Disclamer: Los personajes aparecidos aquí pertenecen expresamente a Masami Kurumada.
Scorpion Milo caminaba tranquilamente por los corredores de la mansión Cefeo, aún procesando en su mente la historia que Marín le había relatado. Rió para sus adentros. Todo calzaba perfectamente, como si de una pieza de puzle fácil de armar se tratara.
"Pronto, muy, muy pronto…" Pensó.
La realidad era, muy a su gusto, que para completar sus planes prácticamente no tendría que mover un dedo siquiera. Shun y June, sus fichas principales, se encargarían de dejarlo todo listo para él. No podía pedir nada mejor. Agradecía internamente que los acontecimientos se dieran de aquella manera, eso implicaba mucho menos esfuerzo de su parte.
"Primero tendré que deshacerme de los ineptos de Mu y Aioria. Kanon posiblemente sea más difícil, y Saga más aún... aunque ni hablar de Deathmask." Frunció el ceño. Había estudiado con anterioridad los historiales de cada persona aliada de Albiore y todos ellos presentaban problemas con la justicia de alguna u otra forma. Pero una vez que su treta se hubiera completado, hacer que todo marchara a su gusto sería más fácil que contar hasta diez.
Tal vez, solo tal vez, querría conservar a Marín. Era una mujer dura e indomable, no había ninguna duda, pero sus servicios y la forma en que se encargaba de todo era algo que claramente precisaría en un futuro. Además June le tenía cariño, lo que hacía a Marín alguien intocable a sus ojos.
Giró en una esquina y pudo vislumbrar varios mechones de cabello rubio. No hacía falta verla a la cara para saber que se trataba de esa joven, aquella que era la más hermosa que había tenido el placer de conocer pero que no por eso dejaba de contar como una de sus fichas de ajedrez.
— June, buenas noches.
La nombrada volteó hacia la persona que le hablaba y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
— Milo, buenas noches a ti. — Respondió mientras que con sus pasos acortaba la distancia entre ambos. — Lamento no haber podido hacerte compañía esta tarde, mi mejor amiga se encuentra sola y es un poco difícil para mi no preocuparme por ello.
— No te preocupes, lo comprendo perfectamente.
El silencio se hizo presente en el corredor. ¿Qué más podrían decirse? June no podía preguntar nada que no hubiera preguntado la noche anterior durante su cena privada. Y Milo... Bueno, Milo ciertamente tenía muchos temas que podía sacar de su mente, era un experto de las palabras, pero disfrutaba más de la incomodidad y nerviosismo de la rubia. Le hacía sentirse superior de tantos modos...
— Entonces... — La joven Cefeo rompió el silencio. — Si no te molesta, pasaré a mi recamara ahora.
La muchacha evitó el contacto visual y se dispuso a retirarse, sin embargo escuchó la voz proveniente del peli-azul pidiéndole que se detuviera y así lo hizo. Giró sobre sus talones una vez más pero no se acercó a él, simplemente esperó a lo que fuera que él quisiera pedirle.
— Entiendo que lo que voy a pedirle quizás sea demasiado para usted y no me molestaré si me rechaza. — El rostro del hombre permanecía con una expresión seria, mientras que el de June... bueno... era un poema. ¿Qué iba a pedirle? — ¿Gustarías acompañarme a un picnic mañana? Me gustaría poder conocerte un poco mejor y me temo que no estaré aquí mucho tiempo.
La rubia, aliviada, finalmente soltó todo el aire que había estado conteniendo. Por su mente habían pasado muchas ideas que posiblemente saldrían de la boca de su invitado y cada una de ellas solo era peor que la anterior. Claramente, el picnic ni siquiera parecía una opción, pero entre todo lo que ella había imaginado, eso era infinitamente mejor. No podía negarse.
— P-Por supuesto, sería un enorme placer.
Con las formalidades terminadas, ambos jóvenes acordaron el horario de su encuentro y marcharon cada quién hacia su propia alcoba.
Mansión Kido. Habitación de Shun
El peliverde se encontraba acostado en su cama, con su antebrazo cubriendo parte de su rostro. Estaba triste, demasiado para tratarse de alguien con una personalidad tan alegre como la suya. Y es que el encuentro que había tenido con June solo había servido para crear un sin fin de inseguridades en él.
"¿Y si al final todos tenían razón y el único enamorado aquí soy yo?" Se preguntaba, permitiendo que un par de lágrimas rebeldes escaparan de sus ojos.
No comprendía nada. Hasta hace poco tiempo hubiera jurado que su eterna enemiga sentía lo mismo por él que él por ella, pero sus acciones y la forma en que dudaba hacía que todo se volviera confuso.
Por supuesto, ella había sufrido por estar cerca suyo, pero nada de eso había sido planeado por ella ¿verdad? Era él quien había causado todos sus encuentros y cada momento compartido. ¿Y si al final de todo, él era el único que ponía su corazón en todo? ¿Y si ella se reía a sus espaldas? ¿O si era un maléfico plan ideado por Albiore?
Con el ceño fruncido se encargó de sacar todas esas ideas de su cabeza. Era un idiota, no podía dudar de esa manera de la mujer que hablaba. Porque para que algo persista es necesario conservar la confianza, ¿verdad? Pero era difícil, muy difícil. No poder verla libremente, sentirla como quería, o siquiera saber que estaba bien o que pensaba en él. Era tormentoso e injusto. ¿Por qué sus vidas debían ser de esa forma?
Un golpe a su puerta llamó su atención. Secó las lágrimas de sus ojos y mejillas y se levantó para ver de quién se trataba. Al principio creyó que podría tratarse de Saori o Ikki, pero la persona parada frente a él había superado todas sus expectativas.
— ¿P... Padre? — Shun se vio a sí mismo bajo la fría y penetrante mirada de Mitsumasa Kido. Ciertamente era la última persona que podría esperar y no comprendía que buscaba en aquel lugar. Es decir, cada vez que quería o necesitaba hablar con él lo hacía llamar a su oficina. Siempre, y repito siempre, había sido de esa forma. — Por favor, pase.
Así lo hizo Mitsumasa, ingresó a la habitación con su imponente caminar y tomó asiento en una silla que casualmente se encontraba desprovista de cualquier objeto indeseado. Al igual que siempre, la habitación de Shun era un ejemplo de pulcritud.
— Shun, hijo, tenemos que hablar...
El peliverde trago saliva tras oír aquellas palabras, la voz tan seria y aquella expresión dura en el rostro de su progenitor le indicaban que se trataba de algo realmente importante. Caminó hacia su cama y allí escuchó con suma atención lo que su padre tenía que decirle.
Mansión Cefeo. Oficina de Albiore.
Una vez más, Gemini Saga se encontraba sentado en la silla de su jefe, con sus pies sobre el escritorio de su superior. Estar en aquella posición se sentía abrumadoramente genial. Parecía tener tanto poder y control que no dudaba por qué al viejo Albiore le gustaba tanto estar allí.
Sacó de unos cajones un par de papeles y comenzó a husmear sin temor alguno a ser visto. Nadie podía decirle nada, después de todo cuando el jefe no se encontraba cerca era él quien mandaba allí.
Leyó con total atención lo que había escrito en los papeles, sin embargo, nada era lo suficientemente interesante como para mantenerlo fijo en ello por más de cinco minutos. Suspiró. Estaba a punto de regresar el papeleo a su lugar original pero un par de letras en uno de los papeles llamaron enormemente su atención. Lo separó de entre los demás papeles y casi comenzó a leerlo hasta que el sonido de su celular lo impidió por completo. Dejó el papel sobre la mesa y sacó dicho aparato de su bolsillo.
"Llamada entrante de: Kanon " eran las palabras que brillaban en la pantalla del celular. Sin tomarse un momento para dudar, el peliazul contestó instantáneamente.
— ¿Qué es lo que sucede? No deberías llamar. — Gruñó con aire molesto.
— ¡Mierda, Saga! ¡Las cosas están mal, MUY mal! — Exclamó el gemelo menor. Por la forma en que hablaba, Saga comprendió que se trataba de algo realmente urgente. — ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Todo esto es culpa tuya, imbécil!
— ¡Cálmate Kanon! Quiero que me cuentes con todo detalle lo que está sucediendo. ¡Ahora mismo!
— ¡Tú y esa maldita obsesión que tienes! Escucha...
Presuroso, el peliazul abandonó la oficina de su jefe, dejando todo el escritorio en un completo desastre, y se dirigió a su propia habitación. Si las cosas estaban como él creía que estaban, iba a necesitar de toda la privacidad posible. Y quizás, solo quizás, necesitaría tener su pasaporte preparado también.
Mansión Cefeo. Habitación de Marin.
La joven pelirroja se encontraba observando sus antiguas pertenencias, aquellas que marcaban una vida anterior a la que ahora tenía, una que preferiría mantener en secreto por el bien de su niña pero que era difícil de olvidar cada vez que Saga hacía aparición frente a ella.
De una pequeña caja de cartón, que usualmente guardaba bajo su cama, sacó varios recortes de fotografías. Los observó detalladamente, uno por uno, y luego los acercó hacia su pecho, cerca de su corazón. Inhaló profundamente y dejó que el aire escapara luego. Tantas memorias, tantos recuerdos grabados en aquellos simples objetos.
"Si tan solo estuviesen de vuelta aquí..." Pensó. En su mente se reflejaron las imágenes de aquellas personas que en su momento representaron aquel punto de luz en su vida llena de penumbras. Personas que por ser como eran, por llenar los huecos de tristeza o maldad con su amabilidad y gentileza, ya no estaban presentes. Personas que jamás hubieran dejado que las cosas marcharan en el rumbo que ahora iban y que hubiesen hecho todo lo posible por cambiar la atmósfera existente en los barrios de Japón.
Pronto todos sus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar gritos de una persona indeseada. Suspiró. Sabía perfectamente que se trataba de aquel que representaba lo malo de su vida que ya no debería seguir existiendo. No desde el nacimiento de June. Guardó nuevamente sus pertenencias en la pequeña caja y la llevó de vuelta a su sitio. Se levantó y salió de la recamara. Tal vez se arrepentiría más tarde, pero por el momento necesitaba saber qué le sucedía a su tan indeseable compañero.
Caminó con toda prisa, y sin embargo no llegó a tiempo al lugar de donde los gritos provenían. Era la oficina de Albiore, su jefe. Dudó por un momento si debía entrar o no, pero al ver el desastre que había en el escritorio optó por ingresar y acomodarlo todo. Después de todo esa era una de sus obligaciones.
Juntó todos los papeles y se dispuso a guardarlos en sus cajones. Sin embargo, uno de ellos resbaló de entre sus manos y cayó al suelo. Al agacharse para levantarlo, la pelirroja pudo notar varias palabras que captaron su atención. Guardó todos los demás y luego se centró en leer ese único que había quedado:
"Albiore,
comprendo perfectamente el motivo de tu última carta y he decidido acompañarte en tu viaje a Grecia para asegurar la finalidad de nuestro problema en común. Agradezco que hayas escrito la fecha de tu embarque pues será más fácil para mi encontrarte si logro llegar antes.
Dejando eso de lado, he estado pensando acerca de tu otra situación, y como sabrás, estoy dispuesto a ayudar a mi mejor socio. Por ello he encargado a mi hijo visitar tu casa y vigilar lo que debe ser vigilado hasta que tu regreso sea un hecho. Además, después de todo eso era algo que debía suceder tarde o temprano tras firmar el enlace entre nuestros hijos. No debes preocuparte, pues te garantizo que él sabrá comportarse como es debido.
Sin más que decir, espero que tu viaje transcurra sin problema y nos estaremos viendo en Grecia.
Atentamente:
Scorpion Kardia."
"Entonces su viaje no resultó ser tan repentino como él dijo que era." Asintió ante su propio pensamiento. No era usual que el jefe guardara secretos con ella pero... la muchacha tampoco tenía derecho a reclamar nada.
El corazón de Marin palpitó con fuerza una y otra vez tras recordar de golpe lo escrito en el resto de la carta. ¿Saga habría leído aquella parte? ¿Era esa la razón de su enojo? Si así era, todo lo que había sido planeado corría grave riesgo. Su niña, el futuro de su niña estaba en peligro. No, no podría dejar que eso sucediera. Debía hacer algo y pronto, de ser posible, antes de que su jefe regresara. Había perdido a sus seres preciados una vez, no volvería a dejar que pasara así tuviera que enfrentarse a Saga, Shun o a las dos familias juntas. Nunca más.
Mansión Kido. Habitación de Shun.
— ¿Recuerdas la misión que te encomendé? — Preguntó Mitsumasa, observando al menor de sus hijos varones. El peliverde simplemente asintió, presintiendo que no le gustaría lo que vendría a continuación. — Quiero que la abandones. Tengo algo más importante para ti.
Los ojos de Shun se agrandaron debido a la sorpresa que aquella orden le había causado. Había hecho tantos problemas, tantas excusas, tantas negaciones antes de aceptar hacerlo que aquel repentino cambio lo tomó completamente desprevenido.
— Pero, padre... ¿por qué? — Cuestionó, sin moverse de su sitio.
— Es simple, nuestros clientes regresaron a nosotros de alguna forma y ya no necesito que te acerques a esa niña. A ninguno de esa escoria de familia.
En sí, aquello era una mentira. El jefe Kido sabía perfectamente como había recuperado a sus clientes y todo se debía gracias a la ayuda de su hijo mayor. Se sentía orgulloso por ello, claro, y tanto así que utilizó lo sucedido para demostrar a las personas que con los Kido nadie puede jugar.
Shun, por otro lado, volvía a sentir tristeza en su interior. Obviamente debería ser todo lo contrario, ya que no habría necesidad de acercarse a su amada por simple obligación, pero no pudo evitar pensar que si volvía a estar a su lado, aún sin saber si los sentimientos de la joven eran sinceros, ella saldría lastimada. No quería eso. Aún si June no lo amaba, aún si ella jugaba o se burlaba de él... Shun seguía amándola, y la protegería aún cuando él no significara absolutamente nada para ella.
— Entiendo. — Con aquello dicho, Mitsumasa se levantó de su asiento y se dispuso a marcharse. — Espera, padre... Hay algo que quiero preguntarte.
Aquello tomó a ambos por sorpresa. Por un lado Mitsumasa no creía que su hijo, tan tímido como era, se atreviera a decirle siquiera algo después de haber recibido su orden. Por el otro, Shun no quería retener a su padre, pero había una pregunta que hace mucho tiempo surcaba en su mente y ahora que los dos se encontraban solos supuso que sería el momento ideal para hacerla. Era el momento.
— Habla, Shun.
— ¿Cómo nació nuestra rivalidad con los Kido? — Él sabía, lo sabía muy bien. "Jamas preguntar sobre ello." Era la regla número uno en aquella casa. Pero él no podía seguir con la incógnita, ya era bastante grande y quería creer que tanto sufrimiento era causado por una razón justa. Una que justificaba claramente por qué los jovenes no podían siquiera mirarse. — Padre, necesito saber.
Ante la determinación vista en los ojos de su hijo, Mitsumasa supo que era el momento de decirlo. Volvió sobre sus pasos y tomó asiento una vez más.
— Creo que te lo diré...
Wow, wow, wow... ¡Cuánto tiempo! Si, ya sé que ha sido una exageración la temporada que he pasado sin ninguna actualización y no pienso poner excusas al respecto. También sé que el capítulo fue corto ¡pero prometo que el siguiente será mucho más interesante! ¿Un adelanto? Escribiré sobre Shun y June cuando niños.~
Ahora esto; no puedo prometer que actualizaré todas las semanas pero si trataré de hacerlo lo más que pueda. Además aún debo volver a familiarizarme con la historia, su rumbo, y los personajes que ya han hecho aparición y los que aún faltan.
Agradezco enormemente el apoyo que me han dado. Sus mensajes y reviews siempre me alegran y me alientan a continuar esta historia, por mucho que me tome terminarla. Quiero agradecer especialmente a: geminisnocris, i-will-love-you-recklessly, darkacuario, Guest, Mel-Gothic de Cancer, Mary Martin, caballero-similar y maya-noodle. Gracias por prestarme su tiempo con sus consejos, reviews y por leer esta historia.
¡Hasta pronto!
