Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto. Fanfiction escrito sin fines lucrativos.
Línea temporal: Universo alterno.
Nota: "Relancer" es una palabra francesa que significa "renacer".
RELANCER
Capítulo I
Si yo fuera la chica buena y elegante que a mi padre le gustaría que fuera, estoy segura de que no conduciría un Scooter Honda Vision con 108 caballos de fuerza. Vale, no es un gran vehículo, pero para moverse en una ciudad pequeña como Konoha es genial y, para la salud mental de mi padre, es el transporte de la muerte. No importa que esté teñido en un bonito color plateado aparentemente inofensivo, cualquier cosa con dos ruedas que no sea una bicicleta, a él le parece el Vehículo de Satanás. También sé que no es nada elegante limpiar salsa de tomate de mi barbilla con el dorso de mi mano, como lo hago ahora mismo, pero la culpa no es mía, las hamburguesas rebosantes de cátsup y mostaza son mi debilidad.
Limpio cualquier otro resto del alimento de mi cara con la servilleta y la hago bolita, dejándola en la mesa, lejos de mí. Doy un pequeño sorbo a mi Coca-Cola y enfoco mi vista en mi libro de Orientación Escolar; un borde de la página se ha llenado con grasa de carne. Por lo visto, hacer los deberes en el McDonald's local no es una decisión muy inteligente, pero soy habitual aquí y hay internet gratis.
Mi tarea consiste en responder un test de personalidad, así que no es mucho trabajo; el problema en sí es encontrar la fuerza de voluntad para contestar más de cincuenta preguntas del tipo: "cuando ves a un perro de la calle, ¿tu primer pensamiento es hacer algo por él?", "si necesitas dinero y tus padres no están ¿lo tomas sin preguntar?". No tengo nada en contra de los perros, pero sí contra las preguntas sobre ellos en mis estúpidos libros del colegio.
Escribo mis respuestas en una tabla que dibujé en una hoja en blanco, sorbiendo todavía mi refresco. A, b, a, c, b, d... esto es eterno. Mi atención se dispersa en la pregunta quince. Levanto mi vista del libro y la dirijo al mostrador, porque es lo que tengo en frente. Mi mirada se cruza con la de Lee, el chico que toma las órdenes y que se viste siempre con ropa entallada a su cuerpo como un leotardo, preferentemente en tonalidades verdes. Eso sí, su pelo negro luce más bonito que él mío, aunque el corte de cazo sea feísimo y deje mucho que desear. Mejor ya ni hablar de sus cejas de oruga.
Lee me sonríe abiertamente, con dientes y guiño de ojo incluido. Yo sonrío por educación y vuelvo la vista al cuestionario, incómoda; no me gusta que me coquetee así... ni de ninguna otra manera. Me da escalofríos. Yo pensaba, la primera vez que lo vi, que era a todas luces homosexual, pero no. Su sentido de la moda es simplemente rarito. Si yo tuviera un novio, sería más fácil despachar al chico, pero no lo tengo y tampoco lo inventaré porque vengo aquí cada cuatro días y siempre he asistido sola; si dijera que tengo un novio, lógicamente debería dejar de comer sin compañía y eso no sucederá, soy un poco nueva en la ciudad y un tanto antisocial también. Además, una mentira de ese calibre requiere ser sostenida por mucho tiempo y yo paso de esos teatros. Eso sí, tampoco sucederá que cambie de establecimiento para satisfacer mi estómago de su antojo favorito: las hamburguesas. Desde que vengo aquí, nunca me ha tocado una mala hamburguesa, unas malas papas fritas o una mala pajita para la Coca-Cola, a diferencia de la gente a mi alrededor, que siempre se queja del sabor. Yo sospecho de Lee.
Respondo una pregunta del infinito cuestionario, anoto mi respuesta en el papel, y continúo con la siguiente. Así una y otra vez, sin descansar. No quiero toparme con los ojos negros de Lee nuevamente. Cuando el ruido de una silla arrastrando se escucha justo a mi lado, ya voy en el reactivo cuarenta y nueve. Observo de reojo quién se ha sentado junto a mí (o ha robado la silla, como también puede ser probable), pero la cortina rosada que hace mi cabello suelto no me deja ver con claridad.
Como no he podido mirar al desconocido, finjo que no me importa el hecho de que alguien se haya sentado a mi lado a pesar de que hay alrededor unas cuatro mesas disponibles y continúo en lo mío. No logro terminar de leer la pregunta siguiente porque la voz de un chico, me llama.
—Hola, Sakura —su tono suena fastidiado y cansado, como si hablarme fuera una gran y terrible obligación, sin embargo, hay una nota de sincera alegría en la última sílaba de mi nombre.
Frunzo el ceño. Yo no le he obligado a iniciar una conversación y no reconozco la voz de ninguna parte. Es más, ni siquiera sé por qué me habla.
—¿Hola? —digo indecisa, mirándole directamente—. ¿Te conozco? —pregunto. No evoco tampoco su cara de algún lugar, aunque no es ninguna novedad. No soy buena con los nombres, los rostros y las fechas. Revuelvo, convino y confundo todo. Si fuera un poco más torpe, sé que sería capaz de decirle 'Margot' a un hombre. Duh, patético.
El chico me mira un segundo, algo sorprendido. Supongo que esperaba que le reconociera al instante y le ha roto el ego sobremanera que no lo haga. Un hombre guapo como él, de cabello rubio, piel tostada, brillantes ojos azules, pómulos levantados, nariz recta y rostro ovalado, debe tener la autoestima por los cielos. Bueno, amigo, no siempre se obtiene lo que se quiere. A veces se tiene que perder. Como ahora. Además, tiene unas marcas en sus mejillas, como bigotes de gato. Hombre, este chico es raro.
—Estuve en el jardín de infancia contigo. ¿No me recuerdas? Soy Naruto —dice mostrando una sonrisa con todos los dientes (blancos, perfectos), pero no espera a que yo haga un asentimiento—. Solíamos jugar atrapadas juntos.
Recuerdo las atrapadas. O algo así. Yo no jugaba realmente. Siempre me escondía en el baño de niñas hasta que terminara el recreo para impedir que algún crío me capturara y me lanzara contra el barandal amarillo que actuaba como base, como si yo fuera vieja mercancía sin vender.
—También recuerdo que eras la única que sabía escribir su nombre completo. Y colorear sin salirte de la raya. La que más lloraba también.
Yo le miro confundida, aunque con un poco menos de desconfianza. La desconfianza forma parte inherente de mi personalidad. Si sabe eso de mí, algo tan remoto y que no es del tipo de información vital que te lanza un estafador para engañarte, su historia debe ser verdadera, por extraño que parezca. Aunque eso no explica que haya salido de la nada, hablándome como si esperara que me pusiera a charlar sobre lo que hacíamos o dejábamos de hacer hace diez años.
—Sí, bastante inteligente era para mi edad —rio huecamente, censurando en mi mente la parte en la que lloriqueaba, como una chica tonta flirteando con un chico sexy. Oh, cielos. Eso soy. Por lo menos en la parte de tonta porque, a decir verdad, no estoy flirteando propiamente dicho porque a) No sé flirtear y b) No quiero flirtear con él, prefiero, y me ahogo en el pensamiento, lanzarle un guiño a Lee antes que a él. Lo juro. Hay algo en su persona que me hace repelerlo. Tiene cara de problemas.
—No es bueno presumir —hay una sonrisa torcida en su rostro cuando finaliza la frase. Se ve más guapo con esa mueca. Algo así como sexy, depredador y misterioso. El tipo de chico que en la película te caería más tarde con la noticia de que es un vampiro mientras hunde los colmillos en tu cuello y te chupa hasta desangrarte.
—Si estoy orgullosa de ello no tengo por qué ocultarlo.
—Por eso es que no tienes muchos amigos —dice—. Irritas a las personas.
Abro y cierro la boca como un pez durante unos segundos. Su gesto indica que está divertido, pero yo no. Sí tengo amigos, no soy una paria de la sociedad. Estoy perfectamente indignada ahora y se lo hago saber.
—Oh, perdóneme, Señor Personalidad. Lamento no poder ser como usted, que aparece de la nada a hablarle a una chica que dice conocer del jardín de infancia, como si a la susodicha le interesara convivir con alguien que a todas luces es un extraño.
—No deberías enojarte tanto. La cara se te arruga como pasa.
—Mi cara es mía. Gracias por la preocupación.
—Ahora te has alterado. Seguro no eres Paciencia —siento el sarcasmo cargado en sus palabras y, aún con todo y eso, la diversión no llega a sus ojos. Parece que está pensando en algo que le molesta. Me cuesta creer que hace unos momentos creí que su sonrisa era verdadera. Y, aunque todavía (y muy a mi pesar), le considero sexy, sé que si sueño con él tendré horribles y atemorizantes pesadillas. Unas que involucren cuchillos y sangre. ¿Quién sostendrá el arma blanca y apuñalará a quién? No lo sé.
—Estoy alterada. Ya sabes. El bachillerato, las tareas. Esas ganas de asesinar a los profesores que te dan trabajo para hacer en casa todos los días. Idiotas que me sacan de mis casillas. Lo normal.
Si él entiende mi agresiva indirecta, no se da por aludido. Sin embargo, no tiene la oportunidad de lanzar otro comentario estúpido porque algo afuera le distrae. Enfoca su mirada a través de los cristales y sus ojos persiguen algo que yo no alcanzo a ver. Aprovecho ese momento de distracción para cerrar mi libro de las preguntas sin fin. Me guardo mi hoja de respuestas en la bolsa trasera de mis pantalones y saco las llaves de otro compartimiento al frente de mi ropa. Es momento de huir, me digo a mí misma.
—¿Te vas tan pronto? Aún no terminas tu tarea.
Le regalo una sonrisa inestable a Naruto, casi queriéndole zarandear para que entre en razón y entienda la obviedad del porqué no quiero estar con él. Le digo adiós con la mano, un gesto cortés que indudablemente él no se merece, y en seguida huyo. Lo escucho diciéndome un 'nos vemos luego' muy seguro, pero yo no quiero verlo próximamente. Ni siquiera en un futuro lejano.
Creo que soy la chica más extraña y estúpida del mundo. Una joven adolescente de dieciséis años, saludable y con hormonas alborotadas, no huye despavorida del hombre más guapo que se le ha acercado en su vida por voluntad propia, tan pronto como éste se distrae. Pero mi instinto me dijo que algo estaba mal con él desde el momento en que se puso a mi lado, y mi instinto ha funcionado correctamente un noventa por ciento de las ocasiones en las que me ha disparado su señal de alarma. Así que, con los porcentajes a mi favor, corro hacia el estacionamiento en busca de mi scooter.
Ayer, mientras limpiaba mi closet, encontré esto. Fue escrito, en su mayoría, en agosto de 2012. Y era un SasuSaku. Pero NaruSaku queda mejor, porque la personalidad del niño rubio es más abierta y fácil de manejar para lo que quiero. Miren, en realidad no. Esta es la idea original que tenía para mi otro fanfic, Prosternación, pero, joder, ese otro fic mutó de manera que quedó irreconocible, así que fácilmente puedo tener dos fanfics con una temática similar, pero con diálogos y hechos diametralmente opuestos.
Gracias por entender.
¡Besos embarrados de Nutella para todos!
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