Título: How deep is your love?
Género: Romance / Drama (SasuHina)
Autora: Karolyne

«Pensamientos»
Recuerdos / Flashbacks

– – – – –

Los personajes en la siguiente historia no me pertenecen.

Son de la autoría y propiedad de Masashi Kishimoto.

– – – – –

Sólo se trata de ti

– 1 –

Se había despertado justo a mitad de la noche, empapado en sudor y con la respiración entrecortada. Estaba lleno de pánico, las manos no paraban de temblarle y podía jurar que sus piernas se encontraban en un estado de torpeza que sólo podía ser descrito como dos bultos bajo las sábanas. En su vida se había sentido peor. Jamás se había despertado de esa forma a causa de una pesadilla, ni siquiera durante los años más oscuros en que se vio obligado a vivir en la enorme mansión de su abuelo, donde su único consuelo provenía de unas cuantas palmadas en la espalda por parte del mayordomo, un anciano más parecido a un robot bien programado que a un ser humano.

– Tranquilo, Sasuke. – pronunciaba al mismo tiempo que intentaba calmarle entre cada grito que soltaba dormido. Y una vez despertaba, seguía repitiéndolo con cada palmada desganada. Eso hacía que el chico perdiera la razón pues le molestaba el tono crudo del anciano, cuya expresión facial demostraba su profundo deseo por seguir durmiendo en su propia habitación en lugar de estar silenciando a un chiquillo de ocho años con miedo a su pasado. ¿Pero qué podía Sasuke hacer? Nada. Tenía que conformarse con eso o arriesgarse a que lo llevasen al psiquiatra y le construyeran una personalidad a base de pastillas. – Todo está en orden, vuelve a dormir.

Con el pasar de los minutos se sentía cada vez peor, y en la completa oscuridad de su habitación, se propuso encontrar la cajetilla de cigarros mentolados que había comprado tres días antes, y había creído dejar sobre la mesita de noche. Al no lograr su cometido, encendió las luces, sólo para recordar que no les había puesto en ese lugar pero en la gaveta superior. Escasas setenta y dos horas habían transcurrido desde que salió de la tabaquería, y ya no quedaba ninguno.

«¡Maldita sea!» pensó al ver la colilla del último en el cenicero; se lo había fumado después de terminar los deberes y antes de irse a dormir. Sin dudarlo por un segundo, aventó el cartoncillo hacia el cesto de basura a un lado del escritorio donde aún yacían sus útiles escolares.

En cualquier otro momento, Sasuke habría encestado, pero no esta vez; la bola de cartón que había formado como catalizador de su cabreo apenas y logró pasar de la mitad de la habitación. Maldijo nuevamente. Seguía empeorando. ¿Cómo era posible que un mal sueño le causara todo ese malestar? Rechinó los dientes al darse cuenta de que sus manos seguían temblando.

Volvió a recostarse, se cubrió con las mantas y se quedó viendo fijamente al techo. Se encontraba molesto, pero no a causa de sentirse enfermo a tan pocos días del campeonato de soccer. Su enojo se debía al hecho de que aún era débil, o al menos así lo consideraba él, pues todavía no era incapaz de dejar ir el pasado. Su pasado. Por más que lo intentara olvidar, siempre les tenía presentes, y ya no le atormentaban únicamente durante el sueño o en los primeros minutos al despertar, lo hacían a lo largo del día, y cada vez era peor, le dejaban en situaciones que simplemente le brindaban más dolor del que podía soportar.

Hubo una ocasión en la que caminando a casa tuvo la impresión de haber visto a su madre andando hacia una pequeña tienda de juguetes, y le siguió cual estúpido durante media hora. Le observaba desde lejos, ocultándose entre los aparadores repletos de peluches y demás juguetillos sosos. Cuando reunió el valor de acercársele, estaba a cinco pasos frente a ella, y entonces cayó en la cuenta que esa mujer en nada se parecía a su madre. Era una mujer atractiva, de unos veinticinco años, y no había forma alguna de que su existencia se pudiera comparar a la de Mikoto Uchiha. Sus facciones eran escasamente similares, su aroma era completamente distinto, y la forma en la que sonreía era simplona en equiparación.

Sin tener control de sus acciones, se acercó y le tomó por los hombros, con la intención de verificar que en realidad sus ojos le habían engañado. La mujer no dijo nada, le miró fijamente, esperando que el moreno se explicase. Sasuke se quedó en silencio mientras sentía como un nudo se le formaba en la garganta. ¿Cómo podía explicar su comportamiento? Nada se le venía a la mente.

Fue entonces cuando al mirar al suelo, notó por primera vez al niño que sostenía la mano de aquella mujer. En sus ojos pudo percibir el miedo que el pequeño experimentaba por tan abrupto encuentro. Inconscientemente soltó los hombros de la fémina frente a él, y cuando ésta se inclinó para asegurar a su infante que todo estaría bien, los ojos de Sasuke se llenaron de lágrimas que contuvo hasta que llegó a casa.

¿Qué pensaba hacer si encontraba a su madre con vida? ¿Reclamarle y odiarle por el resto de sus días? ¿Por qué pensaría hacer algo como eso si durante los últimos ocho años de su existencia le había extrañado como un alcohólico extraña su vicio durante el periodo de recuperación?

«¡Maldita sea!»

Cuando volvió a su realidad, tomó asiento a la orilla de la cama. Se deshizo de las prendas empapadas en sudor que se le pegaban al cuerpo, y cuando quedó solamente en bóxer, se secó sin mucho éxito con una de las mantas. Las manos ya habían parado de temblarle, pero aún sentía ganas de fumarse el cigarro que había estado buscando minutos antes.

Su móvil marcaba cuarenta minutos pasada la media noche cuando le tomó para alumbrarse el camino al primer piso del apartamento. Tenía la esperanza de haber guardado una cajetilla en la cocina. Finalmente, cuando dio por fallida su búsqueda, se acercó torpemente al pequeño bar. Tomó un vaso, y como es debido, colocó cuatro rocas y después vertió un poco de whisky. En un breve periodo de curiosidad, pensó servirlo con hielo, pero desistió por el asco que le dio la idea. Si algo sabía es que el hielo reducía el sabor y no estaba dispuesto a dejar que eso pasase.

Afuera seguía lloviendo, las gotas escurrían por las enormes ventanas que rodeaban el edificio. Sasuke se acercó al cristal, desde su departamento podía ver las luces de la ciudad, todo un espectáculo. Pero aún así, le resultaban indiferentes. Siguió impregnándose del panorama por un rato más, hasta que todo se vio repentinamente alumbrado por el relampagueo en el cielo, lo que dio a la sala de estar, un aspecto deprimente.

«Al igual que todo el lugar.» pensó el chico.

Tras un segundo y tercer relampagueo, decidió correr las cortinas y se desparramó en el sofá.

Llevaba ya cuatro vasos cuando se dio por vencido ante la idea de volver a dormir, era claro que no lo haría por un largo rato pues el vago recuerdo de aquel mal sueño que le había despertado en tan pésimo estado, aún rondaba sus pensamientos.

– Sigo comportándome como un niño. – dijo en voz baja, decepcionado de sí mismo.

Encendió el televisor y se cubrió con la manta que adornaba el sofá, esperando ganar sueño. Y habría pasado exactamente eso de no ser porque la imagen de la chica llorando en el vagón invadió su mente. Había algo en ella que no le cuadraba. No entendía cómo sin conocerle, ella había logrado despertar su lado humano. Hacía tanto tiempo que había dejado de sentir pena por los demás –y por sí mismo–, que ya creía haber olvidado cómo es que eso sucedía, hasta que se la encontró.

Comenzó entonces a caminar por el enorme apartamento, paseándose en las cuatro habitaciones del segundo piso, admirando la mitad de su colección de katanas en el salón donde acostumbraba sentarse a leer, y justo cuando admiraba la otra mitad en el pequeño estudio que amuebló en el año que le obligaron a llevar Bellas Artes, decidió sentarse a dibujar en el restirador.

Durante quince minutos se debatió qué técnica usar, y terminó por armarse únicamente con unos cuantos lápices y un borrador. Sabía bien lo que dibujaría: a la chica del subterráneo. Le recordaba casi por completo. Llevaba el pelo completamente despeinado y lleno de lo que parecía ser lodo, sus prendas estaban rasgadas y sucias de lo mismo, y llevaba los pies protegidos únicamente por las medias que tenía mal puestas. El lodo en su pelo y ropa dificultaban a Sasuke recordar los colores que portaba; si existía algún rastro de ellos, éstos quedaban opacados por el intenso color café de la tierra humedecida. ¿Por qué dibujaba? No lo sabía, pero se convenció de que su único motivo para hacerlo es que llevaba tiempo sin crear algo de arte, y no una curiosidad romántica, ni mucho menos sexual, por alguien del género opuesto. Y estaba en lo cierto, no se trataba de eso último.

Sasuke terminó de dibujar alrededor de las cinco de la mañana. Tenía la mano completamente entumecida, pero se encontraba satisfecho con su trabajo.

En el cuaderno marquilla de cincuenta y nueve por cuarenta y dos, dejó plasmado un montón de trazos que en conjunto reflejaban sin esfuerzos el dolor de una persona que lloraba sin control, con la esperanza de liberarse. Se le acercó tanto como pudo comprender. Pero he ahí la interrogante, ¿en verdad le había comprendido? ¿O la sensación que su obra emanaba era un reflejo de sí mismo? Sasuke no sabía el nombre de aquella chica, jamás vio su rostro, nunca cruzaron la palabra. Y aún más importante, no se la había vuelto a encontrar. Es por esto, que ni siquiera vale la pena perder el tiempo en suponer que por mera casualidad, el chico fue capaz de descifrar su historia antes de dibujarle, porque, de ninguna forma es eso posible.

Entonces, ¿quién era ella? ¿Qué es lo que le había sucedido antes de su breve encuentro? Lamentablemente, Sasuke no contaba con todas las respuestas. Sin verle nuevamente, no era posible que el chico lograra saber su nombre, por eso su primer interrogante no podía ser contestada. La segunda, en cambio, era más que obvia: la lógica le indicaba que le habían acosado y humillado hasta el cansancio. Lo que le guiaba hasta una tercer pregunta… ¿Qué lo había ocasionado? Intuía que no había sido ella quien les provocase, su llanto era de impotencia, no de rabia.

Confundido por su espontáneo momento de reflexión, Sasuke se sumergió más y más en el momento que le escuchó llorar. Recordaba haberse extrañado con la habilidad que aquella chica poseía para encerrarse en sí misma e ignorar el resto del mundo. Parecía ser que su decisión era definitiva en esos momentos, y Sasuke se apostaba el alma a que con sólo desearlo, ella era capaz de ignorar el fin del mundo y sobrevivir por diez años más.

Se frotó los ojos al mismo tiempo que dejaba escapar un largo bostezo. Estaba completamente cansado. Ya no podía regresar a la cama, era demasiado tarde para eso. Tomaría una ducha, y prepararía el desayuno. Apagó la luz y salió de la habitación. El cuadernillo permaneció sobre el restirador.

Se dirigía nuevamente al primer piso cuando escuchó el abrir de la puerta principal. Sólo podía tratarse de una persona. Al llegar al final de las escaleras, miró rápidamente por el umbral del pasillo, y confirmó que, en efecto, se trataba de Naruto. El chico se tambaleaba de un lado a otro, recargándose en la pared a ratos, o en cualquier otro objeto que se cruzara en su camino y pudiese ayudarle a mantener el equilibrio. Llegó a la sala de estar, y se echó en el sofá.

Sasuke le miraba desde el bar, a donde se había dirigido a prepararse otro trago. Después de percibir el olor del rubio, Sasuke agradecía de cierta forma que la manta estuviese tendida a lo largo y ancho del mueble con tapizado gris.

Durante ese último mes, Naruto había llegado al departamento en ese mismo estado al menos en dos ocasiones. Sucio, cubierto de sangre y tierra, con un aroma que se asemejaba al de los indigentes que llevaban meses sin tocar el agua potable de una ducha, toda una mezcla de cerveza, sudor y aguas negras; pero sobre todo, llegaba adolorido y lleno de moretones.

– ¡¿Has estado escuchando algo de lo que te he dicho?! – gritó Naruto a medida que asomaba la cabeza por encima de la barra. Lucía fatal. Sasuke hizo una mueca de asco cuando la peste cobró potencia.

– ¿Qué hay por escuchar? – preguntó tranquilamente – Siempre es lo mismo tratándose de ti. Jiraiya te prohibió la entrada.

– Joder. No necesito que me des una reprimenda.

Sasuke dio un sorbo, y se recargó en la barra a la expectativa del siguiente movimiento de esa estresante persona. Naruto, en cambio, se limitó a regresar arrastrándose al sofá.

– Tsk. Sabes muy bien donde debes dormir. – murmuró el moreno, al ver que el otro chico había cedido ante Morfeo. Cuando logró despertarlo, le ayudó a llegar al cuarto de huéspedes a un lado de las escaleras, o dicho de otra forma, su propia habitación desde que se le hizo costumbre aparecer en esas condiciones.

– Sasuke, no dejes que Sakura me vea así. – Sasuke le soltó en la cama, el rubio estaba más dormido que despierto y decía tonterías. – Me matará.

– Tienes una hora para dormir.

Naruto cogió una de las almohadas y se tapó la cabeza y los oídos, pues hasta el más leve sonido hacía que le diera una jaqueca. Sasuke se lo repitió de todas formas.

– Una hora. – Naruto aventó débilmente la almohada con la intención de darle en la cabeza, pero falló. Sasuke cerró de golpe la puerta y le dejó a solas. ¿Por qué entre todas las personas, tenía que ser él quien debía encargarse de ese pedazo de humano? Ya era molesto soportarle durante las horas de escuela, no necesitaba ser su niñero además de eso.

– Maldito estúpido – musitó antes de caer dormido.

A diferencia de Sasuke, Naruto no poseía el mismo gusto por el tabaco o el alcohol. Seguro, tomaba y fumaba cuando le hacía compañía a Sasuke los fines de semana, pero su verdadero vicio eran las peleas. Para Naruto saber pelear significaba ser capaz de defenderse a sí mismo, pero sobre todo, quería decir que tenía la capacidad de defender a las personas que él quería.

Tendrían unos cinco años cuando Naruto cometió el error de robar el almuerzo de un chico dos grados arriba, el cual, terminó por retarlo a una pelea. Convencido de que ganaría, Naruto aceptó. De no ser porque Sasuke se entrometió a mitad de la pelea, el rubio habría tardado más tiempo en recuperarse y salir del hospital.

– ¡¿Dónde estoy?! – preguntó al despertar – ¡¿Dónde está Sasuke?! ¡¿Qué pasó?!

Nadie respondió a sus interrogantes hasta después de tres días, cuando Sasuke recuperó completamente la conciencia. Naruto demandó que le llevaran a verle. Cinco días habían pasado desde aquel enfrentamiento, y a pesar de que Sasuke había derrotado al grandulón, el también terminó gravemente herido.

Cuando Naruto le miró, sus orbes azules se inundaron en lágrimas que no pudo liberar hasta que logró articular las palabras para pedirle perdón. Sasuke le miraba sin decir nada. Naruto sabía que todo había sido su culpa, y comenzó a desesperarse con el pasar de los minutos sin recibir una respuesta.

– La próxima vez, fíjate a quién le robas el almuerzo. – murmuró Sasuke – Ahora muévete, me estás aplastando y no puedo respirar.

Naruto obedeció, y una sonrisa se formó en su cara a medida que se limpiaba las lágrimas con el antebrazo. A partir de ese momento, Naruto se prometió a sí mismo que nunca más dejaría que Sasuke le salvara el culo. Esa inocente promesa le llevó a hacerle una peculiar petición a su padre. Fue así, como él y Sasuke terminaron en la academia marcial.

Los años pasaron, y con ellos, las grandes tragedias que los marcarían por el resto de sus vidas. Cuando la academia dejó de ser suficiente, Naruto se conformaba con retar a Sasuke como su entrenamiento personal. Más tarde, eso también dejo de ser suficiente, y fue entonces que Naruto descubrió el mundo de las peleas y apuestas clandestinas a las afueras de la ciudad. Nunca dijo nada al respecto hasta aquella primera vez que llegó en un estado terrible al apartamento de Sasuke, y se vio forzado a contarle. Sobra decir, que después de escuchar su historia, este fue un mundo al que el Uchiha decidió no seguirle.

Cuando Naruto apareció para desayunar, sorprendió a Sasuke dormido en la superficie de cristal del antecomedor mientras con su mano izquierda abrazaba un vaso con rocas pero sin whisky. Se le acercó para despertarle y preguntar por el desayuno, pero desistió al ver que sobre la estufa había una sartén con comida. Se sirvió en un bowl para cereal, sin importarle su verdadero uso, y de la nevera cogió una soda de mango. Estaba por sentarse frente a Sasuke cuando de pronto notó que algo yacía entre el vidrio y la mejilla de éste. Dejó su comida de lado, y con mucho cuidado deslizó el objeto.

«¿Un dibujo? Joder, ¿se desveló haciendo esto?» pensó, sosteniendo el cuadernillo con la mano izquierda mientras con la otra intentaba agarrar una de las rocas en el vaso. Se introdujo la roca en la boca y empezó a saborearla, extrayendo toda la esencia que se le había impregnado. Al mismo tiempo, paseaba la mirada por lo largo y ancho del dibujo, una y otra vez, como si tratase de averiguar el porqué, de entre todas las cosas que Sasuke había dibujado, se decidiera ahora por el cuerpo humano. Y no sólo eso, el cuerpo humano en un estado de miseria.

– ¿Qué crees que estás haciendo? – preguntó Sasuke al despertarse.

Sobresaltado, Naruto escupió por accidente el cubo que se había metido en la boca.

– ¡Maldita sea! – contestó Naruto, molesto por no terminar de succionar el exquisito sabor del whisky. Dejó el dibujo sobre la mesa y recogió la roca.

Sasuke cogió el cuadernillo, y se dirigió a la sala de estar, donde lo colocó en uno de los libreros. Naruto le veía desde el arco de la cocina, comiendo del bowl para cereal. Al tornarse, la mirada de Sasuke sólo expresaba un "Di de una buena vez lo que tengas que decir".

– ¿Quién es? – preguntó Naruto.

Sasuke apretó los puños. No se había equivocado al pensar que esa sería la pregunta, pero no creyó que Naruto se atrevería a formularla. No quería responder porque hacerlo significaba hablar del dibujo. Y al basar una conversación en ese montón de trazos, se hablaba también de ella. Se negaba a aceptar que le cuestionaran de esa forma.

– Nadie. – respondió fríamente. – Es sólo un dibujo.

Naruto se quedó callado, no muy convencido. Sasuke se arreglaba la corbata.

– 2 –

Eran las cinco con quince por la tarde, el cielo estaba despejado y el sol aún destellaba con gran intensidad. Sasuke y Naruto se encontraban sentados en una parte seca de las gradas de cemento que daban acceso al campo de soccer. Ambos portaban el uniforme de entrenamiento, una camisa blanca acompañada por shorts y calcetas negras. En sus espaldas se podía leer en letras negras Uchiha y Uzumaki, respectivamente.

Llevaban alrededor de media hora esperando. Habían empezado a fumar a los diez minutos. La práctica no era hasta las seis, pero a ninguno de los dos le molestaba desperdiciar el tiempo de esa forma. En una semana era el campeonato, y Sasuke, más que cualquier otro miembro del equipo, ansiaba ganar. Estaba acostumbrado a hacerlo.

Se mantenían en silencio. Naruto disfrutaba de la suave brisa de Abril rozándole el rostro; a Sasuke parecía no importarle, se dedicaba a mirar hacia la nada del campo de entrenamiento. Sin poder controlarse, sonrió levemente, consciente de que se sentía relajado. Naruto le observó de reojo.

Era en momentos como estos cuando ambos se conectaban como los mejores amigos que eran. Cuando ninguno de los dos exigía algo del otro. No. Simplemente se sentaban sin intercambiar palabras, se olvidaban de sus preocupaciones, y se alejaban de sus realidades. Sasuke lograba dejar de lado el gran peso de su ser. Naruto descansaba de su hiperactividad.

– ¿Estás seguro que puedes entrenar en ese estado? – el Uchiha terminó con el silencio al ver que el rubio hacía una mueca de dolor después de reírse por conseguir formar un anillo de humo.

– Seguro. – respondió el otro, con su característica sonrisa en el rostro antes de levantarse la playera y mostrarle un enorme moretón que estaba pronto a desvanecerse.

Sasuke le miró fijamente, incrédulo de lo que sus ojos veían pero disimulándolo lo mejor que podía. La rapidez y facilidad con las que Naruto sanaba, siempre le habían inquietado. No era lo normal. Cuántas veces no le había recibido en el mismo estado que esa mañana, y como de costumbre, al paso de dos o tres días, el rubio volvía a encontrarse a la perfección, como si nada le hubiera pasado.

Fue en ese instante que Sasuke escuchó la voz chillona de la primer y única chica que había logrado sacarlo de sus casillas. Se colocó el cigarro entre los dedos y automáticamente se tornó a verle con desprecio. Venía descendiendo con tanto cuidado como sensualidad – sensualidad que a Sasuke le venía importando lo mismo que a Naruto el recibir un golpe. Era atractiva, no lo podía negar, y sabía como usarlo en su favor (al contrario de Sakura), pero eso no disminuía en lo más mínimo lo irritante que al moreno le resultaba.

Poco después llegaron más de las locas que le acosaban día con día. Nunca hacían mucho: llegaban, se sentaban a ver la práctica y cuchicheaban sobre lo lindo que Sasuke se miraba al concentrarse, al correr, incluso al terminar sudado y sucio. Eran una molestia en el trasero.

Karin estaba en medio de ellas, sin duda era inconfundible pero eso no le volvía destacable. Era igual a todas las demás. A lo único que se dedicaban era a hablar de chicos, de maquillaje, de ropa o de lo maltratadas que estaban las puntas de su pelo. Eran un dolor de cabeza y una pérdida de tiempo. Sosa, aburrida y estúpida. Absolutamente ninguna le interesaría jamás, y Karin encabezaba esa lista.

«Antes me tiro de un acantilado.»

Le aborrecía a una escala colosal. No lograba explicarse cómo pero todo en ella le irritaba: su voz, su insistencia, sus bromas crueles y sin sentido, incluso su peinado psicodélico, y el movimiento que hacía para acomodarse las gafas. Era un enorme NO, que de ningún modo cambiaría, aunque su vida dependiera de ello.

¿Entonces traicionaría su amistad con Naruto por Sakura? – se cuestionó al verle llegar. En lo absoluto. No por Naruto, sino por sí mismo. Aún si parara de negarle el futuro que ella ansiaba, él sabía que nunca la amaría como lo haría el rubio. Su decisión parecía egoísta, pero fue su conclusión después de que Naruto le amenazara con llevarle al hospital si se atrevía a lastimarla, o siquiera a jugar con ella como lo había hecho con esa otra chica, acto que nunca le reclamó por ser un patán. Ante esa situación, Sasuke se dio cuenta de que no reunía el valor para acabar con Naruto de esa forma. Por ello, trataba de evitar a Sakura constantemente.

El cotilleo cada vez más claro a sus oídos, le sacó de sus pensares. Y sin motivos aparentes, se le antojó abandonar las gradas y volver a su casa, no estaba de humor para soportar a ese grupo de locas sin remedio, y no se forzaría a hacerlo, ni siquiera por el campeonato.

Se puso de pie y aplastó el cigarro contra el cemento. Las chicas se callaron, alarmándose por la acción del moreno quien siempre permanecía en la misma posición hasta que daban las seis con diez y comenzaba la práctica. Sasuke observó a lo lejos que Sakura también se retiraba, y sonrió de lado.

«Ninguna de ellas tiene remedio. ¿Es que acaso no tienen nada mejor por hacer que venir a sentarse y sólo observar?» pensó al escuchar que una de ellas le gritaba "¡Te amo!".

Eran tan patéticas en su pequeño mundo de fantasías. ¿Por qué seguían insistiendo? ¿Qué era lo que esperaban de él? ¿Amor? ¿Un bonito ornamento? Debía ser eso porque ninguna de ellas lo conocía realmente. «Estarías más que entretenida si vieras esto. ¿No es así, Naomi?».

En su camino hacia los vestidores pensaba en la chica llorando en el subterráneo, preguntándose sin saber porqué, su historia y su presente. Le costaba trabajo creer que nunca le volvió a ver. Y por más que tratara, no lograba imaginarse la clase de persona que era. Se sentía estúpido por su curiosidad pero después de haberle dibujado, se hizo a la idea de que sólo con el tiempo perdería el interés y volvería a ser él mismo.

– 3 –

Se despertó al sentir que una serie de objetos caía sobre sus extremidades inferiores. En su pesado dormir había pateado por accidente el cesto que contenía los balones de baloncesto. Uno tras otro golpearon sus piernas desnudas, causándole pequeños dolores al moverse.

¿Por cuánto tiempo había estado encerrada en ese lugar? ¿Unas tres horas? ¿Cuatro? Lo desconocía por completo, pero habían pasado las suficientes para que oscureciera. Había perdido la noción del tiempo cuando terminó por dormirse después de estar implorando quién sabe cuántas veces que le dejasen salir. Llorando, gritando, y golpeando la madera y vidrio de la puerta tan fuerte como su cuerpo se lo permitía. No importó porque nadie respondió.

Se recargó en la pared, no muy segura si su razón de temblar era el miedo o la leve frialdad en el aire, ocasionada por la poca lluvia que presentía había caído. Percibía el olor a tierra mojada, el delicioso aroma del exterior. El conserje había olvidado cerrar las ventanas del gimnasio.

Aprovechando la inmensidad de la sudadera que portaba, introdujo ambas piernas bajo ésta, y se abrazó a sí misma. Sólo el silencio y la oscuridad le rodeaban y hacían compañía. Aún temblaba, de miedo… de dolor y tristeza. No era la primera vez que le jugaban la misma broma pesada, de hecho, se pensaría que después de tantas experiencias, la ojiblanca debía ser ya una experta en escapar de esas cuatro paredes. No lo era, y por esto, Hinata se sentía como una completa inepta.

Sus blancas orbes se llenaron de lágrimas que rápidamente comenzaron a recorrer sus rosadas mejillas. Ocultó la cara entre las piernas, intentando ahogar los sonidos de su llanto. De no haber estado tan alterada, Hinata se lo habría pensado dos veces antes de recargar su cara en las mangas sucias de la sudadera que usaba cada tercer día para ocultar el crecimiento de sus pechos. Lloraba sin control, preguntándose sin parar lo mismo: ¿Por qué ella? ¿Por qué siempre tenía que ser ella? ¿Todo se debía a que era débil? En su cabeza resonaban las crudas palabras de su padre al decirle que no poseía ni el carácter ni la valentía de los Hyuga.

Me equivoqué al esperar tanto de ti, Hinata. – pronunció antes de salir de la habitación.

Se abrazó aún con más fuerza, como si al hacer eso las voces en su mente cesaran. Estaba harta de llorar cada que le fastidiaban. Deseaba tanto dejar de ser la chica frágil e inútil que su padre con tanto esfuerzo quería cambiar. ¿Pero qué ganaba con desearlo? Una vez más, se encontraba llena de porquerías. Con sólo mirarse entendía que los deseos no se volvían realidad, o al menos no los suyos. Porque, ¿qué importancia podía tener ella entre millones de personas que habitaban el planeta?

En su cabeza escuchaba las risas e insultos de sus captoras. Siempre eran las mismas chicas, Hinata les había memorizado bien: el sonsonete de sus voces, sus expresiones faciales, incluso la forma de agarre de cada una. Entonces la imagen de Karin cruzó sus pensares. Con los ojos llenos de lágrimas apenas y pudo atisbar su rostro sonriente cuando le empujó dentro y cerró la puerta con seguro; sin darle oportunidad de reaccionar y seguir luchando por su libertad.

«¿Por qué yo? ¿Ahora qué fue lo que hice?»

Por más que repasaba detenidamente todas las cosas que había hecho durante las últimas cuarenta y ocho horas, Hinata no detectaba nada que pudiese ocasionar que le volvieran a humillar de esa manera. No entendía nada. ¿Es que acaso le molestaban únicamente por el placer ridículo de hacer su vida miserable? Si esa era la razón, ¿qué les había llevado a escoger específicamente a su persona entre tantas otras alumnas?

Era una estúpida. Una ingenua. Se arrepentía tanto de haber sido tan crédula y no haber hecho caso de la paranoia que le había invadido durante los dos días previos en los que no se sintió acosada. Había estado en lo correcto al creer que toda esa calma no era otra cosa que el tiempo de planeación para la siguiente gran hazaña de Karin y sus amigas. Esa extraña sensación de desconfianza le había cuidado invariablemente desde que tenía memoria, y ahora, por confiarse y querer aparentar ser fuerte, estaba pagando un precio muy caro.

– F-Fui una tonta… – articuló entre su lloriqueo – al c-creer que nada m-malo me… me pasaría hoy.

Siguió llorando por un largo rato hasta que sintió el vibrar de su móvil dentro del bolsillo de la sudadera gris y desgastada que se había acostumbrado a usar.

Su felicidad fue breve, pues tan pronto como le cogió en sus manos, se dio cuenta que no era una llamada de su padre lo que había causado el cosquilleo en su vientre, sino la alarma que había programado tres días antes para recordar el momento preciso en que éste se marchaba.

Había intentado hacerle creer que su viaje era meramente por negocios, pero la realidad era –y Hinata lo sabía bien– que Hiashi Hyuga se retiraba por cuatro meses a otro país para visitar a su sobrino e hija menor, quienes no muy conformes con pasar el resto de su vida en Konoha, insistieron en asistir a un colegio privado en el extranjero. Hinata no veía mal en pasar su adolescencia en la ciudad donde había crecido.

A la peliazul le dolía enormemente que le dejase atrás, no podía acostumbrarse a que la abandonaran durante las vacaciones de verano, aún después de tantos años de lo mismo. Pero insistir que le llevase consigo provocaría que su padre se irritase y le reprendiera, y eso era lo que menos quería en el mundo.

Toda esperanza de que le encontraran se desvaneció al ver la hora en la pantalla del aparatejo. Eran pasadas las diez, y supuso que los vigilantes del colegio ya se encontraban dormidos en la sala de cámaras, puesto que no escuchaba pisadas ni percibía los destellos de las linternas. No podía esperar mucho de hombres holgazanes que apenas y daban un vistazo a cada sección del colegio.

Y el móvil no le serviría de mucho. Estaba sola en la ciudad, y aunque pudiera contactar a su padre, éste no detendría su jet privado por ir a rescatarle. Y si el poderoso Hiashi Hyuga no le ayudaría, ¿entonces quién? No tenía ni un amigo en ese lugar, y aunque lo tuviese, dudaba mucho que éste fuera a ayudarle tan tarde por la noche. Suspiró con resignación a su destino.

Pero no quería seguir a oscuras.

Entonces recordó aquello que el conserje le había confesado la última vez que le encontró encerrada en ese mismo lugar: "Detrás del armario de metal donde se guardan los chalecos de entrenamiento, hay un interruptor para la luz aparte del que está afuera. Ya sabes, en caso de que esto vuelva a pasar y no te encuentren." ¿Cómo podía haberlo olvidado? Se sintió una tonta por dejar llevarse por el pánico del encarcelamiento y no actuar razonablemente.

Sintió alivio tan pronto la lobreguez del lugar se disipó. No sería la primera vez que se quedaría a pasar la noche en ese horrible lugar, pero sería la primera que no lo hacía sumergida en la oscuridad que tanto le aterraba. Poco a poco se tranquilizó su respiración, y con sus manos a la altura del pecho podía sentir que su corazón normalizaba su latir. Se secó las mejillas humedecidas con uno de los chalecos que tomó del armario.

Cuando terminó, el color fluorescente de la prenda deportiva apenas y era notable. Hinata lo colocó en la bolsa de su sudadera, le lavaría y regresaría en cuanto pudiera.

Estaba dispuesta a sentarse al otro extremo de la pequeña bodega cuando divisó los suplementos de baseball: bates, pelotas y guantes.

«Debo estar loca.» Se convenció después de haber estampado un bate contra el cristal de la puerta, llenando la entrada del pequeño cuarto con filosos pedazos de vidrio esmerilado.

Si era verdad que había enloquecido, a Hinata no le importaba, prefería estar loca que seguir encerrada en esa habitación de nueve metros cuadrados. Comprendía que no saldría del edificio hasta bien entrada la mañana, pero ahora tenía la posibilidad de ir a las duchas y lavarse toda esa suciedad que tanto le inquietaba y hacía llorar, ya que era el más grande recordatorio de lo que había sufrido ese y muchos otros días. De igual forma, le hacía recordar que nunca sería una verdadera Hyuga.

Se colocó bajo la regadera sin considerar siquiera el desprenderse de su uniforme de gimnasia. Mantuvo los ojos cerrados un rato, sin percibir que el agua que escurría por todo su cuerpo al mismo tiempo que arrastraba consigo toda la suciedad de sus prendas, estaba helada. Soltó una leve risita ante el pensamiento de que no tendría que preocuparse por que alguien entrara y le viera desnuda. Comenzó, pues, a desvestirse. Primero la sudadera y la camiseta, después los shorts y las bragas, y hasta el final los zapatos deportivos y las calcetas.

Esta fue la primera vez que Hinata no jugueteó con las burbujas del jabón para cabello, estaba tan cansada que ni siquiera pensó en ello.

Cuando salió de las duchas, se sentó tranquilamente en la zona de vestidores y disfrutó como nunca lo había hecho, la tranquilidad de aquel lugar. Nadie le podía atemorizar a esa hora. Ni Karin, ni su padre.

Se llevó las manos al pecho, reprendiéndose por tener tales pensamientos.

«No, ni eso puedo hacer bien… no puedo odiarles.»

Se apartó de sus pensamientos al sentir que su estómago gruñía en busca de alimento. Casi diez horas habían pasado desde la última vez que se llevó comida a la boca. Bajo esas circunstancias, Hinata agradecía no haber terminado con todo lo que había puesto esa mañana en su bento. De no ser porque se había sentido satisfecha con el arroz, Hinata no tendría que comer en esos momentos.

Estaba colocando la combinación de su casillero cuando le escuchó toser. Había otra persona al final del pasillo principal, justo a un lado de la puerta de cristal del edificio. Por la silueta, la ojiblanca supo que se trataba de un chico que a juzgar por su comportamiento, se encontraba enormemente cabreado. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿También le habían encerrado en algún cuartucho?

Por estar mirándole, Hinata no puso atención y sus libros comenzaron a caer directamente al suelo. El chico tornó su mirada hacia ella y fríamente le ordenó que se mostrara.

La Hyuga recogió sus cosas rápidamente, ignorando por completo lo que le habían demandado. Justo cuando disponía irse en dirección contraria, aquel chico le detuvo por el brazo. Sus músculos se tensaron. ¿Quién era? ¿Qué quería? ¿Y cómo es que no le había escuchado andar hacia ella? Se negaba a mirarle aún a pesar de que el chico le sostenía cada vez más fuerte.

– Hmph. Sólo se trata de ti… – dijo el muchacho antes de soltarle bruscamente y darse la vuelta para regresar por donde había llegado. Hinata reconoció al instante el tono de su voz, sólo conocía a una persona que hablara de esa forma: desafiante y hasta un poco hostil.

– Yo… y-yo… – intentaba excusarse pero las palabras no lograban salir de su boca. Sasuke se detuvo al escucharle, mas no se tornó a verle. Hinata sentía que se quedaba sin aire de sólo pensar en lo que sus compañeras de curso le harían si se enterasen de que se había quedado encerrada en la escuela con ese chico. Por más que apretara los dobladillos de su falda en busca de valor, éste simplemente no llegaba. Quería decirle que se apartara de ella, que dejase de seguirle porque deseaba evitar a toda costa que le molestasen.

Sasuke le miraba tranquilamente, pero al ver que la chica difícilmente diría algo relevante, siguió caminando hacia el lugar por donde vino. La ojiblanca le daba lástima, era tan torpe e inocente que no le costaba trabajo creer porqué se desmallaba tan seguido.

– Y-yo no quisiera que n-nos vieran juntos. – dijo.

– Lo sé. – respondió Sasuke.

Hinata se quedó perpleja. Había sido tan complicado para ella decirlo, y a él le había dado igual. ¿Es que no entendía todos los problemas que le causaba su persona?

El chico tomó asiento en el suelo y se recargó en la pared. Su mirada fija en el exterior, sin importarle que Hinata le observara desde la mitad del pasillo. De entre todas las personas con las que pudo quedarse encerrado esa noche, tenía que haber sido esa chica. Era tan extraña, cualquier otra de sus compañeras daría su vida por estar en su lugar, y ella simplemente seguía huyendo de él.

– ¿Qué…? ¿P-por qué estás a-aquí? – preguntó Hinata con una curiosidad que no pudo ocultar. Por alguna razón le resultaba difícil de creer que Sasuke había sido encerrado como ella. Con lo poco que le conocía, sabía que sólo un tonto se atrevería a enfrentarle.

Sasuke posó sus orbes oscuras en ella que aún se mantenía de pie, esperando su respuesta. Notó como las mejillas de Hinata se tornaron rosas después de unos segundos; se sonrojaba casi por todo, cuando estaba feliz, cuando estaba apenada, incluso cuando tenía miedo.

Se mantuvo en silencio por otro largo rato. Estaba confundido, no muy seguro de a qué venía esa pregunta o el que ella estuviese frente a él. ¿No había sido ella quien minutos antes le había dicho que no le quería cerca? ¿O se trataba del momento en que esa tonta chica demostraría sus verdaderas intenciones y se le lanzaría encima? Por las razones que fueran, Sasuke simplemente quería estar solo.

Esperó un poco más, siempre a la expectativa de lo que ella haría a continuación, pero Hinata simplemente se disculpó por su entrometimiento.

Sasuke arqueó la ceja. En verdad que no comprendía qué pasaba con ella. Primero le pedía que se alejase, después ella misma se le acercaba y hacía una pregunta estúpida. ¿Es que no era obvio que estaba ahí porque no había forma de salir del edificio?

– Me he quedado dormido en el salón de dibujo. – respondió sin darse cuenta mientras le veía tomar asiento frente a él.

Hinata volvió a disculparse, ofreciéndole un poco del alimento en su bento como ofrenda de paz y agradecimiento por los días en que le había ayudado. Sasuke le miró a los ojos, sin saber qué decir o cómo reaccionar. Cuando se sorprendió haciendo eso, se sintió un idiota y tornó su cara hacia la ventana, no quería que la chica viera el rosa pálido en sus mejillas y se riera de su persona.

Hinata volvió a bajar la mirada y comenzó a comer en silencio, creyendo que había molestado al Uchiha. Se arrepentía de haberle pedido que se alejase de ella, después de todo, las intenciones del moreno nunca habían sido malas y ella le había tratado como a un criminal desde el principio.

Todo esto sería aún más fácil de comprender desde el punto de vista de Hinata: toda su vida se había dedicado a soportar el abuso de aquellos que se creían superiores, a sobrevivir, a seguir adelante sin importar cuán herida estuviese; era por eso que le costaba trabajo confiar en las personas y más recientemente, en Sasuke. Pero eso había cambiado en el momento en que se encontraron en ese oscuro pasillo, a pesar del dolor que éste provocó en su brazo, Hinata debía admitir que había sentido otro gran alivio al no verse sola, aunque aún no reconocía si se debía a la mera sensación de compañía que éste le proporcionaba o a que se tratase precisamente de él.

Sasuke le sacó de sus pensares cuando soltó un bufido de resignación al momento en que extendía su mano para coger un huevo hervido.

– Supongo que esto es mejor que nada, ¿eh, Hyuga?


¡Hola nuevamente!

Primero que nada, me gustaría disculparme por mi larga ausencia (y vaya que fue larga). La verdad es que tuve algunos problemas en mi vida que requirieron de toda mi atención y no tuve mucho tiempo para sentarme y escribir el tercer capítulo hasta ahora en vacaciones. Entre eso, la universidad, y un pequeño bloqueo que me dio después de la tercer página, tuve un avance algo lento en lo que a esto respecta. Prácticamente me tomó unas tres semanas escribir este capítulo, y otra más en revisarlo, corregirlo y perfeccionarlo. Les confieso que los checo tres o hasta cuatro veces. Jeje. Pero bueno, siento como que les debo una y por ello, este capítulo ha sido un poco más largo. Espero les guste.

Establecido eso, quiero agradecer a todos por sus comentarios. Les juro que nada me volvía más feliz que estar leyendo sus opiniones a medida que me llegaban las notificaciones a mi correo. Son lo máximo.

lady-darkness-chan: Gracias por tu comentario, y bueno, a lo largo de la historia habrá algunos cambios en ella.
kenohe: Jaja. No hay de qué. ;) Y me disculpo nuevamente por no poder haber subido el capítulo antes.
Tokeijikakeno orenji: ¡Muchísimas gracias!
Saara-Chan94: Por ahora tengo un par de ideas, ya veré si a lo largo del año las desarrollo. Gracias por el apoyo.
LaCrazyWriter: ¡Oh, Dios! Jeje. Ya veré qué pasa con Karin. ;D Y muchas gracias por el cumplido, en verdad espero que a muchos les guste.
Miku tQm: Jeje. Si, tiendo a explayarme demasiado, pero me alegra que no sea un inconveniente.
kattyto: Y será la primera de muchas que se encuentra con Sasuke. 1313 Jajaja.
Neko: Muchas gracias por tu comentario. Y seguro, aquí me tendrás publicando cada que pueda.
Zara: En verdad me hiciste sonreír con tu comentario, es bueno saber que logre ese efecto. Jeje. Y tienes razón, describir a Sasuke es a veces la parte que más se me dificulta. Me es más sencillo describir a personajes como Naruto, Sakura o Karin, pero se hace lo que se puede.
FranTargaryen: ¡Claro que si! ¡Los Targaryen y sus dragones son lo mejor! OwO Y por cierto, muchísimas gracias.
LilyHime100: ¡Muchas gracias!
MisedPandora: Jeje. Créeme que tendré eso en cuenta. Muajajaja. :P

Y bueno, sin más. Muchas gracias por leer.