Soy una escritora amateur, las críticas constructivas son bienvenidas y me animan a escribir más :)


Deseando ser invisible

"I haven't really ever found a place that I call home, I never stick around quite long enough to make it, I apologize that once again I'm not in love, But it's not as if I mind that your heart ain't exactly breaking, It's just a thought, only a thought" — Life For Rent, Dido.

Desde la perspectiva de Isabella

Son las primeras horas del día y, sin embargo, ya estoy escribiendo en mi diario. Puede ser ilógico que un inmortal tenga especial interés en hacer eso y aunque recuerdo con claridad cada día desde que renací con esta naturaleza, me alegra tener los viejos diarios de mi vida anterior, son algo vergonzosos, tal vez, mas me niego a olvidar lo que fui. Además, siempre quise dejar algo, un recuerdo de mi paso por el mundo, ahora es improbable que alguna vez lo abandone, pero por si acaso prefiero tener todo por escrito y, más a mi favor, me divierte leer mis propias palabras.

Ahora; ha transcurrido toda una década desde la última vez que vi a mis hermanas, entiendo que no podamos estar siempre juntas, pero las extraño demasiado. Se supone que nos encontraremos hoy después de clases. Si es que llegan, no son muy responsables que digamos. En fin, será mejor que me prepare para el primer día de clases, naturalmente, a los humanos les provoca emoción y nerviosismo, no obstante tengo tanta práctica que apenas lo noto. Me levanté y me debatí entre que ropa usar.

Una esperaría que hoy fuese un buen día.

Entraré a decimo grado, lo he hecho tantas veces que siento que me quedé atrapada a los quince y no a los diecisiete. La preparatoria de Forks no es nada del otro mundo, pero es un pueblito pequeño y necesito algo de tranquilidad. Decidí usar un pantalón blanco y una blusa color durazno, mi cabello lo dejé suelto, como siempre. Tomé mi mochila gris, llevaba dos cuadernos, un diccionario y lapiceros.

Le eché un último vistazo a mi habitación, las paredes color vainilla, las cortinas blancas, el sofá gris, mi modesta colección de peluches amontonados en una esquina y mis estantes con libros, mi tocador de madera y mi armario. No me apetecía salir para nada, a decir verdad me hubiera gustado haberme quedado encerrada en ese lugar por lo menos seis meses, sin embargo, sabía que esa no era una opción, mis hermanas me encontrarían y me sacarían arrastrando.

Permitiéndome dar un profundo suspiro me alejé del umbral de la puerta y bajé las escaleras utilizando toda mi fuerza de voluntad para no regresar corriendo.

Siendo sincera me gusta asistir a la escuela cuando los profesores saben de qué hablan y se esfuerzan en preparar sus clases. Considerando el tiempo extra para hacer tareas desde que dormir cesó de ser una posibilidad para mí, el estrés es inexistente. El problema desde que ya no soy humana son mis compañeros.

Cuando era humana disfrutaba de mi súper poder, al cual me gusta llamar "invisibilidad" y no es tan maravilloso como se lo proponen los caricaturistas. Mi promedio de amigos cada año escolar milagrosamente ascendía de dos, muy buenos amigos al fin y al cabo, por lo cual solía estar muy agradecida. Respecto a los chicos, eso sí era un tema caótico, por mucho tenía amigos, novio jamás.

Sí, ésa era mi vida, mi vida humana, porque con la inmortalidad todo empeoró.

Los pocos humanos que son lo suficientemente valientes para hablarme son los muchachos que me ven como a una súper modelo, y eso sí que no. Desde que soy vampiresa los hombres andan tras de mí como las moscas tras un pedazo de pastel, ridículo la verdad, sigo siendo la misma Isabella introvertida, tímida y solitaria de siempre, malditos poderes hipnóticos de vampiros me tocó obtener. ¡Yo no cazo humanos!, me limito a visitar el hospital y tomar sangre donada, ¿para qué quiero tenerlos revoloteando a mí alrededor? Definitivamente no quiero un novio humano que se contente exhibiéndome como a un trofeo, así que la soledad ha sido mi compañera todo este tiempo y me resigné que así sería durante toda la eternidad.

Fui al comedor que estaba únicamente de adorno, en una pequeña mesa cuadrangular con cuatro sillas, tenía una pecera del tamaño justo para no superar el de la mesa. Recordé alimentar a los coloridos peces que nadaban cerca del castillo de juguete. Supongo que es bizarro que una depredadora como yo tenga tan inocentes mascotas, mas desde que tengo memoria me gusta la vida acuática y son mi única compañía cuando mis hermanas no están.

Salí de mi poco modesta casa, digo esto porque con diez habitaciones y cuatro pisos no era lo que se dice humilde, fue construida en el medio del bosque y los arboles la disimulaban bien.

Por mera casualidad recordé ponerme una chamarra, no ser físicamente consciente del clima es tanto un beneficio como una desventaja. Subí a mi carro, sigo sin saber nada sobre ese tema, (por suerte un amigo lo escogió para mí) para dejar patente mi predilección por este color es naranja. Manejé por el truculento camino, la llovizna era ligera y musical. La lluvia es un hecho mucho más favorable ahora que no me resbalo al caminar sobre superficies húmedas y a que si camino bajo un diluvio no puedo enfermarme.

Más pronto de lo que hubiera deseado vislumbré el estacionamiento de la preparatoria de Forks. La mayoría de los estudiantes charlaban animadamente entre ellos. Me estacioné en el lugar más apartado posible y muy a mi pesar salí a enfrentarme a las miradas curiosas y los cuchicheos.

Fui con paso decidido al interior de la escuela, necesitaba mi horario de clases. Intenté no mirar a nadie a los ojos, no fue sencillo porque escuché cada pequeño comentario que tenían que decir sobre mí. Hice lo mejor que puede para permanecer indiferente, internamente fracasé pero mi rostro era inescrutable. Una vez con el horario en mi mano busqué con la mirada mi primera clase: Química.

Fui al aula con parsimonia y me senté en la esquina, junto a la ventana en la parte de atrás.

—¿Qué tal? Mi nombre es Mike.

Me encogí en el asiento, al parecer él no perdía el tiempo. Levanté la mirada y le dediqué la mejor sonrisa fingida que pude improvisar.

Un muchacho guapo, de cabello rubio, me sonreía ampliamente.

—Bella Swan. —Me presenté.

Durante toda la clase continuó hablando, el profesor lo mandó callar por lo menos tres veces, cuando esto sucedía él susurraba, yo asentía y ponía cara de inocente cuando el profesor nos veía enfadado. De todos modos Mike me dio la impresión de ser ameno. Me acompaño a mi siguiente clase, era muy amable y evidentemente estaba interesado.

Al ir caminando sentí todas las miradas clavadas en mí, traté de hacerme la tonta y fingir que no pasaba nada. Odiaba toda esta atención.

Por un segundo creí que Mike entraría a Literatura conmigo aunque no fuera su clase, sin embargo, se despidió y se fue algo temeroso de dejarme sola, en cuanto entre al salón me di cuenta de por qué. El profesor me miró con los ojos como platos, mas no se comparó a las expresiones de los otros chicos de la clase. El profesor se dispuso a dictar los nombres de los autores que estudiaríamos, Sor Juana Inés de la Cruz, José Joaquín Fernández de Lizardi, Miguel de Cervantes, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda fueron los que más me interesaron a pesar de ya conocer sus obras.

Cuando finalizó la clase un chico flaco, con acné y cabello grasiento que se había sentado junto a mí, se giró para verme.

—Eres Isabella Swan, ¿no es así?

—Bella.

—¿Cuál es tu próxima clase?

—Economía.

—Voy para allá, ¿quieres que te acompañe? —Se ofreció exagerando su entusiasmo.

—Claro, gracias.

—Por cierto, mi nombre es Eric.

Le sonreí suavemente.

—¿Y de dónde vienes? —Me preguntó amablemente.

—De México.

—¿De verdad? —Me miró sorprendido. —¿Cómo llegaste a Forks? —Me dijo en tono bromista.

—Me gusta viajar. —Sonreí con mayor libertad, recordando mi estadía en muchos países de Latinoamérica, también he visitado Europa y Asia. Esta era la primera vez que me aventuraba a vivir en la América Anglosajona desde que soy vampiresa, en cuanto desperté a esta nueva existencia huí, me aleje de todo lo que me recordaba a mi vida humana.

—Ya llegamos. Suerte en tus clases, tal vez nos veamos más tarde. —Me dijo ilusionado, le sonreí, su corazón latió desbocado. Fabuloso, como si yo no tuviera ya bastante sed.

Entré a Economía y sucedió algo parecido, en cada clase un chico se acercaba y fingía interesarse en lo que decía, tener una "cara bonita" no significaba que me gustará que me trataran como tal.

Afortunadamente en la clase de Historia una chica fue lo bastantemente rápida para hablarme antes que alguno de los chicos, parecía orgullosa de convertirse en mi primer "amiga" en la escuela. Hablaba sin parar, no entendía como no necesitaba parar para tomar aire.

Agradecí al cielo cuando llegó la hora de almorzar, Jessica, mi nueva "mejor amiga" y yo salimos de la clase, tres minutos después Mike y Eric caminaban junto a nosotras, era obvio que ignoraban a Jessica y ella estaba por ponerse roja del coraje.

Por lo visto ahora tengo dos fieles admiradores y otros cuantos que se conforman con mirarme absteniéndose de parpadear. Seguramente estoy en una situación ventajosa, a muchas les gustaría estar en mi lugar. Siendo honesta los primeros años disfruté de la situación pero todo eso termina aburriendo, admito que me siento halagada la mayoría del tiempo y complacida en algunas ocasiones, aunque quisiera que alguien se interesara en conocerme… deseo que alguien me quiera de verdad.

De golpe recordé que debía fingir que estaba poniendo atención a lo que me decían.

—¿No tienen que guardar sus libros en sus casilleros? —Les pregunté a los chicos, inocentemente.

Ambos asintieron vigorosamente, se veían un poco azorados y casi salieron corriendo, supuse que entre más rápido llegaran allá más rápido volverían para atormentarme con sus atenciones.

Jessica forzó una risa y tuve que sonreírle con timidez.

—Se comportan como unos niños, apenas ven algo nuevo y ya lo quieren. Pero creo que se han olvidado de algo importante: ¿Tienes novio? —Me soltó de golpe y mis ojos se abrieron desmesuradamente.

—No. —Velozmente recompuse mi expresión. —No tengo.

Me miró perspicaz y para mi sorpresa no preguntó más, se contentó con continuar hablando sin descanso.

Jessica me invitó a sentarme con ella y sus amigos. Estoy prácticamente segura de que lejanamente con la intención de ser amable lo hizo para ser parte del chismorreo que producía la hermosa y enigmática chica nueva. Una vez ahí, me pareció que en la mesa donde nos estábamos había el doble de personas de las que se suponía que cabrían, adiviné que se debía a mí.

Eric y Mike me acompañaron por la comida que yo no necesitaría comer, más que para seguir con mi interpretación de una ordinaria joven humana.

Al regresar a la mesa estudié las expresiones de todos los curiosos: variaban entre sorpresa, curiosidad, envidia, regocijo y nerviosismo. Por fortuna ninguno denotaba tener una imaginación excepcional, en raras ocasiones empezaban a rumorar que yo no podía ser humana, pero hasta ahora no habían adivinado que yo era una vampiresa. Un buen rasgo mío es que aunque los humanos sientan la amenaza debido a mi presencia, esa incomodidad desaparece pronto, a diferencia que con los otros vampiros.

Rápidamente, demasiado para si quiera intentar ser sutil Jessica inició a darme todas las descripciones, chismes e intimidades de todos los presentes. Era un poco cómico, de una manera perturbante, el status quo era exageradamente definido, tuve que contenerme para no reír. Estaban los deportistas, las porristas, los estudiosos, los artistas, los rockeros, los chismosos y los que sentían que venían a un desfile de modas en vez de venir a la escuela.

Coloqué mi codo sobre la mesa y sostuve mi rostro con mi mano, había pasado todo el día deseando ser invisible, pero desde los atléticos pasando por los científicos y llegando con los deprimidos voltearon a verme.

Y de la nada ellos aparecieron.


Izel CrazyShy