Epílogo

Imagina el evento: Un grupo de hombres de traje muy formal llegan a la firma en un banco en Zurich antes de la hora. Están en una amplia sala de juntas, hablando en pequeños corros, sin hacer mucho ruido con altas, muy altas expectativas.

Y a la hora en puuuuunto, ni un minuto antes, ni uno después... Se abre la puerta y Suiza entra a paso apresurado, muy trajeado, con su sempiterno portafolios, seguido del presidente del banco, del gerente principal, el Vicepresidente, etc... a los que todos conocen bien. A Suiza nunca lo han visto.

Es que imagina la ÉPICA cara de todo el mundo... Silencio sepulcral.

Nadie se atreve a comentar al respecto, en plan "es decir... debo estar viendo mal" porque es que además... Creo que la mayor gracia es que Suiza, en vez de actuar como cualquier persona haría, es decir, un poco sonrojado "tengo un merengue de pastel en la cabeza". En ESE caso concreto Suiza estaría SÚPER enfocado y serio y firme, y es ÉL el que trae el contrato y la computadora y es ÉL el que tiene el poder.

Así que sí, los veo a todos mirándose entre sí súper discreto cada uno pensando "el pelo rosa de este hombre es MI ALUCINACION" como el traje nuevo del emperador y Suiza tan serio dándoles una firme mano, sacando papeles u actuando ideeeeeentico a si trajera su pelo rubio.

Porque igual me imagino lo mismo, el primer dio que volvió a trabajar después de eso... alguien ALGUIEN debió decirle "Que... peinado más interesante" y él "¿De qué me hablas? *fulminación*"

Primera junta... Murmullos extraños a su entrada. Suiza ceño fruncido les fulmina a todos y se levanta "Quien tenga cuestiones personales que comentar puede hacerlo en la acera de la entrada al edificio, después de firmar su renuncia y devolver su gafete" *se sienta*

Los murmullos cesan, pero tooodo el resto de la junta todo el mundo sigue muy nervioso y Suiza SIGUE actuando como si no pasara NADA con su pelo... Lo que hace que la gente se ponga aún MÁS nerviosa.

Diez minutos antes de que acabe la junta entraría alguien corriendo HISTERICO "hay un... cliente fuera que... pretende retirar todo su efectivo y presentar una demanda por fraude fiscal. Es una de las cuentas... no he podido acceder a ella, es una de las cuentas en azul" esas que solo los altos cargos pueden ver y manejar.

El cambio de Suiza es MUY sutil, traga saliva, frunce un poco más el ceño y por primera vez en todo el día, se pasa una mano por el pelo.

—¿Dónde está?

—F-Fuera... en las mesas de los empleados. Dice que se niega a irse hasta que no salga... el director e insiste en la demanda —explica—. Lo lamento, sé que no es el procedimiento habitual, pero al ser una de las cuentas especiales...

Gesto con la mano del helvético para que se calle, pica un botón del intercomunicador y levanta la bocina.

—Sala diamante, tres minutos, urgencia uno —murmura antes de colgar—. Sal y diles que estaré afuera en dos minutos —pide con voz firme a quien sea que entro.

El muchacho asiente y vuelve a salir.

Suiza se afloja la corbata y se la quita yendo a uno de los muebles de la sala de juntas, abriendo el cajón y sacando una cajita de donde sale una corbata ideeeentica a la que trae, sólo es en caso de duda, por si tiene alguuuuuna pequeña mancha de aaaalgo. Saca la loción y se pone una pequeña gota en los dedos, que se lleva al cuello, se anuda la corbata con rapidez y precisión. Se levanta el pantalón, saca la pistola que trae ahí, lo guarda todo en el cajón y aprieta los ojos un instante recordando el pelo rosa, antes de salir a la puerta.

El ceño fruncido desaparece por completo y se le relaja el semblante y la expresión un instante antes de abrir la puerta de la sala de juntas para salir a enfrentar a quien sea que sea el cliente problemático.

Entre las mesas de los empleados, que tienen otros clientes, hay una que está vacía, es un hombre alto, delgado y moreno, está sentado de espaldas, pero aun así se aprecia el gracioso pelillo que atenta contra la gravedad.

Suiza se detiene en seco abriendo muuuuuuuuucho los ojos y sonrojándose, paralizado. Busca al chico que entró a avisarle, pero está fingiéndose ocupado en los archivadores.

El helvético vacila un poco más, hasta que el joven a quien habló por el intercomunicador se acerca a él, apresurado y agobiado.

—La sala ya está. Todo listo, lo esperan.

Suiza aprieta los ojos otra vez, vacilando de nuevo un segundo antes de caminar hasta el... cabrón hijo de € &$#%! Olviden la cara del mar de la tranquilidad que tenía hace un minuto.

Austria está tranquilamente sentado mirando alrededor sonriendo como si nada para ser alguien que pretende cancelar sus cuentas y demandarles.

—Guten morgen —carraspea y pretende FULMINAR a Austria. Seguro lo hace en un hermoso color rosamasfuertequeeldesupelo—. Vash Zwingli, soy el dueño del banco.

Austria le mira levantando las cejas y sonriendo aún más. Si las miradas mataraaaaaan... el austriaco habría muerto hace cientos de años.

—Deben estar de broma. ¿A caso pretende hacerme creer que esto es serio? No he venido aquí a perder el tiempo —asegura en un tono mucho más divertido que enfadado, en voz suave.

—Podría acompañarme, Herr. Bitte —pide en el tono máaaaaas educado que puede, empezando desde YA a sacar vapor por las orejas. Mira de reojo al chico que atendió al austriaco.

—Desde luego ha sido una decisión acertada venir a retirar mis efectivos —asegura levantando la nariz y mirándole un poco despreciativamente, aunque sonríe un poquito todavía—. Herr Edelstein —le tiende la mano para estrechársela.

—Tienes que estar de broma —susurra en un tono que SAAAABE que va a escuchar el austriaco... Y nadie más—. Un pla-pla... Gusto, Herr Edelstein —Triple sonrojo. Incooooomodo.

—Herr Edelstein Steimberg Bermann Wiegand Leonhardt —se añade apellidos para hacerlos mucho más rimbombante, levantándose y haciendo un movimiento con la mano suave para insistir en la idea.

Suiza hace los ojos en blanco sin poder evitarlo, pero tiene a toda la junta directiva seguramente mirándole por las cámaras, agobiados, así que se obliga a medio sonreír pero lejos de salirle bien le sale esa mueca.

—Y de Habsburgo, lejanamente, por la parte materna —añade con un movimiento más pomposo.

—En este banco no discriminamos a nadie ni hacemos preguntas, no importa el apellido —responde tratando de evitar volver a hacer los ojos en blanco.

—Ya me lo parece que no son demasiado serios en cualquier caso —mueve la mano—. ¿Tiene algún problema con estrechar la mano a sus clientes cuyos apellidos no importan?

Suiza le toma la mano y se la estrecha con suavidad pero no se la suelta. Austria le sostiene la mirada mientras se la estreche y le sonríe un poquito.

El helvético se sonroja y desvía la mirada, sin poder evitarlo.

—M-Me... Me acompaña... —balbucea como niño idiota de tres años.

—Ja —asiente con suavidad haciendo un gesto para que le devuelva su mano—. Herr Vosh Zwingle —pronuncia mal A PROPOSITO. Suiza le suelta la mano.

—Vash. Zwingli —casi le ladra intentando controlarse a si mismo.

—Justo eso he dicho, Vosh Zwengli.

Otra sonrisita de esas.

—E-Exactamente –le salta el ojo.

—Y debo dirigirme a usted como Vosh por ese asunto de los apellidos? Preferiría que no se dirigiera a mí como Roderich, me parece absurdamente poco serio.

—Puede dirigirse a mí como lo considere apropiado, Herr... Edelstein —carraspea haciendo además de tomarle del brazo como sieeeempre, antes de detenerse y hacerle un gesto con la mano mejor para que le diga.

—Herr Edelstein Steimberg Bermann Wiegand Leonhardt y Habsburgo —corrige siguiéndole eso sí.

—¿Pretendes que te llame con todos esos nombres ridículos? ¿Qué demonios haces aquí? —pregunta en un susurrito mientras están en el pasillo, pasándose una mano por el pelo y recordando otra vez, ¡oh, horror! El asunto del pelo—. Verdammt

—Por supuesto que lo pretendo y debo insistir en que no está pronunciándolo apropiadamente.

—Herr Edelstein Steinberg Bermann Leonhardt y Habsburgo —sí, se ha saltado uno... no lo culpen, está histérico, de verdad, mirando a su alrededor y sintiéndose estúpido. El asistente de un rato atrás les abre las puertas de la dichosa sala diamante y hace un gesto para que pasen.

Es, sin duda, la sala con la mejor vista de toooodo el banco. Se ve todo Zurich y las montañas al fondo, de un gran ventanal de doble altura con unos amplios sillones de piel sobre una gran alfombra persa, un par de cuadros de pintores holandeses con imponentes marcos dorados, paredes de madera oscura, un par de floreros de cristal cortado con flores naturales en las esquinas, una amplia mesa de trabajo.

Austria le mira de reojo y sonríe antes de mirar la sala y levantar una ceja. Todo, absolutamente todo en la sala, respira comodidad y a la vez... DINERO. El moreno entra delante acercándose a un gravado de Rembrandt de la pared

Suiza hace un gesto al chico de la puerta e intercambia unas rápidas palabras con él antes de que cierre la puerta.

—¿Algo de beber, Herr? —pregunta pensando que él SÍ que quiere así como una cosa TRIPLE.

Al oír la puerta cerrarse se vuelve a él y sonríe, yéndosele la vista al pelo en primer instante.

—Nein, danke, no me gusta tomar alcohol en juntas de trabajo —se acerca a la ventana frunciendo un poco el ceño... ¿Aquí también le estaban observando?—. Aunque bien pensado. Sí querría un café, solo. Con azúcar.

Suiza se sonroja más, pasándose la mano por el pelo, tenso, cuando ve que le mira. Aunque nota claramente y con cierto alivio que el austriaco ha vuelto a comportarse como si les observaran aunque no lo hagan. Dirigirse a él formalmente lo había conseguido. Traga saliva.

—Póngase cómodo, bitte —pide nerviosito yendo a la mesita de servicio que ya está preparada—. Me explicaron brevemente cuáles son sus intenciones, no sé si desee exponerme su caso.

—Es muy sencillo —sonríe volviéndose a él, no había pensado en como continuaría la actuación una vez llegado a este punto pero... alea jacta est—. Deseo retirar la totalidad de mi capital e inversiones saldando mis cuentas con la entidad.

Suiza se gira hacia él con los dos platos con las tacitas encima en la mano. Le mira a la cara. Iba en broma... ¿verdad? Tenía que ir en broma.

—Bien. No hay ningún problema —asegura porque una de las reglas de ORO de sus bancos es que, SIEMPRE se ha de tener solvencia para liquidar a CUALQUIER cliente que venga a retirar todo su dinero. Por más que este sea Austria y por más que (espera), vaya de broma... no pretende cambiar sus políticas o protocolos. Pone la taza en la mesa de centro frente al sillón y le invita a sentarse si aún no lo ha hecho—. Puedo preparar el retiro inmediatamente, aunque debe entender que la venta de algunos bonos no será la más conveniente para usted, dada la premura de su petición. ¿Cuál es el motivo de este movimiento?

—Oh, por supuesto soy consciente de ello —se sienta con tranquilidad tomando la tacita.

Suiza pone su tacita en la mesa y… la puerta de la sala se abre. Entra el joven asistente, pobrecitoelparecequehacetodo, con una computadora en la mano. Austria le mira de reojo.

—Como imaginará, HERR —carraspea el suizo mientras el chico abre la computadora y teclea unas cosas alejándose de ella para que Suiza ponga una contraseña y se acerque a que le fotografíen el iris—, no nos gustaría perderlo como cliente.

—Entiendo, entiendo perfectamente —le mira de reojo hacerlo todo con curiosidad.

El chico, a su vez, escruta un poco al austriaco también con curiosidad pero este le IGNORA olímpicamente.

Los números de una cuenta de ahorros de Suiza, que ha ingresado el asistente en la computadora antes de pedirle a Suiza que metiera sus datos y su iris, aparecen en la gran pantalla del fondo.

Suiza entrecierra los ojos y parpadea dos veces, mirando el total de la cuenta, sin verificar de primera impresión el número de la cuenta en sí. Esto decididamente no es la cuenta de ahorros de Austria, ni esas son todas sus inversiones. Mira al chico de reojo, luego a Austria y no quiero decir además lo mucho que odia que las cosas no salgan perfectamente bien.

Austria le observa tomándose su cafecito tan tranquilo y entretenido.

—Leopold —sí... Además se llama LEOPOLD... de todos los nombres del mundo este niño tenía que tener un nombre de rey austriaco, por qué no.

—Ja? —pregunta el muchacho saliendo un poco de la estupefacción con Austria. Suiza se revuelve un poquito y mira al moreno de reojo otra vez.

—¿Hay algún problema? —pregunta el austriaco tranquilamente.

—Tráeme el brochure de esta cuenta —susurra en ese tono que denota enfado, de una u otra manera, se acerca a la pantalla y la bloquea—. Nein, ningún problema.

Leopold vacila un poquito y asiente caminando hacia la puerta. En cuanto sale, Suiza mira a Austria de reojo y él sonríe de lado

—¿Exactamente QUÉ es lo que estás haciendo? —pregunta Suiza ahora si en el tono habitual, adiós a la pantalla de "nos están observando".

—¿A qué se refiere? —levanta las cejas, sonriendo.

—Estás... —vacila, porque no está seguro de que haya Austria o realmente error de su gente, lo cual sería FATÍDICO. Traga saliva—, me refiero... eres... —baja el tono mirando la puerta de reojo—, ¿qué haces aquí?

—¿Necesita que le repita? —entrecierra los ojos notando que ya no le habla de usted.

—Nein, no necesito que lo repitas, eres un absoluto y completo —la puerta se abre otra vez y Suiza cambia el tema—, error, quizás, tendrá el número de cuenta, Herr?

—Desde luego que lo tengo. El número de cuenta y el número secreto para acceder a ella que me acredita y permite hacer movimientos, incluso los documentos de identificación a nombre del titular de la misma.

Suiza frunce el ceño, porque esos número que estaban en pantalla, NO coincidían con números que fueran de una cuenta de Austria. Extiende la mano para que el chico le dé el archivo de la cuenta. Sí, con todo, a Suiza sigue gustándole que estén las cosas en PAPEL.

—Tiene la cuenta identificada y los números de... —se queda callado, parpadea reconociendo el archivo que le han dado. Vacila un segundo, mira a Leopold de reojo y luego mira a Austria, que se acaba el café y deja la taza sobre el platito, en la mesa.

Suiza carraspea y parpadea otra vez.

—Herr Edelstein —murmura —, ¿cuál es el número de su cuenta?

Austria lo recita con completa tranquilidad y precisión, mirándole fijamente a los ojos. Suiza parpadea.

—¿Esa cuenta es suya? ¿Es la cuenta que pretende cancelar, incluidas sus inversiones?

—Efectivamente.

Leopold les mira al uno y al otro, extrañado.

—¿Y tiene alguna documentación que le permita hacer semejante movimiento? —pregunta con perfecto profesionalismo, sosteniéndole la mirada.

—Descuide —saca de su cartera los documentos (proporcionados por Liechtenstein expresamente para esto y que antes ya ha mostrado a quien le ha atendido) Carentes de fotografía, porque no es una de las cuentas que esté sujeta a la identidad de Suiza como país. Sonríe.

Suiza mira los documentos y en serio las cejas las debe tener en la estratósfera ya, orbitando alrededor de la tierra. Hasta se le ha olvidado su pelo color goma de mascar.

—¿C-Cómo es que... cómo es... pero...? —es que está en shock.

—Quiere que revise los papeles, Herr Zwingli —tan mono y servicial el bueno de Leopold.

—Ehh... espera, espera... es que... —mueve hojas para acá... y otras hojas pra allá... y parpadea.

Austria se apoya en su butaca tranquiiiiilo, cruzándose de piernas.

—Sal, Leopold —susurra el suizo—. Tráeme... agua.

—Está todo bien, herr? —pregunta.

—Ja, ja... solo sal, necesito discutir un poco con con Herr Edelweiss... delstein, este... individuo.

Austria no puede evitar reírse un poco con eso. El chico le medio fulmina frunciendo el ceño con la risa antes de asentir y salirse.

—¡¿Pero de dónde has sacado esto?! —histeria, histeria.

—¿Me aseguras privacidad?

—¿Tú qué crees? —le fulmina.

—Me lo dio Liechtenstein, dijo que era inofensivo porque igual necesitaría hablar contigo para poder hacer ningún movimiento pero me servirían para que me prestaras atención personalizada —sonríe. Suiza suelta el aire y aprieta los ojos.

—Eres... eres... mein gott in himmel, ¡un día va a darme un infarto por tu culpa! —cambia, eso sí, el tono de voz por completo.

Él sonríe y se pasa una mano por el pelo.

—¿No podías hablar por teléfono y decirme que vendrías? —abre los ojos y se sonroja porque es Austria y está en su sillón, en su trabajo y acaba de caérsele toda la histeria laboral... y ahora tiene ese otro tipo de histeria que es AÚUUUN PEOR—, ¡Has puesto histérico a todo el mundo!

—Lo hice, estabas reunido.

—¡En una junta importante que cancelaste! —mentira, hombre, solo era su reunión semanal y de todos modos estaban todos cuchicheando a tus espaldas, aun así, le señala con el dedo y lo mueve riñéndole como abuelita—. Eres terriblemente irrespetuoso e impresentable y les has dicho a todos que eres nosequien y no puedo creer que puedas ser tan tremendamen... —se abre la puerta, deja por completo el tono de voz chillón e histérico para cambiar al tema de negocios—... de acuerdo a los intereses netos del periodo, podemos observar como si se hace un ajuste en la inversión, Herr Edel... stein, le sería conveniente mantenerla con nosotros.

—No podrá ser, Herr Sbingli —se inventa de nuevo la pronunciación—. Resulta que planeo usar los efectivos de dicha cuenta para hacer un regalo a mi pareja —se sonroja un poco pero lo suelta así sin anestesia solo para ver qué ocurre. Entra esta vez no solo el asistente, sino otro hombre con un par de carpetas.

—Un regalo a su... WAS? —levanta las cejas y se sonroja.

—Por nuestro aniversario —se encoge de hombros y mira a los hombres que han entrado. Suiza se gira a mirarles también y levanta las cejas.

—Tengo aquí... los... —el otro hombre que acaba de entrar, no le había visto el pelo a Suiza y aunque se lo habían comentado en el pasillo, se queda petrificado al verlo, parpadeando incrédulo.

Suiza le mira... y ahora si se sonroja un montonal con el hombre y su pelo, porque como decíamos, no es lo mismo estar en su micro ambiente, concentrado, que el que Austria esté ahí y el con el pelo así. Seguro va a reírse pero el austriaco no hace nada más que esperar tranquilamente, mirándoles

—J-Ja? —pregunta Suiza pasándose una mano por el pelo, incómodo.

—Los... papeles... de las, ehm... inversiones asociadas a... —los ojos del hombre se vuelven a ir al pelo de Suiza y luego a Austria de reojo—, la cuenta que mencionó. Hay un solo plazo que vence en un mes.

—Déjalos... mesa —señala Suiza la mesa revolviéndose un poco más antes de levantarse rojo como tomatillo. Tono completamente agresivo ahora—, salgan los dos y no vuelvan hasta que no les llame.

Austria sonríe más con eso.

Los dos hombres se miran entre si y vacilan un poquito antes de asentir, mientras Suiza se acerca al ventanal pasándose la mano por el pelo, sonrojándose más al ver su reflejo.

—En definitiva, lo que planeaba era que nos fuéramos —asegura Austria una vez están solos.

—¡¿Irnos?! —levanta las cejas y se gira hacia él.

—He venido a buscarte. ¿Qué tanto trabajo tienes?

—¿No has venido a burlarte de mi pelo rosa? —pregunta sinceramente, acercándose a él, como SIEMPRE, levemente tentado.

Austria suspira y sonríe.

—¿Para ir a dónde?

—Insisto que al menos podrías teñirlo de un color más discreto hasta que te crezca suficiente.

—Es más ridículo teñirlo de un color "discreto". Nadie tiene problemas con ello más que tú.

—Ja, ya lo he notado en las caras de todos —sarcástico. El helvético pone los ojos en blanco.

—¿Has venido por mí a llevarme a dónde? —insiste.

—Fuera de aquí, a un lugar donde la gente no crea que bromeas cuando te haces pasar por alguien serio con la cabeza como si fuera un enorme chicle de fresa.

—¡Nadie cree que bromeo! ¡NADIE! Tú eres el único que cree eso, todos los demás estaban trabajando perfectamente bien a mi alrededor.

—Insisto que lo he notado en sus caras.

Suiza insiste en los ojos en blanco.

—Pues que piensen que bromeo, ya se darán cuenta de que no —responde antes de entrecerrar los ojos y mirarle fijamente un instante—. Levántate.

—¿Por? —lo hace.

—De TODAS las maneras idiotas en las que sueles venir a interrumpirme y a conseguir que no trabaje... —le mira fijamente y entrecierra los ojos—, ESTA es la más inteligente que has ocupado.

—Danke?

—Vamos a donde quieras —sentencia cruzándose de brazos—, a ese lugar paradisíaco que dices que existe donde nadie se ría a carcajadas del absolutamente ridículo pelo rosa que tengo.

—¿Una discoteca punk? Nein, mejor ve con England a eso. Yo solo pretendo que no se rían de ti aquí.

Suiza bufa.

—No he escuchado a una sola persona que se ría de mí, de hecho alguien me dijo que se veía muy bien —y lo ignoré por completo—. Y no pretendo ir a ninguna discoteca punk. Hay una explicación perfectamente razonable a que tenga el pelo así —abre la puerta de la sala de juntas.

—¿En tu cara? ¿Crees que la gente no es discreta?

—¿Me estás llamando la burla de todos mis empleados? —pregunta frunciendo el ceño.

—Con suerte habrás salvado una inversión millonaria y la retirada y perdida de un importante cliente hoy y te seguirán respetando A PESAR de que seguramente empezarán a llamarte Erdbeere —que es "fresa" en alemán—. A tus espaldas.

—Nadie va a llamarme Erdbeere... —responde mirándole con el ceño fruncido, empezando a preocuparse un poquito.

—No cuando tú estés escuchando, imagino.

—Solo es el pelo rosa y yo lo estoy ignorando. ¿Por qué no van a ignorarlo ellos? —pregunta cambiando el tono de voz a uno más suave y preocupado.

—Porque ellos lo VEN cada vez que te miran.

—Pero da lo mismo lo que VEN, no deberían hacer caso a como me veo, sino a lo que estoy diciendo.

—¿En qué mundo utópico?

—En uno en el que tengo empleados inteligentes —murmura tomándole del brazo y llevándoselo hacia los elevadores—. Más ridículo es que venga con el pelo negro, porque estaba rosa y todos me vieron con él, creerán que me lo quité por ellos.

—Quizás podrías cortarlo completo y usar sombreros.

—Estoy dándome cuenta que a quien no le gusta... es a ti. Solo es rosa... Liechtenstein lo peinó lo mejor posible.

—Está bien, está bien... Erdbeere.

—¡No me llames Erdbeere! —protesta deteniéndole la puerta del elevador para que entre, sonrojándose porque además, en efecto, no pasa desapercibido el que a Austria le gusten las fresas Él entra sonriendo—. Como me empiecen a llamar así va a ser TÚ culpa y te advierto que va a haber bastantes empleados del banco repentinamente sin empleo.

—¿Mi culpa? Ni que yo anduviera gritándolo.

—Tú eres el cliente, Herr Österreich. Y tú lo estás diciendo por todos lados y dándole ideas a los chismosillos.

—Te lo estoy diciendo a ti. Si me hubiera presentado como Herr Österreich, ¿habrías salido?

Suiza le mira de reojo.

—Si amenazaras con sacar todo tu dinero de mis bancos. Ja.

—Si amenazara con eso no habría venido de esta forma ni lo habríamos discutido aquí.

—Vale, vale, admito que no ha sido la peor idea que has tenido... tanto que estamos prácticamente fuera del edificio en horario laboral, ¡y conseguí que no hicieras nada vergonzoso adentro!

—Me intriga porque la consideras tan buena idea.

—Implica una comida gratis que paga el fondo de inversión —asegura sonriendo un poco antes de encogerse de hombros—. Hay que convencer a los clientes de que se queden en el banco.

—Bien por mí, técnicamente el dinero sigue siendo tuyo.

—Nein, al fondo de inversión contribuyen todos los inversionistas... es parte de una sección llamada "manejo de inversiones", que si no se ocupa se devuelve, así que... bueno, podrían acusarme de fraude a lo mucho —le mira de reojo.

—Oh, así que es una cita pagada por los inversores... tendré que venir más a menudo. Cuando no parezca que salgo con un adolescente rebelde y bipolar —comenta por la combinación pelo-traje.

—¡No sales con ningún adolescente bipolar! —protesta sonrojándose un poco—, vale Österreich, ¿qué demonios quieres que haga con el pelo?

—Soportar mis burlas, básicamente.

—Eres el único que se burla. ¡Y no voy a soportar que me llames ERDBEERE!

—Soy el único que no te tiene miedo a ti y tu gatillo fácil.

—¡Pues deberías tenerlo! Debes saber que puedo volarte la cabeza en cualquier instant... ohh! ¡No traigo la pistola!

Austria sonríe.

—Nein! ¡Es terrible, no traigo ninguna pistola! Mein gott... —mirada un poco paranoica alrededor, le pone una mano en la espalda.

—¿Dónde está la que llevas siempre?

—Las he dejado arriba en el cajón, como cada vez que hay un cliente importante que quiere llevarse el dinero —no quiero ni siquiera tener la opción de volarle la cabeza...

—Pues ve por ella.

Suiza parpadea porque no pensó que fuera a dejarle.

—¿Ves? Tanto que protestas con las armas, pero tú también te sientes más seguro con una. Deberías cargar una tú también.

—Nein, es para que no estés histérico todo el tiempo.

—No voy a estar histérico todo el tiempo... creo. ¿A dónde vamos?

—Donde tú digas, los inversores pagan.

—¿Volveremos? O pretendes encerrarme en una caja hasta que tenga el pelo no-rosa.

—Eso sería interesante —sonríe.

—Encerrarme en una caja te parece... interesante —levanta una ceja.

—A ver cuando tardas en ponerte histérico

—Si te lo propones, no voy a tardarme ni diez minutos, ¡como si no te conociera!

Austria sonríe de lado.

—Podría matar a alguien utilizando tus llaves del coche, puedo vivir sin histerizarme por no traer pistola. ¿Cómo has venido?

—En taxi.

—Tienes un Porsche en tu casa... y vienes en taxi a la mía. No sé por qué no me sorprende.

—¿Cómo has venido tú?

—Caminando, claro... —ahora toooooodo Zurich sabe que tengo el pelo rosa.

—Tienes un Smart en tu casa... y vienes caminando. No sé por qué no me sorprende —le imita.

—Caminar es gratis. Aunque puede que me haya arrepentido un poco de ello.

—¿Por?

—Puede que el pelo llame un poco la atención...

—Un poco...

—Pareces avergonzarte de estar a mi lado con el pelo así...

—¿Avergonzado? Si he venido por ti!

—Y no has dejado de burlarte... —ya quiero ver que Austria se pintara el pelo de rosa. TE MUERES. Te daría un ataque TRIPLE al corazón, llorarías toda la tarde por su pelo.

—Pues... es lo mínimo que mereces.

—¡Ya te dije que no quería acostarme con él! ¡Y todo esto es tú culpa!

—El asunto es como se te ocurre ir a trabajar así.

—Solo es pelo rosa, Österreich, no es como que fuera a trabajar desnudo o algo así. ¡Es una nimiedad! Yo no puedo creer que tú seas tan superficial como para que te parezca algo TAN serio.

—Lo dice el que se cubría el tatuaje en el pecho...

—¡Cállate! ¡Y no era un tatuaje! —yaunnoseborradeltodo—, y era estúpido

—Además no hace falta que todos sepan que te corriste una juerga.

—No me corrí ninguna... —bufa—, ¡es tu culpa! Tú me llamaste aburrido —claro, pequeño.. y tu ¿qué hiciste? Decidiste hacer UNA juerga en la cual intercambiaste los cuerpos de Austria y Francia, te pintaste el pelo de rosa, te pusiste un tatuaje de henna o de sepadiosque con el nombre de Austria en el pecho y... te tiraste a Inglaterra! ¡NADA MÁS!

—Me habría conformado con que fueras a ver un partido de tenis tomando unas cervezas.

—Eso lo hago normalmente —aprieta los ojos —. Y ya te he pedido disculpas, ¿cómo más quieres que te compense?

—Aguantando las burlas.

—Vale, vale... búrlate entonces y llámame Erdbeere. Total... —se pone del color de su pelo. Austria sonríe—. No es como que me estés llamando... Preussen o algo así.

—Ese sí sería un gran insulto para alguien tan dulce como tú.

—Estas consciente de que me estas llamando... ¿Dulce? A mí, el histérico gatillo fácil.

—El Erdbeere.

—¡No soy una erdbeere!

Levanta la mano y le acaricia un poquito el pelo sonriendo. Suiza aprieta los ojos.

—Era ROJO como mi bandera

—Y como las fresas.

—¡No era porque a ti te gusten las fresas! ¡Ni siquiera pensaba en ti! ¡Te debían salir orejas de burro!

—¿No has dicho que no pensabas en mí?

—Agh! ¡Calla! ¡No vuelvo a salir de farra nunca más!

Austria se ríe un poco y Suiza frunce el ceño pensando que en realidad, no ha venido en el Smart... porque aún no lo encuentra.

—¿Tan mal lo pasaste?

Parpadea el de ojos verdes... ni siquiera ha pensado aún en cómo lo ha pasado, de la cruda moral que tiene.

—Hay cosas y... cosas —carraspea—, imagina despertar con la lejana idea de que hiciste ciertas cosas que JAMÁS habrías hecho...

—Aja?

—Cosas extrañas, además. Recuerdo a Liechtenstein como hadas revoloteando afuera de mi coche...

—¡Oh!

—Y a ti... estúpida alucinación recurrente —murmura—, tú me cortaste el pelo, vestido de Mickey mouse.

El moreno levanta una ceja.

—Es interesante ver cómo funciona tu subconsciente.

—¿Qué te parece que diga mi subconsciente de eso?

—Pues que sí pensabas en mí.

—Cómo no iba a pensar en ti si fue TU CULPA que estuviera ahí.

—Me interesa más saber qué pensabas para decidir tatuarte eso si estabas tan enfadado.

—No es realmente un tatuaje —aclara, punto básico e importante, sonrojándose un montón, para variar... orejitas rooojas. Aprieta los ojos —. No lo sé, quizás te maté y me pareció que debía escribirme los nombres de la gente que odiaba y había matado.

—¿Te pareció que me matabas?

—Nein... aunque —carraspea y le mira de reojo—, ¿no te llame?

—Nein...

—A saber a quien habré llamado —aprieta los ojos—. y no digamos otras tragedias, como despertar semi desnudo en casa de mi... yerno.

—Yerno...

—Pues eso es, ¿no? El chico este.

—Solo si tú eres vater.

—¿No me estás diciendo siempre que yo soy su suegro? Liechtenstein además no es... hija de vater. ¿Cómo le llamo entonces?

—Nein, está bien —sonríe —. Solo me resulta interesante.

—¿Qué es lo que te resulta interesante? —pregunta tomándole del brazo y metiéndole a un restaurante, por dios, porque llevan caminando en el limbo por horas.

—Eso, que te consideres padre de una niña de la casa de Austria.

—¡Liechtenstein NO es una niña de la casa tuya!

—Eso es algo que si lo eres una vez, lo eres para siempre.

—¿Perdóname? Nein, a ella ya le quitamos todas tus malas mañas. Esa niña es MIA.

—¿Quieres ver como la llamo, le tarareo CUALQUIER COSA y sabe identificarlo?

—Yo también se identificarlo —ojos en blanco.

—Tú también eres más o menos un niño de la casa de Austria.

—¿DISCULPAME? ¿Yo un niño tuyo? Si acaso TÚ eres un niño de la casa de Schweiz, con lo MUCHO que te cuidé yo de pequeño y te cargué, e hice todas las cosas que uno hace con los niños pequeños... ¡aunque yo fuera igual de pequeño que tú!

—¿Y yo nunca hice NADA por ti a cambio?

—Ja, bueno... me cantabas, me explicabas las cosas y me hablabas. Quedamos tablas, los dos somos del... —carraspea sonrojándose—, otro. Ehm... prueba la sopa de cebolla aquí, está buena.

—En esa época aun no existía siquiera la casa de Austria... —sonríe.

—Entonces no sé cómo es que se te ocurre a ti que YO puedo ser de la casa de Austria —ojos en blanco—, yo soy un simple cabrero, ¿no? —el trauma del vasito, recargado.

—Pues por eso, un sirviente de la casa de Austria —el cínico que no ayuda. ABSOLUTA fulminación

—Yo NUNCA he sido un sirviente tuyo.

—¿Te pagaba para que trajeras leche y productos dándome un servicio?

—Ja y luego me pagabas para que peleara por ti. Lo que eras tú era un cobarde.

—Y lo que tú eras era un sirviente.

Suiza pone los ojos en blanco... Bufido. Sonrisa caustica austriaca.

—Y por eso me largue ya una vez.

—Y aquí estás ahora, comiendo conmigo con el pelo rosa.

— Mientras tu vuelves a llamarme sirviente —jum!

—Y sin irte. Sigues proporcionándome servicios, digas lo que digas.

—¡No soy tu sirviente! ¡Soy tu pareja! —protesta porque sieeeeempre se pica.

—No les has dicho eso en el Banco.

—Tampoco les he dicho que eres un impostor.

—No soy un impostor, tengo documentación.

—Robada a una pobre niña indefensa —le señala—, y yo no soy tu sirviente. Será Preussen, o Deutschland o Ungarn o El Niño Italia. ¡Yo NO soy tu sirviente!

—No se la he robado, me la ha dado porque se la he pedido.

—Y está castigada por ello.

—Nein, no lo está.

—Sí que lo está. Un mes sin cenar

—Entonces vas a estar castigado con ella

—¿Perdona?

—¿Qué parte no has entendido?

—¿Por qué voy a estar castigado yo por algo que hizo mal Liechtenstein?

—Porque no lo hizo mal. Estamos comiendo aquí gratis gracias a su ayuda. Tú eres el que haces mal al castigarla.

—¡Te dio información de una cuenta que es mía! Eso está mal.

—De manera controlada y condicionada. No has sufrido peligro ni por un instante.

—No es el peligro lo que me preocupa, es que se deje engañar por ti en lugar de decirte que no. Hay veces que creo que podrías llegar a pedirle... Lo que FUERA y ¡te diría que sí!

—Por supuesto, es porque antes de ser TU niña, era MI niña.

Suiza le mira con los ojos entrecerrados.

—Que iba a ser tu niña —negación.

—Di lo que quieras, es así.

—Pero tú..., enloqueciste como siempre y la traicionaste. Ahora debería saber mejor que no debe confiar en ti —le mira con los ojos entrecerrados y suspira, negando con la cabeza—. Vale, vaaaaale.

Austria levanta las cejas con eso

—Está bien. No puedo TODO el tiempo hacer esto así.

—Aja?

—Puede que Liechtenstein tenga algún motivo para... Apreciarte un poco. Puede que no me disguste del todo que lo haga y puede que puedas ser un poco una especie de... Padre lejano y desobligado.

—Qué palabras más emotivas.

—¡Pues son ciertas! ¿Cuántas veces viniste a verla a mi casa desde que vive aquí? ¡Ninguna! Para ser TU NIÑA... —Inclina la cabeza y le mira—. Siempre me he preguntado...

—¿Cómo iba...? —se detiene y le mira.

—Cuando la echaste de casa... —vaya la forma de tergiversar la historia. Austria levanta una ceja pero no intercede—. En ese caos absoluto... —carraspea—, yo se que es una chica sumamente lista, pero...

—Aja?

—¿Qué fue lo último que hablaste con ella? ¿O ni siquiera estabas lo suficientemente racional como para hablar algo con ella? ¿Te enteraste de que se había ido?

A Austria le cambia el semblante pensando en esos momentos... después de que cayera el imperio AustroHungaro y perdieran la guerra.

—En realidad... ella se fue. Vio como estaba todo, que había sucedido con Ungarn, supo que en esos momentos era una carga demasiado grande y se fue. Con sus cosas en una bolsa, me miró y no tuve corazón para decirle nada.

Suiza le mira frunciendo el ceño.

—¡Era una NIÑA! ¡Estaba asustada! ¡¿Cuál carga iba a ser?! —protesta.

—De dinero, Schweiz. No podía alimentarla, cuidarla ni protegerla adecuadamente. Por lo menos le enseñé lo bastante bien como para que fuera lista y supiera dónde ir.

—¿Tú... —se cambia de posición y le mira fijamente—, le dijiste a dónde ir?

—Yo... le dije dónde no había guerra.

—Mmm... —arruga la nariz y toma su copa de vino, porque tienen vino, pensando.

—No en ese momento... es decir, no propiamente le dije "ve al oeste" pero ella sabía que tú no te metías en los conflictos y ofrecías ayuda humanitaria. Es posible que fuera contigo a suplicarte ayuda para mí.

—Es posible que hiciera varias cosas como esa, en efecto. Tanto que... Siempre pensé que la habías enviado directamente, lo cual era... Cínico.

—Nein, ella tomó sus propias decisiones puede que por última vez en su vida —bromea un poco para relajar el ambiente. Suiza "sonríe" y hace los ojos en blanco.

—Bien, puede que con eso esté menos castigada —replica—. Se parecía bastante a... ciertos elementos desagradables de tu casa, fue terrible aceptarla —mentiiiiira

—Tanto la castigues, estarás tú castigado. También tenía algo tuyo aun antes de conocerte.

—¿Mío? —levanta las cejas.

—Pues se te parece, rubia y de ojos verdes... aunque es mucho más alegre que tú, por suerte.

—Yo soy lo suficientemente alegre.

—Es más difícil de lo normal llevarte la contraria con tu pelo rosa, pero no me convences.

—Además nunca pareció molestarte mi falta de alegría —frunce el ceño sonrojándose y pasándose una mano por el pelo, aunque se piensa que siempre le reclama lo mismo, que no es alegre. Trata de sonreír.

—Había otras cosas que me molestaban más

Suiza parpadea.

—¿Qué cosas?

—Pues la falta de refinamiento... el olor a chivo...

Hace los ojos en blanco dejando caer el cubierto en el plato con un "clangggg"

—¡Yo no olía a chivo!

—Esa clase de conductas propias de estratos inferiores de la sociedad...

—¡Como detesto que me salgas con eso! ¡Si crecimos juntos! —chillidito—. ¡No parecías tan molesto con esas cosas cuando dormías a mi lado y me cantabas para quedarte dormido!

—Tampoco me molesta ahora.

—¡Lo dices como si YO fuera inferior y tú lo soportaras!

—Lo dices como si siguieras viendo en mí a ese muchacho

—Jum! Esta ahí cada vez que me llamas tu sirviente —murmura un poco menos agresivo.

—Me alegra que lo esté, me gusta ver cómo puedo hacer que te hierva la sangre a ti, el tempano de hielo, con una única y desafortunada palabra —sonríe entrecerrando los ojos. Suiza entreabre la boca y le mira un poco azorado.

—Eresuncinico —murmura sonrojadito.

—Quizás. Tú no has visto cómo te pones.

—¿Cómo me pongo?

—Como si volvieras a tener esa edad.

El helvético arruga la nariz porque no es que no se haya dado cuenta.

—Tú no te quedas atrás en lo absoluto. Aunque ahora al menos me pienso dos veces si lo dices en serio, no puedo oler a cabra si no he tocado una en todo el día —ya, eso dices ahora, que si él te dice que hueles a cabra ya empiezas a olisquearte.

—Por lo menos ahora ya no las dejas entrar en la casa. Quizás se murieran si te mordisquearan el pelo hoy.

Suiza pone los ojos en blanco aunque sonríe leeeevemente.

—Ahora deberías agradecer que el PERRO no entre a la casa. No he tenido uno sólo que no te odie aún más que yo, incluso ahora.

—Nein, los perros no me preocupaban, pero recuerdo que dejabas entrar las cabras cuando éramos MUY pequeños y hacía demasiado frío. Era horrible.

—¿Por qué era horrible? Son muy lindas, ¡dormían con nosotros y nos ayudaban a calentar la cama!

—Porque olían mal y hacían mucho ruido y te comían el pelo... —se lleva las manos a la cabeza apretando los ojos acordándose. Suiza se ríe un poco.

—Pero no olían TAN mal y sólo te hacían cariños en la cabeza. Y no me digas, además, que me pasaba media de esas noches con las manos en tu pelo para que no te lo comieran. Me comían a mí el mío.

Austria hace los ojos en blanco sonriendo

—El mártir. No me digas ahora que lo hacías por mí, SIEMPRE has acabado con las manos en mi pelo al dormir, haya o no cabras inmiscuidas en el asunto.

Suiza abre la boca, atrapado y se sonrooooooja.

—¡Era por las cabritaaaaaas! —chilla un poco apretando los ojos, porque saaaabe lo MUUUUUCHO que le gusta el pelo de Austria desde que era un niño casi que no sabía andar—. Y no es mi culpa que tu pelo sea tan suavecito —Ah sí, lo ha dicho... Hasta con diminutivo.

—Y huele a chocolate... —comenta porque es verdad, por si no había bastante utiliza un champú que huele a chocolate EXPRESAMENTE. Manda a Italia a buscarlo a una tienda en concreta que se aleja bastante del recorrido habitual de compras. Suiza sonríe un poco.

—Es como hilos de chocolate... —ok Suiza, BAJA de la nube.

Austria se ríe y él carraspea sacudiendo la cabeza.

—Verdammt, tampoco es tan fantástico. ¡Y no siempre olió a chocolate!

—Nein, pero no sé si es realmente una buena idea que lo haga ahora.

—Was? ¿Por? —ah, no! Ahora es PERFECTO, nada de que no—. No irás a cambiar de shampoo.

—Representa un conflicto, por lo visto —sonríe.

—¿Cuál conflicto? —frunce el ceño verdaderamente agobiado o más bien, indignado.

—Que cambie de shampoo.

—¡Pues claro! ¿Por qué no va a ser buena idea que huela a chocolate?

—Porque aun metes más las manos... e incluso la nariz —le acusa un poco como si no lo hiciera a proposito. Suiza aprieta los ojos.

—¡No las meto!

Austria se ríe

—¡Sólo a veces!

Él le mira por encima de las gafas

—No es TODAS las noches —sólo en las que duermen juntos.

—Nein, claro, es difícil que lo hagas cuando no estoy ahí, por ejemplo.

Suiza pone los ojos en blanco

—Tampoco es siempre que dormimos juntos —protesta con la boca pequeña, sonrojado.

—Ah, nein?

—¿Te parece que... Si? —le mira un poquito.

—Ja. Eso diría yo.

—Pues es tú culpa que metes la cabeza entre mis manos.

—Ah, claro. Mi mal vicio de tomarte la mano así —lo hace—. Y obligarte a hundírmela en el pelo así —lo hace también.

Suiza le acariiiicia la cabeeeeeza acercaaaaaándosele y embobándose.

—E-Eso. Lo haces dormido.

—Ya... lo bueno es que nadie puede culparme de lo que hago dormido puesto que no está bajo mi control real —se encoge de hombros sin separarse si no quita la mano él solo.

Pero levanta el muy babas helvético la otra mano y se la hunde también.

—Exacto. Yo... Duermo y tu vienes a pedírmelo dormido.

—Más o menos como ahora —le mira evidenciando la postura.

Suiza se paraliza y le mira, culpable.

—Ehh... Es... Tu culpa, eso es —le quita una, la que ha puesto solito y con la otra le peina un poquito antes de quitarla. Austria se ríe pero el helvético aun sigue sintiéndose culpable, porque su conducta es completamente reprochable, bajando la cabeza—. Aunque yo aun me siento un poco culpable por lo de England.

—¿Y cómo planeas resolverlo? —vuelve a ponerse serio. Suiza suspira.

—No encuentro que haya manera de resolver mí, de alguna manera involuntaria, traición. Sin embargo, si quieres ir a besar o a... acostarte con alguien más... —se revuelve.

—¿Por ejemplo?

—No lo sé... ¿Con quién querrías acostarte? —le mira de reojo.

—Yo he preguntado primero. ¿Con quién no te molestaría tanto?

El helvético traga saliva, porque le molestaría con cualquiera. ¿Y si le prefiere a ese alguien y se acuerda de lo fantástico que es tener sexo con alguien que no se avergüenza de todo y sabe hacer muchas cosas?

—¿Con... En...gland?

—England? ¿De verdad?

Los ojos verdes le miran. Quizás Inglaterra se parecía a él... Y seguro Inglaterra sabía hacerlo mejor que él, esta con Francia (sí, ni siquiera se acuerda) y era su amigo y eso será raro... Claro que el mismo *traga saliva* se había acostado con Francia.

—P-Pues... No? No vas a acostarte con Spanien de nuevo o... con France —apanicado.

—A... ja —se sonroja un poquito con eso, pero se mantiene estoico,

—¿Q-Querrías? —aprieta los ojos y se limpia el sudor de las palmas de las manos—, claro que querrías. Verdammt.

—¿Con England? No es algo que me haya planteado...

—Oh... Decía yo de los otros dos —se muerde un poco las uñas—. E-England... Puede ser alguien más, sólo... Bueno, es complejo si no me dices con quién quisieras. ¿Hombre o mujer?

—Creo que te daría una úlcera si fuera con Spanien o Frankreich. En realidad, esto no es tanto con quién iría yo si no con quien me dejarías tú. Es solo curiosidad —explica—. Considero que tendría que ser alguien menos que tú en los puntos que crees que me gustan de ti y quisiera saber quién consideras.

Me daría una úlcera igual, piensa para sí.

—L-Los puntos que te gustan de mi —se sonroja con la simple idea—. Había más bien pensado en alguien que... no te guste. O con quien no generes un lazo de afecto que pueda hacer que... Bueno.

—Entiendo —asiente—. England...

—Puede que él te recordara a mí —aprieta los ojos.

—¿Tanto os parecéis? —le mira de reojo,

—No lo sé, no sé ni quiero averiguarlo —protesta —. Tírate a... Yo que sé, a Russland. Nein, no a Russland que quizás te mata. A... Canadá.

Austria se ríe.

—Liechtenstein quizás te mate —hace notar, mirándole reír—. Japón? Grecia?

—Quizás te mate a ti,

—Por proponerlo... Seguramente. Y si...

—¿Y si...?,

—¿Lo resolvemos de otra manera? Si te acuestas con alguien más —vas a romperme el corazón de nuevo, piensa para sí y se sonroja—, ehm... ya sé que no es justo pero…

—¿Qué otra manera?,

—La que QUIERAS siempre y cuando no vayas con alguien más.

—Mmmm... ¿contigo?,

Suiza le mira.

—¿De verdad quieres ir con alguien más?

—En realidad, no.

El helvético suelta un poco el aire y sonríe levemente.

—Ja. Lo que quieras.

—¿Lo que quiera?,

—Ja —sigue mirándole con seguridad—. Lo que quieras que haga para compensarte.

—Mmmm... ¿En qué línea?

—En la que quieras siempre y cuando dejemos este asunto en paz para siempre.

—Creo que podría querer que siguieras sintiéndote culpable por ello... —se mesa la barbilla.

—Oh, es decir no hay como compensarte.

—Solo digo que quizás me es más útil, ya que no propones nada.

—Comprarte algo, llevarte a algún sitio, hacer algo por ti... —vacila —, podría incluso limpiar UNA vez tu casa como proponías.

—Ja, ja, entiendo lo que dices... lo que yo digo es que quizás es más valioso que me debas un favor.

—Lo que te debo es una decepción. Y... Eso implica carta blanca para acostarte con Rom cuando venga por ti —aclara —. Y voy a tener que sentarme y aceptarlo porque no lo arregle antes.

Austria levanta las cejas y se sonroja un poco de nuevo,

—No voy a acostarme con Rom.

—Hasta te has sonrojado —le acusa,

—Tú le besaste —fulminación.

—¡Me besó él a mí y yo no quería! —se sonroja más.

—Mira quien está sonrojado ahora,

—¡Pues porque me dio un beso! Yo me sonrojo con esas cosas, porque no me gustan!

—¿No te gustan los besos?,

—No me gustan los besos de gente rara, los tuyos si que me... —se calla... y sonroja más. Austria sonríe otra vez.


Y ahora sí, el final de esta extraña historia. ¡Ojala te hayas entretenido leyéndola!

Un día de estos subiremos la "continuación" es decir, otro experimento similar con trama parecida pero diferentes personajes, esta será "Tú a Londres y yo a Madrid".

Por que no dedicar un Long trae mala suerte, quisiera dedicarle este a Tari, que empezó a editarlo y se cansó a la mitad pero aun así la queremos XD

Una mención especial también como siempre para: Alice Iggy Kirkland, Carly-221B, chibimisuki, Curious creature, Dulce Locurilla, Holly F, Josiya, Kokoa Kirkland, Lis, Mei-chan, MiniaEvans, Nina22, Nisse, NoeNoel, Pontianak, Rea-Kafka, Sajit, Tris y VickySparda, ya que con sus comentarios de apoyo ayudaron a que esta historia no perdiera su ritmo de publicación y no seríamos nada sin ellas, muchísimas gracias!

Y por último a ti, que lo has leído, muchas gracias.