*Capítulo 1: "Instintos"


DISCLAIMER: "Hey Arnold!" no me pertenece. Es propiedad de Craig Bartlett y Nickelodeon.


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Siempre debía ser así. La manzana no madura, la lluvia beneplácita y gozosa, en un día de hipotético picnic, el semáforo camaleónico y perverso precisamente en el momento de cruzar la calle.

Sí… A veces creemos que el mundo tiene una especie de obsesión conspirativa exclusivamente contra nosotros. ¿O la tenía todos los días? Y estaba Lila, claro. La más grande de las conspiraciones y dificultades que el Señor habría creado. O al menos, de eso parecía estar segura una niña…

El dulce que una madre le prohíbe comer antes de la cena; el juguete u ocasional entretenimiento que anhelábamos para Navidad, que en vez de recibirlo nosotros, lo hacen los demás.

Esa moneda que alguna vez, maliciosa e intencionalmente se auto-arrojó de los bolsillos para desmayarse en rincones inhabitados…

El helado recién comprado, que muere estrellado en el piso, al siguiente paso.

El autobús perverso, que escapa, en pleno cruento e insoportable invierno.

Haber faltado a clases, un día que sería de fiesta.

La mala suerte esquematizada, era la presencia de cierta pelirroja, en derredor de cierto rubio, para Helga G. Pataki.

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—¡Hola Lila! ¿Cómo estás?

—¡Oh, hola Arnold! Bien, ¿Y tú?

Lila lucía preocupada.

—¡Perfectamente!

—¡Me alegro mucho! —dijo ella, dedicando una de esas sonrisas, que derriten de amor al mundo.

—¡Vaya examen!, ¿eh?

—¡Y que lo digas! ¡Fue totalmente agotador!

—Sí... ¡Oye! Estaba pensando... ¿Qué tal si...?

—¿Sí, Arnold? Te escucho... —pronunció dulcemente la pelirroja.

—Ehh... Tengo algo importante que decirte...

—¿Ah, sí? Bueno yo... En realidad, yo también, Arnold…

—Oh, vaya. Ambos debemos decir cosas 'importantes', je, je, je. —rió el niño con vergüenza.

—Sí, así parece. Pero... Lo mío no puede pasar de hoy, ¿sabes?

—¡Oh, no, está bien! ¡Entiendo! Lo mío tampoco —aseguró, mirándola embelesado.

—Bien... Entonces...

—Nos vemos en el auditorio, ¿como a las cinco?

—¡GENIAL!

—Cielos… Lila lucía ampliamente nerviosa e impaciente.

—Te esperaré allí, Lila. —Arnold le guiñó un ojo.

—De acuerdo, prometo no retrasarme. Es muy importante lo que te diré, y podría cambiar todo, de ahora en más...

—No te preocupes, allí estaré, Lila.

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Sinceramente, la cara de Arnold estaba desfigurada. Como un niño de dos años que logra que su madre le compre el juguete más caro, bizarro e imposible que pueda existir. Lila, por su parte, también parecía emocionada, aunque muy nerviosa. Ambos lucían extremadamente avergonzados. Ambos tenían ese tenue, pero delatador tono carmesí sobre sus mejillas…

En muchas oportunidades, queremos cosas que no tenemos. Despreciamos las cercanas, y olvidamos las que ya poseíamos. Otras tantas, perdemos la posibilidad de disfrutarlas. Y, en otra parte, perdemos las que ni siquiera tuvimos.

Solemos dedicarles a situaciones, objetos y demás, un valor muy distante del real: 'Si pierdo este sweater, me muero'; 'Si cancelan tal programa, me muero'; 'Si no voy a ese concierto, me muero'; 'Si se acabara el chocolate de la alacena, me muero'…

Sin embargo, por más remota que fuese la posibilidad, "si Arnold y Lila, llegasen a ser novios, creo que ahí sí, ME MUERO." Esos eran los pensamientos de Helga. Esos eran sus fantasmas, sus límites y vallas de la cordura entre el paralelo a la razón y a la insania.

Cuando alguien enferma, ¿no toma medicamentos? Si llueve, ¿usamos paraguas? Si tenemos hambre, ¿no es que comemos?

¡Bien! A veces, por más tonto que parezca, todo análisis de toda cuestión debe ir de lo más claro, a lo más oscuro. De lo más tonto e inverosímil, a lo concreto. Entonces, estamos de acuerdo, en hallar un paliativo. ¡Un antídoto! Como esos de los que dan en las telenovelas, cuando la villana ha envenenado a la heroína, ésta revive como por arte de magia; queda junto al príncipe, la villana muere y viven felices por siempre. Bueno, podemos empezar sólo por el primer paso. No, no aniquilaremos a Lila...

Estamos en la mente de Helga, pero tampoco es tan extremista su alucinación y somnolencia… ¿No?

El antídoto seguramente debe tener que ser 'arruinar el momento'. Es brillante. No hay batallas renacentistas, caballeros armados, ni sangre de utilería dando muertes falaces a personajes de ficción. Sólo arruinaremos el momento. Eso es todo. ¿O no?

¡No! ¡Arruinaremos esa parte de: 'En el auditorio a las cinco' y cualquier otra, futura!

Luego de eternas interlocuciones mentales entre Helga, sus planes y sentimientos, ya son las cinco. Hay un esplendoroso sol en la parte exterior de la P.S 118. El auditorio está coloreado de un amarillo- anaranjado, de esos perfectos para un retrato de atardecer.

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Sobre las escalinatas del escenario, un chico rubio tamborilea sus dedos, en forma continua. En señal de una puntualidad exquisita, que anhela acabar con la espera agotadora de un nerviosismo inusitado en aumento.

Sus ojos se tornan de un brillo especial, al ver ingresar al lugar, a la niña pelirroja que lo visita recurrentemente en sus sueños y aún, estando despierto.

Arnold se pone de pie, ante su llegada, y le entrega su mejor sonrisa.

—Hola de nuevo, Lila.

—Hola, Arnold.

—¿Quieres que vayamos a...?

—No, por mí está bien este lugar. Además, seré breve. Hablemos... —aclaró Lila.

—De acuerdo, aquí nos quedaremos entonces...

—Perfecto...

—¿Empiezo yo? —Arnold inquirió.

—Preferiría hacerlo yo, pero...

—¡Oh, no! ¡Por favor! Déjame a mí —Arnold inmediatamente intercedió, en aras a la cortesía y caballerosidad características en él.

Lila parecía no comprender. ¿Acaso él ya sabía lo que ella iba a decirle? De todas maneras, le permitió usar la palabra primero.

Ambos estaba muy, extremadamente nerviosos y sonrojados. El momento era ideal.

—¡Vaya! ¡Esto es más difícil de lo que pensé, Lila!

—Tranquilo, Arnold. No hay nada que temer, yo estoy aquí. —Dicho lo cual, ella le tomó las manos, para calmarlo.

Sólo logró que el rubio se pusiera más y más nervioso que antes. Para colmo, el Director Wartz, varios salones de la escuela y profesores, comenzaron a entrar al auditorio para ensayar una obra de teatro escolar, lo que contribuyó a inquietar todavía más al chico, al sentirse observado, si era posible.

—Lila, yo...

—Arnold, por favor, ¿quieres que siga yo?

—¡No, Lila! Se supone que yo lo diga primero, porque, bueno... Así debe ser… —balbuceó, sintiéndose cobarde, tratando de hacer sonar más firme su voz.

—Mejor, lo digo yo, y luego sigues tú. Es muy importante para mí decirte esto, y quiero hacerlo de una vez… Siento que ya no puedo ocultarlo más...

El corazón de Arnold latía a mil por segundo.

—Arnold, yo quiero decirte que te...

El momento, y las palabras de Lila son absolutamente interrumpidas por una tonelada de pintura rosa y negro.

—¡Aaahh! ¡Arnold! —Gritó asustada Lila.

Arnold fue derribado al piso, cayendo a discreción de los espesos chorros de pintura negra y rosa, que lo bañaban en un frenesí de perversión colorida.

El suelo, las cercanías a varias butacas, y parte del escenario quedó hecho un completo desquicio. El Director Wartz casi se desmaya.

—Arnold, ¿estás bien?

—Eso creo, Lila... ¿Qué rayos fue eso? ¿De dónde vino?

—Supongo que de arriba... —dijo mirando hacia el techo del enorme salón—. ¿Tú crees que fue intencional? —Lila propuso.

—No, no lo creo... ¿Quién haría algo así?

—¡¿QUÉ DIABLOS SIGNIFICA ESTO?! ¡EL AUDITORIO SE HA ARRUINADO! ¡SR. SIMMONS! ¡VENGA AQUÍ, AHORA! —Wartz estaba enfurecido.

Una gran conmoción se generó. Todo el mundo en la escuela, quería curiosear y ver cómo había quedado el piso, el escenario, e incluso... Ver cómo quedó el inocente rubio.

—¡Yo sabía! ¡Ingenua, pero idiota campesina, Li-La! ¡Ja! ¡Esta vez, te gané! No pudiste decirle a Arnold lo que sentías, ¡y me encargaré de que nunca, pero nunca lo hagas!

¿Qué podía fallar?

¡Oh, Helga, eres un genio! Lástima que... Bueno, un error de cálculo podemos tener todo, ¿no? La pintura iba sólo para ti, tonta señorita perfección. Lástima que... ¡Oh, Arnold! ¡Ahora estás hecho un desastre, completamente! Espero que en el fondo sepas que no iba para ti... ¡La, ra, la la, la! Helga se alejaba de la zona del crimen, alegremente.

—Disculpe, Señorita Pataki. ¿Adónde cree que va?

—Hola Señor Wartz, ¿ocurre algo?

—No mucho, Pataki. Venga a mi Oficina en este instante.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —exclamó indignada.

—Usted fue la que arrojó los baldes de pintura en el auditorio.

—¡¿Qué?! ¡Criminal! —se defendió—. ¡Jamás he estado en el Auditorio! ¡¿Cómo pueden acusarme sin pruebas?!

—Tenemos un testigo, señorita.

—¡¿Ah, sí?! ¿Quién? —desafió ella.

—El crítico de cine, que estaba revisando el vestuario, cuando usted jaló las cuerdas para derramar la pintura.

—¡Eso es absurdo! ¡Exijo un abogado! Afirmó la rubia histéricamente.

—¿Se da cuenta usted, en el grave delito escolar en que ha incurrido, Pataki?

—¡Claro que no, porque yo no fui! —decía Helga, al compás que casi la arrastraban a la Oficina del Director.

—Shortman, aquí está la culpable. –dijo Wartz.

—¡¿Helga?!

—¡Arnold! —dudó, sacudiéndose—. Quiero decir, ¿qué rayos haces aquí, Cabeza de Balón? ¿Vienes de colorear? —Fingiendo naturalidad, con sarcasmo y cierto desconocimiento del asunto.

—¿Tú lo hiciste? ¡¿Por qué lo hiciste, Helga?!

—¿Tú también me acusas? ¡Yo no fui!

—Sí fuiste, niña. —Aseveró el crítico—. Con sólo mirar tus manos, ¿ves? Tienes restos de pintura, rosa y negro. ¿Quién más pudo ser?

Ante la presión, Helga colapsó. En sus malévolas ideas, nunca se le había ocurrido pensar, que quizás podían descubrirla.

Que quizás la castigarían, y, por sobre todo, que Arnold sabría que fue ella; sin mencionar, el ridículo de toda la situación. Lo peor que el castigo, sin dudas, era buscarle una respuesta al '¿Por qué lo hiciste, Helga…?'

Se sentía muy nerviosa, a punto de llorar. No, no, no. Todo, menos eso. Todo, menos, mostrarse vulnerable. Lo pensó mejor.

—¡Está bien! ¡Fue un accidente! ¡No quise hacerlo, lo juro!

Todos la miraron con incredulidad.

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CONTINUARÁ.

Hola, queridos lectores! Saludo a los de siempre y a los nuevos, también.

Esta historia fue publicada por primera vez en Abril de 2013 y la actualicé durante 48 capítulos, hasta Febrero de 2017. He estado muy ocupada durante este año, fue imposible escribir algo, por lo que, en consideración a todos los seguidores, a mí misma y al desarrollo del final del fic (solo quedan 4 capítulos aproximadamente), decidí publicarla de nuevo, desde el principio, con actualizaciones varias veces por semana, simultáneamente estaré escribiendo nuevos episodios.

Pido disculpas por el ausentismo, sinceramente. Creo que se este modo, podré terminarla correctamente.

Para los nuevos lectores: La historia irá por etapas. Comienza con ellos siendo niños, como en la serie. Será más independiente de lo que ocurría en la caricatura en ciertos aspectos, ya verán...

Si gustan de una historia de amistad, amor adolescente y juvenil, ámbito escolar, post San Lorenzo y adultez, se hallarán en el lugar indicado. Creo que a lo largo del fic, crecí junto a los personajes, quizás hoy haría de otra manera ciertas cosas de la historia, pero, lo hecho, hecho está.

Espero que les guste y me dejen sus opiniones.

Saludos!

MarHelga.