Author has written 13 stories for Saint Seiya. Nombre: Luna Profesión: Economista Signo: Libra (a veces Escorpio) Color: Rojo Sabor: Agridulce Pasatiempos: Leer, Pensar, Escribir Estación: Primavera Vocación: Caminante Hobby: Baile Humor: Trivial Fobia: Al paso del tiempo Vicio: La Libertad Aptitud: Incrédula, pero Optimista Música: De las antiguas Películas: De las viejas Religión: De las sin reglas Amigos: De los que se quedan callados Comida: De las abuelas Libro: Conversación en “La Catedral” Escritor: Mario Vargas Llosa Vicio Culposo: La Política Series: Dr. House Anime: Saint Seiya e Inuyasha Próxima reencarnación: Un Gato -FIN- NÉMESIS Prologo: —Adelante, hijo, siempre adelante. Mi padre me señaló un punto inalcanzable en el horizonte, con una rodilla clavada en el pasto, su majestuosa capa roja cubriéndole medio cuerpo y su mano derecha apoyada en mi enclenque hombro. Separé mis labios y llené mi ser de aire. Podía sentir como nuestros corazones latían al mismo ritmo, golpeando con fuerza. Él era el honor, la fuerza y verdad encarnada. Yo sólo un niño. Un niño abrumado de preguntas: ¿Viviría lo suficiente para honrarlo? ¿Sería tan noble como él? ¿Le haría sentir orgulloso? Los oráculos brillaban por su ausencia. Sólo el viento continental, húmedo y fecundo, como los vientres de las macedonias. ¿Por qué mi madre no echaba más vástagos al mundo? ¿Por qué no me libraba del yugo de ser hijo único? Si decía quererme tanto, si lloraba de noche abrazada a mi pequeño cuerpo. ¿Por qué no me salvaba de ese sangriento destino, como Rea hizo con Zeus? “Eres un espartano, estarás bien”, la oía susurrar entre sueños; sus labios temblorosos contra mis mejillas y sus manos crispadas aferradas a mi espalda. “Estarás bien”, repetía. ¿Lo estaría? ¿Y si de tan valeroso los dioses terminaban odiándome? ¿Si me maldecían como a Ulises? El dolor físico no me asustaba, pero el dolor del alma me aterraba. De día podía combatir como un titán, mutilar, despedazar, aplastar. De noche sólo quería que me abrazaran. Porque tenía miedo. Por eso había elegido a Clito como mi mentor, seguro de que su poderosa presencia espantaría los fantasmas nocturnos. Sin embargo, él no me había elegido a mí. ¿Por qué? —Porque serás grande, hijo. Tan grande como Perseo. Mi padre sonrió y sin desprenderse de su aura majestuosa giró el rostro para enfrentar mi expresión desconcertada. Me vi reflejado en sus pupilas, en sus mejillas, en su mentón, en su frente y cabello. Era mi imagen con veinte años más. Entonces le creí: Milo de Micenas, el espartano criado en Macedonia, sería grande. Tan grande como su padre, el poderoso Neathos de Esparta. |
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