Hola~ Este es el primer fic que subo después de tanto tiempo x'D y tiene que ser de mi nueva obsesión asdasdasd Ereri 3 ahorita ando bien loca por Shingeki no Kyojin * v * ~ Bueno, regresando al tema[?] Este fic está basado en la canción "Himitsu Kuro No Chikai" de Vocaloid, pero no significa que tendrá el mismo desenlace :U así que ni crean que será idéntico al vídeo uwu~ Me agradó mucho la idea de volver a Levi un ángel, he leído otros fics donde él tiene alas y me parece muy hermoso asdasdasd. Oficialmente el nombre de Rivaille es "Levi" pero me gusta como se escribe Rivaille y por eso lo he dejado así. Ojalá les guste. ; w;)/

Esta época se remonta en un antiguo Europa, donde la iglesia controlaba casi todo. Así que el homosexualismo es considerado el mayor de los pecados.

Demasiado blah blah blah, aquí tienen la historia. ~


Ángel que por amor desfalleció

Entregándose por completo a la tentación

Prohibido fue, aquel trágico amor

Terminó lo que estaría destinado a morir

Su cuerpo se sentía pesado, dolía de una manera punzante como si estuvieran estirando su piel. Sentía sus costillas desgarrarse y como la sangre se aglomeraba en sus pulmones, contrayéndose violentamente en busca de oxígeno. Trató de incorporarse pero era inútil, sus brazos se encontraban muy débiles y sus párpados pesaban. El sabor metálico de la sangre se apoderó de su boca, haciendo que llegara a tener arcadas. Pero él se negaba a dejar salir un gimoteo lastimero, mucho menos derramar una lágrima. Quería morir en ese instante, que acabaran con la agonía de su cuerpo y el lamento de su alma, habían pisoteado su orgullo y eso para él era peor que la muerte misma. Apretó los dientes fuertemente sin importarle que sus encías sangraran, de todas formas nada podría ir peor en ese momento. Inclusive sus alas se encontraban destrozadas, su una vez blanco plumaje se encontraba bañado de manchas rojizas. Decidió esconderlas, de nada servía mantenerlas visibles además de que estaban muy malheridas, de un momento a otro se evaporaron sutilmente, dejando un círculo de plumas manchadas alrededor de él.

Fue entonces cuando lo escuchó por primera vez, el sonido más hermoso que jamás había oído. Una voz aterciopelada y grave, pero sin perder aquella elegancia que desde el primer momento demostró.

Trató de abrir los ojos, hechizado por esa voz tan dulce, quería saber quién era el dueño de aquella bella melodía. Sus cansados párpados se abrieron duras apenas esperando unos segundos para que su visión borrosa se aclarara un poco.

Lo vio.

De cuclillas en el suelo, estaba un muchacho vestido completamente de negro. Sus pantalones lisos y ajustados a sus piernas hacían juego con su saco del mismo porte, una cadena fina colgaba de uno de los bolsillos del saco, probablemente un reloj. Manos delgadas, enguantadas en tela blanca sin ninguna impureza junto con su corbata finamente doblada. Pero lo que lo dejó sin aliento fue su rostro y... Aquellos hermosos ojos cristalinos.

Cuando sus orbes se posaron en él, el ángel no pudo evitar sentir amor. En ellos podía ver el alma más pura que jamás había visto. Observó cómo sus labios se abrían y cerraban rápidamente, y como sus ojos turquesa demostraban una preocupación. Pero él ya no escuchaba nada, solo podía verlo y admirar su belleza.

Se desmayó.

Lo último que vio fueron aquellas lagunas cristalizadas que le hacían sentir ahogarse.

-x-o-x-

¿Sigues con esa obsesión tuya por aquellos sucios seres terrenales?— Siseó un muchacho alto de hermosas alas blancas y cabello dividido en una parte castaña y otra oscura, su ceño notoriamente fruncido y sus labios apretados con dureza. — ¿Qué acaso no entiendes?— Escupía las palabras como si de veneno se tratase, su mirada estaba fijada en el chico que tenía enfrente.

Yo no tengo ninguna obsesión. — Respondió fríamente el muchacho, sus ojos grises impasibles y su mirada no denotaba expresión alguna. Su cabello negro contrastaba con su blanca piel, casi tan blanca como sus alas extendidas.

¡Pasas la mitad de tu tiempo observándolos como si fueran la gran maravilla del universo!— Apretó los puños con enojo al ver como el otro ni se inmutaba en hacerle caso.

Jean, es suficiente. — Murmuró un hombre alto y rubio que estaba a lado del chico de ojos grises.

Irvin tiene razón, ya es suficiente. Mejor vayámonos. — Un pequeño chico rubio de ojos azules jaló del brazo de Jean, su mirada gacha daba a notar el nerviosismo que tenía.

No siempre estará Irvin para protegerte, Rivaille. Vámonos, Armin. — Dio un último vistazo de desprecio para luego darse media vuelta e irse.

Lo siento mucho...— Armin los miró suplicante, para después ir tras Jean.

Rivaille observó como aquellas personas se iban hasta desaparecer de su campo de visión. Soltó un 'Hmph' y se dio la media vuelta, caminando con irritación.

¡Rivaille, espera!— Irvin corrió detrás de él hasta alcanzarlo y así quedar a su lado.

¿Qué quieres, Irvin?— No se sentía en el modo de seguir hablando de temas que ni el mismo entendía del todo. —Estoy cansado. —

Irvin lo miró seriamente, entendía que estuviera susceptible debido a la confrontación de hace unos momentos pero debía hacerle entender ciertas cosas. —No prestes atención a lo que Jean dice. —

Como si me importara lo que ese idiota piense, si es que su diminuto cerebro puede hacer algo tan complejo como eso. —

Irvin sonrió de medio lado, ese era el Rivaille que conocía, pero aun así seguía preocupado. No es porque le diera la razón a Jean, el problema es que la tenía. —Lo mejor será volver al aposento, se hace tarde. A nuestro señor no le gusta que los mensajeros estén revoleteando a estas horas. —

Ve tú, iré en un momento. — Rivaille lo cortó sin más, apresurando su paso hasta dejarlo solo.

El mayor lo vio irse y algo en su pecho se contrajo. Sabía a donde iba. Siempre iba ahí. Todos los días sin falta, como si fuera una especie de ritual. Su labio inferior tembló levemente ante ese pensamiento, Rivaille sabía los sentimientos que le profesaba sin embargo a este parecía no importarle en lo más mínimo, y el solo hecho de saber que algo que no era digno de ellos llamara más su atención, era repugnante.

Rivaille llegó a la punta del suelo, bueno, no era exactamente un suelo, era más bien una porción de nube que servía a los ángeles para habitar. Se sentó al borde, con sus pies colgando a la deriva. Era cierto que tenía curiosidad hacia el mundo terrenal, pero él no lo consideraba una obsesión. Su curiosidad era con la vida humana, pero su obsesión era con una persona.

La primera vez que lo vio fue una noche, el cielo estaba despejado sin ninguna estrella en él, y la luna resplandecía como si estuviera a punto de devorarlo. Sus ojos inexpresivos veían como siempre al mundo que se encontraba debajo de él, a pesar de tener la misma vista, las veces que se sentaba a observar no dejaba de maravillarlo. Era interesante ver como aquellas personas interactuaban entre sí, las cosas que forjaban y las ropas que vestían. Estaba a punto de irse cuando notó como un carruaje se detenía frente a una de las múltiples tiendas que ahí había. Era normal ver ese tipo de transporte, lo que le llamó la atención fue la forma del modelo, era completamente negro con bordes gruesos. Era elegante y sombrío, perfecto para alguien que estaba de luto. No le prestó mucha atención.

Hasta que vio como la puerta se abría.

Y una persona salió del vehículo.

Se quedó sin aliento al ver a la criatura más hermosa, en su opinión, que jamás había visto. Inmediatamente se acercó al borde de la nube, inclinándose para tratar de verlo mejor. Era cierto que estaban a una distancia inimaginable, pero ellos poseían una vista periférica para estar más al tanto de lo que pasaba en la tierra, después de todo ellos estaban en la jerarquía de ángeles mensajeros y ese era su deber informar al Señor todo lo que ocurría con sus tan singulares creaciones.

Sus ojos lo siguieron en cada movimiento que hacía, desde como cerró la puerta del carruaje hasta cuando comenzó a caminar entre las calles atestadas de gente. Su rostro era fino, demasiado para ser un hombre, su porte elegante y estético lo hechizaba a cada paso, pero lo más hermoso probablemente, eran sus orbes turquesas profundos, tan profundos como luna.

Fue entonces que cada noche, a la misma hora, iba a sentarse al borde del precipicio al que llamaba —Hogar—, y se dedicaba a verlo en silencio. Su mirada siempre inexpresiva parecía suavizarse cada vez que lo veía e inclusive esbozaba en ciertas ocasiones una pequeña sonrisa.

Era irremediable.

Se había enamorado.

Pasaba unos minutos viéndolo.

Y miles de horas pensando en él.

De todas las personas.

Tuvo que ser aquel chico.

Con ojos transparentes.

Dolorosamente inalcanzable.

Como si no fuera real.

Rivaille sabía que Irvin no estaba de acuerdo en esto, pero él era la única persona que no lo trataba diferente por su extraño gusto por los humanos. O al menos eso creía, hasta que este le declaró lo que sentía. Un cariño más allá de la amistad. Algo que él no podía corresponderle, mucho menos ahora.

Que solo veía a una persona.

La última vez que fue, no estaba solo. Tres personas se encontraban en el lugar donde él se dedicaba a observarlo. No pudo distinguirlos bien hasta que se acercó.

Mala decisión.

¿Ven? Les dije que vendría. — Esa voz.

Jean. — Murmuró fríamente, si se trataba de él entonces no significaba nada bueno.

¿Qué pasa, Rivaille? ¿Dónde está tu sombra?— Preguntó con burla, obviamente se refería a Irvin.

¿Qué es lo que quieres?— Estaba comenzando a hartarse, y más cuando deberían de estar viendo a la persona que hace que su cuerpo se estremezca.

Te había dicho que Irvin no iba a estar siempre protegiéndote. — En el momento en que Jean comenzó a caminar hacia él, lo mismo hicieron aquellas dos personas que lo acompañaban, probablemente del séquito de idiotas a los que Jean llamaba —Amigos—.

Un minuto.

Fue todo lo que tuvo para darse cuenta de lo que pasaba.

Sintió como sus brazos eran aprisionados desde atrás, quitándole toda la movilidad. Después de eso todo se volvió en un dolor intenso. Un golpe al estómago lo dejó sin aire. Jean lo tomó fuertemente del cabello y estampó su rostro con un rodillazo, haciendo que su labio se partiera en dos. Pronto comenzó a escupir sangre y la cabeza le daba vueltas.

Pero Jean no se detendría ahí, siguió golpeándolo como si se tratase de una muñeca de trapo. Esparció puñetazos y arañazos por todo su cuerpo, hasta que finalmente cesó.

Reiner, Berthold. Háganlo. — Ordenó, con su voz cargada de malicia pura y un brillo sádico en sus ojos.

¿Hacer qu-...— Rivaille no pudo terminar de hablar al sentir como sus alas eran estiradas de una manera brutal, los músculos se desgarraban más en cada tirón.

Sus gritos fueron de esperarse, pero ninguna lágrima rodó por su rostro. No les daría el lujo de verlo llorar. Mordió fuertemente su labio hasta el grado de hacerlo sangrar aún más. Cada uno de esos idiotas apretaba y jalaba sus alas. Estuvieron así por una hora, lo que para Rivaille pareció una eternidad. En el último jalón, Reiner lo tomó y lo empujó, haciendo que cayera de bruces al suelo.

¿Dónde quedó el mocoso de apariencia frívola, ah?— Jean se arrodilló de lado y lo jaló del cabello, haciendo que lo viera a los ojos.

Rivaille se limitó a mirarle con odio, abrió la boca y le escupió en la cara. Saliva mezclada con sangre manchó el rostro de Jean, el cual más allá de la ira lo tomó del cuello de su camisa y lo obligó a ponerse de pie. Lo tomó fuertemente de su hombro y le propinó un puñetazo en la cara con toda su fuerza.

Dos segundos.

No se dieron cuenta de lo peligrosamente cerca que estaban del borde de la nube.

Las alas de Rivaille se encontraban desgarradas e inútiles.

Resbaló.

Inconsciente por el dolor que nublaba su mente.

Lo último que escuchó fueron los gritos desesperados de los ángeles.

Malditos cobardes.

Fue lo que pensó antes de perderlos de su campo de visión. Estaba cayendo y por si fuera poco, no le importaba. El dolor en todo su cuerpo se esparció como un veneno, mortífero y eficaz. Lo único que le quedaba era esperar. Esperar al impacto, esperar a que al menos esa caída pudiera matarlo de una vez por todas.

Cayó por varios minutos, horas de ser posible.

Hasta que llegó.

Sintió su cuerpo contraerse ante el estrepitoso golpe. Un sonido seco se escuchó y al siguiente momento se encontraba inerte sobre el polvoso suelo. No se hubiera sorprendido si sus huesos estuvieran quebrados y su piel desgarrada. Al ser un ángel podría decirse que era menos vulnerable ante el daño físico, ser una criatura divina y no terrenal tenía sus ventajas. Pero eso no lo hacía impune del daño psicológico.

Así fue como lo conoció.

La persona que no lo dejaba dormir.

Aquél que solo tocaba en sueños.

-x-o-x-

Lentamente comenzó a recuperar la conciencia. Sus ojos tardaron un poco en acostumbrarse a la luz. Se dio cuenta de que el dolor ahora no era más que una molestia, al parecer estaba acostado en lo que suponía, era un sofá. Trató de sentarse pero un dolor punzante en su abdomen hizo que se detuviera al instante.

— ¡Oye, oye! No hagas eso, aun estás muy lastimado. — Una voz preocupada se acercó a él, con vendajes en sus manos.

El corazón se Rivaille pareció detenerse por un segundo, giró su rostro solo para encontrar a un muchacho de rodillas junto a él. Alrededor había varios vendajes y gasas ensangrentadas, había estado cambiando sus vendajes cada determinado tiempo. Sus ojos examinaron el rostro del chico que lo había salvado, y del cual había estado enamorado por tanto tiempo. Sus labios curvados y un tanto tensos, pero viéndose tan suaves como si estuvieran hechos de seda, rosados y carnosos. Sus pómulos definidos y sus hermosos ojos cristalizados. Todo encajaba perfecto.

Todo él era perfecto.

— ¿P-Puedes escucharme...?— Una suave voz lo sacó de sus pensamientos, al parecer al fin se había dado cuenta de que le estaban llamando.

—Si...Si puedo. — Un susurro casi inaudible escapó de sus labios, sin dejar de verlo a los ojos, embelesado.

El chico soltó un suspiro aliviado. —Qué bueno, cuando te encontré estabas en muy mal estado, pero afortunadamente tus heridas no eran tan profundas. Lo más probable es que el dolor te hubiera causado la mayor parte del problema.— Recogió las vendas alrededor del sofá y se levantó, dirigiéndose al bote de basura.

— ¿Cuál es tu nombre?— Rivaille preguntó firmemente, sin quitarle la vista de encima.

— ¿Ah?— La pregunta lo tomó desprevenido, pero luego sonrió, volviendo junto a él. —Mi nombre es Eren. Jaeger Eren. — Acercó su mano al rostro de Rivaille, tocando la gasa que tenía en su mejilla y comenzando a desprenderla para poder observar debajo. —Al parecer ya está comenzando a cerrarse. —

El contacto repentino hizo que Rivaille tensara su cuerpo y se echara hacia atrás, con el rostro un poco abochornado.

— ¡P-Perdón! ¡¿Te lastimé?!— Eren alejó rápidamente su mano de aquel lugar, con miedo de haberle causa algún daño.

—No es eso, es solo que me sorprendió...Pero no me molesta. — Admitió el ángel, retomando su posición inicial. —Muchas gracias por haberme recogido. — Su mirada seguía igual de inexpresiva que siempre, pero se podría apreciar un claro brillo en sus ojos y como el tono de su voz era suave.

—No tienes que agradecer, no podía dejarte ahí. — Sonrió ampliamente. Aquella sonrisa que Rivaille grabó en su mente.

Se sentía tan cálido por dentro.

Como si todo el dolor se hubiera ido.

No podía dejar de verlo.

Absorto en sus propios pensamientos.

El tiempo se había detenido para él.

Y nada más existía.

Eren.

Repitió su nombre dentro de su mente. Una y otra, y otra vez.

Tal vez, que Jean lo hubiera arrojado del Reino Divino no había sido tan malo.

O al menos eso pensaba.


Este fue el primer capitulo, espero les haya gustado o algo :U Perdón por las faltas de ortografía :

Quiero aclarar unos puntitos o3o~

*En esta historia los ángeles pueden desaparecer y aparecer sus alas a voluntad, es por eso que Eren no se asustó al ver que Rivaille no es "humano".

*Los ángeles no distinguen género, es por eso que Irvin puede desarrollar sentimientos hacia Rivaille y Rivaille hacia Eren. Pero consideran tabu hablar de los humanos.

*Se supone que los ángeles aman a los humanos y los cuidan, pero aquí es todo lo contrario. Los ángeles mensajeros como Rivaille se dedican a vigilarlos de lejos y comentar todo al Señor [Dios]. Pero la gran mayoría detestan a los humanos, ya que los consideran criaturas sucias y bajas. Solamente los vigilan por orden del Señor, no por cuenta propia.

Si les gustó no olviden dejar un review, se aceptan comentarios, críticas, dudas y demás. 3

Hasta el próximo cap. ~