Bueno chicas aqui está ya ahora si el final de esta historia, espero de todo corazón que les haya gustado, al final les dejo el disclaimer de la siguiente historia!


Katniss POV

Siempre estaba encantada de ponerme un par de zapatos nuevos. Y, gracias al evento de aquel día, había tenido la mejor de las excusas para ir de compras.

La finca de los Mellark estaba llena de gente aquel día. Había pétalos de rosa flotando en la piscina, el sol de la tarde creando prismas de color sobre el agua mientras la familia y los amigos disfrutábamos de un coctel.

Sonriendo, miré hacia abajo. Llevaba unas sandalias de color crema, de Chanel, que habían despertado más de una mirada ardiente de Peeta. El vestido de seda color marfil envolvía mis nuevas curvas, acariciando mis rodillas con cada paso.

Aquellos meses con Peeta no habían sido siempre felices, pero el tiempo que pasamos conociéndonos de nuevo había sido la mejor inversión que ninguno de los dos habíamos hecho nunca.

Sin duda, Peeta siempre sería un hombre adusto, pero yo ya no dudaba de mi habilidad para hacerle frente y ganar más de un asalto. Había aprendido a apoyarme un poco más en la lógica y él había aprendido a escuchar a su corazón cuando tenía que hacerlo.

La fiesta de aquel día, sin embargo, no tenía nada que ver con nosotros, sino con otra persona.

Esa tarde celebrábamos el bautizo de Peeta Mellark Jr, un niño sano que pesó más de tres kilos al nacer y que ahora, con seis semanas, era como un muñeco.

Me detuve para mirar a mi hijo, durmiendo en los brazos de su orgullosa abuela. No me cansaba de mirarlo.

Entonces sentí una mano en la cintura y ni siquiera tuve que mirar por encima del hombro.

Conocía ese tacto íntimamente.

Peeta me apoyó contra su pecho.

-Annie y mi madre saben cómo organizar una fiesta.

Su aliento me acariciaba, el sonido de su voz enviando un escalofrió de deseo por todo mi cuerpo. No habíamos tocado el tema del matrimonio, pero agradecía que me diese el tiempo que necesitaba para solucionar nuestros problemas antes de dar el sí quiero otra vez.

Incliné a un lado la cabeza. Las duras facciones de mi marido, que podía ser tan formidable en el juzgado, mostraban una innegable felicidad.

-También hay que felicitarte a ti.

-¿A mí?

-Te has preocupado del menú por primera vez desde que te conozco.

-No sabía que darte una lista de golosinas de nuestra tienda favorita fuera aportar algo –rió Peeta.

-A mí me ha parecido un gesto dulce y muy sentimental.

-¿Dulce? –riendo, él me dio la vuelta para mirarme a los ojos -. Katniss, no se lo cuentes a los hombres de mi familia. Me harían sufrir mucho en el campo de golf.

Eso era algo que hacía más a menudo ahora, jugar al golf y pasar tiempo con su familia. Incluso juraba que ese tiempo de descanso lo hacía más efectivo en el trabajo.

Pasé la punta del dedo índice por sus labios, el aire llevándonos el dulce olor de las rosas.

-Tu secreto está a salvo conmigo.

Los dos habíamos hecho ciertos ajustes en nuestra vida profesional. Mi decisión de dejar de trabajar con Gale había desencadenado una creatividad que no hubiera soñado nunca. Después de tomar en consideración varias ofertas de trabajo, decidí abrir mi propia empresa de decoración.

He inspirada por Peeta, cuya estabilidad económica me permitía aceptar clientes que nunca hubieran podido pagar mi minuta, mi nueva empresa se tomaba interés en proyectos de menos envergadura.

La semana anterior, por ejemplo, había terminado los planos para la casa de una pareja que acababa de tener cuatrillizos y, por lo tanto, no estaban muy sobrados de fondos.

Me había resultado divertido organizar el espacio para que esos niños tuvieran el mayor sitio posible para jugar, dejando zonas para que los padres pudieran estar solos.

Había descubierto lo importante que era cuidar una relación de pareja y no darla por sentado sin hacer el menor esfuerzo.

Peeta cortó una rosa y la pasó por mi mejilla antes de colocarla detrás de mi oreja.

-He estado pensando que quizás podríamos convencer a mi madre y a mi hermana para que organicen otra fiesta.

Los Mellark tenían mucho que celebrar últimamente. Cato había conseguido su asiento en el senado; Clove y él estaban casados. Su madre era un dinamo en su puesto de secretaria de estado. Ella y Haymitch salían en las noticias regularmente como una de las parejas más importantes de los Estados Unidos.

Y Finnick estaba sano y salvo junto a su mujer Annie y su futuro hijo.

-¿Qué clase de fiesta? –pregunté, pasando las manos por las solapas de su chaqueta y pensando que en esa mañana apenas habíamos tenido tiempo para vestirnos… con el colchón tentándonos después de seis semanas de abstinencia.

-Una fiesta de compromiso –contestó Peeta, sacando una cajita del bolsillo.

-El momento perfecto –sonreí, contenta.

Y lo era, perfecto de verdad. Tan diferente a la primera vez que pidió mi mano…

Habíamos tenidos muchas oportunidades de alejarnos el uno del otro para siempre, pero aquel matrimonio estaría basado en un amor demasiado profundo como para negárnoslo. Demasiado especial como para volver arruinarlo.

Peeta me apretó contra su pecho, los latidos de su corazón anunciando lo importante que era aquello para él a pesar de la aparente calma. Respiré el familiar aroma de su colonia, mezclado con el talco de Peeta, Jr.

-Katniss, ¿quieres casarte conmigo… otra vez? –Peeta abrió la cajita para revelar un diamante en forma de pera al lado de una alianza… nuestra alianza.

-Este habría sido nuestro décimo año…

Habíamos recorrido un largo camino desde que nos habíamos conocido; dos adolescentes casándose por un embarazo inesperado.

Dejé escapar unas lágrimas que no tenían nada que ver con las hormonas esta vez y sí con la enorme felicidad que llenaba mi corazón.

-Me gusta mezclar lo viejo con lo nuevo, así que es perfecto. Sí, me casare contigo, Peeta Mellark.

El secó mis lágrimas con el torso de la mano y luego me puso el diamante en el dedo, esperando la alianza que pondría al lado el día de nuestra boda.

Luego cerró su mano sobre la mía, tan fuerte y tan firme como el propio hombre que era.

-No vamos a casarnos porque estés embarazada, aunque no me quejaría en absoluto que tuviéramos otro niño… cuando tú digas.

Pensé en la fotografía que habíamos puesto sobre la chimenea: una fotografía de Prim que su madre biológica nos había enviado. No había ningún contacto entre nosotros y, después de ocho meses, temía confundir a la niña de todas formas. Siempre habría un sitio en mi corazón para ella y la echaría de menos todos los días, pero había visto felicidad en los ojos de Prim… los ojos de una niña querida.

-¿Y si no hubiera más hijos?

Peeta era un padre maravilloso y paciente que paseaba con el pequeño Peet en brazos por las noches hasta que el niño se quedaba dormido.

Él apartó un mechón de pelo de mi cara.

-No me importaría. Pero te quiero a ti en mi vida, eso es lo más importante.

-Que maravillosa coincidencia. Porque ahí es precisamente donde yo quiero estar- sonreí.

Peeta me pasó un brazo por los hombros, metiendo un dedo travieso bajo la tira del vestido.

-¿Qué tal si recuperamos al niño y volvemos a casa con Pollux y Castor?

-Tenemos mucho que celebrar –metí la mano bajo su chaqueta, el fibroso cuerpo masculino tentándome a explorarlo sin las barreras de la ropa. Un placer que disfrutaría durante el resto de mi vida-. De hecho, yo estaba pensando que nos merecemos una celebración privada.

Los ojos de Peeta brillaban con la promesa de besos largos y apasionados cuando estuviéramos solos.

-¿Quién tiene que dar de comer a quien desnudo esta vez?

-Eso depende de quien se desnude primero – contesté sonriendo.

FIN


:´) gracias de nuevo a todas las personas que siguieron la historia y espero que sigan conmigo :D

Disclaimer: ¿El acuerdo? Él debía de darle un hijo. Ella le entregaría el pedazo de tierra que él necesitaba. Un negocio sencillo… hasta que los sentimientos nublen el acuerdo. (Kat&Peet)