La historia me pertenece pero los personajes que aquí se presentan son propiedad de Stephanie Meyer, yo sólo los adapto en mi historia.

Capítulo beteado por: Pichi LG

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Capítulo IV Temor

"No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor". Alejandro Dumas.

#IMPORTANTE: Leer la nota al final del capítulo.

La clase fue avanzando sin ningún contratiempo, McCarthy no había tratado de hablar conmigo después del incidente con el profesor Popescu.

La mayoría de mi atención estuvo concentrada en la pizarra y la voz veterana del profesor, pero otra parte divagó sobre el asunto con el Sr. Desconocido. Cada vez sentía más abrumante la impaciencia por conocerlo.

—¿Te quedarás aquí? —Me sorprendió escuchar la voz de McCarthy llamarme en inglés, parpadeé y enfoqué su imponente figura frente a mí, y negué—. Creí que sería más cómodo para ti —Aclaró el cambio de idioma.

—Lo es, gracias… escuchar tres horas seguidas un idioma que no es el mío resulta… —Me quedé pensando en la palabra adecuada para terminar la oración.

—Insoportable —terminó por mí.

—Tedioso —concordé, y él sonrió.

—Emmett McCarthy —Se presentó sin preludio, extendiendo la mano hacia mí.

—Isabella Swan —Tomé su mano y la agité sin brusquedad.

—Isabella… Isa… Isabel… —Lo miré extrañada con el entrecejo arrugado—. Estoy tratando de buscar un nombre más corto —explicó.

—Bella… Toda mi familia me dice así —Me encogí de hombros.

—Perfecto. Entonces —me guiñó un ojo—, vamos —hizo una seña hacia la puerta abierta.

—¿A dónde? —pregunté mientras recogía mis cosas.

—Te presentaré a alguien.

—Pero… —No pude decir nada más porque la mano de Emmett tomó la mía y me arrastró fuera hacia un lugar desconocido.

—¡Adam! —gritó Emmett en el pasillo alzando el brazo que no me sostenía, para agitarlo sobre la cabeza de los estudiantes que transitaban en el pasillo.

—¡Hermano! —Un joven de cabellos castaños y ojos azules saludó a Emmett, aunque dudé del parentesco, ya que Emmett era alto en comparación al joven desgarbado que sonreía delante de nosotros; el cabello de Emmett era rizado, mientras el de Adam, quebrado. No, no tenía ningún parecido físico, aunque ambos eran… ¿guapos? No había por qué negarlo. Mi escrutinio alertó a Adam ya que me miró unos segundos antes de observar a Emmett interrogante.

—Ella es Bella Swan —Me presentó, soltando mi mano y pasando un brazo sobre mis hombros—. Bella, él es Adam Hale, mi hermano político —Soltó una risa baja, y Adam rodó los ojos.

—Soy su cuñado —Adam extendió su mano como hace un momento había hecho Emmett, y yo repetí la misma acción.

—Un gusto en conocerte, Adam.

—El gusto es mío, Bella —Separé mi mano de la suya cuando el contacto resultó incómodo.

—¿Quieres hacer un recorrido por la ciudad? —preguntó Emmett cuando empezamos a caminar hacia la salida de la universidad, él y Adam caminaban a cada uno de mis costados.

—No puedo hoy —respondí, quería volver a casa rápido. Emmett no dijo nada, se mantuvo en silencio mientras continuábamos caminando—. Antes de irme, quiero preguntarles algo.

—Pregunta —contestó Adam.

—¿Cómo es que hablan inglés con tanta fluidez?

—No somos de aquí, Bella —El rostro de Emmett se cubrió de molestia—. Por razones personales, nuestras familias tuvieron que viajar a Rumania.

—Nosotros residíamos en Chicago —acotó Adam.

—¿Cuánto tiempo llevan viviendo aquí? —Cuando reaccioné, la pregunta había salido de mis labios.

—Cuatro meses —Emmett suspiró.

—Cuatro eternos y tortuosos meses —coincidió Adam.

—No me imagino lo difícil que es la situación para ustedes.

—Puedes darte una idea, después de todo, tú también estás lejos de casa.

—Es probable —No quise agregar que al menos yo podría volver en tres meses, mientras ellos vivirían aquí por tiempo indefinido—. Debo irme —me despedí de ellos cuando vi a Marcus esperando fuera del auto.

Emmett soltó una expresión de asombro, pero no me giré para averiguar la causa, simplemente continué la marcha hacia el vehículo. Cuando estuve cerca, saludé a Marcus e ingresé. Hasta ese momento miré hacia el lugar en el que había dejado a Emmett y a Adam, pero me encontré con la ausencia de ambos, no le di vuelta al asunto, no tenía importancia.

Arribamos a casa más rápido que de costumbre, y en pocos segundos había salido del auto y había empezado a caminar hacia la entrada, donde un costoso auto llamó mi atención.

—Isabella —La puerta de la entrada se abrió dejando a la vista a Renata enfundada en un hermoso vestido blanco con un escote pronunciado—. Hay alguien que quiere conocerte.

—¿Escuché bien? —Una voz masculina preguntó detrás de mí. ¿Siempre llegaría así?

—Anthony, ya basta —habló Renata con voz taciturna—. No hay nada que puedas hacer, sólo quiere conocerla —Anthony rio sin humor.

—¿Y después, qué pasará? ¿Se repetirá la misma historia? ¿Por cuánto tiempo? —Anthony se abrió paso entre Renata y entró silencioso, aunque el enojo era notable.

Despegué la mirada del lugar donde había desaparecido Anthony para observar a Renata, que me sonreía como si nada hubiera pasado.

Cada vez que Renata y Anthony entablaban una conversación me sentía totalmente a la deriva, nunca entendía por completo el significado de sus palabras, era como oír sin escuchar. Nada de lo que decían tenía sentido.

—¿Quién quiere conocerme?

—Ya lo verás —Renata extendió su brazo en señal de que podía entrar, y así lo hice.

Miré los detalles de la casa, como lo había hecho la primera vez. No presté atención al camino que recorríamos, mi mente era como una máquina cuyos engranes trataban de comprender todo.

—Tal vez te sorprenda un poco —adelantó Renata al tiempo que tocaba la puerta delante de nosotras. Se escucharon pasos dentro de aquella habitación y una oleada de ansiedad en combinación con temor, me recorrió, aunque no supe interpretar el último sentimiento.

Escuché el girar de una perilla, y la puerta se abrió permitiéndome observar a un hombre idéntico a Anthony, exceptuando los... ojos, me sorprendí cuando los analicé con profundidad. Sus orbes eran negras con un aro rojizo rodeando el iris. Tragué en seco.

Esos ojos me recordaban al hombre de mis pesadillas, el que había visitado mi sueño por varios días. Su cabello cobrizo y su mandíbula marcada no llamaron mi atención como lo hacían sus ojos, podía jurar que si mis dedos palpaban su rostro, lo reconocerían. Entonces, retrocedí un par de pasos por instinto, mis manos habían empezado a sudar.

Siempre se había buscado analizar el comportamiento del hombre, se filosofaba sobre ello, y en la mayoría de los casos se concluía que el ser humano era diferente de los animales porque él no actuaba por instinto, lo hacía porque una parte de su mente se había transformado, concibiendo el raciocinio, pero en ese momento cualquier signo de racionalidad se esfumó, el instinto apareció, retrocediendo en reflejo; el instinto salía a flote para defender, para sobrevivir, y por era por todo ello que sólo había una cosa de la que estaba segura…

Tenía miedo.

—¿Isabella? ¿Estás bien? —Renata me miró con preocupación, y yo negué, no estaba bien. Su mirada me asustaba, sentía el latir de mi corazón en mis oídos, retumbando, haciendo notar el pánico que sentía. El hombre de mis pesadillas se había encargado de machacar mi sentido común, cada similitud con él me hacía temer, inevitablemente.

—Tranquila —El aire espirado por él, transformado en las cuerdas vocales para producir su voz, me puso la piel de gallina, y un imperceptible escalofrío me recorrió. Ese sonido envolvente, tan similar a la voz de mis sueños, la voz de mis recuerdos, me estremeció—. No te haré daño —Él había empezado a caminar hacia mí, alzando su mano en son de paz. Mis pies se mantenían fijos al suelo, quería salir de ahí pero no podía, una ligera atracción me hacía mantenerme quieta esperando por su siguiente movimiento.

—No te atrevas —gruñó Anthony, apareciendo de pronto.

Me giré a verlo, tenía la mandíbula apretada, y sus ojos dirigidos al Sr. Desconocido, cubiertos de furia.

Ese era el Sr. Desconocido y ahora deseaba no tener ningún rostro con el cual asociarlo, pero lo había. Anthony me tomó por los hombros y me alejó del extraño encuentro.

—No te preocupes, Isabella —susurró Anthony abrazándome, brindando consuelo—. Debes tranquilizarte —Noté los ligeros movimientos temblorosos de mi cuerpo, bajé mis párpados y respiré con profundidad, inspirando y exhalando—. ¿Quieres salir de aquí? —murmuró en mi oído.

—No —Abrí mis ojos, encontrándome con la mirada de Anthony.

—¿Por qué? —preguntó confundido—. Quedarse en casa no es lo mejor —aseguró.

—Fue algo impulsivo, Anthony —le expliqué—. No hay peligro alguno —razoné.

—¿Cómo puedes estar tan convencida de ello?

—Como ya lo he dicho, actué por impulso… Él me recordó a alguien… sólo eso —respondí.

—¿Y qué hay de los signos de tu cuerpo? —cuestionó—. Tu cuerpo sabe que no es seguro estar cerca de él —Moví mi cabeza en negación.

—Anthony, sólo fue una mala pasada de mi mente. —Él suspiró.

—Déjame sacarte de aquí, después podremos hablar de esto —pidió.

—Primero debo disculparme por mi comportamiento.

—Nos vamos —dijo Anthony autoritario, tomándome de la mano.

—No puedes obligarme —Traté de deshacerme de su agarre.

—Por favor, Isabella —rogó—, salgamos de aquí —Menguó la fuerza de su agarre en mi mano, y sus ojos se mostraron decaídos, afligidos.

—Está bien, pero ¿puedo al menos subir por una chaqueta? —Le sonreí tocando su mejilla.

—Quédate aquí, yo voy —ofreció optimista antes de correr hacia las escaleras en dirección hacia arriba. Miré a mi alrededor, estábamos en el recibidor.

Tenía la firme convicción de ofrecer disculpas al volver a casa, sin embargo, ¿qué le diría? "Disculpe mi comportamiento, es sólo que su tenebrosidad disminuye su encanto" o "Perdón, es sólo que me recordó al monstruo de mis sueños".

Después de todo, Anthony tenía razón, debía salir de aquí, aunque fuera por razones diferentes, despejar la mente me ayudaría a encontrar una explicación a mis acciones.

El hilo de mis pensamientos se detuvo cuando sentí el toque de algo en mi espalda alta, salté por la sorpresa y miré hacia el responsable del movimiento.

—Me asustaste —me quejé.

—¿Sigues pensando que es seguro? —dijo jocoso.

—Vámonos —Tomé la chaqueta y me adelanté a la salida.

Afuera había un par de autos estacionados, así que esperé a que Anthony se dirigiera hacia alguno, pero me sorprendió cuando caminamos detrás de ellos.

—¿Una moto? —interrogué mientras me ponía la chaqueta.

—No es sólo una moto… es una Harley —bromeó. Se acercó y subió a ella con destreza, tomó el casco que colgaba de uno de los manubrios y me lo tendió, yo lo tomé, lo coloqué en mi cabeza, y me reí.

—¿Qué te resulta tan gracioso? —preguntó con una sonrisa alegre.

—Está grande —señalé con mi dedo índice el casco.

—Luces bien —Yo no respondí, me acerqué y ocupé mi puesto detrás de él—. No te sueltes —pidió, y a continuación arrancó derrapando en el asfalto, e incroporandose con facilidad a la carretera poco después.

—¿Tenías que hacer eso? —grité.

—Déjalo pasar, Isabella —respondió.

Y así lo hice, recosté mi cabeza en su ancha espalda, cerrando los ojos. El casco evitaba que el aire chocara en mi rostro; sin embargo, la sensación de rapidez y adrenalina, estaba ahí, alojada en el fondo de mi estómago.

Dejé de pensar, olvidé que había alguien con quién debía disculparme, olvidé que estaba lejos de casa, olvidé que viajaba en moto con un hombre al que sólo conocía por dos días, arrinconé cualquier pensamiento.

Más pronto de lo esperado aparcamos en un edificio alto, con un par de cúpulas en los extremos superiores, la fachada de estilo barroco con columnas sosteniendo el techo, y una escalerilla para ingresar.

—¿En dónde estamos? —Me bajé de la moto con torpeza, mientras Anthony se colocaba a un costado mío sin responder, sólo señalando una placa que no había notado.

Muzeul National de Istorie a României —leí.

—Museo Nacional de Historia —reconoció Anthony. Tomó la parte baja de mi espalda y me guió dentro del recinto—. Te hará bien conocer un poco sobre el lugar en el que vivirás.

Nos adentramos en cada rincón del museo, observando cada exposición como si el tiempo no tuviese importancia. Estar con Anthony envió un recuerdo de Dave a mi mente, la compañía era diferente pero el aura que desprendían ambos era similar.

—Mira este —señalé una figurilla de barro que representaba a un nativo de la región—. Se parece a ti —le guiñé un ojo, Anthony se colocó a un lado de la figura y adquirió la misma pose.

—Tienes razón… el jefe de la tribu es lo más parecido a mí en este lugar.

—Presumido —Rodé los ojos por su comentario.

—Tú hallaste el parecido, y ahora me lo echas en cara… Nadie en el mundo es capaz de entender a las mujeres.

—Añadiría exagerado a mi pasada descripción —jugué con él.

—En este momento, mantener la boca cerrada es la mejor opción —sugirió, y yo reí entre dientes.

—Lo es, Anthony… lo es —Lo miré sonriente, su mirada se prendó a la mía por largos segundos… o ¿minutos?

—¿Quieres continuar con el recorrido o prefieres continuar admirándome? —dijo en tono de broma, y mis ojos se entrecerraron en señal de molestia.

—¿Quieres mantener la boca cerrada o prefieres que continúe el listado de tus cualidades? —Cambié las opciones.

—Mantener la boca cerrada —aceptó.

—Buen chico —Palmeé su cabeza como si se tratara de un canino.

—¿Qué…? —No pudo terminar de preguntar porque una mirada de advertencia de mi parte hizo que guardara silencio—. Mantener la boca cerrada… mantener la boca cerrada —recitó en voz baja.

El paseo se terminó entre las miradas recriminatorias y molestas de algunos visitantes, y bromas de Anthony.

—Gracias —le dije una vez que salimos del museo y nos preparamos para partir de vuelta a casa.

—No agradezcas —Me sonrió sobre su hombro, yo tenía el casco en la mano dispuesta a colocármelo—. ¿Quieres comer algo? —preguntó mirando al frente.

—Sí.

—Conozco un lugar que te encantará —afirmó antes de emprender la marcha. Fuimos recorriendo las calles de la capital rumana, avanzando entre los autos, conmigo sujeta con firmeza de su cintura—. Llegamos.

—Miré hacia el establecimiento en el que nos habíamos detenido… Una alegre y graciosa sorpresa.

—¿McDonald's?

—Nada como una hamburguesa después de un largo recorrido por el museo… necesito carbohidratos.

Bajamos de la Harley y caminamos hacia el interior del lugar. Anthony pidió dos órdenes a la mujer detrás del mostrador, y mientras esperábamos por el pedido ambos tomamos asiento.

El silencio nos rodeaba como una manta, una manta cómoda. Yo miraba a través de la ventana observando a las personas caminar sobre la acera y los autos avanzar por la avenida principal, sólo deteniéndose en los semáforos rojos.

Un sonido cargado de notas de rock había empezado a sonar, rompiendo con la calma implantada.

—Disculpa un momento —Anthony se levantó de su asiento para responder la llamada entrante en su celular, y lo último que vi fue su mata cobre salir del lugar. Pasaron varios minutos en los que me dediqué a observar la puerta, esperando por él.

—Anthony Cullen —llamó la mujer que había registrado nuestro pedido, y me levanté de mi lugar para recogerlo.

—Yo tomaré esa orden —contesté a la joven, y ella me miró con reconocimiento, antes de tenderme la bandeja de comida. Regresé a la mesa en la que había estado sentada segundos atrás, y no pasó mucho tiempo antes de que Anthony se reuniera conmigo.

—Lamento tener que hacerte esto pero ha surgido un imprevisto en la oficina —se excusó.

—Es el trabajo… no hay problema, Anthony —lo tranquilicé.

—¿Prefieres que nos pongan esto para llevar? —Hizo referencia a la bandeja que contenía la comida.

—Sería lo mejor, gracias —Él se alejó llevándose la bandeja. "Ha sido bueno mientras duró". Me encaminé para encontrarme con él, y cuando la mujer nos tendió una bolsa de papel con el logo de aquella empresa multinacional de comida rápida, lo dos salimos del local. Anthony colocó el paquete en un compartimento del asiento.

—Si no te molesta, prefiero no llevarlo —le pedí a Anthony cuando me tendió el casco.

—¿Estás segura?

—Completamente. Me gustaría disfrutar del viaje… sin nada de por medio —señalé la protección de metal que estaba en su mano.

—Está bien —asintió antes de deshacer el camino que nos llevaría a casa.

El viento alborotaba mis cabellos y mi rostro iba sobre el hombro de Anthony, el paisaje era maravilloso y hacía una combinación perfecta con la velocidad a la que viajábamos. El cielo rojizo con los rayos del sol indispuestos a iluminar por unas horas más. El día había tenido sus altibajos pero había resultado ser maravilloso gracias a mi acompañante.

—Lamento haberme perdido de una cena juntos —bromeó. Ambos estábamos frente a la entrada de la casa y las bolsas de McDonald's reposaban en mis manos.

—¿No quieres llevarte la tuya? —le pregunté por enésima vez.

—No podré comerla, hay asuntos que debo arreglar.

—Está bien, no te detengo más… gracias, de nuevo… por todo… me divertí mucho —Una sonrisa bordeó su rostro.

—Me divertí también. Estoy ansioso por otra salida… Adiós, Isabella —Se acercó para besar mi mejilla como señal de despedida, y cuando observé su moto desaparecer en la distancia, ingresé.

La casa se mantenía cálida, sin importar el descenso de la temperatura exterior. No había ningún ruido que perturbara la tranquilidad del inmueble.

Caminé hacia la cocina, necesitaba una bandeja para poder llevar la comida a la habitación, no quería hacer un desastre.

Escuché voces a lo lejos pero no les presté atención, no quería ser entrometida, y mis pies continuaron el recorrido hasta llegar al comedor; me encaminé hasta la puerta que asomaba en la esquina, de ahí había visto salir a Sue, así que era probable que ese fuera el lugar que estaba buscando.

La victoria de haber hallado la cocina en esa inmensa casa me alegró, era una habitación amplia, con una diferencia notoria en comparación a la decoración del resto de la casa, algunas superficies de acero inoxidable y una moderna isla, captaba la atención.

Continué con inseguridad, pensando en qué compartimento estaría la bandeja ¿Estaría bien hurgar o debía llamar a Sue? No tuve tiempo de pensar la mejor solución ya que una voz irrumpió en el lugar, ocasionándome un susto en el proceso.

—¿Necesita algo? —Esa voz estremeció cada célula en mi organismo.

—Yo… —Me giré a verlo, y los mismos ojos siniestros me miraban en espera—. Necesitaba una bandeja para llevar mi comida a la habitación, si no hay problema —Alcé las bolsas de papel en mis manos para enfatizar mis palabras.

—Déjeme ayudarla –ofreció esa voz masculina con un hilo de atracción pendiendo de ella. El Sr. Desconocido revolvía entre los cajones mientras mi nerviosismo iba en aumento.

—Señor, quisiera disculparme por mi comportamiento de esta tarde… —hablé captando su atención, y me escudriñó durante breves segundos antes de volver a la búsqueda—. No sé por qué actué así —"o tal vez sí lo sé, pero no hay alguna razón por la usted deba saberlo" completé en mi mente.

—Señorita Swan, no se excuse —habló sobre su hombro—. Todo está bien —respondió mientras se erguía con la bandeja de metal en su mano y caminaba cauto hacia mí.—. Aquí tiene —me tendió el objeto plateado.

—Gracias, Señor —Estiré mi mano para tomar la bandeja, tratando de disimular el temblor de mis dedos.

—Considero que deberíamos hacer la presentación correspondiente, ¿no le parece, señorita Swan? —Preguntó retóricamente—. No es bueno que mientras yo sé su nombre, el mío se mantenga en el anonimato.

—Creo que tiene razón —concordé.

—¿Cree?

—Tiene razón —corregí haciendo una anotación mental—. Mi nombre es Isabella Marie Swan, deben haberle informado de ello —No pude tender mi mano hacia él como saludo puesto que mis manos estaban ocupadas.

—Lo han hecho, señorita Swan…

—Puede llamarme Isabella —interrumpí.

—Prefiero no hacerlo —Pasé saliva ruidosamente, el Sr. Desconocido ponía mis nervios de punta—. Ahora es mi turno… mi nombre es Edward Masen —sonrió—. Sea bienvenida a esta casa, Srta. Swan —dijo antes de retirarse de la habitación dejándome sólo con el ruidoso latido de mi corazón.


Por fin ya se sabe quién es el Sr. Desconocido, espero aclarar sus dudas y no confundirlas más.

NOTA: Por situaciones personales, tendré que darme una escapadita de FF, algunas sabrán que el compromiso en lo que hago ha sido constante, es por ello que les pido por un poco de comprensión, las situaciones por las que estoy pasando no me inspiran a escribir, este capítulo lo terminé por ustedes. Espero no demorarme en regresar, ¡Porque regresaré, no se desharán de mí tan fácil! (Un poco de humor en esta nota)

Estaré avisando sobre mi regreso en el grupo de facebook.

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Nos leemos.

G.