GRAZIE

Advertencia: Por algún extraño motivo que no nos pondremos a psicoanalizar (debido a lo turbio del asunto y no quiero más puntos de vista de psicólogos. Palabra.), este capítulo fue escrito mientras su servidora ha encontrado una fascinación interesante e inexplicable por el KarinGrimmjow… Y más que nada, sin mucho que hacer con una ferula en el pie y sentirme inútil.

Si, nuevamente lo que escribo no tiene sentido.

Jitomatazos, abucheos, intento de linchamiento y amenazas con armas punzo cortantes. Al final del capítulo, por favor.

Nota/Disclaimer/Negación/Aviso/etc…: Katekyo Hitman REBORN y Cía. no me pertenecen, son propiedad de Amano Akira. Esto es por mero entretenimiento sin fines de lucro.


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El orgullo, que nos inspira tanta envidia, a menudo nos sirve también para moderarla.

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Fue tan extraño.

Su cerebro se desconecto un instante y reinicio funciones en un solo pestañeo, enfocando todo su ser en solo un sentido: la vista. Mirando sin realmente captar o comprender del todo que ocurría frente a sus ojos, debido a la rapidez del asunto.

Aquella delicada figura femenina surgida de la nada, vestida en colores de la noche, con firmes y fluidos pasos, haciendo que el ruido de sus tacones reverberara en el lugar y taladrando su cerebro (o quizás era solo ella quién tenía esa impresión en ese detalle, el sonido del exterior se había apagado en ese momento y no podía captar ya nada más) Emiko pudo percibir que todo en aquella joven emanaba seguridad y superioridad, la desconocida mujer se dirigía justo donde estaba aquel hombre eufórico con arma en mano; ella se mostraba igual de impasible por el caos a su alrededor como el resto de Vongola, inmutable por la gente apanicada que se arrebolaba su alrededor. Era como un ser etéreo que cruzaba entre la muchedumbre, nadie parecía haber prestado atención a su presencia a excepción de ella. Como si fuera invisible a los demás a causa del miedo pero perfectamente clara para ella solamente.

Emiko distinguió que con un sutil movimiento en su mano izquierda, donde llevaba aquella singular arma ella, hizo topar la base de esta contra la loseta del piso con fuerza; al instante el ruido de los cristales rompiéndose inundo abrumadoramente el lugar, como si hubieran sido destrozados por alguna misteriosa onda explosiva y silenciosa.

La concurrencia pegó gritos ahogados del susto; algunos cerraron los ojos, otros se agacharon o se cubrieron con los brazos o se aferraron a alguien cercano, todos con sus instintos de protección al ruido del vidrio roto y la fuerza invisible. ¡La ignorancia a lo que ocurría!

Emiko estaba demasiado cautivada e impresionada por aquella misteriosa mujer como para reaccionar igual que todos los demás y así fue como ella contemplo que aquella persona, aprovechando esa confusión, volvió a tomar su arma ahora con ambas manos y haciéndola girar con maestría sobre su cabeza varias veces para después hacer impactar su base nuevamente contra el piso, sujetando el tridente ahora con su mano derecha.

Y fue entonces que se escucharon golpes secos de cuerpos caer al piso, pero nadie presto mucha atención a eso cuando el aire en el ambiente fue inundado por un millar de destellos plateados y dorados, acompañados por el sereno murmullo de campanillas que sonaban en algún lado.

La gente abría los ojos y miraba a su alrededor, consternada al ver que los ventanales seguían intactos, las copas enteras, la enorme lámpara de cristal que colgaba del techo sin daño alguno y nadie había resultado aparentemente herido por sea lo que hubiese sido ese tortuoso momento. El miedo y el caos de hace un momento se transformo en simple confusión y curiosidad, apaciguada en gran parte al detalle del agradable brillo en el aire y el relajante sonido de las campanillas de fondo. Estaban aturdidos. Ni siquiera parecían recordar por que estaban tan asustados hasta hace un momento, llevándose las manos a la boca o al pecho, echando vistazos a sus vecinos e interrogándose y despeinándose un poco la arreglada melena en la cabeza.

Emiko seguía en su trance, abrazándose a sí misma aún y con la vista clavada a esa misteriosa figura femenina que seguía allí de pie con su arma en mano, aún pareciendo ser ignorada por la multitud que solo parecía estar algo adormilada.

La actriz sintió algo similar a un ataque de pánico al caer en cuenta que aquella mujer misteriosa, habría obrado con un desconocido poderío, el cambio de ambiente tan drásticamente que nadie parecía recordar al hombre armado apenas si con unos movimientos de la mano.

Ella y los otros invitados seguían aún algo aturdidos como para reparar en el hecho, que en el piso, yacían tirados varias personas en algún grado de ataque de nervios o algo así pues temblaban atemorizados.

El polvo brillante y el arrullo de las campanas fue cesando poco a poco y como por arte de magia, todos en el Salón de fiesta parecieron recordar algo. Al demente del arma a punto de disparar contra Vongola. Al unísono las miradas buscaron y se posaron de nuevo en aquel hombre armado; al hacerlo la audiencia quedo en shock nuevamente al descubrir que aquella amenazante figura estaba arrodillada, la cara distorsionada por miedo y su cuerpo tenso al punto de pensar que era una estatua, las pupilas dilatas indicaban que aún era un ser vivo y enclaustrado en el pavor a algo invisible. Su arma estaba a un lado de él, tocando el piso y aún sujeta en su mano rígida.

Se hizo el silencio y ahora los pasos del Decimo Vongola, una vez se puso de pie de su honorable lugar y con la postura magnifica de un monarca, se dirigió con lentitud y gracia a su agresor, ahora reducido a un bulto patético, sin importarle que aún tenía un arma. Sawada Tsunayoshi asintió con su cabeza y aquella misteriosa mujer dio un leve golpe con su arma al piso otra vez, apenas de forma perceptible. Fue un acto mucho menos ostentoso que los de hace un rato pero eso pareció ser suficiente para llamar la atención de todos y reparar por fin en la presencia de la damita oculta y más de uno ahogo un gemido o pego un respingo al notarla allí, como si hubiera salido de la nada. El agresor pareció perder parte de su rigidez.

El castaño tuvo la gentileza de agacharse un poco para tenerlo cara a cara y su capa negra rozo el piso con ese movimiento. Para nadie había pasado desapercibido el hecho que la flama en su frente seguía ardiendo en ella.

— Gustaf Ivanov — le llamo con un tono demasiado tranquilo y amable, con una terrible familiaridad. Con el silencio de el Salón, su voz sonaba clara para la audiencia — No me sorprende verlo aquí esta noche y eso, admito, me entristece mucho. — se agacho para recoger el arma de su inerte mano — No lo culpo por no tenerme entre sus estimados, pero hay siempre un mejor modo de hacer las cosas y lo que intento hacer aquí, esta noche, no lo es. — agrego con un tono de voz más firme y reprochadora. O quizás fuera el mero hecho que su antes cálida y tierna mirada se torno dura y sagaz — Creí que habíamos quedado bastante claros en Rusia, pero me temo que no ¿no es así? — asevero con su tono gélido que sorprendió a muchos espectadores, mientras él desmontaba las piezas del arma con una gran facilidad como si se tratara de un juguete — Arreglaremos esto más tarde, tengo otros compromisos que atender por el momento. — agrego con un tono despreocupado.

Sin embargo, la mirada álgida y dura que le dirigió al tipo arrodillado en el piso, antes de que se diera media vuelta, aterrorizo a Emiko.

— Chrome — llamo él de pronto a nadie en particular aparentemente — Déjalo — ordeno.

Entonces la fascinante criatura femenina, dando una leve reverencia y con una vocecita preciosa y suave respondió — Hai — y nuevamente con el fino movimiento de muñeca movió su arma y pareció que Ivanov perdió toda su tensión, con la mirada perdida y dejando caer la cabeza al frente. Completamente dócil.

La confusión y el incomodo silencio seguía reinando en el lugar. Decimo, sin preocupación alguna, le dio al hombre peliblanco de ojos verdes que se acerco a él las piezas de la pistola que había desmantelado, mientras un hombre alto y moreno, tomando a Gustaf por el brazo, lo ponía de pie como si no pesara nada y lo entregaba a los guardias de seguridad que aún seguían un tanto atarantados con todo el asunto. Los demás hombres tirados en el piso estaban siendo levantados y esposados también, bajo la supervisión de otro hombre de cabello oscuro pero con una fría mirada llena de hastío, dando la impresión que el caos de hace un momento solo lo había fastidiado sin mucha impresión.

El anfitrión de la fiesta no tardo en arrimarse a Decimo, con una expresión llena de temor y vergüenza, excusándose con Decimo por que Ivanov y su gente se habían colado al lugar y amenazado su familia.

Con una leve sonrisa indulgente en su rostro, demasiado bondadosa y escalofriante, Sawada Tsunayoshi le reconfortó, restándole importancia al asunto y aseverando que nada malo había ocurrido al final. Que por su parte era su culpa por haber atraído el peligro a su casa y que lo mejor era continuar con la velada.

Si Coretti le hizo caso a su palabra, Emiko no supo si había sido por que en verdad se sintió aliviado y excusado por su falta o, por que temía llevarle la contraria a Vongola Decimo. Como fuese, Decimo encaro al público y con su amable voz y su gran carisma, se excuso por la escena de hace un momento y esperaba todos perdonaran que no fuese capaz de "dejar su trabajo en la oficina". Eso hizo que más de uno sonriera y el ambiente comenzaba a suavizarse nuevamente con su pequeña broma. Aún con la sonrisa en los labios, pidió que todo siguiera en orden y que disfrutarán la velada, que él mismo pensaba a hacer lo mismo y se apenaría mucho si por su culpa la fiesta se hubiera arruinado.

Era su imaginación... ¿O Emiko sintió la sutil amenaza en esas inocentes palabras?

Cuando todos comenzaron a salir de su ensimismamiento y trataron de seguir a sus actividades antes de ser interrumpidos, con cierta normalidad pero con un claro tinte de nerviosismo, Emiko comprendió que no fue la única que percibió el peligro en esa línea y lo mejor era aparentar que no había sucedido nada.

Coretti, con la voz algo algo rasposa y movimientos torpes, ordenaba a la orquesta seguir tocando mientras una criada se llevaba a su nerviosa esposa a algún otro lado, su hijo mayor le daba indicaciones al jefe de meseros, mientras un hermano de este parecía dar una reprimenda al encargado de la seguridad.

El mano derecha de Decimo, Emiko recordó (el hombre de ojos verdes, más fiero y leal que un perro, por como recordaba la descripción que le había dado Ayame) se acerco a su jefe al parecer dándole un informe completo de lo que había ocurrido y lo que habían hecho con los hombres que habían atrapado. Ella noto que los demás miembros del grupo de Vongola lucían impasibles a lo acontecido, si bien algo pensativos y avergonzados. De pronto recordó a la misteriosa mujer del tridente y cuando trato de buscarla, alguien la tomo por sorpresa tomándola con fuerza de un brazo.

— ¿Emiko? — escucho preguntar a Ayame con un tono de voz algo tenso — ¿Estás bien? —

— ¿Eh? — parpadeó confundida — S-sí, si estoy bien —

Ayame suspiro aliviada.

— Me habías preocupado, con todo el caos que ocurrió y no sabía en donde te habías metido, temí que algo te hubiese pasado... Pero sigues algo pálida, ven conmigo — la dirigió a su lugar en la mesa — No te culpo, fue todo un show...—

Si, estaba pálida, pero no por el inminente peligro que corrieron, si no por aquella misteriosa mujer que le ponía los pelos de punta aún.

Ayame la ayudo a tomar su lugar. Emiko echo un vistazo a la abandonada mesa.

— ¿Las chicas? — hablo Ayame — Tatiana y Mary fueron a cotillear por allí por lo que ocurrió. No las culpo, fue bastante confuso todo esto y supongo que querrán algunas explicaciones; claro, después del ataque de pánico que casi sufrieron —

— ¿Tú no te asustaste? —

— ¿Quién no? — bufó

— Ellos no — indico con un gesto de su cabeza a la mesa de Vongola. Ahora podía apreciar que Vongola Decimo estaba postrado frente a su esposa, tomándola de la mano y hablando con ella, él ni siquiera parecía prestar atención a sus demás hombres que le daban informes de lo que había pasado.

— No es nada nuevo para ellos, me temo. Y quizás ya se hubieran imaginado algo así de parte de Ivanov. Pobre diablo. —

— ¿Que sucederá con él? — pregunto con curiosidad al no ver a Gustaf por ningún lado.

Ayame le mando una mirada sorprendida y se mordió un poco el labio antes de responder — Decimo ya le había mostrado parte de su misericordia al perdonarle la vida una vez, no creo que corra con la misma suerte ahora... —

— ¿Va a matarlo? —

— Si —

La actriz no podía creer que ese hombre castaño de inocente aura fuese capaz de dar una orden así. Pero eran la mafia. ¿Porqué debería de sorprenderle? — ¿No que era un pacifista? — pregunto.

— Decimo tiene sus límites. Y de las pocas cosas que pueden tornarlo hostil, esta noche Gustaf, se paso de la raya con ellas: retar su autoridad, la inclusión de civiles inocentes en asuntos mafiosos y... amenazar directamente a su esposa, quién está esperando a su tercer heredero. — explico seriamente Ayame — Cualquier piedad que pudiera haberle tenido a ese sujeto se esfumaron, en cuanto decidió apuntar con su arma a su mujer con total desfachatez —

Emiko parpadeó confundida — ¿Trato de dispararle a ella? —

— Desde esta posición fue claramente visible que su blanco era ella y nadie más —

Ambas miraron hacia la mesa de Vongola, todos tratando de volver a su rutina e ignorando las miradas de los curiosos. Entonces Emiko pudo vislumbrar a alguien nuevo con ellos.

— Es ella... — susurro con aprehensión al ver a esa misteriosa mujer, a la cual aún no podía verle la cara, hablando con el mano derecha de Vongola. Aunque ya no traía su arma. — ¿Ella es de Vongola? — pregunto nerviosa.

— ¿Quién? ¡Oh! Si, es ella. Eso explica todo ese espectáculo. — Ayame volteo a verla con curiosidad — ¿La conoces? —

— No... es decir, ella estaba allí y entonces... No sé que paso y... ¿De que te ríes? —

Su amiga le dirigió una mirada comprehensiva junto con su sonrisa — ¿Recuerdas lo que te conté sobre Vongola y sus guardianes? — Emiko asintió con la cabeza — Pues ella es Chrome Dokuro, la Guardiana de la Niebla —

— ¿Es... ella? —

— Sí —

Emiko volvió a clavar su mirada en aquella mujer. Y se dio cuenta que no era la única.

Muchos más le lanzaban miradas curiosas o nerviosas pues tampoco habían reparado en su presencia hasta al final.

— El guardián que hace pretender que algo existe cuando no es así, engañando al enemigo y ocultando la verdadera identidad de la familia, convirtiéndose en la niebla que nunca podrá ser disipada. Como un fantasma oculto en la neblina. — recordaba ella las palabras que antes le había explicado Ayame.

— Y ha cumplido perfectamente su papel. Jamás había podido presenciar la habilidad del Guardián de la Niebla hasta este momento y me intrigaba su forma de pelear. Veo que aquellos rumores sobre ilusiones eran ciertos, yo mismo he quedado asombrada... No sé como es posible tal cosa... —

— Esa mujer... ¿Me estás diciendo que esa mujer es...? —

— ¿Qué? ¿Peligrosa? Que no te engañe su frágil apariencia, de allí se basa su gran poder. Su poder y peligrosidad radica en una característica diferente a sus demás compañeros. Su capacidad de destrucción no se compara a la de los otros, pero es una amenaza aún mayor la cuál muchos no se atreven a cruzarse en su camino. —

— ¿Tan fuerte... es? —

Ayame se llevo una mano al mentón y pensó sus palabras antes de responderle — En el mundo de la mafia, su status es de los más importantes e influyentes; ella es una de las mujeres más poderosas, quizás solo después de la esposa de Decimo ¿Comprendes? —

— Es difícil de. — respondió tras un largo silencio.

— Es un mundo difícil el suyo —

— ¿Ella... de dónde es? —

— Nadie lo sabe. Ella es precisamente como su atributo: un misterio. — sonrió de forma misteriosa. — En fin, te dejo. Tengo que ir a ver a mi esposo y dejarle ver que estoy bien tras todo esto, conociéndolo debe de estar por allí buscándome — se burlo. — Nos vemos en un rato —

Emiko soltó un suspiro apesumbrado y se sobo la frente, ya había olvidado su dolor de cabeza debido a los nervios que tenía. Aunque a decir verdad, esa corazonada en su pecho no desaparecía del todo. ¿Faltaba más?

Ojalá que no.

Aunque ahora que Ayame se había ido a buscar a su esposo ¿Ella debería de hacer lo mismo? ¿Dónde se había metido su marido? ¿Él la estaría buscando? O quizás ni se hubiera dado cuenta del embrollo que había pasado. Estaba pensando en eso cuando de pronto sintió un leve tirón en su falda. Al voltear hacia atrás no vio nada, y entonces miro hacia abajo y vio a una pequeña niña aferrada a su falda. Tenía su cabello suelto y mal hecho, el adorno que se supone tenía por arreglo para levantar su violáceo cabello estaba chueco y apenas se podía ver la cara de la niña.

Es ella. Pensó Emiko, la nena de hace rato, junto al ventanal. Miro a su alrededor y no vio que alguien la acompañara.

— Uhm… Hola, linda ¿Se te ofrece algo? — pregunto en italiano con amabilidad, esperando no errar de idioma, había tanta gente de tantos países que no sabía de donde sería la niña.

mamma — respondió la niña solamente y volvía a tirar de su falda. La actriz noto un chistoso tono de voz en la pequeña. Si bien era italiano como se expresaba, parecía que balbuceaba las palabras con algo de torpeza, sin olvidar que su acento no era el adecuado.

Emiko arqueo las cejas — No, nena, yo no soy tu madre — respondió un poco contrariada y divertida.

mamma — volvió a repetir con otro tirón.

La mujer suspiro algo incomodada — Que no lo soy. Anda, suelta y ve a buscar a tu mamá. Debe de andar por allí con tu papá. Han de estar buscándote. Ve — la insto mientras trataba que le soltara del vestido pero la niña era reacia a ello. Incluso gruño levemente y apretó su puñito

¿mamma? — pregunto en tonito contrariado y preocupado la nenita. Al parecer pensaba que su madre quería alejarse de ella ¿Por qué su mamá no la quería?

— Vamos. Que no soy tu madre, niña. — repetía algo impacientada hasta que noto que la niña apretaba los labios.

— ¿No mamma? — preguntaba confundida.

— No, no lo soy — Por Dios, ¿cómo es que esta niña la pudiera confundir con su madre?

— Tu mamma, mamma — repetía ella necia y Emiko no sabía qué hacer. ¿Porqué la niña se ofuscaba en eso? — mamma — repetía la niña señalando su diadema enredada en su cabello.

La mujer comprendió que la niña quería que su mamá, o simplemente alguna mujer quizás, le arreglaran el peinado solamente. Con todo ese cabello en la cara era obvio que la pequeña no pudiera distinguir bien con quién hablaba. Con la fatiga que ya se cargaba y la migraña, los nervios crispados y la tensión en su ser, lo último que quería la actriz, era lidiar con una niña que parecía padecer algún tipo de retraso porque sinceramente su forma de expresarse y entender dejaba mucho que desear. ¿Qué clase de padres dejarían a una niña así andar por allí en una fiesta llena de desconocidos y sola?

Buena esa, Emiko escucho con demasiada sorna y burla la mujer en algún lúgubre y desusado rincón de su cabeza.

Meneo la cabeza e ignoro las puntadas de su consciencia.

Miro a su alrededor atenta ante cualquier miradita. Tenía ganas de dejar allí mismo a la niña, ignorándola aunque hiciera berrinche o dejársela a alguna de las criadas de la casa para que ella se encargase de buscar sus padres. Pero era evidente que no podía ni la una ni la otra, nunca se sabía cuando alguna de las comadronas del espectáculo estuviera vigilándola y después contaría como la famosa actriz hacía llorar a una pequeña niña. Emiko vivía de su fama y aparente modestia, se vería terrible uno de esos comentarios en las notas de sociales.

Medio torció la boca y se aguanto su molestia. — Ven, anda — la tomo de su manita sin mucho tacto — Vamos a arreglarte esa cabeza que parece nido de pájaro — comento

Busco un lugar algo apartado de la concurrencia, cerca de uno de los balcones y arrimo una de las grandes sillas donde ella se sentó y puso la niña frente a ella, casi a su altura y procedió a quitarle la diadema plateada con incrustaciones de brillantes y piedras purpureas. Era una bonita pieza sin lugar a dudas. Era del tamaño justo de la cabeza de la niña así que supuso que había sido mandada a ser especialmente hecha para ella. Poniéndole un poco más de atención, no solo su arreglo de la cabeza era bonito, la niña había sido arreglada preciosamente: un vestidito de color violeta con la falda esponjada hasta las rodillas y un embrocado diseño de lotos, en tonos similares a los de las piedras de la diadema; un lazo de satín de color vino en su cinturita terminado en un amplio moño en la parte de atrás, los zapatitos negros y medias blancas. Si, parecía una muñequita de aparador. Solo si ahora pudiera arreglar su cabello revuelto...

— Agáchate — le ordeno y la pequeña la obedeció sin rechistar, muy obediente y dócil. Eso le gusto a la mujer, pocos niños de alta sociedad eran bien portados; aunque le chocaba su carácter demasiado sumiso a su gusto. Tras quitarle la diadema con cuidado de no jalarle los cabellitos enredados en esta, coloco la pieza en una mesita y procedió a desenmarañarle la melenita, y a falta de cepillo uso sus largos dedos, Emiko no gustaba de usar ostentosos anillos así que estos no se enredaron en la suave cabellera. La niña tenía un cabello dócil y precioso, tan liso y terso como el de una muñequita de aparador.

Por un instante se sintió nostálgica.

Ella estaba acostumbrada a ser arreglada, no a arreglar. Pues pocas veces fueron las que peino a Nagi: la niña era arreglada por las criadas o la ama de llaves hasta que tuvo edad para hacerlo ella misma. Sin embargo, nunca falto la vez que no le gustara como era arreglada y su cabello a veces tapaba su carita; Emiko terminaba por arreglárselo ella misma con las prisas de siempre e igual que ahora, solo usando sus bonitos dedos. Una vez desenredado lo mejor posible, tomo la diadema, tratando de recordar la forma en la que había visto la niña peinada anteriormente para poder arreglarle el cabello.

Emiko no pudo evitar recordar como Nagi también solía despeinarse con tanta facilidad, no solía usar moños ni nada por el estilo, por qué su cabello era necio a esos adornos, se enredaba, se atoraba o se le caían y solía perder preciosos broches. Emiko y Nagi llegaron al punto que la niña solo usaba simples listones o al final, que usara el cabello suelto pero siempre con la cara destapada. La mujer no soportaba las caras cubiertas por el cabello. Tan distraída estaba en sus recuerdos hasta cuando se dio cuenta, sus manos por si solas habían encontrado la forma de acomodar la preciosa diadema en la cabeza de la niña, entrelazando mechones de cabello aquí y allá. Y aunque no era exactamente igual por no decir que ni parecido, la niña había sido peinada monamente. El cabello entrelazado con los huecos de la diadema impedirían que se cayera y de algún modo le había dejado flequillo y unos tiernos mechones que se enredaban entre si suavemente, como bucles que enmarcarían su pequeño rostro.

— Bien, ya está — se dijo con suficiencia al ver terminada su obra de arte, se percato que la niña seguía agachada como le había indicado. Arqueo una ceja escéptica al recordar que la chiquilla no se había movido ni quejado para nada mientras la peinaba. — Bien, ya puedes moverte. A ver, anda, levanta la cara para ver como quedo… — decía mientras le tomaba de su mentón para alzar su cabecita y entonces...

A la luz de la preciosa y enorme luna que asomaba allá afuera e iluminaba ese rincón gloriosamente con su luminiscencia, Emiko se quedo helada.

Cuando la pequeña niña enderezo su cabeza, por fin, pudiendo apreciar todos sus rasgos al descubierto y al ver esos enormes y preciosos ojos en su carita de muñeca, la actriz se levanto tan rápido de la silla que casi la tiro.

La niña, por su parte, solo parpadeo confundida y ladeo su cabecita, moviendo sus lindos rizos de un lado a otro e incapaz de comprender por qué la amable mujer se había asombrado tanto.

Era obviamente ignorante del sopor que le había causado.

Pero Emiko poco podía importarle en ese instante la confusión en la cara de la infante, ni siquiera la expresión de profundo terror y sorpresa que ella tenía en su rostro y que no se tomaba la molestia de ocultar.

Pero simplemente...

¿mamma? — pregunto la niña con curiosidad.

Emiko ni siquiera la escucho. Simplemente no podía creer lo que ella veía: esos ojos grandes y hermosos, bajo las abundantes pestañas, su delicada forma y su frío y atrayente color... los ojos que alguna vez tuvo su hija, Nagi, esos ojos iguales a los de ella misma, lo único bueno que había heredado su hija de ella... calcados con exactitud escalofriante en esa carita angelical.

Justo cuando había pensado que lo más turbio y difícil de la noche había pasado, descubrió horrorosamente que no.

¿Por qué no podía ser cierto que esta niña fuera...?


Y la respuesta es... sí.
Ya era hora.

¿Fue adecuada la introducción de Chrome?

Gracias a todos por sus comentarios y tomarse la molestia de pasar por aquí.

Pd: Fíjense bien donde pisan LOL