Disclaimer: Caraqueña, morena, bajita... No, no soy JK Rowling así que los personajes/lugares no me pertenecen.
Este fic participa en el reto off-Scorse de Octubre "Escala de Grises" del foro El Escorpión Que Coleccionaba Rosas.
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La prudencia guarda en seguridad a la vida, pero pocas veces la hace dichosa
Samuel Johnson
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Verano Juicioso
La gigante extensión de arena blanquecina erigida con orgullo a los pies de la casa perteneciente al primogénito de Arthur y Molly Weasley y empapada por el constante vaivén del agua cristalina, es la única visión que puede traerle paz. Aunque el ambiente es sofocante e insiste en perlarle la piel y secarle la garganta, Albus Potter procura mantenerse sereno y aprovechar la oportunidad de meditar. Pocas veces el nido de amor construido por Bill y Fleur recibía tantas visitas; es tan tranquilo, tan apacible, que le permite apartarse del bullicio de la Madriguera, de Hogwarts… del mundo.
Puede distinguir a los mayores desde la lejanía, sentados en una enorme mesa circular donde se sirven cocteles; la tía Audrey, como de costumbre, está al pendiente de que todos tengan al alcance comida y bebida y se ocupa de dirigir la conversación. Le agrada colaborar en las labores que Nana Molly, a causa de la edad, no puede hacer. A pesar de provenir de una familia mágica con tradiciones frívolas y legendarias como la sangre que le recorre las venas, se declaraba amante de la vida que su esposo le había permitido tener.
Los primos Weasley también se hallan ahí, pero prefieren corretear a las orillas de la playa y chapotear en las zonas profundas de esta; actividades que si bien no llaman su atención, logran distraerlo de a ratos. Albus sonríe al verlos jugar como los niños que hace mucho dejaron de ser, diferenciando a base de costumbre las cabelleras pelirrojas que se agitan con viento veraniego. Gritan, ríen, se remueven inquietos. Es el tiempo perfecto.
Sin embargo, a la imagen le falta algo particular y no es sino después de unos minutos que el moreno lo nota. Sus orbes esmeraldas, tan semejantes a las del Elegido, se mueven por la playa para escudriñar el entorno y hallar la figura de Lucy Weasley. No es usual que la joven se pierda los momentos familiares, porque de todos es la que más aprecia las festividades y las vacaciones con la excusa de reunir al clan. No obstante, por más que trata de encontrarla entre sus parientes, no da con ella; como si se hubiera escondido de la multitud. Frunciendo el ceño, el Potter abandona la toalla húmeda sin considerarlo dos veces, dispuesto a iniciar una exhaustiva búsqueda a pie.
Tiene intenciones de pedirle ayuda a Rose, pues es la más cercana a Lucy antes que cualquier otra persona, mas recuerda prontamente que la hija de Percy mostró sus deseos de visitar la tumba de Dobby durante el desayuno; tal vez había optado por hacer la inspección por su cuenta. Albus titubea unos instantes, inseguro sobre cómo debe proceder. ¿Debe ir él mismo o comentarle a alguna de sus primas sobre la inesperada ausencia? Finalmente, decide que es estúpido cavilar sobre una cuestión tan trivial y se recrimina mentalmente al tiempo que inicia el recorrido hasta el sepulcro del elfo caído en batalla.
Sus pensamientos toman vida propia, analizando las probabilidades de encontrar a la pelirroja al primer intento. Es increíble cómo, en ocasiones, suele debatir demasiado cualquier asunto aunque se trate de algo insustancial. La lógica rige su vida de principio a fin. Según su filosofía, toda acción tiene una justificación y cada justificación merece validez. Sin esto, el universo carecía de sentido y norte. Su ingenio era la brújula, definía cada línea de acción que decidía efectuar.
Por ello, es de tontos creer que erra al querer dar con el paradero de Lucy por sí mismo; lo normal es que se preocupe y pretenda traerla de regreso a donde se aglomera la familia. ¿Cierto? A pesar de, está tan enfocado en razonar sus motivos que no se percata de un hecho extraordinario: Nadie más repara en la falta de la pelirroja… solo él.
-Albus – saluda alegremente la joven cuando ambos se encuentran frente a la vieja lápida cubierta de plantas y arena. El aludido le sonríe despreocupado y se sitúa a su lado. Son cercanos por cuestiones de edad, pero la vida se ha encargado de moldear personalidades totalmente diferentes. Ella es demasiado ajena a la realidad y él tiene los pies demasiado arraigados a la tierra – Le traía flores a Dobby – añade al cabo de unos segundos, señalando las rosas rojas que lleva en la mano. La sonrisa del azabache se hace más amplia.
-¿Te has enamorado de Dobby? – bromea aunque comprende la simpatía que Lucy siente; De no ser por aquel pequeño, su padre nunca habría sobrevivido a la guerra. La pelirroja chasquea la lengua con fastidio al escucharle, pero no lo toma en serio. – Te fuiste repentinamente – alega entonces, puntualizando la razón que lo ha llevado hasta allí. De alguna manera empieza a sentirse extraño, como si el calor estuviera aumentado de improviso.
La Weasley no responde de inmediato, pues advierte que están completamente solos por primera vez en sus diecisiete años de vida. Los nervios la invaden, sin saber muy bien por qué; aunque es raro encontrase con Albus sin más nadie revoloteando alrededor, no debe haber nada de especial. Es como estar junto a James, Louis, Hugo… Es tan primo suyo como de cualquier otra Weasley. Involuntariamente, con cierta torpeza, acaricia un mechón de cabello y desvía la mirada hasta el suelo, tratando de evadir las gemas esmeraldas que le sonríen desde la altura. ¿Qué significa ese sentimiento de vergüenza y leve regocijo que le circula el cuerpo con lentitud?
El gesto cándido e inocente de Lucy logra captar la atención del muchacho, quien sin proponérselo ahora admira embelesado como el dedo se enrosca en la hebra naranja, deformándolo gradualmente. Tras unos minutos silenciosos, la ojiazul se levanta con extremo cuidado. Su cabellera se conserva atada en una rosca que se deshace con cada segundo que pasa, los pies desnudos y un traje de baño negro con flores bordadas en hilo blanco, ceñido a la esbelta silueta; la tela vaporosa de la pañoleta la cubre escasamente y aun se pueden aprecian algunas gotas deslizándose por la espalda revestida de pecas y lunares.
El Potter la analiza, sin la discreción habitual, fascinado por la belleza recién descubierta, deteniéndose en la boca jugosa que se mantiene entreabierta. Lucy siente el ardor trasladarse por su espina dorsal y no identifica si se trata del calor que el sol emana o la mirada avasallante que Albus le dirige.
¿Qué está sucediendo?
-¡Albus! ¡Lucy! – ambos se sonrojan, una más que el otro. Molly, nacida escasos minutos antes que su hermana, arriba al lugar con una actitud emocionada que la separa de la tensión desarrollada en el ambiente. Carga una cubeta roja vacía y una pala amarilla que se mueven constantemente por el desenfreno – El tío George nos invitó a buscar cangrejos, dice que los cocinaremos después.
Lucy la mira con indulgencia, sabiendo que probablemente era la única que intenta de complacer al tío George; nadie se fía de sus promesas porque suelen esconder una broma, nadie excepto su pobre melliza. Aun así, la posibilidad de huir de la anómala actitud de Albus y las emociones que empezaban a recorrerla se le antoja irresistible; se muestra tan animada como la recién llegada y esta se ve satisfecha. El moreno, embargado por la vergüenza producida por su imprudente actuar, prefiere esconderse en la casa para descansar. Necesita despejar la mente, porque el calor lo está sofocando bravamente.
-El día ha estado lleno de sorpresas – declara clavando firmemente sus gemas esmeraldas en la pelirroja; esta le devuelve la mirada con incredulidad, como si no creyera que fuese tan… Indiscreto. La frase causa estragos en ambos, confundiéndolos más e instaurando escenas impensables en sus cabezas. Aquello está mal – Nos vemos en la noche.
Sin más, el moreno se encamina hasta la imponente casona sobre la costa mientras Molly, decidida a ganar la competencia de cangrejos, hala a su hermana en dirección contraria. Lucy alcanza a admirar una vez más el dorso desnudo de su primo, detallando brevemente los músculos bien definidos y húmedos a causa del agua marina. La duda la asalta de nueva cuenta, aterrándola… ¿Qué había pasado ahí?
A&L
Está hirviendo.
Literalmente ve como las ondas calurosas se extienden frente a sus ojos y lo abrazan, elaborando una especie de tortura. La temperatura es tan elevada que le altera los sentidos, le embota los pensamientos e induce a la pereza para envolverle las extremidades. Intenta concentrarse, recuperar la paz que tanto había gozado desde su llegada a la casa, pero no puede. Cada vez que cierra los ojos se encuentra con el cuerpo curvilíneo de su prima, grabado en sus retinas y adherido a su memoria. Es desagradable no poder desligarse de lo sucedido hacía tres días y cree que terminará volviéndose loco.
El reencuentro había sido chocante, mas no pasó a mayores gracias a la presencia de los demás miembros de la familia. Realmente no han tenido tiempo para analizar qué significa el intercambio ardiente de miradas que durante la cena había ido acompañado de roces poco honrados bajo la mesa. ¿Dónde quedaba la cordura que tanto se jactaba de tener? ¿Dónde estaba oculto el autocontrol? Cada vez que ve pasar las doradas piernas de Lucy por el corredor camino a la playa, siente que la excitación lo consume. Ni siquiera consigue dormir.
Es extenuante. En pocos días, tiene tatuados en el alma aquellos ojos azul zafiro y la piel marmórea que poco a poco se oscurece ante la exposición al sol. Lo peor viene con la actitud de la pelirroja, quien ha tomado el asunto como un simple juego. Ella no cree que las provocaciones vayan a desencadenar reacciones lamentables, le busca el lado divertido. Porque esa es su personalidad. Torpe, radiante, distraída, risueña. No ve más allá de lo que a simple vista se expone. Tan diferente al propio Albus, que no asume la realidad de la misma manera.
-Voy a morir – susurra, hastiado de tanto especular. Por primera vez, no entiende cuál es el camino correcto. Sabe que las cosas no pueden continuar así, aunque Lucy crea que se trata de un pasatiempo. Están en casa de sus tíos, con sus padres, con sus abuelos… ¡Con todos! Se conocen desde antes de nacer, asistieron al mismo preescolar, él le haló las trenzas en la infancia. Es irracional tener inclinaciones tan íntimas con su prima.
-¿Necesitas agua? – el tono jocoso no le causa gracia, pero si lo obliga a girarse hacia el marco de la puerta. La pelirroja se aproxima hasta la barra, donde él se encontra sentado en un cómodo taburete, para acompañarlo. El sudor de ambos se mezcla cuando los antebrazos rozan sobre el mesón, verde y azul se topan, las respiraciones se vuelven pesadas. Están midiéndose mutuamente con el aura de pasión rondándolos peligrosamente – Eso siempre calma la sed.
-No tengo sed, Lucy – responde de mala gana el moreno, sin ánimos de iniciar una conversación. Quiere tenerla lejos, muy lejos. La joven reconoce el rechazo, mas sonríe conciliadoramente. – Deja de sonreír – quizás en otro momento él le habría pedido lo contrario, pero ahora no puede. La verdad es que aquel gesto tan sincero y distinguido solo lo altera más.
La noche los encierra en la pequeña cocina, dándoles más privacidad de la recomendada. Arriba todos descansan luego de una ajetreada tarde de paseos por las grutas subacuáticas que yacen al oeste de la playa; es el mejor verano que los Weasley han tenido en años. Irónicamente, para Albus solo representa el peor de los calvarios. Y el maldito calor no deja de agravar las cosas.
No sabe en qué momento ella abandona el asiento para ubicarse tras él, pero pronto siente una mano menuda acariciar lentamente sus hombros, que a causa del ambiente van desprovistos de tela alguna. Se tensa de inmediato, porque identifica el suave tacto. La sensación de placer es apagada rápidamente por la negación; no puede estar pasando, está endemoniadamente mal continuar estirando la cuerda.
Caminan sobre hielo fino, a punto de quebrarse.
-Lucy… - protesta en un murmullo, dejándose llevar momentáneamente por las caricias que ella le propicia. Las comisuras de los labios femeninos se elevan, ondeando la satisfacción de haberlo seducido – Por favor, vete a tu habitación – pide a continuación el ojiverde, retomando la distancia. El pecho se le contrae, porque decirlo es más fácil que hacerlo. Vuelven a mirarse fijamente, sintiendo esta vez que chispas eléctricas saltan entre el espacio que separa sus cuerpos. Con cada minuto, la osadía se apodera de ellos y le resta puntos a la cordura; están a punto de sucumbir a los malsanos deseos y no puede permitirlo.
Muchas veces escuchó a Scorpius hablar sobre las emociones, sobre lo maravilloso que es tener una mujer con quien compartirlo todo, sobre lo que implica verse hechizado por la fogosidad. Y si bien había creído fervientemente que no necesitaba de eso, ahora lo pone en duda; los dedos se le acalambran con las ansias de sujetarla, de estrecharla, de tenerla para sí. Ciertamente, lo que más ansia no es pensar en las consecuencias, sino alzar en brazos a la pelirroja y estamparla contra el refrigerador. Y el rumbo de sus pensamientos lo espanta, haciendo que contraiga el aliento. Porque es ilegal siquiera considerar una idea semejante, tan absurda. ¿La locura quería apoderarse de su cuerpo?
-Albus – el llamado es como una condena. La ojiazul lo contempla bravamente, irradiando belleza celestial por cada poro. Ni siquiera el pijama de estrellas le resta crédito ni esconde las curvas de su figura. Ella se acerca, como si intentara no asustarlo, hasta posar su rostro a escasos centímetros de distancia. El Potter jadea, obnubilado – No tiene por qué estar mal…
No obstante, ambos saben que trata crear un engaño. Decir aquello solo los sentencia, los hace caer aún más bajo de lo que están. Albus desvía la mirada, intentando recobrar la cordura para poner orden. Lucy siempre ha sido un desastre; nunca ha aprendido a callar o a actuar conforme a la situación. Es impaciente, extravagante, jovial. Es una adolescente corriente, una joven con un futuro incierto que disfruta la vida. Sin embargo, Albus presume de ser parecido no solo a su padre, sino a quienes le han heredado el nombre; nunca ejercerá un papel que no le corresponde, no si eso acarrea arrasar con todo lo que se opusiera. Y enredarse con Lucy conlleva a sufrir penurias, conlleva a vivir con la culpa atornillada al subconsciente. No está preparado para eso, no quiere estarlo nunca.
-Buenas noches, Lucy – dice finalizando una discusión que nunca dio inicio. Muestra temple de acero, convicción, firmeza. Todo lo que ella nunca podrá hacer jamás.
La Weasley suspira resignada a no esperar nada más, consciente de que él está tomando la mejor decisión. A pesar de eso, se coloca de puntillas para alcanzar la comisura de los labios de su primo y besarlas tenuemente, robándole un casto beso que los llena de amargura. Intercambian una sonrisa melancólica antes de que ella se encamine hacia la salida de la estancia, preparada para subir las escaleras y dejar todo atrás.
Albus se limita a observar como la cabellera naranja revoloteaba ligeramente y el calor lo asfixia; algo se le desgarra por dentro, comprendiendo que sus palabras llevan implícita la promesa de que nada más pasaría entre ellos, cortando de raíz cualquier fantasía absurda que pudiera haber nacido en aquella época colmada de calores veraniegos. La boca aun resguarda un sabor penoso producto de la sensatez que ha mostrado para sobrellevar el tema; aun con el pesar en el alma, reconoce que ha elegido el camino adecuado. Entre los dos existe una brecha abismal, una brecha construida para recordarle eternamente que su prima está prohibida.
N/A
Antes de entrar en los detalles de la historia, quiero aclarar en qué consistía el reto. De una doble lista se escogían número y dependiendo de esos números tocaban un valor y un antivalor. Los míos (qué no estoy clara si tengo permiso de revelar xD) fueron la Prudencia y la Crueldad. Como comprenderán, esta mezcla sólo puede terminar mal; quiero advertir que no es un fic que termina bien.
Aunque la pareja de Albus&Lucy me mata (todavía intento descubrir porqué), no los he visualizado juntos-juntos. Es decir, no puedo imaginar que tengan una relación estable o algo semejante porque dudo que los Weasley lo permitan. ¿Alguien se imagina a Ginny y Percy gritándose mutuamente al escuchar semejante noticia? Yo si y no debe ser nada bonito xDD Creo que por esta razón no termino de darles un final feliz.
Sé que a nadie le va a gustar el siguiente capítulo, porque ocurre una escena típicamente odiosa de las novelas románticas. Mi novio me dijo que me odiaba después que la leyó xDD (si, en verdad lo hizo). Pero estoy satisfecha con mi trabajo, porque pienso que esta relación reflejó perfectamente la Escala de Grises que me tocó.
Igual espero que lo disfruten *-*
Saludos y besitos.
FannyLu
