Cómame señor Lobo

Advertencia: Este trabajo es puramente lúdico, sin fines lucrativos. "¡Oye Arnold!" pertenece exclusivamente a Nickelodeon y a su creador Craig Bartlett.

Aclaración: Los eventos del siguiente relato se desarrollan al final de la serie, después de la película "¡Oye Arnold! La Película"

Instinto de Caza: "Cómame señor lobo" es la primera entrega de la saga "Instinto de Caza". Cada entrega es auto-concluyente.

Prologo

Realmente existe una diferencia entre la escuela, la educación media y la preparatoria.

En la escuela, ser una niña de once años agresiva, mandona y que intimida a la gran mayoría de la escuela no era algo tan estrambótico. Ella no era parte de los matones de la escuela, no pedía dinero a nadie, sus burlas y maltratos no eran excesivos, estaba fielmente equilibrada para tener a las personas alejadas pero sin ser una verdadera abusiva. Le gustaba estar así, manteniendo distanciamiento y sintiendo que el único contacto que valía la pena era el de su mejor amiga. Así, mientras el resto seguía su vida, ella podía estar segura y no ser lastimada, Así, podía mantener a buen recaudo a ese yo femenino, soñador, romántico, que se encontraba lo suficientemente oculto y protegido por grandes defensas. Además, la agresiva Pataki y la dulce Helga eran la misma persona, pero no por ello debía mostrar su delicado ser a cualquier persona ¿No?

Eso en la escuela.

Pero en la educación media, sintió una fuerte alerta, como si su instinto le hubiese gritado que era mejor salir corriendo en la dirección contraria y mantenerse muy alejada de esa etapa de desarrollo personal. Los jóvenes de once a catorce años eran algo completamente diferente a los niños de la escuela. Las bromas no eran lo mismo y su perfecto equilibrio se vio alterado rápidamente. Porque desde que comienza la educación media, los estudiantes tienden a clasificar a las otras personas. Ellos necesitan ponerle letreros a cada individuo para poder entenderlos, encasillaros en estrictas ideas y mantenerlos ahí. Nadie podía ser gris, solo había negro y blanco. Pero no era su culpa, era una época de confusión, los jóvenes tienen que hacerlo, para ponerle un poco de control al caos en el que vivían. Porque nadie podía ser una mezcla de cosas. Eso no se podía clasificar aun cuando en el futuro, con la madurez de su lado, dijeran que eran un poco de todo. Patrañas. En la educación media no existe algo así. Porque existían los populares, los deportistas, los raros, los músicos, los abusivos, los artistas, los intelectuales. Por esa misma razón, simplemente no podía haber todo eso y Helga, la no tan abusiva y no tan intelectual pero deportista y curiosamente algo artística Helga. No podía haber zonas grises.

Así que no fue de extrañarse que ocurriese su tormento.

Al menor desliz fue clasificada como una abusiva, su agresividad fue tomada de la peor manera y rápidamente fue juntada con los chicos que metían la cara de otros en el retrete y las chicas que avergonzaban a otras que no les rendían pleitesía. A Helga eso no le hubiese importado en realidad, dado que en su pasado siempre parecía intocable a los chismes, pero sin Phoebe a su lado para explicarle al resto la situación, la gente se comenzó a distanciar y entre ellos Arnold. Nadie quería a los abusivos. Y eso no podía permitirlo. No cuando habían avanzado tanto en su relación con el chico. Así que tuvo que controlarse, medirse y distanciarse, aislarse y dedicarse a la lectura. No provocaba a nadie pero tampoco era amable con la gente a su alrededor. Mantener un perfil bajo. Mantener las alarmas bajas y pasar desapercibida a toda costa. Un fuerte campo protector se desarrolló a su alrededor y nadie podía acercarse. Antes de terminar la educación media, había pasado de abusiva a un bicho raro al que todo el mundo prefería ignorar. Por lo menos eso no era tan malo, la gente dejaba de estar tan alterada y no tenían ninguna opinión negativa de ella. En realidad, no tenían opinión de Helga Pataki, punto.

Pero eso tampoco le gustó a Helga, tal vez la sangre Pataki no soportaba ser un ente poco memorable. Tal vez era porque al igual que no soportaba ver el temor y la reprobación en los ojos de Arnold, tampoco podía vivir con la idea de que simplemente no la mirara. Así que debía hacer algo, lo que fuese. Cualquier cosa era mejor que eso.

Y lo que Helga G. Pataki se proponía, lo cumplía. Eso estaba decidido. De un salto se levantó de su cama y se sacudió los malos recuerdos de encima que no servían de nada, tomó el teléfono y marcó un número que se conocía de memoria desde el pre-escolar.

- ¿Phoebe?

- ¡Helga! –escuchó la voz al otro lado y podía sentir la felicidad de su aún mejor amiga- ¿Cómo estás? ¿Todo en orden?

- Eh… -la rubia se deslizó al suelo, sentándose en la alfombra, a los pies de su cama, clavó la mirada en los papeles dispersos en el suelo, todos ellos contenían ideas, diálogos, borradores. Una nueva novela que planeaba escribir.

- Helga… ¿Quieres que vaya para allá?

- ¡No! No… tranquila. –se aferró al teléfono. Después de la escuela, Phoebe había conseguido una beca completa en un colegio privado de renombre, tenían uniformes, profesores internacionales y muchísimos deberes. Eso lo sabía Helga, Phoebe se esforzaba por terminar todas sus tareas, sus proyectos, ensayos, monografías y maquetas antes del fin de semana para que ambas se juntaran y pudieran pasar un tiempo de calidad juntas. Aun cuando no lo decía, Helga estaba agradecida por eso. Phoebe, como siempre, la buena de Phoebe, se estaba esforzando por su amistad. Lo mínimo que podía hacer era apoyarla ¿No?- ¿Te estoy interrumpiendo chica intelectual?

- Claro que no. Estoy haciendo una maqueta de la muralla china para mi clase de Historia. No necesito pensar para pegar los cubos de cartón en simetría. Así que podemos charlar. –Helga sonrió de lado. Solo Phoebe podía hacer sonar algo tan complicado como la cosa más sencilla del mundo- Helga… ¿Sigues preocupada por la preparatoria, verdad? –no habían hablado de ello, pero Phoebe tenían un don para percibir las cosas.

- …un poco. Todo fue un caos en la educación media. En la escuela tenía las cosas moderadamente controladas, podía jugar béisbol, destacar en ciencias humanas, aburrirme con las ciencias exactas, mantener controlados a todos. –suspiró- Pero por sobre todo, yo era parte de ellos. Todos éramos parte de un grupo. Pero ahora…

- Helga… detesto decir esto tan crudamente, pero… tú decidiste aislarte. Pudiste hablar con todos, explicarles lo que había ocurrido, detener los rumores. Ellos te hubiesen creído…

- Helga G. Pataki no le da explicaciones a nadie. –aunque nadie estaba ahí para mirarla, la rubia levantó el mentón hacia arriba, con orgullo- Lo sabes. No le debo nada a nadie. Si ellos se dejaron llevar por el resto del colegio, no me importa. Si ellos se olvidaron quien era yo y se dejaron llevar por sus exageraciones, ellos se lo pierden. Allá ellos ¡Al demonio con ellos! –gritó, golpeando con fuerza el piso, sintió los hilos de la alfombra clavársele en sus nudillos y su piel se enrojeció ligeramente, con pequeñas marcas del patrón de la alfombra. Escuchó el fuerte suspiro de Phoebe y como se tomaba su tiempo para decir las palabras justas y exactas. Las necesarias para detener el tren de orgullo Pataki que había arrancado a toda velocidad.

- Arnold –fue todo lo que dijo. No necesitaba más. Y a la vez significaba demasiadas cosas.

- El estúpido cabeza de balón. –corrigió Helga, mirando los papeles a su alrededor. El estúpido zoquete, el pasivo chico que aun así inspirada en ella relato tras relato que fluían con tal naturalidad que le sorprendía.

- No lo entiendo, Helga. Ustedes dos habían avanzado tanto en el viaje a San Lorenzo. Pero cuando volvimos desapareciste todas las vacaciones, Arnold te estuvo buscando desesperadamente, yo soy testigo de eso. Ni siquiera respondías mis llamadas. Y cuando volviste, rechazaste a Arnold ¿No era eso lo que siempre habías soñado? ¿Qué él te pidiera ser su novia? Y lo rechazaste. Sin explicaciones. Sin razones. Él te rogó… En verdad, te rogó por una explicación, confundido y tú solo dijiste "Es complicado" ¿Por qué no se lo explicaste? ¿Por qué le hiciste eso? –Phoebe pareció contener un gritillo y susurró algo en japonés, Helga no necesitaba saber el idioma para soltar una carcajada por el inesperado insulto que su bien portada amiga había dedicado. Phoebe se apasionada sobre el tema de Arnold y ella, tal vez por todo lo que había sufrido de niña y como aun así no había dicho "¡Si!" cuando él le pidió ser novios- …Lo siento, no fue por tu culpa ¡Aunque debería! –le advirtió y Helga la imaginó frunciendo el ceño- Pero en esta ocasión fue porque se cayó el pegamento sobre mi pantalón… -se aclaró la voz- Retomando… ¿Por qué no se lo explicaste? Él hubiese entendido, se hubiese esforzado para darte la seguridad que necesitabas.

- Porque se suponía que ese era mi nuevo objetivo ¡Mi misión! Simplemente hacerle entender, construir algo perfecto juntos desde el inicio. –Helga respiró hondo para calmar la pasión que sintió al decir eso- No quería iniciar una relación con Arnold solo porque… porque estaba agradecido conmigo. –rodó los ojos, apretando uno de sus puños- Él no estaba enamorado de mí, estaba deslumbrado por la aventura, por lo que hice por él, por sus padres. Aunque hay que admitirlo… -sonrió de lado- Yo también me deslumbraría si alguien arriesga su vida para salvarme incontables ocasiones en la selva, me ayuda a encontrar a mis padres desaparecidos y lucha a mi lado contra un poderoso enemigo hasta defenderlo. –por un momento guardó silencio y luego rio- ¡Hey! Realmente fui increíble en ese viaje ¿No crees? –Phoebe solo resopló al otro lado de la línea y Helga se calmó, bajando la mirada y relajando sus hombros- Tú sabes… tú sabes que yo lo amo. Maldición, aún lo amo… y sé que este sentimiento no se va a ir. Mil veces intenté evaporarlo de mil formas diferentes… pero ni la distancia ha ayudado. Ni siquiera puedo poner un océano de por medio, cada vez que lo hago deseo volver pronto y… tan solo mirarlo. Lo quiero en mi vida, no como el novio de la escuela que recuerdas y te ríes por lo infantil que fue todo. Lo quiero en mi vida, de verdad. –confesó y pensó que todo era más fácil porque se trataba de Phoebe, porque había madurado de alguna manera y porque estaban hablando por teléfono- Estos años en la educación elemental iba a dedicarlos a eso… a que me conociera, teníamos la confianza para estar cerca, podríamos hablar… –suspiró, apoyando su cabeza contra la cama, mirando el techo desde su incómoda posición en el suelo- lo había planeado todo, Phoebe. Le enseñaría mis obras de teatro favoritas, le sorprendería con los fragmentos de diálogos que se de memoria, vería que no solo me gusta el béisbol, sino que me apasiona en verdad. Y con el tiempo le enseñaría algún poema mío, nada comprometedor, le confesaría las veces que he estado ahí para él sin que él lo sospechara y que no somos muy diferentes. Arnold vería que simplemente vinimos en moldes diferentes, pero en el fondo tenemos mucho en común. A mi manera también cuido a otros y me preocupo… como él. –cerró los ojos. Ahí estaban, las lágrimas, el desesperado rasgón sobre el corazón, como si alguien le clavara una daga. Contuvo el aliento para tragarse el llanto que no soportaba y soltó con la rabia que tan bien sabía manejar- Pero como si el destino me estuviese jugando una broma… comenzaron a pasar malos entendidos, la gente comenzó a temerme… temerme de verdad. Me había vuelto lo que más odiaba Arnold: una abusiva, una mala persona. Y… -volvió a respirar. Estúpida adolescencia, estúpidos cambios hormonales que volvían a los jóvenes un mar de emociones e impulsos estúpidos…

- Y te aislaste. –Phoebe suspiró, en el fondo la chica se sentía culpable por tantas cosas que le habían pasado a la rubia- Oh Helga… lamento no haber estado ahí. Te voy a repetir mi proposición ¿Quieres que vaya a la misma preparatoria que ustedes? Puedo hacerlo… hablaré con mis padres… -la rubia se rio con amargura, a pesar de ser solo una llamada, podía sentir la protección y el cuidado que Phoebe le dedicaba, casi como si la estuviese abrazando, ahí, junto a ella. Claro, todo eso estaba bien porque era una llamada.

- ¿Estas bromeando, verdad? Por favor, piénsalo, esta es tu gran oportunidad. Todos los recursos de los laboratorios y del departamento de biología fue lo que te convencieron ¿No? Próxima doctora Heyerdahl. Necesito que estés ahí, que estudies con fuerza. Así, cuando sea presidenta, te pondré como ministra de salud –ambas se rieron, se había vuelto un chiste entre ambas después de las pruebas de aptitud en el cuarto grado. Aunque atrás de todo eso se mostraba la preocupación y el interés de Helga por su amiga, para que cumpliera sus sueños- Además, la preparatoria es mi nuevo intento. Y no estaré sola esta vez. Como soy un desastre por mi cuenta, esta vez tendré ayuda extra. Gretel está ahí y me dijo que no es tan insufrible el lugar. Tendré una aliada.

- Eso me deja más tranquila –susurró Phoebe y aunque su intención era buena, Helga pudo sentir que estaba siendo distante- Debo irme, ya es tarde y aún no termino esto. Nos vemos el sábado. Adiós –y colgó abruptamente.

Helga separó el teléfono de su oreja y enmarcó una ceja, algo frustrada. Phoebe no soportaba a Gretel. Aunque si era neutral, tenía sentido que su mejor amiga le tuviese un resentimiento y gran distancia a Gretel. Después del incidente de muchos meses atrás, era una fortuna que Phoebe no hubiese levantado una orden de alejamiento hacia la prima alemana de Helga.

No había mucho que hacer al respecto, simplemente contuvo un suspiro y escaló la cama, para meterse en esta, observando el techo mientras los recuerdos le inundaban.

Después de regresar de San Lorenzo, no había querido encontrarse con Arnold, sabía que tenía unos días para idear un buen plan, dado que el chico y sus padres querrían pasar juntos, al igual que los abuelos del chico. Unos días, solo eso. Unos días para hacer un agujero en la tierra y ocultarse ahí hasta ordenar sus emociones y calmar su creciente frustración hacia el chico y su repentina declaración de noviazgo. Curiosamente Olga fue la solución de sus problemas, había llamado para contarle lo bien que había pasado en Alemania y como la familia esperaba que Helga fuese a visitarlos. Alemania… era verdad, ella tenía sangre alemana, de lado de su abuelo paterno. Allá vivían algunos familiares que le tenían sincero aprecio a Miriam e indiferencia a Bob (a pesar de que este era su familiar sanguíneo) y se encontraban en una buena posición económica. No lo dudo, manipuló a Olga para que esta hablara con sus padres a su favor. Para su fortuna, siempre había existido una ley suprema en su hogar: Lo que Olga quería, lo tenía. Eso lo sabía y por primera vez podía usarlo a su favor. Dos días después despertaba en Berlín y horas después llegaba a la casa de su tío Klaus. Helga se sorprendió al saber que su fuerte temperamento no era heredado exclusivamente de su padre como había creído, su familia alemana tenía una actitud dominante, eran imponentes y asertivos. Helga no pudo negar que se sentía cómoda con ellos, no había abrazos, la trataban como una adulta a pesar de su edad y en ese entorno ella se sintió apreciada. En realidad, la mejor parte fue saber que Olga era el bicho raro de la familia, según su tío Klaus. Sus vacaciones las pasó con su tío y la hija de este: Gretel, una chica un año mayor, capitana del club de kung fu de su colegio y con un humor cínico que congenió rápidamente con Helga. Gretel soñaba con estudiar negocios internacionales, ganar dinero, ir a Estados Unidos, dedicarse a la tecnología y cuando supo que el padre de Helga tenía su propio negocio de localizadores, los ojos avariciosos de la chica brillaron. Por eso, años después, Helga no se extrañó al descubrir que su prima había decidido estudiar la preparatoria en Estados Unidos y ganarse una beca ahí para la universidad, el padre de esta, el tío Klaus, le consiguió un departamento. Pero Gretel no era una niña mimada, ni menos había puesto sus pies en Estados Unidos se las arregló para convencer a Big Bob que no podía pasarle nada mejor que contratarla medio tiempo, en especial porque la meta de la alemana era conseguir su propia empresa de telecomunicación para sustentar sus planes empresariales. Gretel no gastaba casi nada, se mantenía constantemente ahorrando y era eficiente, hablaba de negocios como una adulta y había incluido la idea de celulares al viejo estilo de beepers de Big Bob. Helga no se extrañó que su padre comenzara a hablar sobre sucesión y mirar con orgullo a Gretel, como si se tratara de la hija que había estado buscando. En realidad, eso había sido un peso menos para los hombros de Olga y Helga.

La joven cerró los ojos, conteniendo un suspiro, relativamente las cosas eran más simples ahora. Y a la vez… más complicadas. Pero debía descansar, su primer día en la preparatoria se acercaba y quería tener toda la fuerza necesaria para iniciar su conquista hacia Arnold. Por muy ridículo que sonase, necesitaba saber que haría su mejor esfuerzo para que, por lo menos, el chico la viera como una persona agradable. No estaba pidiendo mucho ¿No? El sueño, rápidamente inundó su mente y antes de darse cuenta se encontraba abrazada a su almohada, sumergiéndose en fantasías adolescentes donde los castos besos de la infancia eran apenas un recuerdo del pasado.

A la mañana siguiente se despertó con la voz de Miriam llamándola, desde que asistía a las reuniones de la AA (Alcohólicos Anónimos) parecía mejorar día con día, Helga observó a su madre parada desde la puerta y solo asintió. Eso bastó para que Miriam sonriera y le anunciara que había un desayuno esperándola. Helga prefirió bajar y probar bocado primero o como en otras ocasiones se atrasaría y se iría sin desayunar por postergarlo tanto. Después de eso se dio una rápida ducha y se secó el cabello. Observándose en el espejo, con el cabello cayendo sobre su cara, sonrió de lado. Tenía que ser positiva, debía ser positiva, no tenía otra opción. Era su primer año en la preparatoria, o como también era conocido su año como freshman, iba a iniciar como novata en la preparatoria, tenía quince años y debía entrar con seguridad.

- Vamos Helga, querida, tú puedes hacer esto. –se animó, limpiando el espejo del baño. El empuje hormonal ya había llegado, para bien y para mal, ahora debía usar sostenes, saber que tenía una talla adecuada y eso implicaba que si planeaba unirse al equipo de béisbol tendría que comprarse nuevos sostenes deportivos para no terminar adolorida después de un buen bateo o por correr demasiado. No era el tipo de chicas que se sentía cómoda mirándose en el espejo y diciéndose que tenía buenos atributos, menos era del tipo de chicas que pensaba como resaltarnos para llamar la atención. En realidad, cuando viajaba a Alemania, era Gretel quien se encargaba de su guardarropa y técnicamente jugaba la versión adulta de vestir a las muñecas con ella, pero eso no le molestaba… demasiado, no había nadie de su preparatoria que la viera y se burlase de su persona. Por eso actuaba de manera despreocupada con su atuendo, porque sabía que nadie se percataría en ella más allá que de un número más. Lo mejor que podía hacer era pasar desapercibida hasta de sí misma. La idea de preocuparse de su físico, de encontrar una razón por la que detenerse un segundo más de lo normal en su guardarropa le hacía recordar burlas de la infancia en donde la llamaban niño. Todo eso bastaba para que desistiera y se asegurara de lucir como el tipo de persona que había sido empujada a ser: Despreocupada, invisible. Además, si se proponía arreglarse, se sentía tan perdida en frente de los colores y los atuendos que terminaba con una fuerte sensación de verse tonta al hacerlo.

Y si era sincera…

A veces, llegaba a avergonzarse de su cuerpo, de la feminidad que había adquirido, con un busto que no se podía ocultar por mucho que se encorvara, con una cintura que desaparecía al llegar a sus caderas y con sus delgadas piernas que se habían hecho femeninas y elásticas. En momentos en donde los recuerdos de la infancia y la reciente pubertad la acosaban, momentos en donde se burlaban de ella y minaban cualquier autoconfianza que pudiese tener, todo ese conjunto de delicadezas y curvas en lugar de animarla, de decirle que por lo menos tenía una oportunidad contra algunas chicas, le hacía sentir mal. Mal porque ese cuerpo era delicado, suave, tenía curvas y se asociaba con elegancia, con emociones, con sensibilidad, cosas que no quería que otros pensaran de ella. No quería lucir delicada, ni débil. No quería ser objeto de bromas y abusos. Porque ese era el problema, en su lucha por pasar de la abusiva había terminado como el eslabón más débil y como aquella a la que muchas veces la gente solo reparaba para bromear a su costa. Y estaba cansada de eso, de contenerse para no volver a ese terrible título que había apartado a Arnold de ella, el de abusiva. Pero aun así odiaba todo eso. Porque ella era Helga G. Pataki, una mujer fuerte. Una mujer capaz de todo, con una moral dudosa con tal de obtener lo que deseaba. Y Helga G. Pataki no bambolea las caderas ni se sacude como bailarina del Moulin Rouge, se recordó, dando largas zancadas hacia su habitación.

Como siempre, escogió rápidamente su vestuario. Unos jeans cómodos, unas zapatillas deportivas lilas, una camiseta rosada, el cabello recogido en dos coletas bajas, con su lazo rosa. Observó el lazo sobre su cabeza y se contuvo. El lazo que a Arnold le había gustado. El lazo que marcaba el inicio de su amor por él. El lazo que le recordaba que pasara lo que pasara, amaba al estúpido samaritano. La chica agarró una gorra de béisbol negra con las letras NY blancas al frente, a honor de los Yankees de New York, la usó para ocultar el lazo bajo esta.

- ¡Helga! ¡Gretel está aquí! –escuchó la voz de Big Bob llamarla, agarró su desgastada mochila y bajó rápidamente antes que su padre comenzara a retrasar a su prima y por ende a ambas de su primer día de clases. No era de extrañarse, cuando se trataba de negocios esos dos podían hablar por horas.

En el último tramo de los escalones, pudo observar a Gretel, estaba apoyada contra el marco de la puerta, astutamente posicionada para salir rápidamente de ahí, su prima era un año mayor y aun así no era tan alta como Helga, aunque apenas se diferenciaban por unos pocos centímetros. Gretel tenía el rostro circular, como el de Helga, tenía el cabello rubio y ojos azules. En definitiva se notaba el parentesco y al mismo tiempo podían distinguirse si no se presentaban como primas. En especial porque Gretel le ponía cuidado a su apariencia física. Claro, a su particular y retorcida manera, pero lo hacía. La chica tenía finas cejas depiladas cuidadosamente casi en forma de una V invertida para darle una perpetua apariencia astuta, solía usar cintillos realmente gruesos para mantener todo su cabello hacia atrás y dejar a la vista solamente su frente y así alargaba su rostro a la par que se veía más altanera, casi traviesa, sus labios se mantenían con una sonrisa astuta y ahí donde Helga ocultaba su cuerpo, Gretel lo usaba como un arma para intimidar, posiblemente por la carencia de curvas y rasgos femeninos en desarrollo. Además tenía un estricto orden con sus atuendos, por ejemplo, para ir a la preparatoria llevaba pantalones negros que parecían su segunda piel de lo pegados que estaban, hasta la cintura, llevaba leotardos de entrenamiento en lugar de camisetas, así que, desde la cintura se podía ver la ajustada prenda roja cubrir su torso y cerrarse en tirantes sobre sus hombros, que dejaba a la vista un escote ovalado nada profundo porque Gretel parecía que estaba increíblemente retardada en su desarrollo, carente de busto, apenas notable una cintura y sus caderas eran pequeñas. Helga a veces bromeaba al decir que su prima usaba aun tallas para niña. La alemana se enorgullecía únicamente de lo que ella llamaba "juvenil trasero bien entrenado", para concluir usaba chaquetas deportivas abiertas negras y botas militares del mismo color con buena tracción.

- Agradece mi buena voluntad, desgarbada –saludó su prima, tenía un fuerte acento alemán que junto al resto de su presencia, estilo y actitud, asustaba a muchas personas. En realidad, Gretel era apreciada por el uno por ciento del uno por ciento de la población estudiantil y eso porque ahora Helga formaba parte de ese porcentaje.

- Si, si, te agradeceré cuando vea que terminamos en la preparatoria y no en una casa de jengibre con una malvada bruja que nos quiera comer.–devolvió el saludo, despidiéndose con una señal de sus padres, mientras ambas salían.

- Que original, pero olvidas que tú eres la bruja del cuento. –ambas se miraron y sonrieron. Era cómodo poder hablar con alguien que tenía la mente tan ágil para responder y no se resentía por comentarios ácidos- ¿Nerviosa por tu primer día de clases?

- Para nada, los mismos compañeros de toda la vida en un ambiente hormonal. Ellos deben estar nerviosos, yo no –respondió, casi en un gruñido, Gretel la estaba mirando detenidamente- ¿Qué? ¿Tengo pegado un duende o qué?

- Si crees que con esa ropa vas a lograr llamar la atención de él, estás muy equivocada. Apenas y noto algo debajo de todo eso. –"él" era Arnold, "él" era un secreto que había depositado sobre Gretel cuando estuvieron juntas en las vacaciones, años atrás.

- ¿Quién dijo que quiero llamar su atención? –casi gritó, con una voz chillona y alarmante que solo logró que los estudiantes que hacían la misma ruta que ellas, las regresaran a mirar. Gretel entrecerró los ojos, lanzando una mirada peligrosa a todos y la gente se dispersó. Ahí estaba, la alemana tenía esa actitud de dictadora que torturaba conejitos por diversión- ¿Qué? ¿Debo seguir tu modelo y vestirme como elenco de Grease? Porque me niego a cantar "Summer Nights"

- Oh Helga, todos estos años aislada te han hecho perder la práctica ¿En serio crees que eso es insultante? –su prima fingió un bostezo y sintió el puño de la chica contra su hombro como reprimenda- Además, primero tendrías que pasar un verano con él y si me dejas ser sincera, por lo que se, tú serías John Travolta y él la inocente Olivia Newton-John. –Helga rodó los ojos, su prima sabía demasiado de los cincuenta y sesenta. Pero entiendo el mensaje que quieres dar, señorita. Pero con esa ropa en lugar de decir "No te me acerques, porque tengo demasiada personalidad para ti", dice "Vendo periódicos" –se agachó rápidamente, sintiendo el aire zumbar sobre ella en el segundo que Helga había lanzado una patada en su dirección- Eres bonita ¿Sabes? Y no lo digo como halago, lo digo porque compartimos genes, boba. La belleza de una depredadora oculta en ropa de cargadora de bultos ¡Que grosería! -ambas se observaron un par de segundos y Gretel se lanzó hacia su prima, abrazándola desde atrás y haciéndole una llave a su brazo- ¡Ya deja de andar altanera! Desgarbada maldita… parece que debo enseñarte modales ¿Eh? –habían llegado a la entrada de la preparatoria pero ni así se detuvieron, en frente de algunos estudiantes y padres de familia curiosos, Gretel tenía a su prima conteniendo un gruñido, mientras se hacía hacia atrás, Helga sentía como su cuerpo se arqueaba y su camiseta subía por su vientre, dejándola expuesta.

- Ya… Gretel… no-me-obligues –advirtió, apoyando sus pies en el suelo para que no la levante en peso, mientras relajaba sus brazos para no sentir tanto dolor tensionado.

- ¿No son esos tus compañeros de clases? –susurró Gretel a su oído, clavándole la rodilla en la espalda baja, Helga observó al frente y su alarma fue tal que se dejó llevar por el peso de su prima, cayó de rodillas y terminando con su espalda sobre el pecho de la otra rubia. Efectivamente, encabezando al grupo de admirados y algo escandalizados jóvenes, estaba Arnold, mirándola entre sorprendido y alarmado, a su derecha estaba Gerald y atrás de ellos el resto de hombres de su curso. Alguien gritó algo similar a "¡Qué bonito obligo, Pataki!" y se escucharon risas a su alrededor.

Se estaban burlando… se estaban burlando de ella. Antes que el sonrojo llegara a su rostro, tenía que responder algo. Algo mordaz pero no demasiado. Algo… Arnold tenía una expresión curiosa mientras miraba su rostro y luego la piel expuesta de su vientre. Un escalofrío la recorrió y no se dio cuenta que Gretel la había soltado.

- Oh ¡Que tierno! Helga, parece que alguien va a dedicarte un par de manchas en las sábanas esta noche –esa había sido Gretel, la reacción general fue un sonido pícaro y carcajadas de varias personas, riéndose de quien había dado ese comentario pintoresco sobre su ombligo, Helga buscó al chico: Stinky. Todos se estaban riendo de Stinky, hasta Arnold contenía una sonrisa a pesar del sonrojo en su rostro- Vámonos, ya me aburrí de tus compañeros –ambas se levantaron, Helga estiró su camiseta para que volviese a cubrir su piel. Le lanzó una última mirada a Arnold, quien la observaba y tuvo la sensación de que iba a alzar la mano para saludarla, pero Gerald lo apartó de su campo visual- Para serte sincera, desgarbada: No esta mal.

- ¿Eh?

- Él, no está mal. Tienes buen gusto por lo menos. Me gustan sus malos, no son grandes pero tiene dedos largos, como pianista. –Helga se preguntó en que momento su prima se había puesto a verle las manos a Arnold - Algo corderito para mi gusto, pero bueno… Tus gustos, no míos.

- ¿Corderito? –consultó, mirando a su alrededor, estaban rodeadas por grandes canchas dispersas alrededor, zonas verdes, edificios pequeños regados por ahí, leyó los carteles en algunos "Ciencias Exactas", "Ciencias Humanas", "Laboratorios". Oh, las clases estaban ahí, bien. Al parecer no tendrían un salón fijo, simplemente se moverían de un edificio a otro, de materia en materia.

- Si, cordero. Tú sabes… Inocente… te miraba el vientre como si en su vida hubiese visto uno. Nosotras, somos lobos, cazadoras. Y deberías juntarte con tu propia raza, desgarbada. Formar tu manada con un buen macho alfa, bravo, fuerte, grande, reproductor y cazador. –lo último lo había dicho entre risas, ambas se detuvieron frente a un pequeño edificio que decía "Coordinación Deportiva", entraron y Gretel le señaló la lista de clubes y equipos que había- Ahí esta: Béisbol. Intenta entrar al equipo. Conozco al capitán, es Junior. –dos años mayor, se dijo Helga, era dos años mayor a ella y tan solo un año mayor a Gretel- Y serías la primera chica en el equipo.

- Lo haré, me agrada la idea de rodearme de trogloditas y cero princesas. –asintió, una de las cosas que quería hacer era eso, jugar béisbol, quitarse el estrés golpeando algo con todas sus fuerzas.

- Los novatos deben ir al coliseo para la charla introductoria –Helga le miró exasperada- …y obviamente no vas a ir. –se apresuró a concluir.

- Exacto.

- Entonces te daré un pequeño recorrido de los lugares que no suelen revisar los profesores para fugarte de clases. –invitó, Helga sonrió de lado, mientras se encaminaban- Por cierto ¿Conoces una casa para estudiantes? Oh, sería divertido si fuese solo para señoritas –sonrió- O… ¿Una casa de huéspedes? ¿Cuartos de arriendo? ¿Algo con paredes y techo?

- ¿Qué, princesa? ¿No te gusta el departamento lujoso que tu papi te da? –picó Helga, mientras descubría que atrás del edificio de los laboratorios había unos ventiladores gigantes que ocultaban a la gente que se parara atrás de ellos.

- Quiero arrendarlo como un ingreso extra. El lugar es muy grande y no paso ahí. Además, queda lejos de la preparatoria, quiero algo cerca, en tu barrio. Un lugar simple.

- Arnold tiene una casa de huéspedes –susurró Helga, mirando a un lado, avanzó un par de pasos hasta que sintió que su prima se había detenido. Al regresar a ver, notó una sonrisa perversa que conocía bien, pues la solía ver en el espejo seguido. Se miraron un segundo y siguieron caminando, aunque tuvo escalofríos por lo que su prima estaría pensando.

- Oh… él tiene una casa de huéspedes… que conveniente. Presiento que me visitarías seguido si viviera ahí ¿No? Te quedarías a comer y a… dormir ¿No? –a cada palabra que daba, Helga sentía que le faltaba la respiración y el color subía por su rostro, habían llegado al extremo más lejano de la preparatoria y comenzaron a caminar de regreso. El coliseo estaba en frente de ellas y parecía que la gente se estaba retirando. En la cabeza de la chica pasaron rápidas imágenes de la casa de huéspedes, recordaba la habitación de Arnold con lujo de detalle. Pero el cosquilleo que sintió le recordó que no sería igual que cuando eran niños. Un Arnold recién despierto con nueve años era tierno, un Arnold recién despierto ahora era un sueño- Me pregunto si duerme solo en bóxer –sintiendo el rostro quemarle, regresó a ver a Gretel, quien sonría tan lobuna que le dejó sin palabras- Oh… es verdad. Está en esa edad en que se despierta muy animado y con mucha energía ahí… abajo. –Helga cerró los ojos, alejando el pensamiento. No tenía que pensar en eso, no quería pensar en Arnold adormilado, con el cabello cayéndole en el rostro. No quería pensar en sus músculos tensos y su abdomen perlado de un delicado bello rubio que bajaba…- De seguro usa la ducha para desahogarse un poco todas las mañanas. -….bajaba hasta un lugar que desde hace dos años se preguntaba como lucía, como se sentiría- Si entraras no sería tu culpa. Si vieras algo sería una coincidencia. Si te descubre y le gustara lo que ve… -Helga contuvo las ganas de gritar que tenía y tapó la boca de Gretel. Su prima era una pervertida. No, no era una pervertida, era una perversa degenerada. Actuaba con naturalidad sobre temas tan delicados porque sabía que era la mejor forma de dejar callada a la gente. Ponía ideas en la cabeza de Helga que no se irían nunca. Y lo peor de todo, es que se reía con tal naturalidad contra su mano como si le hubiese cantado "Helga y Arnold sentados en un árbol, besándose".

Repentinamente la risa paró y los ojos azules observaron con sorpresa atrás de Helga. Al inicio no le creyó, porque hacer trampa era clásico entre ambas. Pero por la manera en que comenzó a removerse le indicó que era serio. Muy serio. Al mirar hacia atrás, pudo sentir que el calor de sus venas subía pero esta vez en una furia profunda.

- ¡Helga! –escuchó la voz de Gretel lejos, demasiado lejos. Solo tenía que correr, correr rápidamente y salvarlo. Aún si la vida se le fuese en eso, tenía que llegar a tiempo… tenía que salvar a Arnold.

Continuará…

¡Saludos Manada! Lo sé. Lo sé. Vamos por parte.

Algunos se preguntarán "Noct ¿Te volviste loca? ¿Otra vez estás publicando esto?". Bueno, otra vez sí, pero esta vez es una re-edición. Esto quiere decir que después de cumplir un año de publicar esta historia, decidí que era hora de corregirla. Porque ustedes se merecen la mejor calidad que pueda entregar. Y porque les estoy muy agradecida por todo. Cada capítulo ha sido re-editado y tienen un 40% de material extra. Va ha haber dos publicaciones cada semana. Una los partes y otra los jueves.

Segunda parte ¿Manada? Bueno, con las personas que han vivido y querido esta historia, he creado un vínculo muy fuerte. Muchos de ustedes me han dicho que se han sentido parte de la manada que se forma en esta saga. Entonces ¿Por qué no formamos una manada? Un grupo unido, una conexión entre ustedes y yo. Así que al diablo con el "Nota de Autora". Esta saga tendrá mi especial saludo a cada uno de los miembros de esta manada.

En tercer lugar, la saga ya tiene nombre "Instinto de Caza", hasta ahora tenemos "Cómame señor lobo" como primera entrega y como extras "Bonus Track", "What if…", "Rojo y Negro" y "Cómame señor lobo: Entrevistas". La segunda parte de esta entrega es "Cacería". Si hay suerte, tendremos una tercera parte y tal vez una pre-secuela. Solo el tiempo lo dirá.

Así que…

Aúllen conmigo con esta noche.

¡Nos leemos!

Nocturna4