¡He vuelto! Ya estamos en la segunda temporada, chicas, y para poder cerrar la primera les estoy preparando un outtake de Jacob y Jessica; esperenlo muy pronto. Comencemos, chicas, y no olviden dejarme su opinion sobre este capitulo en un review.

Cheers!

Soundtrack del Capitulo.

"Falling For Ya" Grace Phipps, Soundtrack de "Teen Beach Movie" www . youtube watch?v= 0ffJzYgDMCQ

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Capitulo beteado por Patto Mortensen

Betas FFAD

www . facebook groups / betasffaddiction /

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Algunos de los personajes no me pertenecen, provienen de la maravillosa imaginacion de la gran Stephenie Meyer; la historia es completamente mia. Version Edward y Bella de la novela RobSten, link en mi perfil.

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¡Suenan campanas de boda en las familias Cullen y Swan!

Así como lo leen, Edward Cullen e Isabella Swan han decidido dar el siguiente paso en su relación a cuatro meses de comenzarla. Edward, de 23 años, se declaró a Isabella, de 19, durante la cena de Año Nuevo que la familia Swan organiza cada 31 de Diciembre y que esta vez estuvo completamente a cargo de la menor de los Swan para, según cuentan, hacer el escenario perfecto para tan importante pregunta.

La joven recibió un anillo de oro blanco y con un enorme diamante morado valuado en más de diez mil euros y fue hecha por una reconocida joyería en Escocia. Los representantes de relaciones públicas de las familias han declarado en una conferencia de prensa que la sortija fue diseñada por el mismísimo Edward especialmente para Isabella. ¡Qué detallista, Edward!

Mientras en Londres y California se siente un espíritu festivo digno de una Boda Real, la pregunta persiste, ¿quien será el encargado de diseñar el vestido de novia de Isabella? Grandes diseñadores han mostrado entusiasmo e interés por fabricarlo, pero la última palabra la tiene la novia. ¿Quién se encargará de dejar atrás su imagen de Princesa y convertirla en una Reina?

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Bella POV:

31 de Enero de 2010.

—Eres tan hermosa —murmuró Edward acariciándome el rostro suavemente. Le sonreí y tomé su mano para mantenerla en mi mejilla.

—Te amo —le dije.

—Te amo más, Princesa.

Había pasado ya un mes desde Año Nuevo y nuestra relación iba cada vez mejor, si es que eso era posible. La planificación de la boda iba viento en popa, comenzamos a planificarla a los dos días de que Edward me diera el anillo y todo por que iba a ser una celebración por todo lo alto. Los regalos comenzaron a llegar una semana después y había de todo; desde cosas maravillosamente clásicas como el juego de té de porcelana fina que mandaron Dimitri (el Presidente de la empresa de Suiza) y su esposa, hasta las cosas más insultantes y espantosas como el paquete de biberones que mandaron los Denali y que casi nos provocan un maldito aneurisma.

Mi padre, mi suegro y Edward pegaron el grito en el cielo y con toda la educación del mundo, cosa que esa familia no se merece, devolvimos el singular regalo y retiramos la invitación al anuncio del compromiso y la boda.

Ahora sólo esperábamos que haya sido una confusión digna de las tradiciones y tabúes que tenía esa sociedad y no algo mandado con la intención de molestar y burlarse por que no tenía nada de paciencia con ese tipo de personas.

Y mientras todo eso pasaba, yo tenía mi propio problema: elegir mi vestido de novia. Me llegaron bocetos casi al día siguiente de la cena, como si ya los hubieran tenido preparados desde que Edward y yo iniciamos nuestro noviazgo y nada mas estuvieran esperando que nos decidiéramos al compromiso. Eran diseños preciosos y con mucha clase y elegancia, por eso se me hacia difícil elegir; y lo peor era que mi mama se la pasaba presionándome para decidirme porque según ella teníamos el tiempo encima y no iba a ser suficiente para crear un vestido maravilloso, digno de mí. Ella no ayudaba mucho presionándome.

La alarma del celular de Edward sonó y ambos bufamos. Era hora de iniciar un nuevo día.

—Buenos días —me dijo con voz suave.

—Buenos días —respondi. Nos dimos un besito. Me sonrió y me dio un beso en la frente. Se levanto de la cama y se puso sus boxers—. Mi amor, no olvides que hoy tenemos una reunión con Kebi —le dije sentándome en la cama con la sábana sobre mi cuerpo.

Kebi era nuestra planificadora de bodas. La habíamos contratado casi de inmediato pues queríamos ayuda profesional para hacer que nuestra boda fuera perfecta.

—No lo olvido, preciosa —respondió dándome otro beso. Lo tomé del cuello y profundicé el beso dejando que nuestras lenguas hicieran su parte; Edward me tomó de la cintura y volvimos a caer sobre la cama. Ambos reímos con nuestros labios aún unidos—. Usted va a matarme, pequeña gatita —masculló separándose de mi.

—Creeme, no quiero quedarme viuda antes de casarnos —bromeé. Me arrodillé sobre la cama con la sábana blanca aún sobre mi cuerpo y tomé la mano de mi prometido—. Ven —le pedí jalándolo. Él no opuso resistencia y volvió a estrellar sus labios en los míos dándome un tierno beso. Se separó de mí y fue a los cajones para sacar uno de mis pans morados junto con una blusa de algodón blanca, mis calcetines peluditos y ropa interior limpia; me ayudó a vestirme con mucho amor y lentitud. Me acostó sobre la cama y me arropó con ternura

—Vuelve a dormir, Princesa.

—Sabes que no puedo dormir sin ti.

—Amor, nos despertamos temprano; necesitas dormir bien y estar descansada. Recuerda lo que dijo Marcus.

Bufe y después asentí. Me acurruqué en la cama abrazando la almohada de Edward y cerré los ojos. Mi novio me dio un beso en las mejillas y en la frente; susurró un ''te amo'' en mi oído, sonreí y respondí ''te amo más''.

Hace dos semanas, en medio de una reunión de planeación con Kebi, en la que participaron nuestras familias, Jacob Black, Jessica Stanley y sus padres irrumpieron en el departamento causándome una seria crisis asmática que me mantuvo internada dos días en el hospital. De hecho iba a ser más tiempo, pero Marcus me dio de alta con la condición de que tuviera todas las precauciones, que descansara, durmiera bien y dejara que Kebi haga completo su trabajo para que yo no me estresara. Edward y mis papás se encargaban de que eso se cumpliera al pie de la letra, pero hoy yo sólo quería estar con mi novio todo el tiempo y planear mi boda como una novia normal.

¡Maldita asma!

Dormí por un rato hasta que me desperté sola cerca de las diez de la mañana. Me metí a bañar y después me puse unos leggings tipo jeans y un blusón blanco junto con unas flats blancas con la punta metálica y un pequeño taconcito.

Hoy iba a Bel Air con Kebi, mi mamá y Esme para mirar todos los salones de fiesta para la boda. Por fin me habían dejado participar en y precisamente era algo tan importante como la locación.

Bajé a la cocina para desayunar y encontré a Grace vaciando el lavavajillas y a Lady comiendo sus croquetas de cachorro a los pies de mi silla.

Mi desayuno estaba sobre la mesa y se trataba de un omelette de jamón y queso, un tazón de fruta, dos tostadas; una con mantequilla y otra con mermelada, y un vaso de jugo de naranja. Y es que debía de tener una dieta libre de azúcares y cafeína para no exaltarme y caer en otra crisis. Con el estrés de la boda, ya tenía más que suficiente.

Cuando terminé de desayunar, subí a la habitación de nuevo para lavarme la boca. Grace había cambiado las sábanas y ahora estaba terminando de arreglar la cama.

—¿Me van a necesitar más tarde, niña? —me preguntó mientras yo salía del baño.

Grace tenía la costumbre de llamarme niña desde que Edward nos presentó. Una vez le pregunté por qué me decía así y no señorita como en casa de mis papás, en la empresa y en cualquier lugar que me paraba; ella respondió: "porque usted me recuerda a la hija que perdí hace muchos años, tenía su edad cuando se escapó con su novio. Ella nunca volvió por órdenes de su padre". Desde ese día, Grace se convirtió en una consejera sabia para mí; tenía las palabras indicadas para hacerme sentir mejor, y cuando olvidaba llamar a mis papas o tenía una discusión con ellos, me recordaba la historia de su hija y como no ha dejado de pensar en ella.

Me había tomado el atrevimiento de pedirle a Edward que contratara un detective privado que encontrara a la hija de Grace. Desgraciadamente aún no había noticias alentadoras.

—Hoy ya no, Grace —respondí sacando un bolso blanco del armario—. Iré con Lady a Bel Air, allá nos alcanzará Edward y comeremos en casa de mis papás. Llegaremos un poco tarde; en cuanto termines, puedes irte.

—De acuerdo. Entonces los veré mañana.

—Así será —sonreí y después de pasar todas mis cosas de un bolso a otro, tomé mi celular de la mesa de noche y salí de la habitación—. ¡Lady! —la llamé bajando las escaleras. Mi pequeña bola de pelos blanca se levantó de un salto de su camita y corrió hacia mí. La tomé en brazos—. ¿Lista para salir, bonita? —ella lanzó un ladridito. Reí—. Vamos, mi amor —le puse su collar y la correa que eran únicos y especiales. Edward los mando a hacer en la misma joyería que hizo mi anillo de compromiso; ambos eran una cadena de plata, el collar tenía un dije con forma de gota en el que estaba grabado la dirección del penthouse y el nombre de mi bebé por si alguna vez se perdía. Lo cual no era posible porque todo el tiempo le teníamos puesto una especie de cascabel en el collar que tintineaba cada vez que corría o saltaba, y ella se la pasa corriendo por todos lados.

Bajé por el elevador a la recepción para recoger el correo y esperar que fueran por mi coche; Edward se había ido en un coche de la empresa para no tener que regresar por separado. Subí a Lady al asiento del copiloto y la aseguré con la correa para que no corriera por todo el coche. Manejé hacia Bel Air que era uno de los barrios más exclusivos de Los Ángeles y en donde habíamos decidido hacer la boda.

Ya me esperaban afuera del primer salón. Bajé de la camioneta con Lady en un brazo y mi bolso en otro.

— ¿Qué piensas? —me preguntó Kebi después de saludarlas. Estábamos en un enorme jardín delantero con arbustos y árboles, flores de diferentes colores y dos fuentes de un blanco inmaculado. La fachada era estilo castillo pero muy lujoso y glamoroso, tenía puertas de cristal y hierro forjado, con largas columnas griegas de mármol y largos ventanales.

—Me parece increíble.

—Este es uno de los más exclusivos que te pude encontrar, y va muy de acuerdo con el tema.

—Necesitas verlo por dentro, mi amor, es aun mejor que aquí afuera —me dijo Renee.

— ¿Ya lo vieron?

—Le dimos un pequeño vistazo antes de que llegaras —respondió Esme.

—Muy bien —dije sonriendo.

Sentimos la vibración de un motor detrás de nosotras, nos giramos y vimos a Livaldo, uno de los choferes de la empresa, bajar de ahí casi corriendo, abrió una de las puertas traseras y Edward bajo de ahí sin saco; ordenó algo y se acercó a nosotras mientras Livaldo volvía a su lugar y se iba.

Edward nos saludó a todas y después me tomó de la cintura.

— ¿Cómo lo ves, Edward? —le preguntó Kebi—. Isabella ya dijo que le gusta, ¿qué piensas tú?

—Creo que está muy bien. Y parece castillo —agregó mirándome. Asentí riendo.

— ¿Vamos a verlo?

—Claro —respondimos los dos.

—Déjenme decirles que tiene unos jardines preciosos —nos dijo Kebi mientras caminábamos al interior del salón—, por si están pensando en hacer las ceremonias al aire libre...

—Es una buena idea, chicos; así la familia va a dejar de compararlos con Jasper y Alice.

Bufé. A la gran parte de mi familia no le había gustado la idea de que nos hayamos comprometido justo cuando mi hermano estaba a punto de casarse; pensaban que le quería robar atención a Alice el día de su boda y se la pasaban comparando ambas planificaciones. Que si quería quitarle importancia a la boda de mi hermano, que si el modo en el que se dieron las cosas fue muy parecido o que las costumbres de los Cullen nos iban a obligar a casarnos en una Iglesia como ellos dos...

Estaba harta.

—Todos deben de entender que Jasper y Alice hicieron su boda como se les dio la regalada gana y nosotros haremos nuestra boda como queramos. Si quiero casarme en una Iglesia es mi decisión, no quiero competir con mi hermano.

— ¿Eso quiere decir que tengo que buscar una Iglesia? —preguntó Kebi. Ya estábamos en el interior del salón. En el centro de lo que supuse era la pista, se encontraban un hombre vestido medio formal y una mujer con una carpeta.

—Eso quiere decir que nos vamos a casar al aire libre porque odio estar encerrada. Y más vale que me abran esas ventanas en la recepción si no quieren que la novia tenga un maldito ataque de asma a medio brindis.

El hombre y la mujer me miraron confundidos y algo asustados.

— ¿Verano? —adivino la planificadora.

—Trece de agosto —respondí.

—Contratados —informó Edward entre risas, estrechando la mano del gerente del salón.

— ¿Tenemos trece de agosto libre? —le preguntó el gerente a su asistente después de soltar la mano de mi novio.

La chica miró en su carpeta y asintió sonriendo.

—La única fecha de verano libre.

—Entonces cerrado el trato.

—Aguarden. ¿No quieren ver el salón antes?

—Ah, cierto.

—Estás loca —rió mi mamá.

— ¿Qué? Es hermoso, tiene elegancia, glamour y claramente mucho brillo. Literalmente ni siquiera necesité ver el interior para saber que este era el indicado. Tengo un ojo clínico para eso.

—Y mi hijo esta de testigo de eso —agrego Esme.

—Exacto —dije chasqueando mis dedos en su dirección. Me separé de Edward y comencé a caminar por toda la pista.

—Y yo he aguantado esa hiperactividad por diecinueve años, ¿se dan cuenta? —bromeó mi mamá señalándome. Todos reímos.

—Diecisiete años —corregí.

—Diecinueve y te callas.

—Pero los dos...

—Diecinueve.

—Casi veinte.

—Dime que no comiste azúcar en el desayuno, por favor —me suplicó Edward.

—He ahí la respuesta de porque estoy tan hiperactiva; necesito mi dosis de azúcar diaria.

—Después lo discutimos. ¿Podemos ver el salón?

—Por supuesto, síganme por favor.

El salón tenia techos altos y arañas de cristal, sus paredes estaban hechas de cascadas de vidrio que nos aseguraron podrían encenderse del color que quisiéramos. Nos llevaron hacia un salón un poco más pequeño que el principal y nos aconsejaron utilizarlo para la hora del coctel. Tenía mesas y sillas de bar y contaba con candelabros de pared hechos de cristal de Baccarat. De nuevo, quedé encantada con este espacio y me imaginé celebrando mi boda aquí.

Por una puerta diferente, salimos a los jardines ocultos detrás de una barda de cemento. Eran enormes y fácilmente podríamos dividirlos para hacer ambas ceremonias ahí.

—Me encanta ese espacio —señalé una parte del jardín que tenía un muro de ladrillo con una fuente en el—, estaría perfecto para la ceremonia principal, ¿qué dices, mi amor? —le pregunté a Edward.

—Me parece muy bien, preciosa —le sonreí y me abracé a él que me respondió el gesto.

Y así cerramos el trato. Ya teníamos el lugar donde nos casaríamos y el día fijado. Ahora sólo faltaba lo más importante: mi vestido.

Le había estado dando vueltas a un par de bocetos que varios diseñadores me enviaron hace unas semanas. Eran diseños preciosos, tan hermosos y parecidos que no sabía cual elegir. Todo será mas fácil si fuera una novia normal que aparta una semana al mes para buscar su vestido de novia en boutiques, justo como Alice lo hizo; pero por más que quisiera, no se me permitía tener la experiencia normal, y no por ser una Swan si no porque la boda estaba siendo demasiado publicitada, cualquier detalle sobre la planificación y mi vestido, iban a ser vendidos a precios altos y no queríamos eso.

Por esa razón, todo estaba siendo manejado con mucha discreción, complicándonos un poquito más la vida, pero con discreción.

Al llegar a casa mis papás, subí con mi mamá y Esme a mi habitación para hablar sobre el vestido mientras Charlie y Edward preparaban el jardín para la cena de bienvenida que preparamos para Jasper y Alice.

Hoy mi hermano y mi cuñada regresaban de su Luna de Miel que fue en las Islas Vírgenes. Un pequeño regalo de bodas que Edward y yo les dimos.

Ya habían pasado tres semanas desde su boda y aun estábamos recuperando de lo maravillosa que fue. Decidieron hacerla en el rancho que los padres de Alice le heredaron a ella y a Cynthia que se encontraba a las afueras de la ciudad.

Su vestido fue una maravilla marfileña de corte A y mucho encaje con un moño dorado en la cintura; strapless. Era hermoso, pero no de mi estilo.

Mi mamá, Esme y yo estábamos tomando el té, sentadas en una mesita blanca de hierro forjado que tenía en mi balcón.

—Esme, este té es delicioso —dijo mi mamá después de dar un sorbo.

—Muchas gracias, Renee.

—Y muy dulce —intervine dejando mi taza de porcelana sobre la mesa—. Ustedes dos pagaran las consecuencias.

—Quizá le pusiste demasiada azúcar —me dijo Esme entre risas.

—Es que necesito un poco de calorías en mi vida —solté provocando las risas de mi madre y mi suegra—. ¡Ok! Aquí están —dije tomando los dos diseños que me enviaron, se los di para que los miraran.

—Son muy parecidos —me dijo mi mamá.

—Algo así —respondí torciendo el gesto.

— ¿Qué pasa?

—Hay uno que no me convence. No me parece... apto para el tipo de boda que queremos.

Las dos miraron los diseños con los ojos entrecerrados, analizándolos.

—Ya sé de cual hablas —me dijo Esme—. Entiendo por qué dices que no es apto.

— ¿No te gusta? A mí me parece que es muy de tu estilo —argumentó Renee.

El vestido del que hablábamos era demasiado revelador. Tenía un muy profundo escote de corazón con el corsé transparente y espalda descubierta. No me convencía en nada para la boda... En serio.

—Lo odio —dije entre dientes.

—Entonces ya tomaste una decisión —respondió Esme sonriendo—. Sin que te dieras cuenta, elegiste tu vestido.

—Jamás necesitaste de nuestra ayuda. Como dice Esme, elegiste tu vestido odiando el otro.

Tomé el otro boceto de las manos de mi suegra. Era un vestido precioso con la falda amplia y fluida y una cola infinita, muy de princesa, con un moño enorme en la espalda; tenía un corsé hermoso repleto de diamantes y una chalina de seda que pasaría por mi espalda alta y se anudaría en mi pecho para cubrir los hombros como una típica novia real.

Era hermoso, modesto, con el puro estilo de una princesa... Sip, era mi vestido de novia.

Miré a mi mamá y a mi suegra y asentí rápidamente; ambas dieron un grito ahogado y me abrazaron.

—Tomaste la mejor decisión, cielo. Te veras preciosa y mi hijo quedará rendido a tus pies.

Reí.

—Hablando de él, tengo que contárselo.

— ¡No se lo enseñes! —gritó mi mamá.

— ¡Obvio no!

— ¡Entonces trae acá ese boceto!

¡Santo Dios! Llevaba conmigo el boceto del vestido para irle a contar a mi novio que lo había encontrado. ¿Cómo pude ser tan irresponsable?

Devolví el diseño a mi habitación y bajé corriendo con Lady detrás de mí gritando el nombre de Edward por todos lados. Lo encontré entrando a la casa desde el jardín riendo con mi papá y Carlisle.

— ¡Oh, por fin te encuentro! —grité y me acerqué a él dando saltitos; mi bebé ladraba y también saltaba alrededor de nosotros. Edward y Carlisle me miraron con los ojos abiertos de par en par mientras Charlie negaba con la cabeza viendo mi hiperactividad de hoy.

—Cielo, cálmate —me dijo Edward tomándome de la cintura—. ¿Estás bien? ¿Quieres el inhalador? Debo de tener uno por aquí —dijo rebuscando en sus bolsillos—. ¡Oh, aquí está!

— ¡Nada de eso! —Discutí quitándoselo, lo aventé detrás de mi cabeza—. ¿Qué crees?

— ¿Que me acabas de romper el cráneo con esto? ¡Vaya manera de recibirme, hermanita! —dijo Jasper entre risas detrás de mí.

—No es momento, Jasper —masculle con un movimiento de mano. Reaccioné y detuve mis saltitos, incliné la cabeza hacia un lado girándome. Jasper y Alice estaban en la sala conteniendo sus risas, detrás de ellos entraban Julian y Matthew (el jardinero) con las muchas maletas que mi hermano y mi cuñada traían. Ambos vestían ropa de viaje y se veían considerablemente más bronceados que el día de la boda—. ¡Jasper! —grité corriendo hacia él. Mi hermano mayor me recibió con los brazos abiertos y me levantó dándome vueltas.

Me dejó en el suelo después de darme un beso en la mejilla y saludé a mi cuñada. Mi mamá y Esme bajaron en ese momento junto con Tyler, y todos saludaron a los recién casados.

—Bienvenidos a casa, hijos —les dijo Charlie.

—Gracias, Charlie —respondió Alice. Tyler dio un gritito llamando la atención de sus padres—. ¡Oh, mi bebé! —exclamó tomando a su hijo en brazos.

— ¿Cómo les fue en el viaje? —pregunté emocionada—. No, esperen. Respondan mejor esto: ¿qué tal las Islas Vírgenes? Escuché que son hermosas y muy, muy, muy paradisiacas. ¿Le hicieron un hermanito a Tyler? Porque si no es así, yo misma los regreso de una patada por no haber aprovechado la oportunidad.

—Ok, de acuerdo. ¿Quién rayos le dio azúcar a ese monstruito? —bromeó Jasper. Todos rieron, menos yo.

—Culpables —respondió mi mamá—. Es que ya extrañaba verla toda loquita.

— ¡Mamá!

— Es la verdad, cielo. Hasta Edward ya extrañaba tu hiperactividad, ¿o no?

— ¡Por supuesto! Ya extrañaba verla brincar por todos lados.

Sonreí y me pegué a su pecho.

Dejamos que Jasper y Alice subieran a cambiarse de ropa y refrescarse mientras los esperábamos en el jardín. Irina, Kate, Seth y Cynthia llegaron al poco rato y esperaron a los chicos junto con nosotros.

Yo no pude quedarme quieta y llevé a mi sobrino al área de juegos, Edward me acompañó y entre los dos, entretuvimos a Tyler hasta que sus padres bajaron tomados de la mano; aunque algo me pareció raro. Jasper estaba pegado al teléfono y apartó a mis padres para hablar con ellos, decidí ignorar eso y me acerqué a Alice.

— ¿Que tal el viaje? —le pregunté un poco más calmada. Ella estaba mirando a su esposo y a mis padres.

—Maravilloso, Belly. Gracias —me dijo. Sonreí. Edward se acercó a nosotras con Tyler en brazos—. ¡Oh, Edward! Muchas gracias por ese viaje.

—No fue nada, Alice.

—De verdad, fue maravilloso. ¿Cómo supieron que siempre había querido ir a Las Islas Vírgenes?

Edward y yo nos miramos sonriendo.

—Jasper es un chismoso.

Alice rió asintiendo.

—Pero sólo cuando se trata de hacernos felices, Belly. ¿No fue él quien salió con el asunto de Lady?

Ahora fue mi turno de reír. Vaya que había reído hoy.

—Igual es un chismoso.

Los rostros de mis padres y mi hermano eran claramente de preocupación. Fruncí el ceño mirándolos. Me acerqué pese a los intentos de Edward por detenerme.

—Es muy pronto, Jasper —decía mi mamá.

—Ya está aquí, no puedo regresarla —respondió mi hermano.

— ¿Y si les pedimos a Sue y Harry que se encarguen de eso? Al menos por lo que resta de la semana —propuso papá.

— ¿Qué pasa? —pregunté.

— ¡Ah, cielo! —Exclamó mi mama—. No es nada, mi amor —titubeó mirando entre Jasper y Charlie—. ¿Qué les parece si nos sentamos a comer esos increíbles emparedados que hizo Karlita? Vamos, preciosa.

Con extrañeza, dejé que mi mama me llevara hacia la mesa donde ya estaban todos sentados; me senté junto a mi prometido y deje que Karla me diera unos emparedados. Poco a poco se me fue olvidando el asunto y disfruté de esa comida riendo con mi familia y dándome arrumacos con mi novio mientras mi hermano y mi cuñada nos hablaban sobre su luna de miel.

Este día iba cada vez mejor.

—Oye, ¿qué ibas a decirme hace rato? —preguntó Edward de repente llamando la atención de todos.

— ¿Qué? —pregunté en respuesta mirándolo confundida—. ¡Oh, cierto! —miré emocionada a toda mi familia...

— ¡Oh, Dios! —Exclamó Irina antes de que pudiera responder—. ¡Estás embarazada!

— ¡¿Estás embarazada?! —gritaron todos.

— ¡¿Qué?! ¡No! —miré a mis piernas haciendo cuentas mentales desde el último día que tuve mi visita mensual hasta ahora. Todos notaron mi vacilación-. ¡No!

— ¿Entonces?

— ¡Ya tengo mi vestido!

— ¡Aaaa! —gritaron Alice, Kate, Irina y Cynthia.

— ¡Tienes que verlo, Carlisle! —dijo Esme—. Es una cosa exquisita.

—Tapale los ojos —me dijo mi mamá mientras entraba corriendo a la casa.

— ¡Me bajas el portafolio, por favor! —le pedí tapándole los ojos a Edward con mis manos.

Todos estaban lanzando risitas hasta que mi mamá llegó con el bosquejo de mi vestido y el portafolio donde tenía algunas propuestas para los trajes de los caballeros, de las damas y de Edward.

Primero se paso el diseño del vestido de mano en mano. Todos se mostraron encantados con mi decision, felicitandome por el buen gusto que tenia, aunque Alice no hablo solo se dedico a mirar el vestido y sonreir aunque no se la crei.

Todos terminaron de ver el vestido y se lo regresaron a mi mamá para que lo guardara antes de que le destapara los ojos a Edward. Cuando estuvimos completamente seguros de que mi vestido no estaba al alcance de su vista, quité mis manos de los ojos de mi novio y le di un beso en la mejilla.

Tomé el portafolio y lo abrí.

— ¿Qué tienes en ese portafolio del mal, hermanita?

—Un conejo —bromeé con la cara seria para que nadie se percatara de mi broma. Nadie pudo discutir con mi broma por que de verdad se la creyeron, ni siquiera Edward—. No, no es cierto —dije sonriendo.

— ¡La voy a matar! —masculló Seth.

—Está de buen humor. Dejala —murmuró Alice.

—Yo diría que de muy buen humor —intervino Kate. Y tan pronto como lo dijo, Irina y Cynthia ya tenían sus manos sobre su boca impidiéndole salir con uno de sus comentarios cargados de doble sentido.

—Gracias —dije—. Ok, lo que tengo aquí son unas propuestas que tengo para ustedes.

—Rayos. Sonaste como una mujer de negocios —dijo Jasper.

—Lo seré dentro de poco, cállate. Son trajes y vestidos.

— ¡Es muy pronto! —protestaron mi hermano y mi primo.

— ¡Claro que no!

— ¡Claro que sí!

— ¡Que no!

— ¡Que sí!

— ¡Papi!

— ¡Por Dios, niños, dejen de pelear! —nos regañó papá.

— ¿No extrañabas esto, Charlie? —le preguntó mi mamá enternecida.

— ¿Siendo honesto? No.

— ¿Cómo no lo vas a extrañar? Nuestros pequeños ya crecieron.

— ¡No empieces, mamá! —gritamos Jasper y yo.

—Ok, ya basta —dijo Edward tapándome la boca con una mano. Carlisle miraba divertido la escena, al igual que Kate e Irina; pero Esme estaba en las mismas condiciones que mi mamá. Ambas veían a sus retoños crecer más rápido de lo que hayan deseado; por un lado mi mamá, que hace tres semanas vio a su hijo mayor casarse y ahora veía a su hija pequeña planear su boda; todo en menos de un año. Y por el otro estaba Esme, que hace cuatro años dejó partir a su hijo para cumplir un deber con su familia y con él mismo, y ahora lo vería casarse en siete meses. Me ponía en el lugar de ellas porque sé que algún día seré madre y sé que algún día yo estaré en la misma posición; viendo a mis pequeños irse a estudiar o a trabajar o casándose, y el sentimiento no es nada lindo por lo que reflejaban los ojos de mi madre y mi suegra.

Alice no mostraba nada, pero sé que también pasaba por los mismos sentimientos que Renee y Esme por que miraba a Tyler con los ojos abnegados de lágrimas. Para una madre, los hijos siempre serán unos bebés de brazos, aquellos que los necesitan incluso para respirar. En mi mente, veía lo mismo que mi mamá: Jasper de nueve años y yo de seis, en nuestra casa de Washington, jugando en el suelo; él con sus carritos y sus muñecos de acción y yo con mis Barbies y robándole a Jasper sus muñecos para usarlos como Ken, por que el maldito patán siempre se desaparecía; discutiendo por que el no me los quería prestar y yo no los quería devolver.

— ¡No se pongan sensibles! —gritó Cynthia al ver como los ánimos habían decaído-. Quiero ver esos vestidos.

Edward retiró su mano de mi boca y me regresó el beso de hace rato. Sonreí. Saqué una carpeta morada para enseñar las fotos de los vestidos para las damas que tenía en mente, pero fui interrumpida al escuchar un gran revuelo en el interior de la mansión.

Todos nos levantamos rápidamente de nuestros asientos y corrimos hacia allá. El servicio hizo un enorme desastre dentro: Karla tiró una charola de plata al salir de la cocina que llevaba las tazas y el café para la sobremesa, una de las mucamas tiró al suelo el florero que llevaba en las manos y Matthew miraba perplejo desde la otra entrada al jardín.

— ¿Qué pasa? —preguntó mi papá con severa.

Todo el servicio que estaba dentro de la casa y rodeaba en ese momento a una chica rubia, que saltó al escuchar la pregunta de Charlie; se separaron y nos dejaron ver a la chica que vestía sencillamente con unos jeans, una blusa blanca y unos botines grises. Llevaba una bolsa café cruzada por el pecho.

La chica se giró haciéndome trastabillar. Edward y Carlisle me sostuvieron de los antebrazos y de pronto la atención estuvo fija en esa chica y yo.

Era idéntica a mí. Mi rostro, su rostro, mi nariz, mi boca. Lo único que nos diferenciaba eran los ojos, los de esa chica eran los de mi madre y Jasper, y su cabello rubio.

Por Dios.

Por Dios.

— ¿Isabella? —preguntó. Maldita sea. Su voz—. ¡Eres tú! —se acercó a mí y me abrazó fraternalmente como si nos conociéramos de toda la vida.

— ¡¿Quién diablos eres tú?! —grité. Ella me miró con el ceño fruncido; miré a mis padres y a Jasper—. ¡¿Quién carajos es ella?!

Charlie, Renee y Jasper se miraron entre sí. Mi hermano asintió y dio un paso hacia mí.

—No iba a suceder hoy, pero... Isabella, ella es Ilaria; tu hermana gemela.

Todo me dio vueltas y sentía como el piso se movía debajo de mí como tierras movedizas.

— ¡APRENDE EL MALDITO SIGNIFICADO DE TACTO, JASPER! —le gritó Edward a Jasper justo antes de que me desmayara. Por segunda vez en menos de un mes.