Capítulo 17: Lo que saben Los Que Saben.
Las declaraciones de la abuela Akiko retumbaron en la cabeza de todos. Por unos instantes que parecieron eternos -más de un año según la impresión de Mayura que tendía a exagerar las cosas-, todos se quedaron en silencio. El nivel y el alcance de los misterios en Nerima no paraban de crecer. Si por un momento parecía que se habían atascado en el Ranma-note y pocas incertidumbres más, ahora resultaba que el tema de Los Que Saben echaba raíces profundas en la familia Tendo. ¿Clan maldito? ¿Casualidad? ¿Destino? Desde luego, una duda que no haría mecha en Ranma, Kimiko y Genma, artistas marciales acostumbrados a creer solamente en la fuerza. Tampoco lo hacía en Nabiki o Mayura, gente de personalidad matemático-capitalista. Akane, sin embargo, la buena y sensible de Akane, se preguntó por primera vez si todo el asunto mágico no se trataría de una maldición ancestral destinada a golpear uno a uno a todos los integrantes de su familia, escépticos incluidos.
Razonando por estos rumbos y rememorando cada uno de los cabos sueltos que quedaban por atar, Akane llegó a la conclusión de que ya había esperado mucho, que ya se había inhibido unas dieciséis veces de preguntar por estas cuestiones y que, en suma, ya era hora de empezar a resolver la madeja de incógnitas, atacando a la raíz misma del problema.
-¿Qué saben Los que Saben? –preguntó de forma directa y tajante. Más por ímpetu de dejar de pensar en temas que le atormentaban que por verdadero interés o curiosidad.
Akiko agrió la expresión de inmediato. Como se ha dicho anteriormente, la anciana amaba a Akane y no era capaz de ocultar al 100% sus emociones; razón por la cual, se generó un tenso silencio de esos que en las películas se resuelve con un trueno en el exterior y en las novelas con la aparición de un personaje secundario anunciado un giro radical en la situación general. Como historia real que es esta, ninguna de ambas opciones tuvo lugar. De hecho, el silencio adquirió pronto cierta corporiedad, dada la densidad de las voluntades que lo sostenían. Finalmente, la nonagenaria intentó contestar con una evasiva.
-¡Valientes preguntas haces tú, mi niña!
-No hay preguntas valientes; solo respuestas.
Akiko, artista marcial después de todo, encajó el golpe dialéctico –que su sobrina preferida le llamara indirectamente "cobarde"- con aplomo.
-Pero existen preguntas necias y esta es una de ellas, Akane.
La peliazul meditó durante unos instantes. Por primera vez le llamaba por su nombre en lugar de decirle "mi niña". ¿Aceptación de su madurez? ¿O una forma de alejarse de ella?
¿Cómo narrar el silencio que volvió a reinar a continuación? ¿Cómo expresar la gravedad de un silencio encadenado con otro y que rodeaban entre los dos a unas tenues palabras con el único objetivo de hacerlas desaparecer de la memoria colectiva? Resulta tan fácil, describirlo sobre el lienzo y con pincel. O en un cómic, desperdiciando adrede unas cuantas viñetas. Pero ¿con palabras? ¿Cómo dar a entender el silencio con una herramienta que es su oxímoron y más férreo rival? ¿Cómo describirlo de manera convincente a fin de inocular en el lector la idea exacta que se desea trasmitir? Porque, desde luego, no se trataba de unos silencios cualesquiera. La ausencia de sonido en un bosque habla de la quietud de la noche o la lejanía del río. En una orquesta, del preludio de una gran actuación, momento en que los instrumentos ya están afinados y el público contiene la respiración por pura emoción. Y en el Dojo Tendo, el espejismo de observar el caos bullicioso de miles de personajes exóticos, atenazados por el poder de unas cuántas palabras, solo podía significar una cosa: que Ranma estaba por meter la pata. Efectivamente, creo que esta es la mejor manera de expresarlo: El silencio de dos mujeres que se querían a pesar de sus distancias y diferencias, se vio interrumpido por el torpe tartamudear de nuestro protagonista.
-¿Po…po…demos comer el postre ya?
-Sí –chillo Ranma Jr.-, a comé, a comé.
-Buena idea, hijo –se sumó Genma. Y poco a poco fueron deshaciéndose del nuevo embrujo los demás personajes de esta historia. Si Akiko había controlado el caos con un encantamiento, Akane había utilizado el encanto de las palabras para provocar algo similar. Reunidas las presas fugadas alrededor de una gran mesa buffet, solo la nonagenaria y su sobrina permanecían en su sitio.
-No deseo ser de Los Que Saben, tía. Pero quiero saber. Y en ese sentido, seré inflexible.
El rostro de Akiko, anciana de infinitas arrugas, paso en un instante por todas las emociones posibles. Ternura –su niñita había madurado en una mujer de convicciones firmes-, orgullo –no cualquiera le plantaba cara sin mostrar un ápice de duda-, melancolía –la historia se remontaba a la juventud de la bisabuela Akanui-, terror –un miedo infinito a que su mal y el de Kasumi se apoderara también de ella- y desengaño –la bondad e inocencia por sí solas no alcanzaban para salvar a su sobrina favorita de un destino trágico-.
-A veces, para saber, basta con regresar al punto de partida y recorrer nuevamente el camino, disfrutando de lo ya conocido, con esa nueva mirada que da la experiencia.
-¿El comienzo? –exclamó la peliazul- ¡La tablet! ¡Claro! ¿Cómo no me acordé de ella antes?
Con aquella declaración, emocionada y sonriente –de hecho, con la última sonrisa que esbozaría en esta historia-, Akane se marchó a su habitación a buscar el artefacto requerido.
Chica inteligente –pensó Akiko mientras se alejaba su sobrina-. Demasiado inteligente para su seguridad. A lo mejor, sí que somos un Clan maldito después de todo.
Poco después y por enésima vez Akane encendió su más que magullado -y reparado hasta la saciedad- Ranma-note. Ella y él en su habitación. Él y ella. Smoking y traje de novia y entre ellos, un detector de mentiras.
El sujeto del nuevo experimento, con tres años más sobre sus espaldas, reaccionó con la misma desconcertante madurez del primer día.
-¡Aleja eso de mí! –exclamó con su tono varonil y sereno de cuando enfrentaba a un gran enemigo pero con el cuerpo recogido bajo una mesa y la expresión de cuando le tocaba utilizar la Técnica Saotome.
Beeep. ¡QUIERO CASARME YA!
-Solo será un momento. ¿A qué tienes miedo?
-A nada. Ranma Saotome no teme a nada.
Beeep. A que quizás no quieras formalizar el enlace cuando conozcas mi último secreto.
Fin del capítulo 17.
Bueno, luego de un año de ausencia, Misterios en Nerima ha vuelto. En teoría ingresamos en el último arco y por tanto no debería detenerme hasta terminarlo dentro d capítulos.
En estos momentos tengo en mente dos tipos de lectores: los originales de esta historia y los que se han sumado a la colección de one-shots que me entretuvo estos casi catorce meses. Como forma de integrar a ambos tipos de receptores, he realizado unas pequeñas modificaciones en los primeros dieciséis capítulos. Lo más radical es el cambio de nombres en los personajes. Sato pasa a llamarse Hachiro. Ritsuko=Yuko. Jin=A.C. Y Ayumi=Ibuki. Todos estos son "actores" que participan frecuentemente en mis one-shots. Sé que es tonto pero con ellos ayudándome tengo la certeza de que no volveré a abandonar esta historia. Para el que no los conozca, no hay problema: solo he tomado sus nombres. La personalidad de los personajes originales sigue siendo la misma. Los otros dos cambios reseñables es el reemplazo de las "lagrimas" por "plimps" y de los "cachetazos" por "plafuis", conceptos repetitivos de la colección que también utilizo como talismán.
Para finalizar con las aclaraciones, no aparecen historias bonus porque estas ya vienen intercaladas e integradas en la misma historia. Quien quiera ver similitudes entre Mayura y la Bulmita de los one-shots o entre Ranma Jr. y Gohan, puede hacerlo.
A propósito, continua el miniconcurso; premio para el que acierte correctamente la mayor cantidad de estos interrogantes:
1) Qué es lo que saben Los Que Saben.
2) Qué papel cumple Ranma Jr en la futura guerra.
3) Quién muere finalmente.
4) Quién será el nuevo rey/reina de Los Que Saben.
5) Cómo volvió Ranma de la otra dimensión tres años después sin ayuda de los mazos mágicos.
6) Para qué sirve realmente el Ranma-note.
