Notas de traductor:
¡Hola de nuevo! Les traigo una nueva traducción. Gracias a megyal por permitirme traducir su historia.
Esta historia me llamó mucho la atención en cuanto me topé con ella; está bastante curiosa. Hace casi seis años que fue publicada, por lo que es completamente AU. Si lo tuviera que definir, diría que es un Drarry Femslash. Bueno, para ahorrarnos tantas letras, lo bautizaré como Drarri… Creo que lo entenderán pronto…
Las notas de la autora están al final.
¡Disfruten!
Para cuando su enamoramiento con Ron volvió a tener el fácil ritmo de amistad, Harriet entendió que se sentía atraída por las personas altas.
Eso en verdad tenía mucho sentido. Harriet ya había aceptado que siempre sería pequeña (Bajita, diría Hermione. Muy bajita); por eso, necesitaría a alguien alto para balancear todo. Ron la había visto, con el shock en la mirada cuando ella lo hubo besado tímidamente en la mejilla, cerca del lago, y había dicho algo parecido a "Eres como mi hermana, eso sería algo incorrecto".
Hermione había encontrado a Harriet, repantigada en su cama en el dormitorio de chicas de sexto, mirando el dosel con el ceño fruncido.
—A un lado —le había ordenado; cuando Harriet no se movió, usó su pie para empujarla por la cadera, y así hacer más espacio.
—Es un idiota —dijo Harriet, y se frotó los ojos por debajo de los lentes, mientras Hermione se acomodaba a su lado. La cicatriz en su frente se mostró por un momento, cuando pasó sus manos por las oscuras ondas de su cabello—. O sea, en verdad me gusta.
—Es un buen amigo, Harri —la reprendió Hermione—. Nunca estaría contigo por tu nombre. Solo quiere protegerte. No como esos… otros.
Harriet la había fulminado con la mirada. No había muchos "otros". Solo altos, como Seamus, que no sabía cómo mantener la maldita boca cerrada. Ginny había tenido que hechizarlo cuando terminaron, y el chico había ido por ahí, diciendo que la Chica Que Vivió también era buena para las mamadas. Harriet amaba a la pelirroja por ello, mucho. Por otro lado, Katie Bell sabía cómo mantener todo oculto, con candado, y todo habría funcionado bastante bien, de no ser porque la chica se la pasaba arruinando el ambiente con sus murmullos apresurados de "¿No le dirás a nadie?" y "Oh, dioses, eso no debería sentirse tan bien". Katie era delgada y se sentía muy bien bajo los dedos de Harriet, pero era demasiado nerviosa y solía poner a la morena de mal humor.
—Soy una mujer marcada —le había declarado a Hermione, que había bufado—. Nadie querrá estar conmigo por quien soy.
—Deja de ser tan melodramática —Hermione había dicho—. Sabes que odio cuando haces eso. Suenas como Malfoy durante Aritmancia.
Lo había superado, porque eso era lo que Harriet Potter hacía. Era la pequeña heroína de todos y se había resignado, desde hacía mucho, a su destino. Sólo le dolía un poco ir a clases y a las prácticas de Quidditch con Ron, recibiendo una rara y torcida sonrisa de su parte; pero Resistencia era su segundo hombre (de hecho, era Lillliane) y después de que le hubo respondido con una sonrisa y hubo platicado con él acerca de estrategias, todo había estado más relajado entre ambos.
El chico había estado tan complacido con su victoria contra Slytherin, en el segundo juego del año escolar, que la había alzado y la había hecho girar, en cuanto hubo aterrizado, justo como solía hacerlo antes de que ella intentara dar el siguiente paso. Harriet aún tenía la snitch, luchando en su puño, y la escoba agarrada con la otra mano; chilló cuando Ron la hizo girar, con los marcos de sus lentes enterrándose en su rostro.
—¡Ron! ¡Estoy sudada!
—¡Oh, diablos, esa perra Malfoy! —rugió Ron, ignorando la protestas de Harriet—. ¡Estaba seguro de que casi te tiraba de la escoba en ese último pase! Eso fue falta, Harri, usó sus rodillas y lo sabes…
—No fue falta. —Una voz calmada se oyó desde atrás, sonando por encima de los gritos de celebración de los Gryffindors—. Fue juego justo y, ¿cómo te atreves a llamarme así, cara de culo?
Harriet miró por encima del hombro de Ron, hacia el rostro delgado y altivo de Malfoy. Era una pena que Malfoy fuera una perra y una Slytherin. Era alta, con piernas que parecían no tener fin; sin mencionar ese cabello…
—No mucha gente puede pronuncia Drahomíra, cariño —dijo Harriet, con dulce desprecio, mientras Ron la soltaba para encarar a la otra chica—. Así que tendremos que quedarnos con "perra".
—Jódete, Potter —dijo Malfoy, con una gracia gélida—. Tú no entenderías la exquisitez de un nombre como el mío, así que ten la bondad de mantenerlo fuera de tu boca chupa pollas. —Giró sobre sus talones y movió al resto de su equipo con un chasquido, dejando a Harriet para que farfullara de ira. Ron negó con la cabeza.
—Merlín, en serio, está buena. Pero como toda una extraordinaria perra, me cortaría las pelotas —señaló, y Harriet tuvo que reír por su expresión pasmada.
Harriet pensaba que, con toda la molestia que Malfoy le daba (Vaya, Potter, ¿te despertaste fea esta mañana?), estaría contenta de deshacerse de la Reina Slytherin del Hielo. Sin embargo, cuando la chica desapareció cerca del fin del año escolar, durante un paseo tranquilo a Hogsmeade, Harriet estaba profundamente agitada. Había algo que la calmaba, al tener a Malfoy cerca para molestarla y ser molestada. Ahora, mientras veía a los Slytherins picar el desayuno sin ganas, se obligó a recordar que tenía una tarea. Todos dependían de ella.
—¿Crees que fue a unírsele? —dijo Hermione entre dientes, bajo el constante sonido de los tenedores contra los blancos platos, que tenían el escudo de Hogwarts en medio de ellos. Harriet se encogió de hombros y repasó la delgada línea dorada que separaba al león de la serpiente con los dientes de su tenedor, empujando sus huevos revueltos. Sorprendentemente, fue Ron el que contestó.
—No lo creo. No sé por qué es así —aclaró, cuando Hermione lo miró con las cejas alzadas—. Pero no daba esa vibra, por más mala que fuera. Además, mira a Parkinson.
Harriet miró discretamente y se sorprendió al ver cuán acabado se veía el rostro de Parkinson. Miraba su comida como si se hubiera convertido en arena en su boca; Zabini rodeó sus hombros con el brazo. Parkinson se recargó en el abrazo, mientras su rostro se contorsionaba. Por primera vez, Harriet no la vio como una serpiente asquerosa y traicionera, sino como una chica preocupada por su mejor amiga. Harriet sintió que el peso en sus hombros aumentaba un poco más y bajó el tenedor, tomando un trago de jugo para deshacerse del nudo en su garganta.
—Señorita Potter. —El tono de la profesora McGonagall detrás de ellos hizo que brincaran—. Al director le gustaría verla antes de su primera clase.
—Sí, profesora —respondió Harriet tímidamente, poniéndose de pie y tratando de ignorar el brillo de esperanza en los ojos de Parkinson.
El director estiró los dedos y tocó sus labios apretados con ellos. Parado detrás de él, el profesor Snape fulminó a Harriet con la mirada. La chica resistía la urgencia de retorcerse y acomodarse la falda bajo la túnica. La falda podría haber sido un poco corta según las reglas, pero Harriet no veía la necesidad de mandarse a hacer otra si ésa aún le quedaba. Suponía que la frugalidad que se había quedado en ella al vivir con los Dursley había hecho mella.
—Harriet. —El profesor Dumbledore por fin se dirigió a ella, y Harriet enfocó su mirada en el hombre, agradecida—. Sé que éste es un tema delicado, pero debo preguntarte: ¿has tenido alguna otra visión de Voldemort recientemente? En específico, ¿alguna que tenga que ver con la señorita Malfoy?
—No, señor —respondió—. Todo ha estado casi demasiado callado.
Parecía como si el profesor Snape estuviera listo para estrangularla. El hombre apretó sus largos y delgados dedos con rapidez, y de hecho dio un paso hacia donde estaba sentada la chica, en la butaca. Harriet se tensó y se enderezó, retadora.
—No deje que sus insignificantes peleas se interpongan en su vida, Potter —dijo Snape bruscamente, y Harriet se puso de pie de un salto. En serio, Hermione tenía razón en lo de su temperamento.
—¡No es eso! Yo también estoy preocupada por ella —gritó, y rodeó su propio cuerpo con los brazos—. Nunca fue mi enemiga.
—Oh. Tan maravillosamente demostrado por el episodio con el jaloneo de cabellos, la semana pasada —dijo Snape con sequedad, y Harriet cerró los ojos por un momento.
—No es como Voldemort. Ella nunca mató a mis padres o trató de matarme a mí. Solo era… Malfoy.
—Profesor Snape —dijo Dumbledore, como advertencia al ver que el hombre abría la boca para atacar de nuevo—. Creo que Harriet no sabe nada. Gracias, querida.
Harriet se puso de pie y los miró de forma inquisitiva.
—Señor, ¿la… la Orden intentará traerla de vuelta?
—Si supiera dónde está —respondió Dumbledore con poca energía—, iría por ella yo mismo.
En serio, Harriet, casi podía escuchar a Hermione regañándola. ¿Estabas PIDIENDO ser secuestrada?
—Oh, cállate —dijo Harriet entre dientes, tratando de hacer que su dolor de cabeza se fuera. En verdad no sabía qué había pasado. Un minuto había estado caminando junto con Hermione y Ron; los tres estaban paseando detrás del gran grupo de Gryffindors y Ravenclaws, que regresaban de la salida a Hogsmeade. Su bufanda se había desenredado de su cuello por una repentina brisa y ella había corrido por ella, pasando entre sus dos amigos, ignorando los gritos repentinos mientras jalaba la tela de una rama baja. Cuando los gritos se convirtieron en algo más frenético, la chica volteó para mirar a sus amigos, de manera burlona. Lo último que recordaba antes de que una gran mano cubriera sus ojos era la expresión de pánico en el rostro de Ron, mientras el chico corría en su dirección.
Gruñó y rodó sobre la gran cama en la que estaba acostada. Se quedó sobre su estómago un rato y luego trató de apoyarse sobre sus talones, sintiendo náuseas. Bajó la mirada y vio que sólo llevaba puesto un vestido largo y recto de color gris, sin mangas; su varita no estaba por ningún lado. Cruzó los brazos sobre el pecho y agarró el pequeño dije dorado que llevaba todo el tiempo: un pequeño ciervo que Ron y Hermione le habían comprado. Harriet lo apretó y esperó que el encantamiento de búsqueda se hubiera activado.
—No creo que funcione —dijo Malfoy, con una calma forzada desde donde estaba sentada, en las sombras—. Las protecciones no lo permitirán.
Harriet la miró. Estaba sentada en la cabecera de la cama, apretando sus piernas con los brazos, con una expresión sombría y cerrada. Su cabello, usualmente recogido en un apretado nudo en la nuca, estaba suelto y abrazaba su rostro. La tenue luz de vela que las rodeaba se tambaleó, haciendo que sus grises ojos se vieran dorados y revelando que llevaba el mismo atuendo que Harriet.
—Estás viva —dijo la chica, casi sin aliento, gateando hacia ella. Las delicadas facciones de Malfoy se retorcieron—. ¿Qué tienes? ¿Qué sucede?
—Cállate, Potter —bufó Malfoy—. Cierra la boca, no lo entenderías…
—¿Qué no entendería? ¿Dónde estamos? —Harriet miró alrededor y no vio entrada alguna; solo un cuarto rectangular y alto, con paredes de piedra y angostas ventanas al nivel del techo. La cama era la única pieza de mobiliario en el espacio.
—Estamos en un castillo oculto, Lescudjack —dijo Malfoy en voz baja—. En Penzance.
Harriet se sintió palidecer. Penzance era lo más lejos que uno podía llegar en el territorio británico sin caerse al mar; la distancia a Hogwarts era inmensa. Malfoy parecía estar a punto de llorar y, sin pensarlo, Harriet estiró una mano temblorosa. Para su sorpresa, Malfoy estiró una mano también, entrelazando sus dedos con fuerza. Las manos de la rubia, siempre delicadas y arregladas, tenían cicatrices y algunas uñas ennegrecidas. Harriet las miró, sintiéndose enferma.
—Saldremos de aquí pronto —prometió Harriet, mirando el rostro de Malfoy—. No te preocupes.
—Potter, siempre con la estúpida esperanza. No será lo suficientemente pronto —replicó su acompañante, susurrando—. Esta noche habrá un ritual, y él va a… —Jadeó y jaló su mano, haciendo que Harriet volteara, quitándose el cabello del rostro con impaciencia. Una línea brilló a la mitad de la pared, directamente opuesta a la cama; después, se volvió un rectángulo alto. La brillante luz se desvaneció y Lucius Malfoy entró, mirando a Harriet de forma apreciativa.
—Un gusto verla despierta, señorita Potter —dijo, con una sonrisa de lado—. Nos alegra tenerla aquí.
—El sentimiento no es para nada mutuo —replicó Harriet. El dolor que sentía latente en su cicatriz había aumentado de intensidad, en cuanto la puerta se hubo abierto. Lucius rio con alegría y ambas chicas retrocedieron cuando el hombre avanzó hacia ellas.
—Vamos, Draza, querida —dijo suavemente, y Malfoy se retorció.
—Ya no tienes permitido llamarme de esa forma —replicó, presionando su rostro contra los brazos. Su cabello caía cual cascada sobre sus rodillas dobladas; aun así, su voz sonaba imperativa. Inflexible—. Papá, no quiero ir.
—No es acerca de que quieras o no quieras, Drahomíra —dijo Lucius con brusquedad, sacando la varita—. Es acerca de con qué estás contribuyendo a la causa de nuestro Señor. Accio hija —dijo fríamente. Harriet gritó y se lanzó por Malfoy, mientras la chica se deslizaba por la cama. La tomó de las muñecas y la sostuvo con fuerza. Malfoy se retorció en su agarre, tratando de impulsarse hacia Harriet, cuando Lucius hizo un movimiento con la varita y Malfoy le fue arrancada de las manos. Los gritos de Draza fueron cortados cuando su padre le lanzó un Petrificus Totalus. Harriet se puso de pie con trabajo y corrió hacia la puerta detrás de ellos, chocando contra una barrera invisible.
—¡Déjela ir! —gritó Harriet, golpeando la barrera con sus pequeños puños, viendo cómo Lucius levitaba a su hija por el frío y húmedo corredor.
—No temas, linda —respondió Lucius; su túnica se mezclaba casi perfectamente con sus alrededores—. En unos cuantos días, será tu turno.
Harriet tuvo que retroceder cuando las piedras se materializaron en su lugar, gritando hasta quedar afónica.
Notas de la autora:
Éste es el primero de tres capítulos, que subiré durante la semana que viene. ¡Espero que, a estas alturas, no esté demasiado raro! Fue escrito para un fanart que vi en livejournal (NC-17, NWS, retiren los espacios del link y debería funcionar): http / blue-onion . livejournal com / 11379. html
El título viene de una canción de Sarah McLachlan; Ice Cream: it's a long way down to the place where we started from (N/T: Helado: Es un largo camino hacia el lugar donde empezamos). Honestamente, no puedo decirles por qué escogí esa parte. Lo único que sé es que me gusta mucho esa canción.
Notas finales:
¿Opiniones?
Adigium21