Una, dos, tres pecas tiene en la nariz.

Y sus pestañas, en el costado de afuera del ojo, se doblan furiosas hacia arriba, en un gran rulo.

Y su perfume. Ah, su perfume me enloquece. Es cautivador. Una perfecta mezcla entre rosas, limón y su propia fragancia corporal. Lo que mas me fascina de ella es que no sabe lo que causa en los hombres, lo que causa en mí. Me encanta, me vuelve loco. Me trastorna su inocencia, su rostro de ángel sufrido, su melena parda, ondeada hasta la cintura. Hasta me gusta el sonido que hace a la medianoche, cuando llora pensando que yo estoy dormido.

Estoy enfermo, lo se. Pero su cuerpo me puede. Cuando usa ese vestido color lavanda sus pechos sobresalen por el corsé de una manera tan sabrosa, casi puedo sentirlos en mis manos, y mi entrepierna late, ruge, implora por ella. Se que es una niña casi, pero es mi esposa. Cuando estamos en la cama es tan difícil contenerme.

Las primeras noches resultaron insoportables. Lo sé, no soy el hombre ideal. Soy enano. Todo enano es desagradable a los ojos de una damita como Sansa, que soñó con radiantes caballeros, músculos, rizos rubios, fuertes abrazos, pasión, amor. Yo soy su pesadilla hecha enano, no lo niego. A veces soy mi propia pesadilla.

Pero no puedo, no puedo. Soy humano, soy hombre. Y su piel es tan clara y suave, sus pechos tan cálidos y redondos, sus pezones.. Ay, de mí. Ay de mí que la tengo a mi lado todas las noches, y acaricio esa piel mientras ella tiembla en mis brazos, mira hacia el techo y solo espera a que haga mi trabajo.

Sansa, Sansa.. Me se de memoria tu anatomía. Te veo, te siento, te beso. Te acaricio esa cabellera que me enloquece, y tu esperas, sólo esperas. Siento el rechazo como una espina en mi corazón, y me recuerdo que a ti no te pago, no debería forzarte. Estoy enfermo, estoy loco. Tengo sed de tus pecas, tus pestañas, tu inocencia. Y lo peor de todo, es que soy un buen amante. Soy un buen hombre.

Si, soy un buen hombre.

Nunca hice mi trabajo como esposo, solo me quedé ahí en la cama escuchándote llorar. Sufriendo por vos, por mí, por nosotros. Porque no puedo tenerte. No puedo acariciar esa piel, no puedo sentirte, besarte. Porque te veo ahí esperando cuando me acerco a ti desde mis sombras, cuando toco tu abdomen y estás temblando, y en mi corazón la espina se clava mas profundo. Soy un buen hombre, soy un buen amante. Te espero yo a ti, deseando poder tenerte, llorando yo también cuando te duermes, porque en mi cabeza no puedo controlar mis impulsos salvajes. Y otra noche pasa, y me quedo viéndote cando te sacas ese vestido color lavanda, y otra vez noto como tu melena llega rebelde hasta tu cintura, como tus pechos redondos podrían llegar a ser tan cálidos bajo mis manos. Siento otra vez como mi entrepierna late y ruge, y en mi interior imploro, suplico por que me desees al menos un pequeño porcentaje de lo que yo te deseo a ti.

Y te acuestas a mi lado una vez mas, tu perfume lo invade todo.

Yo pongo una mano en tu mejilla, y tu sólo atinas a mirarme. Las sábanas se mueven de lo que tiemblas.

-Sansa..- carraspeo, porque mi voz sale gutural, casi demoníaca. Es el deseo hablando por mí. Acaricio esas pecas de tu nariz. No te toco más que eso, mas que ese gesto cariñoso hacia ti. En vez, me alejo de ti hasta mi oscuridad, me apoyo en mi almohada y toco mi entrepierna que está tan caliente y dura. - Buenas noches, mi señora.