amamiya. Xiao, ¿Seguro la encontraste? Mira que la abuela quiere solo a esa escritora.—
— Si Fanren. — Repitió por enésima vez. — Ya cálmate ¿Si? La llevare la próxima vez que vaya a Hong Kong.
— ¿Y eso cuando será hermanito?—
— En un mes, más o menos. —
— De acuerdo. Entonces te esperamos ¡Adiós, mi niño! Ha, se me olvidaba. Todos te mandan muchos saludos. — Y corto sin más. Siempre le hacía lo mismo, ella era la primera en cortar.
¿Esperando? ¿Saludos? Ja.
Quizá de parte Kotori pero lo de "todos" sabía que eran mentiras de su hermana mayor.
A su familia le importaba un comino lo que él hacía o no. Al igual que él sobre ellos. La única que se llevaba un poco de su gratitud era esa anciana que lo había cuidado cuando era un crio, cuando nadie más lo había hecho. Si no fuera por eso, ni siquiera estaría pensando en visitar Hong Kong.
— S. A Amamiya. — Anoto en un papel para no olvidarse del nombre. — Tengo que encontrarla sí o sí.
Sakura se encontraba lavando las tazas de color pastel que habían usado para tomar él te. Había releído una y otra vez la carta de Kotori. Aquella mujer que se había enamorado en plena guerra.
"…mi petición es encontrar a una persona que pueda escribir la historia de mi querido Shen y yo durante esa horrible guerra que me lo puso en el camino para luego volver a quitármelo."
Sakura por alguna razón, creía en cosas como las oportunidades, las señales y todo eso. Esta no era la excepción y realmente sentía que todo se presentaba de una manera muy justa.
¿O seria obra de ese tal rey demonio del que había leído una vez en un manga?
Negó con la cabeza.
Si no te apegas a las demandas del mercado, te ganara la competencia y perderas a tus lectores.
Recordo con tristeza lo dicho por el escritor. Hasta ahora le había ido muy bien, pero era cierto que la competencia era cada vez mas fuertes. De todas maneras, Sakura se sentía incapaz de escribir algo que solo sea con objetivo de ganar dinero. Y además, a pesar del temor que la acorralaba de perder el reconocimiento, que tanto le había costado, sentía ese nuevo objetivo como algo más que un experimento para su jefe.
Tal vez, lo que había pasado con su madre era lo que inspiraba el deseo de querer ayudar a esa mujer. Era lo más seguro.
—Sakura?—
La aludida miro a Yamato, quien secaba una tasa con una franela.
— Esta muy pensativa. – Le Dijo.
—Señora Yamato, la verdad tengo ganas de escribir la historia de Kotori. ¡No lo hago por el dinero!— Se apresuró a aclarar. — Simplemente yo…— Paro al ver la sonrisa que asomaba en el arrugado rostro.
—Hay Sakura sé que no lo haces por eso y sí, me parece excelente, de hecho quería sugerírtelo ya que al parecer vendría como anillo al dedo para tu trabajo, por lo que me contaste, pero pensé que no sería apropiado.
— ¿Pero Kotori estará de acuerdo?—
A decir verdad, la joven escritora no tenía idea de cómo era la cosa con eso de escribir un libro basado en hechos y personas reales. Es decir, llegas y dices: "¡Hola, escribiré sobre tu vida! Cuéntame"
Imaginaba que habría que caerle bien a la persona e incluso conocerlo un poco antes. Esas cosas eran por las que no solía dedicarse a ese tipo de relatos. Con sus novelas ella solo tenía que interactuar con su cerebro y su gran y retorcida imaginación.
¿Le caería bien a Kotori?...
Es más, ¿Le caería bien Kotori a ella?
Peor, ¿Y si vivía con una familia enorme y tenía que agradar a todo el mundo?
O y si…
—Por supuesto, tú le caes bien a todo el mundo mi niña. Igualmente trata de no adelantarte cosas que no sucedieron, primero trata de contactarte con ella.— Contesto con calma, dándole animo a la ojiverde.
—Tiene razón, señora Kaede, eso hare. —
Tres semanas después…
Shaoran y Eriol iban viajando en el auto hacia el centro de la ciudad. Tenían que reunirse con un importante empresario americano para cerrar un importante trato que les aseguraba unos cuantos millones de dólares. Suerte que Eriol era Ingles y hablaba perfecto el idioma a pesar de los años que llevaba en la Tokio porque si se trataba de él…
Incluso recordaba que la asignatura de japonés le costaba horrores cuando iba a la secundaria.
— Bien, aquí es. — Dijo el moreno, quien venía manejando, mientras estacionaba el auto.
El castaño miro hacia el frente. Un restaurant de comida típica.
— Qué raro que un extranjero guste de la comida japonesa. — Dijo extrañado.
— Bueno, tú eres chino, aunque no hay mucha diferencia con eso. Pero mírame a mí. —
El ambarino hizo lo pedido. El cabello perfectamente peinado con la raya al medio, un par de enormes gafas sobre los ojos azules, la camisa celeste dentro del pantalón oscuro. Y la frutilla del postre era la tonta sonrisa de oreja a oreja que no abandonaba el rostro de Eriol desde que le había anunciado lo de su compromiso. Del cual, por cierto solo faltaba una semana para que se lleve a cabo.
— Veo un idiota— Contesto luego de finalizar su inspección.
El moreno le habría respondido algo pero estaba tan feliz que ni los constantes insultos de Shaoran lo harían bajar su nube.
— Oh, vamos Shaorancito. ¿Aún estas enfadado por lo de mi compromiso? Si sabes que yo siempre seré tuyo. — Dijo burlón, consiguiendo que unas ancianitas que pasaban cerca los miraran extrañadas y luego se vallan cotilleando por lo bajo.
— Eriol— Advirtió dándole una mirada asesina— Encima de idiota, marica. — Masculló.
Adentrados al lugar pidieron un whisky antes de comer, total aún faltaba una hora para que llegue el empresario.
— Y dime, ¿Por qué el mal humor? ¿Hay algún motivo esta vez o es tu rebosante simpatía, como siempre?— Pregunto con sarcasmo. Shaoran estaba de mal humor — como siempre— pero también se lo notaba algo cansado. Lo denotaba el hecho de que no le gritaba o lo insultaba…demasiado. Más bien, solo gruñía por lo bajo.
— ¿Recuerdas lo de Kotori?— Pregunto luego de tomar un sorbo. El pelinegro asintió y se sirvió también. — Le dije a Fanren que ya había contactado a Amamiya. — Confesó.
— ¿Lo hiciste?— Se sorprendió. Entonces su amigo ya había conocido a… Oh, Dios. Adiós a su idea de comprometerse con el amor de su vida.
— Claro que no. – El ojiazul se alivió. — Pero ahora debo hacerlo o me matara. — Dejo la copa sobre la mesa y se tomó el puente de la nariz.
No era tanto por el tema de la escritora, pero había estado atestado de trabajo. Suerte que dentro de poco tendría vacaciones, aunque se las tenga que pasar con su familia en Hong Kong. El problema era que tenía que ir con la vieja esa, y no había forma de encontrarla. Al parecer no utilizaba redes sociales o al menos no con su nombre real. Lo único que sabía era que estaba en el país, nada más.
— ¿Tan difícil se te hace buscar a una mujer? Creí que eras experto en eso. — Intento cambiar el rumbo de la conversación, si no quería meter la pata.
Sonrió ladinamente. —No tengo problemas cuando se trata de cualquier mujer caliente con buenas curvas pero una escritora, jah, por favor. —
— ¿Que tiene?— Pregunto sin entender. Estaba segurísimo de que si Shaoran llegaba a conocer a la prima de su novia le parecería muy atractiva…y lo primero que haría sería intentar acostarse con ella.
—Vamos Eriol, una mujer que se pasa todo el día encerrada con su computadora viviendo en un mundo de fantasía no puede ser una mujer atractiva, por algo se dedica a eso. Además suelen ser sedentarias y solitarias, lo que nos da como resultado una mujer obesa con gafas más grande que su trasero. — Contesto recordando una desaliñada y solterona empleada de la empresa llamada Naoko.
El pelinegro contuvo la risa. — ¿Así te imaginas a la escritora que quiere contratar tu abuela?— Pregunto en un tono de voz incrédulo que el castaño no advirtió.
Se encogió de hombros dando otro sorbo a su bebida.
— ¿Por qué no?—
"Si supieras" Pensó el moreno.
— ¡Tommy espera por favor! — Freno soltándose del agarre de la morena, apoyando sus manos sobre sus rodillas para intentar recuperar un poco el aire perdido.
—Que sucede Sakurita?— Pregunto viendo a la castaña quien lucía como si hubiera corrido una maratón.
—Muero de hambre, vayamos a algún restaurante. —
Desde que habían entrado al shopping no habían parado un segundo. Su amiga la llevaba a rastras por los locales a los cuales entraba como atraída por un imán y le hacía probarse infinidad de prendas y zapatos, a veces incluso una cosa arriba de otro.
Miro el arañazo que tenia en el antebrazo, producto de un forcejeo, cuando intento separar a la morena de una mujer de unos cuarenta con la que se puso a pelear histérica por el mismo vestido como si se tratara de la última hamburguesa del mundo. Si no moría por asfixia cuando su amiga insistia en que le entraran tallas mas chicas de las que usaba moriria en un uno de esos "enfrentamientos".
De vez en cuando olvidaba que hacer compras con Tomoyo Daidouji era algo realmente cansador y que requería de mucha adrenalina.
—Pero el local de Victoria´s Secret solo abre hasta las tres de la tarde los días jueves además todavía nos falta pasar por Vivianne Westood para comprarte el vestido que usaras en la fiesta de compromiso ¡Y solo falta una semana para eso!— Indico como si se tratara de un asunto de vida o muerte.
—Tomoyo respira. — Pidió. Su amiga estaba frenética. Cada vez que hablaba su vocecita se agudizaba progresivamente. — ¿Para qué quieres más ropa? ¿No te parece que hemos comprado bastante?— Además estaba segura de que compren lo que compren, el vestido que tendría que usar en una semana se lo haría ella.
La amatista agacho la cabeza mirando sus manos y las de su amiga que sostenían mínimo cinco bolsas cada una. Bueno, quizá se había excedido un poco — como siempre— pero no lo iba a admitir. Necesitaba si o si ese vestido. Si por alguna razón, que los Dioses de la moda y el diseño lo prohíban, no podía confeccionarle el traje a Sakura, no podía permitir que vaya siquiera con un par de aros que se dejaron de usar el año pasado.
—Nunca nada es suficiente mi querida Sakura. — Filosofo. Pero ante el rugido de hambre del estómago de la castaña, decidió que ya la había torturado bastante, por un tiempo…
Se sorprendió al escuchar su propio vientre rugiendo. Con todo el asunto de las compras se le había olvidado que no habían comido. Ambas se miraron un segundo y al siguiente se echaron a reír.
Tomadas del brazo se dirigieron hacia el restaurante más cercano.
Dios, no se quejaba de su trabajo pero si había algo que odiaba eran las reuniones, ¡Como se aburría! Y lo peor era que eran constantes.
— Do you like it?—
Aunque definitivamente las prefería en su idioma. Desde que habían iniciado la charla no entendía una mierda. El viejo hablaba y Eriol respondía. Y el ahí, un cero a la izquierda. Solo estaba obligado a ir porque necesitaban que en el contrato apareciera la firma de Li.
— ¿Tu qué opinas Shaoran?— Una gran hoja blanca con cantidad de letras negras sobre su nariz se le apareció de golpe. Corrió un poco los papeles de su vista encontrándose con las atentas miradas de su amigo y el otro empresario esperando una respuesta a quien sabe qué.
Eriol le mostraba el contrato con una mirada que no entendió.
— Argh!— Gruño por lo bajo al sentir una patada en la pierna por parte del moreno. — S…si bien, me parece…bien—
— Ok, entonces firma. — Le pidió este.
Tomo el bolígrafo que le extendía el muy maldito y firmó.
— Ok, Excellent. – El anciano les extendió una mano y ambos la estrecharon para cerrar el trato.
Su móvil empezó a sonar en su bolsillo.
— Tengo una llamada, lo siento. Adiós señor Waters, un gusto conocerlo. — Se despidió, dirigiéndose a los baños para hablar sin tanto ruido.
—He has a call, sorry. —Explicó Eriol, ante la repentina partida de su amigo.
— Oh, sure is his girlfriend. — Comento el anciano con una sonrisa.
— Oh, yeah…sure. — Contestó con sarcásmo
— Goodbye guy. — Se despidió.
— Goodbye Sir. —
— Como vas con el asunto de la señora Yamato?—
— Le comente a Kasuo y me dijo que Kotori Li no es una mujer muy desconocida que digamos. Su hijo Hien Li, es un empresario chino muy famoso y reconocido en toda Asia.
— Si, y no solo él es conocido. Su hijo, Shaoran Li, es el gran heredero de todas sus empresas. — Contesto la morena en un tono casual.
— Pues ese tal Li vive en Japón, aquí en Tokio más específicamente y quiere que me contacte con él—
— ¿Y qué piensas hacer?— Pregunto con cierto temor que no reconoció la despistada ojiverde.
Al parecer lo que ella se esperaba que pasara, pasaría. Sabía que era algo casi imposible el que no se conocieran, pero aun así no estaba segura de querer dejar a su amiga a merced de ese mujeriego, mejor amigo de su novio. Sakura era una mujer divina y encantadora, además de bella y en cuanto ese muchacho la conociera querría seducirla. Estaba segura.
No es como si Sakura fuera a dejárselo fácil, claro que no. Pero aun así, mientras se mantengan las distancias mejor, ¿Cierto?
— Pues no es como si me gustara reunirme con desconocidos pero supongo que tengo que intentar al menos buscarlo, enviarlo un mail, o algo así. Definitivamente tengo que encontrarlo si quiero hacer esto— Afirmó, haciendo que la morena se sintiera derrotada— Pero por otro lado, aun no me animo a hacerlo, ¿Qué pasa si no le gusto o si no la convenzo? Sería un costoso viaje en vano— Suspiro— Aunque también temo que se arruine mi carrera. El idiota de Kasuo tiene razón, hay demasiada competencia y…—
—Sakura, Sakura. — La detuvo. — En primer lugar tu encantas a todo el mundo, es imposible que a alguien le caigas mal— La castaña se ruborizó y recordó que Kotori le había dicho lo mismo. Quizá tenían razón, si se esforzaba podía hacer las cosas bien. — Y es normal tener ciertas crisis o cambios de planes en nuestro trabajos, ¿Crees que hay días que a mí no se me ocurre que diseñar?—
Abrió los ojos sorprendida — ¿Enserio?—. Estaba segura de que a Tomoyo le llovían las ideas, cada línea que sacaban, de lo que sea, era éxito asegurado para la marca Daidouji.
—Claro que sí, es natural amiga. Además todavía eres joven e ingeniosa, estoy segura de que harás un buen trabajo sea como sea. Tu siempre puedes Sakura—
—Gracias Tomoyo. — Le sonrió. — Tienes razón, entonces primero debo contactarme con el nieto de Kotori para que me dé un indicio de donde esta ella. Eso es lo más importante. – La tostada que había estado a punto de llevarse a la boca se le zafó de las manos con la particularidad de que no cayó del lado de la mermelada. — Que raro— Dijo con pose pensativo. — Hace rato que la ley de Murphy no ejerce su poder sobre mí— Bromeó.
Y como si de una predicción se tratase su camisa totalmente blanca en cuestión de unos segundos se vio embadurnada de salsa de tomate.
— ¡Santo Cielo! Lo lamento tanto. – Observo a la camarera disculpándose totalmente avergonzada aun con la bandeja de comida en mano luego de haberse tropezado.
Oh, rayos…Bendito Murphy.
— ¡Eriol Hiragiizawa!—
El pelinegro casi escupió el café que estaba tomando al escuchar esa voz tan conocida por él.
Se dio la vuelta lentamente encontrándose con la mirada fulminante de su novia.
— To…Tomoyito, mi amor. ¿Qué haces por aquí?— Pregunto sintiéndose un corderito asustado.
Desde que habían parado a cenar había visto a su novio pero no fue hasta que Sakura fue a cambiarse al baño que se dispuso a hablar con él.
— Eriol, ¿Qué haces aquí con Shaoran? Te dije que no lo quería cerca de Sakura. — Exclamo con las manos en la cintura.
— Pero Tomoyo, no lo hice a propósito. Solo vinimos a cerrar un trato con un empresario, nada más, lo juro. – La miro con ojos suplicantes.
La morena lo miro unos segundos. Se sintió tonta, Eriol jamás le mentiría. Suspiro resignada y se sentó a su lado.
—Lo siento, te creo cariño.— Le dio un corto beso a modo de saludo.
—Además, veo difícil el hecho de que no se encuentren— Apunto el pelinegro.
— Lo sé, pero es que no quiero que…—
—Tomoyito, mi vida, yo también quiero mucho a Sakura, y lo último que quiero es que este con un hombre que sea capaz de lastimarla pero no hay que pensar así de Shaoran. Sé que no es el más indicado para estar con ella, pero es un buen hombre, solo que esta solo y teme salir lastimado, aunque no lo quiera reconocer— Explicó. — Además es la petición de su la abuela lo que los une. —
—¿Entonces es verdad que Shaoran la busca por eso? ¿Seguro no quiere buscarla por otra cosa?—
—Seguro.— Afirmo.— Es más, aun no la conoce y cree que es una mujer obesa y horrenda.— Dijo divertido.
—¿Por ser escritora?— Eriol asintió y ambos rieron.
La morena suspiro resignada. Era todo tan…justo.
Li necesitaba a Sakura porque era la famosa escritora que Kotori Li quería contratar y Sakura necesitaba a Li porque era el nieto de la anciana. Sin contar el hecho de que Sakura tendría que viajar dentro de poco si es que quería escribir el libro y al muchacho, al igual que a su novio, le darían vacaciones en las que él se volvería a Hong Kong por un tiempo, según Eriol le había contado.
Pero el deseo de aquella ancianita enferma estaba en juego y ella no podía ser tan cruel como para querer evitar que se cumpla.
— Supongo que es su destino conocerse. — Reflexiono.
— Esperemos que todo salga bien, amor. — La animo dándole un beso en los labios que fue correspondido por ella.
Desde que era niña a Sakura se le aplicaba el "si algo puede salir mal, saldrá mal" aunque ella siempre salía contrarrestándolo, diciéndose a sí misma "no te preocupes, todo estará bien"
Quizá de esa manera lograba digamos, "equilibrar la balanza" de la suerte.
Bueno, al menos en esta ocasión había contado con que habían comprado ropa antes de comer y tenía para cambiarse.
Pero entre su camisa lavanda con una enorme mancha roja y una blusa escotada de manera…importante, no sabía que preferir. Aunque era obvio que no podía andar por ahí con la ropa sucia pero con ese escote se sentía semidesnuda. ¿¡Porque no trajo otra cosa!? Habiendo comprado tanto, se vino a traer justo esto.
En fin, pensó. Salió del cubículo mirándose en el espejo tratando de acomodar su ropa de manera que…se guarden ciertas cosas que no debían exponerse tanto. Pero era inútil. Ese escote era muy pronunciado y lo peor era que la prenda se ajustaba demasiado a su cuerpo alzando sus pechos haciéndolos parecer más grandes de lo que eran.
Avergonzada salió de los baños y se dirigió cabizbaja hacia su mesa tratando de ignorar los comentarios y miradas no deseados de los hombres y…sus esposas.
—…de acuerdo, adiós. —
Cuando se giró en dirección a donde se suponía, debía estar su amiga, cayo de sopetón al suelo al impactar contra un cuerpo. Obviamente se había chocado con un hombre si no, no habría caído de esa manera. Levanto la mirada encontrándose, como lo esperaba, con un hombre.
Y que hombre…
Nunca había visto alguien tan apuesto. Era alto, muy alto. Y la camisa que llevaba dejaba notar un musculoso cuerpo. Su rostro, era tan…perfecto. Una piel bronceada realmente envidiable, el cabello color chocolate peinado o despeinado mejor dicho de forma rebelde y esos ojos…unos ojos de color… ¿Miel? Eran tan lindos…
Negó con la cabeza. ¿En que estaba pensando? Aquel tipo no se había fijado por donde iba y por su culpa había caído vergonzosamente en medio de un restaurant.
Del género masculino debía ser…
Shaoran sabía que debía disculparse pero las palabras no salían de la boca. Había cortado la llamada justo cuando sintió que chocaba con algo y bajo la mirada sorprendido al encontrarse con semejante panorama.
Dios que curvas, esa chica lo tenía todo. Piernas largas y eternas, cintura diminuta, vientre plano y ese escote enorme que dejaba a la vista buena parte de unos pechos preciosos.
Iba a tenderle la mano por "cortesía" justo cuando ella ya se había parado por sí sola, dejando al contraste la notoria diferencia de altura entre ambos. Ella era pequeña. Pequeña y deliciosa.
— Podrías fijarte por donde vas ¿No? – Si, Sakura Kinomoto estaba enfadada.
La observo mejor, ahora que estaba parada frente a él. Era preciosa también. El cabello castaño lo llevaba corto dejando al descubierto sus hombros y la piel pálida hacia resaltar esos ojazos verdes. Claro que no eran precisamente sus ojos lo que lo tenían prendado. El strapless que no dejaba mucho a la imaginación lo estaba volviendo loco. Tenía que acostarse con esa mujer…donde fuera, pero debía ser ahora.
— Bueno, sigues viva ¿No?— Comento restándole importancia.
La joven alzo una ceja quedándose boquiabierta. ¿Acaso se estaba mofando de ella? Que tipo mas grosero.
— Si sigo viva y lo seguiré estando mientras no me cruce más idiotas como tu. — Refutó enfadada.
Ok, ese comentario lo enfureció. Al igual que aumento su deseo. Enojada se veía exquisita.
— Oye, tranquila. Vamos, puedo recompensarte. — Hablo en tono bajo y seductor acercándose a ella lentamente.
— ¿Q…que?— Tartamudeo. Sus sentidos se pusieron alerta, no le gustaba nada la cercanía de aquel hombre.
— Que si quieres podemos…— Susurro en su oído.
Lo siguiente que se escuchó en el lugar fue un ¡Imbécil! Seguido de una sonora bofetada.
Cerró furioso la puerta del auto de un golpe tras ingresar en el asiento a su auto. Se miró en el espejo del retrovisor observando su mejilla que aun lucia roja.
—Maldición, como golpea esa perra. — Mascullo frotándose la zona golpeada.
Eriol reía a carcajada limpia a su lado. Y no era para menos. Ver al irresistible Shaoran Li siendo rechazado y abofeteado por una mujer no era algo que se veía todos los días.
— ¿¡Quieres parar Eriol!?— Bramo furioso dando marcha el auto.
El pelinegro se secó una lagrimilla e hizo un esfuerzo para parar de reír.
— Lo sien…haha…to…haha…— Se disculpó aun con atisbos de risa. — Pero es que…hahahahahaha…— Y ahí volvía a carcajearse.
Rodo los ojos y se cruzó de brazos en cuanto paro en un semáforo. Esa estúpida se las haría pagar como fuera, mira que humillarlo así ¡A él!
— Alguna vez te dije que te rechazarían. — Comento luego de unos minutos.
— No me rechazo. — Afirmo seriamente. Lo que pasa es que había ido demasiado rápido, si eso era. A el nadie lo rechazaba porque sí.
— ¿Que dices? ¿Acaso necesitas otro golpe para aceptarlo?— Pregunto incredulo, el orgullo de ese hombre llegaba a limites insospechados.
Supo que si las miradas fueran dagas un día cualquiera de estos moriría desangrado
—Estúpido pervertido, ¿Quién se cree que es?— Protestaba la castaña aun roja de la vergüenza y la furia que sentia latente por sus venas.
Tomoyo caminaba a su lado conteniendo un poco la risa. Desde que conocía a Saura, y eso era muchos años, jamás le había visto golpear a alguien hasta el día de hoy, claro esta.
— Calma Sakura, creo que le dejaste los puntos en claro. — Intento calmarla en vano.
— ¡Es que me enferman los hombres así! Claro como creen que todas son iguales. —
—Todas son iguales Eriol. Primero Se hacen las vírgenes indignadas y luego terminan abriéndose de piernas —
— Juro que jamás me meteré con un tipo así. —
— Se acostara conmigo hasta el cansancio. Nadie me dice que no. Lo juro como que soy…—
— Insoportable, eso es. —
— Solo se hace la difícil, pero en el fondo todas son fáciles.—
— Fáciles. Creen, que todas somos fáciles. Estúpido hombre, ojala no me lo vuelva a cruzar. —
— Estúpida mujer. ¿Quién se cree?—
— Sakura, no creo que eso sea posible— Advirtió la amatista mirando hacia otro lado.
— Shaoran, yo que tu intentaría llevarme bien con aquella muchacha. — Sugirió Eriol con tono enigmático.
Sakura/Shaoran — ¿Por qué lo dices?—.
—Pues veras…ese muchacho en realidad es…—
—Esa chica en realidad es…—
Tomoyo/ Eriol. —La persona que buscas. —
Notas:
Dios que decir, que nervios! Habia estado intentando armar este capitulo durante muchos dias hasta que me arriesgue a subirlo. Es mi primera historia y soy totalmente nueva con esto. Bueno, que decirles. Espero que hayan disfrutado el cap, que no es el mas emocionante por ser el primero, pero prometo que le pondre empeño para hacer una historia interesante. Gracias por leer! Si te gusto has el favor de dejar un review para hacermelo saber, seria de gran ayuda. Besos enormes! Nos vemos!
Pd: No tengo nada contra Crepusculo, es mas tengo los libros y las peliculas XD. La molestia de Sakura se basa en los pedidos que les realizan las editoriales a los escritores para que se ajusten a las historias de moda, creo que lo habia dejado claro en el cap pero por las dudas.