Disclaimer: Sólo la viñeta me pertenece.

Claim: Emmett/Rose.

Summary: Ella salvó a Emmett de morir, pero él curó todas sus heridas.

Dedicatoria: Esto va para mis tweeties; Anna, Elianna, Liz y Dessie, besos a todas :DD


Curarte las heridas.

(Yo te vi tan triste y tan solito, que hubiera dado mi vida por curarte las heridas)


Miró su rostro pálido y marchito, con las sangre manando de las heridas profundas y dolorosas. La mueca en su rostro no evitó que Rosalie pensara que era apuesto.

Se acercó, intentando ignorar el intenso olor a amapolas que desprendía su sangre, y tocó su brazo suavemente. Él jadeó de dolor por el contacto, ella no pudo evitar sentir las miles de partículas eléctricas recorriendo sus vacías venas y llegando a su corazón.

Debía salvarlo. Ese chico no podía morir, no mientras ella existiera. Se sintió egoísta, pero no le importó en ese momento.
Lo quería para ella. Por siempre.

Lo cargó en sus brazos, sintiendo la profunda quemazón en su garganta —sin embargo, no mayor que esa recién descubierta sensación de que quizás no todo es tan malo—, y caminó con él por entre los árboles. El camino fue una deliciosa tortura, pero logró llegar a la casa antes de que el corazón del chico dejara de latir.

Conviértelo, Carlisle. Suplicó múltiples veces, él accedió gracias a la intervención del tonto de Edward, quien dijo que podía sentir la desesperación de Rosalie porque él viviera como si fuera suya propia.

Rosalie no se despegó de él en los días que estuvo sufriendo el infierno bajo la piel. Ella lo entendía, sabía lo que se sentía, pero ya luego todo estaría mejor. Luego él podría elegir entre completar su vida o dejarla sufriendo toda la eternidad.

Ella nunca había depositado tantas ganas y esperanzas en alguna persona, ni siquiera con el desgraciado de Royce King. Rosalie sentía que, si este chico la aceptaba, sería feliz con él. (No borraría el recuerdo de su vida, pero lo enterraría muy en el fondo de su memoria).

El chico abrió los ojos al tercer día y lo primero que vio fue a Rosalie. Un ángel, pensó, después de ver el infierno ya he llegado al cielo.
No estaba tan equivocado después de todo.

—Hola —saludó ella, con su voz celestialmente atrayente y clavando su mirada dorada en la del chico—. Mi nombre es Rosalie.

—Hola, Rosalie —contestó él sonriendo—. Yo me llamo Emmett.

Ella le sonrió, él sintió que el mundo brillaba más y que todo era perfecto en el cielo.

—¿He muerto? —le preguntó a Rosalie.

—En cierta forma sí. Pero sigues con «vida» —rodó los ojos—. Aún puedes respirar, aunque no lo necesites, y puedes comer, aunque no lo mismo de antes, puedes sentir, incluso con mayor fuerza e intensidad que cuando era humano.

Emmett supo qué era lo primero que quería sentir. Quería sentir los seductores labios de Rosalie sobre los suyos.

—¿Y ahora qué soy? —le cuestionó totalmente confundido.

—Un vampiro, al igual que yo —respondió serena, ocultando su nerviosismo.

—¡Genial! —exclamó saltando de la cama—. Tengo súper fuerza, ¿verdad?

—Sí, Emmett, la tienes.

Tomó a Rosalie en brazos, asombrándose de la rapidez de sus movimientos, y la abrazó.

—Ahora debes decidir —dijo ella temerosa—, ¿Quieres irte de aquí o quedarte conmigo?

Por favor, di que te quedas. Quédate.

—Es obvio, linda dama, que deseo quedarme con usted.

—¿Por siempre?

—Por todo el tiempo que vivamos, Rose —murmuró antes de juntar sus labios a los de Rosalie en un beso lleno de pasión y adoración—. Ahora, ¿cuándo te convertirás en mi esposa? Yo ya estoy impaciente.

Rosalie rió, sintiendo como su existencia cobraba vida poco a poco. Ella salvó a Emmett de morir, pero él curó todas sus heridas.

(Y, desde ese momento, dejó de ser Rosalie para ser Rose).