¡Hola!
Bueno, vuelvo de nuevo por aquí ésta vez trayendo una historia muy diferente a lo que escribo, hasta estoy algo nerviosa jajajaja pero vamos, quería hacer algo así xD Mientras me doy un espacio para escribir mi otro fic, he decidido hacer esta historia corta. Ya saben, un regalito de año nuevo que espero (ojalá que sí) les guste :D
Este fic contendrá solamente dos capítulos (two-shot). Tenía pensando en hacerlo one-shot, pero era mucho y preferí cortarlo xD
No, no es nada trágico como "Nunca olvides que te quiero" es sólo para calentar el cuerpo en estos tiempos de intenso frío 7u7 tampoco tiene una gran trama en particular xD
Nunca pensé hacer algo así y es mi primera vez escribiéndolo, así que no sé sus reacciones (espero sean buenas). Aclararé que no tendrá realmente mucha violencia y S&M, simplemente algo subido de nivel y "bondage", ligero también. Para quienes no sepan, el bondage es la excitación por atar o dejarse atar.
Sin nada más que decir, nos leemos en las notas finales :D
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Tie me up
1.- Fantasías sexuales.
Tony Stark siempre se había sentido cómodo entre máquinas. Sus creaciones eran como una extensión de sí mismo, de su propio intelecto y de su propio corazón. Años fabricándolas, siendo parte de ellas, entregando todo de su ingenio y tiempo. Es por eso que después de años de trabajar en su propia empresa para levantarla a la cúspide del mundo, necesitaba un descanso. No uno prolongado, pero sí uno especial. De una noche, no más. No deseaba ningún compromiso, ninguna promesa de amor—que claramente no cumpliría, como todo buen playboy—. Durante una temporada corta había decidido probar suerte con su asistente personal: Pepper Potts. Pero ella era controladora rayando a lo maniático, fría, centralizadora… y no lo calentaba lo suficiente. Tenían buen sexo, excelente comunicación. Pero a ella le faltaba soltura. Era muy fría en cuanto a la intimidad.
Tony se conocía bien cuando se trataba de sexo, y decir que ciertas prácticas no le gustaban, sería mentir. Simplemente tenía ciertos prejuicios, un puesto, y orgullo que defender. Una cosa era confiarle cualquier cosa a Pepper, y otra muy diferente, hablarle de sus fantasías sexuales. Incluso él tenía miedo de llevarlas a cabo. Libertad sexual, eso sonaba bien, pero no cuando tenía una inclinación en particular. Las revistas lo conocían por ser un hombre de muchas mujeres, y relaciones extremadamente cortas. Pero lo que nadie—o casi nadie—sabía sobre él, es que también gustaba de los hombres. Le encantaban las mujeres, era muy claro: sus pechos firmes, desnudos; la manera de ondearse, su sensualidad desbordante y natural. Pero también le atraía el cuerpo masculino, llegando al punto de calentarse al pensar en una polla. Gracias a su renombre, tenía miedo de que la prensa—tan entrometida como era—llegase a darse cuenta de su intimidad. No es que le diera vergüenza, pero había luchado mucho tiempo para que Industrias Stark alcanzara su éxito, como para ver desmoronarse su sueño gracias a sus fechorías.
Nunca se lo contó a nadie. Hasta aquel día en que estuvo borracho en una fiesta con Loki, embriagándose a más no poder—tenía que ser un buen anfitrión—y le había confesado a su amigo su reticencia a dejarle conocer al mundo su bisexualidad. El ojiverde lo había animado un par de veces a conseguir a alguien, hasta le había dado un par de ideas para disfrazarse, pero no terminaba por convencerlo. Era un hombre muy conocido, ganándose portadas de revistas importantes y entrevistas televisivas, como para dejarse ver por cualquiera. Nunca se sabía cuándo alguien pudiera usar algo en su contra, como grabar el sexo con él y venderlo al medio informativo para ganar unos cuantos millones. No señor. Aunque tampoco sentía la imperiosa necesidad de estamparse contra cualquier hombre y hacer cosas sucias.
Así que guardó sus secretos en su mente, o trató de hacerlo. Aquel problema venía rondándole la cabeza ya tres meses, todas las noches sin cesar. Soñaba cosas raras, incluso para él y su loco cerebro avanzado. Al principio eran pequeños flashes donde era besado ardientemente por un hombre. Otros más incluyeron masturbación, e incluso felaciones. Aquello era hasta cierto punto normal, pero no esperó soñar con ser atado a su propia cama, con un hombre dándole placer a través de la dominación. Y mucho menos se imaginó a él disfrutando el amarre de las sogas y la presión que ellas ejercían en su cuerpo. Cuando despertó se sentía espantado y acalorado, con una enorme erección entre sus piernas que se negó a atender por dignidad. La ducha fría fue mejor en esa ocasión, pues se sentía como un depravado sexual por siquiera pensar—inconscientemente—en eso. Oh, joder.
Pasó algún par de noches sin querer dormir, teniendo miedo de volver al escenario donde era sometido. En su vida, jamás, había dejado que nadie pasara encima de él. No sabía por qué carajos ahora deseaba que alguien lo pusiera en su lugar. Y de qué manera… así que tuvo que confesarle a Loki—su único confidente sexual—sobre sus sueños frustrados. Le solicitó—a su manera—que lo ayudara a deshacerse del problema que venía pesándole y no le dejaba concentrarse completamente en su trabajo. La respuesta que recibió no había sido la que esperaba, pues el otro simplemente se había encogido de hombros anunciándole que la única manera de dejar escapar aquella frustración, era llevándola a cabo. Él se negó, por supuesto. Consideró más opciones, como ir a terapia, acostarse con mujeres diferentes, incluso ir la psicólogo. Desechó cada una de ellas. Y prefirió seguir con su vida normal, hasta una semana después de haberle confesado a Loki su problema sexual.
Era viernes en la noche, y habían salido después de la hora normal debido al exceso de trabajo e informes de fin de mes. El ojiverde trabajaba con él, como su mano derecha debido a su ambición y asertividad por ver el mundo de las finanzas, aunado a su especial ingenio y tenacidad, eran una bomba juntos. Trabajaban como equipo, se trataban como enemigos, pero se querían como familia. Nunca podría fijarse en Loki por dos grandes motivos. En primer lugar, porque ese hombre era insufrible, quizá algo despiadado y de mente inestable a su parecer. Y en segundo lugar, porque tenía una relación estable con su hermano mayor: Thor Odinson. No eran hermanos de sangre, pues el pelinegro era adoptado. Así que no veía nada mal en su relación. Salvo por la paciencia del rubio musculoso por ser el único que soportaba a Loki.
Estaba en su oficina recogiendo sus últimos papeles y juntando la información tardía que acababa de recibir de una secretaria, cuando la puerta rechinó en señal de ser abierta. Esperaba que fuera Pepper, pero ella siempre se molestaba en tocar antes de entrar. La única persona que podía darse el lujo de invadir su privacidad sin tantito respeto, era Loki. No se equivocó cuando observó sus grandes ojos a los metros de distancia que los separaban de la puerta al escritorio. Le indicó que pasara con un gesto, y volvió la vista al ordenador para seguir recopilando la información.
—Pensé que ya te habías ido. —le murmuró, sin despegar la vista de lo que hacía en la pantalla. Sus dedos se movían con rapidez por el teclado, apenas rozando las teclas, como si sus dedos hubieran memorizado el teclado. Loki se acercó al ventanal que estaba a su costado, admirando la ciudad desde el rascacielos donde trabajaban. Se mantuvieron en silencio unos cuantos minutos, mientras lo único que se escuchaba era el constante golpeteo de sus dedos en las teclas, y el avance de las manecillas del reloj.
—Sí, es hora de irme. —reconoció, dándose la vuelta y yendo de vuelta a la puerta—. Deberías dejar de trabajar ya, eso puede esperar a mañana. —y esperó por lo menos alguna respuesta sarcástica del moreno, pero nada llegó. Loki gruñó con fastidio, pues cuando Stark trabajaba todo el alrededor parecía ser burdo. No había nada que lo despegara de sus labores, quizá por eso se veía tan estresado los últimos días. Cuando recordó algo sobre su amigo, una chispa se avivó en sus flamantes ojos, y tomó la perilla de la puerta para irse. Sin embargo su lengua quemaba por decir algo, por alentar la curiosidad del millonario—. Ojalá disfrutes tu noche, Stark. —y la intención se remarcó en sus palabras, pues al momento el mencionado alzó la mirada y se le quedó viendo fijamente, intentando descubrir sus motivos ocultos. Pero él simplemente sonrió y cerró la puerta tras su marcha de la oficina del CEO.
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Estacionó su elegante Audi R8 en el tecnológico garaje de la Torre Stark y bajó con gesto cansado rumbo al elevador que lo llevaría a la cima de su hogar. Vivía en el centro de Nueva York, siendo a veces molestado por el continuo y odioso tráfico de las mañanas, pero nada que él no pudiera controlar. Era su propio jefe, así que no importaba mucho si llegaba retrasado un par de minutos. Presionó el número setenta y esperó pacientemente, cerrando los ojos y deseando solamente poder aventarse en su cama para dormir y mandar todo al carajo. La presión que estaba sintiendo era mucha, a comparación de otros meses. Así que cuando escuchó el suave pitido anunciándole que había llegado a su destino, simplemente bajó de ahí con gesto agotado. Caminó el par de pasos por el recibidor y llegó a la puerta principal, donde abrió al introducir un par de dígitos para la seguridad.
Encendió las luces de la sala y suspiró. A veces sentía todo tan espacioso y vacío. Tan solo y silencioso. Ojalá y pronto terminara su proyecto de virtualidad sobre el que tanto venía trabajando hasta el cansancio, emocionándose ante la idea de tener en sus manos el avance al siglo nuevo. Una Inteligencia Artificial que pudiera obedecerlo sin rechistar, como un mayordomo. Aún tenía que pensar severamente sobre el nombre, pero faltaba un par de meses todavía para poder terminarlo. Se sintió fatigado por el traje pegado de Armani que estaba usando, así que se despojó del saco y lo aventó descuidadamente sobre el sofá. Estaba a punto de prepararse un café, cuando notó algo que antes no estaba. Un pequeño sobre blanco reposaba sobre su mesilla de centro, alineada entre sus cómodos sillones de cuero. Alzó una ceja con confusión, pues no recordaba haber puesto nada ahí por la mañana. Aunque quizá debido al estrés no se acordaba. Debía ser eso, pues nadie—absolutamente nadie—podía entrar en su casa, salvo él. Se inclinó para tomar el objeto entre sus manos, y se incorporó para poder abrirlo, pero un movimiento detrás de él lo alertó lo suficiente para soltarlo y dejarlo caer al suelo.
Fue rápido, pero no más que la tela negra que se ciñó a sus ojos, llevándolo un poco hacia atrás debido a la fuerza ejercida. Su sorpresa se agrandó cuando sintió un cuerpo firme y duro en su espalda, un pecho grande que se pegaba a él. Jadeó con sorpresa y trató de apartarse, pero el extraño fue más rápido y tomó sus muñecas con firmeza, sorprendiéndolo por lo rápido que había atado la tela sobre sus ojos. Un miedo se apoderó de él y bailó sobre toda su columna vertebral, mandándole un escalofrío involuntario y tenue. Comenzó a respirar de forma rápida en cuanto aquel extraño utilizó lo que parecía ser una soga y ató ambas manos tras su espalda. Trató de zafarse, pero el agarre estaba bien hecho. Abrió la boca para gritar, y lo hizo, claro que lo hizo. Lo maldijo una y otra vez sin parar, mientras era parcialmente ignorado por su atacante.
—¿¡Quieres dinero, joyas, muebles!? ¡Llévate todo, no me interesa! —dramatizó, mientras la adrenalina subía por su cuerpo. No sentía al otro hombre cerca, y tenía miedo de que lo dejara ahí, abandonado a su suerte con los ojos vendados al igual que las muñecas—. ¡Te encontraré y créeme, no tengo ningún tipo de consideración a-!
—Shhh… —aquel hombre posó su dedo índice en torno a sus labios con total paciencia, acunándolo en su murmullo suave, que se escuchó tan cerca de él que quizá estuviera a pocos centímetros de distancia—. No me interesan tus muebles, ni tus joyas… mucho menos el dinero. No vengo por cosas materiales. —y aquella voz profunda, sensual, caló dentro de sus huesos. Sus rodillas temblaron ante la posibilidad que estaba formándose en su cabeza.
—¿A qué has venido, entonces? —cuestionó aún con el dedo sobre sus labios, sintiendo su textura cuando hablaba—. ¿Acaso alguien te ordenó matarme? —y tragó saliva duro, ante la sola idea de morir en el silencio, en su propia casa, sin nadie que pudiera auxiliarlo. Tenía enemigos, lo sabía, pero nunca se le hizo necesario contratar a un equipo de guardaespaldas… hasta ahora. Pero una suave risa inundó el silencio, llenándolo.
—No, no he venido a matarte. —y las manos grandes de aquel extraño se deslizaron por su abotonada camisa, jugando con los bordes y luego introduciendo las yemas por debajo, sintiendo la piel caliente contra su tacto. Tony se removió—. He venido por ti. Quiero que disfrutes esta noche. —murmuró sobre su oreja, para después dar un lametón suave que siguió su camino hasta el lóbulo, donde mordió con suavidad, arrancándole un jadeo involuntario. Su respiración se agitó y algo dentro de él emergió.
—No voy a disfrutar nada si me tienes amarrado y a ciegas, estúpido. —espetó con dureza, para ver si de esa forma al menos el otro le quitaba la venda para poder saber quién era su atacante, y luego identificarlo en la denuncia que planeaba hacer. Las cosas no iban a quedarse así, por supuesto. Nadie tenía el derecho de meterse a su casa y hacer todo aquello. Sin embargo, volvió a escuchar una risa, y ésta vez aquellas grandes manos se deslizaron por su torso, abriendo a su paso la camisa blanca. Se sentía sofocado, y el aire le faltaba.
—¿No te gusta? Porque yo sé que tienes ciertas… fantasías sexuales. —y tras sus palabras, los labios se dirigieron a su mejilla para depositar un beso húmedo, delineando después con la lengua la barba perfectamente cortada de Stark. Algo dentro de él se sintió alerta cuando escuchó decirle aquello. ¿Fantasías sexuales? Él no le había contado a nadie sobre sus… un momento. Suspiró exasperado, uniendo las piezas del rompecabezas.
—Loki. Fue él, ¿cierto? —y tomó un monosílabo del otro como respuesta afirmativa a su sospecha—. Ese bastardo me las va a pagar. —murmuró con los dientes apretados, mientras sentía la lengua del otro hombre trazar un camino hacia su cuello; sus manos traviesas avanzando hacia arriba al ritmo de sus botones abriéndose—. No sé cómo jodidos te llames, pero puedo ofrecerte el doble de lo que ese chiflado te ha pagado por hacer esto, ¿de acuerdo? Sólo suéltame y prometo no tomar represalias en tu contra. —habló al aire todo lo sereno y calmado que pudo, sintiendo como todo movimiento se detenía abruptamente. El extraño pareció removerse y luego incorporarse, pegando sus cuerpos y devolviendo sus manos al inicio de sus caderas, atrayéndolo.
—Lo siento, pero no puedes. —declaró con voz triunfal, aquella que hizo eco en la memoria de Stark. Ya había escuchado aquel tono, estaba casi seguro de haberlo ido en otra parte—. Loki no me ha pagado con dinero. —y volvió al ataque de sus manos ascendiendo por su pecho, desabrochando por fin la camisa entera pero sin poder quitársela debido al amarre que mantenía en su espalda. Aflojó un poco la corbata, pero no la retiró. Envolvió una de sus fuertes manos en ella y atrajo su cuello para quedar a unos pequeños milímetros de su boca. Tony podía sentir la respiración del otro sobre su rostro, sus labios rozando los suyos. Se preguntó cómo sería su atacante, físicamente.
—¿Entonces cómo te pagó? —se aventuró a cuestionar de nuevo, sintiendo el roce de aquellos gruesos labios cuando él formulaba palabras. Se sentía tan caliente la cercanía que comenzaba a faltarle el oxígeno. El otro hombre le soltó, echándolo hacia atrás a penas dos pasos, pero lo suficiente para alejarlo de él. ¿Estaría enojado? ¿Lo dejaría ahí y se largaría? Al menos ya sabía que todo era idea de Loki, con razón sus últimas palabras antes de desaparecer de su oficina. Joder, no le daría sueldo un mes entero ni aunque lo demandara, como venganza. Llevarle a alguien a su propia casa para cumplir sus fantasías era demasiado. Él no lo quería, no lo había pedido.
—Hablas demasiado. —Tony sintió como los dedos del otro se deslizaban en su boca para abrirla, y cuando intentó morderlo, una tira con una pequeña bola de goma se introdujo en su lugar, haciéndolo tensarse al saber lo que era. Un ligero sonido se escuchó y sintió el sabor a cuero de la mordaza. Su boca quedó algo abierta. Unos brazos se apretaron a su alrededor, y el castaño luchó contra ellos para intentar liberarse, gritando a pesar del horrible artefacto que le habían puesto, dejándose oír solamente jadeos ahogados. La adrenalina se precipitó por su cuerpo y dio una patada al extraño que había invadido su privacidad. Escuchó un gruñido en cuanto sintió la pierna contraria siendo golpeada levemente por su pie. Casi cantó victoria, pero el extraño cargó su cuerpo sobre su hombro, en una posición donde parecía ser un costal de papas. Pataleó para zafarse, pero el otro era más fuerte.
Los pasos resonaban por los pasillos y las escaleras al subirlas. Se agitó en cuanto escuchó una puerta ser abierta, y luego cerrada con la misma fuerza. El extraño lo aventó sin preámbulos sobre algo suave, seguramente sus sabanas puestas. Las sintió debajo de sus manos atadas, confirmando que estaban en su recámara. Aquel hombre se subió encima de él para inmovilizarlo, agachándose a su altura mientras depositaba lentos y húmedos besos sobre la piel expuesta en su cuello. Jadeó e intentó quitárselo de encima, pero fue erróneo como todos sus intentos. Jamás se había sentido tan frustrado, pero tampoco tan sofocado. Su cuerpo estaba calentándose con anticipación, agradándole aquella dominación sobre él, el misterio sobre su atacante. Entonces las manos extrañas se deslizaron por su pecho, bajando por su ingle y rozando su entrepierna con claras intenciones, arrancándole un jadeo. La hebilla de su pantalón fue abierta, y sintió aquellas manos tirando hacia abajo para quitarle la prenda. Se revolvió para apartarlo, diciéndose que aquello era demasiado ya. Intentó dar patadas en vano, y entonces las piernas del otro se acoplaron a las suyas al igual que su gran cuerpo, para mantenerlo en su lugar. La tela de los pantalones ajenos rozaba su piel desnuda, mandándole escalofríos lentos que subían por su cuerpo.
—Si no permaneces tranquilo voy a tener que atarte a la cama, ¿entendiste? —y aquella sutil advertencia fue suficiente para que él dejara de moverse. Se quedó por un momento quieto, y sin nada que hacer o poder decir siquiera. Unos labios ansiosos y cálidos volvieron a ceñirse sobre su cuello, danzando su lengua por toda la extensión y acunando sus salidas clavículas. Los dientes arañaban la sensible piel, haciéndolo jadear—. Eso es lo que te gustaría, ¿verdad? Que te amarre a la cama, sentir la soga apretando estos deliciosos muslos, dejándote expuesto ante mí. No puedo esperar a sentirlos rodeando mis caderas, mientras embisto tu culo una y otra vez, hasta que ruegues porque pare. —y mientras pronunciaba todas aquellas palabras sucias y candentes, sus manos se abrieron paso entre sus cuerpos hasta abrir sus piernas en un solo movimiento, haciendo que Tony se acelerara sin poder resistirse a la sensual voz que se mezclaba con el viento y sentía tan cerca de su oreja. Aquella amenaza y juego de palabras que lo excitaba a velocidad increíble. Negó con la cabeza repetidas veces, dado que no podía objetar gracias a la mordaza—. ¿No te gusta? Porque hay una parte de ti que me dice lo contrario. —y una firme mano se deslizó hasta abarcar con ella su miembro semi-erecto, por encima de la tela de los bóxer. Acarició y apretó suavemente la zona. Stark jadeó y se revolvió en respuesta.
Su camisa abierta en su totalidad fue arrancada—literalmente—mandando a volar la tela en pedazos. Esa camisa de seda era una de sus favoritas. Quiso moverse, pero una vez más aquel cuerpo le aplastó contra el colchón, sus labios posándose en su clavícula, bajando lentamente en un recorrido de besos hasta sus pezones, donde detuvo sus labios. Lamió cada uno de ellos con lentitud, enviándole descargas, para después encerrarlos entre sus dientes y mordisquearlos con algo de fuerza hasta conseguir ponerlos rojos y algo irritados. Sus dientes apretaron la mordaza que se mantenía alrededor de su boca, agradeciendo por primera vez que aquel gemido hubiera muerto en su garganta gracias a esa cosa. Las manos ansiosas contrarias se movieron por su cuerpo, tomando sus piernas fuertemente para que él no pudiera moverlas, quizá marcando sus dedos sobre ellas. Joder que eso le excitaba demasiado.
—Mi nombre es Steve, Tony. —le murmuró sobre la oreja, dejándole otro rastro de saliva caliente cuando volvió a lamer. ¿Steve? Estaba seguro que había escuchado ese nombre antes, pero no recordaba donde, y menos ahora en esta bochornosa situación. Se preguntó cómo es que sabía su nombre, pero cayó en la cuenta que quizá Loki se lo habría dicho. Una de las manos grandes se deslizó por su espalda, haciéndolo retorcerse un poco, subiendo por su nuca y acariciando sus cabellos castaños. La otra lo atrajo por la corbata que aún tenía puesta, para incorporarlo un poco mientras desataba la mordaza. La retiró con cuidado, dándole un ligero respiro al sentir que de nuevo podía volver a cerrar la mandíbula. Sintió un par de tersos labios moverse entre los suyos, sin llegar a hacer el contacto realmente como estaba esperando. Entonces una lengua traviesa se deslizó sobre su labio inferior, y los dientes contrarios jalaron y mordieron con algo de fuerza—. Quiero escucharte gemir mi nombre. —y tras esas palabras, se deslizó hacia abajo.
Su respiración comenzó a ser más irregular que antes cuando aquel hombre descendió en un camino húmedo de besos hasta su ingle, mordiendo el inicio de sus caderas. Aquella lengua traviesa se deslizó por la tela de sus bóxer, sintiendo la húmeda zona. La erección sentía que palpitaba, dura, clamando por salir. Aquella boca abarcó la punta, dándole leves mordiscos al glande, arrancándole gemidos que murieron ahogados contra sus labios firmemente cerrados. Sus manos se apretaron fuerte en torno a sus muñecas atadas, deseando poder liberarlas también. El placer se extendió por su cuerpo cuando sintió un apretón en la base de su miembro, y un pulgar presionado sobre la punta. Inclinó sus caderas hacia el puño por puro reflejo al arquear la espalda, pero la determinada mano libre de Steve le mantuvo en su sitio. Aquella mano que mantenía sobre su erección se deslizó desatando una fricción insistente y adictiva.
El placer invadió la cabeza de Tony como una niebla húmeda y espesa, ocupando todo el espacio. Aquello se sentía realmente bien. Sentía el aliento de Steve pegado a su cuello mientras su mano se deslizaba por toda su extensión, y de repente supo que su mirada estaba fija en él, en sus movimientos. No podía verlo, pero la intensidad era tan grande que lo sabía. Mordió su labio inferior ante la lujuria que creció al sentirse de repente visto, observado. Los espasmos de placer involuntarios fueron creciendo lentamente, con mayor frecuencia con cada caricia, hasta tenerlo prácticamente temblando sobre las sabanas sin aliento. Iba a acabar corriéndose en una cantidad de tiempo indecorosamente corta si seguía así.
—Quiero oírte, Tony. —le oyó susurrar sobre sus labios, con una voz que podía declarar como estimulante a su libido—. Quiero que disfrutes esto, porque no voy a parar. Tampoco iré más despacio. —la forma en que su voz formuló cada palabra le pareció tremendamente sensual. Dejó que los gemidos y jadeos que había estado conteniendo en su garganta escapasen con algo de resistencia, todavía. A cada paso amentaban de nivel, hasta que le salieron más altos de lo que había anticipado, y Tony habría jurado que hicieron que la mano de Steve se moviese más rápido—. ¿Te gusta esto? —le preguntó, pero al no obtener respuesta, simplemente aceleró más el movimiento—. Responde, Tony, hazlo. —las yemas de los dedos de su atacante presionaron su glande de manera concienzuda, frotándolo y prácticamente volviéndolo loco.
—¡Oh, por Dios, sí! —se apoyó mejor sobre la cama todo lo que el cuerpo de Steve le permitía, jadeando sin contenerse ya. Al diablo las inhibiciones. Su cintura se comenzó a mover libremente sin esa mano que le contuviera, ansioso, acompañando cada movimiento suyo, sintiendo la presión en sus muñecas atadas a juego con la venda sobre sus ojos. El sudor comenzaba a resbalar por su frente, y sentía las mejillas y las orejas calientes. La mano libre de Steve se enredó en sus crecidos cabellos castaños, largos dedos tirando de él hasta dejar a disposición su cuello para que el otro mordiera con libertad, dejando salir uno tras otro sonidos que parecían tanto sollozos como suspiros, sintiendo la familiar sensación de calor avisándole de que no quedaba mucho para que su orgasmo terminara por desatarse—. Oh, joder, ahhh… Steve, Steve, voy… voy a… —palabras que salían en exhalaciones cortas debido a su agitada respiración.
—Lo sé, Tony. Lo estoy esperando, y quiero verlo ahora. Córrete para mí. —la voz de Steve sonó ronca, demandante, agresiva. Cargada de una intensidad y lujuria que fue suficiente para transportar al castaño a la cima del placer, y hacerle caer por el precipicio. Lucecitas de colores explotaron detrás de sus cerrados ojos cuando se arqueó hacia el cuerpo del otro hombre y el placer traspasó cada célula erizándole hasta el último vello de su piel en un orgasmo tan poderoso que se corrió con fuerza en la mano del otro con un profundo sollozo ronco. Tony cayó prácticamente inerte en el colchón, respirando entre jadeos como si hubiera corrido largo tiempo sin parar. Emitió un suspiro satisfecho cuando la mano extraña le desató la venda y se la retiró.
Sus ojos se cerraron y abrieron en pestañeos para adaptarse a la luz de la habitación, y luego se abrieron con impresión al localizar y observar al hombre que le había hecho llegar al mejor orgasmo de su vida hasta ahora. Sus inconfundibles ojos azules, el corto cabello rubio, sus gruesos labios, sus facciones firmes y serias, el ligero oscurecimiento mostrando un indicio de barba creciendo… tragó duro al darse cuenta de quién estaba frente a él. Sus ojos azules estaban clavados sobre los suyos, esperando una reacción de su parte, pero nada salió. Steve, Steve, Steve. ¿Cómo no recordaba ese nombre? Hace un año lo había conocido en la fiesta de cumpleaños de Thor, era un amigo de su trabajo. Si no se equivocaba era policía al mando, compañero del hermano de Loki. ¿Qué jodidos hacía él ahí? Quería respuestas, pero no podía formular ninguna pregunta. Aquel día lo vio tan guapo y caballeroso con todos, que era imposible pensar que justamente acabara de hacerle todas esas cosas perversas. Le había llamado la atención su inusual forma de mirarlo durante toda la fiesta, como escudriñándolo con ojos ansiosos, pero en ese entonces aún no se debatía en su orientación sexual recién descubierta.
—Creo… —carraspeó al sentir que su voz salía en un hilo, conmocionado como estaba por el descubrimiento. ¿Todo el tiempo había sido él y su musculoso y perfecto cuerpo? Joder, de haberlo sabido lo habría disfrutado más, seguramente—. Creo que me debes una explicación, y la quiero ahora. —demandó con voz firme, sin bajar la mirada cuando éstas se encontraron. Aquellos ojos azules brillaron con algo que no supo definir, pero que le hizo tener un presentimiento. Sin embargo, se obligó a sí mismo a continuar:—. Deberías comenzar por desatarme, para así yo-
—¿Qué dices? —preguntó en tono medio burlón, mientras esparcía el semen que tenía en la mano sobre su abdomen, enviándole escalofríos. Estaba acostado y expuesto, tarde se dio cuenta—. Las explicaciones vendrán luego. No hemos terminado todavía. —y una sonrisa que distaba de ser inocente afloró su rostro, mostrándole sus blancos dientes. Tony le dio una vista rápida a su cuerpo y se dio cuenta que estaba totalmente vestido, con unos pantalones de mezclilla deslavados y una camiseta negra que se ajustaba a su pecho.
Demasiada ropa.
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Espero que les haya gustado *u*
Quizá en este primer capítulo no se vio mucho el bondage, o el S&M (aunque de éste aclaré que no habrá mucho) pero en el capítulo siguiente será notorio, sólo se me hizo importante colocarlo como advertencia general xD
De verdad espero sus comentarios, ya saben, cosas en las que podría mejorar al ser novata por estos rumbos, opiniones, etc etc, todo será bienvenido y contestado :D
PD: mi fic actual "El tiempo entre nosotros" será actualizado hasta Enero :3
¡Un beso enorme!
