Recuerdo que era una mañana de verano. Sí, me acuerdo porque era el día de mi cumpleaños y mi madre no dejaba de decir que iba a ser el cumpleaños más caluroso de la historia, porque se iba a derretir hasta el fuego de las velas de mi tarta. Aquello no tenía mucho sentido, porque nunca celebraba mi cumpleaños ni hacíamos o comprábamos una tarta.
Fue el más extraño de toda mi vida. Porque ni me desperté en mi cama, ni en mi habitación, ni en mi casa, ni en mi ciudad, ni en mi país, ni en mi continente, ni en mi mundo, ni en mi dimensión.
Los rayos del sol se colaban por la ventana y se clavaban directamente en mis ojos, así que aparté la cara y me los froté.
Miré a mi alrededor y fue un milagro que no sufriese un infarto o algo parecido. Las cosas no eran extrañas, todo era como si estuviese en un universo paralelo.
Una mujer alta y robusta se alzaba ante mí.
-¿Ya te has despertado?- preguntó. Me quedé mirándola unos segundos sin responder. Entonces me di cuenta de que estaba completamente desnuda.
-Kya~! ¿Dónde… dónde está mi ropa?
-Eso me gustaría saber a mí…-respondió ella-. Apareciste así en el muelle a las cuatro de la mañana. Agradece que te haya encontrado yo y no los pescadores. La mayoría son unos pervertidos, ¿sabes? No creo que a ninguno se le hubiera ocurrido traerte al pueblo…
Continuó hablando mientras yo miraba la habitación con todo detalle.
Hoy… es mi cumpleaños… es… pensé. Pero aquél no parecía mi mundo, ni siquiera mi época.
-Disculpe…
-Nora. Puedes llamarme Nora, cariño.
-Nora… ¿qué día es hoy? Más bien… ¿en qué época estamos?
Me miró como si tuviera tres ojos y luego estalló en una carcajada.
-Veo que no recuerdas nada. Debes de haberte dado un golpe en la cabeza, o algo así. Voy a buscarte algo de ropa.
Dicho esto, desaparece por el pasillo.
-Seguramente hayas naufragado.-le oigo desde otra habitación.- Hay muchos naufragios en la Era Pirata, ¿sabes?
Me da un vuelco al corazón.
-¿Qué? ¿La Era Pirata? ¿A qué te refieres?
Mi voz suena quebrada y nerviosa.
Nora vuelve a la habitación con un cesto lleno de ropa y se pone a rebuscar.
-Vaya… tal vez deba llevarte a un médico, pequeña. ¿Recuerdas algo? ¿Venías en un barco, eras pescadora o algo así? Porque hueles bastante a pescado… tal vez sea porque has llegado por el mar… así, desnuda… como Dios te trajo al mundo… pobre muchacha.
Me di cuenta de que Nora era bastante habladora, pero aquello no me molestaba en absoluto. Es más, agradecía muchísimo su preocupación. No sabía qué habría hecho si hubiera acabado en manos de otra persona.
Mientras me vestía, ella seguía hablando.
-Escucha, pequeña. Tengo que decirte una cosa. No menciones absolutamente nada sobre el One Piece, no digas que lo buscas ni preguntes nada. Es peligroso que la gente piense que eres pirata porque pueden echarte.
-El… ¿One Piece?
No podía creer lo que estaba oyendo. Debía estar en un sueño. El One Piece era ficticio, no podía ser real. Era una historia que me encantaba pero muy a mi pesar no era real.
-Cierto.-dijo Nora.- No recuerdas nada. Bueno, pues mejor así. ¿Alguna otra pregunta, Eri?
Me quedé mirándola mientras sonreía.
-Sí… ¿cómo sabes mi nombre?
Su rostro sonriente se tornó en una expresión algo asustada. Como si hubiera preguntado algo que no debería.
El silencio se rompió cuando una mujer entró en la casa de repente y dijo:
-¡Piratas! ¡Hay un pirata en la aldea! ¡De prisa, al templo! ¡Debemos escondernos! ¡Vamos!
Cuando cerró la puerta de golpe miré hacia Nora. Pero ella ya no estaba allí.
-¿Nora?-grité. La busqué por todas las habitaciones, pero no estaba. Pensé que ya habría salido sin que yo me diera cuenta.
Ni siquiera me calcé, salí con aquel sencillo vestido y seguí la dirección en la que iba todo el mundo.
Había una niña llorando en medio de aquel ajetreo, y unos campesinos muy bestias la tiraron al suelo. Me abrí paso como pude para acudir a ayudarla, pero unos brazos salieron desde detrás de una casa y la metieron detrás. Después, una sombra salió de allí detrás con la niña en brazos. Corría tan rápido que apenas era capaz de seguirla. Iba en dirección al templo. La dejó en la puerta y se marchó. Vi a la niña entrar allí mientras la otra persona se alejaba. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso quería morir?
Un cura estaba en la puerta, aguantándola para que estuviese abierta, gritando "¡vamos, vamos, vamos!" y dejando pasar a todo el mundo.
Sé que si fuese una heroína seguiría a aquella sombra en busca de la aventura, pero lo cierto es que soy una miedica que teme a todo. Así que seguí a los demás. Cuando había pasado por la puerta, el cura me agarró del brazo bruscamente.
-¿Quién eres tú?- me preguntó.
-Yo… vivo con Nora, he llegado hoy, soy… su sobrina política, ¿ella ya entrado ya?
-¿Nora?-preguntó el cura.- ¡Aquí no hay ninguna Nora! ¡Márchate de aquí, eres una aliada de los piratas!
Dicho esto, me tiró al suelo con brusquedad. Una mujer me pisó la mano y un hombre me dio una patada sin querer al pasar corriendo. No sabía qué hacer. Me estaba entrando el pánico, así que me escondí detrás de una de las casas. Todos pensaban que era una aliada de los piratas, y Nora me había dicho que eso no era bueno. Nora… ¿dónde se habría metido?
Estaba detrás de la casa, mirando de reojo las calles. Los Marines habían llegado.
Ahora sabía dónde estaba. No tenía claro si era un sueño o era real, pero sabía perfectamente dónde estaba. Estaba en la Era Pirata, donde los piratas del mundo entero buscan el One Piece.
Los Marines iban entrando por las casas para buscar a aquel pirata. Tenía que hacer algo o pensarían que era yo.
Me di la vuelta y casi se me sale el corazón. A mi lado había una persona. Y no una persona cualquiera.
Aquel pelo negro cubierto por un sombrero naranja tipo Oeste, aquella espalda desnuda con la marca de Barbablanca, aquellas bermudas marrones y esas botas enormes.
Portgas D. Ace.
Se me escapó un grito ahogado y él se dio la vuelta de golpe.
-¡Mierda!-murmuró, y se sacó rápidamente un cuchillo del pantalón. Me lo colocó en el cuello y yo iba a gritar, pero él me tapó la boca.
Lo miré y él echó un vistazo hacia donde estaban los Marines. Luego me volvió a mirar y suspiró aliviado. Fue como si se hubiese dado cuenta de que era una amiga suya de toda la vida. Me quitó el cuchillo del cuello y me dijo:
-Tú no eres de aquí, ¿verdad?
Sonrió y me quedé bastante confusa. Negué despacio con la cabeza y él me cogió de la mano.
-Ven por aquí.-me dijo.
No sabía adónde me llevaba ni lo que iba a pasar. Sabía que él era una buena persona, pero tal vez el verdadero mundo de la Era Pirata no era como las historias contaban.
Me llevó a los adentros de un bosque.
-¿Eres Eri?
Me quedé muy sorprendida.
-Sí. Bueno, así me llaman algunos amigos, pero… espera, ¿cómo lo sabes? ¿Por qué estás aquí?
Él seguía muy sonriente.
-No, espera, ¿por qué YO estoy aquí?
-Ya sé que estás algo confusa, pero no te preocupes. Yo… bueno, he venido aquí porque estoy buscando a un… viejo amigo.
Sentí un deja vu. Sabía que Ace buscaba a alguien. A alguien malo. Pero era extraño. No recordaba nada. Ni el pasado, ni el presente. Solo recordaba los personajes de la Era Pirata.
Estaba muy asustada.
-Ace… yo sé quién eres…
-¿Ah, sí?-dijo, sonriente de nuevo.- Me hace ilusión. Es decir, sabía que conocías la Era pirata, pero… no sabía que recordarías mi nombre.
-A ver, espera… ¿puedes explicarme lo que está pasando?
-Estás roja como un tomate.-dijo él. Era cierto. No sabía por qué, pero notaba que las mejillas me ardían.
-Ace…
-Está bien, está bien. Bueno… está claro que aquí no está mi querido Barbanegra. En fin, vayamos a buscarle a otra isla.
-¿Vayamos?
-Claro. ¿Prefieres quedarte aquí sola?
En ese momento oímos las lejanas voces de los marines acercándose. Miré a Ace.
-No…
No había terminado de hablar cuando me cogió de la mano y echó a correr entre los árboles a toda velocidad. Llegamos al muelle y vi el barco de los Marines y una pequeña barca al lado.
-Tenemos que ir los dos… ¿en eso?
-¿No te parece lo bastante grande?-dijo él.
-¿Grande? ¡Pero si en esa barquita apenas quepo yo!-dije, y se me escapó una risita.
Él me miró serio sin parar de correr.
-Nadie dijo que fuéramos a navegar en mi barquita.
Me soltó la mano y aumentó la velocidad, mientras yo le seguía lo más rápido que podía.
Los marines que estaban en el barco empezaron a gritar y a coger sus armas. Mientras le disparaban, las balas atravesaban a Ace como si nada, haciendo en su cuerpo pequeñas llamas de fuego que se consumían. De un salto, él subió al barco y empezó a atacar con fuego, arrasándolo todo.
Algunos corrían, otros saltaban al mar. El caso es que el barco quedó libre.
Desde arriba, Ace me miró.
Yo sabía que él tenía aquellos poderes así que no estaba confusa, pero sí muy emocionada aunque no sabía por qué.
Los dos nos sonreíamos como si fuésemos cómplices, aunque hubiese hecho él todo el trabajo sucio.
Sentí unos pasos corriendo detrás de mí. Eran los marines.
Cogieron sus rifles y apuntaron hacia mí.
Era el final. No quería morir así. Siempre había soñado con estar en ese lugar. Acababa de conocer a Portgas D. Ace. No quería despertarme ya.
Cerré los ojos y no paré de correr, como si aquello fuera a salvarme de las balas.
Cuando los abrí, Ace no estaba en el barco. Estaba detrás de mí, luchando con los Marines. Me paré un momento.
-¡Ace!
-¡Sigue, sigue corriendo!-dijo. Me sonrió despreocupado. Parecía que incluso se lo estaba pasando bien. Seguí corriendo hacia el barco. Sabía que Ace podía con todos ellos, pero estaba preocupada.
Mi preocupación no tenía sentido alguno, pues pudo con ellos en dos segundos y enseguida me alcanzó. Me cogió de la mano y me subió a su caballito. Subió al barco por una cuerda a la velocidad de la luz y me dejó bajar, diciendo:
-¡Alehop!
Luego, son parar de sonreír, corrió a desatar el barco del muelle.
Cuando zarpamos, Ace ondeó la mano hacia los marines y comenzó a lanzarles besos, partiéndose de risa mientras ellos lo maldecían.
