Katekyo Hitman Reborn! No me pertenece. La historia la escribo por diversión propia y de el que lo lea.


Advertencia: Yaoi. Universo Alterno algo retorcido. No descarto la futura posibilidad de un lemon-hard-yaoi de dudosa calidad.

Parejas:Xanxus x Squalo. Yamamoto x Gokudera. Y posiblemente más.


Se busca.

1.

.

Todo comenzó en jueves. Cuando la fría mañana en Roma despertó a los habitantes con los primeros rayos del sol. En la Via dei Condotti, dentro de uno de esos antiguos edificios, ubicados frente a la fuente de la Barcaccia, el timbre insistente del despertador repetía que era hora de levantarse.
El moreno se llevó pesadamente una palma a la cara. Aún se preguntaba por qué no lo desprogramaba desde un día antes o simplemente lo destruía con una bala..., y después recordaba que incluso ser mafioso era un trabajo donde, aunque se es el jefe, se tiene un horario.
Se tomó con dolor la cabeza, el Whisky era su delirio mas le cobraba caro la resaca.

El ruido de las cortinas de metal de las tiendas en las calles vecinas casi le revientan los oídos. El delicado ruido del agua que fluía de la fuente en la glorieta le enunciaba que el día ya había comenzado y el olor a café que se extendía por la calle inundó su habitación.

Como si un cadáver se levantara, se sentó bufando en el colchón recubierto con sábanas de seda, divisó a su lado una mujer rubia de esculturales medidas y maquillaje corrido, y más al fondo del cuarto, otras dos morenas desnudas en una silla. Soltó un sonoro quejido de pesadumbre, aún por la resaca. Era capaz de llevar a la cama a prácticamente cualquier mujer. Los sentimientos no importaban, eso era cosa de cuentos y maricas que les gusta desperdiciar el tiempo.

Empujó a la rubia lejos de él. Se metió con calma al cuarto de baño, donde bajo el chorro de agua tibia disfrutó las primeras horas de la mañana. Después siguió su parte fovorita del día, esa donde entraba al inmenso cuarto que tenía por armario y decidía entre trajes de Gucci, zapatos Armani, relojes Versace, fragancias de Dior... su propio mini paraíso -pero aclaremos que él no se consideraba metrosexual-. Eligió lo apto para el día semi nublado que azotaba a la magnifica Roma y se miró una última vez al espejo; su azabache cabello perfectamente acomodado con un tocado de plumas de exóticas aves colgando a un costado de su rostro, su piel tersa y pulcra a pesar de esas cicatrices que incluso lo volvían más atrayente, y su porte varonil e imponente. Xanxus Di Vongola en toda la palabra.

Al salir, como ya se lo esperaba, la rubia le recibió con un hastiante abrazo, mas como acto reflejo la empujó lo más lejos posible de él, andando por la habitación, buscando su cartera y demás pequeñas cosas.

–¿Qué sucede, amor? –Preguntó enseguida la mujer al recibir tan hosco movimiento y haber azotado en la cama, cubriendo su desnudez con la sabana de seda.
–¿Amor? Jajaja –la sínica risa mayugó los ánimos de la chica –mujer, tú eres como los vasos desechables; cumples con tu función y te vas a la basura. Ahora, cuando regrese no quiero verte por aquí ¿Capisci?... y llévate a las dos de allá contigo, ciao.

El moreno salió de la habitación antes de presenciar la típica escena, escuchando de fondo el llanto de la muchacha. Antes de salir rumbo a las escaleras que llevaban a la calle, de un buró de caoba junto a la puerta de salida tomó las llaves del Ferrari negro -el rojo ya era cliché- y bajó presuroso.
Al llegar a la calle -que se encontraba semi desierta por ser la hora del desayuno- Frente a la tienda Gucci, su automóvil lo resivió con el sonido que anunciaba que la alarma se había desbloqueado y al encenderlo el suave ronroneo le hizo sonreír. Recorrió toda la Via dei Condotti, sin tomarle mucha atención a una que otra italiana que le guiñaba el ojo en cada semáforo, hasta desembocar en la via dei Corso, donde a unos metros se encontraba su oficina.

Al llegar al gran lugar, Xanxus contempló su palacio. Una construcción antigua esculpida por arquitectos barrocos hace algunos siglos, con tres pisos y ventanales de piso a techo en su oficina principal. En la entrada de su oficina, su amanerado asistente lo recibió, como todos los días, con el café amargo recién hecho y una sonrisa pícara característica de su exótica apariencia. Sin prestarle mucha atención se acomodó en su cómoda silla con forma de trono -¿complejo de superioridad? ¡Disparates del psicólogo!- detras de un fino escritorio de cristal y madera de arce.

Boss~ Su padre ha llamado, quiere verlo este fin de semana para una reunión familiar. También, los teléfonos de las chicas de esta semana están por allá –señaló una pila de papelitos color rosa pegados en un pizarrón de corcho –¡Ah! y una mujer-...
–No quiero saber nada más de mujeres. Lárgate y cancela lo del viejo ese.
–Boss, ¿por qué tanta agresividad? –dejó la tableta de notas que cargaba desde el principio en el escritorio transparente –debería relajarse, ¿ah ido a las clases de yoga a las que lo inscribí?
–No, esa basura no sirve de nada. Lárgate.
–Are~ Debería ir a esa reunión. Podrá ver a su padre, a su hermano y...
–Lussuria, basura, lárgate antes de que te mande tirar de un risco en Sicilia.
–Nee~ Boss amargado... –salió corriendo por la puerta de madera, dejando al fin solo al moreno de penetrantes ojos carmín.

Un tanto molesto, Xanxus se sirvió un vaso de licor para calmar sus nervios en un vaso de grueso cristal. ¿Reunión familiar? Pensó sarcásticamente para sí mismo el mafioso, si claro, como si se llevara tan bien con Timoteo, o peor aún, con su fastidioso medio hermano Takeshi.
Por él, los dos se podían irse mucho a la mierda. No tenían importancia en su vida y nunca la tendrían.
Sacudió su cabeza tratando de olvidarse de esos dos.

Miró un momento sus alrededores. Divisó en una esquina del escritorio una pila de documentos. Los tomó en manos y revisó los títulos de algunos de ellos; «Desembarque del barco tabacalero», «Familia Gilgordio», «Descesos del ataque a puerto Di Vongola». Tiró lejos los papeles y se masajeó el puente de la nariz.
Su trabajo era algo a lo que nunca le tomó mucha importancia, no había mucho que decir sobre el. Simplemente supervisaba y manejaba los hilos de la verdadera mafia, mientras los Vongola daban la imagen de un grupo empresarial socio de grandes e importantes marcas. Varia. Eso era él.
Llegando al puesto de jefe no sólo por su pesado apellido, que era herencia del jefe de la familia Vongola, sino por sus habilidades calculadoras, sus excelentes corazonadas y el pulcro uso de las armas de fuego, que en sus manos parecía una extensión más de su cuerpo.

Un trabajo sencillo y apto para él: decidir quién vive y quién muere. Con todas las recompensas dignas de él: dinero, fama, respeto, mujeres y lujos. La vida que cualquiera desearía.

[..I..]

–Boss, shishishi~

Una voz chillona con deje de burla apareció frente al moreno, quién, sin necesidad de despegar la vista de los documentos que leía pudo predecir de quién se trataba y por ende, sabía que dicho personaje no venía sólo.

–Bel-senpai, creo que el jefe no nos quiere aquí.
–Boss, como fiel subordinado le he traído el informe de la misión que ustedes específicamente me... nos dio.
–Levi deja de ser una babosa arrastrada, no queda nada bien con tu edad, shishishi~.
–Neh, neh, Bel-senpai ¿Qué no usted también tiene la misma edad que Levi-senpai?
–Rana, lo que tu quieres es acabar muerto ¿verdad?
–Boss, ¿Desea algo más? ¿Café, masaje, otra misión...?

Xaxus respiró profundamente. Conteniendo su instinto asesino hacia su escuadrón principal. Bajó los documentos y los miró gélido, cosa que automáticamente hizo silenciar a los hombres frente a él. Aún no se explicaba cómo los asesinos más despiadados de toda Italia fueran ellos.

Leviathan, un hombre fornido y mucho mayor que él que le lamía las botas como un perro en busca de atención, con una peculiar barba acompañada de un aún más ridículo bigote y los cabellos castaños alborotados. Fran, un mocoso francés cualquiera, con la cara más monótona e inexpresiva que alguna vez conoció, malcriado, que gustaba de agotar sus momentos de ocio molestando a cualquier ser viviente a su alrededor y unos ojos turquesa que helaban la sangre de los débiles. Belphegor, un chico con complejo de princesa maníaca, soberbio y algo deschavetado, con un flequillo rubio que cubría sus ojos y una sonrisa de gato malvado. Lussuria también pertenecía a este peculiar grupo, pero por circunstancias prácticas -o comodidad del jefe- se volvió el asistente del jefe, aunque esto no le quitaba el ser tan pero tan afeminado. Los asesinos Varia. El circo andante.

–Ustedes, bola de basuras, desaparezcan de mi vista antes de que les clave en la frente una bala.

Y a la orden los tres hombres salieron corriendo de la oficina antes de que el jefe volviera a pestañear.

–¡Bossu~! ¡Ah! –El peculiar asistente, al entrar a la oficina, esquivó con reflejos de gato la bala que salió disparada del arma de oro de Xanxus –¡Boss, casi me mata!
–Si de verdad quisiera matarte, ya estarías muerto, basura.
–¡Ahh, pero que malo es el jefe! –El de cabellos verdes y rojos se llevó las manos a la cadera en jarras. –Pero jefe, lo que le tengo que decir es algo importante. Una mujer vino esta mañana y-...
–No te he dicho ya que no quiero saber de mujeres por ahora, escoria. –El moreno volvió su vista a los papeles en sus manos, y con una de ellas llevó el vaso de whisky a sus labios.
–Pero ésta mujer dijo que tenía que decirle algo muy importante dijo que era acerca de-...
–No me importa. Lárgate ahora o verdaderamente incrustaré una bala en tu-...
–¡Xanxus-sama! –Un hombre cuarentón vestido de vigilante entró de improvisto en la oficina con un cesto en manos.
–¡¿Y ahora qué, maldito pedazo de-?!
–¡Es un bebé!

El vaso de whisky se le resbaló de la mano al moreno y de la canasta un llanto emergió estridente.

[..II..]

Lussuria hacía estúpidas caras frente a la canasta sobre el escritorio. Xanxus, al otro lado de la habitación, sostenía un papel arrugado en un mano y con la otra, y el entrecejo fruncido, amenazaba al guardia con una de sus finas pistolas.

–¡De dónde sacaste a ese mocoso, escoria!
–No, no, se lo juro Xanxus-sama. Estaba yo haciendo el recorrido rutinario, y en la sala de espera estaba abandonada esa canasta con la nota. Revisé los videos de seguridad y se ve como una mujer con la cara cubierta ha dejado al niño hace una hora. Puede revisar usted si quiere.
–¡¿Y por qué mierdas nadie se lo impidió?! ¿Dónde estaba la estúpida recepcionista?
–Boss~, usted la despidió hace una semana, después de que se acostó con ella y no me ha dado la autorización para contratar otra. –habló desde el otro extremo el hombre con gafas de sol.

Xanxus soltó al guardia y bufó como toro. Miró furibundo una vez más la nota, con ganas de encontrar alguna pista que lo llevara a descubrir que todo eso era una broma.

«Xanxus, mi vida; No puedo mantener a nuestro hijo por más tiempo y tú no respondes mis llamadas. Te he tratado de avisar desde hace mucho tiempo de su existencia, pero la dirección que me diste no la he encontrado por ningún lado. Por azares del destino descubrí dónde trabajas, pero no puedo darte la cara en este estado. Cuida mucho de él, su nombre es Stephano, tiene once meses. Te juro que en cuanto tenga el dinero para sustentarnos volveré por él. Aún te amo. Carlotta»

–Xanxus-sama...
–¡Lárgate de mi vista!

El guardia salió en un dos por tres de la oficina, como la mayoría de los que entraban en ella. Xanxus se acercó un poco a la canasta y divisó al mocoso. Una bola de masa gorda y con grandes mejillas, de tes pálida y grandes ojos rojos muy exóticos, y finos cabellos azabaches. Una pesadilla.

–Imposible. Eso no es mio. Esto es una mierda de broma. –Dijo un poco más calmado, sentándose en su trono.
–Claro, Boss, niños con ojos rojos nacen todos los días. –comentó sarcástico su asistente. –Si es una monada el bodoque.
–Te lo regalo. Llévatelo lo más lejos de mi.
–¡Jajajajaja! ¡Deve estar bromeando, jefe! Soy demasiado joven y hermoso como para mantener a un vástago que ni siquiera es mío. Soy muy joven para ser mamá. Ahora si me disculpa, me voy.
–No, no, no. No me dejarás solo con esta cosa.
–Bebé, boss, bebé.
–Hmp –suspiró el moreno –entonces llévatelo y tíralo por ahí. Si su madre no lo quiere, mucho menos yo.
–¡Ni loco! ¡Seré asesino, pero no lanzaré a un indefenso bodoque a las frías calles! Usted mismo haga ese trabajito. Ciao~.
–Lussuria, escoria...

[..III..]

Las seis y media de la tarde marcaba el reloj, cuando los ojos rojos del hombre moreno divisaron los enormes contenedores de basura tras las oficinas Varia. En un callejón oscuro, frío y lúgubre. Se acercó. Tomó la cesta decidido y la dejó con extraña delicadeza en el contenedor verde y maloliente. Y al instante los ojos de su vástago se abrieron, observándole como faros de culpa.

–¿Qué miras, mini basura? Soy un capo, he asesinado a cientos de hombres, incluso mujeres. Claro que puedo dejarte aquí sin remordimientos. –El niño ladeó la cabeza, bostezando. –¿No me crees? Sólo observa.

El moreno se alejó del lugar de regreso a su oficina y a mitad de camino el agudo llanto del niño lo hizo dar media vuelta.

–¡No me reclames, basura! Yo no te puedo tener. Soy un mafioso, no tengo tiempo para tenerte mini basura.

El bebé, al volver a ver la cara molesta de su padre, sonrió abiertamente, extendiendo los brazos hacia el mayor, soltando carcajadas. El moreno lo levantó con precaución y un tanto descuidado, como si fuera una bolsa de excremento. Lo observó un rato y suspiró por vigésimo sexta vez aquél día. Toda esa mierda lo estaba volviendo loco.

¿Cómo era posible que un simple mocoso le estuviera causando tantos problemas? Él había asesinado familias completas. Mandado a la cárcel a una que otra persona. Desfigurado rostros. Arruinado cientos de vidas. Nunca le removió ni un poquito la conciencia. Pero esa... cosa. Hacía que le doliera el estómago hasta casi querer vomitar.

Rondó unos minutos más por el callejón con el niño en las manos. Meditando seriamente el qué hacer.

–¡Ah, pero que bello bambino! –Una mujer de ondulada cabellera castaña y grandes ojos verdes, con los labios teñidos de rojo y el voluptuoso busto saliendo de su ajustada blusa se acercó de improvisto por una de las calles. –¡Uy! –exclamó levantando la mirada al rostro de Xanxus – ¿Es tu hijo?

El moreno miró en segundo al bebé. Después a la mujer. Y por último los pechos de la última. –Es... –comenzó, y el niño se abalanzó a abrazarlo, estirando sus manos.
–¡Pero si es obvio que es tuyo...! –Gritó enternecida la dama. –Es muy guapo... igual que su padre. –La castaña sacó de su bolso una tarjeta, con un número y una dirección grabada en ella. –Llámame..., un día de estos. –Le guiñó un ojo y se alejó sonriendo por la empedrada calle.

El moreno separó de sí al niño, y le miró enarcando una ceja.

–¿Crees que con esos trucos baratos me vas a convencer?

El pequeño soltó una carcajada.

[..IV..]

–Lussuria, quiero para hoy mismo una niñera para el mocoso veinticuatro horas.


...


Sí, bueno, hola. Espero les guste y... eso. Si les agradó les agradecería un comentario, sino pues... ¡mehh!