Summary: "El Apocalipsis empieza un domingo en la noche, y quizá eso sea lo más poético del asunto, considerando que ha durado más de una década y los seres humanos siempre han sido una raza testaruda. Jack ya ha olvidado el número de cabezas que han rodado bajo su cuchillo, de los rostros que le han dedicado sus últimos momentos, pero la cuenta de los días permanece intacta y perfecta desde el primero. "Todo va mejor cuando el sol va en lo alto" Es lo que dice Hiccup, dibujando en la parte blanca de sus zapatos.
Jack no se permite pensar en ello. No recae en el pasado con la frecuencia en que este insiste asomar su fea cara. No piensa en el verano, la voz de su madre o la sonrisa de su hermana. No se deja a si mismo recordar cómo eran en su día las calles que ahora puede recorrer con los ojos cerrados o todos los rostros que le han dedicado sus últimos momentos, y, definitivamente, no se atreve a pensar en Hiccup en la manera en que más desea hacerlo mientras el niño duerme acurrucado en la curvatura de su brazo. Zombie Au."
Actualizado: 05/01/2016.
…
The Last of Us
Prólogo
"Al Final, Incluso los Pájaros se Alejan para Morir"
...
Saw all of the saints
Lock up the gates,
I could not enter
Walked into the flames
Called out your name
But there was no answer
And now I know my heart is a ghost town.
.
~Ghost Town- Adam Lambert.
...
El Apocalipsis empieza un domingo en la noche, y quizá eso sea lo más poético del asunto, considerando que ha durado más de una década. Jack no se permite pensar en ello. No recae en el pasado con la frecuencia en que este insiste asomar su fea cara. No piensa en el verano, la voz de su madre o la sonrisa de su hermana.
Jackson Overland tenía dieciséis años durante el primer día del fin del mundo.
El joven descansaba en el sillón que en el presente ni siquiera es capaz de recordar del todo haber poseído, desparramado sobre uno de los reposabrazos, mientras su hermana pequeña observaba la película que había obligado a su hermano a rentar aquella misma tarde.
En la pantalla, un meloso romance se proyectaba, con algún conflicto cliché iluminado únicamente por el hecho de que los chicos eran seres sobrenaturales; adornados, pacifistas y exageradamente bien parecidos, pero seres sobrenaturales al fin y al cabo.
Se giró hacia la ventana por un momento, viendo el cielo nocturno a través del cristal, donde las estrellas alumbraban de manera inusual, demasiado brillantes incluso para su hogar alejado de la ciudad. Puede recordar, por alguna extraña razón, con total y perfecta claridad, que la luna se encontraba en cuarto creciente.
No habría sido una noche especialmente memorable, a no ser por los eventos sucedidos hasta después.
La protagonista de la película estaba en medio de un monologo sobre lo simplona y miserable que era -en lo que Jack estaba totalmente de acuerdo- cuando el teléfono celular en el bolsillo trasero de sus pantalones de mezclilla vibro con insistencia. En la pantalla se mostraba el último mensaje que el tío Nicholas le había enviado, hace menos de un minuto.
'¿Dónde está tu madre? ¿Porque no contesta el teléfono?'
Jack se giró hacia la escalera con las cejas arqueadas. Por lo que sabía, su mamá se encontraba escaleras abajo, trabajando en la cena. Recordó como el teléfono de la casa había sonado hasta el cansancio hasta hace poco menos de veinte minutos.
"¿Mamá?" Llamo el muchacho, con algo un poco más fuerte de nerviosismo en la voz, solo siendo capaz de pensar en el extraño brote viral del que hablaban en las noticias, del que su tío balbuceaba en un mensaje de voz.
Su madre era enfermera, bien podría haber contraído algo en su turno de la mañana.
"¡Mamá!" Llamo con un poco de más de fuerza, tomando el control a distancia de la televisión para apagarla, ignorando las protestas de Emma.
Ante el silencio el sonido de un golpe se escucha levemente, seguido por el fuerte ruido del vidrio rompiéndose, haciendo sobresaltar a ambos hermanos.
"¡Mamá!" Grito Jack esta vez, levantándose de un salto, preocupándose al no escuchar respuesta. Llamo nuevamente, siendo recibido solo por el silencio sepulcral de las noches en las afueras de los pueblos pequeños.
Dio el primer paso hacia la escalera en lo que el planeaba que fuera una carrera frenética hacia su madre, siendo detenido únicamente por el más arraigado de sus instintos, que le indicaba que anduviese con la espalda baja y sin omitir el menor de los ruidos. Es extraño e inusitado, pero los escucha de cualquier modo.
"¿Jack?" Le llama Emma desde su lugar, confundida ante la extraña actitud de su hermano mayor, que como única respuesta se gira en su dirección y se lleva un dedo a los labios, indicándole que guardara silencio.
La niña permanece quieta, intrigada, observando como su hermano empieza a bajar la escalera con pasos cautelosos, como si esperara que un león le saltara encima en cualquier momento. Jack se detiene en el descanso a mitad de la misma, llamando a su madre una última vez.
Gritos horrorosos se dejan escuchar, sin palabras o significado, pero tampoco el típico grito aterrorizado. La mujer se asomó por la puerta de la cocina, con ojos en blanco y la mandíbula desencajada, que en cuanto le vio empezó a correr hacia las escaleras de forma tan torpe y antinatural que llegaba a ser una de las cosas más espeluznantes que alguna vez hubiera visto.
Ella sube los escalones en medio de tropezones, hasta que llega hasta donde se encuentra su hijo mayor, intentando taclearle al suelo sin demasiado éxito.
Emma grita y Jack jadea, al observar como la sangre brota copiosamente de su boca, nariz y orejas.
"¡Mamá!" Grito Jack, tomándole de los hombros con fuerza, pero la mujer no parecía reaccionar en lo más mínimo ante su llamado, abriendo y cerrando las mandíbulas con fuerza en el aire frente a su rostro, como un animal hambriento en busca de su carne. "¡Mamá, para!"
La mujer mantiene su horrorosa resolución con un empeño abrumador, al punto de que Jack siente que le arrancará la nariz de un mordisco en cualquier momento.
Pronto escucha más golpes, gruñidos y objetos rompiéndose en cientos, millones de pedazos, rodeando la casa y es tan parecido a las miles de películas de terror que ha visto a través de los años que sencillamente no puede evitar quedarse congelado por el miedo, dejando únicamente el instinto de preservación como medio de defensa.
Se encuentra a si mismo gritando: "¡Emma! ¡Corre!" Antes de siquiera haber terminado de procesar la situación. La niña, que parecía estar en la misma situación, no reacciona, observando a lo que solía ser su madre con los ojos tan abiertos que bien podrían salir rodando de sus cuencas. "¡Corre!" Repitió el mayor de los hermanos, en medio de un grito que rayaba con la histeria.
La niña se espabilo de un salto, como si Jack le hubiera despertado de un sueño y corrió escaleras abajo. Al pasar junto a ellos, el monstruo que había arrebatado la cara de su madre hizo ademán de ir a por Emma, al notarla como una presa más fácil; aterrorizado ante la idea, Jack toma su blusa -ya manchada en casi su totalidad con sangre negruzca- y la apega a su propio cuerpo, alejando aquellos peligrosos dientes de su rostro colocando su brazo libre contra su garganta obligándole a levantar el rostro fuera de su alcance.
Puede escuchar los cortos pasos acelerados, sin atreverse a apartar la mirada de su madre, que no intentaba de zafarse de su agarre, en cambio, empujaba contra él, intentando llegar a su carne.
En esos momentos, en los que Jack pensaba como acabar con esta bizarra situación sin hacer daño a la mujer frente a él, escucha el grito aterrorizado de Emma, lo que le hace saltar a la acción, empujando a su madre contra el barandal de la escalera, donde ve, con ojos llenos de culpabilidad, como esta se golpea la cabeza contra el borde, desparramándose en los escalones, aturdida. Pero no se mantiene inmóvil, por lo que no ha muerto y eso le quita un peso de encima.
Corre escaleras abajo, encontrando a su hermana pequeña bajo el enorme cuerpo de su vecino, que seguramente ha entrado por la ventana al otro lado de la habitación, cuyos trozos rotos adornan la alfombra. Emma empuja aquel rostro sangrante con sus manos pequeñas, manteniendo la cautela de alejar los dedos de esa boca con dientes torcidos y manchados de sangre que continua chasqueando la mandíbula a milímetros de su cara.
Jack, sin apenas tener tiempo para pensar, toma la enorme sombrilla que solían guardar junto a la entrada principal y la estrella en la cabeza del vecino con toda la fuerza con la que se ve capaz. El delgado palillo metálico que conforma el paraguas se rompe en dos con un fuerte crujido y el criatura cae inerte, muerta, sobre su hermana, que suelta un alarido ensordecedor, empujándolo con todas sus fuerzas, logrando que el hombre girara sobre su espalda, tumbado a su costado, y ella se aleja, arrastrándose en su espalda y sus manos hasta que se encuentra con una pared.
Emma observa a su hermano con ojos grandes e inseguros, sin saber si realmente puede poner el peso de sus acciones sobre sus hombros. El cuerpo de Lenny está en el suelo, inmóvil, el mismo Lenny que le daba caramelos en Noche de Brujas, que siempre les invitaba a barbacoas, que les había dado un aventón a la ciudad tantas, tantas veces. El mismo Lenny que había estado a tres segundos de arrancarle la piel del rostro de un mordisco.
Jack observa el mango de la sombrilla, que se le ha quedado en la mano, largo y delgado, lo sopesa y se gira hacia su hermana con ojos tristes. El joven abre la boca, buscando algo que decir, cuando la puerta principal cruje, como si la hubiera golpeado una bola de demolición y en la ventana junto a esta, una pareja en ropa deportiva que Jack recuerda haber visto cientos de veces se presionan contra el vidrio, empujándolo y abriendo grietas en él, mostrando aquellos mismos horribles dientes manchados de sangre y carroña, puede escuchar, a sus espaldas, como su madre ha vuelto a emitir esos ruidos siniestros.
Jack toma a Emma de la mano, levantándola de un tirón al tiempo en que Ellos han logrado hacer pedazos la puerta principal.
"¡Vámonos!" Grita él, llevándosela de la mano hacia la puerta de la cochera, que es el único lugar seguro en el que puede pensar, ante su inminente falta de ventanas y única salida.
A casi el final del camino, una mano salta desde una de las ventanas y le agarra de la capucha de la sudadera, haciéndole caer y se golpea en la nuca de tal manera que apenas es capaz de ver lo que está frente a él. Es la primera vez que cree que morirá con total convicción, empuja a Emma con fuerza y ella trastabilla hacia el interior de la cochera; puede escuchar como su madre y sus antiguos vecinos acercándose cada vez más. Lo único que es capaz de pensar es que quizá él les sea suficiente, que tal vez Emma sea capaz de escapar si Ellos se ocupan masticando su carne.
Pero entonces ella está ahí, llamándole por su nombre con tono urgente, tomándole de las manos mientras intenta hacerlo levantarse, de arrastrarlo con ella usando aquellos bracitos tan delgados.
Quizá eso es lo único que le obliga a levantarse, el hecho que su hermana se rehúsa rotundamente a dejarlo atrás.
La cabeza aun le da vueltas cuando por fin han entrado a la cochera, por lo que en realidad no sabe lo que ha sucedido hasta que se encuentra a si mismo haciendo peso en la puerta, sintiendo los fuertes golpes que los monstruos dan contra la misma en su espalda.
Emma revolotea alrededor de la pequeña habitación, sin saber realmente en que ocupar aquellos precarios instantes. Jack escanea la situación con rapidez. El principal plan de huida se ha ido por el caño, el auto de su madre no está en la cochera, seguramente abandonado en el camino frente a la casa, como tenía ella la mala costumbre.
Soltó una palabrota entre dientes, una y otra vez como si se tratara de un mantra mientras intentaba pensar en una nueva ruta de escape que no implicara correr por sus vidas. Los golpes a sus espaldas se hacían cada vez más fuertes.
Observo las llaves colgadas en la pared, brillantes e incitadoras. La vieja camioneta Pick Up de su padre, oculta en una esquina bajo la típica raída manta blanca. Es lenta, feúcha y desgastada, pero una vez adentro nada sería capaz de tocarlos.
Llama a su hermana de un grito, que ante la mención de su nombre pega un salto al techo. Le explica su plan y ella toma las llaves, sentándose en el largo, único, asiento y trata de encenderla. El motor suelta un ruido ahogado, casi un gemido moribundo, y se rinde antes de haber dado el primer paso.
Emma repite el proceso nuevamente. Una, dos, tres veces.
No sucede nada en lo absoluto.
No es hasta que la puerta está llena de grietas y casi puede sentir las manos arañando su espalda, que el auto deja salir un rugido ensordecedor y el viejo mecanismo empieza su marcha tras lo que parece más de una docena de intentos.
Jack calcula sus opciones rápidamente, doblando las piernas como lo haría un corredor, a sabiendas que él era lo único que mantenía la puerta en pie y en cuanto se separara de está nada evitaría la entrada de los monstruos en la habitación.
Se lanzó hacia el frente en una apresurada carrera, escuchando como la puerta pasaba a ser solo pequeños pedazos de astillas. Atraviesa la habitación en lo que parecen ser tres pasos largos y salta a través de la puerta abierta de la camioneta, cerrándola tras de sí de un tirón. Uno de ellos se golpea contra el cristal de la ventana casi inmediatamente, dejando manchas de sus dedos y su cara con la sangre que brota de sus orificios, incesante.
Cambia de puesto con Emma, y con las manos inseguras de alguien que no sabe mucho más allá que la teoría en lo que respecta a conducir un auto sincrónico, abre el portón del garaje, cambia la velocidad y presiona el pedal hasta el fondo, el automóvil suelta un chirrido a modo de queja y sale disparado hacia el frente en medio de una nube de humo, llevándose en su escapada uno de los bordes de la cerca del jardín delantero, además de gran parte de uno de los que solían ser personas que merodeaba en el camino.
Emma se lleva las manos al rostro y solloza terriblemente, con hombros que tiemblan y voz desgarrada, dejando por fin escapar parte del pánico que le recorre como hielo en las venas. Quizá sea el llanto de su hermana, la sangre embarrada en el parabrisas, la posible contusión que pudo haber sufrido o las casas en llamas a un lado del camino, pero la mirada se le nubla de tal manera que es incapaz de ver más allá de un metro del capo de la camioneta. Presiona el rostro contra el volante, desacelerando hasta el punto que una persona a paso de corredor podría alcanzarles sin problema, pero Jack no tiene las fuerzas para preocuparse.
La carretera es recta y monótona, llena de los gritos aterrados de los que no han podido escapar y del llanto desconsolado de los que sí lo han logrado. En la radio, un hombre habla y habla, incesante, de cómo lo que parecía ser una infección había avanzado hasta descubrirse que se trataba de un parásito, que debían alejarse del centro de la ciudad, que pronto se hallaría un solución.
"¿Que está pasando?" Pregunta Emma una y otra vez como si fueran las únicas palabras que aún existen en ese mundo de locos. Jack no está seguro de que la pregunta siquiera está dirigida a él, pero de todas maneras responde cada vez:
"No lo sé." "Todo estará bien." "Por favor, no llores más."
Al final, lo único que logra es llevar los ojos en la carretera y seguir por el camino de manera casi mecánica, rogando que Norte siga en los alrededores de su hogar, que siga siendo el mismo.
...
El hombre en la radio grita terriblemente mientras se escuchan los mismos horribles ruidos que los vecinos emitían y luego solo existe estática. Emma le observa con ojos asustados, como si buscara una respuesta milagrosa. Jack aprieta el volante hasta que sus nudillos palidecen y cambia la velocidad, empujando el pedal con más fuerza.
La ciudad está tan o incluso más caótica de lo que esperaba, personas corren en cada dirección posible, histeria presente en el ambiente de tal manera que incluso puedes olerla. En cuanto gira en dirección a la calle principal se encuentra con el embotellamiento más estancado que puedas imaginar. Suelta un manotazo al tablero del auto junto a una maldición susurrada entre dientes y se apresura a detener la marcha antes de acercarse demasiado al automóvil frente al suyo.
Emma se acerca al parabrisas debido al repentino frenazo y observa el paisaje frente a sí con una mirada llena de incertidumbre. "¿Qué hacemos ahora?"
"Esperar, supongo."
"Pero el Tío Norte podría irse sin nosotros..."
Antes de que la pequeña discusión llegara a más, pueden escuchar como una mujer grita despavorida, y se giran justo para ver como una de esas cosas, un hombre vestido en bata de hospital, le lanza un mordisco en el cuello al conductor del auto frente a ellos, desgarrando el tendón con facilidad terrorífica.
De la misma manera que ese apareció, otro se acerca a ellos con las manos en alto y la mandíbula desencajada.
"¡Jack!" Grita su hermana, sin poder apartar la vista de cómo uno de Ellos se come a la mujer en el auto con mordidas gigantescas.
Jack balbucea algo parecido a una respuesta que ni siquiera él mismo entiende y da marcha atrás con tal rapidez que la camioneta da un salto y se apaga.
Ambos chicos gritan, con desesperación e ira, y tan repentinamente como el anterior, uno de los monstruos se acerca a su dirección dando tumbos, hasta que empieza a correr y lo único que existe es pavor. Jack gira la llave en el contacto y, por primera vez en la historia desde el comienzo de los tiempos, la camioneta enciende dentro de los primeros dos intentos.
Jack presiona el pedal hasta el fondo al mismo tiempo en el que el hombre golpea las manos en el capo con tal fuerza que están seguros de que dejara una hendidura en el acero.
Jack va en retroceso hasta el final de la avenida sin apenas mirar, gira en una de las calles con la facilidad que solo le puede agradecer a la vieja máquina de carreras en la sala de videojuegos de la esquina y se mete en la solitaria transversal cuyo destino y existencia conoce únicamente debido a que su padre le había obligado a aprender de memoria el mapa de la ciudad cuando era pequeño, cosa que en estos momentos agradece infinitamente.
Vira entre las personas con lentitud digna de un premio, mientras estas corren despavoridas hacia cualquier dirección posible como un enjambre de insectos asustados. Está tan concentrado en su tarea de no llevarse a nadie por delante que no lo nota gasta que es muy tarde, siendo el grito de Emma lo último que es capaz de escuchar y dar un significado:
"¡Cuidado!"
Lo siguiente es el rugido característico del claxon de un vehículo pesado y todo se apaga como una luz. Incluso el día de hoy, Jack no está seguro de si se trató de un camión de dieciocho ruedas o un autobús comercial, pero las cicatrices no le permiten olvidar el dolor.
Dolor.
Lo primero que existe es dolor, agonizante y candente que envuelve su cuerpo por completo como si se tratara de fuego, por lo que cuando abre los ojos, todo va mucho mejor de lo esperado.
La camioneta se ha volcado de lado y se encuentra a sí mismo presionado contra la puerta del conductor, que ahora se encuentra ubicada al nivel del suelo, total y completamente obstruida. El ardor en sus costillas le dificulta la respiración y puede sentir la sangre que brota, caliente y espesa, del feo corte que se has hecho en los labios junto a la escandalosa cascada que surge de algún lugar por encima de su oreja izquierda.
Levanta la mirada, buscando a su hermana con los ojos, Emma sigue en su asiento, sostenida contra el viejo cuero a duras penas gracias al cinturón de seguridad. Jack estira los brazos hacia ella, más que todo como un acto reflejo, y, como si hubiese tratado de una señal, el viejo gancho cedió con un chasquido, haciendo caer a la niña en los brazos abiertos de su hermano mayor como si se tratara de una muñeca desarticulada, sacándole el aire de los pulmones a Jack con aquel golpe sin intención.
La niña permaneció quieta, en el estado más profundo de la inconciencia, y Jack le pasa las manos por el cabello y la frente, buscando sangre y chichones con manos cuidadosas, palpando aquel cuerpo pequeñito en busca de cualquier tipo de herida mientras le agita los hombros con suavidad en busca de su despertar.
No hay mucho más que magulladuras que se convertirán en moretones y pequeñas cortadas que sanaran pronto, o es así, hasta que ve como su pantalón de pijama se empapa de caliente líquido escarlata a la altura de la pantorrilla.
En otro automóvil, detenido justo frente al suyo, quizá debido a su propio accidente bloqueando su carrera, gritos empiezan a escucharse, terribles gritos llenos de cualquier tipo de sentimiento. Jack se gira, y por la ventana rota del parabrisas puede ver como uno de Ellos desgarra a un hombre en el interior del pequeño auto usando únicamente sus manos, tiñendo el cristal de las ventanas de rojo carmesí.
Es en ese momento que decide que deben seguir en movimiento, tanto con Emma consiente como si no. La agita una última vez, con un poco más de fuerza; la niña deja escapar un gemido, como si su madre intentará despertarle demasiado temprano un domingo. Jack suelta un suspiro aliviado ante esto, ya que su hermana no puede estar tan lejos si su cuerpo responde a estímulos.
Deja la niña a un lado con toda la delicadeza que es capaz, y se gira a una de las ventanas rotas. Da la primera patada con toda la fuerza que logra convocar, logrando abrir aún más las grietas.
Lo hace nuevamente, una, dos, tres veces.
Al final, el cristal sede, rompiéndose en mil pedazos y Jack sale de la camioneta a gatas, llenándose las palmas de las manos con pequeñas cortadas llenas de vidrios rotos. Una vez afuera, lo primero que hace es estirar el cuerpo en busca de sus propios huesos rotos e inclinarse a sacar a su hermana.
Es en esa pequeña fracción de un instante en la que se gira y agazapa, que uno de los monstruos escoge para lanzársele encima. De alguna manera Jack logra girarse a tiempo y sostener el rostro pútrido con las manos a duras penas, ya que este se resbalaba de su agarre debido a la sangre embarrada en la piel grisácea.
Aquel enorme desconocido está a apenas un mililitro de zamparle un mordisco en el rostro cuando un disparo rompe el aire y atraviesa la cabeza de su agresor, matándole al instante.
El chico se gira, con ojos grandes como platos y la cara cubierta en la negruzca sangre ajena, y lo único que quiere es lanzar un grito al viento y lanzarse a los brazos de Norte, que le devuelve una mirada llena de cautela.
"No te ha mordido." Afirma, más que preguntar, con palabras lentas y suaves, que solo logra verse fuera de lugar en medio del caos que les rodea. En su mano la pistola permanece inquieta entre sus dedos temblorosos. "No lo ha hecho ¿Cierto?"
Jack junta las cejas en confusión e indignación, no es tonto, sabe bien lo que pasará si así fuera, lo ha visto toda la noche a su alrededor.
Sacude la cabeza para negar y en cuanto lo hace lo único que existe es el Tío Nicholas, abrazándole con tal fuerza que siente que le romperá en dos; con su olor a menta, tabaco y licor de anís inundando su nariz, su barba, ya algo larga por no haberla afeitado en todo el fin de semana, raspando en su mejilla. Es un golpe directo a lo más profundo de sus sentimientos, justo tras haber dado todo por perdido, aparece lo que es quizá el único adulto que queda en su familia y le salva al último segundo. Jack llora como un niño pequeño y se aferra a la camisa de su tío como si se le fuera la vida.
El momento dura mucho menos de lo que cualquiera de ambos hubiese querido, debido a que los gritos de las víctimas se escuchan nuevamente, seguidos de cerca por aquellos rugidos furiosos. El hombre se separa primero, dando a Jack un corto sermón sobre la fuerza que debe demostrar poseer en estos momentos.
Jack vuelve a su tarea de sacar a Emma del interior de la ahora inservible camioneta, la niña le observa con ojos desenfocados, susurrando su nombre en la vocecilla más débil que puedas imaginar.
"Jack..."
"Estamos bien." Responde Jack, sosteniéndola entre sus brazos como si no pesara más que la brisa. "Todo estará bien."
La niña observa a su alrededor como si no pudiera creer que la pesadilla de la acaba de despertar se tratara de la realidad y se aferra con fuerza a cuello de su hermano, enterrando el rostro en su hombro.
El chico la abraza con fuerza y sigue a Norte, que ha empezado a correr entre las personas, diciéndoles que debían encontrar la manera de salir de la ciudad lo más rápido posible.
Norte los conduce a través de callejones y atajos, hablando de todo y nada al mismo tiempo, balbuceando una y mil cosas. Jack recibe pocas, aun bastante aturdido debido a las repetidas experiencias cercanas a la muerte que ha experimentado a lo largo del día. Solo puede decir con exactitud que se dirigían hacia algún punto de encuentro con el primo Phil, que tenía el automóvil de su tío en aquellos momentos.
O ese era el plan, hasta que pasan junto a la cerca de una pequeña cancha de baloncesto, llena de los zombificados jugadores que chasquean los dientes a su dirección, apiñados todos juntos contra la vieja cerca metálica hasta que esta se rompe y el grupo les hace cacería.
Jack corre lo más rápido que consigue, aplicando toda la fuerza que posee en sus piernas a cada larga zancada. Sobrepasa a Nicholas con facilidad, adelantándose hasta llegar a un pequeño restaurante donde los pocos segundos de ventaja que lleva en medio de su entrada y que la puerta se cierre tras el gran cuerpo de Norte les han costado caros y varias manos obstruyen el camino de la misma.
Jack da varios saltos en el lugar, dejando escapar la adrenalina en pequeñas fuentes. Emma se abraza a su hermano con más fuerza, prácticamente sosteniéndose por sí misma en el agarre.
El hombre empuja contra la puerta con fuerza, como si quisiera romper en dos las manos y pies que le impiden seguir su senda. "¡Sigan sin mí!" Dice, por fin, en lo que parece una eternidad de retraso debido a su contratiempo.
Ambos jóvenes empiezan a soltar protestas histéricas, que pronto son acalladas con órdenes tan firmes que se encuentran a sí mismos cumpliéndolas sin un segundo pensamiento.
Jack corre a través del estacionamiento, llamando la atención de un solitario que empieza a perseguirle sin perder ni una fracción de segundo.
Jack salta la barda que separa el local del pequeño bosque que le rodea como si se tratara de una carrera de obstáculos y puede sentir como el monstruo imita el movimiento a sus espaladas con suma torpeza, concediéndole una valiosa, vacilante distancia.
Emma suelta gritos e instrucciones mientras se convierte en los ojos de su nuca, y Jack sabe que lo que le persigue es más de uno.
Se lanza a la carrera hacia la sima de la colina, recordando a duras penas lo que le enseñaron en los Boy Scouts y decide que un zombie come-hombres no ha de ser demasiado diferente a un oso rabioso.
Llega al terreno rocoso y se encuentra nuevamente con la ciudad a pocos pasos de distancia, hasta que puede sentir manos en la tela de su sudadera y el grito de Emma contra su oído, siendo opacado únicamente por el distintivo disparo de una escopeta.
El disparo es seguido por otros más, y Jack se encuentra a si mismo cubriendo el cuerpo de Emma con el suyo propio. Es hasta ya pasados varios segundos de silencio que el joven por fin logra levantar la mirada.
En lo más alto de la colina, con su rostro parcialmente oculto por la luz de los faros del auto patrulla que le da a Jack directamente en los ojos, cegándolo, puede distinguir la forma de un hombre utilizando el distintivo uniforme de policía contra redadas.
El chico puede sentir como parte de tensión se desaloja de sus hombros y sonríe, irguiendo el cuerpo con cierta dificultad ya que por primera vez en mucho tiempo logra sentir el peso de su hermana sobre sus brazos.
"¡Muchísimas gracias!" Se apresura a exclamar Jack, sintiéndose más feliz que un niño en un parque de atracciones. Están a salvo. Por fin, están a salvo. Empieza a dar sus primeros pasos hacia el hombre con lo más parecido a la confianza que se le permite. "Mi hermana está herida, su pierna-"
"¡Quieto ahí!" Le grita el hombre con agresividad, apuntándole directamente con el cañón del arma. Jack, que había portado su sonrisa más grande hasta el momento, se queda frio al instante.
No se atreve a protestar, dando un par de cortos pasos a sus espaldas, sin apartar en ningún momento la mirada del arma. Repentinamente, desea que los zombies aún estuvieran persiguiéndole.
El policía toma un pequeño radio comunicador que cuelga de su hombro, presionando el botón con demasiada fuerza. Jack es capaz de ver como sus manos tiemblan, por un instante. "Encontré dos civiles" Dice en la línea, con voz firme, en el otro lado, se escucha una voz rasposa, de un hombre mayor, que suelta un único, largo número que se ha de tratar de un código. "Son niños, señor." Informa, gran un par de segundos de vacilación, la voz repite el código, junto a algunas palabras que Jack no es capaz de distinguir por encima del pitido de sus oídos.
Su lapida es erguida sobre una única palabra. "Entendido."
El hombre apunta a Jack con el arma, directamente en la frente. Emma le abraza con fuerza, inclinándose hacia el frente, como si le instara, sin voz, que corriera lo más rápido que pudiese.
"¡No estamos enfermos!" Es lo único que atina a decir Jack, a voz de grito, con el pánico quemando en el interior de sus venas.
El hombre no hace el menor caso, presionando le gatillo al mismo tiempo que Jack retrocede otro paso, cayendo al suelo gracias a un desnivel. La bala pasa rozando contra su oreja, y Jack puede sentir como una herida se abre en esta, y solo hay sangre.
Sangre que se desliza por su rostro hasta manchar su ropa. Sangre que manchará sus manos.
Emma se ha separado de él en medio de la caída, y Jack no encuentra ni un solo pensamiento coherente en el interior de su cabeza.
El policía coloca el cañón del arma entre los ojos, y puede ver como su pulso tiembla. Como el hombre titubea hasta el último instante.
"Por favor..." Susurra Jack en un tono suplicante. "Por favor, no."
El hombre se separa ligeramente y aparta la mirada. Esos segundos de duda son suficientes.
Un disparo se escucha, inmediatamente seguido por otro aún más cercano, y Jack grita cuando una fuerza desconocida le obliga a tumbarse de espaldas en el barro.
Todo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Para cuando Jack recuerda como abrir los ojos, se encuentra con el cielo estrellado y la cabeza de Emma acunada contra su pecho.
Escucha pasos pesados a su costado y levanta la mirada para encontrarse con Norte, que le dedica una mirada llena de significado. El chico hace ademán para levantarse y descubrir que es lo que realmente ha pasado, o esa era su intención, hasta que siente como su sudadera se empapa lentamente con líquido caliente a la altura del estómago.
Levanta el torso, sosteniendo a la niña contra su cuerpo. Puede ver el rojo que empieza a tornarse marrón, tanto en la tela de su propia ropa como en la camiseta de su hermana, donde puede ver que la mancha crece y crece, a la altura del estómago.
La niña deja escapar agudos gemidos y jadeos, como si no tuviera la fuerza para gritar. Los ojos marrones se juntan con los azules y la sonrisa más diminuta que ha existido se abre paso entre sus labios llenos.
Jack presiona manos temblorosas contra la herida, repitiendo el nombre de su hermana una y otra vez.
"Emma. Emma. Emma."
La niña aprieta las manos ajenas en la suya, llevando la otra débilmente hasta el rostro de su hermano, que acaricia con suavidad y abre la boca para decir algo. Algo que se queda en el olvido, algo que Jack nunca conocerá.
La mano abandona su rostro de manera repentina y los ojos de Emma pierden el brillo, abiertos hacia algún punto inespecífico.
Jack repite el nombre de su hermana pequeña mil y un veces, acompañado solo por súplicas y llantos que solo logran hacerle sentir aún más miserable cada minuto que pasa.
Oculta el rostro en el largo cabello castaño de Emma, dejando escapar a duras penas alguna palabra que no suene más parecida a un sollozo. Aspira el aroma a fresas de su shampoo y sabe que jamás será capaz de asociarlo con otra cosa que no sea este momento.
Su transe se rompe por manos es su espalda, grandes y rudas, que hacen el intento de consolarle con palmadas que seguramente le dejaron moretones.
"Debemos irnos" Susurra el hombre, consiguiendo solo despertar aquel miedo frio que quema la piel de su sobrino.
O eso es lo que debió haber pasado. Jack está seguro. Pero lo único que logra recordar son sus propias manos limpiando las lágrimas de su rostro y como se levanta, con el cuerpo de Emma aun acunado en su regazo, que con los ojos cerrados -Jack no es capaz de quedar en el momento en que lo ha hecho. Si es que ha sido él el que se los ha cerrado- parece que solo se encontrara en medio de un sueño profundo y sobrecogedor.
No nota nada que le obligue a seguir caminando, exceptuando, quizá, únicamente a Norte, que le observa con cautela por el rabillo del ojo.
Jack hace planes a corto plazo, porque no sabe que tanto ha de idear hacia aquel futuro incierto. No sabe que tanto durará.
Una capa de hielo abraza su corazón, para evitar que este se caiga en pedazos y no es capaz de pensar en otra cosa más que seguir adelante.
Y eso hace.
Eso sigue haciendo, hasta que los pies le duelen y las manos le sangran. Pero las lágrimas no caen.
Ya jamás lo hacen.