Disclaimer: Digimon no me pertenece, ni tampoco los versos de Bécquer. Este fic es para el reto de Hikari Blossom en el foro Proyecto 1-8.


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~ Versos de colores ~

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Capítulo I

A través del tul

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"Murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder"

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El susurro de la página al pasarse envolvió a Takeru. Cerró los ojos unos instantes, tratando de apreciar las palabras que acababa de leer. Por mucho que lo intentara no comprendía esa verdad que se entreveía en los versos.

Dejó el libro de Bécquer en la estantería mientras reflexionaba sobre lo que le había dicho su madre. Decía que aquellos poemas habían tocado su corazón cuando era joven, que en la evolución de esas composiciones había encontrado la de su vida, y que el final todavía no lo había vivido. Él quería entenderla, pero unas cuantas frases que rimasen no despertaban nada en él. Y ella, como buena madre, había afirmado que algún día lo comprendería. Le costaba creerlo.

El estruendo de la puerta al abrirse interrumpió sus cavilaciones. Daisuke entró en su habitación y comenzó a revolver el armario.

―Esa manía tuya de no pedir permiso me exaspera ―se quejó Takeru, sin poder contener una sonrisa.

―¿Dónde está tu camisa marrón? ―preguntó el recién llegado ignorando el reclamo―. Quiero probármela porque creo que quedará bien con mi pelo.

Su sonrisa de suficiencia hizo reír al otro.

―No es mía, me la dejó Ken.

Daisuke salió de la habitación sin decir nada más. Lo siguiente que escuchó Takeru, mientras guardaba lo que su amigo había sacado, fue un grito de Ken diciendo que se estaba cambiando. Daba igual cuánto llevaban viviendo juntos y todas las veces que se habían quejado, el joven Motomiya no aprendía a respetar la privacidad de los demás. Tendría que comprar un pestillo.

Un rato más tarde el rubio fue al salón y empezó a dar golpes con el pie mientras miraba el reloj, ya era hora de que los demás llegasen, como no se dieran prisa iba a estropearse la sorpresa.

―¿Cuándo llega Yamato? ―preguntó Ken.

―Dentro de media hora.

―Bueno, todavía hay algo de tiempo. ¿Por qué no has ido a buscarle al aeropuerto?

―He preferido dejarle a solas con mi padre ―sonrió al decir esas palabras―. Sé que no lo reconocería, pero le hubiera gustado que mi hermano durmiera hoy en su casa, así que al menos estarán un rato juntos.

El mayor de los Ishida llevaba un año viviendo en Estados Unidos, había comenzado su formación como astronauta, gracias a las buenas notas que sacó en su carrera, y ello le tenía muy ocupado. Acaban de concederle por primera vez unas vacaciones, así que volvía a Japón después de bastante tiempo sin pisarlo.

Daisuke apareció en ese momento en el salón con tres botellas de cerveza y una sonrisa enorme.

―¡Que empiece la fiesta!

―No deberías beber ya ―replicó Ken―. Espera al menos a que los demás lleguen.

El chico frunció el ceño y tendió una de las botellas a Takeru, que negó con la cabeza. Exasperado, iba a replicar, pero en ese momento llamaron al timbre. Abrió la puerta y recibió con entusiasmo a Iori y Jou mientras les tendía las cervezas que los otros no habían querido.

―Dai, yo no bebo, ya lo sabes ―dijo el menor.

―Y yo preferiría esperar a los demás, gracias de todas formas ―se negó el mayor antes de ir a saludar a los otros.

―¡Sois todos unos sosos!

Las quejas de Daisuke los acompañaron un rato, que por suerte fue corto. Las chicas aparecieron en ese momento y fueron saludándolos a todos, encendieron la música, aunque la pusieron baja, y dejaron en la nevera las bebidas y comida que habían comprado. No tardaron en rechazar las cervezas para esperar a los demás, y las quejas volvieron a escucharse. Si Dai no se callaba, acabaría recibiendo un golpe de alguno.

―Me gusta tu vestido, Mimi ―alabó Miyako al tiempo que se dejaba caer en el sofá junto a Ken.

―¡Gracias! Está hecho con tul ―explicó la aludida―. Lo compré la semana pasada en una tienda del centro. Tengo que enseñártela, tienen ofertas muy buenas...

Takeru dejó de escuchar la conversación porque le llamó la atención una palabra. Se acercó al mueble de la televisión y cogió una libreta que siempre tenía por si le llegaba la inspiración repentina. Anotó solamente tres letras. Tul. Le gustaba lo bien que sonaba, parecía encerrar mucho su simpleza.

Cuando levantó la cabeza se encontró unos grandes ojos marrones que lo observaban con curiosidad.

―¿Qué escribes? ―preguntó Mimi.

―Nada importante. A veces me llama la atención una palabra o se me ocurre una frase y la anoto por si encuentro dónde usarla.

―¿En una novela? ¿O en poesías? ¡A mi madre le encantan! Creo que es lo único que lee, dice que mi padre le escribió algunas para conquistarla.

―Tiene mucho mérito, porque es un género difícil.

―Son muy bonitas, como una canción sin música. ¿Me dedicarás una poesía algún día? ―pidió la chica con una gran sonrisa.

Takeru se rascó la cabeza, algo incómodo con la propuesta. No por que ella lo pidiera, sino porque sabía que no podía hacerlo. Si no entendía los versos de autores profesionales, ¿cómo escribir unos propios?

―Es que nunca he escrito ninguna ―confesó.

El gesto desencantado de Mimi hizo que se sintiera mal.

―Pero te prometo que la primera poesía que componga será para ti.

La sonrisa de su amiga volvió a aparecer y él respondió al gesto. Valía la pena intentarlo si servía para que ella estuviera contenta. Se dijo a sí mismo que a partir de ese día leería algunos versos del libro de Bécquer, si se esforzaba de verdad tal vez podría interpretarlos y apreciar la poesía como debía. Si quería llegar a ser un buen escritor lo más conveniente era que controlara todos los géneros literarios. Además, así comprendería un poco mejor a su madre. Y Mimi sonreiría.

El timbre sonó y alguien fue a abrir. Los dos que faltaban entraron saludando a los demás y por fin alguien aceptó una de las cervezas que Daisuke llevaba de un lado a otro.

―¡Está caliente! ―se quejó Taichi dejando la botella en la mesa y yendo a por otra.

―Es culpa de que todos son unos aburridos.

―Eso no impedía que las volvieras a meter en la nevera ―replicó Koushiro.

―¡Si hubierais llegado puntuales seguirían frías! ―exclamó el otro indignado.

―Es culpa de Tai, siempre me cuesta una hora conseguir que se empiece a vestir. Si no fuera por mí todavía seguiría tirado en el sofá viendo algún partido de fútbol repetido.

El aludido puso los ojos en blanco antes de dar un sorbo a una cerveza recién sacada de la nevera. Kou y Taichi vivían juntos, lo cual era bueno porque ambos salían beneficiados. El pelirrojo se encargaba de centrar a su amigo y el otro intentaba sacarle más de casa.

―Hermano, eres un desastre ―recriminó Hikari.

―Bah, no sé de qué os quejáis tanto, hemos llegado a tiempo ―dijo el mayor de los Yagami.

―Yamato debe estar a punto de llegar, un poco más y os habríais encontrado ―opinó Sora mirándole mal.

―Bueno, perdón. Qué exagerados sois todos.

―¡Eso! Dejad en paz a Tai ―lo defendió Daisuke―. Y empecemos ya a beber, que esto es una fiesta.

Se dirigió hacia la cocina pero Miyako le cortó el paso con gesto indignado.

―Te recuerdo que la fiesta es para celebrar que viene Matt.

―¿Y qué?

―¡Pues que hay que esperarle! ―exclamó la joven enfadada.

―Pero si ya estará a punto de...

―¿Sabéis que las fiestas sorpresas no salen bien si montáis tanto escándalo? ―preguntó una voz desde la entrada―. En especial cuando el que no tiene que enterarse tiene llaves de casa. Y no sois demasiado sutiles si aparcáis vuestros coches en la puerta.

Todos se dieron la vuelta y comenzaron a reír ante esas palabras. Takeru fue el primero en abrazar a su hermano, los demás no tardaron en copiarle. Yamato saludó a sus amigos, contento de verles después de tanto tiempo. Hikari aprovechó el entusiasmo de la llegada del joven para sacar fotos a todos. Después dejó la cámara sobre la mesa de comedor y les instó a que se juntaran para inmortalizar el momento. Puso el temporizador y corrió a unirse a los demás. El flash los cegó a todos y tuvieron que parpadear, unos quejándose y otros riendo.

La fotógrafa miró la imagen y sonrió. Taichi rodeaba a Jou con un brazo al tiempo que forcejeaba con Yamato, molestándose mutuamente en un intento de que el otro saliera mal. Al lado del rubio, Iori sufría que Daisuke le revolviera el pelo y Ken lo rodeaba con el brazo mientras Takeru se apoyaba en su hombro. Delante de ellos, Mimi sonreía de oreja a oreja abrazando a Sora y Hikari. Al lado de la más pequeña de las chicas, Miyako ponía gesto de victoria y con la otra mano agarraba a Koushiro para que se agachase con ellas.

Todos parecían contentos por estar juntos de nuevo. Se veía lo unidos que estaban solamente con observar la foto. Sin embargo, la vida puede ser muy irónica. Hasta un punto que todavía desconocían. Pero no tardarían en averiguarlo.

La fiesta comenzó como otra cualquiera. Comieron algo, subieron la música y charlaron sobre sus vidas. El tiempo pasó tan rápido que ninguno fue consciente de ello. Poco a poco el alcohol fue consumido con diferentes resultados en unos y en otros. La música de pronto estaba más alta y el ambiente algo cargado por haber tantas personas encerradas en un mismo sitio. Algunos bailaban, de forma cada vez peor conforme las horas avanzaban y la bebida iba surtiendo efecto en ellos.

Miyako sacudió la cabeza para intentar librarse de su aturdimiento, aunque no le impidió dar un nuevo trago a la copa que llevaba en la mano. Decidió sentarse en una silla para ver si se le pasaba el creciente mareo.

―... te estoy diciendo que no ―dijo Iori antes de resoplar.

Daisuke insistía en que debía pedir salir a una amiga suya con la que compartía algunas clases solo porque los había visto juntos un par de veces por la Universidad. Pero el más joven ni siquiera se había planteado algo así.

-¡Venga ya! Te pasas todo el día con ella, si no te quieres lanzar tú acabaré haciéndolo yo porque es bastante guapa ―replicó Daisuke riendo―. ¿A que sí?

La pregunta iba dirigida a Ken, que miró de reojo a Miya antes de afirmar con la cabeza.

―Ves, si hasta él lo reconoce es que está muy buena.

Las carcajadas de Dai se perdieron entre el ruido de la música cuando la chica de pelo lila se levantó de la silla. Caminó decidida hacia un rincón del salón, donde Koushiro hablaba con Takeru y Jou. El mayor desviaba de vez en cuando sus ojos hacia el centro, donde Mimi y Sora bailaban sin parar de reír. Los tres miraron con algo de sorpresa a Miyako por el gesto que tenía.

―Kou, ¿bailas conmigo?

Él la miró a los ojos unos instantes antes de asentir con la cabeza y se fueron a un rincón donde la joven se pegó a él mientras se movía al son de la música. Algo le dijo a Takeru que se había perdido una conversación silenciosa en esa mirada. Pero se olvidó de ello cuando Tai le empujó la mano al pasar a su lado, haciendo que derramase su propia bebida en su camisa.

―Perdona ―se disculpó el chico riendo antes de continuar su persecución a Hikari exigiendo algo que decía que era suyo.

El rubio suspiró con pesadez y dejó el vaso en la mesa, sería mejor que fuera a cambiarse. Se despidió de Jou, pero le dio la sensación de que su amigo no había escuchado nada.

Mimi le dijo a Sora que parase de bailar, intentando contener la risa floja. Se había dado cuenta de que necesitaba urgentemente ir al baño, así que pidió a la pelirroja que le rellenase la bebida mientras volvía. Caminó por el pasillo sintiéndose un poco perdida, no conocía bien esa casa así que no sabía dónde ir. Miró las puertas cerradas del pasillo y decidió abrir una, pero solo era una habitación. Intentó abrir la siguiente pero no pudo.

―Ocupado ―dijo Yamato al otro lado.

―¡Matt, date prisa! ¡Tengo que entrar! ―se quejó la chica.

―Pues ve al otro.

Primero frunció el ceño al escuchar el tono en el que su amigo le había hablado, pero luego procesó la información y se aventuró a probar las demás puertas. Solo llegó a abrir una de ellas y se sonrojó un poco por lo que encontró allí. Takeru, que estaba desabotonando su camisa, la miró con confusión.

―¿Pasa algo?

―Tengo que ir al baño pero tu hermano lo está usando ―respondió Mimi.

Mientras hablaba se dio cuenta de que no podría aguantarse mucho más, había bebido demasiado para que su vejiga lo retuviera. El chico rio por su respuesta y le señaló con la cabeza una puerta al fondo de la habitación.

―Puedes entrar al mío, pago un poco más que los otros de alquiler pero así tengo derecho a baño propio.

Ella sonrió en agradecimiento y, tras cerrar la puerta de la habitación, se metió al lavabo. Mientras tanto Takeru se quitó del todo la prenda mojada y la dejó sobre la silla, esperaba que la mancha saliera. Y no pudo evitar insultar un poco a Taichi en su mente, pero solo un poco.

El chico en cuestión había bebido mucho, tanto que Hikari acabó quitándole el vaso porque sabía que empezaría a hacer tonterías en cualquier momento. Por mucho que se quejó, su hermana no accedió a devolverle su bebida y lo vigiló de cerca para que no cogiera otra. Sin embargo, algo pasó que distrajo a la joven, porque de pronto se quedó quieta mirando fijamente hacia el pasillo, y no tardó más de cinco minutos en dirigirse hacia allí. En circunstancias normales, Tai hubiera seguido a su hermana para averiguar qué le había llamado tanto la atención, pero una cabellera pelirroja que pasó por su lado en dirección a la cocina lo desconcentró.

Sus pasos eran extrañamente firmes para todo lo que había bebido. Y es que ni todo el alcohol del mundo podría parar al mayor de los Yagami cuando tenía una idea. Especialmente esa que consideraba tan buena. Aunque sabía que al día siguiente no se lo parecería.

―¿Lo estás pasando bien?

Sora se sobresaltó porque no le había escuchado llegar. Rio ligeramente y asintió con la cabeza mientras sacaba de la nevera un par de botellas con las que rellenar su vaso y el de Mimi.

―Te ofrecería un poco, pero me parece que ya llevas una o dos copas de más, por lo que Kari iba diciendo.

―No le hagas caso, es una exagerada ―replicó él acercándose a su amiga.

Ella negó con la cabeza con desaprobación antes de dar un sorbo a su bebida. Le pareció que se había pasado un poco con el alcohol porque la notó bastante fuerte, además de que una punzada en la cabeza le avisó de que ya estaba llegando a su límite si no quería arrepentirse al día siguiente.

―¿Puedo probar lo que estás bebiendo?

―Bueno, pero solo un poco ―concedió Sora girándose hacia él.

Le sorprendió la cercanía de Tai, no sabía cuándo se había pegado tanto a ella. El gesto decidido de su amigo hizo que desconfiara y tuvo razón en hacerlo. Antes de que le diera tiempo a reaccionar, el chico estaba besándola. No fue un roce suave o romántico, sino un beso voraz que la dejó sin aliento. Un vaso calló al suelo sin que ninguno de los dos reparara en ello.

Como el que estuvo a punto de tirar Miyako mientras bailaba con Koushiro. Ella se movía y él se limitaba a sujetarla para que no se tropezara. Así que, cuando la copa estuvo a punto de resbalar de la mano de su amiga, Kou pudo cogerla antes de que se cayera. Los ojos de Miya se inundaron en lágrimas, aunque no tenía nada que ver su torpeza, porque los tenía fijos en las sillas donde Ken y Daisuke seguían intentando sonsacar a Iori si tenía algo con esa chica que "estaba muy buena".

―Soy una idiota ―sollozó apoyando la cabeza en el hombro del pelirrojo.

Él se alarmó al escuchar su voz rota. Supuso que no querría dar un espectáculo, así que medio arrastró a la chica por el pasillo y se metió en la primera habitación que encontró. Se rascó la cabeza, nervioso, e intentó buscar algo que decir. Nunca se le había dado bien hablar de sentimientos.

―Lo siento, te he estado molestando estos meses, te he intentado utilizar ―se disculpaba Miyako entre su llanto.

―No te disculpes, sabía que lo que querías era ponerle celoso, aunque no me lo hayas llegado a decir.

―No ha servido de nada, nunca se va a fijar en una chica como yo.

Koushiro se sintió muy mal al escuchar esas palabras, su amiga no merecía sufrir de esa manera. Se acercó a ella y puso una mano sobre su hombro instándole a mirarle.

―Eres una chica increíble, cualquiera sería afortunado de tenerte a su lado ―susurró con sinceridad.

Ella sonrió y lo abrazó con fuerza, dejando escapar algunas lágrimas más y agradeciéndoselo en susurros. De pronto, se quedó callada y abrió los ojos como platos. Apartó a Kou de sí misma con un fuerte empujón y él la miró con confusión. Quedó claro lo que pasaba cuando Miya se agachó y vomitó de forma algo escandalosa contra el suelo. El pelirrojo como pudo le sujetó el pelo para que no se manchara, después la ayudó a sentarse en la cama y le pidió que se quedara quieta.

―No se lo cuentes, por favor... ―suplicó medio inconsciente.

Él prometió intentarlo. Abrió la puerta, mirando a ambos lados del pasillo para asegurarse de que no había nadie, y fue a buscar algo con lo que limpiar aquel desastre. No pensaba dejar que su amiga volviera a beber tanto.

Precisamente Jou había estado planteándose esa cuestión. Como buen médico en prácticas que era, conociendo el metabolismo y salud de sus amigos, podía saber más o menos dónde estaba el límite de cada uno. Y estaba claro que todos se acercaban peligrosamente a él aquella noche. Pero bueno, era una fiesta para celebrar un esperado reencuentro, así que supuso que no pasaba nada por un día.

Había estado charlando con Koushiro y Takeru pero los dos se habían marchado, y él ahora estaba solo de pie y dando pequeños sorbos a su bebida. Pensó en sentarse un rato y rescatar a Iori del interrogatorio del que estaba siendo víctima, pero se detuvo al ver que Sora paraba su baile y se marchaba a la cocina, seguida de cerca de Taichi. No supo por qué, pero tuvo un mal presentimiento.

Tras un par de minutos de indecisión, bebió de un trago lo que le quedaba para ir a rellenar su vaso. Se frotó un ojo tras las gafas, porque le pareció que se le había metido algo, y cuando llegó a la puerta de la cocina se quedó paralizado por lo que vio.

El vaso cayó al suelo y se rompió en varios trozos, pero Jou tenía cosas mejores en las que pensar.

Hikari también había pensado mucho esa noche. Y las últimas reflexiones que había hecho le distrajeron de su tarea de cuidar a su hermano. Aunque él fuera el mayor había cosas, o más bien situaciones, en las que ella debía tomar las riendas. Pero parecía que ese día ninguno de los dos iba a poder encargarse del otro, porque tanto Tai como su hermana tuvieron distracciones.

Y la de Kari se perdía en ese momento por el pasillo. Faltaban varias personas en ese salón, que poco a poco iba quedándose vacío, y ella parecía ser la única que se había dado cuenta de cada una de las desapariciones de sus amigos. Se mordisqueó un poco la uña del dedo índice mientras esperaba a que volvieran, pero nadie lo hizo. Así que al final no pudo contenerse en seguir los pasos de los demás y adentrarse por ese corredor que se alejaba del centro de la fiesta.

―¿A dónde vas? ―preguntó una voz sobresaltándola.

Vio que Yamato salía en ese momento del baño y la miraba con curiosidad por lo inquieta que estaba.

―Eh... Al lavabo ―improvisó Hikari sin sonar muy convincente.

―Pues entra, acabo de dejarlo libre. Mimi también quería usarlo pero creo que ha ido al otro.

La chica asintió con la cabeza, su semblante se tornó algo melancólico mientras su amigo hablaba, tal vez por algo de lo que dijo. Se vio obligada a entrar al baño, ante la atenta mirada de Matt. No parecía haber creído del todo su excusa. Le dedicó una sonrisa antes de cerrar la puerta y levantó la tapa del retrete haciendo más ruido del necesario. Aguardó un escaso minuto y se asomó al pasillo para asegurarse de que el chico ya se había ido. Salió con cuidado y, con algo de indecisión, abrió la puerta de una de las habitaciones.

Su labio inferior tembló ligeramente ante lo que encontró. Dos figuras tan pegadas que bien podían confundirse como una sola. Cerró la puerta de nuevo, con todo el sigilo que pudo, y se marchó al salón. Quería irse a su casa.

Ken la miró con curiosidad al ver el gesto triste que tenía. Iba a acercarse a preguntarle si le pasaba algo, pero se chocó con Koushiro.

―Lo siento ―se disculpó vagamente el pelirrojo yendo a toda prisa a la cocina.

Esa actitud extrañó al joven de melena oscura, así que decidió ir a ver si necesitaba algo. Lo encontró rebuscando detrás de la puerta y sacando la fregona. Al verse sorprendido, Kou balbuceó algunas cosas que no llegó a entender. Después suspiró, viéndose derrotado. Había intentado no decir nada, pero tenía que dar una explicación. Esperaba que Miyako no se enfadase mucho.

―Miya no se encontraba bien y ha vomitado en tu cuarto...

―Entiendo, espera ―dijo Ken abriendo un armario.

Cogió el cubo de la fregona y ayudó a Koushiro a llevarlo hasta su habitación. Encontraron a su amiga con la mirada fija en el suelo, quedándose dormida sentada. Se sobresaltó al ver a Ken y volvió a empezar a llorar, disculpándose por el estropicio. Él la consoló torpemente mientras ayudaba al pelirrojo a limpiar. Después, como las palabras no parecían causar efecto alguno, se acercó a Miyako y la abrazó. Ella sonrió y Kou decidió dejarlos solos. Aquella había sido una noche extraña y solo tenía ganas de irse a su casa. Casi tantas como tenían Hikari y Jou.

Antes de que todo eso sucediera, Mimi había usado el baño y retocado ligeramente su maquillaje. Cuando salió, encontró a Takeru con el torso descubierto rebuscando en su armario para ver qué ponerse. La luz de las farolas que se colaba por la ventana fue lo único que iluminó la habitación cuando ella apagó la del baño. Y le pareció que en ese resplandor anaranjado la espalda del rubio destacaba demasiado.

No supo cuándo se acercó, pero de pronto estaba recorriendo con el dedo la forma de la columna del chico.

―Me gusta tu espalda.

Él se dio la vuelta y la miró con curiosidad. Se fijó sin querer en la piel blanca que se veía a través del tul del vestido de Mimi. Negó ligeramente con la cabeza para sí mismo y acertó a sonreír a su amiga.

―Me gusta tu piel ―susurró sin querer.

No supo qué le llevó a decir aquello, seguramente el alcohol había tenido parte de la culpa. A ella pareció gustarle su respuesta. Se acercó al armario y sacó una camisa azul, se la tendió con una pequeña sonrisa.

―Ponte esta, va bien con tus ojos y así iremos a juego.

Takeru rió y alargó la mano para coger la prenda, pero no llegó a hacerlo. La música que provenía del salón de pronto se escuchaba mucho más alta. Se sintió un poco desorientado cuando captó la mirada de la chica y no pudo apartar los ojos de ella. Se sobresaltó al notar el olor a alcohol en el aliento de Mimi, en especial por lo mucho que le tentó.

Ninguno de los dos supo cómo pasó, ni quién fue el que lo empezó. De pronto sus bocas se habían encontrado y no parecían dispuestas a separarse. Se apretaron el uno al otro, como temiendo que el momento acabara, y caminaron torpemente hasta la cama. Sin mediar palabra, sin dudar ni un instante, ambos se entregaron a esa ardiente sensación que comenzaba a descontrolarlos. Tan entregados estaban, que no escucharon la puerta abrirse y cerrarse pocos segundos después.

Y, mientras algunos disfrutaban de la fiesta, otros se hundían por las cosas que habían visto. Mientras unos reían, otros tenían ganas de llorar. Y si supieran todo lo que iba a desencadenar ese día, tanto las cosas que habían pasado como las que no llegaron a ocurrir, tal vez hubieran preferido no celebrar nada. Tardarían en averiguar si había merecido la pena.

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Por fin he podido escribir este fic al que tantas ganas le tenía. Tocaya, espero que te haya gustado el comienzo.

Como se ve ya, habrá muchas parejas, normales y otras raras, malentendidos y celos. Al principio de cada capítulo habrá unos versos de Bécquer, como si fueran los que Takeru va leyendo para intentar adentrarse en la poesía, y tendrán algo de relación con lo que pasará. Habrá varios capítulos, no sé cuántos y no diré ningún número porque luego siempre me acabo alargando más.

Espero que hayáis disfrutado :)