Prólogo: Lágrimas de Fuego

La luz del sol nunca había sido tan fuerte como la de ese invierno, de hecho las otras estaciones palidecían a su lado. Era como si la esperanza hubiese decidido renacer antes de que el frío terminara por mermar todo a su alrededor.

Denouement [The resolution of a mystery]

Ni un solo ruido se escuchaba en aquél frío paraje, donde los restos de seres queridos (algunos ya olvidados) descansaban en su última morada. Donde el frío de la noche no hacía más que acentuar la atmósfera mortecina del cementerio del Valle de Godric. La nieve que recubría todo con una capa blanquecina en nada podía remediar el deprimente paisaje.

- No puedo creer que ya hayan pasado 5 años de todo eso- declaró un joven hombre de indomable cabellera color negro azabache. Su voz se escuchaba cansada.

Harry suspiró colocándose a un lado de la figura de su mejor amiga sin despegar su melancólica mirada de la lápida que llevaba inscrito el nombre de unos padres que no recordaba. En su declaración anterior, la palabra eso, se refería específicamente al tema de Voldemort y la gran guerra, una cuestión por demás desagradable aunque innegable.

La mujer a su lado no hizo más que aferrar la mano enguantada de su mejor amigo con la propia, su mirada marrón estaba adherida a la misma lápida pero no a los nombres grabados en ella si no al epitafio:

"El último enemigo a ser derrotado es la muerte."

La castaña pensaba una y otra vez en esa sencilla pero poderosa frase y, años después de haber estado en ese mismo lugar por primera vez, aún la inquietaba profundamente.

- Al final hiciste lo imposible- respondió Hermione finalmente suspirando casi de manera imperceptible pero el vaho que salió de su boca la delató. Realmente estaba haciendo mucho frío y su largo abrigo escarlata no la calentaba lo suficiente sobre el ligero vestido de noche que llevaba abajo.

El hombre la miró con sus intensos ojos verde esmeralda dibujando una dulce sonrisa en su rostro, luego soltó su mano para envolverla entre sus brazos con naturalidad, de esa manera le daba un poco más de protección contra el frío. Ella se acurrucó en el abrazo agradecida.

Habían pasado 5 años desde que los dos visitaron el cementerio del Valle Godric por primera vez, cuando el mundo estaba sumido en la obscuridad y ellos no eran más que dos adolescentes hambrientos y sin esperanzas de terminar con la guerra. Aunque casi 5 meses después, lo habían hecho.

- Tú hiciste lo imposible Hermione, estaría muerto desde los once años si no hubiera sido por ti- declaró tan seguro de ese argumento que la mujer no pudo contradecirlo por mucho que su instinto se lo decía.

El cariño que compartían era tan evidente que las personas, y la prensa, se preguntaban la razón por la que cada cual tuviera parejas diferentes. La realidad era que se veían como la única familia que tenían, habían pasado por tantas cosas juntos, habían enfrentado a la muerte lado a lado, que se consideraban hermanos en todo menos en sangre. Además, Hermione había perdido a sus padres en Australia cuando unos mortífagos en fuga los encontraron y asesinaron a sangre fría; la culpa de saberlos muertos sin sus verdaderos recuerdos carcomía a la castaña incesablemente, su depresión fue tan grande cuando se enteró de sus muertes que, sin la ayuda de Harry, los hubiera seguido. Era por eso, y más, que los dos jóvenes eran tan apegados el uno al otro.

Las campanadas de una iglesia cercana se dejaron escuchar claramente, y unos cuantos copos de nieve comenzaron a caer del cielo como enfatizando el tañido de esas ancestrales campanas.

- Feliz Navidad Harry- dijo la castaña sin cambiar de posición y con una infinita dulzura en su tono.

- Feliz Navidad Hermione- le respondió el otro sin señales de que la fuese a soltar.- ¿Cómo te sientes al saber que en unas horas serás la nueva señora Weasley?- agregó en tono juguetón cambiando de tema.

La otra esbozó una ligera sonrisita.

- Como si me uniera a un club- sonrió recordando a Molly, a Fleur, a Audrey la esposa de Percy y a Angelina la esposa de George, todas ellas llevaban ahora el título de señoras Weasley- ¿Cómo te sientes tú al saber que te convertirás en el futuro señor Weasley?- inquirió con burla.

Harry frunció el ceño fingiendo indignación, pero ella no lo veía estando de espaldas a él.

- Ginny es quien tomará mi apellido, no al revés- aclaró recordando a su prometida con cariño.

- Sí, al parecer quienes llevamos la personalidad más fuerte de la relación cedemos nuestro apellido- suspiró la mujer fingiendo pena por tal hecho. El otro soltó una risita, era cierto y bien sabido que Ginny y Hermione tenían un carácter fuerte y de temer si te metías con ellas. Ron y él lo sabían mejor que nadie y aún así iban a casarse con ellas. La única explicación para esa locura era que estaban perdidamente enamorados.

- Hablando de carácter fuerte, aún creo que a Skeeter le dará un ataque cardiaco cuando ambas parejas nos casemos hoy...- comentó refiriéndose a la 'gran' idea de Hermione de tener las dos bodas simultáneamente y en Navidad por si lo anterior fuera poco.

Por mucho que lo detestaran, el Trío Dorado era famoso por toda Inglaterra y más allá de las fronteras, las miradas del mundo se posaban constantemente sobre ellos tres al ser héroes de guerra y ostentar la Orden de Merlín Primera Clase por ello. De hecho, el 2 de mayo era un día festivo para el mundo mágico, pues era una fecha que marcaba un nuevo inicio dirigido por el nuevo Ministro de Magia: Kingsley Shaklebolt.

Pese a todo, Harry era el que se llevaba el mayor escrutinio con eso de ser El Elegido luego de haber sido El-Niño-Que-Vivió; aunque también por eso estaba un poco más habituado a la excesiva atención. Con todo, al terminar la guerra había presentado sus EXTASIS para poder ingresar a la Academia de Aurores de donde salió con honores y actualmente trabajaba en el Ministerio de Magia para gran alivio del mundo mágico. No había algo mejor, en la opinión pública, que tener al Elegido velando por la seguridad de todos. Claro que Ginny siempre comentaba en broma que su prometido atraía más problemas de los que solucionaba.

Hermione por otro lado, también había presentado sus EXTASIS obteniendo puntuaciones históricas, cuestión que le había abierto aún más oportunidades profesionales; al final se embarcó en la rama de leyes mágicas con el afán de mejorar el marco legal de su sociedad para eliminar el nepotismo, la corrupción y la discriminación del sistema. Gracias a su reconocimiento como la Hechicera Dorada, había escalado de posiciones con sorprendente rapidez y poco le faltaba para ser jefe de su Departamento pese a su corta edad.

Finalmente, Ron había decidido dejar la escuela de lado y probar su suerte en el Quidditch, cosa que había resultado muy bien porque su talento como guardián le granjeó una posición permanente en el equipo de los Chudley Cannons quienes llevaban una buena racha ese año gracias a su participación. Así, el pelirrojo volvió a ganar el apodo del 'Guardián de Oro' (siendo su porra oficial la canción de 'Weasley es nuestro rey'), cosa que le encantaba pues adoraba ser el centro de atención como su prometida bien sabía.

Hermione sonrió con picardía, uno de sus pasatiempos preferidos era sabotear a Rita Skeeter, más aun sabiendo que la rubia reportera no podía hacer mucho contra ella por miedo de que expusiera su 'pequeño' secreto (seguía utilizando su forma de escarabajo para espiar a los demás).

- Será divertido, de cualquier modo desapareceremos de su radar enseguida. No sabrá lo que pasó- añadió refiriéndose a su Luna de Miel que estaba perfectamente planeada para darles toda la privacidad posible.

- Pobre de quien ose meterse con la vengativa Hermione Granger- rio el otro.

- No exageres Potter, sabes que se lo merece- replicó recordando lo mal que esa reportera le hizo pasar su cuarto año en Hogwarts.

- Cierto- asintió recordando lo mismo que ella- Pero ahora lo mejor será que regresemos con los Weasley o Molly nos dará caza- sugirió soltando del abrazo a la mujer pero no así dejando ir su mano. Su mirada se volvió a fijar en la tumba de sus padres por unos segundos.

Hermione supo que estaba despidiéndose de ellos y decidió que era momento de sacar su varita para conjurar una guirnalda de rosas blancas como cada año hacía, misma que colocó sobre la lápida y luego miró a su mejor amigo quien también la miraba.

- Adelántate, quiero quedarme un poco más- declaró ella con resolución.

El ojiverde la miró con intensidad, su comunicación no verbal era tan precisa que sabía exactamente lo que su amiga quería hacer, y sabía que debía dejarla hacerlo sola.

- Recuerda que te quiero y siempre estaré para ti Hermione, siempre...- dijo con un cariño tan intenso que dolía- Le diré a Ron que no se preocupe, sólo no llegues tarde para la boda después de todo tú eres una de las dos que irán de blanco- agregó sonriente y apretándole la mano a son de despedida para luego soltarla lentamente. Ella no respondió.

La figura del salvador del mundo mágico se esfumó con un ágil giro de aparición y nada quedó en su lugar más que una fina capa de nieve pisada.

La bruja inspiró profundamente y caminó unos pasos hacia la derecha buscando una tumba en particular, finamente se paró frente a una lápida casi idéntica a la de los Potter pero que tenía grabados nombres diferentes:

"Jean y Edward Granger.

Amados padres y esposos.

La memoria del corazón es eterna"

Su corazón saltó ante ese epitafio mientras sus ojos se anegaban de lágrimas, cayó de rodillas sobre la nieve y sollozó como si nunca hubiera lamentado la muerte de sus padres. Sabía que su tumba estaba ahí porque Harry así se lo había dicho pero jamás se había atrevido a visitarla a pesar de que cada año iba a la de los padres de su mejor amigo...había sido una cobarde al no querer visitar esa tumba. Pero tenía miedo de ir ahí sabiendo lo que les había hecho, tenía vergüenza...los había hechizado arrebatándoles toda memoria de ella, habían muerto sin saber si quiera el porqué...y se culpaba. Aunque su mejor amigo había puesto un hermoso epitafio queriendo consolarla de alguna manera, dolía.

Dolía tanto que no pudo evitar caer en la obscura tentación...tenía de verlos por última vez y decirles la verdad, disculparse por lo menos una vez cara a cara...

Su alma gritó en agonía pero no podía arrepentirse a esas alturas, ya no había marcha atrás.

Del bolsillo de su abrigo sacó su conocida bolsita sin fondo que seguía conservándose en buen estado, la contempló durante unos eternos segundos y soltó un suspiro. Cuando sus lágrimas se congelaron en su rostro, metió su mano en la bolsita y extrajo una pequeña caja cubierta de runas diversas, la abrió casi con recelo y miró su contenido fijamente.

Adentro, reposaba la Piedra de la Resurrección.

Harry les había contado todo lo que pasó durante la Batalla Final, el encuentro con sus padres y las memorias de Snape, les dijo que había abandonado la Piedra en lo profundo del Bosque Prohibido para que nadie pudiera encontrarla y sentirse tentado a usarla. No obstante, no contó con que precisamente su mejor amiga fuera tentada.

Hermione dedicó casi tres años de su vida a buscar la diminuta Reliquia, hacía largas expediciones por el Bosque utilizando cada vez más complejos hechizos de rastreo bajo la excusa de hacer estudios de campo para su Departamento de Leyes Mágicas; Minerva McGonagall nunca puso reparos a su presencia pues adoraba a la que fuera su alumna predilecta y colega de la Orden del Fénix durante la guerra.

La búsqueda fue ardua, pero un día como cualquiera, finalmente la encontró.

La Piedra de la Resurrección era su única oportunidad de ver nuevamente a sus padres, Harry había dicho que simplemente la había sujetado y sus seres queridos se materializaron ante sus ojos como fantasmas mismos que le hablaron. Era definitivamente magia poderosa y muy peligrosa por esa misma razón.

Luego de tener la Piedra en su poder, y de resguardarla con los más poderosos hechizos rúnicos, había pasado casi un año entero para decidirse a usarla evaluando cada escenario posible.

Ahora, frente a la tumba de sus padres, estaba decidida a usar el poder de esa Reliquia de la Muerte para verlos una vez más. Si pudiera ver su reflejo en el espejo de Oesed, seguramente se vería a sí misma en compañía de todos sus seres queridos, de sus padres, de sus amigos, de los conocidos inocentes que perdieron injustamente sus vidas, los padres de Harry estarían ahí junto a Sirius, a Remus con Tonks cuidando de Teddy, Fred...nadie hubiese tenido que morir por culpa de la ambición de un mago demente.

Inspiró una vez más, no supo cómo pasó pero ahora estaba arrodillada en la fría capa de nieve, así que extendió su mano derecha y apretó la piedra romboide con fuerza.

Su corteza mágica se agitó como advirtiéndole de un peligro inminente, su varita comenzó a emitir una leve vibración y el ambiente del lugar se llenó de incertidumbre.

Sintió un agudo dolor en su mano y supo al instante que algo andaba mal...miró dicha mano descubriendo que la Piedra se había incrustado en su palma de una dolorosa manera y un intenso frío comenzaba a invadir cada fibra de su ser.

Trató de incorporarse pero sus piernas no le respondieron, quiso gritar por ayuda pero su garganta parecía seca y su corazón comenzó a palpitar lleno de pánico. ¿Qué estaba sucediendo?

Sintió que su cuerpo perdía toda fuerza y cayó al suelo como una muñeca de trapo. Las cosas no estaban saliendo como pensó, como Harry les había contado.

Un intenso cansancio comenzó a dominar su mente envolviéndola en una neblina que amenazaba con destruir su capacidad de raciocinio y tenía terror de no poder volver a despertar si cedía...luchó contra ese pesado agotamiento, sin embargo sus esfuerzos eran inútiles pues sus párpados cedieron ante ese insistente sueño.

Pensó en los ojos celestes de Ron, en sus besos gentiles y en su risa atronadora, en la sonrisa de Harry y en el aroma de sus queridos libros; recordó a sus padres, a sus profesores y amigos, y lamentó profundamente el que tuviera que perderse de su propia boda...

Iba a morir.

Todo su mundo se sumió en la más profunda negrura y ni siquiera pudo luchar por evitarlo.

Era impotente ante el destino que ella misma se había forjado.

Luz.

Una intensa luz fue lo siguiente que vio después de un tiempo incalculable.

Abrió sus ojos aliviada de volver a tener consciencia, de poder despertar nuevamente.

Se encontró a sí misma sentada en una banca en medio de lo que parecía ser la biblioteca de algún castillo, quizás la misma biblioteca de Hogwarts pero de colores brillantes y blanquecinos.

Quizás simplemente estaba soñando, porque honestamente no sería raro que ella soñase con estar en una biblioteca, su pasión por los libros era un hecho más que evidente.

- Señorita Granger, cuando supe que vendría no pude creerlo, aunque confieso que tampoco me sorprendí- declaró una voz de cadencia armoniosa y evidente sabiduría.

Hermione levantó su vista reconociendo esa voz y se encontró con la familiar figura de Albus Dumbledore mirándola a través de sus gafas en forma de media luna, su túnica violácea con estrellas plateadas era tan suya que tuvo que contener el llanto al verlo nuevamente ¿vivo?

- Profesor...- musitó poniéndose de pie de un salto.

- Dime Albus por favor, muchas cosas pasaron desde que partí de entre los vivos como para que sigamos con formalidades- sonrió el anciano con su perenne calma.- Me imagino que te preguntas qué está pasando ¿cierto Hermione?- inquirió amablemente también llamándola por su primer nombre.

La castaña miró a su antiguo director casi con miedo, porque veía en sus brillantes ojos celestes que el mago sabía perfectamente lo que había intentado hacer y sentía culpa mezclada con vergüenza.

- Quería...simplemente quería...- sus palabras se le atoraron en la garganta, su egoísmo era tal que se sentía como un pésimo ser humano, alguien que había cedido ante la tentación de ver a sus padres una vez más y que al final nada había salido como esperaba.

- Lo sé niña, lo sé. Ese mismo deseo fue lo que me llevó a dejar el mundo de los vivos- suspiró el hombre de larga barba plateada- No hay vergüenza en ceder a los anhelos del corazón, aunque es lamentable que las mejores personas deban sufrir tanto- le dijo poniendo su mano en el hombro de la joven con cariño.

Ella lo miró dejando correr lágrimas por sus mejillas, la culpa se rehusaba a abandonarla pero las palabras del sabio mago consolaban su deprimente ser de alguna manera.

- No lo entiendo, la Reliquia...Harry nos dijo cómo funcionaba y yo solamente quería verlos...a mis padres, pedirles perdón por lo que les hice...pero, no lo entiendo...- soltó comenzando a entrar en la etapa de confusión, no estaba en sus planes terminar ahí donde no sabía, por cierto, siquiera dónde estaba exactamente...a menos que esa escena fuera como la experiencia de Harry cuando murió... ¿acaso ella estaba muerta?

El anciano mago casi pudo escuchar los engranes moverse en la cabeza de la joven y sonrió.

- Veo que tu mente sigue tan brillante como siempre, pero no te adelantes a los hechos- le dijo el anciano con cierta diversión en sus ojos- Definitivamente no estás muerta- aclaró.

La mujer frunció el ceño, claro que se alegraba de no estar muerta pero entonces la situación se había vuelto aún más confusa, si no estaba muerta ¿cómo estaba? ¿Dónde estaba? ¿Por qué estaba ahí?

- ¿Cómo supo que vendría aquí? ¿Y dónde es exactamente aquí?- preguntó la joven recobrando su usual lógica ante la bizarra situación, además debía concentrarse en algo práctico para no entrar en pánico nuevamente.

Dumbledore no reprimió su sonrisa ante la actitud de su antigua alumna, desde pequeña había demostrado ser poseedora de una precoz inteligencia y una agudeza verbal que le granjearon pocas simpatías al inicio de su primer año en Hogwarts. Aunque todo había cambiado cuando se hizo amiga de Harry y Ron, su actitud se relajó y ahora era una hechicera que en unos cuantos años superaría su propia sabiduría. Le llenaba de orgullo verla convertida en esa gran mujer, aunque también le entristecía verla ahí...

- No tengo respuestas concretas a esas preguntas Hermione...aunque sí puedo decirte que todo esto es a causa de la Piedra de la Resurrección- comentó.

- Sin ofender profesor- intervino ella sin poder decirle Albus de buenas a primeras- Pero si esto es a causa de la Piedra, bueno, no pedí verlo a usted exactamente, si no a mis padres...

El otro asintió sin sentirse ofendido por dicha aclaración.

- Las Reliquias son un misterio que jamás podrá ser descifrado- respondió el mago de larga barba- Haber usado la Piedra resultó diferente esta vez, aunque eso no significa que es menos interesante- murmuró más para sí.

- ¿Qué quiere decir con eso? ¿Qué si no estoy muerta, moriré pronto?- inquirió Hermione sin querer dar más vueltas al asunto, no le agradaba la incertidumbre de su situación actual.

- Oh no, en lo absoluto- negó el otro al instante- Pasará algo mucho más interesante y arriesgado a la vez- agregó como si con esa frase realmente explicase algo. La castaña enarcó una ceja sin terminar de comprender la situación, sabía que Dumbledore no era la persona más directa del mundo, (¡Merlín! ¡Les había ocultado que Harry era un horcrux!) pero ahora necesita claridad.

- ¿Volveré a ver a Harry y a Ron?- preguntó al fin con su voz temerosa, tenía miedo de escuchar la respuesta a esa pregunta. Pues no le importaba mucho lo que fuera a pasarle sino si volverá a ver a sus dos mejores amigos y a todos a quienes había aprendido a querer.

- Sí- dijo el mago con resolución consolándola un poco- Pero no en mucho tiempo- agregó con un largo suspiro, la miró directamente a los ojos con una intensidad abrumadora. Hermione sintió un escalofrío recorrer su cuerpo- El destino ha tirado los dados y tú deberás embarcarte a una aventura más...- su celeste mirada se llenó de tristeza- Lamento que precisamente tú que has sacrificado tanto seas quien deba llevar esta carga, sin embargo así se dieron las cosas, y confío plenamente en tu capacidad de superar cualquier prueba. Además quizás sea una nueva oportunidad para algo...

- No lo entiendo profesor...- la mujer seguía sin tener idea de lo que pasaba y tenía un mal presentimiento de todo eso.

Albus le sonrió con indulgencia en esa ocasión, era normal su confusión pero no podía darle mucha más información pues su tiempo era limitado.

- Recuerda Hermione que las personas no tienen su destino escrito y que la felicidad puede encontrarse hasta en el lugar menos esperado...- el hombre acarició la mejilla de su antigua alumna con un cariño casi paternal- Sé fuerte y si necesitas ayuda solamente pídemela, veme a los ojos y pídemela con ese amor que expides a raudales, si me comporto como el anciano testarudo que fui, recuérdame a Ariana...por favor- agregó con lágrimas contenidas en sus ojos.

Hermione estaba sorprendida, nunca había visto tan afectado a su antiguo profesor, se le veía menos omnipotente y más humano...su corazón sintió pena por ese hombre que lo había perdido todo por un sueño juvenil, y que había muerto tratando de redimirse.

Lo miró con la misma intensidad y asintió. Seguía sin comprender muchas cosas pero asintió.

Albus le sonrió una vez más con sincero cariño y esa sonrisa fue lo último que la castaña vio.

Nuevamente la obscuridad invadió su consciencia y supo, con certeza, que cuando despertara ya nada sería igual, supo que el mundo que conocía había cesado de existir.

'Tic, toc'

'Tic, toc'

'Tic, toc'

Las manecillas del reloj comenzaron su recorrido pero de derecha a izquierda.