Un suspiro reconfortante se escapó de sus labios cuando el paisaje cambió. Todo ese mar de edificios, humo y autos fue reemplazado por los árboles y casas coloridas de su ciudad. Desde que supo que por continuar sus estudio tendría que marchar a la capital se había puesto muy nerviosa, estaba tan acostumbrada al silencio, al poco gentío y al ritmo acompasado de su ciudad natal que cercioró sus miedos cuando puso un pie en lo que sería su nuevo hogar durante un año. Pero por fin estaba de vuelta, podía volver con una sonrisa a su departamento y hacerle una visita a sus amigas para aclarar un par de detalles...

Claro, y contarles la larga historia acerca de quién conoció en la capital y ahora era su actual novio, con quien volvía porque resultaron venir del mismo sitio.

Una risilla a su lado llamó su atención. Cuando volteó su rostro fue atrapado por las manos del moreno quien le besó en los labios.

– Te has vuelto a perder en el paisaje, Bonnibel.

– Estaba pensando en casa, no puedo creer que ya estemos aquí.

– Pero lo estamos y nos esperan unas largas vacaciones.

Marshall abrazó a la chica por la cintura y la acercó a si. Bonnibel sonrió y se removió en el abrazo hasta encontrar un hueco cómodo bajo el mentón del moreno. Los dos callaron mientras miraban por la ventana del bus.

La respiración acompasada del chico hacía mover levemente la cabeza de Bonnibel. La chica sonrió, ¿quién hubiera pensado que un viaje con una intención lejos de relacionarse con el amor se lo haya llevado justo al umbral de su casa? Aunque nunca le había preocupado mucho el no haber tenido pareja, se había preguntado más de una vez si estaría con alguien dentro de unos años, no es que le incomodase mucho el tema del solterío, y aún teniendo a Marshall como compañero de clases no supo que tenían puntos a favor para ser algo más si no luego de un buen tiempo.

– Tenía que preguntarte algo, Bon. – la voz áspera cortó los pensamientos de Bonnibel.

– ¿Hmh? – respondió, cerrando los ojos.

– Verás, sabes que nos conocemos desde hace un año ya... y déjame decirte que fueron los mejores meses que he vivido hasta ahora, me siento muy cómodo contigo...

Bonnibel abrió los ojos con un dejo de confusión y se acomodó hasta quedar frente a frente al chico para intentar leer sus expresiones. Le encontró con una mano tras la nuca y con la mirada en el suelo.

– ¿Ocurrió algo, Marshall?

– No sé cómo decirlo para que no suene... comprometedor – el chico hizo hincapié a la última palabra. – pero me preguntaba si te gustaría pasar este verano en mi casa... quiero decir...

– ¿El verano contigo? ¿Algo como vivir contigo?– preguntó Bonnibel sorprendida, sin poder resistirse ante los rodeos.

– No. No me refiero a eso, sólo que podríamos... probar, pasar un buen rato juntos estos meses, ver como nos va, nada comprometedor.

Bonnibel se quedó mirando por un largo rato a su novio, quien ya había comenzado a maldecirse interiormente por tal mala idea, pero finalmente se volteó para apoyarse nuevamente en su pecho.

"Vivir con Marshall." – Pensó. – "Bueno, no exactamente vivir, eso suena demasiado... sólo será algo para probar."

La mueca preocupada de Bonnibel lentamente se fue transformando en una sonrisa pequeña. Se estaba preocupando demasiado por un tema que ya le habían recalcado, no era serio. Suspiró por última vez y juntó sus manos en el regazo.

– Si necesitas tiempo para pensarlo...

– Veamos cómo nos va, después de todo no es algo formal, ¿no?

Marshall sonrió ampliamente y dejó caer su cabeza hacia atrás en el respaldo del asiento, mucho más tranquilo. – Sólo por el verano. – Agregó. A los segundos una risa ronca se atoró en su garganta y aunque intentó luchar contra ella, captó la atención de Bonnibel.

– ¿Marshall?

– Nada, nada, – respondió entre risas. – sólo me imaginé la cara que pondrá mi hermana cuando se entere.

– Uh, e-espera, ¿hermana? – Bonnibel se había vuelto a enderezar. En ningún momento el chico había comentado acerca de una hermana. – Pero Marshall, ¿tu hermana está viviendo contigo? Entonces cómo es que...

– No lo pienses así, Bonnibel. – intentó hablar Marshall, un poco asustado. – Mi casa es de dos pisos, la planta de abajo es donde está la cocina, el baño, esas cosas y mi habitación, es en la parte de arriba donde vive mi hermana. Incluso, ya nos habíamos puesto en un caso hipotético donde yo llevaba a alguna chica a vivir conmigo y ella no se vio afectada. Además, más se la pasa fuera de casa que conmigo, ni siquiera la sentirás.

– No era tanto por mí... es que no la quiero incomodar.

– Nada de qué preocuparte, cuando la vayas conociendo me darás la razón.


Convivencia

#1


La comodidad del sofá de la sala más la tenue luz anaranjada del sol en plena tarde, resolvían una mezcla exquisita que invitaba a cualquiera a caer dormido bajo tal agrado. En efecto, Bonnibel fue una de las primeras en el día en ser víctima. Había comenzado sentándose como cualquier persona para estudiar sus libros de química, pero poco a poco su cuerpo fue deslizándose a través del sofá y terminó irremediablemente estirada tan larga era en un sueño profundo.

¡Marceline! Escúchame por el amor de dios. – Se oyó a lo lejos.

Bonnibel se removió a duras penas en su posición y soltó unos gruñidos mientras se restregaba un ojo. Cuando estuvo lo suficientemente despierta demoró un par de segundos para situarse. Seguía en la casa de su novio y al parecer era de tarde.

– Mierda, me quedé dormida. – masculló con voz débil. Se miró el regazo donde descansaban sus lentes y dos libros de química abiertos. Los tomó y estiró el brazo para dejar todo en la mesilla.

En ese momento la puerta de entrada se abrió de golpe haciendo que la pelirosa diera un pequeño brinco sobresaltado.

– Marceline, mírame. – dijo una voz desde afuera.

– Flame, deja, por favor. Tengo hambre, ¿vale? no aguanto por tomar una taza de café... –hubo una pausa. – nos vemos mañana.

Bonnibel se impulsó hasta quedar sentada y dirigió su mirada curiosa hacia la entrada de la casa. Había oído unas voces y creyó saber de quienes eran. Cuando vio la melena negra entrar por la puerta principal sonrió satisfecha de no haber errado. Estuvo apunto de levantar un brazo y saludar a la recién llegada pero las palabras se atropellaron en sus labios cuando Marceline cerró la puerta con delicadeza y suspiró cansada.

– ¿Marceline?

La pelirosa tuvo que levantar ambas cejas cuando la chica dio un pequeño brinco. Al parecer no se había percatado de su presencia hasta ese momento. Marceline volteó con brusquedad hacia Bonnibel y se relamió los labios un tanto alterada.

– Dios, tú me sueles sacar unos sustos, Bonnie.

– Lo lamento.

La morena suspiró por segunda vez y se acercó a paso lento hacia el sofá. Se quedó parada junto a él y Bonnibel se vio obligada a hablar para romper el hielo que envolvía a la chica, estaba segura de que si no lo hacía se hubiese quedado ahí durante toda la tarde.

– Qué cara. – murmuró Bonnibel estudiando la mueca incómoda de Marceline. – ¿Ocurrió algo, verdad?

– Sólo estoy cansada, Bonnie. – Marceline rodeó el sofá y se dejó caer con hastío junto a Bonnibel, quien se acomodó para quedar mirando hacia la pelinegra. – He estado corriendo de un lado a otro, sólo es eso. – agregó con una sonrisa de medio lado mientras levantaba los hombros.

Bonnibel dejó caer la cabeza hacia un lado y cerró los ojos. Interiormente sonreía, no por el estado en que había llegado la chica, si no porque a pesar de sus palabras y sonrisas sabía que en el fondo le pasaba algo malo. Era increíble, no llevaba más de un par de meses en esa casa y se había logrado convertir en una verdadera buena amiga de la hermana de su novio, apenas se conocieron supo que había un tipo de química especial que les haría aburrirse jamás mientras conversaran. Y así había sido, desde una charla hasta tardes enteras hablando de la vida.

– ¿Tan malo es que no me lo puedes contar?

Un pequeño sonrojo apareció en las mejillas de Marceline, quien sólo se cruzó de brazos y bufó volteándose hacia el lado contrario de los ojos que le miraban acusadores. – Si lo dices así lo haces ver grave.

Bonnibel no pudo evitar soltar una risa y Marceline se encorvó mucho más en su postura. – "Entonces sí había algo. – Pensó. La pelirosa sonrió mientas miraba la espalda cubierta por la cabellera de la chica y le colocó ambas manos en los hombros para obligarla a caer de espaldas en su regazo. Luego de unas pocas protestas, Marceline por fin se quedó quieta y sólo disfrutó de la comodidad de la posición. Bonnibel bajó la mirada y no pudo evitar suspirar, tenía aún un poco de curiosidad por lo que le había ocurrido pero prefirió callar.

– Es Flame.

La voz de Marceline hizo que Bonnibel levantara ambas cejas expectante. La pelinegra entrecerró los ojos.

– Está actuando un poco... raro.

– ¿Raro? –repitió Bonnie ladeando la cabeza.

– Tú sabes... raro... agh, por qué es tan complicada esa chica. –Marceline bufó y se dio una pequeña vuelta para acomodarse de lado quedando su rostro frente a frente al vientre te la pelirosa. – A veces me carcome la cabeza el pensar qué le pasa, hay tardes en que no me dirige la palabra ni la mirada y luego de alguna manera misteriosa termino yo siendo la culpable de todo... – su voz terminó en un hilo.

Bonnibel hizo una mueca.

– Ya se le pasará, es Flame, ambas sabemos como es.

– Eso espero, esta sería la segunda semana en que tiene que hacer algo 'curiosamente urgente' y me evita.

– ¿Y si realmente lo tiene?

– No tendría tal cara de 'aléjate de mi' cada tarde...

– Qué problema. – susurró Bonnibel. Marcelie gruñó y restregó la mejilla en los muslos de Bonnibel exasperada. Luego levantó la mirada hacia la pelirosa y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa torcida.

– ¿Y si yo soy el problema?

– De qué hablas, Marcy. – respondió enseguida Bonnibel con el ceño levemente fruncido. – No comiences a echarte la culpa de algo que desconoces.

– Quiero decir, vamos, me conoces, hay una probabilidad de que yo haya dicho algo que la molestase.

– Si es así no veo por qué el ignorarte por tanto tiempo. – Las palabras de la pelirosa se escucharon con un tono de molestia. – Si dijiste algo podría simplemente hablar contigo y asunto arreglado.

Ambas chicas se quedaron mirando fijamente, hasta que la pelinegra rompió la extraña sensación de atadura entre las dos miradas que se había formado riéndose.

– Gracias Bonnie. – le agradeció. – Me haces ver las cosas de una manera tan poco complicada que me siento como una mentecata.

– Idiota. – instintivamente las manos de Bonnie se trasladaron hacia la cabellera negra y casi por auto-reflejo comenzó a pasar sus uñas con cuidado por la cabeza de Marceline. – Por ahora deja las cosas calmarse. No intentes sumergirte más en la olla caliente.

Sonrió complacida cuando la chica atrapada entre su regazo y sus dedos suspiró satisfecha. Sabía que a Marceline le encantaba que le mimaran de esa manera aunque no lo dijera, y a ella no le molestaba en lo absoluto hacerle el favor de darle un pequeño masaje.


Click.

Bastó de un pequeño sonido de la llave entrando en el cerrojo para que Bonnibel abriera de par en par los ojos. La sala ya no estaba como recordaba, ahora todo tenía un tinte negro o gris y la tenue luz de la luna entraba a duras penas por la ventana. Bajo sus manos sintió que otro cuerpo se movía. Descubrió que se había quedado dormida y al parecer Marceline también, y que aún tenía los dedos enredados en las hebras negras de su amiga.

– ¿Q-qué ocurre? – masculló Marceline aturdida.

– ¡Ya llegué!

La puerta de entrada se abrió con la brutalidad de todo veinteañero. Marshall se arregló el asa de su bolso en el hombro y prendió la luz. La sonrisa del moreno de oreja a oreja se pudo apreciar desde todos los rincones de la casa. Bonnibel levantó una ceja y Marshall dejó pasar el aire lo más calmado que pudo por su boca.

– Al fin conseguí un día libre, mañana no debo trabajar. – Dejó que el bolso se deslizara por el brazo y lo acomodó junto a la lámpara. Cuando sus ojos se toparon con los de Bonnibel sonrió picaresco. – Bonnie, ¿me estabas esperando?...

– ¿C-cómo?– dijo por lo bajo Bonnie mientras sentía a Marceline moverse. El moreno le había guiñado un ojo mientras se le comenzó a acercar con lentitud.

– Estoy cansado Bonnie, quiero mi premio... oh, tú. –Marshall, literalmente, casi se tira encima de Bonnibel, se había apoyado en el respaldo del sofá y estuvo a punto de besar a su novia cuando la silueta de su hermana emergió desde la nada hasta quedar sentada y mirarlo. – ¿Qué haces aquí, gárgola? – le preguntó con una mueca. Aparte de sorprenderlo le había cortado todo el rollo.

– Festejando de tu ausencia. – Marceline se masajeo el cuello cuando sintió un pequeño dolor por haber dormido tan encogida.

– Lo que hay que festejar es que no te has pasado una noche fuera de casa. – respondió, a lo que Bonnibel sólo pudo reír levemente y vacilar la mirada entre los dos hermanos sin saber qué decir.

– Lamento aguarte la fiesta, –agregó Marceline parándose. – de todos modos ya me largo.

– ¿Vas a salir? – preguntó la pelirosa que la siguió con la mirada.

– Bueno, tengo un nuevo motivo para arrancar, – miró a Marshall. – dinero, tiempo, un bar a no más de veinte minutos. – levantó los hombros – Nos vemos, tórtolos.

– Adiós, tártaro.

– Ve con cuidado. – subió la voz Bonnibel, pero Marceline ya se había acercado a toda velocidad a la puerta. Cuando desapareció por completo la pelirosa se limitó a suspirar.

– Veo que quedamos solos.

– Así es Marsh-... ¡eh! – Bonnibel soltó un pequeño grito cuando el chico, con un ágil movimiento, rodeó el sofá y se dejó caer, empujándola de espaldas de paso, a horcajadas sobre su cuerpo. – ¿M-marshall? – Bonnibel juntó las manos en su pecho cuando el rostro de su novio se acercó tanto al suyo que sólo unos centímetros los separaron.

Últimamente ese jueguito seductor se había acrecentado por parte de él, quizás por el sentimiento de haber llegado a la ciudad, estar en su casa, en su territorio. Había tomado más confianza en la relación, mucho más impulsivo, mucho más dominante del que había conocido en la capital.

Y justamente, ese momento se convertía en otra gran prueba.

– Solos.


Marceline se limitó a morderse el labio lo más fuerte que pudo cuando al final de la calle el cabello pelirrojo de su mejor amiga resaltó en la noche.

El hecho de haber salido corriendo -simplemente no soportaba ver la cara que ponía su hermano cuando besaba a Bonnibel- le había nublado completamente la memoria. Había dejado el dinero en su habitación y era lo único que faltaba, ya no sabía para qué iba a ir al bar, pero claramente no pensaba devolverse. Seguramente de nuevo los encontraría en su posición de bella y bestia. Lo que no entendía es cómo Bonnie aguantaba a su hermano, quería decir, ¿quién en el mundo soporta a un tipo que pasa más tiempo arreglándose en el espejo que diciendo cosas con sentido? Ya, quizás en algún lugar recóndito de su corazón sí quería a su hermano, pero por el amor de dios, estaba cansada de decirle que su nivel de metrosexualidad lo llevaría al caos... junto a ella.

Aparte de todo aquel dilema, volver o no volver, se halló contra otro 'ser o no ser' al final del camino fuera de su casa. Por delante tenía un problemón con remera y pantalón que le miraba suplicante y sólo quería evadir, pero como había pensado antes, tendría que pensárselo dos veces antes de volver a casa con su hermano y Bonnibel besuqueándose. ¿Qué demonios hacía Flame a las afueras de su casa?

Su mirada viajo por todos los rincones de la calle buscando algo que la salvase, pero cuando no encontró nada -y con la idea de volver a su casa completamente desechada- guardó ambas manos en los bolsillos de su sudadera y sólo caminó. Antes había ignorado ya a gente, pero que sea una de sus mejores amigas a la quién debía hacerlo le costaba mucho.

– Alto ahí, Marceline. – dijo Flame, apenas la pelinegra pasó junto a ella. Marceline sólo se detuvo en silencio. – Necesito hablar contigo, por favor, –agregó cuando vio de reojo la silueta de su amiga intentar moverse. – ¿me escucharás lo que te tengo que decir?

– Fíjate que acabas de invertir los papeles. – dijo mirándola con una mueca de dolor. – Pensé que eras tú la que no quería escucharme.

– Cometí un error, lo sé. – dijo enseguida Flame cuando Marceline ya se había dado media vuelta para irse. – Pero ya no soporto guardármelo.

– Entonces... ¿Me dirás toda la verdad? – Marceline volteó con un poco de timidez.

– Toda. – le dijo con una sonrisa torcida. – ¿Qué tal si vamos por unas cervezas?

– Vale, pero hoy no traigo dinero. – Marceline miró de reojo su casa.

– Yo invito.

El bar Masticador no era el más conocido, mucho menos el más caro, pero sí el más acogedor. Tras sus paredes grises y sucias se hallaban miles de historias, miles de 'salud', miles de risas. Marceline lo había conocido hace unos años gracias a su amiga Flame, -en ese tiempo no tan cercanas- y de una rutina de ir una vez cada mes terminó yendo casi todos los días, quizás no a beber pero al menos a pasar un buen rato o a ahogar penas.

Apenas entraron las dos chicas unas manos se alzaron para saludarlas. Marceline les sonrió a los otros clientes-amigos y movió la cabeza en señal de saludo. Flame se había adelantado unos pasos con la intención de elegir mesa y terminaron sentándose en una del rincón.

– Ya estamos. – dijo Flame sin mirar a Marceline.

– Dos de las de siempre. – la pelinegra había alzado la voz hacia el cantinero quien sólo asintió con la cabeza.

– Lamento que tengas que soportar mi carácter. – habló en seguida sin querer dar rodeos. – Es tan... tan...

– ¿Impulsivo? – Marceline sonrió de medio lado cuando Flame rió.

Luego la sonrisa de apoco se fue borrando hasta quedar sólo una mueca triste. – La verdad es que no te entiendo. He pensado bastante sobre tu actitud en los últimos días y luego de darle vueltas y vueltas no me queda más que pensar que es mi culpa.

– Por favor no pienses así, sabes que nada has hecho.

– ¿Pero entonces? – Marceline carraspeó cuando las palabras salieron con un dejo de dolor. – Si hice o dije algo malo, lo lamento porque...

– Deja de disculparte. – Flame había puesto un puño sobre la mesa haciendo que Marceline callara de súbito. – No lo hagas más, soy yo la que debo hacerlo.

Las dos chicas suspiraron con tensión y desviaron la mirada al mismo tiempo. En ese momento un chico llegó junto a ellas y puso dos cervezas sobre la mesa. Marceline sólo movió la cabeza en señal de agradecimiento.

La pelirroja agarró una lata y tragó un gran sorbo de cerveza con la intención de suavizar el ardor en su pecho que le anudaba la garganta cada vez que hablaba. Mientras tragaba inspeccionó la imagen de la lata. – No puedo creer que antes no pudiésemos tomar de estas.

– Oye, aún son fuertes, que seas una alcohólica no significa que esta cerveza pierda nivel.

Flame rió entre dientes. – Mira quién lo dice, señorita santidad.

Las dos chicas estallaron en risas que poco a poco se fueron apagando mientras se miraban. En el interior ambas añoraban estar nuevamente de buenas, pasar esas tardes en que se preocupaban de nada, reír incluso sin motivo. Ahora sólo se miraban con dolor cuando se saludaban.

Flame apretó la lata con nerviosismo y soltó un ruidoso suspiro.

– Sé lo difícil que debe ser para ti hablarme de lo que te pasa, sólo te pido que confíes en mí. – intervino Marceline al percatarse de la forma de laberinto que estaba tomando la conversación.

– Confío en ti, Marcy, sólo que... – Flame suspiró y miró al suelo sin poder soportar la mirada de la pelinegra en la suya. – Yo... hice algo malo.

– ¿Algo malo? – Marceline había levantado las cejas. No esperaba esa respuesta por parte de su amiga, pero cuando la vio morderse el labio y callar no pudo evitar soltar un bufido. – Flame, demonios, no te hagas esto más complicado, yo no te juzgaré y lo sabes. Sólo suéltalo.

– ¿No me juzgarás? – La pelirroja había levantado el rostro con rudeza y Marceline tuvo que tragar dos veces cuando le vio con lágrimas en los ojos. – Perfecto, no me juzgarás, ¿no me odiarás? porque adivina qué, hace un año habían muchas cosas que jamás se me habían pasado por la cabeza, pero fue necesario de unos meses para descubrir que no se puede manejar el corazón y las asquerosas artimañas que tienen los sentimientos en contra de uno. A pesar de que luché contra sensaciones que sabía serían problemáticas... t-terminé de todas formas enamorada... de ti.

El silencio congelante fue tal que por un segundo Marceline creyó oír las pulsaciones en su cabeza. Durante todos esos días había estado barajando en su cabeza muchas situaciones hipotéticas, muchos '¿qué tal si?', pero jamás se le había pasado tal pensamiento.

¿Qué debía decir? Un extraño escalofrío le recorrió la espalda, tenía miedo, miedo porque no sabía como reaccionar y una extraña sensación de ansiedad por lo que ocurriría luego le había comenzado a carcomer.

Por un momento sintió que a la chica que tenía en frente, con lágrimas en los ojos y una mirada titubeante, no la conocía realmente. Si lo hiciese, ¿cómo no se había dado cuenta antes de algo tan importante? Lo peor de todo es que no tenía palabras para reconfortarla, no tenía porque la causa de sus males y penas era la misma que le daría las opciones para mitigarlo.

– Era de esperarse tu reacción. – susurró Flame con la cabeza gacha. Pasó cerca de un minuto en el que ninguna de las dos dijo otra palabra y fue lo suficiente como para que la pelirroja cayera en la total desesperación y se parara. – Se hace un poco tarde, Marcy, mejor me voy a casa... deberías hacer lo mismo.

– ¿F-flame? – El movimiento brusco de la pelirroja casi corriendo a la salida bastó para que Marceline volviese en sí. Fuese lo que ocurriese Flame seguía siendo su amiga y ahora corría con un problema peor del que había tenido hace dos minutos. La pelinegra se paró y comenzó a correr detrás de ella. Marceline por una parte tuvo suerte de ser un poco más rápida, por lo que luego de salir del local y cruzar una cuadra le alcanzó poniéndole una mano en el hombro. Cuando los ojos expectantes de la pelirroja y los suyos se cruzaron, nuevamente el miedo hizo aparición.

¿Ahora qué? Había corrido tras la chica pero con la más mínima idea de qué decirle, sólo quería transmitirle de alguna manera que todo estaría bien. ¿Por qué mierda no podían ser las cosas más simples?

– Ya me voy.

– ¡No espera! Dios, ¡agh! – Marceline se pasó una mano por la frente, bajo el flequillo. Las palabras e ideas se le amontonaron como locas en la cabeza y lengua, por lo que tomó aire lo más hondo que pudo. – Flame, ¿estás completamente segura?

Plop. Ese fue el disparo, la gota que faltaba para desbordar los sentimientos alocados en el pecho de Flame. La chica sólo pudo morderse el labio inferior y alejarse un paso de una Marceline totalmente asustada.

– ¿Estás tratando de decir que no tengo la capacidad para saber lo que siento?

– De... ¡¿De qué demonios estás hablando?!

– ¡¿No es eso lo que quieres decir?! – Flame cerró los puños. – ¡Yo...! ¡Tú!... no sabes cuánto... – la pelirroja calló y le miró fijamente, pero con una mirada tan grisácea que Marceline no pudo descifrar lo que le intentaban decir sus ojos.

Cuando la chica dio un paso adelante y agarró con ambas manos su rostro, la duda se despejó. Al principio no pudo reaccionar ni sentir los labios ajenos sobre los suyos, para mal de ella el tiempo del beso fue insuficiente para hacerle reaccionar a tiempo. Cuando parpadeó lúcida Flame ya no le besaba, nuevamente estaba a un paso de ella pero totalmente sonrojada. Lo único que recuerda es verla dar media vuelta y perderse en la vuelta de la esquina.


El ruido de la música fuertísimo a lo lejos hizo estremecer a la pareja.

El chico que yacía acostado sobre ella se removió haciéndola despertar a duras penas. Bonnibel levantó un brazo y dejó caer la muñeca sobre su frente mientras abría los ojos con pesadez. El sol entraba con todo su poder por la ventana, debía ser medio día ya. Levantó la cabeza y se encontró con que Marshall descansaba en su pecho y la tenía agarrada por la cintura como si se le fuese la vida en ello.

– Dios. – susurró por lo bajo Bonnibel, estaba completamente atrapada.

– "the way that gravity pulls on you and me..."

La letra de la canción se oyó tan fuerte y clara que bastó sólo de eso para hacer que ambos se despertasen por completo.

– No puede ser, ya está escuchando su música deprimente a todo volumen. – Marshall se tapó el rostro con ambas manos y giró hasta quedar acostado boca arriba junto a Bonnibel.

– No seas malo. – le regañó Bonnie. – De todas maneras ya es muy tarde, nosotros somos los que nos pegamos a la cama, pero si quieres le voy a decir que cierta persona quiere seguir durmiendo.

Marshall sólo soltó palabras ininteligibles haciendo que Bonnibel pusiera los ojos en blanco mientras sonreía. – Vale, voy.

– Mhmhmrm. – Apenas la pelirosa se había movido hasta quedar sentada en una orilla de la cama, Marshall al mismo tiempo se arrastró lo más que pudo y le agarró un brazo. – Mejor déjalo, acostémonos de nuevo. – dijo sin modular.

Bonnibel rió. – Tú hiperactividad me tocó el corazón. – Dicho eso se paró, pero antes de salir se colocó unos pantalones. Quizás en aquella casa ya le tenían confianza, pero aún se sentía como si fuese una aprovechadora si caminaba en ropa interior libremente por los pasillos.

A medida que subía las escalas el sonido se hacía más estruendoso, nada quedaba para decir cuando, luego de golpear y no recibir respuesta, entreabrió la puerta de Marceline.

– Marceline. – habló, pero enseguida carraspeó, su voz había sido un murmullo bajo la lluvia. – ¿Marceline? – repitió levantando mucho más la voz. – Con permiso...

Inconscientemente una sonrisa dulce se escapó de sus labios. La imagen de Marceline, a pesar de sus casi veinte años, tirada de espaldas, aún vestida con la ropa del día anterior, en una cama completamente desecha y con el brazo tapándole los ojos pudo con ella. Se acercó a paso lento hasta sentarse en el espacio que quedaba entre el cuerpo de la chica y lo que restaba de colchón.

– Déjame adivinar. – habló Marceline de repente, adivinando la identidad de la chica. – Mi hermano te ha mandado como mensajera para que le baje a la música.

– Cincuenta y cincuenta. – respondió con una sonrisa.

– No juegues, ya gané. – agregó con la voz mezclada con un suspiro travieso que se escapó. – Si te molesta le bajo.

– No me molesta.

– Entonces todo está genial.

– ¿Cómo supiste que era yo?

– ... no lo sé.

Bonnibel levantó una ceja extrañada por la actitud desinteresada de su amiga. – ¿Te has visto ya? ¿Qué tipo de ánimo es ese, Marcy? – Bonnibel se había cruzado de brazos.

– El de 'no he dormido desde ayer'. –Marceline se sacó el brazo de los ojos.

– Anda... has vuelto a madrugar.

– Sí, estaba perdiendo la práctica, Bonnie, eso es grave... – La pelinegra bostezó y perdió la mirada en el techo, por encima del rostro de la pelirosa que le miraba expectante desde arriba. – Ahora sólo quiero dormir.

– Oh, entonces puedo deducir que me estás echando de tu habitación. – sentenció frunciendo el ceño con un falso enojo.

– Que especulativa eres. – le respondió siguiéndole el juego.

– Así que piensas que poner la música a todo volumen es mucho mejor que hablar un rato con tu amiga.

– Es mucho mejor que tu cara durante las mañanas. – Marceline intentó fruncir el ceño también, pero le salió tan mal actuado que Bonnibel no pudo soltar una carcajada. – ¡No te rías!

– Eres horrible actuando, mejor quédate con la música.

– Mira quién lo dice.

– ¿La de la cara horrible? – preguntó Bonnie con una sonrisa juguetona. Marceline bufó y se cruzó de brazos para darse una vuelta y darle la espalda a la chica. – Y ahora te volteas para ignorarme. – Bonnibel se mordió el labio y se abalanzó sobre el cuerpo de su amiga para afirmarle del estómago con una mano atrayéndola a sí misma.

– N-no, Bonnie espera. – Marceline casi con desesperó afirmó la mano ajena, dueña de los dedos que se habían comenzado a mover en su estómago y la sujetó alejándola a duras penas cuando el cosquilleo hizo aparición en su vientre. Interiormente se maldecía, ¿por qué Bonnie solía ser tan cruel para someterla de una manera así? Si le gustaba sentirse poderosa lo estaba consiguiendo, ella sabía perfectamente que no aguantaba mucho rato si alguien le hacía cosquillas.

– Sueles ser un libro cerrado Marcy. – le dijo abrazándola por detrás para calmarla. – ¿Por qué nunca me cuentas lo que te pasa?

Marceline apretó los labios sin saber qué decir. Bonnibel de alguna manera había llevado la ruta de la situación perfectamente hasta donde quería, siempre lograba hacerlo. Dejó que el silencio, sólo roto por la música alternativa de fondo, se encargara de resolver las dudas. ¿Por qué no hablaba? Será que ella en su interior quería hacer como si nada jamás hubiese pasado.

Era una cobarde. Marceline curvó los labios en una sonrisa torcida.

Ante tal silencio Bonnibel sólo se mantenía con el rostro sereno. Ya había hecho todo lo que sabia, usó todas sus tácticas que siempre solían funcionar con la pelinegra, pero al parecer simplemente no quería hablar. Suspiró por lo bajo. Asomó la cabeza por encima del hombro de Marceline y dejó reposar su mejilla en la de ella mientras la abrazaba por la cintura.

– Las cosas con Flame se desplazaron.

Bonnibel levantó una ceja intentando disimular la pequeña satisfacción que sintió al hacerla hablar. No era que le gustase alabarse por hacer hablar a una chica cabezota si no que no aguantaba mucho ver a Marceline decaída. – ¿Desplazaron? ¿No quisiste decir aplazaron?

– No. – Los ojos de Marceline titubearon, no quería decir la palabra 'avanzar' ya que para ella lo que había ocurrido no fue exactamente avanzar.

– Entonces, ¿qué tal?

– Yo... no lo sé. – Marceline se removió para darse la vuelta y encarar a Bonnie. Por su parte la pelirosa se había alejado de Marceline para darle espacio y apoyó un codo en la almohada para sostener su cabeza. – Ella... – habló con un susurro avergonzado. Suspiró. – Ella me besó.

– ¿Te...? – Bonnibel sólo entreabrió la boca sin continuar con la oración. Frente a ella Marceline bajó la mirada con las mejillas sonrosadas.

– D-digo no algo tan así pero... de todas maneras...

Bonnie no pudo hacer nada más que quedarse en la misma posición casi de piedra, mientras se limitaba a observar el rostro abochornado de la chica que no dejaba los ojos tranquilos en una misma posición buscando palabras para expresarse.

Y no supo por qué en ese momento se sintió tan mal.


N/A: Terminé decidiéndome por subir esto, no sé que tal está para ser sincera xD

PD: Gracias Gravity =3=

PD2: Aw, gracias por los reviews, no los esperaba la verdad xD Respecto a unas preguntas, claro que tiene continuación.