Amargo
Levi/Petra


Levi era un aficionado a muy pocas cosas; pero que debían de rebozar, obligatoriamente, de buena calidad.

Una de ellas era, sin duda, el buen café.

Sí, nada mejor que un buen café que le ayudase a iniciar bien aquellas mañanas mal empezadas, donde el cansancio y el mal genio acarreados por las malas noches de sueño imperaban en sí.

No obstante, nunca había probado un buen café que no fuese el suyo propio, el cual destacaba por su amargura en sobremanera.

Hasta que la conoció a ella.

Petra Ral no solo destacaba como una formidable soldada de alto rango, decidida y valerosa, con un admirable historial en su expediente del que cualquiera podría estar orgulloso. Petra Ral destacaba, además, por tener cierto poder en sus manos para hacerlo todo perfecto. Su trabajo, sus escritos (ciertas cartas que él se había tomado el atrevimiento de leer como ella no lo notase)… el café.

Porque el café que ella preparaba era… ¿cómo decirlo? ¿Diferente? ¿Especial? No había un grupo específico de palabras que pudiesen describirlo, más cuando se lo experimentaba en primera persona.

El característico sabor acibarado del brebaje quedaba oculto en una dulzura de origen desconocido e inexplicable, embriagando sus sentidos con solo la simple y primera gota apenas rozando su lengua. Deleitoso, dulce, grato, agradable… la presencia de la misma Petra quedaba enmarcada en el gusto de aquella cálida bebida en la que ella tanto esmero volcaba, para él y para el resto del escuadrón.

Y Levi tenía el gran honor de experimentarlo cada día desde que ella había venido a estar resguardada bajo su ala. Y acompañado siempre estaba de un dulce aroma que llegaba hasta lo profundo de su cuarto todas las mañanas, haciéndole sentir como si su noche hubiese sido de lo más apacible. Dulce, fragante, ligeramente cenizo… como la fragancia que despedían los cabellos de la mujer, quien leal y paciente le esperaba frente a la ventana del cuarto donde se reunían a desayunar, con una sonrisa tan radiante como el mismo sol del alba que la cubría, siempre con un "Buenos días, capitán" a la orden del día junto al desayuno.

Y eso lo hacía todo más dulce.

Aquella mañana, no obstante, el aroma no lo despertó, por lo que su humor era peor que el habitual. La voz de ella, haciendo eco en los pasillos, no se escuchó en ningún lado, y por un momento creyó ver su silueta bañada por rayos de sol en la ventana, junto a las del resto del escuadrón que le observaban mientras se sentaba.

Optó por servirse él mismo, esa vez, el café. Una taza medio llena, medio vacía, recalentada.

Un sorbo apenas bastó para hacerle caer de golpe a una realidad que había estado ignorando.

Una mueca irrumpió en lo estoico de sus facciones.

Amarga. Insípida.

Había saboreado su ausencia más que nunca.

Y estaba como al principio.


Innumerables escritos con el tema del café ya han sido escritos y tal, y creo que es algo... cliché. No obstante, me decidí a escribir algo de mi punto de vista, por lo que espero que no sea algo repetido y eso ;;

No dejo más notas de autor. ¡Comentarios son apreciados! Espero que les agrade. (Btw, sorry por el angst, pero es que este ship es angst).