NO ME ODIEN *D:*
Se que debería haberlo actualizado antes pero... Ok, no hay excusa, denme con tomates, cebollas, yunques, ventanas, lo que se les ocurra *(u_u)*
Se que puedo tardar mucho, pero lo voy a seguir, de alguna manera, TARDE O TEMPRANO ACTUALIZARÉ (Le acuchillaban) Espero (y supongo que ustedes también, que sea temprano...
Disclaimers: Los personajes no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi
¡Espero que les guste!
Y así, tomados de la mano, saltaron al pozo, a enfrentar a su familia.
Regresaban algo decepcionados a la aldea.
Naraku no era especialmente conocido por dejar que todo el mundo se enterara de sus planes, pero ¿ni una pista? Ahora, después de tanta especulación, estaban aún más perdidos que antes.
¿En qué beneficiaba a Naraku convertir a Kagome en una hanyou? No tenía ningún sentido. Además, ¿cómo lo había hecho?
Lo único que sabían era que la había atravesado con uno de sus tentáculos, y minutos después, ella comenzó a cambiar. Su cabello se volvió plateado, le crecieron garras, colmillos, y orejas de perro.
Hasta podría decirse que era una Inuyasha versión mujer.
No tenían muy en claro que era lo que Naraku había inyectado en Kagome. La primera idea fue que era sangre youkai, pero no estaban muy seguros. No tenía caso pensarlo demasiado, si no habían conseguido nada en todo el día anterior, no iban a resolver el misterio en solo unos minutos hasta llegar al pueblo. Decidieron que una vez llegaran, lo primero que harían era ver como estaba su amiga, eso era lo más importante en ese momento.
En otro lugar, no demasiado lejano un maligno ser observaba cierta situación desde un mágico espejo sostenido por una niña albina.
Gruñía mientras los veía saltar al maldito pozo. ¡Maldición! ¡Esta noche iba a ser perfecta para atacarles!
La luz violeta los envolvió a ambos, y no pasó mucho tiempo antes de que se encontraran dentro de la pequeña habitación del pozo. En la época moderna. SU época.
El joven la tomó en brazos y saltó con ella hacia fuera, y enseguida salieron al exterior.
Ella vio como Inuyasha cambiaba de expresión un momento, y luego volvía a la normalidad. No le dio mucha importancia, pero por mera curiosidad, decidió preguntar:
-¿Estás bien, Inuyasha? –
-¿Eh? Ah, sí, si estoy bien, no te preocupes...
Eso era todo, si algo había aprendido al viajar tanto tiempo con él, era que sus respuestas no se extendían más de lo necesario, y no tenía mucho caso el intentar alargarlas.
Al momento comenzó a sentirse extraña.
Al igual que el día anterior, podía percibir las cosas de un modo muy diferente. Pero ahora, parecía que todo se amplificaba diez veces más (si es que era eso posible, claro).
No sólo eran los incesantes cantos de pájaros, y voces que retumbaban en su cabeza, sino que se mezclaban también ruidos de autos, camiones, gritos, electrodomésticos, fábricas, etc., que iban, venían, y retumbaban en su cabeza.
Además, podía percibir muchos más olores que en la época feudal. Comenzaba a sentir nauseas, y a odiar cada vez más su época de origen.
Posiblemente por esa razón al peliplateado no le gustara permanecer demasiado tiempo en su época. De alguna forma podía decir que lo comprendía.
Caminaron en silencio hasta la casa. Le parecía extraño que Sota no estuviera jugando en el patio, o su abuelo haciendo algún rito extraño, pero ese día hacía algo de frío, y a lo mejor estaban todos adentro, tomando chocolate. Al pensar en esto último, se le hizo agua la boca, y comenzó a imaginar todo tipo de golosinas.
Llegaron a la entrada, y Kagome llamó a la puerta. O, algo así... Le hizo un agujerito, podría decirse...
Se quedó con la boca abierta cuando vio que con tan poco esfuerzo, le había hecho semejante daño.
La gran carcajada de parte de Inuyasha fue inminente. Así de rápido ella se dio vuelta y le gruñó. Esperen, ¡¿qué?! Oh, sí, lo hizo, y además le mostró los dientes.
Reparó en ello dos segundos después de haberlo hecho, se tapó la boca y miró a Inuyasha algo asustada. Éste, al notar su expresión, dejó de reír inmediatamente y le dijo:
-Oye... no te preocupes, es normal Kagome, eres una medio demonio perro, después de todo...- Logró armar tartamudeando, y desvió la mirada hacia otro lado rápidamente.
Ella notó el tono de Inuyasha, y el como parecía más triste cuando decía las palabras "medio demonio".
Eso no lo había notado antes, pero recordó todas las veces en las que lo había dicho, y sí, había un tono particular en esa frase.
Hizo memoria aún más atrás, hasta el día después de conocerlo, y le vino a la mente el momento en que la anciana Kaede nombró su especie, y el destrozó el suelo de la cabaña.
Hasta el momento, había creído que lo entendía, que lo conocía más que cualquier otro, incluso más que Kikyou. Y tal vez, posiblemente fuera cierto, pero aún así no era suficiente.
Realmente había tantas cosas en las que no se había fijado...
-Inuyasha, lo lamento...
-No te preocupes, no es tu culpa- Contestó él. Pero la verdad es que sí, era su culpa, o al menos así se sentía ella. Avanzó sin dudarlo un instante y lo abrazó fuertemente. No era un abrazo de amistad, tampoco de amor, ni siquiera de consuelo. Era de disculpa, por todas aquellas veces en que él sufrió en silencio, y todo porque ella estaba muy preocupada por tonterías como sus exámenes o que él se fuera con Kikyou. ¡Se sentía tan egoísta!
Levantó la cabeza y se encontró con una mirada dorada, llena de dudas y sorpresas, pero que a la vez parecía comprender todo lo que ella había querido decir con ese roce de cuerpos. Entonces, se puso de puntitas para alcanzar su oído y le susurró:
- Te prometo que nunca volverás a sufrir solo.- Dicho esto, volvió a mirarlo a los ojos decidida, e Inuyasha ya no pudo replicar más, porque sabía lo significaba, porque sabía que ella se quedaría así, como él, para siempre.
*Mientras tanto hacia unos 500 años antes*
- No están- dijo casi enojada
- ¿Qué? ¿Cómo que no están?
- Así de simple Miroku. No están. La anciana Kaede dice que desaparecieron hoy por la mañana y no han regresado en todo el día. Además no puede sentir su presencia, lo que me hace pensar que están en la época de Kagome.
- Mmm, tienes razón. Lo más probable es que hayan ido a contarle a su familia la... noticia...
La joven, que como muchos se habrán ya imaginado es nuestra querida Sango, guardó silencio.
-¿Sango?
-¿Cómo crees... que se lo habrá tomado su familia? ¿No piensas que tal ves...?
-Sango, Sango... estás pensando demasiado, su familia se lo habrá tomado bien. Sabes que cuando ella nos cuenta sobre su época y su gente, siempre nos habla de lo mucho que la quieren, y lo comprensivos que son. Además, Inuyasha ha ido muchas veces a su casa, y nunca nos han dicho nada sobre que no le acepte.
-Si bueno, pero es diferente. Ella es su hija, no una invitada. Además, viven en un templo Miroku, ¡en un templo!
-Está bien, mira, si te sientes mejor, vayamos a dormir cerca del pozo esta noche, entonces, si llegan en algún momento con alguna mala experiencia, estaremos ahí para acompañarlos.
-Bueno... si es lo único que podemos hacer...
-Pues sí, en este momento, es lo único.
Se encontraban en el salón de la casa de Kagome, comiendo ramen y mirando a una película, a un volumen tan bajo que Sota sólo podía mirar las imágenes para intentar entender la historia.
Aún estaban algo avergonzados de lo ocurrido, pero al menos ya no tenían que preocuparse de cómo explicar a la familia la transformación de la muchacha. ¿Quién diría que se encontraban tan concentrados intercambiando miradas el uno con el otro, que no se habían percatado de la presencia de tres curiosos humanos que observaban el espectáculo detrás del gran agujero que había dejado ella en la puerta? Una vez que los descubrieron, ya estaba prácticamente todo dicho, incluso la embarazosa "declaración" de la joven.
Una vez acabadas las fantasías de la señora Higurashi sobre nietos con orejas de perro, y los inútiles pergaminos de su abuelo, todo transcurrió con la mayor naturalidad.
Terminada la película, Sota se fue a jugar al patio, diciendo que había perdido 3 horas y media de su vida (sí, era una película bastante larga) tratando de entender una historia llena de romanticismos y bobería, ¡y ni siquiera lo había logrado!
Inuyasha lo miró curioso, ¿qué había que entender? Todo este tiempo había estado mirando una caja mágica donde pasaban imágenes de un tiempo que él no conocía, y sin embargo, era más parecido al suyo que al de la joven, pues las personas calentaban sus casas con fuego, andaban en carruaje, y se defendían de los malhechores con espadas.
Giró la cabeza en dirección a la muchacha, y notó que estaba sonriendo tiernamente, como si estuviera ilusionada.
Se sonrojó.
¿Eh? ¿Por qué una mueca de ella bastaba para avergonzarlo? Recordó sus palabras esa tarde, las cuales no sirvieron para otra cosa más que acelerar su corazón y que su cara se vuelva más roja aún, si es que cabía la posibilidad.
Ella, por su parte, atenta a sus nuevos poderes, reparó en el latido del corazón de Inuyasha. Se sorprendió de que éste comenzara a ir tan rápido en tan sólo unos segundos, y entonces, lo descubrió observándola, con la tez del color de su haori.
No pudo evitar sorprenderse, y entonces ella también se avergonzó, aunque no tan exageradamente.
- ¿Es-estás bien? ¿Inuyasha?
- ¿Eh?... ¿Ah? ¡Aa-ah sí! Lo siento, es que... estaba pensando que... ehhh, oh, ¡cierto! ¡Hoy habrá luna nueva!
Y este pensamiento, desvió todos los asuntos embarazosos en la mente de ambos.
¿Aplausos?
¿Tomatazos en la cara?
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