(VII)


—¿Qué haces? —pregunta, interrumpiendo mis pensamientos.

Sabe cuánto me fastidia que me hablen cuando no hablo, porque cuando Hibari Kyoya está en silencio, es porque quiere silencio.

—¿No es evidente? —Alzo una ceja, preguntándome si no tiene nada mejor que hacer como quitar la nieve de la entrada antes que fisgonear en mis asuntos.

Me mira de esa manera recriminatoria. Vale, admito que estoy en su departamento y que este, además de pertenecerle, es chico. Por lo general no le molesta que lo ignore por unos cuantos minutos o incluso horas. Suelo abstraerme con relativa facilidad.

Y no le molesta porque sabe que cuando él lo hace yo no se lo recrimino, por los mismos motivos. Entendemos que a veces es necesario. La nuestra es una relación simbiótica de lo más curiosa.

Señala el cuaderno que acabo de abrir; nota que está en blanco. Todavía no empecé a garabatear en él. Lo vi curioseando más temprano, no tardó en preguntarme sobre el dibujo. Hasta sentí algo similar a la alegría cuando supo reconocerlo.

—Me lo recomendaron —Siempre me doy a entender con escuetas palabras.

O eso es lo que me hace creer él porque enseguida distrae su atención de cómics o libros para dedicármela a mí.

—¿Para qué?

Gruño, volviendo a dejar la lapicera de lado. Me debato entre darle una respuesta que lo deje conforme o en seguir tolerando su intromisión a cada segundo.

—No lo sé, me lo recomendaron —remarco con fastidio.

—¿Un diario íntimo?

Me sorprende lo rápido que es para entender las sutilezas de ese estilo. Incluso sospecho que sabe que hablo de él con mi psicóloga… Señorita-recién-recibida, para ambos.

—Algo así —mascullo, molesto por el percance de reconocerlo. Lo miro con seriedad, pero cierto brillo divertido en los ojos— ¿Debería empezar con un "querido diario"?

—No sé —se encoge de hombros—, nunca tuve un diario íntimo —esconde la mirada, de esa manera tan particular. Lo miro con una ceja alzada. Él sabe que sé cuando miente— D-De niño, solía… —acaba por decir sin completar la frase, igual no hace falta.

Tengo la hoja en blanco y no sé qué mierda escribir. Y eso es lo primero que me nace.

"No sé para qué mierda hago esto, pero me lo recomendó mi psicóloga. Mi nombre es Hibari Kyoya, soy un vegano voluntario que trabaja con animales. Detalle que hace reír a quien, hoy puedo decir, es mi pareja.

Esto de escribir en un diario me parece una total estupidez, pero algo bueno puede salir. Todo sea por encontrar esos cables a tierra que me mantengan cuerdo y me alejen de la claraboya del baño.

Decidí empezar hoy porque me di cuenta que junto a él (me limitaré a llamarlo "pareja") me siento menos desequilibrado o al menos logro entender un poco mi locura y la de la gente que me rodea.

Huí durante mucho tiempo de él, de mí mismo y de estas emociones humanas, porque siempre tuve miedo que no hallar aceptación al mostrarme como realmente soy. Me decía que no tenía ganas de involucrarme con alguien tan complicado como él, cuando en realidad no tenía ganas de comprometerme conmigo mismo.

Sin embargo es curioso reparar en que él me entiende mejor de lo que yo lo hago. Y sé que a él le pasa algo parecido.

¿Esta es la clase de amor carnal que un carnívoro como yo puede llegar a sentir por un herbívoro como él?"

—¡Joder, mierda!

El arrebato de arrojar el cuaderno hacia la nada me sorprendió incluso a mí mismo. Gokudera me mira con los ojos bien abiertos, y una mueca que simula ser una sonrisa se plasma en su boca.

Parpadea y aferra el libro que recién ha abierto.

—Es increíble —digo, tomando la taza de café para beber como si nada hubiera ocurrido segundos escasos atrás.

—¿Qué cosa?

—La cantidad de idioteces que pasan por la mente de uno y la facilidad que hay en plasmar por escrito cuanta cursilerías se le cante a uno que ni siquiera es capaz de pensar.

—Por algo hay tantos libros de literatura rosa —dice, a modo de consuelo—, y canciones de amor —asiente, satisfecho con su observación.

Acompaño esa ligera idea, moviendo la cabeza con abstracción. Hasta que caigo en la cuenta de lo que acaba de decirme. En ningún momento di a entender puntualmente que me refería a cursilerías de ese estilo.

Lo miro, pero él está concentrado en las hojas que le ofrece Asimov, mientras yo me pregunto hasta qué jodido punto hicimos conexión. Algo habré hecho bien para que Dios o el demonio, o quien quiera que esté en el cielo o en el infierno, me haya enviado este incordio.

—¿Q-Qué…?

Alcanza a decir cuando le arrebato el libro de malos modos y lo arrojo hacia el mismo rincón en donde el cuaderno yace olvidado. Me enerva que prefiera a Asimov más que a mí, aunque no lo culpo, en su lugar yo también haría la misma elección.

Lo arrastro hasta la cama para tratar de no torturarme demasiado con tantas cuestiones que me cuestan asimilar y manejar.

Es mejor gemir, sentir y vivir que padecer, pensar y morir día a día, encadenado a dolores que médicos, pastillas y terapias no saben suplir. A los que uno mismo se aferra, sin más motivos que ese idílico enamoramiento narcisista hacia su propio padecimiento.

Qué patético me veo ahora, en retrospectiva.

Antes que amar mi dolor, prefiero amarlo a él.


Fin


Baby did you forget to take your meds?

[Meds, Placebo]


Esto es todo, ¡muchísimas gracias por haberme acompañado a lo largo de este fic corto! Fue un placer escribirlo y salir de lo clásico. Gracias también a mi beta, Kaith Jackson, por aguantarme todo este tiempo. Le di mucho trabajo XD.