DISCLAIMER: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer

RANCHO MASEN

CAPITULO 1

—¿Qué piensas hacer, Edward? —preguntó Harry apoyándose junto a él en la valla que rodeaba el corral.

—No tengo idea —reconoció con un gemido —No tengo idea pero no podemos quedarnos con ese hombre —dijo mirando al pedante adiestrador que trabajaba en el corral con sus dos mejores caballos.

Edward Cullen, era el dueño del Rancho Masen, que había heredado de su padre y éste de su abuelo.

Se dedicaban a la cría de ganado y eran famosos en el estado por tener las mejores reses, así como por criar y entrenar los mejores caballos de la zona.

Hasta hacía dos meses Billy Black había sido su adiestrador.

Era el mejor de la región y trabajaba con Edward desde hacía ya veinte años.

Pero dos meses atrás había tenido un pequeño accidente cuando un caballo que le habían traído para entrenar, se había desbocado y había arremetido contra él.

Aunque no había sufrido nada más que unas pocas magulladuras, eso había destrozado los nervios de su hija Rachel.

Poco dispuesta a perder a su padre, después de que su hermano menor, Jacob, hubiera muerto en un trágico accidente en Montana, tres años antes, Rachel había insistido en que se retirara y él lo había hecho.

Ahora vivía en el pueblo con su hija, el marido de ella, Paul y su pequeña nieta, Rebecca.

Por mucho que le había dolido que Billy se marchara, Edward lo había entendido.

Él mismo había visto el sufrimiento de esa familia, en el funeral de Jacob, tres años atrás.

Había conocido al joven cuando aquel era un niño. Jacob era siete años menor que Edward, y tenía sólo ocho años cuando su madre se lo llevó a vivir a Montana.

El chico pasaba las vacaciones de verano con su padre y era entonces cuando Edward le veía, pero la diferencia de edad hacía que no compartieran mucho.

Sin embargo, él mismo se había conmocionado cuando se enteró de su muerte. Jacob de tan sólo veinticinco años, viajaba junto a su prometida cuando un camión les embistió.

El chico murió en el acto mientras que la chica sufrió graves daños que la mantuvieron en el hospital durante meses, para después tener una larga recuperación.

Edward nunca había visto más dolor que el que vio en esa familia el día del funeral del joven.

Y por eso, no pudo más que comprender el temor de Rachel cuando su padre se lastimó.

Riley Biers se había presentado entonces ante Edward, precedido de un impecable currículum y ahí estaba trabajando como adiestrador de caballos.

Pero había resultado un desastre y, cada día, Edward se convencía un poco más de que debería buscar a alguien que le sustituyera, si no quería ver hundido su negocio y su prestigio.

—Ayer vi a Billy en el pueblo —comentó Harry sin quitar la vista de Riley que hostigaba a su potrillo —Conoce a alguien.

—¿Quién? Aunque bastará con que Billy diga que es mejor que Riley para que le contrate.

—Alguien que trabajaba con Jacob en Montana.

—¿Y estaría dispuesto a trasladarse a Texas?

—Billy cree que sí. Deberías hablarlo con él.

—Lo haré —aseguró —Ahora mismo —dijo calzándose su Stetson casi hasta las cejas en un gesto irritado —Cuida que ese imbécil no lastime a ninguno de mis animales —ordenó antes de caminar a paso firme hacia la casa.

Entró a la casa, y se dirigía al estudio cuando Sue le interceptó.

—Edward —le llamó con la confianza que le daba conocerle desde que era un niño de cinco años

—Sue.

—Han llamado de la Asociación de Damas —le informó oyéndole refunfuñar

—¿Qué diablos quieren ahora?

La Asociación de Damas de Spearman, era la excusa utilizada por las mujeres del pequeño pueblo, para reunirse y cotillear.

Solían realizar obras de caridad de lo más variopintas.

En ese momento estaban planeando un gran baile para recolectar fondos para el pequeño hospital infantil.

Y no habían tenido idea mejor que sumarse a la nueva moda del país y organizar una subasta de solteros.

Edward, uno de los más prósperos y adinerados solteros del pueblo, y justamente el más reacio a relacionarse con mujeres, sería la guinda del pastel. Siempre y cuando aceptara participar.

Pero no era tarea fácil convencerle. Desde que Jessica se había marchado hacía ya dos años, después de seis años de tortuoso matrimonio, no había mantenido ninguna relación seria, y no tenía intención de hacerlo.

Ni siquiera estaba dispuesto a salir a cenar con una mujer desesperada por convertirse en la próxima señora Cullen. Ni tan sólo por una buena causa.

Mal que le pesara, cuando la necesidad le apremiaba, iba a Borger, la ciudad a cincuenta minutos de allí donde buscaba desahogo sin que nadie tuviera que saberlo, ni juzgarlo.

Era un tipo guapo y era consciente de ello. Esto le facilitaba conocer alguna mujer en un bar y llevarla a la cama, y eso era todo lo que estaba dispuesto a relacionarse con mujeres.

Y si lo hacía en Borger, era porque se trataba de una ciudad de más de diez mil habitantes, en donde era fácil pasar desapercibido. No así en el pequeño pueblo de tres mil habitantes, donde lo conocían desde que había nacido y, para peor, aún seguían esperando que hiciera algo por volver con Jessica, la hija predilecta del pueblo.

—Quieren una entrevista contigo.

—Si es para convencerme de participar en esa estúpida subasta ya pueden olvidarse de ello —dijo sin detener su paso.

No escuchó las últimas palabras de Sue, ya que ya estaba encerrado en el estudio cuando ella las dijo.

—¿Diga? —la dulce voz de Rachel le cambió el humor.

—Rache, soy Edward —le saludó.

Rachel la hija de Billy, siempre había sido una buena amiga para Edward, desde que se conocieran en el colegio.

—Edward, cariño ¿cómo estás?

—Volviéndome loco, Rache. Necesito hablar con Billy. Harry dice que tiene un adiestrador para mis caballos.

—Oh, sí, tal vez lo tenga.

—Gracias a Dios —suspiró recostándose en su asiento —¿Y crees que podré tenerle aquí hoy a la tarde?

Rachel se carcajeó divertida.

—No creo que tanto. Espera te paso a papá —dijo antes de entregar el auricular a Billy

—Edward, hijo, ¿qué tal va?

—Ya lo sabes, Billy. —gimió —Cuéntame de ese adiestrador...

—Oh, es la persona ideal para ti, Edward.

—Cuéntame.

—Ha estado un tiempo apartado, pero quiere volver. Trabajaba con Jacob y no he visto nadie mejor, ni siquiera mi hijo, aunque sea duro decirlo.

—¿Vive en Montana?

—Sí, pero no tendría inconvenientes en trasladarse.

—¿Cuándo podría estar aquí?

—Un par de días, tres, cuatro a lo sumo.

—De acuerdo. Viene con tu recomendación, ¿verdad?

—Completamente.

—Gracias, Billy. Le espero aquí el lunes, si hubiese algún inconveniente, dímelo y lo arreglaré.

—Desde luego, hijo. Edward, —le llamó Billy antes de colgar —dale una oportunidad y te aseguro que no te arrepentirás.

—Cuento con ello, Billy —reconoció soltando el aire bastante más tranquilo que cuando había comenzado la llamada.

Rachel sonrió mirando a su padre cuando éste colgó el auricular del teléfono.

—¿No crees que te has guardado información importante?

—Si se lo hubiera dicho no se habría tomado la molestia de darle una oportunidad.

—Ya, y crees que cuando esté aquí se sentirá obligado. No conoces a Edward.

—¿Qué debo hacer, Rachel? Necesita ayuda, y si yo puedo dársela lo haré. Por los años de felicidad que le dio a Jacob.

—Lo sé, papá —aceptó la chica —Pero Edward no aceptará una mujer en su rancho.

—Lo hará si ve lo buena que es.

—Ni siquiera le dará la oportunidad de demostrar lo buena que es.

—Me esforzaré por que lo haga. Rachel, Bella necesita nuestra ayuda. Necesita dejar atrás Montana y todos sus recuerdos. Y Edward le dará la oportunidad.

—Espero que no te equivoques, papá.

—Tranquila, no lo haré.


Hola!

Aquí vengo con mi nuevo fic. Espero que os guste.

De momento estaré actualizando los lunes.

Y como es casi habitual, dejo un adelanto del próximo capítulo.

—Ya sabes, ¿no le importa que una mujer sea quien adiestre sus caballos?

—No le importará —aseveró el hombre poniéndola más nerviosa

No sería la primera vez que Bella se enfrentaba al escepticismo de los rancheros. La mayoría pensaban que una mujer no sería capaz de tener la fuerza ni la constancia necesaria para enfrentarse a un caballo salvaje y convertirlo en un animal dócil pero no por ello afeminado.

—¿No le importará significa que no le has dicho que está contratando a una mujer?

—Confía en mí, querida —dijo el hombre golpeando con cariño su mano —Edward es un hombre justo.

—Espero que no te equivoques

Y allí estaba ahora, mirando hacia la enorme casa blanca e intentando calmar su ansiedad.

Espero que lo disfrutéis.

Sólo me resta agradecer a las/los miembros del grupo de Facebook, Las Sex Tensas de Kiki, por el increíble despliegue de talento e imaginación que pusieron en la campaña que llevaron a cabo a raíz de una votación sobre mi próximo fic a publicar, del cual Rancho Masen salió ganador.

Espero no defraudar.

Besitos y nos leemos!