Hola! :D regresé mucho antes de lo planeado, a que no es bello? Yeii! jaja estoy de vacaciones y me puse enseguida a escribir.

Ya como habrán visto en el título del capitulo, se avecina algo grande, así que quedan advertidos! \o/

En fin, que disfruten.


Unos cabellos le hacían cosquillas en la nariz, después fue consciente de su brazo entumecido y por último, comprendió la situación. Se había quedado dormido en el sillón y ahora estaba sobre su costado derecho, abrazando a Weasley, quien al parecer también se durmió sobre el brazo de Harry, para ser más precisos. Tenía una suave respiración, con un brazo entre ambos cuerpos y el otro descansando en la cintura del chico. El cabello le cubría la cara y cada vez que exhalaba, unos cuantos cabellos se movía.

Intentando no moverse mucho, con la mano libre le quitó los mechones y se los hizo a un lado, descubriéndole el rostro a su novia.

Su novia.

Un calorcito se extendió por su pecho al recordar ese hecho y no pudo evitar sonreír. Estaba contento, genuinamente feliz. Y ansioso, muy ansioso por salir con ella, tomados de la mano, pasear por algún lugar, salir a cenar… Ya quería ver la cara de Seamus y Neville cuando la conocieran. Paró por un momento a su acelerada mente. ¿Estaría mal? Se sentía tan entusiasmado por algo tan repentino y precipitado que apenas y se dio cuenta de lo peligroso que podría ser.

Suspiró gravemente, decidido a dejar el agua correr, disfrutando la comodidad que la figura de la chica le propinaba.

Después de unos minutos, su compañera con pesadez abrió unos centímetros los ojos, parpadeando un poco y después haciéndolo por completo. La vio fruncir la nariz y soltar un largo bostezo, estirando las piernas lo más que pudo.

– Te ves adorable.

De inmediato dirigió su vista a él, formando una sonrisa en el proceso. Le brillaban los ojos y Harry se alegró cuando ella apretó el agarre en torno a su cintura.

– Dormilón. – murmuró, enterrando su cabeza en el cuello del azabache.

– ¡Tú también lo eres! – se defendió el chico, acariciándole el pelo – Oye, es la mejor siesta que he tenido en un largo tiempo – se estiró para darle un beso en la coronilla pero un gruñido interrumpió su acción – ¿Fue tu estómago?

La chica se ruborizó y desvió la vista, dando un cabeceo para afirmar.

– Desperté con hambre.

Con el aroma que su pequeño cuerpo desprendía, Harry también tenía hambre, aunque no era precisamente de comida.

– Dejamos la comida a medio cocinar – dijo en cambio, comenzando a erguirse junto con ella y quedando sentado– Se hizo realmente tarde – exclamó cuando reparó en la ventana que estaba en la pared cercana a sillón y vio que el sol ya se había metido.

Se paró y caminó hacia la ventana, corriendo la cortina que le quitaba visión. Había pasado la hora del atardecer, y por ahí se alcanzaba a ver una calle pequeña, con algunos automóviles aparcados y varias luces prendidas. Casi todas las construcciones parecían ser casas, excepto por un local que tenía puertas corredizas y un oso pintado en ellas; Harry no pudo descifrar de qué era el establecimiento. A lo lejos, se veía una iglesia y las copas de muchos árboles.

– Pronto comenzará a nevar, y la vista será mucho mejor.

Harry se giró y la encontró parada a su lado, observando hacia la misma dirección que él con la expresión relajada. Sus prendas estaban un poco arrugadas y varios mechones salían de la coleta. Soltó el pedazo de tela y llevó sus manos a los hombros de la chica.

– La vista ya acaba de mejorar. – dijo con una voz ronca, enfocándose en los labios que tenía por delante. Se besaron con esmero, familiarizándose el uno con el otro, mordiéndose ligeramente, sintiendo una corriente eléctrica que despertaba cada centímetro de sus cuerpos. – Eres mi novia – afirmó Harry cuando se separaron, sonriéndole con suficiencia.

– Soy tu novia – confirmó ella, dándole un rápido beso poco antes de separarse – Pero una muy hambrienta, así que tendrás que alimentarme.

Riendo, los dos se encaminaron a la cocina, con un singular entusiasmo. Harry retomó su trabajo con energías renovadas. Pelaba las papas con cuidado y después la miraba. Cortaba y miraba. Sazonaba y miraba. Era extraordinario como la chica lo atraía tan poderosamente. Su cara era demasiado expresiva, tenía un sinfín de expresiones que acompañaban a sus pláticas y si se reía, era la risa más pura que podía recordar. Mientras avanzaban, comenzaron a platicar de sus primeras experiencias en la cocina y cuando le tocó a ella se volvió tan enérgica que Harry tuvo que parar para no perderse ningún detalle. Le relataba con pasión cuando su madre le dejo hacer el pavo de Navidad por sí sola y sus manos volaban a su alrededor mientras lo hacía, se acercaba a Harry y después se alejaba, su pelo ondeaba al aire cuando la historia ameritaba un movimiento brusco. Y cuando terminó, cuando le dijo que el pavo se había quemado y tuvieron que cenar sándwich, hizo el puchero más hermoso que Harry había visto.

Después la chica, alegando que siempre terminaban hablando de ella, le preguntó unas cuantas trivialidades a Harry. Él las contestó con simplicidad: verde a su color favorito, 31 de julio a su cumpleaños y cuando le preguntó sobre el regalo perfecto tuvo dificultades. Duro unos minutos y al final se decantó por una motocicleta.

– ¿Por qué?

Pensó en decirle que cuando abandonó la casa de sus tíos lo hizo en una motocicleta, pero no cualquiera, sino la que Sirius le prestó para hacerlo y desde entonces, cada vez que veía una pensaba en libertad.

– Tienen algo especial – dijo en cambio.

Pronto, el pollo estuvo en el horno y Harry se dedicó por completo a ella. La detuvo en una de su tantas idas y venidas y la calló con un beso, uno muy bueno, atrincherándola entre su cuerpo y el tablero de la cocina, tomando su tiempo para soltarla.

– Eres un poco exigente ¿No lo crees?

– Es tu culpa – le recriminó el azabache, sonriendo contra el cuello de su acompañante. – Tienes un gran efecto en mi lívido.

La carcajada de Weasley resonó por el departamento y el orgullo de Harry se elevó, sabiéndose capaz de hacerla reír. Ahora fue el turno de la chica de asaltarlo con beso tan potente que le entorpeció los sentidos al joven. Y cuando creyó que las cosas se pondrían interesantes, el timbre de un celular los interrumpió.

– ¡Mío! – dijo ella, corriendo hacia el comedor, donde estaba su celular pitando y vibrando escandalosamente.

Harry bufó y se rascó la coronilla, exasperado por la intromisión. La vio sonreír a la pantalla y sintió que le apareció un tic nervioso en el ojo.

– Quien quiera que sea, diles que ya tienes novio. – refunfuñó cruzándose de brazos, pero un recuerdo de su grandulón hermano le asaltó la cabeza y casi lo hace arrepentirse de haberle dicho eso.

– Suerte para ti que es Luna – contestó ella, llegando a la misma conclusión que Harry – Hola – saludó al teléfono, regresando a la cocina y, con un brinco, sentándose en el desayunador – Sí, todo bien… No, gracias Luna. Harry me vino a visitar… Ajá… No, ya veremos… – después se rió un poco y le lanzó al ojiverde una mirada significativa – Estás loca, Luna ¿Lo sabías? – se sonrojó mientras se reía otro poco y Harry tuvo la sensación que hablaban algo relacionado con él – Ya, después te digo.

– Salúdala de mi parte – dijo él en voz baja, acercándose y dándole un corto beso en la mejilla libre.

– Oye, Harry… - lo miró con indecisión por unos segundos y continuó – Harry te manda saludos y quiere que te informe que ya tengo novio – el aludido pudo escuchar el grito que dio Luna al otro lado de la línea y sonrió a causa del tono que tomó el rostro de su chica, tan rojo como su cabello. -…Es… Sí... ¡Basta! No, hablamos después – y entonces colgó abruptamente, su cara aun ardiendo.

– Que comunicativa ¿Eh? – dijo con sorna Harry, divirtiéndose ante la incomodidad que la pelirroja.

– ¡Oh, cállate! Me dijiste que se lo contara ¿No? – Contestó ella, con una mezcla de indignación y risa – ¡Bah! De cualquier forma, hubiera sido la primera en enterarse.

Bromearon otro poco, hablándose cada vez más bajito y con los labios acercándose a cada segundo hasta que uno podía sentir la respiración del otro sobre su piel. Al final, ella sonrió maliciosamente, le besó la punta de la nariz y alejó el rostro con suficiencia. Como estaba sentada sobre el desayunador, superaba con pocos centímetros a Harry, así que él se tuvo que estirar para exigirle el beso que le negó.

Al final, el esfuerzo valió la pena.

– Creo que le agradó la noticia… a Luna – aclaró cuando Harry la vio con una interrogante mirada.

– Sólo una vez la he visto, pero me cayó bien… – contestó él, enterrando su cara en el cuello de su novia. – Fue una buena primera impresión ¿No crees?

Weasley hizo un pequeño ruidito en modo de afirmación y le pasó la mano por su cabello de manera distraída y después por lo ancho de su espalda, haciendo pequeños círculos con su dedo.

– Nuestra primera impresión no estuvo tan bien, yo… no estaba en mi mejor momento y fui un poco desagradable. – su mano se había quedado quieta en el hombro y su mirada ahora era distante, pero Harry sintió más curiosidad por la sonrisa con tinte melancólico.

Estiró su mano para acariciarle la mejilla y besarla, pero el temporizador del horno pitó y se tuvo que alejar para sacar el pollo. Sin embargo, su mente comenzó a picar con lo que acababa de suceder. Le incomodaban a Harry esos momentos donde la chica parecía perderse en sus memorias y sus ojos se opacaban… y no es que no le gustara hablar de ella ¡Qué va! Era toda una parlanchina, el problema era cuando la historia involucraba algún punto inexacto de su pasado y el efecto feliz se terminaba.

Algo había ocurrido con ella, ahora estaba seguro de eso, sólo deseaba que pronto se sintiera cómoda como para contárselo.

– Harry ¿Quieres cenar aquí o en el comedor?

Volteó a verla y la descubrió con platos y cubiertos en sendas manos, parada junto a los altos banquillos del desayunador y con el cabello ahora suelto. Supuso que se lo había soltado mientras él sacaba y cortaba el pollo sazonado.

– Donde tú prefieras.

Ella se encogió de hombros y puso la vajilla en la barra, murmurando cosas sobre la poca utilidad culinaria de la mesa. Él quiso contestarle, pero recordó la sonrisa de hace unos momentos de Weasley, tan perdida… tan… "Para ahí, no te incumbe" se reprendió Harry, sin saber cómo sentirse al respecto.

Llegó Harry y dejó la bandeja frente a ellos para después sentarse junto a Weasley, aunque seguía esforzándose por ignorar la incómoda espinita que acababa de aparecer. Se le ocurrió que Luna se debería saber la historia muy bien, pero era improbable que se lo contara. No, definitivamente era su novia quien debería de abrirse y platicarle pero el problema era que desconocía lo que necesitaba para se animara a hacerlo.

– Huele delicioso – exclamó ella cuando su plato estuvo lleno.

– Ajá.

Weasley se desconcertó un poco por la escueta respuesta de Harry y cuando él lo noto, quiso agregar algo, pero ella ya volvía a hablar, dejando pasar el detalle.

– ¿Y tú? ¿Tienes más amigos aparte de Hermione? – la voz de la chica sonó neutra y Harry estaba muy distraído como para averiguar si sus celos seguían presentes.

– Veamos… es Seamus que también está en pediatría y Neville, metido en eso de la botánica – El chico sonrió, recordando a sus amigos – Algún día conocerás a ese par de zoquetes.

Siguieron platicando, pero a Harry le seguía rondando por la cabeza el molesto tema. Lo cierto es que sí le incumbía porque ahora eran novio, y los novios se cuentan sus cosas ¿No? Aunque bueno, también había que aceptar que su relación era un poco peculiar, más apresurada que nada; quizás a eso se refería la chica cuando le advirtió las cosas podrían salir mal si se lo tomaban muy rápido, y él que no sabía mucho de compromiso… De súbito, le entró miedo. No, él quería que funcionara, que las cosas salieran bien. Se esforzaría por ello.

A lo mejor, si él le contaba un poco más de su pasado, algo personal, podría ir tomando confianza. Sí, él le mostraría que no tenía por qué temer, que si…

– ¡Harry! ¿Sucede algo? – Había bajado el tenedor al plato y lo miraba con fijeza – Tienes cara de perdido.

Cuando la voz de la chica lo sacó de sus pensamientos, se dio cuenta que había estado callado por varios minutos.

– No, nada, sólo que… - perdió el hilo de su voz para quedarse viéndola con una sonrisa.

Weasley entornó los ojos, haciéndose un poco para atrás.

– ¿Qué?

El muchacho se pasó una mano por la barbilla, mientras se le quedaba viendo con ojo crítico, cavilando sobre su decisión. "Lo haré, por ella sí". Transcurridos unos segundos, le contestó con voz suave y pausada.

– Me agrada mucho estar contigo – expresó con sencillez, disfrutando que la pelirroja bajó la cabeza, en un vano intento por ocultar una sonrisa - ¿Sabías que eres mi segunda novia?

La pelirroja alzó nuevamente la vista, arqueando la ceja con incredulidad.

– ¿En el año o qué?

Harry se rio un poco, sabiendo que sonaba poco creíble. La verdad es que nunca había vuelto a sentir la necesidad de pertenecer junto a alguien, de perder la libertad que la soltería le brindaba. O quizás le atemorizaba intentar que alguien lo quisiera y fallar, tal como había sucedido con Cho, o con su única familia biológica, sus estúpidos tíos.

– No, es en serio. Aparte de ti, sólo he formalizado una única relación, y duró poco menos de un año.

La chica meneó la cabeza, con la duda pintada en la cara. Hizo a un lado su plato y colocó los codos en la superficie del desayunador, reposando la barbilla en sus manos. Harry había obtenido toda su atención.

– Perdona, pero suena realmente increíble, tomando en cuenta tu edad y que estás como… bueno, feo no eres. – un rubor apareció en sus mejillas cuando dijo lo último.

El joven la imitó y dejó a un lado lo que quedaba de su alimento, concentrándose en los vívidos ojos acaramelados que lo miraban con total entusiasmo. Seguía sorprendiéndose por lo fácil que era abrirse ante ella, sin la desconfianza o la incomodidad que le causaba hablar de él.

– Bueno, para esto te tienes que imaginar a un chico solitario y muy enigmático – le dijo Harry, girándose hacia ella para tenerla de frente – No me gustaba que la gente supiera de mi vida, así que mantenía las amistades muy a raya, incluidas las chiquillas. Bromeaba y salía de parranda, pero poco o nada sabían de mi vida personal. Entonces, conozco a esta chica hermosa y carismática, despampanante en todos los sentidos. De pronto, la idea de compartir algo de mi vida con alguien como ella ya no parece tan loca y los besuqueos con las otras chicas dejan de ser interesantes, el rostro de la joven aparece una y otra vez en su mente y…

– Sí, creo que ya entendí el punto. – interrumpió Weasley de manera tajante, revisando con interés sus uñas. – Puedes brincarte todos esos halagos.

Harry soltó una risa y se inclinó para darle un sonoro beso en la mejilla, pero al regresar a su posición, se aseguró de tomar una mano de la pelirroja y entrelazarla con la suya.

– Me pasé toda la preparatoria viéndola de lejos pero sólo hasta el final me animé a invitarla a salir y así, Cho Chang terminó siendo mi primera novia. – relató Harry, recordando lo vulnerable que se había sentido al confesarle a Cho que le gustaba – En las vacaciones todo estuvo bien, salíamos a fiestas con nuestros amigos y paseábamos por todos lados. Nos la llevábamos realmente bien. – "incluso en la cama" pensó Harry, pero no creyó que fuera correcto agregarlo – Los problemas comenzaron cuando entré a la universidad. Cho quería que le dedicara todo mi tiempo, y al ser incapaz de dárselo, lo compensaba regalándole cosas. De tal modo que, mientras yo sustituía mi presencia por regalos, ella perdía interés en mí y lo depositaba en el dinero. – Harry, sin intención de profundizar, omitió todos los berrinches y los llantos que hubo.

– ¿Y fue cuando terminaron?

Harry resopló, con ganas de contestar de manera afirmativa a aquella pregunta.

– No, en realidad lo intenté con más fuerzas. Nuestra relación se convirtió en una montaña rusa, de esas de las que no quieres bajarte aunque estés completamente mareado. – se rascó la nuca con descuido, tratando de resumir lo desagradable y tormentosa que fue la situación. – Al final, en otro intento de enmendar las cosas, dejé de darle obsequios y fue cuando decidió irse.

– Y entonces decidiste que las relaciones no eran lo tuyo ¿No? – Harry asintió – Pero no entiendo ¿Por qué querer una ahora? ¿Por qué yo?

Sonrió por lo confusa que se veía la pelirroja. Se levantó del banquillo y se acercó a ella, posicionándose entre sus piernas para quedar lo más cerca posible. Sería difícil explicarle aquello puesto que ni siquiera él mismo podía definirlo bien; era una maraña de ideas incompletas y sentimientos complejos, imposibles de ponerlos en palabras.

– Desde la experiencia de Cho, creí que no necesitaba tener ese apego por nadie… No soy un santo – aclaró con reticencia – Conocí a varias mujeres, pero no estaba dispuesto a embarcarme en una relación con ninguna de ellas, hasta que llegaste tú. Desde que te vi, te deseé con todo mi cuerpo, después me arrinconaste a besos y ahí perdí mi autonomía. Me llamarás loco o exagerado, pero cuando estás cerca me siento complementado, como si la vida se volviera ligera y sin complicaciones. – la miró con toda la intensidad posible para demostrarle que no bromeaba a decir aquello – Es como si te hubiera estado esperando todo este tiempo.

Weasley, con parsimonia, lo tomó por el cuello de la camisa y lo jaló hacia ella, provocando que se juntaran sus frentes.

– ¿Y qué pasa si resulta igual de desastroso que con tu exnovia? ¿No se te ha cruzado por la cabeza?

Harry se encogió de hombros, deslizando sus brazos por la cintura de Weasley. La verdad fuera dicha, millones de veces se cuestionó por la intensa necesidad que experimentaba por la pelirroja, pero siempre que lo pensaba llegaba a un mismo punto.

– No lo sé, pero te veo y me haces creer que vale la pena averiguarlo.

Dicho eso, la pelirroja no perdió tiempo y le plantó un beso a Harry con intensidad, enredando sus manos en el pelo azabache y enroscando sus piernas en la cintura del muchacho. Se apretujaron con fuerza, con una voracidad tremenda, haciendo añicos cualquier raciocinio que tuvieran. Era un beso duro, sin una gota de inocencia.

Harry recorrió todo el trayecto desde los labios hasta la clavícula de Weasley, lamiendo y dando unos cuantos mordiscos. Metió una mano por debajo de la blusa y le acarició la espalda, disfrutando lo tersa que era su piel. La escuchó soltar un débil gemido y se envalentonó para ir más allá; besó su hombro al tiempo que le deslizaba por el brazo el tirante de la prenda y cuando iba a proceder con el otro, una mano firme lo empujó hacia atrás.

La chica tenía los labios hinchados, con un fuerte sonrojo asentado en las mejillas y sus ojos centelleaban de un modo distinto al usual… más salvaje, justo como lo hicieron la noche del club nocturno.

– E-el pasillo… puerta… del fondo. – indicó con voz agitada.

No necesitó de más para entender a lo que se refería. Weasley afianzó el agarra de sus piernas en torno al chico y éste, cogiéndola por los muslos, la levantó del asiento y se dirigió con presteza al pasillo que había visto con anterioridad, tratando de poner atención por dónde caminaba y que los besos húmedos de la chica no lo distrajeran de su destino. Cuando llegó frente a una puerta de madera alcanzó a ver que mantenía un letrero, mismo que rezaba "The cave". Sonrió un poco.

Harry, como pudo, empujó la puerta con su espalda y se encontró con una habitación mediana. No se preocupó por observar con detenimiento pues estaba muy concentrado en lo bien que lo estaba besando la pelirroja. Caminó en reversa hasta que sus piernas tocaron los bordes de la cama, así que se sentó, dejándola a ella sobre sus piernas.

Ella era irresistible; tenía una perfecta cintura, donde podía colocar sus manos y acercarla todo lo posible a él. Su aroma lo excitaba más de la cuenta y cuando Harry la besaba por detrás de la oreja, hacía ese pequeño sonido, entre ronroneo y suspiro, que lo volvía loco. Pero lo que le agradaba aún más, era que Weasley tenía una energía indomable; lo acariciaba con maestría, lo mordía con el toque justo de sensualidad y besaba con una seguridad arrebatadora, sin darle tregua alguna.

Aún sentada sobre él y con las rodillas a su costado, le sacó la playera y la arrojó sobre su cabeza, siendo inevitable que la piel de Harry quemara ahí por donde pasaba la lujuriosa mirada de la joven.

– Quedemos parejos – murmuró Harry, resbalando sus labios por el cuello de Weasley y levantándole la blusa hasta quitársela.

Tragó en seco cuando sus ojos inspeccionaron con interés el terreno recién descubierto. Ella se quedó quieta, mientras el azabache delineaba con sus dedos su figura, pasando lentamente por el valle de sus senos, recorriendo la curvatura de su cintura, su ombligo. La piel estaba tan suave y desprendía un aroma diferente al cabello, como a frutas, con unas cuantas pecas en los hombros y contrastaba de manera hipnótica con el rojo fuego de su cabello. Después, con una pequeña sonrisa, procedió a quitarse el sostén y Harry jadeó, idiotizándose aún más.

– ¿Recuerdas lo que dije sobre el regalo perfecto? – ella dio un cabeceo, justo cuando Harry llevaba ambas manos a sus pechos – Cambió mi respuesta… – paseó su lengua por el contorno de uno de los pezones y Weasley cerró los ojos, arqueándose hacia atrás, aferrándose a la cabellera del chico – Por dos buenísimas razones.

La joven soltó una risa ahogada y después movió sus caderas contra la de Harry, con una dulce fricción que los hizo suspirar.

– ¿Agitado, Potter? – lo empujó con sus delgadas manos hasta que tocó la superficie del colchón, con sus piernas colgando y ella encima – Me gustan tus ojos. – otro movimiento de pelvis y Harry gruñó – Me gustas tú… mi novio.

– Tuyo.

Después de eso, Harry ya no pudo pensar, cualquier idea decente o cuerda se fue al carajo, dejándolo con puros instintos. Las ropas volaron sin rumbo fijo y la habitación se inundó de jadeos, subiendo la temperatura varios centígrados. En algún momento Harry intentó quitarse las gafas, pero la pelirroja se lo impidió, diciéndole que lo prefería con ellas.

El chico exploró el cuerpo de Weasley con total esmero, decidido a encontrar cada punto débil que tuviera. Quedó fascinado con lo perfecta que se miraba desnuda, con la picardía con la que se movía, el fuego en su mirada y lo sensual de su sonrisa. Escucharla gemir por su causa era de las cosas más eróticas que se le ocurrían y jamás, con ninguna mujer, disfrutó tanto el juego previo como con ella.

Era un hombre condenadamente afortunado, lo supo enseguida. Desde que la vio con vestido verde la primera noche, cuando bailó con ella o cuando la abrazó en el hospital, presintió que era una de esas mujeres de las que no es fácil desprenderse, de las que sirven de inspiración para escribir canciones… y ahora, cuando la tenía aprisionada con su cuerpo mientras ella le encajaba las uñas, estuvo completamente seguro de ello.

– ¡Mujer!... estoy loco por ti – le susurró al oído, con el preservativo puesto y posicionándose en la entrada de la chica.

Acarició la pierna de Weasley, dándole un beso largo y pausado.

– Ginevra. – fue lo que dijo ella, mordiéndose el labio inferior.

Harry se detuvo, clavando sus ojos en la chica con total confusión. Weasley le sonrió de manera enigmática y de alguna manera se las arregló para cambiar posiciones; dejó a un atolondrado Harry nuevamente debajo de ella y cuando se inclinó hacia él, su cabello cayó como una cortina por el costado de su rostro. Lamió la manzana de Adán con lentitud y volvió a hablar.

– Me llamo Ginevra.

Harry parpadeó un poco. El cuerpo desnudo de la chica encima de él dificultaba la tarea de su cerebro de captar la información. Siempre era así con ella. Cuando creía tener el control de la situación, llegaba la pelirroja a desestabilizarlo con alguna cosa inesperada.

Ginevra.

Repitió su nombre sin hacer sonido, simplemente moviendo los labios para acostumbrarse a esa novedad, saboreando cada letra con placer… ¡Santo! Todo en ella encajaba a la perfección.

La tomó de las caderas y la embistió con un hambre muy inusual en él. Se deleitó con la nueva sinfonía que surgió y la vista de su novia moviéndose al ritmo que sus caderas imponían, con la boca ligeramente abierta y, en cambio, los ojos cerrados. Estaba siendo el mejor sexo de su vida. Sudaban como locos y se besaban exigentemente, con una voracidad que rayaba en lo animal, disfrutando del calor que emanaba de sus cuerpos, el pulso disparado y la piel pegajosa.

El chico hundió el rostro en el valle de sus senos, besando la piel y succionando hasta que dejó una marca. Estaba obsesionado con esos pechos, que parecían estar hechos a la medida de su mano, con las aureolas rosadas y los pezones duros y mojados por la punta de su lengua, placenteros al tacto de su pulgar.

"¡Mierda! Me vengo" Harry apretó la mandíbula, con un repentino miedo de terminar antes que ella. Todo estaba siendo tan abrasador e intenso, que no se dio cuenta que estaba llegando a su límite mucho antes de lo solía. "Aguanta, sólo aguanta". Apuró el ritmo.

– ¡Agh! Harry… No puedo…

La calló con un beso vigoroso, abrazándola por la cintura con una mano y la otra llevándola a la parte íntima de la chica. El resultado fue inmediato. Sintió las paredes de su novia contraerse a su alrededor y las uñas arañarle su espalda en un vano intento por sofocar el cúmulo de sensaciones, mientras que el pequeño cuerpo de Weasley temblaba incontrolable entre sus brazos.

– ¡Dios! – la chica se apretó a él, friccionando sus senos contra el torso del ojiverde.

Harry, ante aquel espectáculo, finalmente se rindió.

– ¡Ginevra! – clamó su nombre por primera vez, en medio del orgasmo, sintiendo que una descarga eléctrica lo recorría de punta a punta.

Se dejó caer en la desordenada cama, seguido por Weasley, intentando por todos los medios recuperar el aliento. El pecho subía y bajaba con rapidez y con él, el cuerpo lánguido de la pelirroja. Estaba con los miembros extendidos, la mejilla en contacto con la piel de Harry y su largo cabello esparcido hacia un lado, cubriéndole parte de un hombro y su espalda. Tenía una capa de sudor en la frente y respiraba más calmadamente, con los ojos cerrados y una mueca, parecido a una sonrisa, asomándose por sus labios.

Parecía que esa mujer se hacía más hermosa con cada hora transcurrida.

– ¡Cielos!… eso fue intenso – dijo Weasley con una voz aletargada, moviéndose un poco para caer al lado de Harry, abrazándolo por la cintura.

Él no pudo más que darle toda la razón. Había sido… épico. Esperó unos momentos, tranquilizando su acelerado corazón.

– Si hubiera sabido lo que necesitaba para saber tu nombre… - ella sonrió de manera perezosa, estirándose para darle un corto beso en los labios – Ginevra.

Ahora que estaban en calma, observó que hizo un curioso mohín cuando dijo su nombre.

– Este… Mmm, puedes llamarme Ginny – sugirió la joven al tiempo que se apoyaba sobre su codo y reposaba la cabeza en su mano, mirando a Harry hacia abajo – Así me dicen todos. Sólo me llaman Ginevra cuando… bueno, ya sabes, bajo circunstancias especiales, que están molestos conmigo o así.

Harry luchó por mantener contacto visual, pero la nueva posición que adoptó su novia le daba una mejor vista de su cuerpo y fue inevitable barrerla con la mirada… "Pelirroja condenada, está buenísima".

– Bueno, ésta es una circunstancia especial. – su voz sonó más ronca de lo normal y sus manos picaron por acariciarla – Amerita que te nombre así si te quiero hacer mía – Se acercó a ella, lamiéndose los labios y ella lo recibió gustosa, con sus manos vagando por el abdomen de Harry – Y justo ahora, te deseo demasiado, Ginevra.


Nota de autora:

Uff! Le batallé para sacar el capitulo, pero ahí lo tienen... Qué les pareció?

Por fin Harry ya sabe su nombre, ahora la historia podrá seguir a donde estos se mezclan ya con la familia y ver cómo comienzan a madurar juntos... Muajaja! Ya hasta se me ocurren unos cuantos problemillas que surgirán por ahí.

Bueno, agradecer a todos los que han leído hasta aquí, que agregaron la historia a Fav y le dieron Follow. Muchísimas gracias a GinnyLilyPotter7 y a daniginny por haber comentado. En serio, muchísimas gracias, me alegran muchos sus comentarios :)

Nos leemos pronto! Saludos!

D.S.