Naruto le pertenece a Sasuke, Sasuke le pertenece a Naruto, ellos le pertenecen a Kishimoto y la historia pertenece a sus autoras, Em Hatake y Manzanita Roja.

La publicación de este fanfiction es con la intención de publicitar la página web que tenemos en mente para la publicación de escritos del fandom. Les agradeceríamos infinitamente que antes de comenzar con la lectura, echen un breve vistazo a nuestro perfil.

El significado de el título es "la suerte está echada".


Alea iacta est

Capítulo I

—El agua, la electricidad, gastos comunes... ¿qué demonios? —Alzó el papel para mirarlo mejor, casi pegándolo a sus narices—. ¡Apenas usé el teléfono este mes!

Lanzó las boletas sobre la mesa, totalmente cabreado. Comparó el estado de cuenta de sus ahorros bancarios y luego miró con odio el montón de cuentas del otro lado de la mesa. Vale, le habían advertido que empezar él solo con su propio negocio iba a significar un par de sacrificios antes de comenzar a prosperar, pero había sido demasiado pronto. Vender su casa para vivir en un pequeño departamento, vender su amado Veloster y cambiarlo por ese estúpido Corsa estacionado afuera. Lo miró con rencor un segundo antes de volver a lo suyo.

Maldito el día en el que había decidido ser independiente.

—Aquí tienes, cariño. —Kushina le entregó una taza de café—. ¿Qué tal las cuentas?

—Ni siquiera me alcanza para comprar un revólver y morir con clase —suspiró abatido—. Los hijos de puta de la telefonía me han cobrado un ojo de la cara por algo que no uso. Lo mandaré a sacar.

—No seas pesimista. —Su madre le palmoteó la espalda con afecto un par de veces y se sentó junto a él—. En un par de años más habrá acabado. Este tipo de negocios tarda en surgir.

Miró a Kushina desesperado. ¡¿Un par de años?! Apenas llevaba meses juntando el dinero para comenzar a invertir. Él quería progresos ahora. Bebió de su taza de café, dando un respingo cuando se quemó la lengua. Él y su suerte.

—Venderé mi riñón y luego iré a donar algo de esperma. —Su madre dejó de mimarlo durante algunos minutos para desconectar el notebook que tenía sobre el mesón de los alimentos. Naruto se sintió levemente ignorado cuando cayó en cuenta de que se había metido a Facebook—. Vale.

—Lo que tú necesitas —Kushina tecleó un par de veces— es conocer una linda chica y despreocuparte.

Puso los ojos en blanco y movió las manos en el cielo, como pidiendo paciencia a los Dioses.

—Lo que yo necesito es dinero.

Kushina rió. Naruto sabía que no de él, por supuesto, ya que ni siquiera le estaba prestando atención para quejarse, sino que estaba hablando con alguien por la ventanita del chat. Completamente rendido, juntó todos los papeles y los guardó en su maletín. Ya vendría a quejarse luego.

—Nos vemos, mamá.

—Naruto. —La pelirroja le hizo sentarse nuevamente y le sonrió. Naruto jamás esperaba nada bueno de esa sonrisa—. ¿Recuerdas a mi amiga, Mikoto?

—¿La Señora Uchiha?

—¡Esa misma! —Volvió a colocar su atención sobre el ordenador y tecleó—. Hace algunos años se fue a Europa. Tiene un hijo que va en la universidad.

Rodó los ojos y lanzó un suspiro pesaroso.

—Oh, crecen tan rápido —murmuró irónico.

—Deja que llegue al punto, ¿quieres? —Volvió a teclear—. Dice que su hijo ha encontrado una universidad que le aceptará de intercambio, pero aún no encuentra dónde alojarse.

—¿Y qué? ¿Piensas traerlo aquí? A papá no le hará gracia, ya sabes cómo se pone cuando alguien extraño ocupa la ducha y...

—Me refiero a que lo lleves tú —le dijo como si fuese lo más elocuente del mundo. Naruto le miró fijamente.

—Estás loca. ¿No me estás escuchando? A penas puedo mantenerme a mí mismo —gruñó. Volvió a tomar sus pertenencias cuando la voz de Kushina volvió a interrumpir su voluntad de hacerse humo.

—Eso ya lo sé, pero este chico, Sasuke, pagará la mitad de las cuentas —repentinamente la conversación de volvió interesante—. Mikoto tiene un buen pasar y el dinero no es un problema. Piensa, Naruto, tener un compañero de cuarto durante algunos meses para alivianar gastos es justo lo que necesitas.


Miró la ducha atentamente, preguntándose durante algunos minutos si poner o no el tapón para darse un baño de tina calentito. Lo cierto era que desde que había mandando a su jefe a tomar por culo e ingresar nuevamente al mundo laboral como un ente solitario, no había hecho más que quedarse hasta altas horas de la madrugada trabajando en el ordenador en busca de antiguos clientes que solía atender en su antigua empresa para que decidieran asociarse con él. Sentía como si de alguna manera se hubiese vuelto una sucia prostituta buscando apoyo en el internet.

Se merecía un descanso.

Sintiéndose satisfecho con su conclusión, colocó el tapón para acumular el agua. Buscó en su habitación una vieja radio para conectarla en el baño y relajarse con algo de música. Nada podría interrumpir su sesión de spa revitalizante (Oh cielos, ¿había dicho spa revitalizante?).

Una vez desnudo y dentro de la tina, sintió la sensación inmediata de placer recorrerle todo el cuerpo, y con una sonrisa satisfecha encendió la radio a su lado. Una música melódica inundó las paredes del baño, inundándole en la más intensa de las distenciones. Al cabo de un rato se encontró a sí mismo frunciendo el ceño cuando el saxofón tomaba el papel principal en una armonía sugerente.

Eso era lo más parecido a una de esas pelis porno que daban en uno de los canales que le habían cortado.

Se hundió todavía más en la ducha. Parecía que su cuerpo había reaccionado ante la música, podía ver una ligera capa de piel de esa parte de su anatomía sobresaliendo sobre la capa de espuma. Sí, vale, parecía que hacía un millón de años no mojaba y ahora su pequeño amiguito quería recordárselo.

Estoy sexualmente frustrado, eso es todo.

Exhalando un quejido apesadumbrado, dirigió su mano a su desobediente polla, ya muy por encima de las burbujas. Masajeó suavemente, proyectando en su mente el cuerpo de la persona que follaría en sus fantasías. Era una cabellera negra, muy negra, cayendo sobre sus hombros y unos ojos del mismo color que le miraban misteriosos desde la cama. La sonrisa entre enigmática y traviesa hicieron que aumentara el ritmo de su mano. Sus jadeos se volvieron gemidos. La chica de hermosa piel blanca le señaló con un dedo que se acercara a la cama porque estaba lista para que él le diese un poco de lo que tenía entre sus piernas. Su yo ficticio se acercó a ella, excitado y listo para un poco de acción.

Su mano subió y bajó a un ritmo vertiginoso sobre su miembro. Sus rodillas toparon con la cama y la chica avanzó serpenteante hacia su cuerpo, tomando su duro miembro entre las finas manos y acercando levemente los labios hacia su glande. Gimió fuerte al sentir los ficticios labios envolver su miembro con hambre, hundiendo toda su longitud expertamente hasta tragárselo todo.

Ring.

¡Oh, era una delicia! No recordaba la última vez que se había masturbado así. La hermosa morena le sonrió cuando estaba a punto de llegar al orgasmo.

Ring.

Arrugó el entrecejo y masajeó su polla más fuerte. La morena se mantuvo separada algunos centímetros de su erección y le sonrió de forma juguetona.

Ring.

—¡Vale, ya voy! —gritó frustrado desde la tina, apagando la música con el puño.

Salió con prisa de la tina, envolviendo sus caderas con una toalla blanca que le llegaba a las rodillas. Maldijo a quienquiera que estuviese afuera. ¿Por qué la gente tenía la mala costumbre de interrumpirle cuando se encontraba en su mejor momento? Insensibles todos.

Con un último gruñido, abrió la puerta. Y el color abandonó su cara.

No era precisamente una morenaza estupenda, pero su cara era escalofriantemente parecida a lo que su mente había maquinado para sus satisfacciones carnales. Sus ojos y su cabello eran bastante parecidos, aunque éste último estuviese corto. Le hizo convencerse del todo de que su fantasía sólo era eso, una fantasía, cuando la mandíbula cuadrada y los hombros anchos frente a él se tensaron.

La incomodidad aumentó durante esos extensos segundos en los cuales el desconocido parecía hacer un escáner exhaustivo de su persona, deteniendo sus ojos sobre el gran problema.

—Oh, coño...

Una sonrisa burlona perfiló los labios del desconocido.

—Uchiha Sasuke. —Le extendió la mano. Demoró un par de segundos en hacer sinapsis y aceptar el saludo. Bien, estupendo, estaba quedando como un idiota—. ¿Piensas estar ahí todo el día o me dejarás entrar?

—Eh... sí. Pasa.

Le ayudó con los bolsos a pesar de la incomodidad que sugería el tener la toalla a medio soltarse y una erección más calmada amenazando por salir entre las rendijas de la tela. Se maldijo a sí mismo por su estúpida mala suerte. Con ese chiquillo que tenía pinta de ser un bastardo malcriado parecía que las cosas sólo se dedicaban a empeorar.

—Esto es un desastre —escuchó la voz de Sasuke.

Lo que faltaba.

Aunque había que admitir que sí era un verdadero desastre. A causa del poco tiempo que tenía para sí mismo (y por lo tanto, para su hogar), no se había dado el tiempo de limpiar los trastes, ni de barrer, o de recoger siquiera la infinidad de envases de ramen instantáneo regados por suelo. Tampoco es como si mucha gente fuese a visitarlo como para recibir gente en un prolijo apartamento.

Y por si fuera poco, nadie le había avisado a él que el bastardo llegaba esa mañana.

—¿No preferirías saber dónde está tu habitación? —gruñó Naruto. El otro se encogió de hombros con indiferencia—. Por el pasillo a la izquierda.

No volvió a escuchar al joven hasta que el reloj de la cocina marcó las siete menos cuarto. Él, ya vestido con su ropa de domingo por la tarde, se encontraba leyendo el diario (más bien dicho, la tira cómica de la última página) en el sofá frente al televisor, cuando escuchó los pasos de su inquilino moviéndose de un lado a otro, entre la cocina y el pasillo.

—¿Pasa algo? —preguntó sin quitar la mirada del papel.

Escuchó los pasos detenerse un breve momento.

—Dame las llaves.

Naruto alzó una ceja y volvió la cabeza hacia atrás, encontrándose con el moreno listo para salir y con una expresión dirigida a él que le pareció insultante.

—¿Disculpa?

Sasuke rodó los ojos. Se molestaba con facilidad, dedujo Naruto.

—Las llaves —repitió con tono impertinente—, ¿o cómo voy a volver si no?

Naruto entrecerró los ojos a la vez que frunció el ceño. El primer día que pasaba allí, ni siquiera había hablado con ese chiquillo, ¿y Sasuke ya tenía planes?

—Yo te abriré.

—Llegaré tarde.

Oh, por supuesto. Lo había sabido desde que lo vio en la puerta; Sasuke era de esos chicos guapos, atractivos y misteriosos que tanto gustaban a las chicas. Y no era que él lo pensase (claro que no, eso lo haría gay), pero se notaba que así era. Y, además, Sasuke tendía a tener una lengua muy maleducada, cosa que de forma inexplicable también atraía a las mujeres. Tendría seguidoras a montones, y cambiar de país no iba a hacer que dejase de divertirse, al parecer. La primera noche ya iba a salir hasta tarde.

Iba a comenzar a sermonear a su nuevo inquilino con normas sobre la casa, la convivencia y demás, pero Sasuke fue más rápido y, para cuando Naruto lo encontró con la mirada, ya estaba en el recibidor haciendo tintinear las llaves entre sus dedos. Con sólo una sonrisa burlona por despedida, abrió y cerró la puerta. Lento como era, Naruto tardó casi un minuto en darse cuenta de lo que había pasado y en correr hacia la entrada.

—¡Niñato! —gritó por la escalera, pero, por supuesto, Sasuke no le respondió ni se dignó a subir—. ¡Niñato! —repitió, por puro desprecio.

La vecina de la derecha, una vieja amargada con la única compañía de un pequeño perro chihuahua, dio un par de golpes en la pared que quedaba pegada a su apartamento y Naruto, en poco uso de sus mejores facultades, no dudó en escupir en su alfombrilla de entrada.

Eran las dos de la mañana cuando Naruto (que no, no se había dormido) escuchó la puerta y pensó que cuando Sasuke decía que llegaba tarde lo cumplía a la perfección.

No se había quedado despierto esperando a Sasuke. Bueno, sí, pero no porque estuviese preocupado o porque le importase saber dónde estaba, si no porque tenía que aclararle muchos puntos al pequeño de los Uchiha. No porque fuese increíblemente guapo podía hacer lo que quisiera estuviera donde estuviera.

Ay, Dios, no acaba de pensar eso.

—Sasuke —llamó con autoridad, apoyado en el marco de su puerta, cuando el chico pasó para entrar en su habitación sin siquiera verle.

Cuando Sasuke se giró Naruto esperó verle los ojos rojos de haber estado fumando, las mejillas rojas del alcohol o la ropa descolocada por habérsela quitado y puesto hacía poco, pero estaba todo él tan impecable como cuando había salido, con su ajustada camiseta negra más corta de lo que, en opinión de Naruto, debería, y sus ceñidos pantalones del mismo color sin una pizca de suciedad.

—¿Sigues despierto?

Le hizo una pregunta obvia para tratar de desviar la atención del rubio, cosa que no funcionó.

—Sasuke —reiteró con más calma—, si vamos a vivir en la misma casa necesitamos unas normas de convivencia.

Tal vez fue la frase con más seriedad que había dicho hasta la fecha, o quizás había sonado extremadamente tonta y Sasuke decidió ignorarlo. Fuera como fuere, Naruto cogió aire y prosiguió.

—Tendré que hacerte una copia de la llave —admitió—, pero hasta entonces la que hay no se separa de mí, ¿de acuerdo? Si quieres salir, vuelve pronto. No pienso estar despierto cada día que a ti te apetezca. —Sasuke alzó una ceja, pero Naruto lo ignoró—. Nada de fiestas en mi casa, y lo que quieras comprar de comida me lo dices a mí. Bastante justo ando de dinero ya como para que te lo gastes en otras cosas. Por último, si traes a una chica a casa avísame antes para que pueda desaparecer. No te lo voy a prohibir, también vives aquí, sólo quiero que me avises. Y si llegas borracho, procura no echar la pota en cualquier lugar.

Incluso Naruto se sorprendió de la madurez con la que dijo todo aquello.

—Pero...

—Pero nada. Esas son las reglas, no están sujetas a cambio.

—Pero...

—Nada.

Sasuke chasqueó la lengua, molesto porque no le dejaba hablar. ¡Sólo quería aclarar una cosa, maldita sea! Cabreado, se giró fuertemente sobre sus talones y volvió a poner rumbo a su habitación.

—¡Sasuke!

—¡Que sí, que sí, de acuerdo! Tsk, me hablas como si me hubiese ido de discotecas.

El último comentario confundió a Naruto quien, ya dispuesto a cerrar la puerta de su dormitorio, volvió sobre sus pasos y se acercó a donde Sasuke dormía, sin llegar a entrar.

—¿Dónde has estado? —preguntó confuso.

—Dando un paseo.

De cualquier universitario, Naruto habría pensado que aquello era una excusa malísima para mentir sobre dónde había salido realmente, pero por algún extraño motivo (tal vez porque Sasuke lo dijo con la mayor naturalidad del mundo) el rubio creyó lo que Sasuke decía, a pesar de ser más que raro (y no sólo para su edad, sino para cualquiera) el hecho de que diese paseos hasta altas horas de la madrugada.

Sin responder se alejó de la puerta y volvió a su habitación, tumbándose despreocupadamente en el colchón. Algo le decía que Sasuke no iba a ser un inquilino ni normal ni fácil.


Eran pasadas las diez cuando llegó a casa.

La reunión había ido bien, y debía celebrarse a sí mismo el hecho de tener aquél don de convencer a la gente, sino, probablemente estaría sentado en las butacas con la cabeza entre las manos para que alguien decidiese sentir algún grado de pena por él y tomase la decisión de regalarle miles de millones. Al cerrar la puerta sonrió para sí mismo, dándose cuenta de que habían momentos en los cuales podría llegar a ser bastante ingenuo.

Se adentró al living en penumbras, siendo levemente iluminado por la luna tras el visillo. Arrugó el entrecejo, parecía que su compañero no se encontraba en casa y aún así había dejado la ventana abierta. Ya hablaría con él luego.

Después de tanto hablar, sentía que su garganta necesitaba un poco de hidratación (tenía la ligera impresión de que su boca estaba tan seca que le estaba saliendo un aliento espantoso) y se sirvió un contundente vaso de agua para llevarlo a la habitación y tomarse su merecido descanso.

Aaah...

Vale, ese no había sido él.

Se sobresaltó y miró hacia todos lados en busca de algún intruso en la oscuridad. Armándose de valor, se adentró en el pasillo que separaba ambas habitaciones del comedor con claras intenciones de pelear por las pocas pertenencias que le quedaban.

Pasó un rato sin escuchar nada, sintiéndose terriblemente ansioso. Cerró los ojos e intentó agudizar el oído para ver si lograba captar algo más. Quizás sólo había sido su imaginación.

Pero no. Podía sentir el sonido algo moviéndose y alguien emitiendo ruidos extraños. Se le contrajo la cara cuando sus facultades auditivas le indicaron que el sonido venía de la habitación de Sasuke. Y más aún cuando se acercó de a poco para comprobar que fuese Sasuke quien estuviese metido ahí.

¿Pero qué...?

Él no era todo un experto en el tema, pero estando a unos cercanos treinta centímetros de la puerta se dio cuenta de que ese algo moviéndose era la cama del moreno y ese alguien era Sasuke.

"Jodido niñato, le he dicho que avise antes."

Cabreado y muy dispuesto a cortar el rollo de Sasuke con quienquiera que estuviese, giró la manilla de la puerta y alzó el pie, proponiéndose pegar una patada que fuese capaz de enterrar la puerta en la pared y les hiciese pegar el susto de su vida, así el chico aprendería la lección.

El movimiento ondulante del cuerpo que definitivamente no era el de una chica hizo que su voluntad de dejar en vergüenza a su compañero se esfumaran. Arrojando su evidente enojo a un lugar muy profundo en su subconsciente, se dedicó a dar paso a la curiosidad. Se apegó casi completamente a la abertura larga y estrecha que daba paso a la siguiente habitación en penumbras.

Sasuke estaba de lateral, mirando hacia la pared que comunicaba a su habitación. Su boca volvió a sentirse muy seca cuando se vio a sí mismo explorando con fascinación la desnudez del moreno: su brazo izquierdo con una musculatura ligeramente trabajada sostenía su cuerpo mientras el movimiento ondulatorio de sus caderas marcaba un ritmo hipnotizante. Podía ver parte de sus pectorales y abdomen, ambos firmes y sudados por el calor que emanaba la habitación. Sus piernas blancas y dobladas sobre el colchón se levantaban ligeramente hacia arriba y hacia abajo por cada impulso que se daba desde atrás.

Estrechó un poco los ojos cuando llegó al área peligrosa: su mano derecha, apenas visible, estaba acariciando su miembro erguido en un movimiento pausado. El mismo Naruto se dejó llevar un poco, abriendo un poco más la puerta. Sabía de primera manos que esa masturbación que Sasuke estaba llevando a cabo era enormemente deliciosa.

Los labios entreabiertos dejaron escapar un par de gruñidos placenteros cuando Naruto notó que un par de gotas de líquido transparente brotaba de su erección.

¿Cuándo habían comenzado a apretarle tanto los pantalones?

Sintió que el corazón se le subía a la garganta cuando Sasuke se detuvo.

Y seguidamente soltó un mudo suspiro. No le había visto.

Observó con detenimiento como aquél cuerpo ligeramente ruborizado cambiaba de posición, ésta vez arqueándose un poco hacia la anterior, apoyando sus manos delante de él para darle soporte a su cuerpo. Naruto se preguntó cómo planeaba masturbarse si se había puesto en una típica posición de quien pedía a gritos ser follado a cuatro patas.

Entonces Naruto notó algo cuando Sasuke comenzó a mover su trasero.

Su propia erección palpitó en sus pantalones cuando vio a aquél objeto con la innegable apariencia de un pene enorme de color púrpura entrando y saliendo del interior del otro hombre.

Aaahh... mierda.

Incluso se escuchaba un sonido ligeramente húmedo cada vez que el objeto se enterraba en la estrechez del moreno. El objeto claramente tenía un porte y un grosor descomunal.

Así que Sasuke era homosexual.

Tras esa confusa revelación, le echó una mirada al bulto de sus pantalones con sentimientos encontrados. Había un pequeñísimo rastro de humedad a la altura de su muslo derecho

El miembro de Sasuke estaba envuelto en una capa de líquido viscoso que se dedicó a mirar durante largo rato para devolverse a la retaguardia, donde parecía que cada penetración del plástico le estaba provocando la pérdida de los estribos. Sintió que las mejillas se le llenaban de sangre cuando la eyaculación de Sasuke llegó, derramando largos chorros a lo largo de sus muslos y parte del cobertor.

Cuando Sasuke comenzó a colocarse los pantalones en la oscuridad, Naruto se dio cuenta de lo que había estado haciendo.

Confundido a no poder más, y en un repentino ataque de huida, corrió en silencio hacia el living y se dejó caer con pesadez sobre el sofá, colocando ambas manos sobre su cara con languidez. ¿Qué demonios le pasaba?

—¿Naruto?

Oh, no...

—¿Sí? —preguntó con voz ronca en un vano intento de actuar con naturalidad.

Los pasos del joven se aproximaron por el pasillo.

—¿Cuándo has llegado?

Naruto se quedó mirando la roída mesa de centro por unos instantes para poner una expresión de agotamiento que Sasuke no podría ver gracias a la distancia y la oscuridad.

—Recién.

—Vale. —Escuchó los pasos alejarse—. He hecho algo de cena. Buenas noches.

—Buenas noches.

Cuando sintió la puerta de Sasuke cerrar dejó escapar un largo suspiro, para luego mirar su aún despierta entrepierna pidiendo por ser mimada.

¿Eso era correcto?


Naruto trató inútilmente de no pensar en la escenita que se había topado en el cuarto de Sasuke. Paulatinamente conforme fueron pasando las horas, y con ellas los días, el pensamiento se diluyó ligeramente, olvidándose en su subconsciente la gran parte del tiempo y atacándolo sin piedad cuando menos se lo esperaba. Y la presencia de Sasuke no ayudaba en nada.

Naruto se había dado cuenta de ello de manera alarmante y, lo que era más grave todavía, repetitiva.

Se levantó, como cada día, a las seis de la mañana con los ojos pegados y el sueño calado en el cuerpo. La noche anterior Sasuke había llegado a la una y media pasadas, así que él había dormido unas escasas cuatro horas. Ese horario acabaría matándolo. Se duchó; pasó junto a la puerta cerrada de Sasuke, de la cual no salía ni un mísero ronquido; desayunó un par de envases de ramen instantáneo y se preparó para abrir su pequeño negocio.

No era la séptima maravilla del mundo, pero a Naruto le gustaba lo que hacía y le bastaba (aunque a duras penas) para pagarse la independencia. Además, estaba buscando algún lucrativo contrato que le diese el respiro que necesitaba.

Ocurrió al volver a casa.

Por instinto animal natural, o así lo llamaba Kiba, Naruto tendía a ser terriblemente desordenado, y eso era algo que Sasuke había comprobado de primera mano la primera vez que entró en el apartamento y Naruto lo recibió tras un tranquilo baño estando la casa como si una manada de mamutes hubiera pasado por allí y hubiese arrasado con todo el ramen de la ciudad. Así que, cada ciertos días, cuando veía que si no hacía algo la mugre se lo tragaría, Sasuke aprovechaba las horas de trabajo de Naruto para limpiar.

O esa era su intención primaria, pero cuando vio que nadie lo despertaba a mitad mañana hasta las cinco, hora en la que Naruto volvía, decidió que era mucho mejor dormir hasta tarde los días que pudiese. Luego tenía que ir a la universidad, así que el suelo seguía sin fregar, los platos era lavados lo justo para poder volver a comer y el polvo seguía acumulándose encima de los estantes y de cualquier sitio en el que pudiera posarse.

Cuando su obsesión por la limpieza superó sus ganas de dormir (y sus ganas de dormir eran muchas), terminó por levantarse de verdad antes de ir a la universidad, en la que sólo tenía una clase ese día, y comenzar a limpiar. Se dio cuenta de su error cuando el trabajo le llevó más tiempo del esperado. Tras volver de clase y comer algo, siguió la ardua tarea de desintoxicar ese lugar. Se dedicaba a frotar la encimera de la cocina insistentemente con un estropajo viejo cuando escuchó la puerta abrirse.

—¿Qué haces? —fue lo primero que le dijo Naruto.

—Limpiar esta pocilga —contestó con desagrado, rascando el estropajo contra sí mismo para quitar las horribles manchas negras que en él habían, sin conseguirlo.

Fue en aquél momento, en el que Sasuke determinó que ese estropajo ya no servía, que el moreno se agachó para tirar el viejo y rebuscar uno nuevo en el armario de debajo del fregadero. Los pantalones de pijama (unos de chándal, en realidad) que se había puesto para estar más cómodo durante la faena se pegaron a sus caderas y a su trasero, resaltando sobre la negra tela el pequeño símbolo blanco de Nike e, incluso, dejando adivinar el borde de los calzoncillos de licra que se encontraban debajo.

Naruto se sorprendió a sí mismo delineando con la mirada el curvilíneo culo de Sasuke, asimilando cada detalle. Inevitablemente acudió a su mente esa misma parte del moreno completamente al descubierto siendo inexorablemente penetrada por un consolador tamaño gigante de color púrpura. Mientras su entrepierna se alzaba Naruto se preguntó por qué no podía olvidar el color del maldito aparato.

El trasero de Sasuke se movió ligeramente hacia atrás, buscando un (Naruto sabía) inexistente segundo estropajo, pero no lo dijo. Se apartó del cuerpo de Sasuke, tratando de no estar demasiado cerca como para que su erección rozase al otro. Molesto, incómodo y cada vez más cachondo, removió las manos sobre su bajo vientre, provocándose un cosquilleo.

Oh, Dios, aquello estaba llegando demasiado lejos.

—Pues te dejo con lo tuyo —dijo rápidamente, girándose hacia su dormitorio.

—¡Eh, podrías ayudar, también es tu casa!

Pero Naruto ya se había encerrado en su habitación y había comenzado a acariciarse la entrepierna por encima de la tela.


Tras dos semanas en las que Sasuke se dedicó a dar paseos y Naruto lo miraba salir con creciente sospecha, la situación entre ambos se calmó bastante. Dada la poca vida social que demostró tener el Uchiha a lo largo de los días, Naruto se calmaba cada vez que lo veía salir, pero cuando lo escuchaba volver a las dos de la mañana, sus dientes chirriaban tirado en la cama.

No había habido ni un solo día en que pudiese dormir antes de que el pequeño bastardo volviese y se maldecía por ello. Era raro; no tendría que estar preocupándose por un chico mayor de edad y totalmente independiente. Sería la responsabilidad de tenerlo en su casa, eso era todo.

—¿Hoy no vas a dar un paseo? —preguntó con acidez al salir de su habitación, duchado y en pijama, para prepararse un buen cuenco de ramen para cenar.

—No.

La contestación tajante de Sasuke quedó relegada en pos de un olorcillo agradable que inundó por completo las fosas nasales de Naruto y embotó su cerebro, a pesar de no reconocerlo como su ramen habitual. Se acercó en silencio hasta la cocina y asomó la cabeza por encima del hombro de Sasuke, quien no se inmutó ante la repentina cercanía, como si le hubiese visto venir.

En la olla que había sobre el fuego hervía un caldo de color perfecto con diferentes trozos de todo lo que le gustaba en el ramen, que era, básicamente, todo. Los fideos escurrían entre los demás alimentos en su punto justo cuando Sasuke apagó el fuego y, con unas manoplas que Naruto no sabía que tenía, retiró el recipiente metálico y lo dejó sobre una base de mimbre para no quemar la encimera. Naruto tampoco sabía que tenía aquella base de mimbre.

—Detestas el ramen —dijo, mirando escéptico los cuencos que Sasuke llenaba de una ingente cantidad.

—Detesto el ramen con sabor a plástico —contestó—. Esto es comida de verdad.

Naruto no pudo reprochar nada cuando probó el magnífico sabor que tenía. No era el ramen de Kushina, pero sin duda era mucho mejor que los envases del restaurante de comida para llevar que había debajo de su edificio. Comió con ansia, acabando el plato en menos de cinco minutos, y fue a pedir más sólo para ver que no quedaba.

—¿Y qué se supone que cenas cuando sales hasta las tantas? —preguntó, molesto por no tener su ración de ramen extra. O sus dos raciones.

—Italiano, español, francés... hay una gran variedad fuera del ramen —ironizó Sasuke.

—¿Y por qué hoy no vas?

El moreno le miró durante un segundo, advirtiéndole de que estaba haciendo demasiadas preguntas. Naruto creyó que no le contestaría porque supondría revelar que no pasaba las noches dando pacíficos paseos a la luz de la luna. Pero, contrario a lo que Naruto esperaba, Sasuke se recolocó en el sofá, dejó el ramen a medio terminar sobre la mesa y lo miró a los ojos.

—Una panda de porreros gilipollas se ha instalado en el parque por el que paseo —admitió contrariado.

—¿Y por qué no vas por otro sitio? —solucionó rápidamente Naruto.

—Me gusta ese parque —gruñó el otro, dando la discusión por zanjada.

Eso levantó las ya cimentadas desconfianzas de Naruto. Lo que él no dedujo (aunque podría, perfectamente, haberlo hecho) fue que Sasuke no iba a pasear a otro sitio porque prefería quedarse en casa. Lo de los porreros no era ninguna mentira, pero sí sólo una excusa. Desde hacía días había visto a Naruto ponerse ligeramente nervioso con su presencia y no podía negarse a sí mismo que el bendito rubio estaba bastante bien.

El roce hace el cariño, se había dicho Sasuke.

—¿No te vas a dormir? —preguntó con curiosidad cuando Naruto se dejó caer a su lado en el sofá, después de terminarse el ramen ajeno y llevar los platos a la cocina.

—Mañana no trabajo —aclaró el rubio—. ¡Por fin, un día libre!

Oculto por su propio pelo, Sasuke sonrió peligrosamente unos segundos antes de coger el mando a distancia de la televisión y pulsar un botón al azar.

—Ahora sólo hay basura y porno —dijo Naruto distraído, buscando con la mirada algo decente en su escasa colección de películas, la mayoría bajadas de Internet.

—Te lo conoces bien —se burló Sasuke.

Naruto le sacó la lengua en un gesto demasiado infantil para su edad y, como quien le arrebata la corona a un rey, le quitó el control remoto y empezó a pasar canales con imágenes y más imágenes de tele-tienda y de tríos con mujeres poco naturales y un gran número de teléfono en rojo sobre sus cabezas. Al final, en uno de esos canales públicos en los que estaba prohibido hacer publicidad escandalosa, encontraron una serie que parecía decente, pero que seguramente no estaba catalogada para todos los públicos.

Ambos eran mayorcitos. Naruto decidió dejarla; Sasuke le miró con una ceja alzada, pero no dijo nada.

Poco tiempo pasó hasta que Naruto se dio cuenta de que había hecho muy mal en no cambiar de nuevo de canal. Observó a un hombre, tumbado en una especie de diván, ser rociado de helado derretido por la boca y el cuello. Dicha sustancia fue inmediatamente limpiada. Por otro hombre.*

Ligeramente (muy) alterado, buscó, intentando ocultar el temblor de sus manos, de nuevo el mando para cambiar. Sasuke rió por lo bajo, pero él no se dio cuenta. Cuando consiguió hacerse con el poder de nuevo, no dio para pulsar los botones, mirando a Sasuke con un fuerte color rojo en las mejillas.

—Esto... yo... cambiaré.

—¿Por?

El tono de Sasuke fue un susurro fuerte, un golpe a su hasta ahora dormida libido homosexual, una incitación a hacer exactamente lo que estaba pasando en la televisión (que ya se había convertido en juegos mayores). Los gemidos de la pantalla resonaban en el salón, repentinamente oscurecido, o Naruto no recordaba que hubiese tan poca luz, ni que Sasuke estuviese tan cerca. No tenía que concentrarse demasiado para sentir el calor del cuerpo contrario.

—¿Te gusta? —correspondió en el mismo tono eróticamente dulzón.

Sasuke no respondió, pero Naruto lo vio torcer una sonrisa que calificó deliberadamente como traviesa. En un movimiento rápido el moreno volvió a quitarle de las manos el control remoto y cambió de canal. El ambiente se suavizó de nuevo, como si nunca nada hubiese echo saltar chispas entre ellos.

—¡Ey! Sakura-chan me ha hablado muy bien de esa película —exclamó el rubio cuando Sasuke se detuvo en uno de esos canales de películas veinticuatro horas.

Sasuke observó con una ceja alzada el título Cuando te encuentre escrito en el panel informativo que despareció segundos más tarde y se preguntó quién de los dos era más gay allí.

—¿Quieres verla? —preguntó con fingido desinterés.

—¡Sí!

Sasuke dejó el mando a un lado y se acomodó en el sillón, con Naruto al lado. En la penumbra del lugar y con sólo la pantalla (bastante pequeña) alumbrando su rostro, Naruto se presentaba fantasmagórico y ligeramente sensual. Sasuke se obligó a apartar la mirada. Lo último que debía hacer era abalanzarse sobre su compañero de piso.

En la televisión, un Zac Efron más crecido y con barba de unos días le sonrió a la pantalla. Minutos después estaba quitándose la ropa, quedando tan sólo en unos calzoncillos muy apretados, y moviéndose al compás de su compañera de cama, marcando sus esquematizados músculos. Sasuke no pudo evitar encontrar cierto parecido entre el pelo rubio de Naruto y el del actor, al igual que entre sus ojos, la forma de la mandíbula y los bien formados brazos. Su entrepierna apretaba su propia ropa interior de manera alarmante.

—Basta —dijo de repente Naruto.

Sasuke se giró justo a tiempo, antes de que el rubio apagase la televisión, para ver que le estaba observando su problemática zona. No intentó taparse.

Cuando comprobó que Naruto estaba lo suficientemente avergonzado como para levantarse e irse, trató de pararlo. Siempre sin sonar desesperado.

—¿Pasa algo?

—Aunque no trabaje, estoy cansado —contestó rápidamente.

Llevaría minutos pensando una respuesta ágil.

—¿Y por qué apagas la tele?

—Eeh... las paredes son muy finas y, esto —tartamudeó—, se oye todo. No podré dormir.

Sasuke rodó los ojos en la oscuridad, advirtiendo que todo era una burda excusa para alejarse de él y de su despierto miembro. Sin embargo...

—Eh, idiota —llamó con un cariño muy disimulado—, mira esto.

Naruto encendió torpemente la luz y comprobó que lo que le enseñaba Sasuke era una de las pocas películas que tenía originales. Kiba le había regalado el pack completo de American Pie por su decimoséptimo cumpleaños, y Sasuke le estaba mostrando la primera de las películas.

—¿No las has visto? —preguntó sorprendido. Sasuke negó—. Bueno, ¿y qué?

—Es una película heterosexual —obvió. Naruto se ruborizó al verse descubierto.

—Esa también lo era —dijo señalando la televisión con la cabeza.

—Estos tíos —señaló a los de la portada— no son nada sexys.

Naruto torció el gesto indeciso, pero en un ataque de buena voluntad decidió darle una oportunidad a Sasuke. Tampoco podía reprocharle nada, a él también se le ponía dura cuando veía a una hermosa mujer en una película, o unas grandes tetas, pero el hecho de que Sasuke fuese homosexual y estuviese a su lado lo hacía todo más incómodo. Aún así, dispuesto a luchar contra los prejuicios, volvió al sofá y dejó a Sasuke introducir el DVD en el reproductor. Sus amigas (curiosamente más abiertas en cuanto a homosexualidad masculina se refería) le habían dicho una cosa muchas veces: igual que a un hombre heterosexual no le gustan todas las mujeres, a uno homosexual no le gustan todos los hombres.

No se arrepintió de su decisión. Hacía bastante tiempo que no veía aquella película (presumiblemente, su favorita) y estalló en carcajadas como cada vez que veía al protagonista masturbarse con un pastel de manzana y ser pillado por su padre. Era su escena favorita.

Los comentarios sorprendidos de un Sasuke poco acostumbrado a ver tales variedades de masturbación le hicieron reír todavía más, e incluso el moreno se permitió alguna risa floja. Daban las doce de la noche pasadas cuando los créditos comenzaron a aparecer.

Ambos se pararon en el pasillo, demasiado cerca sin notarlo, y sin saber qué decir. Sasuke miró a Naruto con intensidad, deseando tener alguna excusa para hacer algo, y Naruto se rascó la nuca nervioso.

—Pues... hasta mañana —se despidió finalmente.

—Hasta mañana —respondió Sasuke.


El ruidoso "gooool" de la multitud a su alrededor hizo que se volteara a mirar uno de los tantos televisores de plasma colgando en el bar. El equipo de Konoha, del cual él era un gran fanático, había metido un tiro al arco impecable desde media cancha, pero él ni siquiera se levantó a celebrarlo. Su mente estaba demasiado ocupada como para tomar atención en cualquier cosa que no fuera el cuestionar su comportamiento como heterosexual.

El lugar era lo suficientemente pequeño como para notar cuando alguien entraba y cuando salía, por lo que a eso del minuto treinta y cuatro del primer tiempo observó la cabeza castaña de Kiba atravesar la multitud arrejuntada en el televisor principal.

—¡Ya lo veo, tío! ¡Vamos por las finales! —gritó su amigo antes de sentarse en la barra junto a él—. Debiste avisarme antes que lo veríamos aquí, habría llegado antes en vez de escucharlo por la radio.

Naruto suspiró y volvió a hundir la mirada en el pitcher sin tomar que tenía en frente. Incluso le había preocupado que su nivel de testosterona hubiese bajado al haber llegado al bar sin saber que su equipo de fútbol favorito estaría en las finales. No, ni siquiera se le había pasado por la cabeza porque había estado demasiado ocupado pensando en el cretino de Sasuke.

Gruñó antes de dar el primer sorbo.

—Parece que has tenido un mal día —comentó Kiba— Ni siquiera te has quejado del árbitro. Tú adoras quejarte de los árbitros.

Miró al castaño y no se sorprendió de que el otro alzara una ceja. Debía verse francamente horroroso, apenas y había tomado la ducha matutina para evitar encontrarse con la causa de sus estragos paseando por la casa. Recordó la tarde anterior, cenando con él, mientras veían la película... Sí, mierda, la había pasado bien con el bastardo. Eso no era normal, y mucho menos empalmarse cuando miraba su culo cada vez que se agachaba a recoger cualquier cosa que se cayera al piso. Incluso se había planteado dejar caer un par de cosas para que el moreno se inclinara.

¡Joder, que alguien le matara ya!

—Kiba —la voz de ultratumba le provocó un escalofrío a su acompañante—. ¿Qué te parezco?

El mencionado parpadeó un par de veces, confundido.

—Pareces idiota.

—No voy a eso. ¿Qué te parezco? ¿Te parezco guapo?

—¿Qué? Naruto, creo que estás confundido. Deberías preguntarle a una de esas bombo...

—No —le interrumpió pesaroso. Kiba alzó una ceja al ver que su amigo iba completamente enserio—. Dime, no es tan difícil.

Naruto sintió que hacía un análisis extensivo sobre él, cosa que internamente agradeció. Debía salir de la duda, y si él mismo no podía esclarecer su mente, necesitaba ayuda de una persona íntima que le pudiese ayudar. Kiba carraspeó, llamando su atención.

—No puedo, imbécil. Estás bien. No sé si guapo, pero al menos no eres feo.

—Vale.

Por lo menos Kiba lo veía como un ser humano normal, pero tenía la ligera sospecha de que su opinión venía más bien de que eran lo más parecidos a ser hermanos, y el admitir que él era guapo le habría parecido casi incestuoso.

—¿Por qué preguntas?

Viene la parte difícil, se dijo. A pesar de que a veces podía ser muy buen amigo, no sabía cómo se tomaría todas las dudas que tenía en la cabeza. No era que siempre consultase todas sus dudas existenciales con él, pero esta vez necesitaba hablar con alguien cercano. Estaba de más decir que su madre no estaba dentro de esas posibilidades porque llevaba un par años pidiéndole nietos a una nuera inexistente.

—¿Recuerdas al chico que se vino a vivir conmigo? —Kiba asintió—. Es gay.

Rodó los ojos cuando el castaño comenzó a toser de forma dramática, captando la atención de algunos.

—No es necesario hacer show. Lo veo normal —intentó parecer un poco más tranquilo, aunque la reacción de su amigo volvía a inquietarle.

—Perdona —se disculpó, pasándose la manga por los labios—. No es nada, lo que pasa es que me causa gracia que no lo hayas sabido antes.

—¿Qué quieres decir?

—¿Bufanda monocromática Armani? Gay. ¿Calcetines con fibra de cobre? O le sudan mucho los pies, o es gay. ¿Su cara? Gay. —Bebió un sorbo de su cerveza—. Lo que me sorprende es que tú no lo hayas sabido. Siempre me sorprende lo poco que trabaja esa cabecita tuya.

Estupendo, simplemente genial. Él vivía días de amargura cuestionándose si realmente el Uchiha era homosexual o si gustaba de meterse cosas en el culo por simple fetiche, no debía juzgarlo sin preguntarle o confirmarlo con él; pero eso daba igual porque al parecer él era el único que no podía oler el gustillo del moreno.

Otro estridente "goooooool" volvió a sacudir su cabeza y por primera vez en toda la tarde se dignó a mirar el plasma. Konoha estaba dando paliza.

Kiba bebió a su salud.

—¡La llave de la victoria!

Naruto bebió silenciosamente a la salud de su equipo. Justo ahora podría estar celebrando como un ser humano común y silvestre, pero no. No ese día. No con Sasuke en su casa.

—No eres entretenido, Naruto. ¿A qué has llamado si no es para ver esta joya?

No quería llegar a esto...

—¿Ves a la chica de allá? —Apuntó a una chica, aparentemente una mesera del local. Kiba asintió, susurrando que era muy guapa—. Hablé un rato con ella. Era algo así como un coqueteo, pero no sentía esa química. Incluso la invité a salir —la mandíbula del castaño se abrió con exageración—, pero por alguna razón me dijo que coqueteara a los de mi acera. Es decir, ¿qué demonios significa eso? —Gruñó más para sí mismo—. En fin, ¿ves a ese tipo de allá? —Señaló del otro lado de la barra a un grandulón que estaba mirando sin disimulo hacia donde estaba ellos—. Lleva bastante rato mirándome, antes de que tú llegaras. Y me ha guiñado el ojo dos veces. Dos.

Un escalofrío le recorrió la espina cuando el mismo tipo le sonrió con galantería.

Su amigo a cada afirmación iba ensanchando los ojos, como si le estuviere haciendo una gran revelación y él por fin estuviese entendiendo. Era el minuto setenta y dos del partido cuando Kiba estalló en risas, casi al borde de las lágrimas y sujetándose el estómago. Frunció el entrecejo.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó ofendido.

—¡Tienes un aura gay! —Rió con más fuerza. Naruto le pateó la espinilla para que se pusiera serio—. Auch, no era necesario.

—Deja de ser un capullo.

—Deja de comportarte como si fuese un problema. —Se sobó donde Naruto le había pateado. Eso dejaría un moretón— ¿Qué? ¿De repente pensaste que con vivir con el Uchiha se te pegaría lo sarasa? —Naruto pareció pensárselo—. Eres increíble.

El resto de la tarde Naruto se dedicó a pensar en que quizás sólo estaba confundido porque Sasuke había resultado ser relativamente agradable con él a pesar del mal comienzo. El hecho de que fuese homosexual sólo era un agregado aparte, y lo era todavía más el haberlo encontrado en un momento íntimo con su... aparato.

Lo de las erecciones era harina de otro costal. Su cuerpo estaba necesitando contacto carnal, y al ser Sasuke quién convivía con él, era normal que se empalmara mirándole ese culito tan firme que tenía. Sí, perfectamente normal.


(*) Se refiere a una escena de la serie de tomática homosexual Queer as Folk.

¡Hasta el próximo!

Em Hatake y Manzanita Roja.