"Puedes tratar de escaparte, negarlo e incluso cegarte ante él, pero si el amor llega a sentarse a tu lado y fastidiarte la existencia, no hay nada que puedas hacer al respecto". UN EDWARD huraño que actúa sin pensar. UNA BELLA abierta que sólo piensa y no actúa. AMBOS tienen problemas pero deciden luchar. Sus distintas formas de lidiar con la vida colisionan.


¡Bienvenidos de vuelta! Estoy muy entusiasmada de compartir este capítulo adicional con ustedes :D Sólo sepan que a nivel de tiempo está ubicado después del epílogo. Gracias a Julie por su ayuda como Beta, ¡un gusto trabajar contigo querida!

PD: Si te gusta esta historia, no olvides buscar más en mi perfil. "Amor o Algo Así" cumple los requisitos para los FFAD Awards y sería un honor ser nominada y votada este año :$

¡En Fin! Tengo muchas ganas de saber sus opiniones. Nos leemos más abajo.

¡Enjoy!


OUTTAKE - UN DÍA EN MI VIDA

EPOV

6:15 a. m.

—No quiero ir a trabajar —gruñó ella, acostada a mi lado.

—No lo hagas —murmuré de vuelta.

—En serio, en serio no quiero ir a trabajar.

—En serio, en serio no lo hagas.

Sentí como sus manos apretaron y jalaron con fuerza las sábanas que nos cubrían y la fría brisa impactó contra mi pecho y erizó mis vellos.

—¿Cómo se te ocurre que no voy a ir trabajar? Tengo niños esperándome.

Mantuve mis ojos cerrados y no moví ni un músculo. Demás está decir que no era la primera vez que Bella despertaba con un arranque temperamental, la verdad es que las mañanas nunca han sido su parte favorita del día (la mía tampoco; pero a mí no me daba por arremeter contra otros... al menos no mucho). Por fortuna, había descubierto que el silencio funcionaba como magia; unos segundos después, sentí el peso de su cuerpo sobre mi y sus labios dejando un camino de besos por mi cuello. Esa fue mi señal para despertar, tomé su rostro entre mis manos y le di un sonoro beso en la mejilla.

Como la mayoría de las mañanas en las que Bella despertaba en mi casa, hicimos nuestro ritual de ducha y desayuno. No tenía que llegar a la oficina hasta las 8 y papá pasaría por mí; así que tenía tiempo. Cuando estaba en proceso de colocarme mi segundo calcetín, Bella salió de la ducha.

—Uhm... Edward... —titubeó.

—¿Qué?

—Tienes... tienes...

—¿Qué? —repetí, haciendo un rápido inventario mental, en caso de que me hubiese faltado algo. Después de estos años de ser invidente, me di cuenta que lo más importante era una buena rutina. Ropa interior, camisa, corbata, pantalón, medias y zapatos.

—Tienes un calcetín marrón y el otro azul —susurró levemente. Tampoco era la primera vez que eso sucedía, pero no era frecuente. Mis calcetines estaban divididos por colores (tenía que ser así para poder vestirme solo), si los colores estaban mezclados entonces era porque... — ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, Edward! ¡Discúlpame, por favor! —rogó Bella, sonando verdaderamente apenada.

Los gajes de vivir en pareja.

—Bella... —comencé, con un tono severo.

Una parte de mí se sentía muy molesto porque esto es una pequeñez en la vida de cualquier persona pero no en la mía... Cuidar de estos detalles, es lo que me permitía tener una vida relativamente normal y, por sobre todo, se relativamente independiente.

—Escucha —suspiré—, nadie morirá por el color de mis calcetines, no pasa nada... pero por favor ten cuidado.

Sin previo aviso, sentí que me envolvía en un fuerte abrazo y sus labios conectaron con los mios. Sí, definitívamente podía vivir con calcetines disparejos.

—Eres un gran hombre, Edward Cullen —musitó sobre mis labios—. Te prometo que tendré más cuidado.

Enganché mis manos a sus caderas y me di cuenta que seguía desnuda y mojada por la ducha que acababa de tomar. Mis manos inmediatamente comenzaron su exploración, como si tuviesen vida propia; la línea de su costado, la curva de su trasero.

—Voy a llegar tarde a mi trabajo —señaló en lo que sonó como un jadeo.

—Creo que sí —concordé, mientras mi mano derecha acariciaba la piel de su abdomen.

Sus labios volvieron a encontrar los míos en un beso más hambriento y el sabor a menta en su lengua, me tentaba más y más, logrando que mi cuerpo reaccionara con firmeza ante ella. Cuando sentí que sus dedos comenzaban a abrir los botones de mi camisa y a adentrarse bajo ella, moví mi mano hasta el valle entre sus piernas y me dediqué a tocarla hacia arriba y hacia abajo, luego de un lado a otro, hasta que escuché pequeños gemidos escapando de su boca y mis dedos se humedecieron.

Suavemente tomé su muslo derecho y lo levanté hacia un lado, dejando su pie firmemente apoyado donde sabía que había una silla. Bella rápidamente desató mi cinturón y bajó mi ropa interior lo necesario. Antes de que ella pudiese hacer algo más, entrelacé mis dedos con los suyos y me posicioné en su entrada para luego abrirme paso lentamente dentro de ella. Con un ritmo pausado y sensual comenzamos nuestra danza, mi mano derecha sosteniendo su pierna sobre la silla y mi izquierda recorriendo su piel, el pliegue de su ombligo, la redondez de sus senos, la curva de su cuello y finalmente su rostro. Cada vez que nos uníamos de esa forma, tenía una necesidad de sentir su rostro, su expresión, todo.

Supe que su momento estaba cerca, cuando su cuerpo comenzó a arquearse hacia mí para buscar la presión que tanto deseaba, sobre su punto favorito y, con el mayor gusto, aceleré mi ritmo hasta que la sentí estremecerse y mi cuerpo cedió junto al de ella.

—Creo que este es el mejor motivo para llegar tarde al trabajo —suspiró Bella sobre mi cuello.

Yo no podía estar más de acuerdo.

Después de eso, terminé de alistarme y fui a la cocina a preparar dos ricos desayunos... de cereal con leche. Mientras comía, podía escuchar a Bella caminando de un lugar a otro hasta que finalmente, se sentó a mi lado.

—¡Tengo que irme! —exclamó enérgicamente, mientras comía o tal vez, aspiraba su cereal.

Lo siguiente que sentí fue un beso suyo en mi mejilla y el sonido de la puerta principal siendo cerrada tras ella.

A pesar de mi bien estructurada rutina, mis días ciertamente habían dejado de ser monótonos.

Escuché tres toques en la puerta y después la voz de mi papá llamándome. Tomé mis cosas y Chester de inmediato estuvo a mis pies, frotando su cabeza contra mi rodilla.

—Hoy no vas conmigo, amigo. Nos vemos más tarde.

Sus tristes aullidos no tardaron en escucharse, mientras sus patas se interponían en mi camino.

—Sí, ya sé que quieres ir, pero te pasaré más tarde. Tranquilo.

Di tres golpesitos sobre su cabeza para que me permitiera pasar, tomé mi bastón y salí a encontrarme con mi padre. El trayecto a la oficina estuvo tranquilo. Era apenas la tercera vez que mi padre y yo estábamos juntos en un auto después de mi accidente.

—Disculpa la tardanza —dijo él—, estaba con Esme.

—¡Oh! —No pude evitar exclamar. Decir que las cosas entre mis padres eran extrañas, era un eufemismo. Nunca comentaban nada de su relación y nunca los habíamos visto teniendo ningún tipo de contacto físico pero todos podíamos percibir que había... algo—. ¿Y cómo van las cosas entre tú y ma...?

—Edward —interrumpió Carlisle en tono severo—, ni se te ocurra.

Sonreí y decidí dejar las cosas así... por el momento.

Cuando llegamos a la oficina, estuve ahogado en un mar de llamadas. Debido a mi incapacidad para ver, era yo quien manejaba a la mayoría de los clientes, en lugar de mi padre.

1:02 p. m.

En algún momento del día, llegó a mi oficina una de las pocas personas en mi vida que, aún tenía la costumbre de llegar sin avisar.

—¡Buenas tardes, hermano! ¿Cómo estás hoy?

—Emmett —sonreí— ¿Hay algún favor que pueda hacer por ti?

—¿De qué hablas? —cuestionó, fingiendo sorpresa.

—Bueno, me preguntaste cómo estoy; así que en definitiva, sé que algo sucede.

—¡Edward! ¿Cómo crees que...? Ok, está bien, quiero hablar contigo y voy a invitarte a almorzar.

De inmediato, noté que no era una pregunta sino una declaración. Íbamos a almorzar, fin de la historia.

—¿Puedes por lo menos esperar hasta el medio día?

—Uhm... te recomiendo que hagas sonar tu reloj más a menudo.

Sin entender lo que decía, presioné el botón de mi reloj y escuché que eran la 1 de la tarde. Suspiré, desenfundé mi bastón e hicimos nuestro camino al ascensor para almorzar en el pequeño restaurante de la planta baja.

—¿Donde está tu peludo amigo? —preguntó Emmett, una vez que nos sentamos en nuestra mesa y ordenamos la comida.

—Pues lo tengo en frente; pero me gusta más llamarlo "Emmett" ¿Por qué hablas de ti en tercera persona? —bromeé con una sonrisa.

—¡Oh! ¡Ouch! ¡Mira quien hace chistes ahora! Te juro que a veces casi no te reconozco.

Rodé mis ojos tras mis lentes oscuros. El mesero coloco nuestros platos sobre la mesa y en seguida tomé mi tenedor para comenzar a devorar mi espagueti.

—Entonces ¿De qué querías hablarme? Al grano —demandé.

Emmett soltó un largo suspiro e hizo una pausa: —¿Recuerdas aquella vez que te perdiste en la calle?

Me detuve a medio bocado y mis músculos se congelaron.

¿Recordarlo? Por supuesto que lo recordaba. Fue uno de los momentos más aterradores que viví y una pesadilla recurrente por meses.

*-*-*-*-*-DFyPC-*-*-*-*-*

Era el día de mi cita con el dentista. Ya había ido un par de veces con Chester y mi madre, así que supuse que sabía muy bien cómo llegar al consultorio. Primero tenía que caminar hasta el parque al que siempre iba a algunas cuadras de mi casa, luego, en lugar de cruzar a la derecha (como lo hacía cuando iba a ver a Jessica) cruzaba a la izquierda 2 cuadras, media cuadra más hacia la derecha y allí estaba.

A las 5 de la tarde estaba saliendo de mi casa con mi bastón en mano y la correa de Chester en la otra. Llegar al parque fue muy fácil, cuando salimos de allí sentí el empujón de Chester halándome hacia la derecha.

—Esta vez no. Vamos hacia otro lado —expliqué y lo halé en sentido opuesto, pero el simplemente se resistió—. ¡Vámonos, Chester! ¡Muévete! —exigí.

Después de varios minutos, el perro finalmente cedió. Las cuadras restantes las recorrí con mucho cuidado; no eran parte de mis rutas; así que no sabía si había algun hueco en la calle, mucho tránsito o alguna otra cosa atravesada. En algún punto, Chester y yo cruzamos una cuadra y al llegar al otro lado choqué mi frente contra algo que nunca supe que era; sin embargo, sabía que era demasiado alto como para que Chester hubiese podido notarlo.

A medida que me alejaba de mi zona conocida, comencé a ponerme nervioso, por lo que apresuré el paso, mientras contaba las cuadras y los cruces. Finalmente, ya no tenía más que contar porque, teóricamente, había llegado a mi destino.

—Ok, Chester ¿Te parece familiar? Vamos, tu conoces a mi dentista, puedes entrar.

Pero Chester no hizo más que caminar alrededor de mis piernas, como si quisiera rodearme.

Toqué el botón de mi reloj y me percaté de que eran las 5:30 de la tarde; había demorado más de los 15 minutos, que me había llevado la vezpasada con Esme.

Moví mi bastón por el suelo, hasta encontrar una pared y coloqué mi mano sobre ella para explorarla. La pared del edificio de mi dentista tenía una placa grande con el nombre del lugar, pero no podía encontrar nada. A mi alrededor, podía sentir personas caminando y pasando a mi lado, risas, murmullos y el olor a basura descompuesta por días.

Me recosté en la pared y me di cuenta de que todo eso había sido un gran error, nunca debí salir solo a un lugar al que no había ido lo suficiente, como para conocer el camino. Mis manos comenzaron a ponerse frías y agucé mis sentidos lo más posible para poder decidir que hacer. El olor a basura me mareaba y de repente, me pareció que habían más personas de lo normal caminando junto a mi, como si estuviese a mitad de una calle muy concurrida.

A mis pies, Chester no dejaba de frotar su cabeza en mis piernas, no sabía si él me estaba poniendo nervioso o si yo lo estaba poniendo nervioso a él. Pero en ese momento, los dos estábamos como sintonizados. Me deslicé por la pared con cuidado y me acuclillé a su lado.

—Tranquilo, amigo. No te asustes, todo va a estar bien.

No me sentía nada cómodo con lo que tendría que hacer; no obstante, sabía que era necesario. Me levanté nuevamente.

—Disculpe —dije en voz alta, hablando a todos y a nadie en particular... o mejor dicho, a cualquiera que me escuchara— ¿Podría ayudarme?

Nadie me respondió.

—Disculpe, por favor... —alcé una mano frente a con la idea de tocar el hombro de algún distraído transeúnte, pero mi dedo quedó enganchado en una tela.

—¿Qué te pasa, idiota? ¡Aléjate! —gritó un hombre de voz grave y gutural.

Rápidamente logré desenganchar mi mano, al mismo tiempo que mi perro ladraba con fuerza y gruñía en dirección a la voz.

Sentí una brisa fría y me preocupé de que comenzara a oscurecer. Un toque más a mi reloj, me hizo saber que ya eran las 6 de la tarde.

Chester comenzó a morder mi chaqueta y halarme hacia él.

—¿Qué haces? —pregunté.

Al parecer llegué al punto de esperar a que mi perro me hablara. Cuando quise apartar su hocico, sentí mi celular en el bolsillo

¡Por supuesto! ¡Mi teléfono!

Con más entusiasmo de lo normal, saqué mi teléfono y marqué a la primera persona que pensé que podría ayudarme. Antes de que pudiese saludarme, le interrumpí:

—Estoy en la calle. Estoy perdido.

—¿QUÉ?

—Lo sé, lo sé. Iba a ir al consultorio de mi dentista. No tengo idea de donde estoy.

—¿Cómo se supone que voy a encontrarte?

Le expliqué lo mejor que pude las vueltas y cruces que había hecho desde mi salida del parque, agradeciendo internamente que no habían sido muchos.

—Esta bien, entiendo. Te buscaré ¿Estás solo? —Como si hubiese escuchado la pregunta, Chester soltó dos ladridos—. Ok, ok, voy en camino.

Pasaron veinte minutos, veinte largos e incómodos minutos, en los que mi mano no se despegó de la cabeza de Chester y en los que mi cabeza dio vueltas pensando si debí haber explicado algo más, si había alguna otra señal que pudiese dar sobre mi ubicación. Hasta que escuché un sonido glorioso... la corneta del auto de mi hermano.

—¡Edward! —Primero escuché su voz, luego la puerta del auto al abrirse y por último, sentí sus brazos envolviendo mis hombros.

Sin decir nada más, me llevó hasta su auto, empujó a Chester en el asiento trasero y luego a mí, en el asiento del copiloto (literalmente, me empujó).

El trayecto en el auto estuvo lleno de un denso silencio; pero el alivio de sentirme seguro nuevamente, era inigualable. No sabía hacia donde me llevaba Emmett, su casa, la de nuestros padres, la mía... Francamente, no tenía ganas de preguntarle. Cuando se estacionó, ninguno de los dos dijo nada, incluso Chester estaba particularmente callado.

—No vuelvas a hacer eso, Edward —declaró tranquilo, pero firmemente.

—Pensé que...

—No se trata de ti, Edward —interrumpió—. Yo sé que toda esa mierda de la autosuficiencia es importante para ti; pero tu no estás solo Edward, tienes a mamá, a papá, a mi, ahora también tienes a Bella ¿Cómo crees que alguno de nosotros se sentiría si algo te sucediera? Algo que podría evitarse, si tan solo nos llamaras.

Mi hermano hizo una breve pausa y luego continuó:

—Quizás a ti no te importe que te pase algo malo, Edward… pero a nosotros sí nos importa.

Sus palabras me impactaron más de lo que esperaba, como una flecha directa al pecho. Abrí mi boca para contestar y antes de que pudiese decir algo, sentí sus brazos rodeando mis hombros y envolviéndome en el abrazo más fuerte y sentido, que Emmett me había dado en la vida. Indudablemente, respondí de igual forma, sentí que me quitaban un peso de los hombros. Un peso que ni siquiera sabía que tenía porque sólo Dios sabe que, lo que sentí en esa calle era miedo... miedo como el que no había sentido en un tiempo.

—Perdóname —dije sobre su hombro—, perdóname.

Cuando me soltó, el aire dejó de sentirse tan tenso e incluso Chester soltó un ladrido.

—Saquemos a este animal de aquí, antes de que le provoque hacer sus necesidades sobre mis asientos —bromeó Emmett—. Ya estás en tu casa, hermano y, antes de que se te ocurra pedirme que no diga nada de lo que pasó, te advierto que ya le dije a los más importantes, lo que significa que Bella te está esperando detrás de esa puerta y mamá querrá verte mañana a primera hora.

No pude evitar soltar una carcajada porque sabía muy bien que esperar de ambas: reprimendas y, con suerte, más abrazos.

Después de bajar a Chester, me despedí de mi hermano y entré a mi casa. Apenas tuve tiempo de soltar la correa del perro y de colocar mi bastón en la mesa, cuando sentí el cuerpo de Bella chocar contra el mio y rodearme con sus brazos fuertemente.

—¡Primera y última vez que haces algo como eso, Edward Cullen! —demandó con firmeza, mientras me golpeaba y besaba al mismo tiempo.

Esa fue una experiencia que decididamente, no querría volver a repetir.

Lentamente terminé de masticar, tragué lo mejor que pude, limpié mi boca con una servilleta y esperé.

—Sé que yo no he vivido nada como eso, pero es lo único con lo que creo que puedo compararlo —divagó—. Ed... tengo tres hijos.

—¿Ahora es que te das cuenta? Ethan y Nathan tienen 2 años. Siempre supe que eras un poquito lento, Emmett, pero no imaginé que sería tanto —sonreí.

—¡Cállate! ¡Por supuesto que lo sabía! Pensé que lo difícil sería cuando los bebés estaban recién nacidos porque no nos dejarían dormir y todo eso, pero ahora... ¡Ahora hablan, caminan, comen y siguen haciendo más popó que Chester en un día de estofado!

—Está bien, Emmett, cálmate, respira profundo —repliqué, haciendo mi mejor intento por esconder mi sonrisa.

—Es difícil. Seth también está casi entrando a la adolescencia y créeme, que tampoco es algo que me emociona.

—¿Sigue con lo de ignorarte?

—¡Sí! ¡Es como si supiera que eso me disgusta!

Conociendo a Seth, probablemente lo sabía muy bien.

—Ok, esto es lo que haremos: hablaré con Seth y espero que acceda a cooperar. En cuanto a lo otro... —titubeé— supongo que Bella y yo podemos ir algunas tardes a ayudarlos con los niños, mientras tu y Rose descansan.

—¿En serio harías eso?

El pobre idiota sonaba tan ilusionado.

—Por supuesto. Pero recuerda que tienes algo más importante a favor: Rosalie. No es la primera vez que ella hace esto.

—¡Lo sé! —gruñó— Ella es genial con todos, no sé que haría sin ella, Ed. Es fantástica.

Sonreí ante el tono de alegría y admiración en sus palabras y no pude evitar identificarme con ellos. Después de calmarse un poco, el resto de nuestro almuerzo fue mucho más ligero.

5:30 p. m.

El sonido de la pelota de baloncesto rebotando contra el asfalto, era lo único que rompía nuestro silencio esa tarde; al parecer, Seth no se sentía muy hablador.

—¿Cómo te llevas con tus hermanos? —pregunté después de un rato, al pasar la pelota de mi mano izquierda a mi derecha.

—¡Horrible! —respondió de inmediato— Ahora les da por meter cosas en la nevera. Si quiero usar la mayonesa, tengo que buscarla en su caja de juguetes porque la nevera está llena de sonajeros.

Solté una larga carcajada y lancé la pelota en dirección al aro para después, escuchar el característico sonido de una canasta.

—¡No es gracioso! —exclamó Seth, pero podía escuchar la sonrisa en su voz.

—¡Hey! Agradece que deciden hacer eso con la nevera y no con el inodoro.

Después de eso, Seth no pudo resistir más y me acompañó en las risas. La pelota comenzó a resonar nuevamente contra el asfalto, pero esa vez era Seth quien la manejaba.

—No sabes como es... —murmuró, casi entre dientes.

—¿Estás seguro de que no lo sé? Recuerda que yo también tengo un hermano menor. Tal vez lo conozcas, se llama Emmett; pero por los primeros 4 años de su vida, yo lo apodaba "el bobo".

Seth debió haber lanzado la pelota porque lo siguiente que oí fue un estruendoso choque contra metal. Estaba seguro de que la pelota no había atravesado el aro.

—¿Encestaste? —pregunté.

Hizo una pausa y luego respondió: —Sí.

Asentí con mi cabeza y recibí la pelota nuevamente en mis manos.

—Yo también sé lo que se siente tener que cambiar y acostumbrarte a tener un hermanito que tu nunca pediste. Fastidia mucho, ¿no crees?

—¡Sí, Exacto! —contestó de inmediato.

—Mi relación con Emmett nunca ha sido perfecta y, cuando eramos niños, fue difícil. Pero créeme que no lo cambiaría por nada.

—Sí, claro —masculló.

—Hablo en serio —reiteré. Lancé nuevamente la pelota y la escuché atravezar el aro—. No te imaginas todas las veces que me comía las galletas que guardaba mamá en la nevera o cuando usaba la computadora sin permiso... ¿sabes quien era el que siempre me cubría? —Hice una pausa porque ambos sabíamos la respuesta—: Mi hermano.

La pelota rebotó un par de veces y luego volvió a resonar contra el metal.

—¿Encestaste? —pregunté nuevamente.

—Sí —mintió.

—Ven acá —ordené—. Párate delante de mí.

Seth hizo lo que le dije y puse mis manos sobre las de él para cambiar la forma en que sostenía el balón.

—Yo entiendo cómo se sienten esas ganas de hacer todo rápido; pero si antes de lanzar te aseguras de cuidar la posición de tus manos —dije, mientras movía un poco sus dedos y elevaba su muñeca—, entonces probablemente funcione mejor. Ahora lanza.

Cuando hizo ese último lanzamiento, en lugar de escucharse el estruendo, percibí el sonido de la pelota chocando ligeramente contra el aro y cayendo suavemente.

—¡Lo hice! ¡Enceste! ¿Edward, viste eso? —gritó con emoción.

—No, Seth, pero estoy seguro de que estuvo excelente —sonreí—. Hazme un favor, ¿quieres?

—¡Por supuesto! ¡Lo que quieras!

—Dale una mano a mi hermano y trátalo bien, de vez en cuando.

El chico soltó un gruñido, pero refunfuñó: —Está bien. Todavía me caes mejor que Emmett.

—Es inevitable, ¿verdad? —reí— Pero mejor no se lo digas.

Después de unos cuantos lanzamientos más, Rosalie, Emmett y los niños fueron por nosotros para cenar juntos en su casa. Se suponía que Bella nos encontraría allá; sin embargo, me envió un extraño mensaje de texto diciendo que "no podría acompañarnos". A mitad de la cena, pude comprobar lo que Seth me había contado porque cuando tomé la mayonesa en mis manos y le di un apretón para untarle un poco a mi hamburguesa, el envase soltó un chillido y me di cuenta que no estaba sosteniendo la mayonesa, sino otro de los juguetes de Nathan.

8:30 p. m.

—Tu cama es la cama más incómoda del mundo —me quejé, reacomodando una vez más mis brazos. Ambos estábamos acostados en su pequeña cama con nuestros rostros en dirección al techo.

—Sabes que no tienes que acostarte aquí si no quieres, ¿cierto? —cuestionó ella. Casi podía imaginar su fina ceja arqueada de manera petulante.

—Mis pies están guindando fuera de la cama ¿Sabes lo incómodo que es mi pies no tengan donde apoyarse?

—Pobres pies —concordó ella, en tono condescendiente—. No puedo ni imaginar su sufrimiento. Quizás deberíamos hablar con ellos, llevarlos a terapia...

Rodé mis ojos ante su respuesta. No estaba usando mis lentes oscuros en ese momento; ya casi me había acostumbrado a no usarlos, cuando estábamos en cama solo ella y yo. Así que probablemente, haya notado mi gesto porque continuó hablando:

—Sabes que no tienes que estar aquí si no quieres, ¿cierto? —repitió. Su tono había cambiado y sonaba sincera, un simple recordatorio.

Fruncí mi ceño a la oscuridad. Creo que a veces estamos demasiado acostumbrados a hacer ciertas cosas por el simple hecho de que "tenemos que hacerlas"; no obstante, pocas veces nos detenemos a pensar ¿Realmente "tengo" que hacerlo? ¿Qué es lo verdaderamente "quiero" hacer? El hecho de que ella lo mencionara en voz alta, hizo que comenzará a reflexionar; sin embargo, después de un momento, sentí que no estaba llegando a ningún lado.

Repentinamente, sentí su brazo moverse de su posición, encima de su cabeza para bajar entre nuestros cuerpos, rozando mi piel a lo largo de su trayecto, hasta que finalmente, su mano se posó sobre la mía y entrelazó nuestros dedos, dándome un fuerte apretón.

Allí estaba mi respuesta.

No, no estaba obligado a estar allí, sabía que no "tenía" que hacerlo. La diferencia es que verdaderamente sí quería estar allí porque dentro de mí, sabía que lo que quería, era estar con ella.

Bella.

Le dí un apretón a su mano y la lleve hasta mis labios para luego dejar un suave beso sobre su piel. Me debatí entre decir o no lo que estaba pensando y recordé a mi psicóloga, insistiéndome en lo importante que era usar mis palabras... ¡Qué diablos! ¡Qué más da!

—Quiero estar contigo —murmuré contra su muñeca.

Sentí que la cama se hundía y un momento después, sentí su beso en mi cuello.

—Yo también te amo —susurró.

Tuve que esconder mi sonrisa con nuestras manos.

—¿Cómo está el cielo esta noche? —pregunté. Era parte de nuestra rutina, cada vez que estábamos acostados en su habitación, ella me describiese el cielo que podía ver a través del tragaluz en su techo.

—Hoy está bastante despejado. Creo que por fin, tenemos algo distinto al usual cielo nublado —respondió con entusiasmo. Mis dedos temblaban por subir hasta su boca y sentir la sonrisa que probablemente estaba portando—. Hay tres estrellas a la derecha que forman una línea diagonal. Mi mamá suele decir que son los tres Reyes Magos; no sé si así se llame, más creo que es un buen nombre.

Sonreí ante su mente divagante.

—¿Y la luna? —pregunté.

—Hay media luna esta noche. Siempre olvido cuál es menguante y cuál es creciente, pero las dos son igual de hermosas. Lo que sí te puedo decir, es que esta media luna está apuntando hacia la derecha.

Justo a su izquierda, hay dos estrellas con mucha distancia entre ellas y... un extraño punto que parece estar titilando con varios colores ¿Crees que es posible?

—Sí, creo que es posible —contesté de inmediato—. Sé que tomaste al menos tres daiquirís con Rose esta noche; así que creo que es totalmente posible que estés viendo puntos de colores.

Bella inmediatamente, me dio un manotazo en la pierna.

—¡Eso no tiene nada que ver! —rió.

—¿En serio? ¿Estás segura de eso?

—Acabo de recordar que Jacob me dijo que son satélites artificiales o algo así.

Rodé nuevamente los ojos; pero esta vez la sentí moverse en la cama varias veces, hasta abrazarme y pude sentir que había girado su cuerpo en dirección al mio, así que hice lo mismo para que quedáramos frente a frente.

—A veces sigues siendo un pequeño gruñón —murmuró con sus labios sobre los míos. Apenas podía distinguir los atisbos de una sonrisa.

—Los viejos hábitos son duros de matar —argumenté.

Nos quedamos unos cuantos segundos más de esa forma. Inhalando nuestros alientos, mientras nuestros labios danzabas lenta y sensualmente.

—¿Por qué no fuiste a cenar con nosotros en casa de Emmett? Tu mensaje sonaba muy misterioso —murmuré sobre sus labios.

Bella soltó un largo suspiro antes de responder.

—Le dije a mamá.

—¿En serio? —cuestioné, apartándome un poco de su rostro— ¿Quiere matarme?

—No, Edward, no quiere matarte —bufó—. Su reacción aún no es del todo clara, pero está feliz.

—Ok... creo.

—Pero tendremos que dormir en tu casa esta noche.

—¿Tenemos que hacerlo? ¡Oh, bueno! Si tu insistes, de verdad no quiero contradecirte —repliqué rápidamente, apretándola entre mis brazos.

Estaba feliz con que Bella pasara todas las noches en mi casa, y por su risa en mi oído, estaba seguro de que eso era bastante obvio para ella.

10:30 p. m.

Estábamos acostados en nuestra cama, mi cuerpo justo detrás del suyo, con mi brazo y mis piernas arropándola.

—¿Sacaste a Chester al jardín? —interrogué suavemente, cerca de su oído.

—Sí —contestó en tono ausente.

—¿En qué piensas, Bella?

Por enésima vez esa noche, soltó otro largo suspiro.

—¿Crees que nos irá bien? —preguntó, entrelazando sus dedos con los míos y apretándolos con fuerza contra su pecho.

—Sí, claro que nos irá bien.

—Pero, ¿cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar seguro? —insistió.

Deposité tres besos sobre la piel expuesta de su hombro y respondí con la mayor sinceridad posible.

—No digo que será fácil, Bella. La verdad es que tal vez, no estemos del todo listos para esto, pero no estamos solos —confirmé—. Estaremos bien.

—Espero que tengas razón. Tal vez no por nosotros, pero al menos por...

—Lo sé —afirmé. Tomé suavemente su mentón y lo giré en mi dirección para asegurarme de que viera mi rostro—. Te amo.

—Yo también te amo —replicó.

Compartimos un largo beso, interrumpido solamente por su bostezo.

—Lo siento.

—Está bien. Estoy igual.

Nos acurrucamos nuevamente y esta vez, coloqué nuestras manos unidas sobre su aún pequeña; pero definitivamente, creciente barriga.

—No puedo esperar para decirle a todos que tendremos un bebé —sonreí ampliamente sobre su hombro.

—Pronto, mi amor, pronto.

.

.


¿Qué tal?

*Alessa camina en forma nerviosa de un lado a otro*

Hay un vistazo a lo que ha pasado con Carlisle y Esme

Otro vistazo a Emmett ahora que tiene familia (si puede ser difícil tener 1 niño, ¡imagínense 3! O_o

El incidente de Edward... es algo que quise escribir desde que comencé esta historia y finalmente encontré cómo.

Y nuestra pareja favorita :$ Edward y Bella *Suspiro* aun no son perfectos pero tienen un pequeñito en camino *más suspiros*

*-*-*-*-*-DFyPC-*-*-*-*-*

Esta historia (particularmente el incidente de Edward en este capítulo) es lo más cercano que he escrito a Drama, por eso es muy importante para mí.

La única forma que tiene un escritor para crecer es conocer las opiniones de quienes lo leen.
La recompensa más grande de un escritor es saber que su historia ha sido leída.
Sea cual sea tu opinión,
¿podrías decírmela en un review aquí abajo?

Por tu tiempo,
¡Gracias!

Alessa.