Nota: Hola! :) Esto pretende ser una tira corta de one-shot "navideños" que haré en esta semana. Todos giran alrededor de un animal o mascota, no son una pieza de arte, pero yo estaba aburrida xD

Comenzaremos por:

Pip, Seras... y Fluffy, el gato

Pareja: Pip y Seras (Alucard, Integra y Walter)

Mascota: Fluffy (un gato)

Categoría: K

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Pip fue el último en bajarse de la camioneta. El grupo venía cansado y sudado, pero habían hecho un trabajo eficiente. Cuando sus hombres fueron bajando uno a uno, diciendo lo mucho que necesitaban una ducha y una lata de cerveza fría, él recogió su chaqueta abandonada en una esquina del asiento, y se dispuso a seguirlos. Pero algo en el interior le llamó la atención. Allí, en medio de su ropa, un bulto se estaba moviendo. El mercenario se puso en estado de alerta instantánea, y apuntó su revólver hacia el bulto; pero lo único que vio salir de allí, fue la cabeza pequeña y desgreñada de un gatito rubio.

¿Un gato? Va, seguramente se había infiltrado en la camioneta sin que ellos se dieran cuenta. Tomó al felino en sus manos y lo levantó en el aire. Estaba mojado y algo sucio, y no parecía ser muy grande, sino apenas un poco más de un gatito de pecho. Sus ojillos brillaron azul brillante bajo la mata de pelos rubios desgreñados. Por alguna extraña razón, le recordó a alguien. Sí, el gato le recordaba a su chica policía.

Sonriendo ante la idea, acurrucó al animalito en su mano grande, y lo metió bajo un ala de la chaqueta. Sabía exactamente qué hacer con él.

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Alguien tocó suavemente a la puerta de su habitación. Pensó que se podría tratar de Walter.

—Sí, adelante –respondió mientras terminaba de ordenar su arma, dejándola impecablemente limpia junto a la cama.

Pero la cabeza que asomó no era la del noble mayordomo, sino la cara risueña del capitán de los Gansos.

—Mignonette, necesitaba verte –sonrió.

Seras se puso de pie al instante, adoptando la postura que tomaría un soldado.

—¿Hay algún problema, Capitán?

Pip se rió:

—No, ninguno en absoluto. Vine a verte porque quiero darte un regalo.

—¿U…Un regalo? –parpadeó confusa–. Pero aún no es Navidad, yo…

—No importa, tómalo como un presente personal de mi parte –le guiñó el ojo, a lo que Seras se sonrojó, para luego fruncir el ceño.

—No me digas que se trata otra vez de algo obsceno –reclamó cruzando los brazos sobre su abultado pecho, y dándole una mirada dura.

Él trató de parecer ofendido:

—Seras, jamás haría algo así…

—…

No logró convencerla (en realidad, no es como si convenciera a alguien, ni siquiera a él mismo).

—Bueno, aquí está tu regalo –sacó la mano que traía escondida tras la espalda, y la chica estiró el cuello para tener una buena imagen de lo que se trataba. No lograba ver nada, lo que contenía estaba atrapado entre las dos manos del mercenario.

—Si quieres, acércate para verlo… –la tentó.

Arrugó un poco la nariz, pero su curiosidad pudo más y terminó aceptando. Avanzó tres pasos, y estiró las manos para recibirlo.

—Ahora, cierra los ojos.

De mala gana, aceptó (si se trataba de un bicho, ella estaba segura de que se lo tiraría en la cara). Algo cálido y peludo se posó entre sus manos frías cuando el mercenario le traspasó el "objeto". Seras abrió los ojos como platos cuando vio lo que era: un gatito pequeño que la miraba con sus brillantes ojos redondos.

—¡Pip! –chilló, al momento en que abrazaba al animalito contra su pecho, acurrucándolo como una mamá gallina haría con sus polluelos– ¡Es tan mono!

Su compañero dejó escapar una carcajada divertida al verla.

—Sabía que te iba a gustar.

—¡Gracias! –la draculina saltó a sus brazos, echándole la mano libre por el cuello y dándole un besó rápido en la mejilla.

Fue tan efímero como el roce de una pluma, pues inmediatamente se dio cuenta de lo que había hecho.

—Esto, yo…lo siento… –un rojo profuso apareció en sus mejillas.

Pip, que se había quedado sorprendido los primeros segundos, volvió a mostrar su expresión desenfadada.

—Al contrario, mignonette. Debería traerte regalos más seguido considerando tu entusiasmo.

Haciendo a un lado su vergüenza anterior, Seras se dispuso a examinar a su mascota. Se notaba que lo habían bañado hace poco, porque olía bien. Era pequeño, gordito y suave, y parecía adaptarse muy bien al lugar entre sus pechos, porque se acurrucó allí y comenzó a ronronear complacido. Pip pensó en hacer algún comentario inevitable, pero se mordió la lengua.

—Es muy lindo –comentó la rubia extasiada–. Solo espero que Sir Integra no se moleste si lo conservo.

—Oh… –Pip no había pensado en eso. Además, ¿Qué daño podría hacer un simple gatito?–. Quizás sería mejor si no se enterase, por ahora…

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Al día siguiente, Integra decidió ir a la biblioteca para aprovechar los minutos de descanso que tenía. Tomó un libro de las estanterías, y se acomodó en su sillón preferido. Iba a la mitad del primer capítulo, cuando sintió una sensación extraña en la nariz, era como si algo le hiciese cosquillas. Lo ignoró, pero la sensación aumentó, a la par que tuvo que detener la lectura y rascarse con una yema la puntita. No hubo mejora. El cosquilleo persistió, hasta que la rubia terminó estornudando. Y luego vino otro estornudo, y otro más.

Se levantó con cara de desconcierto. ¿Alergia? ¿A qué? Ella no había sufrido de alergia desde que su tío Richard le regalara un gato para su cumpleaños, a sabiendas de que la chica podía ser alérgica a los felinos. Desde entonces, no había gatos en la Mansión.

Quizás se debiera al polvo en los libros. Pero Walter tenía muy bien soplada toda la casa. Algo no cuadraba, y cuando se recuperó del ya 7 estornudo, decidió buscar la causa por la sala.

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—*Cuchito cuchito* ¿Dónde estás bebé?

Pip vio a la chica caminar de un lado a otro, con una lata de salmón en la mano, mientras escudriñaba en todos los rincones de los pasillos y dentro de los floreros.

—Seras, ¿Qué sucede?

—¡Ay! –dio un salto cuando él la descubrió, escondiendo rápidamente la lata tras su espalda. Cuando vio de quien se trataba, soltó un audible suspiro de alivio.

Llamó al mercenario a su lado, y le susurró con voz confidencial.

—Es Fluffy, creo que se perdió.

—¿Fluffy?

—Sí, mi gato. Lo dejé durmiendo en mi cama, pero cuando llegué, ya no estaba. ¿Y si lo ha encontrado mi Maestro? –hizo un puchero ante la sola idea de su pobre gatito ante Alucard.

—No, tranquila. Alucard aún no vuelve de la misión. Lo mejor será que lo busquemos los dos –la consoló.

Una brillante sonrisa alumbró los rasgos de la joven, antes de volver a su trabajo.

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Integra recorrió de arriba abajo la sala de la biblioteca, estornudando de vez en cuando. No se percató de la sombra oscura que fue tomando forma en una esquina.

Alucard observó su búsqueda con una sonrisa pegada a los labios.

—¿Maestro? –ella dio un respingo, enderezándose inmediatamente– ...¿Qué se supone que estabas buscando?

Vio sus ojos azules ponerse fríos, y una mancha sonrosada en el lugar de su nariz. ¿Su Maestra estaba con alergia?

—Deja de mirarme así, Alucard. Estoy buscando algo importante.

—Oh, eso suena interesante para mí.

Ella golpeó un pie en el suelo, impaciente. Pero al parecer él no pensaba en irse.

—Oh bien. Puedes quedarte allí mientras yo termino mis cosas.

Y volvió a su búsqueda impaciente.

Cuando llegó detrás de unos cojines puestos en el piso, su nariz picó con más intensidad. Agachada, alargó la mano y levantó los almohadones, y sus ojos azules se encontraron con otro par de ojillos azules también, que la miraron asustados. Integra estornudó, el gato chilló.

—¡Alucard, atrápalo!

El pobre animalito dio un salto para salir de su escondite, y fue a caer justo entre las garras del hombre oscuro. Su grito se hizo más estridente cuando Alucard lo sujetó como si fuera una basura chillona.

—¡Maestro! –el grito de Seras perforó sus oídos. En ese instante la chica venía entrando por la puerta, acompañada por el mercenario– ¡Fluffy!

—¿Qué?... –tanto Integra como Alucard la miraron como si estuviera loca, mientras ella se abalanzó hacia su Maestro y le arrebató el animal de las manos, protegiéndolo contra su pecho.

—Shh, tranquilo, aquí está mamy –decía acariciándole la cabecita, procurando calmarlo de tan tremendo susto– Maestro, ¿Es que acaso pretendías matarlo?

—Ese engendro… ¿Es tuyo?

La realidad golpeó a Seras cuando escuchó la voz fría de su Comandante dirigiéndose a ella. Se giró despacio para enfrentarla.

—S…sí –respondió con un hilo de voz.

Integra se masajeó las sienes.

—Seras, tienes que botarlo.

—¡Noooo!

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—A ver si entiendo –Walter se ajustó el monóculo mientras miraba a las 4 personas frente a él– ¿Ustedes dos han traído un gato a la mansión?

—S..sí, me lo dio el Capitán Bernadotte como regalo de Navidad … –lloriqueó la chica, aún sostenida a su gato.

Integra le dirigió una mirada asesina al mercenario, que trató de hacerse el desentendido.

—Lo encontré perdido dentro de la camioneta. Pensé que no haría daño a nadie…

—¿Y desde cuándo piensas, capitán? –Alucard se mofó de la situación, Pip solo frunció el ceño.

—Está bien –Walter retomó su puesto de intermediario para el cual lo habían llamado–, pero deben saber que Sir Integra es alérgica a los gatos.

La jefa asintió con la cabeza, manteniéndose lo más lejos posible de sus subordinados y ese bicho del infierno.

—Aun así –continuó el mayordomo–, me parece demasiado el querer asesinarlo. Sir Integra, Alucard...si me permiten, solo es un gato.

—¿Y mi alergia? –reclamó la rubia, señalando su nariz, y el montón de pañuelos en su bolsillo.

—¡Pero los odio! –el vampiro puso los ojos casi teatralmente.

Walter se masajeó las sienes. Esto no estaba resultando muy fácil.

—Mi Lady, hoy en día existen productos para contrarrestar la alergia que producen los felinos. Solo basta con bañarlos con un jabón especial, y ya está.

La rubia lo miró entre sorprendida y escéptica.

—¿En serio?

Su mayordomo asintió con la cabeza.

—Por otro lado, no creo que exista un remedio para tu supuesto odio, Alucard. Los gatos pueden llegar a ser criaturas muy amables.

—¡Pero son lindos! ¡Y yo odio las cosas lindas! –el vampiro le enseñó los colmillos al pequeño felino, que se hizo una bola entre los pechos de Seras.

—Me temo que ahí no hay nada que yo pueda hacer.

—¿E…entonces? –Seras gimió al otro lado de la habitación.

—Bueno, viendo que el gato no le hace mal a nadie -excepto a Alucard-, yo creo que podría quedarse... –la draculina saltó de la emoción, pero el mayordomo continuó–…siempre y cuando ustedes dos se comprometan a mantenerlo alejado de la cocina, y del dormitorio de Sir Integra, además de bañarlo periódicamente con ese jabón especial.

—¡Hecho! –gritó la chica, echa un mar de euforia.

—Ahora, solo falta la decisión de Sir Integra.

Los 4 se giraron para mirar a la jefa. Esta pareció dudar un momento, considerando las posibilidades. La verdad es que el bicho le parecía hasta lindo –en cierto punto–, y viendo las oportunidades, no lo consideraba una amenaza más. Además, eso parecía hacer feliz a la chica policía. Por otro lado, estaba Alucard.

Maestro, no vayas a ceder ante ellos.

Cierra la boca Alucard. Y no interfieras en mis pensamientos.

Pero Master…

—Está bien, puede quedarse.

—¡Sí!

¡¿Qué?!

—Pero…si vuelvo a verlo rondando por mis habitaciones, dejaré que Alucard se encargue de él.

El vampiro gruñó a su incipiente:

—Y no va a ser un final feliz.

Pip, Seras y Fluffy se estremecieron como si estuvieran hechos de gelatina.

—S…sí Master. Hemos entendido perfectamente.

...

Y así, Fluffy llegó a instalarse en la Mansión Hellsing, para regocijo de una draculina novata, y el descontento de su mentor.

..


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Ahora! Os daré a escoger el próximo capítulo entre dos opciones:

Opción 1: Integra y Baquerville (que originalidad e.e xD)

"Usted parece muy aburrida, Maestro".

"Quizás necesite un perrito". —Bromeó.

Opción 2: Heinkel, Yumie y Reepicheep

"¿No leíste las Crónicas de Narnia?

"Sí, pero esta rata no parece tan lista como la de la novela"

"Oh, verás que sí, además es tan mono"

"Si el Padre pregunta, tú lo trajiste a casa"