Recuerdo cuando conocía a un tipo casi tan alto como tímido; la primera vez que lo besé, que hablamos bajo la lluvia, cuando lo amé, e incluso cuando rompimos... fue una buena época junto a Hayato Shigino./ Serie de drabbles.

Existen tres pasos a seguir cuando alguien te gusta: primero debes darte cuenta que alguien te gusta; después, debes admitir que ese alguien te gusta; y al final, sólo queda confesarse y esperar que las cosas fluyan. Simple. El problema es cuando te atoras en ese tercer paso y descubres que siempre será más fácil decirlo que actuar.

Y por más que le gustara creer en las películas Hollywoodenses, Makoto sabía que una vez que te etiquetan así, como el mejor amigo, nunca se es algo más. Fue curioso cómo es que Yamazaki Sousuke se aparecía en el momento indicado. Aunque lo acertado no significara esperado. —Yo tampoco quiero ser solo "el mejor amigo" ¿Deberíamos hacer algo al respecto, no? Y entonces todo cambió.

De cuando Makoto y Sousuke comenzaron a vivir bajo el mismo techo y una serie de desventuras los pusieron a prueba. /Serie de drabbles.

Había una vez un hombre que creía que lo tenía todo; dinero, fama y admiración, hasta que un error de once meses llegó a su perfecta vida y mandó todo al carajo./ Se busca niñera veinticuatro horas... / — ¿Que te pagarán cuánto...? —El joven de ojos verdes se levantó abruptamente de la silla— Jajaja, ¿Pues qué tienes que hacer? ¿Acostarte con el padre?

Kagami está realmente enojado, pues comienza a insultar en inglés y a susurrar entre dientes. Aomine vuelve a fruncir el ceño, parece que esta vez el idiota de cabellos rojos está más molesto que en otras rabietas.

A Kazuki le gustaba la primavera, cuando los cerezos florecían, porque fue la estación en la que conoció a Uozumi; a Takuya le gustaba el otoño, cuando los cerezos se deshojaban, porque fue la estación en la que besó por primera vez a Minami.

Pensamientos de un idiota enamorado de un imposible y cómo se da cuenta que el amor apesta.

— Está bien —habló Kuroko, planeando algo aún más perverso—, puede ser un reto —el jugador fantasma hizo una pausa—. Tienes que conseguir el nombre y número de… —los ojos celestes y malvados giraron alrededor del lugar hasta dar con el blanco perfecto. Una sonrisa pequeñita se asomó en la comisura de su boca—…de él./ Imposible.

— Riko-san, si no fueras tan bajito, no me gustarías tanto, ¿esa es una ventaja, no?/ Gender bender.

Y ahí estaba el tipo de ojos verdes, el desastre de la estación de tren, el castaño de la oficina, la persona que se parecía mucho al amor de su vida. Y Sousuke estaba a un "Hola" de todo aquello.

Cerró la ventana de aquél test pendejo. Era imposible que él, Eric Cartman estuviera enamorado de Kyle Broflovski. Sólo le faltaba tener sexo o una muñeca inflable.

Gokudera, imagínate, ¿qué hago yo sin ti?

Hace apenas siete meses atrás, yo era la promesa de la natación. Hoy día soy un idiota con miedo al suicidio. ¿Qué pasó? Una lesión. Algo tan estúpido que cambió por completo mi vida. / No tengo depresión, idiotas, sólo ya no me interesa vivir. / — ¿Entonces nos veremos todos los días aquí para la terapia, no? [...] Nos vemos el miércoles, Yamazaki-kun.

A Tachibana Makoto le gustaba su trabajo, sin dudas. Pero habían ocasiones como las de ese día.

El calor a su alrededor no se comparaba con el ardor que sentía en la cara, y no solo en la cara, en todo el cuerpo. Pensó que, tal vez, hubiera sido preferible quedarse con el portátil averiado, porque la cuenta por haberlo arreglado la pagaría su trasero.

La boca le temblaba y parecía moverse por sí misma, murmurando cosas sin sentido, sonriendo con nervios. Negaba con la cabeza mientras cerraba los ojos, se sentía el bicho más raro y virgen de todo el patio.

La tarde caía cuando aquél chico de ojos verdes y cabello castaño se acercó a Sousuke. Tomó con más fuerza el cuadernillo en sus manos, regalando a la dura mirada aguamarina una de sus dulces sonrisas: —Yamazaki-san, ¿modelarías para mi?

—Rin-chan, Haru-chan, de ustedes dos ¿quién es el que va abajo? —Preguntó Nagisa y la guerra comenzó.

Pensando con la cabeza fría, había muchas cosas que le molestaban del enano. Le molestaba su baja estatura, sus piernas cortas y el lunar en su espalda. Le molestaba su coqueteo involuntario, el cabello anaranjado y sus ojos color sol.

Porque, en todo caso, ¿qué más daba si Aomine de verdad no recordaba algo como su aniversario? Él tampoco lo hubiera hecho si no hubiera sido por la rubia. No era el fin del mundo ni algo de mucha importancia. O eso pensó.