¡Gracias por vuestros reviews! E aquí, el último capítulo. Espero que os guste y que lo hayáis disfrutado tanto como yo al escribirlo. Y, por supuesto, lamento haber tardado tanto en actualizarlo.

Como podréis comprobar no es muy... largo. Ni siquiera sólido. Aún así espero que sea de vuestro agrado.

Katekyo Hitman Reborn no me pertenece.

Capítulo 29- Te quiero.

Cuando Umeko despertó, aproximadamente a las diez de la mañana, recordó como había plantado cara a su madre y, tras pensarlo unos minutos, decretó que no le importaba. De hecho... se sentía bien. Era como si se hubiera quitado un peso de encima, y la idea de que iría a Italia la llenó de nuevo y sintió una incontenible alegría.

Con ese sentimiento en su interior, la muchacha se incorporó en la cama y buscó con la mirada la cabellera de Tsuna. No la encontró. Algo en su interior se removió y al instante se sintió ridícula, pero de todos modos se levantó y abrió la puerta de ese cuarto.

Había estado ya antes en casa del Décimo Vongola. En una situación mucho menos favorable (el pijama fue un detalle que, en el fondo, aún no le perdonaba a Reborn), así que conocía la disposición de las habitaciones principales. Así pues, con ese conocimiento en mente, bajó las escaleras y giró a su derecha, para encontrarse cara a cara con el caos.

El pequeño Lambo, como era costumbre, robaba la comida de la niña china, que a su vez trataba de hacerle ver con buenos modales lo mal que se estaba comportando. A un lado, estaba Bianchi, tomando café con tranquilidad, como si la realidad le fuera absolutamente ajena. Reborn, presidiendo la mesa, estaba leyendo el periódico.

-Buenos días.- Tsuna apareció a un lado y le dedicó una agradable sonrisa.- ¿Has dormido bien?

-Sí, gracias.- Ella bajó la suya con una sonrisa nerviosa. No sabía qué se suponía que debía decir. Era todo muy confuso, pues en su mente se repetía el beso que recibió de su parte el día antes y una explosión en su cuerpo la sacudía. Decidió concentrarse en otra cosa.

-Buenos días, mujer.- Al lado del castaño apareció Gokudera Hayato, con el entrecejo fruncido con un ligero enfado, pero conforme en el fondo con su presencia. Eso la tranquilizó.

-Buenos días.

-¿Quieres comer algo?

Se dirigieron hacia la cocina, o el caos, que resultaba ser lo mismo a fin de cuentas, y se sentó en la silla que le indicaron. Tomó una tostada con la mano temblorosa por los nervios y tras un comentario afortunado de Bianchi logró tranquilizarse. Era cierto; no era como si fuera la primera vez que estaba ahí, aunque las circumstancias fueran aquellas.

...

Estaba todo dispuesto para que su viaje a Italia fuera una de esas experiencias que se recordaban durante toda la vida. Se alojarían, como no podía ser menos, en la flamante mansión de Vongola, y pasarían varios días entre sus lujos y jardines. Irían a Venecia por asuntos de família y, mientras Tsuna atendía a los mafiosos junto a Gokduera, los acompañantes visitarían la ciudad.

Umeko no quería parecer entusiasmada, pero la idea no le producía ninguna otra sensación. Nunca había salido de Japón y el hacerlo le producía un hormigueo en el estómago que era incapaz de frenar.

-¿Estás lista?- Pregunto Bianchi, en el aeropuerto, antes de entrar en el avión. Ella sonrió y asintió con la cabeza, tomando con verguenza la mano que la pelirroja le tendió.

...

Con 27 años, Umeko se miraba en el espejo y no se reconocía. No reconocía la melena, no reconocía los pechos (que al fin le habían crecido un poco), no reconocía la casa, no reconocía a Tsuna ni a los demás y tampoco reconocía ese vestido blanco tan hermoso que llevaba puesto.

No podía creer que alguien tan enclenque como el que una vez fue llamado dame-Tsuna hubiera reunido el valor para pedirle matrimonio. No cabía la menor duda que ella iba a aceptarlo. Se había enamorado del chico hacia como unos diez años y sus sentimientos no habían hecho más que aumentar conforme pasaba tiempo a su lado.

-Umeko-san.

Se giró temblorosa hacia la puerta. Ahí, con un traje gris acorde con su pelo, estaba Gokudera Hayato mirándola con una sonrisa amable.

-¿Estás lista?

Asintió. Estaba lista pero terriblemente nerviosa. En aquella boda iban a estar las personas más influyentes del mundo de la mafia. Ya había tenido algún trato con la mayoría de ellos a lo largo de su noviazgo con el Décimo Vongola, pero aquella situación la superaba.

Al ver que Gokudera caló sus pensamientos, soltó el aire que había estado reteniendo.

-Estoy muy nerviosa.

-Claro. Te vas a casar con el Décimo. Te vas a casa con la mejor persona del mundo.- Le dedicó una última sonrisa antes de desaparecer por la puerta. Acto seguido volvió a entrar, como si estuviera olvidándose de algo.- Dentro de poco vendrá la mujer estúpida para avisarte. Hasta entonces, intenta tranquilizarte.

Y entonces se fue. Umeko Se quedó parada. No era capaz de respirar si no trataba de concentrarse en hacerlo, y eso resultaba un pequeño problema a la hora de permanecer calmada.

-¿Cómo está la novia?

Entonces abrió mucho, muchísimo los ojos. El rubio que estaba frente a ella avanzó un poco, algo cohibido por el lujo de Vongola, y cuando estubo delante de ella la abrazó con muchísima fuerza.

-Te he hechado de menos.- Dijo Umeko evitando llorar. No quería parecer un payaso frente a todas aquellas personas.- Pensaba que no te vería más.

Fudo la soltó con una sonrisa tierna.

-Me alegra ver que estás bien.

-Y yo me alegro de vertt también. No sé... no sé como pudo encontrarte Tsuna.

-Es el Décimo Vongola.- Fue toda la explicación que le dio.- Ahora tengo que irme. Estaré en la boda, viendo el momento más importante de tu vida.

-Muchas gracias.- Dijo ella, respirando hondo, y soltando a Fudo Sada.- Muchas gracias por venir.

El rubio se despidió, y justo ocho segundos más tarde apareció Haru por la puerta.

-¿Qué tal está la novia?- Preguntó.- Es hora de ir hacia el altar -desu.

-¿Vas a llevarme tú?- Preguntó algo confusa. Durante los últimos años había desarrollado una gran amistad con Haru y Lambo, pero le sorprendió que fuera ella quién la llevaría hacia el altar.

-¡Hahi! Por supuesto que no.- Señaló hacia la puerta. Aquella vez, Umeko tuvo que contener muchas más lágrimas al ver que quién la llevaría hasta el altar sería, como bien correspondía hacerlo, su padre.

-Has crecido mucho.

...

-Sí, quiero.

Umeko sonrió. Le devolvieron la pregunta.

-Sí, quiero.

Se hizo un silencio extrañamente agradable. Tsuna pudo ver de reojo a Reborn, comportándose como todo un padre y vigilando a la vez que nadie hiciera nada raro, desde su estratégica posición. Estaban Ryohei y Gokudera llorando como madalenas y estaban los demás guardianes, con una sonrisa en su rostro. Alguna más retorcida que otra.

-Puedes besar a la novia.

Tsuna apartó con delicadeza el velo que cubría el rostro de Umeko y, sonriendo, besó sus labios con la ternura y el amor que lo caracterizaban.

-Te quiero.- Susurró a su oído, cuando toda la iglesia estalló en aplausos y silvidos.

-Yo también te quiero.

FIN