Novena parte: "Los ciervos"

Shikaku Nara miró por la ventana de su casa el enorme bosque que se pertenecía a su clan, una reservación para ciervos que había visto crecer, vivir y morir a cientos de ellos por generaciones.

Y ahora, ese lugar tan familiar, tan común en su vida, era una siniestra amenaza que se cernía sobre su familia y amigos.

—Que problemático. —Dijo en voz alta.

Tres semanas atrás el ninja especialista Ebisu había desaparecido de la aldea, tan sólo quedaba de él un rastro de sangre que se perdía en la reservación, aparte de esos y sus anteojos oscuros, no había ni la menor traza de su cadáver por ningún lugar.

Porque había que asumirlo, la cantidad de sangre encontrada en aquel callejón era demasiada, nadie podía vivir con una hemorragia de ese tamaño.

Después de eso las cosas fueron cada vez peor y peor. Los aldeanos comenzaban a organizarse en pequeños grupos de casería, incluso habían negociado con ninjas de otras aldeas para la protección de sus casas.

Problemático, problemático.

Miró una vez más por la ventana, el cielo ya estaba oscuro, tan sólo una leve luz rojiza agonizando tras las copas de los árboles y pronto la luna llena se asomaría gloriosa en el cielo. Aquella maldita luna llena.

—Mirar tanto la ventana no va a impedir que anochezca Shii-kun.

El hombre miró por encima de su hombro. Yoshino, su esposa, estaba parada en el quicio de la puerta, un poco expectante, un poco nerviosa.

—No creo que esa cosa salte por la ventana ¿Sabes?

Lo había dicho de broma, pero la reacción de la mujer le mostró que había sido mala idea, ella lo tomó del brazo y lo jaló con fuerza, alejándolo de ahí y antes de que él pudiera protestar, la mujer lo abrazó con fuerza mientras se escuchaba claramente un sollozo contenido.

—No vuelvas a decir eso… Nunca.

Shikaku la rodeo con sus brazos lentamente mientras ponía su cabeza sobre la de ella.

—Lo lamento, estuvo fuera de lugar…

En ese momento Shikamaru apareció por el pasillo, los miró un instante y dando un bufido de fastidio se dio la vuelta.

—Para eso tiene un cuarto privado.

— ¡Más respeto para tus padres! —Shikaku soltó a su esposa— Y para tu información no estábamos haciendo nada extraño.

Padre e Hijo se miraron feo por un instante y después sonrieron un poco.

—Voy por el tablero de shogi. —Dijo Shikamaru— Ya puse todos los sellos alrededor de la casa y en el establo de los ciervos… Va a ser una noche muy larga.

— ¿Crees que esos sellos sirvan? —Preguntó Yoshino

—Por lo menos tendremos una oportunidad de movernos. —Explicó Shikaku— Además por lo que sabemos no ataca más que a personas solas, me supongo que así le es menos problemático.

—Hablas de esa cosa como si fuera algo inteligente.

—Y lo es. —Shikaku se llevo las manos a la nuca— Cada ataque ha sido planeado de antemano, buscó la oportunidad perfecta para atacar y nunca dudo… Si es un animal, es la criatura más endemoniadamente inteligente que he visto.

Yoshino asintió con la cabeza mientras un escalofrío le recorría el cuerpo. La descripción del pequeño Konohamaru sobre el ser que lo atacó ya había sido comentada por todos en la aldea y ella no podía apartar de su mente aquella escalofriante imagen.

—Papá…

Shikamaru estaba de nuevo en la habitación, el rostro serio, un ligero tic cerca de su ceja. Shikaku supo interpretar aquello. Correctamente.

— ¿Dónde? —Preguntó mientras salía de la habitación junto con él.

—Hace un momento escuche algo extraño, cerca de los establos. —Shikamaru fue directo donde estaban las armas— No quise salir pero me parece que pasó sin activar los sellos.

—El animal más endemoniadamente listo que haya visto… Qué problemático.

— ¿Kunais y sellos explosivos? —Preguntó Shikamaru mientras revisaba las fundas de armas.

—Bengalas, necesitaremos proyectar muchas…

Hubo un grito, un largo y escalofriante grito de agonía que les erizo los cabellos de la nuca, después vino otro y uno más. Tardaron en entender que no se trataba de gritos humanos.

— ¡Mierda, los ciervos! —Gritó Shikaku corriendo a la salida. Antes de que pudiera reaccionar alguien se le adelanto llevando una katana ya desenvainada— ¡Yoshino!

El hombre maldijo mientras su esposa se perdía en la oscuridad. Un grueso banco de nubes había tapado la luna y no se podía ver nada en lo absoluto. Shikamaru se le emparejo y antes de dar un paso más hubo una explosión que ilumino la noche.

Por un breve instante pudo ver una escena que le heló la sangre. Aquella criatura, mitad humana mitad animal se alzaba sobre Yoshino quien ahora parecía muy pequeña y frágil.

— ¡Estamos en su punto ciego, papá! —Gritó Shikamaru sacando un kunai de su pernera. El hombre entendió e imitando el gesto de su hijo lanzó su arma también.

En una segunda explosión vieron a Yoshino, sola e inerte en el piso.

— ¡Yoshino! —Gritó Shikaku abrazando el cuerpo de su mujer— ¡Resiste, llamaremos a un medico! —Hubo un instante de silencio, ella no reaccionaba y Shikaku sintió un nudo en la garganta— Kamisama… Por favor, no a ella, no…

Apretó los ojos sintiendo que las lágrimas empezaban a correr por su cara. Entonces algo muy suave le acarició la mejilla.

Abrió los ojos. Las nubes se habían apartado y ahora la luna iluminaba el claro donde se encontraban. Yoshino tenía los ojos entreabiertos y trataba de sonreír.

—Esquivo los kunai. —Dijo débilmente—Pero se asusto y saltó por encima de mí…. Creo que me golpeo un poco.

Shikaku pudo respirar y besó la frente de su esposa.

—Papá… Creo que tienes que ver esto.

Shikaku ayudó a Yoshino a levantarse, entonces vieron lo que señalaba Shikamaru y ambos se estremecieron.

0—

Inoichi Yamanaka y Choza Akimichi estaban parados al lado de Shikaku. Era la mañana siguiente y los tres hombres observaban aquel festín de sangre que se había convertido el establo de los Nara.

—Eran quince ciervos. —Dijo Shikaku mirando el lugar— Los teníamos aquí porque ya estaban algo viejos para pastar solos… Pero aun así eran quince animales grandes.

—Aquí no hay suficiente ni para hacer un animal pequeño. —Choza se cruzó de brazos, tratando de aparentar un poco de indiferencia.

—Los mató y los destazo. —Shikaku pensaba— Nosotros no éramos a los que perseguía. Simplemente éramos un obstáculo en su camino.

—Pero… Estaba matando gente. —-Comentó Inoichi

—Quizás ahora que el nieto del tercero lo hirió cambió su jugada. Algo menos… problemático.

—Por alguna razón no me la creo. —Dijo Choza muy pensativo.

—Yo tampoco, pero pensar en que esa cosa esta preparando un plan de respaldo me pone demasiado nervioso. —Dijo Shikaku mientras con sus dos amigos abandonaban aquel lugar.

Decima parte: "Descubrimiento"

El consejo ciudadano de Konoha se había anotado una victoria al lograr convencer a los ancianos y a la quinta hokage de que ellos deberían de montar su propia defensa en caso de que los ninjas no estuviesen a la mano para ayudar. Aquello fue un golpe bajo al ya de por si maltrecho orgullo de varios Shinobis que no lograban entender como aquella cosa se seguía pasando por entre sus manos sin que pudieran atraparla.

Los gennin más jóvenes habían regresado al servicio activo después de más de seis meses de la muerte del pequeño Udon. Aunque solo se les daban misiones de muy, muy bajo perfil.

—Recolectar botellas para reciclaje… ¡Qué impropio!

Hanabi Hyuuga detuvo el pequeño carrito que jalaba y por enésima vez expresó su descontento. Y por enésima vez Konohamaru Sabutori pensó que lo seguían castigando a pesar de que él había herido al monstruo.

—Es mejor que quedarse en la casa a estudiar. —Konohamaru tomó el asa del carrito y comenzó a arrastrarlo— Genma Shiranui es un maestro muy molesto.

—Ni siquiera nos dejan regresar a la escuela. —Hanabi se detuvo y recogió una caja con botellas que habían dejado a la puerta de una casa— Mi padre dice que pronto se dará con el monstruo y todo regresara a la normalidad.

Konohamaru solo asintió con la cabeza mientras pensaba en la criatura y en cómo le había arrebatado a sus amigos y a su maestro, se sintió indignado y molesto consigo mismo, ese cohete debió de haberle perforado la cabeza y no solo un ojo.

Entonces una idea brillo en su cabeza. Tal vez si usara más pólvora en el tubo. Y el cohete tuviera la punta de plata…

— ¿Konohamaru-kun?

El chico despertó de su ensoñación y se dio cuenta de que casi se habían salido de la ruta de recolección. Se sintió avergonzado y trató de encontrar una salida rápida.

— ¡Vamos a esa casa! —Dijo señalando inmediatamente una puerta que le era familiar.

Tocaron un par de veces y esperaron, la puerta se abrió y una persona conocida fue a atender.

—Es un placer verlo de nuevo, Iruka-sensei —Sonrió la niña al reconocerlo— Estamos recolectando botella y material reciclable

—Me parece que tengo algunas cosas en la parte de atrás. —Dijo el hombre mientras los invitaba a pasar— Aunque no estoy seguro. Estuve en una misión varias semanas.

—Sensei…

— ¿Pasa algo, Konohamaru?

— ¿Qué es lo que le pasó a usted en el ojo?

Hubo un instante de silencio, silencio intenso. Hanabi no entendía porque las cosas se habían puesto así por una pregunta inocente.

—Esto… —Iruka se tocó un parche que cubría su ojo izquierdo— Un accidente, tu sabes, a veces no somos tan rápidos como quisiéramos.

El niño asintió varias veces con la cabeza y no dijo nada más. Iruka tomó una caja de botellas vacías que estaba cerca de la cocina y se las entregó. Mantuvieron la vista fija uno en el otro, sin decirse nada más.

—Nos tenemos que ir. —Dijo abruptamente el chiquillo— Lo veremos otro día Iruka sensei.

El hombre asintió con la cabeza y el niño le hizo una reverencia, sacando casi a empellones a la hija menor de Hiashi Hyuuga.

Konohamaru se llevó el carrito, casi corriendo mientras Hanabi lo seguía tratando de mantenerle el paso. Finalmente el chico se detuvo, cerca de la torre del Hokage y pateo el carrito, las botellas se sacudieron amenazándose con caer. Hanabi dio dos pasos inseguros hacía el chico que parecía muy alterado.

— ¿Qué te pasa? —Pregunto ella con mucha prudencia.

—Es él… —Dijo con voz llorosa— ¡Es él!

— ¿De qué estás hablando? —Hanabi parecía preocupada

—Yo… Yo… —Konohamaru miró a su compañera— Nada… Sólo pensé una tontería

Antes de que la niña pudiera decir algo, el chico se dio la vuelta y se despidió, alejándose a grandes zancadas, sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho.

Lo había descubierto, no podía ser de otra manera.

Y eso le dolía más que cualquier otra cosa…

Umino Iruka era el hombre-lobo.

Onceava parte: "terror de noviembre"

"Tenga honor, mátese" decía una "No hay dignidad en una vida como la suya, acabe con eso" decía otra, y varias más por el estilo durante casi un mes. Y él sabía de quien eran. Pero no podía hacer nada, o no quería.

Lanzó la última carta al fuego de la estufa y fue a sentarse al sillón de la sala, aquél mueble occidental era el único lujo que se permitía en su hogar. Miró la ventana frente a él y supo que pronto saldría la luna, que el sopor volvería, el poder…

El ambicioso Mizuki trató de vengarse y usar las pociones de Orochimaru para volverse más fuerte, fue derrotado por Naruto y aunque él había ayudado en todo lo que pudo, realmente la victoria era del muchacho rubio, nada más.

Umino Iruka era sólo un espectador en el despertar de un héroe.

Aquello le atormentaba y le sacudía, no iba a quedarse así de tranquilo, tenía que hacer algo. Por eso una helada noche de diciembre fue a donde sabía que estaban los restos del laboratorio de Orochimaru y comenzó a revisar los despojos, notas quemadas aquí y allá, pequeños trazos de un experimento más grande, tramas que poco a poco comenzaron a tener lógica. Paso exactamente un año armando aquel rompecabezas de notas hasta que finalmente, en la víspera de haber encontrado los restos, el experimento final estaba listo. La aguja que atravesó su medula espinal, fue en comparación, menos dolorosa que la sustancia que deposito en su cuerpo; fue como si lava ardiente se expandiera dentro de él, gritó con todas sus fuerzas y perdió el conocimiento, solo para despertar horas después, sin heridas ni consecuencias, como si nada hubiera pasado.

Frustrado dejó aquel experimento y en un arranque de furia muy poco común en él, voló la cueva y se aseguró de que nadie pudiera llegar a ella o averiguar que él había estado haciendo aquellos experimentos prohibidos. Quizás era su destino, entonces, permanecer en las sombras, dejando que todos se le adelantaran, que hasta el más pequeño de su clase fuera mejor que él…

La primera luna llena del año le sacó de su depresión, un dolor brutal le arrancó de la cama y lo hizo salir corriendo de su casa mientras se arrancaba las ropas que usaba para dormir. Su cuerpo se movía sólo, como un pedazo de metal atraído a un imán, los bosques lo reclamaban, trató de gritar, de pedir ayuda pero su garganta estaba cerrada, oprimida por otro sonido que también exigía salir; finalmente al poner un pie en la espesura pudo liberar aquel grito que le estallaba en el pecho, convirtiéndose después en un aullido que anunciaba el cambio final en su vida.

Lamentó la muerte de Izumo, él y su viejo amigo Kotetsu habían sido grandes compañeros de aventuras, lamentó la muerte de la joven Akimichi, lloró la muerte del pequeño Udón… Pero se dio cuenta de que no sentía empatía alguna por aquellas muertes, pese a que los trató y llegó a querer se habían vuelto bajas distantes en su conciencia. Sabía que había sido él, no recordaba los detalles, pero estaban las sensaciones, la satisfacción del miedo, de la persecución, del dolor… El glorioso festín de la carne desgarrándose, las muertes habían sido lamentables, pero necesarias, se dio cuenta de que ahora era más perceptivo, más rápido, pronto dejaría de ser un escollo en la historia y podría reclamar su merecido lugar en las leyendas ninjas, o por lo menos eso era lo que pensaba hasta que el pequeño Konohamaru le reventó una señal luminosa en la cara… Y descubriera si secreto.

Sintió el primer impulso, un ardor en el vientre, pronto saldría la luna llena y él no debía de permanecer en su casa, se desnudó completamente y salió por una ventana que daba directo a la muralla de la aldea, hizo una rápida sucesión de sellos provocando que el chakra desviara la luz visible alrededor de él, en ese momento era invisible ante el ojo común tan sólo el tiempo necesario, la transformación era dolorosa pero dulce, era el momento oscuro que precedía a la gloriosa claridad. Y mientras pasaba por ese momento, su conciencia humana se desvanecía con un único pensamiento: "Konohamaru Sarutobi debería de morir"

Doceava parte: "Bala de plata"

Naruto miró por la ventana de la habitación donde se encontraba y maldijo para sus adentros, afuera la tormenta había arreciado, volviendo prácticamente imposible salir… O entrar.

"Mi equipo, mis amigos están allá afuera" Pensó sintiendo como la indignación crecía en su pecho "Y yo aquí haciendo el papel de un niñero…"

La orden fue específica y tajante. Naruto era la única persona que podía controlar al nieto del tercer Hokage y en esos días de inseguridad era mejor mantenerlo seguro, aunque aún no se lograba determinar la inteligencia del monstruo, Tsunade no quería correr riesgos con el único testigo visual de aquella criatura, el resto del equipo siete estaba afuera, patrullando a pesar de la tormenta de nieve.

La casa de los Sarutobi estaba tibia, gracias a una buena chimenea, había bocadillos y lugares muy cómodos para descansar, cosa que sólo lograba provocarle más incomodidad a Naruto. Él quería estar afuera, con frío y privaciones, pero ayudando a su equipo.

Miró la puerta que llevaba a la habitación de Konohamaru y suspiró, el chico estaba pasando por un mal momento también; había perdido a su maestro y a sus amigos y algunas personas se burlaban de él por lo que juraba que había visto. Aunque muchos le creían, sin duda era molesto tener que estar siendo señalado por otros.

Mientras tanto Konohamaru terminaba lo que él llamaba "Su arma definitiva" Una bengala con más pólvora y un proyectil con una punta de plata, afilada como un kunai. Sin duda eso bastaría para detener al monstruo.

… Para matar a Umino Iruka…

Se hizo un nudo en su garganta y apretó el proyectil contra su pecho, mientras un mar de sentimientos encontrados le golpeaban ¿Cómo enfrentar al mejor maestro que había tenido? ¿Cómo mirarlo a los ojos y matarlo?

Naruto levantó la cabeza y automáticamente se llevó una mano a la funda de su pierna, listo para sacar un kunai. Alguien estaba tocando la puerta.

"El monstruo simplemente la hubiese tirado" Pensó el chico relajándose "Aunque es muy extraño que alguien esté aquí a estas horas. Con cautela se acercó a la puerta y puso la mano en el pestillo.

― ¿Eres tu Naruto? ―Dijo una voz familiar al otro lado de la puerta― ¡Abre la puerta, me estoy congelando!

― ¿Iruka-sensei? ―Naruto se apresuró a abrir la puerta― Esta helando allá afuera, dattebayo…

―Si… Me di cuenta. ―Dijo Iruka sonriendo mientras se sacudía la nieve― Pero decidí a hacerte compañía ahora que estoy temporalmente licenciado.

"Podrían ser años" Pensó Naruto apretando los labios "Las heridas en su ojo hacen muy difícil que le puedan poner otro ojo… ¿Cómo se lo lastimó de esa manera, dattebayo?"

― ¿Naruto? ― Iruka lo sacó de su ensoñación― Te quedaste un momento viendo el vacío.

―Lo… Lo lamento sensei. ―El chico se sintió avergonzado― Pase, le prepararé algo de Té.

― ¿Dónde están los padres de Konohamaru? ―Preguntó casualmente Iruka mientras se sentaba en un cojin.

―Me dijeron que están atrapados en una posada, un par de kilómetros al este. Nada grave, pero no llegaran hasta mañana en la tarde. ―Respondió Naruto desde la cocina.

―Ya veo. ―Iruka estudiaba atentamente su entorno― Entonces solo están aquí.

―Bueno, tan sólo por el momento… ―Naruto salía de la cocina cuando se quedó parado en el quicio de la puerta― Algo no anda bien.

― ¿A qué te refieres?

―Es como si alguien más estuviera en la casa… No logro entender…

―Pero usted si… ¿Verdad Iruka sensei?

Konohamaru entro lentamente a la sala, llevaba su bengala en la mano, apretándola con fuerza mientras se ponía al lado de Naruto.

―Konohamaru-chan. ―Iruka sonrió afable― ¿Cómo te has sentido?

―Traicionado. ―Respondió rápidamente el niño― Por usted.

Naruto giró la cabeza, viendo primero al chico y después a su maestro, Iruka estaba ocultando cierta tensión muscular, podía notarlo, mientras aquella sensación de peligro aumentaba cada vez más.

―Todo lo hago por el bien, mayor, por una aldea más fuerte. ―Iruka se dio cuenta de que no serviría mentir.

― ¡Usted ha matado a mucha gente! ―Estalló el niño mientras las lágrimas le llenaban los ojos― ¡usted es el hombre lobo!

Naruto sintió que el aire se congelaba a su alrededor y la aprensión le atenazaba la garganta, era una acusación terrible y lo peor era que Iruka no parecía afectado en lo absoluto, permanecía sentado en el cojín en una postura tradicional, sonriendo con displicencia.

―Iruka sensei…

―Por favor, Naruto, no me mires así. Tú especialmente sabes lo que es guardar una bestia en tu interior…

― ¡Yo no he matado a mis amigos! ―Naruto exclamó eso dando un paso adelante, mientras su cabeza daba vueltas, no podía aceptar que eso estuviera pasando― Usted no es así…

―Después de que derrotaste a Mizuki me di cuenta de que me quedaba atrás. ―Iruka se estremeció levemente― Encontré la manera de cambiar eso; reactive los experimentos de Orochimaru…

― ¡Están prohibidos! ―Naruto volvió a dar otro paso adelante mientras se ponía entre Iruka y Konohamaru― No soy muy listo, pero hasta yo sé que eso es una idea muy mala.

―Porqué nunca te has tenido que preocupar por quedarte atrás, porque has visto como incluso los más jóvenes que tú se adelantan y mejoran. Yo tenía que hacer algo al respecto, tenía que cambiar.

El chico rubio tragó saliva mientras el nudo en su garganta se apretaba aún más. Aquel que hablaba ya no era su querido maestro, quería poder llorar, poder asimilar lo que estaba pasando en ese instante, pero no había tiempo. Se dio cuenta de que la sensación de peligro no venía de sus instintos ninjas, era una llama que brotaba desde el centro de su sello. Le avisaba que la noche había llegado.

―Por favor sensei… ―Dijo en último intento― Usted no es así… Deje que le ayudemos a curarse, dattebayo.

―No estoy enfermo, Naruto. ―Los ojos de Iruka empezaron a tomar una tonalidad amarilla― Estoy renacido, soy algo nuevo… Pero no te preocupes, yo te ayudaré a librarte de tu prisionero… Y todos tus pesares y el, pequeño Konohamaru recibirá su premio por ser tan perceptivo…

Iruka saltó justo a media frase. En un parpadeó estaba sobre Naruto mientras el chico empujaba a Konohamaru a un lado.

El hombre se estrelló contra el chico rubio y ambos rodaron por el piso, solo un momento antes de que Naruto lo catapultara por encima de él. Iruka se estrelló contra la pared pero se levantó con rapidez. Su camisa estaba rota y el chaleco se había abierto por las costuras, en ese momento era dos veces más grande y su cuerpo se empezaba a llenar de un vello espeso y oscuro.

― ¡Sal de aquí Konohamaru! ―Gritó Naruto desenfundado sus armas― ¡Busca ayuda!

Iruka se abalanzó contra Naruto y recibió dos kunai contra el pecho y el muslo derecho, pero su carrera no se aminoro, el chico esquivo un manotazo que destrozo por completo la pared a sus espaldas, giró una patada a la cara del ahora cada vez más lobuno Iruka pero fue interceptado y lanzado con brutalidad al otro extremo de la habitación. Se estrelló contra la chimenea, desprendiendo varios ladrillos que lo sepultaron momentáneamente.

Konohamaru vio aterrado como Iruka se erguía, ahora al doble de su estatura, convertido totalmente en la oscura criatura que viera aquella vez en el parque. Sus ojos se encontraron y el niño pudo notar que ahí no había nada que le recordara a su querido maestro, lo que hubiera habido de Umino Iruka, desapareció para siempre.

El monstruo aulló de dolor. Naruto se había levantado y aprovechando el momento de distracción, saltó y le clavo un kunai más en la espalda, lo uso para sujetarse con fuerza sobre el monstruo, tenía sólo una oportunidad para clavarle otro cuchillo en la cabeza, pero la criatura tenía los brazos muy largos y lo alcanzó sin problema, tomándolo de la cabeza y estrellándolo contra la duela de madera, Su garra abarcaba toda la cabeza del chico rubio, empezó a apretar con fuerza, la cabeza de Naruto iba a ser aplastada como una uva.

― ¡Iruka sensei!

El monstruo levanto el rostro y vio a Konohamaru sujetando otra de esas odiosas bengalas, le gruño con desagrado sin dejar de apretar la cabeza de Naruto, sin importar lo que pasara, ninguno de los dos niños saldría vivo de esa casa.

― ¡Lo lamento mucho, sensei, de verdad lo lamento!

Konohamaru puso su mano en el sello de la bengala y esta estalló. Debido a la cantidad de pólvora, esta vez salió despedido en dirección opuesta y se estrelló contra la pared, atravesándola. Aún atontado logró ver que su proyectil daba en el blanco; justo en el ojo bueno del hombre lobo.

Este se fue de espaldas debido a la fuerza del impacto, se levantó aullando y manoteando sin dirección, hasta que se estrelló contra la chimenea, destrozándola y lanzando brasas ardiendo en todas direcciones, Quedó tendido boca arriba temblando y después de un último estremecimiento su cuerpo se relajó totalmente.

Naruto sintió que lo ayudaban a levantarse, movió la mandíbula para asegurarse que estaba en su lugar y finalmente enfoco su vista en el pequeño y lloroso Konohamaru que lo tenía sujeto de un brazo.

La casa estaba destrozada y las brasas de la chimenea empezaban a crear pequeños incendios alrededor, pronto aquello sería devorado por las llamas. El muchacho se levantó con dificultad, sintiendo que por lo menos algo estaba roto. Se apoyó en el niño y comenzaron a salir de la casa. Miró sobre su hombro y distinguió el cuerpo de Iruka Umino en el hueco de la chimenea, desnudo y sangrante, rodeado de pequeños incendios que lentamente empezaban a crecer.

0―

Epilogo: "La mañana de enero"

Moegi miró el cielo despejado de aquella mañana y después dedicó su atención al silencioso Konohamaru, parado ante una tumba sin nombre. Nerviosa se acercó lentamente hasta ponerse a su lado.

―Todos sus archivos están sellados. ―Dijo finalmente― Nada del incidente está relacionado con él. Naruto y yo mantendremos el secreto…

―Pero me lo has contado a mí…

―Volviste. ―Dijo el chico― Y eres ahora la persona que más confío… Y si sabes mi secreto. ―Sonrió con timidez― No te volverás a ir…

Moegi sonrió y bajo la cabeza para disimular el furioso rubor de sus mejillas, apretó la mano de Konohamaru con ternura y se quedaron así por varios minutos.

―Tenemos que regresar. ―Dijo ella― Genma sensei nos espera para una misión.

Konohamaru asintió, un poco renuente a soltarle la mano, pero lo hizo, la niña le guiño un ojo y comenzó a correr en dirección a la aldea. Konohamaru estaba a punto de seguirla cuando sintió algo. Detrás de unos matorrales cubiertos de nieve, algo se movió. Él se quedó a la expectativa, lentamente una enorme sombra oscura apareció, caminando con lentitud.

Era un lobo, de pelaje negro como el carbón y ojos amarillos casi brillantes, el animal tenía unas extrañas marcas más claras alrededor de sus ojos y le sostuvo la mirada al niño. Algo llamó su atención y rompió el contacto visual, lanzando una especie de gruñido se dio la vuelta y se perdió en la espesura del bosque.

Konohamaru sintió que las lágrimas volvían a su rostro, se limpió con rudeza con la manga de su uniforme e hizo una reverencia en dirección a donde el animal había desaparecido antes de empezar a correr a la aldea…

FIN

0―

Notas de autor: Pues Finalmente he terminado un fic más de Naruto, esta fue una adaptación que me gustó mucho, tuvo un poquito de todo y espero que les haya gustado.